Miles de mujeres y hombres de la clase obrera aprovecharon el triunfo logrado para exigir con las huelgas unas mejoras inmediatas y el pago de los salarios caídos con la huelga revolucionaria. Pues la burguesía nicaraguense quería disfrutar de las ap Miles de mujeres y hombres de la clase obrera aprovecharon el triunfo logrado para exigir con las huelgas unas mejoras inmediatas y el pago de los salarios caídos con la huelga revolucionaria. Pues la burguesía nicaraguense quería disfrutar de las aperturas políticas de los Sandinistas, cuando había sido el pueblo en verter su sangre para echar a Somoza del país. Sin embargo, a diferencia de Rusia en las revoluciones de 1905 y 1917, en estos meses revolucionarios no se formaron en Nicaragua organismos de poder obrero en las ciudades y por ello el vacío de poder tras la victoria revolucionaria fue llenado completamente por la guerrilla del FSLN y los exponentes de la burguesía urbana.

En lugar del poder popular basado en asambleas y comités de trabajadores y campesinos (la genuina democracia obrera) se aplicó al nuevo estado la estructura jerarquizada de la guerrilla, igual que en la revolución cubana. El defecto de esta organización, según la visión marxista, es que no permite la participación de las masas en la toma de decisiones, en la elección y revocación de sus dirigentes, es decir, el control del estado y de los funcionarios públicos. La incuestionable superioridad de la democracia obrera, frente a otros tipos de regímenes surgidos también de procesos revolucionarios, consiste en sus mecanismos democráticos para contrarrestar la burocratización.

Lenin explicaba con razón que habían que darse algunas condiciones imprescindibles para que en una revolución el poder sea efectivamente ejercido por el pueblo. Lenin no hablaba genéricamente de ‘poder popular’. En sus escritos “El estado y la revolución” , “Las tesis de abril”, “La catástrofe que nos amenaza y como combatirla”, el dirigente bolchevique desarrolló a la luz de la experiencia revolucionaria la teoría del estado de Carlos Marx.

En breve: la clase trabajadora no puede utilizar la máquina estatal burguesa para governar. El engranaje militar, parlamentario, judiciario e ideológico burgués está hecho a medida de la dictadura de la burguesía: es el instrumento principal de la dominación de la clase burguesa sobre la clase trabajadora y demás sectores oprimidos. El estado burgués no sirve para el ‘poder popular’ porque está plagado de trampas que impiden la verdadera participación popular.

Lo que hace falta para dominar a la burguesía hasta acabar con su poder económico, político y militar es una nueva estructura realmente popular basada en las formas naturales de organización de la clase trabajadora en lucha:

1) Todo el poder de la cuidad debe de quedar en mano de los comités revolucionarios elegidos por todos los habitantes revolucionarios movilizados en las parroquias, barrios, y así subiendo hasta el municipio, etc.
– que todo el poder de las fábricas, empresas, bancos, medios de comunicación, etc. esté en mano de los comités elegidos en las asambleas revolucionarias de los trabajadores de cada sector.
– todo el poder del estado se sintetice en un comando general de la revolución elegido, controlado y revocable por los comités obreros y campesinos así que la burguesía sea totalmente excluida del poder político. No al parlamento burgués, no al gobierno burgués, no al poder judicial burgués.
– cada delegado o representante tiene que ser elegible y revocable en cualquier momento por las bases que lo votaron. Ningún funcionario del nuevo estado tiene que percibir un salario superior al salario medio de un trabajador. Así es como se combate la burocracia.

2) Milicia popular basada en la clase trabajadora y el campesinado pobre, y no ejército tradicional separado de la población por los muros de los cuarteles.
– oficiales elegidos y revocables por la base de las milicias y controlados directamente por los comités revolucionarios barriales, parroquiales, campesinos (en el campo) y obreros (en las empresas).
– las armas tienen que ser controladas por los comités revolucionarios elegidos en los barrios, parroquias, pueblos y fábricas. Es con éstos que los soldados tienen que coordenar sus comités.

3) Nacionalización de las industrias más importantes y multinacionales bajo gestión de los trabajadores. Ninguna indemnización a los antiguos propietarios, salvo los pequeños accionistas que demuestren verdadera necesidad de ello.
– nacionalización del banco, aseguradoras y constructoras y fusión de los bancos privados y extranjeros en un único banco central revolucionario bajo control del comando general revolucionario y de los trabajadores organizados.
– monopolio total del comercio exterior y colectivización de la tierra de los grandes terratenientes y baldía.

Pero ¿que pasó en Nicaragua? Los funcionarios estatales sandinistas y no sandinistas empezaron cobrando en seguida 6 o 7 veces más de los trabajadores ordinarios, en una situación en la que el 50% de los trabajadores estaban desempleados. Los gerentes de la industria privada siguieron cobrando una media de 20-25 veces más que los obreros. Se nacionalizaron los bancos que estaban sin reservas y en quiebra y el gobierno asumió la deuda de las empresas privadas. Los bancos privados sufrían un agujero de 1800 millones de dólares causado por las deudas de estas empresas. Se nacionalizaron tan solo las empresas somocistas (el 25% de todo el país), las cuales estaban completamente descapitalizadas, abandonadas sin un céntimo por la familia Somoza. No se suspendió el pago de la deuda externa ni se repudió la deuda exterior somocista. Los trabajadores fueron excluidos de cualquier posibilidad de controlar las decisiones económicas mayores.

La máquina estatal somocista y su cuerpo armado (la Guardia Nacional) habían sido barridos por la revolución. Fue la dirección del FSLN quien, meses antes de tomar el poder, había pactado con la burguesía nacional e internacional una Junta de Reconstrucción Nacional (JRN) desde Costa Rica y Venezuela. En los meses anteriores, se había activado una labor frenética de pactos, reuniones y negociaciones en el exterior entre el FSLN, los representantes de la burguesía nicaraguense y los gobiernos burgueses Costa Rica, Venezuela, Panamá, México.

El objetivo central por parte de todos, incluso el FSLN, era negociar el carácter del nuevo estado tras la segura caída de Somoza y evitar que las masas de Nicaragua sobrepasasen los límites del capitalismo. El general Omar Torrijos de Panamá puso a su Guardia Nacional a coordenar las acciones del FSLN y asegurar una estructura burgués, vertical y burocrática para el nuevo ejército post-somocista, además de dar apoyo logístico y hombres a la ofensiva final de los Sandinistas. Las milicias formadas durante la lucha fueron disueltas por el comando sandinista, que se doblegó ante las presiones de la burguesía colonial (familia Chamorro y el frente UDEL) e internacional.

Las milicias populares revolucionarias siempre aterrorizan a la clase dominante, porque le quitan el control del aparato represivo estatal. Ésto pasó y pasará en todas revoluciones. El desarme del pueblo era la conditio sine qua non (la condición indispensable) para la ‘credibilidad democrático burguesa’ del Gobierno de Reconstrucción Nacional dirigido por los Sandinistas.

El 27 de julio, una semana después de la toma de Managua el jefe del Ejército Sandinista Humberto Ortega anunció la integración de la Milicia Popular dentro del nuevo ejército regular (asesorado por la GN de Panamá, entrenada años antes por oficiales norteamericanos y la CIA) y la creación de la Policía Sandinista (PNS) para quitarle a las bases revolucionarias y a los comités de defensa de la revolución (CDS) las tareas de orden público y control de las ciudades.

Otra política clave de todas revoluciones es la distribución de la tierra. La revolución había animado a los campesinos pobres y a los braceros, que empezaban a tomar las tierras. La Junta de Reconstrucción Nacional se lo impidió llegando a veces a utilizar como disuasorio a la mismísima y recién constituida Policía Nacional Sandinista. Para despejar todas dudas, intervino el Ministro de la Reforma Agraria ordenando que nadie intentara tomar tierras por su cuenta, aunque fuesen baldías o de los grandes terratenientes, porque el Ministerio de la Reforma Agraria recién establecido proveería en su momento. Dijo el sandinista Wheelock el 31 de julio: “No queremos dar rienda suelta al radicalismo; nosotros somos realistas”. Dos años más tarde Xavier Gorostiaga, miembro del Ministerio de Planificación, admitió en 1981 que “Poquísimas personas se dan cuenta de que el 80% de la producción agrícola está en manos del sector privado así como el 75% del sector industrial”; es decir, los privados controlaban el 72% de la producción del algodón, el 53% del café, el 58% del ganado, el 51% del azúcar, mientras que 200mil pequeños campesinos sólo poseen el 14% de la tierra. La verdad es que muchísimos jornaleros y campesinos pobres si se habían dado cuenta de como el FSLN frenaba la revolución.

En el plano institucional, los dirigentes Sandinistas gobernaron junto con la burguesía vendepatria durante los primeros meses de la revolución. Pero la crisis económica seguía y la burguesía, que ya estaba tranquilizada por haber el FSLN paralizado la revolución, dejó la patata caliente en mano de los Sandinistas. La primera ficha legislativa movida por el FSLN desde el Gobierno de Reconstrucción Nacional (de 5 miembros) fue instaurar el Consejo de Estado, un organismo democrático-burgués de 33 miembros en el cual participaban todas las fuerzas políticas sociales y gremiales que aceptaban el liderazgo sandinista, y que se tranformó en 1984 en la Asamblea Nacional de Nicaragua, que no dejaba de ser un parlamento burgués con mayoría de izquierdas.

De esta manera el FSLN mantenía la estructura de gobierno y legislativas típicas del estado capitalista. El poder ejecutivo se concentró en el Directorado Nacional presidido por el Presidente de la República. En 1984, más del 80% de los ciudadanos mayores de 16 años se inscribieron en pocos días en el censo electoral y los resultados electorales revelaron finalmente el enorme apoyo que las masas aseguraban al FSLN.

La hipocresía del imperialismo USA en su denuncia de la “represión en Nicaragua” superó todos los límites, ya que Nicaragua desde el punto de vista de la democrácia burguesa era
en aquel momento el estado más democrático de América Central.

Un personaje llamado Arturo Cruz, dirigente del CDN (Coordenamiento Democrático Nacional .. y escuálido) participó junto con otros en las primeras fases del gobierno sandinista. En pocos meses este hombre se pasó a la Contra y denunció las elecciones de 1984 de antidemocráticas. La burguesía nunca acabó de aceptar el gobierno sandinista porque no era ‘su’ gobierno y no podía apoyarse en ello para gobernar a su manera. Los Sandinistas inutilmente intentaron llegar a acuerdos con ella. Paso a paso, en la ilusión de la búsqueda de una ‘burguesía progresista’, cedieron muchísimo terreno sobretodo en el campo económico.

Después de la victoria de la Revolución de 1979 el FSLN encauzó el tumultuoso desarrollo de las nuevos sindicatos en la central sindical sandinista CST, que era el resultado de la fusión de las 2 centrales sindicales controladas por los estalinistas. Los cuadros sindicales ‘comunistas’ aceptaron con entusiasmo la tarea de frenar las luchas obreras y la presión social de los desempleados y obreros. También fueron centralizadas las asociaciones de trabajadores agrícolas (ATC), el movimiento juvenil (MJS) y los Comités de Defensa Sandinistas (CDS) que eran barriales y parroquiales, parecidos a los CDR cubanos. El problema fue que ninguna de estas organizaciones de base tenía realmente poder y todas fueron pronto transformadas en correas de transmisión de las decisiones de arriba a abajo.