Desde el año 2018 la lucha de las mujeres por la conquista de nuestros derechos y por la igualdad ha alcanzado una dimensión de masas. Ese año, en el que se convocó la primera huelga general con motivo del 8 de Marzo, supuso un desborde inesperado y atrajo a la lucha a decenas de miles de mujeres, la mayoría jóvenes.

Estas movilizaciones de masas han ido continuando hasta el momento. No obstante, en las últimas movilizaciones estamos viendo que se están produciendo cada vez más divisiones y se están intensificando los enfrentamientos, llegando incluso a convocatorias diferenciadas o a enfrentamientos físicos entre activistas de diferentes corrientes.

Prostitución

El primer punto en el que empezaron a intensificarse las primeras divisiones fue en torno a la cuestión de la prostitución.

La prostitución es la esclavitud más extrema que pueden llegar a sufrir las mujeres. Historicamente, la lucha de la mujer de la clase trabajadora, a través de sus organizaciones obreras, fue encaminada a acabar con la prostitución. No obstante, el feminismo liberal abrió la puerta a reivindicar la regularización de la prostitución para pasar a considerarla un trabajo como cualquier otro.

Según nuestro punto de vista marxista, ambas posturas tal y como se plantean desde la dirección del movimiento feminista adolecen de una fuerte dosis de reformismo e idealismo. Por un lado, el sector regulacionista defiende una realidad idílica con mujeres que ejercen la prostitución dadas de alta en la seguridad social como trabajadoras por cuenta ajena o propia, renunciando por completo a un cambio radical que pueda acabar con esta situación de explotación extrema.

Por otro lado, se sitúa el sector del feminismo radical que pretende cerrar los prostíbulos a golpe de decreto ley. Millones de personas en todo el mundo no tienen aseguradas unas condiciones mínimas de vida. Esta es la base material que conlleva a la existencia de la prostitución. Los marxistas defendemos sin ningún tipo de vacilación el fin de la prostitución. Sin embargo, somos plenamente conscientes de que esto no será posible si no actuamos sobre las condiciones materiales que la sustenta. Por mucho que se cierren prostíbulos o se impongan multas, con lo que podemos llegar a estar de acuerdo dependiendo de en qué condiciones, si no se garantizan unas condiciones de vida minimamente dignas para toda la población mundial, la abolición de la prostitución será una utopía.

Es necesario ofrecer una alternativa real a las mujeres que son esclavizadas sexualmente, planes de empleo eficaces, subsidio de desempleo indefinido hasta encontrar trabajo, como debería ser para todos los trabajadores desempleados y viviendas sociales y suministros garantizados para toda persona que lo necesite.

La cuestión trans

Otra de las cuestiones con las que se intensificaron las divisiones en el feminismo fue la cuestión trans, sobre todo desde que primero Podemos y luego el Ministerio de Igualdad impulsaran la Ley Trans.

La corriente de feminismo radical comenzó a alertar sobre una supuesta amenaza para las mujeres el hecho de otorgar más derechos a las personas trans. ¿Qué peligro puede tener para las mujeres que deje de ser necesario un diagnóstico de disforia de género o la hormonación para cambiar los documentos legales?. Como marxistas, debemos apoyar cada avance en derechos para un colectivo tan duramente oprimido como lo es el colectivo trans y rechazamos que esto suponga ningún perjuicio para el resto de mujeres.

Esto no implica ni mucho menos que nos acojamos a los postulados de la teoría queer ni a la interseccionalidad ni las políticas de identidad. Defendemos una lucha unificada de la clase obrera por transformación profunda de la sociedad y no una lucha parcial e individual por cambios estéticos que no inciden en mejorar sustancialmente las condiciones de vida, como sí que defiende una parte importante del feminismo, entre ellas, quienes en estos momentos están al frente del Ministerio de Igualdad.

Ley sólo sí es sí

La ley de “solo sí es sí” ha estado marcada por la polémica desde el principio de su debate y se intensificó tras las primeras noticias de rebajas de penas una vez puesta en marcha la nueva ley.

Ya analizamos en artículos anteriores que la ley supone un paso adelante para los derechos de las mujeres en cuanto a que con la ley nueva una mujer no tiene que haber sufrido una situación de violencia física para haber sufrido una agresión sexual, mientras que con la ley anterior si no habia violencía física, todo quedaba en simplemente un delito de abuso sexual. También explicamos que había agravantes establecidos en la nueva ley que no estaban siendo aplicados por los jueces y como consecuencia de ello se estaban produciendo las rebajas de penas. La cuestión que señalábamos era clara, el problema no está en la ley sino el sesgo machista de los jueces, que ponen el foco en la responsabilidad de la mujer en casos de violaciones.

Tanta ha sido la presión ejercida por los sectores más reaccionarios que el 6 de febrero el PSOE en solitario presentó una modificación para, según ellos, corregir los supuestos errores que contiene dicha ley. Con esta modificación el PSOE propone un paso atrás para volver a poner el foco en la violencia y no en el consentimiento.

Hay que reconocer que el equipo al frente del Ministerio de Igualdad se está manteniendo firme y parecen no estar dispuestas a dar pasos atrás con esta ley. Sin embargo no cuenta con el respaldo de todo el feminismo pues hay una parte, encabezado por el feminismo radical, que sí pone más el foco en el punitivismo, en esa idea de que la violencia sexual, y por ende cualquier tipo de violencia, debe ser combatida con la imposición de penas más altas a los agresores. Esto ya se ha demostrado con todo tipo de ejemplos en todo el mundo que está muy lejos de la realidad. Países donde se imponen penas más altas no tienen menos casos de violencia.

El problema es que a la hora de impulsar la ley obviaron el debate sobre la cuestión del punitivismo. Esto sumado a que, a parte de esta ley y campañas divulgativas, no se está actuando sobre la raíz de la violencia machista, que está en las condiciones materiales que nos impone el sistema capitalista, y por lo tanto, las mujeres no podemos ver un avance en cuanto reducción de la violencia que sufrimos; deja el campo abonado para que calen más fácilmente en la sociedad las campañas reaccionarias de la derecha para hacernos retroceder en derechos.

El fondo de la diferencia

La desigualdad y la opresión que sufrimos las mujeres en todos los ámbitos de nuestro día a día se sustenta sobre la existencia del sistema capitalista y patriarcal en el que vivimos. Son las condiciones materiales en las que nos obliga a vivir este sistema el que nos coloca en una situación subalterna al hombre.

Todas estas diferencias en el seno del feminismo tienen un punto en común: tratar de que la mujer vaya conquistando derechos poco a poco, reforma a reforma, pensando que un día se alcanzará la igualdad con respecto a los hombres, todo ello sin romper el marco del sistema capitalista.

Las mujeres trabajadoras tenemos empleos más precarios con salarios más bajos que los de nuestro compañeros, acentuado por la carga del trabajo doméstico que hace que seamos nosotras las que nos acogemos a las excedencias, a las reducciones de jornada e incluso a renunciar a nuestros trabajos para hacer frente a esa carga extra.

Debemos apoyar cada avance en nuestros derechos pero siendo plenamente conscientes de que por muchas leyes que se hagan para equiparar salarios, por muchas leyes que se hagan para frenar la violencia machista siempre será insuficiente para conseguir plenos derechos mientras no se actúe sobre los pilares sobre los que se apoya el sistema capitalista.

Es necesario reivindicar trabajo garantizado para toda la población, salario mínimo de 1200€, subsidio de desempleo equivalente al salario mínimo interprofesional para toda persona desempleada, socialización de las tareas domésticas y de cuidado de hijos y familiares dependientes y reversión de todos los recortes sociales. Este es el programa que une a todas las mujeres y a los hombres de la clase trabajadora, sea cual sea su opresión particular.

Como marxistas debemos apelar a la lucha unida de la clase obrera por acabar con el sistema capitalista y por la construcción de nueva sociedad, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, que garantice unas condiciones de vida dignas para toda la población y acabe de raíz con las condiciones materiales que engendran la prostitución, la violencia machista, las agresiones sexuales, la homofobia y la transfobia y todos los tipos de desigualdad y opresión que vivimos en nuestro día a día.