Tras años de intenso reflujo, los niveles de movilización y protesta de la clase obrera venezolana comienzan a ascender. En los últimos meses, contingentes de trabajadores públicos y privados han tomado el camino de la lucha para repudiar la estafa salarial del gobierno, su política antiobrera en general y en defensa de sus derechos más elementales. La enorme presión de las bases obreras en varios sectores han obligado al gobierno y a sus títeres sindicales a dejar de eludir el problema, a ponerse en movimiento y tomar acciones paliativas, tratando de represar el caudal de descontento en aumento.

La actualidad mundial atestigua un incremento de la lucha de clases, donde los trabajadores y la juventud se levantan para combatir, en mayor o menor grado, la ofensiva burguesa que desde la crisis de 2008 se ha desplegado en detrimento de sus conquistas y derechos. Las clases dominantes perciben con terror la marea social en ascenso, ante un futuro próximo que solo avizora crisis, recesión, inflación e inestabilidad política en todas partes. Sri Lanka es la muestra más reciente del periodo convulsivo en el que nos encontramos y hacia dónde va a evolucionar la situación mundial ante el callejón sin salida del capitalismo. El enorme descontento de los trabajadores en todo el mundo seguirá expresándose en huelgas, estallidos sociales e insurrecciones, pero mientras persista la ausencia de un partido y una tendencia revolucionaria internacional –con raíces en las masas–, la situación pasará de momentos de intensa movilización social a periodos de reacción y contraofensiva burguesa. Parafraseando a León Trotsky: estaremos ante un período de revoluciones y contrarrevoluciones. 

La reciente movilización de la clase trabajadora venezolana, aunque incipiente, comienza a ponerse a tono con el ambiente internacional. El clima de protesta reciente no es más que la expresión nacional, bajo particularidades propias, de la crisis capitalista global, la misma que en Venezuela Maduro ha descargado sobre las espaldas de los trabajadores y administrado en favor de los capitalistas.

Recuperación, pero ¿quiénes la pagaron?

Tras 8 años de profunda recesión, la economía venezolana viene atravesando un repunte en su actividad de hasta un 12,3% correspondiente al primer semestre del año (según el Observatorio Venezolano de Finanzas), hecho conseguido principalmente por el incremento de los ingresos petroleros debido a la crisis energética agudizada por la guerra en Ucrania. La inflación desde el 2019 ha mostrado una tendencia a la desaceleración, aunque la volatilidad en los precios y el tipo de cambio sigue siendo alta. Tal situación ha sido motivada por la imposición de salarios miserables –para mantener la demanda en el subsuelo–, la reducción del tamaño del Estado y del déficit fiscal, y en el caso del precio del Dólar, por la quema de reservas internacionales para controlar las alzas en su cotización.

A pesar de este importante repunte, la economía venezolana aún esta muy lejos de recuperarse. La superación de la crisis económica que atraviesa el país solo será una realidad cuando la producción nacional recupere las tres cuartas partes del tamaño que perdió desde el 2013. Pero el repunte actual registrado, en esencia, se ha logrado a costa de los intereses de los trabajadores de Venezuela, que en el mes de junio requerían de 19,94 salarios mínimos actuales para cubrir con el costo de la canasta básica alimentaria de una familia de 5 personas (Cendas – FVM), que resisten el colapso generalizado de los servicios públicos, así como los efectos de la desnutrición y subnutrición, en un país donde vuelven a proliferar los casinos y bodegones de lujo para que la oligarquía y la casta de nuevos ricos exhiban su suntuosidad, mientras la pobreza general arropa al 94,5% de la población y la extrema a un 76,6% (Encovi 2021).

Después del anuncio presidencial en marzo de ajustar el salario mínimo de 7 a 126 Bs –con su impacto en las tablas salariales–, la Oficina Nacional de Presupuestos (Onapre) corrigió la medida emitiendo el Instructivo APN 2022, que constituye la última versión del instrumento antiobrero promulgado por primera vez en 2018 como consecuencia del Memorando 2792. Recordemos que en agosto de 2018, cuando el gobierno lanzó el Plan de Recuperación y Prosperidad Económica (PRPE), dio un giro de 180 grados en su orientación, pasando de la emisión descontrolada e irresponsable de dinero sin respaldo en la producción y en las reservas internacionales, a una política hiperrestrictiva de “déficit fiscal cero”. Con la promulgación del Memorando 2792 se paralizaron y suspendieron las discusiones de las convenciones colectivas y con la emisión de los Instructivos Onapre a partir de ese año se buscó normar la aplicación de la política salarial derivada y determinar qué conceptos de los contratos colectivos existentes se aceptaban y cuáles no, así como la cuantía de los montos, que fueron llevados a la baja porcentualmente.

En comparación a la rebaja de las diferencias interescala y la imposición de reducciones porcentuales a numerosos bonos y primas de remuneración, propios de las versiones anteriores de los Instructivos de la Onapre desde 2018; el Instrumento del 2022 disminuyó de manera significativa las primas de profesionalización y de antigüedad, en el último caso hasta en un 50%. En resumidas cuentas, la aplicación del Instructivo APN 2022 supone una reducción de facto de hasta un 40% del salario total de los trabajadores públicos. Tamaña burla, en un contexto de repunte de la economía y en medio de la ilusoria campaña “Venezuela se arregló”, no podía más que enfurecer a los trabajadores.

Mención especial merece la situación de la clase obrera en el sector privado. En general, y comparado con el sector público, los ingresos que perciben los trabajadores en las empresas privadas suelen ser más elevados, aproximándose a los US$ 100 mensuales en promedio. La diferencia entre los ingresos de un trabajador del sector público y los de uno que labore en el sector privado, radica en el hecho de que los primeros son muy bajos pues el gobierno trató de ahuyentar trabajadores para reducir las nóminas estatales, y en el caso de los segundos, la burguesía decidió elevarlos para evitar la fuga de mano de obra explotable. No obstante, es menester aclarar que los ingresos del sector privado carecen de implicaciones acumulativas en cuanto al carácter de salarios, en la antigüedad, utilidades, vacaciones, bonos de fin de año, entre otros elementos, impidiendo también conceptos acumulativos propios de convenciones colectivas. Salta a la vista que estos ingresos están muy por debajo del promedio de salarios mínimos latinoamericanos y descansan sobre toda una serie de violaciones de derechos fundamentales, muy favorables para la obtención de enormes tasas de plusvalía por parte de la burguesía. Además, en este sector rige la aplicación del artículo 148 de la Ley Orgánica del Trabajo (LOTTT), el cual brinda potestad a los patrones de reducir, por la vía de los hechos, las nóminas de los trabajadores, mandando a un porcentaje mayoritario de estos a sus casas y manteniendo en planta a un pequeño número de obreros seleccionados, lo que inhabilita gran parte de las convenciones colectivas para el conjunto de la masa laboral. Por ejemplo, varias plantas de Empresas Polar operan bajo esta modalidad, que se justifica como una medida dirigida a “proteger los puestos de trabajo”.

Por si todo lo anterior fuera poco, en mayo el gobierno acordó con la OIT restablecer el cuartorepublicano “Diálogo Tripartito”, como mecanismo que definirá los salarios y las relaciones laborales en el país, sobre la base de negociaciones que entablarán patrones privados y sindicatos patronales, con intermediación del Estado, donde las genuinas representaciones de la clase obrera no tendrán ni concurso ni voz.

Aumento de las protestas obreras

Entre mayo y julio del 2018 –cuando la hiperinflación se encontraba en su punto más alto–, se intensificaron en gran manera las luchas obreras por motivos salariales, hasta que el 20 de agosto del mismo año, Maduro, en el marco del lanzamiento del PRPE, decretó un ajuste del sueldo mínimo a US$ 30 mensuales, lo que calmó momentáneamente los niveles de protesta. Con la calma, el gobierno aprovechó para desatar la tempestad emitiendo el Memorando 2792 y el Instructivo Onapre 2018, hecho que en los meses sucesivos generó protestas y movilizaciones las cuales demoraron en recuperar el nivel previo a agosto. Lamentablemente, en enero del 2019 dio inicio el llamado “Interinato” de Guaidò, lo que dejó en segundo plano la lucha por los salarios y forzó el rompimiento de instancias de articulación de luchas obreras, como la Intersectorial de Trabajadores de Venezuela (ITV), entre los que se fueron por el barranco apoyando al títere del imperialismo y quiénes se negaron a participar del plan golpista. Desde ese momento, los niveles de movilización de la clase obrera cayeron exponencialmente por 3 años, atravesados además por la pandemia del Covid – 19.

En los meses previos a la llegada de la pandemia, hubo una movilización de los trabajadores petroleros, que desembocó en la firma del contrato colectivo de PDVSA, en medio de las medidas estrictas de confinamiento y bajo un mar de irregularidades. Este fue el primer contrato colectivo que se firmó en el país desde agosto del 2018, pero más allá de la lucha de los petroleros que lo impulsó predominaba un ambiente general de profundo reflujo social. En la actualidad, se han reactivado algunas negociaciones de convenciones colectivas, tanto en el sector de instituciones y empresas públicas, como también en algunas empresas privadas. Pero el gobierno y los sectores patronales se han asegurado de que estas negociaciones se desarrollen de espaldas y sin consulta con los trabajadores, con claras violaciones flagrantes a las leyes que regulan dichos procesos.

Las terribles privaciones económicas, la emigración de millones de trabajadores, el crecimiento de la informalidad, la criminalización de la protesta y los efectos de la pandemia, mantuvieron hasta principios del presente año un letargo en los niveles de protesta de la clase obrera. Sin embargo, como se podía prever desde 2021, un pequeño repunte en la economía daría paso a un auge en la lucha reivindicativa, en el intento de los trabajadores de recuperar una parte de lo que se les arrebató en el último periodo. Hoy por hoy, esta perspectiva ha sido confirmada por los hechos.

Los niveles de protesta y movilización de los trabajadores públicos, especialmente los del sector universitario, venían mostrando signos de fortalecimiento durante el primer trimestre del año. El 9 de marzo, los pensionados y jubilados irrumpieron en la escena con una importante manifestación en Caracas y en 18 Estados del país, reclamando una pensión de jubilación y de vejez equivalente al costo de la canasta básica. Esta iniciativa contó con un gran apoyo de trabajadores activos en solidaridad. En abril, los trabajadores de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) entraron en huelga de brazos caídos, paralizando 14 líneas de producción, dada la negativa de la directiva estatal a cancelar los aumentos salariales acordados y pese a la presencia de funcionarios de la Guardia Nacional y del DGCIM en la empresa. Este hecho, además de irradiar un importante ejemplo para el resto de la vanguardia obrera nacional, permitió ilustrar cómo ciertas capas de trabajadores comenzaron a vencer el miedo y retomaron el camino de la lucha. 

A la par, la disputa en Mondelez – Kraft en el campo de las empresas privadas, tuvo un importante impacto y resonancia. La presión de los trabajadores obligó a los tres sindicatos de la empresa a unificarse para hacer cumplir el ajuste salarial de marzo y su repercusión en las tablas salariales, que los patrones se negaron a reconocer. Las batallas simultáneas de Sidor y Mondelez – Kraft ilustraron la evolución en el estado de ánimo de los trabajadores públicos y privados respectivamente. En los meses sucesivos, se han agudizado otros conflictos laborales importantes en CVG Ferrominera Orinoco, de CVG BAUXILUM, Supra Caracas, entre otros. 

Empero, las movilizaciones que han marcado la pauta durante los últimos dos meses han sido las desarrolladas por los trabajadores de la salud, educación básica, media y universitaria, que, como parte de los sectores públicos más numerosos, son los más castigados por el Instructivo Onapre. Estas manifestaciones han aglutinado a trabajadores y sindicatos de otras áreas y sectores, en una clara muestra de convergencia y unidad de acción. Bajo las convocatorias de Espacio Sindical Unitario, se han desarrollado marchas en Caracas hacia la sede de la Onapre (a escasos metros del palacio presidencial de Miraflores), hacia la Fiscalía General, hacia el Ministerio de Educación Universitaria, con importantes réplicas en ciudades como Puerto La Cruz, Valencia, Maracay, Barquisimeto, entre otras.

Una pequeña victoria

La masividad de las movilizaciones más recientes obedeció a la fuerte lucha de los docentes, obreros, administrativos y jubilados de la educación básica, media y universitaria ante la intención inicial del gobierno de fraccionar el pago del bono vacacional para el personal activo y el bono recreacional para el personal jubilado. La respuesta de los sectores agraviados se hizo sentir con grandes manifestaciones en Caracas y varias ciudades del país, como las desarrolladas los días 4 y 11 de agosto.

Sintiendo una enorme presión desde abajo, la burocracia sindical de la CBST y Sinafum pasó de aceptar el pago fraccionado de dichos bonos, o en el caso de la FTUV de firmar un acta convenio con el Ministerio de Educación Universitaria avalando tal desmejora; a llamar a sus bases a movilizarse desde varios Estados hacia Caracas en la pretendida “ofensiva de la clase obrera”, para suplicar al gobierno por los mismos derechos que días antes estaban menoscabando. Sin embargo, la bajísima participación en estas iniciativas mostró tanto el descontento de los trabajadores, como la debilidad y la deslegitimación que atraviesan los “líderes” sindicales del PSUV, que ni contando con recursos, logística y medios de transporte estatales, fueron capaces de organizar una movilización aceptable. Durante estas movilizaciones, el énfasis en el discurso de la cúpula de la CBST estaba más centrado en tratar la problemática del avión venezolano retenido en Argentina, el bloqueo y la amenaza del imperialismo, que en tratar las demandas de los trabajadores. Sobre el antiimperialismo del liderazgo psuvista, volveremos más adelante.

La presión, el descontento y el ambiente crítico llegó a las propias filas del partido de gobierno tras la filtración de la postura y orientación académica del para entonces presidente de la Onapre, Marco Polo Cosenza, quien en un trabajo de grado presentado para la UCAB se mostraba como un fiel defensor del libre mercado, apologista de las privatizaciones y contrario a las políticas de estatización y expropiación dirigidas por el presidente Chávez. Vale decir que la presencia de este tipo de funcionarios y tecnócratas en el Estado burgués no es para nada extraña, menos aún cuando sus servicios en los últimos años han sido más requeridos que nunca para organizar y ejecutar la política de ajuste antipopular en curso.

Las manifestaciones de los trabajadores de la educación y las posibilidades abiertas de un paro educativo para el comienzo del nuevo año escolar, hicieron retroceder al gobierno acordando el pago de los bonos vacacional y recreacional en el período correspondiente. Aquí llama la atención como la cúpula del PSUV –a través de sus operadores políticos, mediáticos y sindicales– viró de dirigir amenazas contra el sector educativo y acusar a este de ser un instrumento de la derecha y el imperialismo, a terminar cediendo a las exigencias de los trabajadores tras verse derrotado en las calles y en la opinión pública. Posteriormente, Marco Polo Cosenza fue removido de la presidencia de la Onapre para calmar el descontento entre las bases del PSUV. Por supuesto, esta remoción no es más que una medida cosmética que no cambia nada la esencia de la política emanada desde Miraflores, la cual sigue intacta, perjudicando los intereses del pueblo trabajador. Lo anterior ha quedado más que claro en horas recientes cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) declaró inadmisible la demanda introducida por trabajadores y jubilados contra el Instructivo Onapre, por considerar que tal instrumento es inexistente. Como muy bien declaró en Twitter el ex Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez: “La sentencia del TSJ que declaró la inadmisibilidad del recurso ONAPRE por inexistencia TAMBIEN DECLARÓ  la inexistencia de la justicia”.

Si bien, no se puede tomar el reciente retroceso gubernamental como una conquista arrancada a la institucionalidad, este debe asumirse como una victoria para los trabajadores educativos, en tanto hicieron respetar uno de sus derechos a través de su movilización y protesta. Tal hecho tiene un importante significado y trascendencia para el futuro próximo, la clase trabajadora comienza a volver a entender que afirmándose en sus métodos de lucha puede lograr sus objetivos.

La reciente devaluación del Bolívar

Tras la cancelación de los bonos vacacional y recreacional para el sector educativo, hemos sido testigos de una gran disparada en el tipo de cambio, que en su cotización paralela pasó de 6,18 Bs por Dólar el lunes 15 de agosto a 9,33 Bs por Dólar el 25 del mismo mes, lo que supuso la pérdida de un tercio del valor de la moneda nacional frente a la estadounidense. El precio del Dólar ha bajado a 8,31 Bs el miércoles 31 de agosto, luego de la tardía inyección de 200 millones de dólares al sistema financiero por parte del Banco Central de Venezuela (BCV), la suma más alta con la que el ente ha intervenido desde que se adoptó la política de contener las alzas en el tipo de cambio quemando reservas de dólares. Las repercusiones inflacionarias y la pérdida en el poder de compra de los salarios no se han hecho esperar. Tal situación fue la causante de un pequeño conato de saqueo en un supermercado de la ciudad de Puerto La Cruz, hecho que ilustra como el estado de ánimo de las masas se está tornando volátil.

La devaluación del Bolívar y la inflación desatada de las últimas semanas devela la verdad sobre el carácter endeble y vulnerable del sistema cambiario y del estado de la economía en general. Semanas previas al episodio, el promedio de dólares inyectados por el BCV al sistema financiero se había reducido considerablemente, incluso hubo momentos donde no había oferta de divisas por parte de los bancos. Con la cancelación de los bonos vacacional y recreacional para el sector educativo, se aumentó la cantidad de liquidez monetaria en bolívares, lo que impulsó la demanda de dólares escasos, haciendo que su precio se disparara. La extrema volatilidad cambiaria responde a la dinámica creada por la reducción considerable del tamaño de la economía nacional en el marco de la crisis de los últimos ocho años y a la política monetaria restrictiva por parte del gobierno desde 2019, que no admite la más mínima bajada en la oferta de dólares o bien una pequeña subida en los niveles de liquidez en bolívares.

Lo ocurrido confirma lo que desde la CMI Venezuela hemos planteado los últimos años: desde 2019 la inflación se ha desacelerado a base del hambre y la miseria de los trabajadores, luego del colapso productivo y del achicamiento de la economía en general desde 2013. El gobierno ha desacelerado la inflación destruyendo los salarios reales y los niveles de consumo de los trabajadores, creando una situación donde la más mínima reversión en dicho asunto derrumba el castillo de naipes que es hoy el sistema cambiario. Economistas de inclinación neokeynesiana, como Pascualina Curcio, han defendido una vez más la tesis de que la emisión descontrolada de bolívares no genera inflación y proponen la indexación de los salarios al Petro. Sin embargo, creemos que esta posición, que no pone en cuestión el orden social capitalista nacional, lejos de representar una postura correcta supone una ilusión peligrosa que los trabajadores deben rechazar. En las próximas semanas explicaremos de modo integral lo que pensamos de esta postura.

Quiere decir que cuando admitimos los impactos del crecimiento en la emisión monetaria en la inflación, en interacción con otros factores, ¿asumimos una postura monetarista y damos la razón al gobierno de que no se pueden aumentar los salarios y las condiciones de vida de los trabajadores? Para nada. Esa es la acusación que esgrimen los que desde cierto sector de la izquierda, basados en ilusiones, no ven ninguna salida que esté fuera de las relaciones de propiedad capitalista. Estamos totalmente en contra de los planteamientos etapistas de Jesús Farías por su impulso reaccionario, pero debemos oponernos también a la postura de Pascualina Curcio –claramente influenciada por los elementos reformistas de la teoría monetaria moderna– por su carácter acientífico y falso. Como hemos dicho hasta la saciedad, no hay soluciones a la crisis estructural del capitalismo venezolano dentro de los marcos de dicho sistema en crisis.

La escalada inflacionaria reciente expresa, una vez más, como la necesaria lucha por reformas y reivindicaciones de los trabajadores, que los revolucionarios debemos apoyar si o si, tienen límites muy definidos dentro de los marcos del capitalismo. Cada pequeña victoria, avance o derecho, que los trabajadores conquisten o hagan respetar, será revertido tarde o temprano por la burguesía, el gobierno, o simplemente por la enferma dinámica de las relaciones económicas capitalistas, que solo expresan los intereses de los que más poseen. Las leyes del mercado, en última instancia, regulan las relaciones económicas de una sociedad donde la burguesía es quien posee los medios de producción. Aquellos que pretenden construir un capitalismo con rostro humano y que deje sin efecto las leyes del mercado, son los más grandes utópicos del presente.

Necesario es organizar a los trabajadores para derrumbar todos los cimientos de este orden social podrido, sus relaciones de propiedad y su Estado.

El carácter de las protestas

Como se ha dicho anteriormente, operadores políticos, mediáticos y sindicales del PSUV promovieron la tesis de que las protestas contra el Instructivo Onapre están direccionadas por la derecha y el imperialismo, en un intento de desacreditar los justos reclamos de los trabajadores. Ciertamente, en las numerosas movilizaciones han participado varios sindicatos, corrientes y gremios encabezados por personalidades afines a la derecha (Coalición Sindical, ASI, Fetrasalud, entre otros). Pero lo que desde el PSUV no señalan es que dichas protestas han contado con la organización, convocatoria, presencia y agitación de trabajadores, sindicatos y organizaciones clasistas (Sinatra UCV, FNLCT, entre otros), de izquierda e incluso chavistas (trabajadores de SupraCaracas, entre otros).

Lo dicho, da cuenta de la amplitud del movimiento contra la Onapre, que hasta el momento ha tenido un carácter sindical y reivindicativo. Esto se puede notar en la naturaleza de las consignas que predominan en las marchas: derogación del Instructivo Onapre y del Memorando 2792, salarios equivalentes al costo de la canasta básica, respeto a los derechos sindicales, libertad a los trabajadores presos por luchar, las reivindicaciones concretas defendidas por cada gremio particular, entre otras. 

Más allá de los intentos de manipulación gubernamental, sabemos que precisamente lo que le ha dado mayor fortaleza al movimiento ha sido la disposición resuelta de trabajadores y sindicatos de defender sus derechos e intereses, al margen de los dos grandes polos que dominan la política nacional: el PSUV y la derecha. Este ha sido un factor aglutinador de primer orden. Dicha situación ha llevado a líderes sindicales de oposición a moverse en dirección a sus bases, sin que con esto se haya dado cabida a las consignas de los partidos proimperialistas y menos aún la entrega de la dirección de las protestas. Los hechos hablan por sí solos: cuando en las movilizaciones, algunos grupos intentan promover consignas de los partidos proimperialistas, hemos visto como estas se pierden en el viento sin ser secundadas por la amplia masa. Las consignas reivindicativas son las que marcan la pauta. Es necesario destacar un incidente ocurrido en la manifestación del 11 de agosto en Caracas, donde militantes de Voluntad Popular fueron repudiados y echados de la marcha por los trabajadores cuando intentaron ingresar a la misma con sus banderas, franelas y consignas. Si el imperialismo está detrás de estas protestas, parece que algo le salió mal.

El nivel de desprestigio que acusa la oposición proimperialista y sus líderes en la actualidad tiene pocos precedentes. Sus propias bases no paran de decepcionarse con el destape de nuevas e incesantes tramas de corrupción que involucran a “valientes luchadores por la democracia”, como Leopoldo López y compañía. Los trabajadores actualmente no están dispuestos a permitir que su lucha sea tomada y descarrilada por la misma derecha que, en lo fundamental, está de acuerdo con las políticas económicas del gobierno, que votó en bloque con el PSUV la Ley de Zonas Económicas Especiales, que por los intereses que representa jamás buscó conectar su mensaje con el sentir del pueblo trabajador, aquella que promovió las sanciones y el bloqueo que solo los de abajo padecemos y, en el caso de llegar al poder, no dudará en servirse del marco económico, legal y represivo que Maduro ha creado para sepultar los intereses de los oprimidos.

Lo que se puede deducir de las consignas del movimiento antes mencionadas es el carácter defensivo de las luchas que actualmente encara la clase trabajadora venezolana. Dichas consignas resultan de la aplicación de uno de los programas de ajuste macroeconómico más severos de la historia latinoamericana, luego de un intenso reflujo y el descenso en los niveles de sindicalización, de persecución e intensa represión a los sindicatos clasistas, y ante el mediocre papel de la dirección de la CBST, que lejos de actuar de manera autónoma al Estado y defender los intereses de los trabajadores frente a los abusos de este, ha sido uno de los pilares políticos de la ofensiva antiobrera gubernamental.

Se debe mencionar que Espacio Sindical Unitario, como instancia intergremial de articulación de luchas, se compone de un importante número de obreros y sindicatos de distintas corrientes, con una alta presencia de la izquierda. En esta plataforma reina la consigna de “amplia unidad de acción” para derrotar la política antiobrera del gobierno, pero a lo interno existen notables diferencias sobre cuáles son los límites y con quiénes se debe construir dicha unidad.

Los militantes de la Corriente Marxista Internacional en Venezuela creemos que esta “amplia unidad” no puede diluir el elemento de clase, lo que de hacerse abriría las puertas al oportunismo de derecha, desprestigiando ante las masas las instancias de articulación que están surgiendo –como Espacio Sindical Unitario– y esto ahuyentará la fuerza y la combatividad de los sindicatos, organizaciones y trabajadores clasistas, así como del chavismo que ya rompieron o están a punto de romper con el gobierno al calor de la lucha. Pensamos que cualquier puente abierto a los partidos de derecha, en cualquier momento, pero especialmente en el actual contexto de batallas defensivas; mataría potenciales referencias de lucha ante los trabajadores que están ávidos de expresiones que reflejen su disposición de combatir. Existen antecedentes relativamente recientes que certifican lo que decimos. Cuando en 2019 sectores de la “amplia unidad” de la  ITV tendieron puentes con el plan golpista de Guaidó y el imperialismo, sepultaron con ello tal instancia de articulación. Las lecciones de la historia están allí para aprenderlas.

Necesario es inscribir el movimiento bajo un principio de definición clara y abiertamente clasista. En este sentido, creemos que la única garantía de éxito futuro del movimiento contra la Onapre radica en la unidad de la clase obrera, pero con independencia de clases, lo que permitiría seguir aglutinando a numerosos trabajadores y sindicatos en lucha, tanto del sector público como privado, contra la política gubernamental, pero también contra los intereses de los viejos y nuevos capitalistas. Este criterio sería esencial para desafiar y develar ante los trabajadores qué liderazgos están resueltos a luchar de manera consecuente por sus intereses y quiénes solo están respondiendo a presiones momentáneas, los que están prestos a venderse en cualquier momento, a negociar prebendas usando la movilización proletaria o sirven de manera solapada a la misma burguesía parásita, corresponsable del desastre económico y social en que se halla el país. El dirigir iniciativas sobre la base de este criterio, exponiendo el carácter cobarde de buena parte del liderazgo sindical, daría elementos a los trabajadores para que luego hagan lo propio arrebatando la dirección de sus sindicatos de las manos de estos personajes.

El falso antiimperialismo del gobierno

En la misma línea de ataque a los trabajadores, voceros del gobierno, como el impresentable Jesús Farías, no han dejado de señalar, palabras más o palabras menos, que primero hay que derrotar al imperialismo, las sanciones y ante todo elevar la producción nacional, para después –en un futuro indeterminado– pensar en el pueblo trabajador y sus reivindicaciones. Este etapismo vergonzoso de origen menchevique –y reproducido históricamente por los estalinistas– hoy se encuentra al servicio de Maduro y su política.

Evidentemente, es un deber de todo revolucionario rechazar al imperialismo, las sanciones económicas y el bloqueo, que sin lugar a dudas han agravado la crisis estructural del capitalismo nacional y solo afectan los niveles de vida de los trabajadores y pobres. Los marxistas no dejaremos de seguir rechazando todas las agresiones políticas y económicas del imperialismo estadounidense en contra del país. Sin embargo, es llamativo como el antiimperialismo del gobierno consiste en clamar por el levantamiento de las sanciones no desde una postura digna y revolucionaria, sino desde una posición entreguista, en la que mientras llama a las multinacionales a explotar la abaratada mano de obra nacional y las ventajas de las ZEE, a la par intenta pactar un acuerdo de gobernabilidad con EEUU y la derecha, en beneficio del capital y a espaldas del pueblo trabajador.

Creemos de manera firme que para derrotar al imperialismo y recuperar la economía del país, hay que reivindicar los intereses de los trabajadores, sus salarios, servicios de calidad y condiciones de vida digna, organizando y movilizando sus fuerzas para demoler las bases sociales del capitalismo en crisis y su Estado, para levantar una economía planificada al servicio del desarrollo social pleno y bajo un régimen de democracia obrera genuina. Lo anterior se resume en la necesidad de la organización proletaria para la expropiación de la burguesía y el imperialismo, no para repetir las experiencias nacionales de control burocrático que desde un principio estaban llamadas a fracasar, sino para implantar el control obrero en la economía, inspirando a los trabajadores del mundo en el proceso y marcando el camino a seguir ante el callejón sin salida actual del orden social capitalista. Ante el secuestro de Citgo, el oro y demás activos venezolanos, ¡nacionalización sin compensación de todas las multinacionales imperialistas en el país, bajo control obrero! ¡Cárcel a Guaidó y a todos los promotores nacionales del bloqueo y secuestro de activos nacionales!

Por supuesto que esta es una postura totalmente alejada de la orientación de la cúpula del PSUV, que no cree en la organización de los oprimidos pues teme mucho más a esta que a las amenazas de la reacción y el imperialismo. El gobierno y su política de conciliación de clases deposita todas sus esperanzas en las bondades del mercado y los inversores extranjeros, en la parasitaria y corrupta burguesía criolla, y también en sí misma como nueva clase poseedora –podemos decir, aún más parasitaria y corrupta que la anterior–.

¡Derrotar la Onapre, derrumbar el capitalismo! ¿Qué hacer?

En la actualidad, cada vez más capas de trabajadores están entrando en la arena de la lucha. En días recientes, la protesta de los trabajadores de la refinería de PDVSA en Puerto La Cruz, demandando la restitución del Sistema Contributivo para la Protección de la Salud de los Trabajadores Petroleros (Sicoprosa) y ante las muertes de familiares de los obreros por no contar con tal sistema, atrajo la atención y la solidaridad del movimiento de trabajadores.

Aunque en principio, los combates que presenciamos manifiestan un carácter incipiente, la tendencia apunta a su progresión. La historia de la clase obrera internacional demuestra que toda experiencia de lucha tiene el potencial de desarrollar, al menos entre una vanguardia de trabajadores, la consciencia de que no basta batallar por reivindicaciones y derechos dentro del marco de un sistema social que tarde o temprano arrebatará lo que hoy se conquiste. El choque de fuerzas de clases antagónicas puede propiciar la evolución de la conciencia de clase de los trabajadores y la necesidad de pasar de una lucha reivindicativa a una política. Si la situación evoluciona a lo dicho, más vale que la verdadera izquierda revolucionaria esté a la altura de las circunstancias.

Como hemos señalado, el éxito de la clase trabajadora en su lucha contra la Onapre y la política antiobrera del PSUV-derecha dependerá de que esta exprese un carácter clasista, o entre otras palabras, de total independencia de clases. Pero a lo anterior, hay que añadir la necesidad de la acumulación de fuerzas y la organización de la vanguardia del ejército del proletariado a nivel local, regional y nacional.

Como prioridad, se tiene que aprovechar el presente auge en las movilizaciones para plantear e impulsar la lucha por la recuperación de los sindicatos, cuyas elecciones y renovaciones vienen siendo paralizadas por la institucionalidad. Una lucha decidida por la elección y renovación de los sindicatos, que llegue hasta las últimas consecuencias, debe hacer ceder al Estado. En períodos de intensificación de la lucha de clases, los capitalistas y las élites políticas se ven obligadas a ceder para contener a las masas. Aquí, nos topamos con un elemento vital. El reciente e incipiente despertar en la movilización obrera es apenas el primer paso para poner en pie las fuerzas potenciales de los trabajadores, pero este desarrollo alcanzará límites muy marcados si este no avanza en lo orgánico. Marx decía que la clase obrera sin organización es materia prima para la explotación. Difícilmente se podrá seguir desarrollando el movimiento sin que la clase obrera pueda recuperar sus organizaciones para defenderse y proyectarse ante la sociedad. Es por ello que la lucha debe tener un importante énfasis en este punto, para abrir posibilidades futuras de desarrollo del movimiento obrero.

Todavía hay muchos sectores de trabajadores que permanecen dormidos o que hasta el momento no se han levantado, sea por temor a la represión, que sus ramas de trabajo se hallan deprimidas, sus sindicatos han sido secuestrados por cúpulas patronales, o sencillamente no tienen sindicatos. En los casos donde la situación lo permita, es imperativo despertar la movilización de los trabajadores. Por lo anterior, debemos impulsar la creación de Comités de Defensa del Salario como instancias aglutinadoras sobre la base de la necesidad de pelear por mejores sueldos, que muevan a los trabajadores a realizar asambleas y protestas, a elegir voceros revocables en cualquier momento y establecer planes de lucha al interior de los centros de trabajo, pero que se vinculen con las iniciativas unitarias exteriores que existan o vayan surgiendo. Logrado el despertar de la lucha, los Comités de Defensa del Salario deben volcar a los trabajadores para que recuperen o establezcan sus sindicatos, o bien, avancen en la creación de Consejos de Trabajadores (no confundir con los CPT) como órganos más democráticos, para afianzar el verdadero músculo de la clase.

Es necesario que los sectores que comienzan a aglutinarse en varios Estados definan un plan concreto para ir al encuentro de los trabajadores y gremios que tienen un conflicto laboral en curso. Los acompañamientos de solidaridad, concentraciones de apoyo en las sedes de empresas e instituciones donde hayan disputas, comunicados unitarios en respaldo a los trabajadores, pero sobretodo, la promoción de iniciativas de movilización que exhiban el músculo de la clase obrera, pueden atraer a una importante capa de compañeros y animar a otros a iniciar luchas concretas en sus centros de trabajo. Durante el proceso, es vital que se pongan en contacto dirigentes obreros que promuevan iniciativas análogas en distintas ciudades del mismo Estado, para coordinar esfuerzos a nivel regional.

El rango nacional coordinado de las luchas y la acumulación de fuerzas del movimiento obrero, que instancias como Espacio Sindical Unitario vienen promoviendo, dependerá, en primer lugar, de un alto grado de coherencia, combatividad, voluntad y las gestiones que en esa dirección muestren los dirigentes sindicales y gremiales, los cuales deben comprender que no habrá victoria si la clase obrera no actúa como un solo ejército organizado por la defensa irrestricta de sus intereses. De aquí se desprende la importancia de erigir una nueva subjetividad política, un partido revolucionario de la clase obrera sobre la base de su fuerza y movilización, que brinde dirección y objetivos, y evite que las oleadas de luchas, tanto la presente como las futuras, no se disipen como el vapor.

En segundo lugar, y esto es fundamental, se debe avanzar, mediante numerosas discusiones en las instancias de articulación regional y nacional existentes, en la construcción de un pliego de reivindicaciones unitarias y clasistas que partan de las consignas generales sobre las cuales se viene activando el movimiento y que recojan las demandas de los distintos sectores en lucha. Si los trabajadores y las bases sindicales son conscientes de los alcances y los objetivos generales de sus luchas, su implicación en el proceso será mucho más sólida. Esto sería un factor aglutinador y organizador de primer orden. Por otro lado, un pliego de reivindicaciones clasistas –general y sectorial– publicitado de gran manera en todos los espacios, puede atizar las contradicciones dentro de la CBST haciendo que un amplio sector de sus bases contrasten –esta vez de manera más clara– por qué está luchando la clase obrera fuera de la Central Bolivariana, en comparación a la actitud cobarde y traidora de sus dirigentes, que solo piden “resistir” e instan a los trabajadores a “autoajustarse”. Este punto es crucial: si el mensaje del movimiento contra la Onapre no es capaz de atraer y conectar con el chavismo de base y sindical, si asume una postura cerrada y sectaria, estaría perdiendo una oportunidad de oro para incidir en el gran descontento que existe aguas abajo en la CBST y renunciaría a fortalecerse con el posible arribo de capas de trabajadores que están próximos a romper con el gobierno. El chavismo de base, aunque mermado, sigue siendo un sector significativo que aglutina a millones de trabajadores. La astucia política obrera debe privar a la miopía y el sectarismo. El criterio de independencia de clases es lo que puede convencer al chavismo sindical de base que las verdaderas opciones de luchar se encuentran en el movimiento contra la Onapre.

Los marxistas venezolanos no objetamos que, en principio, se defina algún pliego o programa de lucha meramente reivindicativo, dado el nivel de fuerzas actuales de la clase obrera y de dónde viene. Sin embargo, un progreso en términos de fortalecimiento de los trabajadores, sus voluntades de lucha, su organización y los alcances que puedan presentarse, extendería los objetivos mínimos que se tracen en principio. Para dicho debate, que tarde o temprano debe salir a la palestra, los marxistas creemos necesario defender un programa que vincule las luchas inmediatas y reivindicativas de la clase obrera con los objetivos históricos de transformación revolucionaria de la sociedad. En esa dirección, nuestra propuesta es la siguiente:

1. Consignas de lucha inmediatas:

·       Derogación del Instructivo Onapre, del Memorando 2792 y de toda legislación que vulnere los derechos y conquistas progresivas de la clase obrera.

·       Rehabilitación de las discusiones de todos los contratos colectivos de trabajo, con participación plena de las genuinas representaciones de la clase obrera y total transparencia ante las bases sindicales.

·       ¡Libertad inmediata y plena a todos los trabajadores presos por luchar!

2. En el plano del desarrollo de la lucha y de las fuerzas de la clase obrera:

·       Creación de Comités de Defensa del Salario en cada fábrica y centro de trabajo. ¡Reactivar y despertar la protesta de la clase obrera!

·       Elección y renovación de sindicatos vencidos. ¡Basta de la paralización institucional a la organización de los trabajadores!

·       Creación de Consejos de Trabajadores en las fábricas e instituciones donde la masa laboral desee adoptar una forma organizativa más democrática.

·       Coordinación local, regional y nacional de todas las luchas obreras. ¡Por una nueva subjetividad de los trabajadores!

3. Conquistas de mediano alcance y transicionales:

·       Escala móvil de salarios, que equiparen el poder de compra de los sueldos con la subida constante de los precios de la canasta básica.

Esta es una consigna de carácter defensivo y transicional, es decir, demanda de la movilización y organización de la clase obrera como un poder social capaz de superponerse al viejo orden, y por tanto, de medidas más integrales capaces de subvertir el control burgués absoluto de los medios de producción.

·       Control obrero de la producción.

Tal consigna no supone la administración de los medios de producción por parte de los trabajadores –capacidad que en desarrollos posteriores debe adquirir la clase trabajadora–, pero supone que estos tengan potestad de inspeccionar los libros de cuenta, lo que entra y lo que sale de los centros de trabajo, regulando las ganancias capitalistas y garantizando que los salarios sean acordes con el costo de la canasta básica. El control obrero debe aplicarse al sector público, entre tantas razones, para auditar los bienes y recursos de las empresas e instituciones, determinar los presupuestos y reorganizar los gastos en función de mejores salarios de los trabajadores y el funcionamiento operativo.

Las medidas propuestas son necesarias pero insuficientes en su naturaleza. Ante los riesgos latentes de que el Estado burgués aproveche la más mínima oportunidad para echar hacia atrás cualquier conquista futura que los trabajadores alcancen, se debe garantizar el sostenimiento y financiamiento de toda victoria parcial con una política integral obrera y socialista, que reclama la instauración de un gobierno de los trabajadores.

4. Medidas revolucionarias:

·       ¡Trabajadores al poder! Establecimiento de un gobierno obrero y popular, sobre la base de la más genuina democracia revolucionaria, con instancias de organización constituidas al calor de la lucha y con representantes elegidos y revocables en cualquier momento.

·       Derogación de la Ley de Zonas Económicas Especiales, La Ley Antibloqueo y la Ley de Promoción a la Inversión Extranjera en Venezuela.

·       Nacionalización completa de PDVSA y renacionalización de todas las empresas privatizadas, bajo control obrero y popular.

·       Nacionalización de toda la banca y aseguradoras, para disponer de recursos que se puedan invertir en mejores salarios para los trabajadores, en la industria bajo control obrero y así elevar la producción nacional, en función de las necesidades de la población.

·       Creación de una central única de importaciones, o en otras palabras, un monopolio estatal del comercio exterior, bajo control y auditoría constante por parte de los trabajadores organizados; para cortar con la sangría de dólares de la burguesía y ahorrar recursos para la inversión en la producción nacional y en una mejor calidad de vida del pueblo trabajador.

·       Exigencia de repatriación de las divisas fugadas por los capitalistas y burócratas corruptos, a través de Cadivi, Cencoex y todas los órganos creados durante el extinto control de cambio.

·       Confiscación de empresas cuyos propietarios hayan participado del desangramiento de divisas, a través de Cadivi, entre otros. Implantar el control obrero en cada una de ellas.

·       Cárcel a Guaidó y a todos los implicados en la corrupción con los activos venezolanos en el extranjero, así como en la promoción de sanciones contra el país.

·       Expropiación de todas las multinacionales y empresas de los países cuyos gobiernos han agredido económicamente a Venezuela o se niegan a repatriar riquezas y el control de activos venezolanos.

·       Elección de todos los funcionarios del nuevo Estado por la base, que sean revocables en cualquier momento. ¡Abajo la burocracia!

·       Llamamiento internacional a la clase obrera por la defensa de la revolución venezolana, por la demolición del capitalismo y por el socialismo.

El planteamiento presentado parte de la lucha por la derogación del Instructivo Onapre, implica la necesaria organización y acumulación de fuerzas de la clase obrera, remata con el establecimiento de un gobierno de los trabajadores, lo que supone una solución, más que al mero tema laboral, a la crisis estructural del capitalismo venezolano, del cual el Instructivo Onapre es solo un síntoma. Los marxistas no creemos en pañitos de agua tibia, queremos erradicar la enfermedad desde la raíz. La enfermedad económica y social que afronta Venezuela es el capitalismo, por lo que tenemos el deber de vincular la lucha por las reivindicaciones de los trabajadores con el imperativo de un cambio revolucionario y la transformación socialista de la sociedad.

Todo aquel que respalde nuestro análisis y propuestas, está invitado a formar parte de la Corriente Marxista Internacional y luchar por la defensa de las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, y por el socialismo en nuestras vidas.

Correo: cmivenezuela1@gmail.com