A pesar de su papel repugnante y asesino, no fueron los paramilitares fascistas de la Contra quienes derrotaron a la revolución. La resistencia popular les desmoralizó y les había arrinconado a mitad de los años ochenta. Las razones fueron: la caída A pesar de su papel repugnante y asesino, no fueron los paramilitares fascistas de la Contra quienes derrotaron a la revolución. La resistencia popular les desmoralizó y les había arrinconado a mitad de los años ochenta. Las razones fueron: la caída del precio de las materias primas causado por la dictadura absoluta de las multinacionales y también el sabotaje interno ed externo de la burguesía vendepatria. El nivel de vida empezó a caer a los pocos años de la toma del poder sandinista. La inflación llegó al 400% en 1987 y se desarrolló un mercado negro con el que se alimentaban apenas 130 mil personas, ¡el 5% de la población!

Por eso empezaron las huelgas obreras y los saqueos de productos alimentarios en Managua por parte de una población desesperada. El gobierno prohibió el derecho a huelga aprovechando del estado de emergencia causado por la constante amenaza del gobierno norteamericano de Ronald Reagan. El Estado gastaba el 40% del PNL en armas para la defensa del país. El sector privado seguía boicoteando; además la elección del presidente Reagan coincidió con un nuevo contexto internacional. El gran Capital de EEUU había perdido el miedo a las masas latino y centro americanas, debido a que las luchas derrocaban a las dictaduras sin amenazar directamente al capitalismo (debido a la falta de dirección adecuada). Hacia finales de los ochenta, los gobiernos títeres del Salvador y Colombia comprendían que su regimenes sangrientos tenían que mantener el disfraz de la democracia, sin dejar de masacrar a la clase obrera y los campesinos. La sociedad y la influencia internacional de los países estalinistas de la Urss y el Este europeo estaban en plena crisis.

En Europa, había empezado el reflujo de la lucha obrera y juvenil y el frente interno de EEUU estaba mucho más tranquilo. En Asia, la dictadura en Filipinas había sido derrocada por la lucha popular y la consecuencia directa de la teoría maoista y estalinista de las dos etapas fue la pérdida de una clara oportunidad revolucionaria. El nuevo gobierno ‘democrático’ y burgués de Cory Aquino seguía siendo muy amigo de Reagan. La guerrilla reaccionaria afghana financiada por EEUU a través de Paquistán atormentaba al Ejército Rojo. La economía mundial se había recuperado de la recesión y la administración de Reagan se sentía suficientemente fuerte como para ir a por la destrucción de los Sandinistas a través de los paramilitares contras y su campaña propagandistica.

El moral de la población nicaraguense empezó a hundirse rápidamente y con ello aumentó el escepticísmo hacia el gobierno sandinista. Sólo la amenaza militar imperialista frenaba el desarrollo de una oposición abierta de izquierdas en la base del sandinismo. En 1989 la inflación tocó el techo del 36’000% y la renta pro cápita bajó a la mitad del nivel de 1977. La situación era tan desesperante que el gobierno pendía de un hilo. Los gastos sociales habían sido recortados progresivamente y tocaron el fondo en 1990, años de las elecciones cruciales

El colapso de la URSS y de los países estalinistas del Europa del Este a finales de los años 80 desmoralizó todavía más a los dirigentes sandinistas, que empezaron a buscar salidas girando a la derecha en campo económico y político. Así fue que se suspendió la ya tímida expropiación de tierras y hubo un arrodillamiento ante los empresarios privados. La corrupción entre los funcionarios empezaba a asumir dimensiones preocupantes.

Daniel Ortega, presidente y máximo dirigente sandinista, había perdido completamente el contacto con la realidad cuando declaró al diario del PCI italiano que:

Hemos cumplido con nuestros compromisos: hemos mantenido una economía mixta así como el pluralismo económico. El de Suecia es un modelo económico al que los nicaraguenses miramos con interés” (Entrevista a Daniel Ortega, 5/5/1989). Sin embargo, Suecia tenía en aquel entonces un sector estatal mucho más fuerte de Nicaragua y su burguesía había nacido 300 años antes. Una vez más se demuestra que los ricos están completos. Los Sandinistas perdieron el poder en las elecciones de 1990. Fue un voto contra el hambre y la miseria, un voto de protesta contra el gobierno del FSLN, que volvió a perder las elecciones hasta la fecha.

La miopía política de los dirigentes Sandinistas sigue expresándose en toda su gravedad en el reciente discurso de Daniel Ortega secretario general del FSLN: “Entramos al juego más corrupto con total honestidad” refiriéndose a las elecciones de 1990 en las que EEUU vertieron ríos de dólares en propaganda anti-sandinista. Y sigue: “Independientemente de las buenas intenciones [!] que puedan haber tenido los gobernantes [de derechas!!] de 1990, o los gobernantes de 1996, o los gobernantes que tenemos actualmente, independientemente de sus buenas intenciones de querer hacer lo mejor para Nicaragua [!!!], la verdad es que les ha faltado firmeza para apoyarse en el pueblo de Nicaragua, para apoyarse en el Frente Sandinista y librar entonces una lucha digna que salvaguarde nuestros intereses de nación, que salvaguarde nuestra soberanía, nuestra soberanía política, económica, social.”

Pero para eso necesitamos que el gobierno actúe con flexibilidad, con una mentalidad abierta y, sobre todo, que actúe con sentido de dignidad, con sentido de soberanía; porque hasta el momento, estos gobiernos lo que menos han tenido es el sentido de dignidad y de soberanía. Nos duele mucho decirlo. Nos da vergüenza decirlo, pero es la verdad. Nos gustaría que este gobierno se prestigiara, decidiéndose a atacar de inmediato estos problemas que tienen que ver con la actividad productiva, alimentaria, con la salud, con la educación en nuestro país; entonces si pudiésemos hablar de que estamos haciendo todo lo posible por el bien de Nicaragua” (mitin en Managua, 19 de julio de 2004)

Después de tanta amarga experiencia y sin la brújula de la teoría marxista, los máximos dirigentes sandinistas siguen hoy en día con el sueño de una burguesía nacional progresista, en un país con la mitad de la población en el desempleo y más de la mitad del presupuesto estatal secuestrado cada año por la deuda exterior. Lo único que no logró la derecha fue borrar las importantes tradiciones de lucha revolucionaria de la clase obrera de Nicaragua. La lucha de Augusto César Sandino y de todos los mártires revolucionarios de Nicaragua es una semilla que pronto volverá a germinar y esta vez la revolución separará a los dirigentes revolucionarios de los reformistas en el seno del FSLN.