La apremiante situación que viven los trabajadores en Venezuela, muestra claramente que el capitalismo parásito y el gobierno de Nicolás Maduro no tienen nada que ofrecer a los trabajadores, jóvenes, pensionados y pobres, aparte de miseria y destrucción sistemática de su nivel de vida.

En el marco de la crisis del parasitario  capitalismo venezolano –que a su vez depende de la crisis mundial del sistema capitalista–, ni la derecha tradicional, ni sus nuevos voceros y partidos, ni tampoco lo que ha quedado del movimiento bolivariano y del chavismo -expresado en el gobierno Maduro–, tienen cómo resolver esta crisis del capitalismo de forma favorable para las masas trabajadoras. Muy al contrario, todas estas corrientes y organizaciones políticas defienden principios y programas que descansan sobre las leyes del mercado capitalista, y todas ellas se afanan por imponer el costo de la crisis sobre los hombros de los trabajadores.

En otras palabras, si bien el gobierno Maduro está aplicando un ajuste sanguinario contra la clase, los capitalistas están poniendo su parte –y de hecho siempre la han puesto– en el asunto.

Cuando Jorge Roig dice que “está con la clase trabajadora pero no con la clase politiquera”, las y los trabajadores debemos recordar que son ellos los primeros parásitos de esta sociedad. Ellos, que se llenan los bolsillos con montones de dinero sin trabajar, todo gracias al trabajo no pagado de la clase obrera. Y, cuando el mismo Roig señala que está de acuerdo con un aumento salarial, tenemos que entender que detrás de ese discurso y detrás de esa posible medida –el próximo aumento salarial–, operará la legalización del robo más descarado de nuestra historia reciente, de las prestaciones sociales de la clase trabajadora, desde la tripartita de Caldera II y Teodoro Petkoff.

El caso actual de Monaca es un buen ejemplo de ello.

Monaca es un monopolio trasnacional del sector de las oleaginosas, que ha explotado la fuerza de trabajo del país desde hace más de medio siglo. Tiene unas 14 plantas a nivel nacional, entre las cuales destacan las de Puerto Cabello, Edo. Carabobo, que son algunas de las principales a nivel nacional.

La guerra de los dueños de Monaca contra los trabajadores venezolanos no es nueva, y se remonta a la lucha por los dólares de importación y su pedazo de la renta petrolera, durante el gobierno Chávez. Sin embargo, desde hace un mes los patronos han decidido escalar el conflicto a un nivel sin precedentes, aplicando una paralización casi total de actividades en la mayoría de plantas del país, y dejando de pagar salarios en el resto de las plantas. Todo parece indicar que Monaca está preparando el terreno para un posible despido masivo de cientos, o tal vez miles de trabajadores.

Concretamente, desde el mes de marzo suspendieron los sueldos de 203 trabajadores de las plantas La Sorpresa y Muelles –ubicadas en Puerto Cabello–, así como varias bonificaciones: bono de complemento salarial, bono de cesta ticket socialista y un bono integral. El servicio de transporte también ha sido cancelado de facto, obligando a los trabajadores a trasladarse hasta las plantas utilizando sus propios medios o incluso a pie.

Sin embargo, los trabajadores explicaron a la prensa regional que los productos de Monaca, por ellos elaborados hasta hace unos meses –como la Avena Lassie, la Harina Juana o la Harina de trigo Robin Hood–, siguen siendo distribuidos y comercializados en el país. Por lo tanto, no se explican cómo el patrono ha dejado de pagar salarios y beneficios, cuando continúa percibiendo ganancias gracias al fruto del trabajo obrero.

En el caso de la planta de Acarigua, los gerentes de planta y demás representantes de la patronal abandonaron las instalaciones, paralizando de forma súbita la producción y dejando incluso galpones y camiones llenos de materia prima. Esta acción ha obligado a los trabajadores a ocupar la empresa como forma de lucha para resistir este ataque brutal contra su medio fundamental de subsistencia.

Como vemos, los capitalistas dueños de Monaca están aplicando, al igual que todos los capitalistas del país y el propio gobierno, un ajuste salvaje, absolutamente arbitrario y sanguinario. Y decimos sanguinario, porque desangran el patrimonio familiar de estas familias obreras sin ningún tipo de miramientos, de cautela, o de “prudencia” democrático burguesa.

De hecho, cuando capitalistas como los de Monaca aplican estas medidas, pasando por encima de los convenios colectivos, de los reglamentos y providencias del Ministerio del Trabajo, o de la misma Ley del Trabajo, se evidencia como los parámetros de la democracia burguesa son pasados por alto cuando la clase dominante así lo requiere. En última instancia, la voluntad de los capitalistas se superpone de facto y por la fuerza. La democracia burguesa es sólo un gran teatro político institucional que permite a los capitalistas explotar a la clase trabajadora bajo ciertas formalidades durante períodos de paz social, pero, cuando la crisis llega a su punto álgido, estas formalidades dejan de importar, se vuelven secundarias, y entonces, se aplica la ley de la fuerza.

No obstante, es cierto que esto no es nuevo en Venezuela. Esta fue una práctica típica durante la llamada 4ta república, sobre todo durante los años de crisis en los 80 y 90. Por aquel entonces los capitalistas utilizaban los cierres técnicos de sus fábricas como excusas, a fin de aplicar despidos masivos para luego reabrir las puertas de sus empresas en “condiciones más favorables”.

Esto es muy probablemente lo mismo que los dueños de Monaca están intentando llevar adelante: un cierre de facto de la empresa con miras a llevar adelante un despido masivo. Si los capitalistas logran agotar, desmoralizar y derrotar a los trabajadores, entonces la empresa podrá volver a abrir contratando personal nuevo. En la gran mayoría de los casos, los nuevos trabajadores serán jóvenes sin experiencia en la lucha por derechos y reivindicaciones. También, los patronos podrían a abrir las puertas a una parte del personal actual, pero siempre y cuando estos trabajadores acepten las pérfidas condiciones de sobrexplotación que les ofrecerán, echando por tierra la mayoría de las conquistas que han ganado durante años de duro trabajo y lucha.

El papel de los sindicatos en la lucha obrera

Aunque la terrible crisis económica y social que vive el país no es para nada nueva, y ya en el pasado los trabajadores de Monaca se han visto en la necesidad de luchar en las calles y en el terreno sindical para defender sus derechos, la actual declaración de guerra de los patronos les ha obligado a tomar acciones audaces y de mayor fuerza. Como hemos señalado, en Acarigua han ocupado las instalaciones de la empresa. En Puerto Cabello, si bien no han ocupado la totalidad de las instalaciones, los trabajadores han tomado los portones de ambas plantas: nadie entra o sale hasta que el patrono comience a pagarles nuevamente.

En la actual coyuntura histórica, feroz y descarnada para las mayorías trabajadoras, la afirmación del revolucionario León Trotsky en el Programa de Transición se hace más vigente que nunca: “La situación política mundial del momento se caracteriza ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado.”

Trotsky explicó que la orientación de las masas en la lucha de clases está determinada, por un lado, por las condiciones objetivas del capitalismo incapaz de otorgar ningún beneficio a las masas, y por el otro, por la política traidora de las viejas y nuevas direcciones políticas y sindicales.

En tal sentido, aunque las viejas direcciones sindicales sirvan de instrumento de contención de las luchas y movilización de las masas trabajadoras, tarde o temprano los trabajadores se levantarán –en menor o mayor medida–, a pesar de tales direcciones, pasando por encima de ellas, o, incluso, luchando abiertamente contra las mismas.

Esto es lo que hemos visto parcialmente a inicios de año, con las protestas masivas y espontáneas en Sidor, o con la huelga de los maestros que comenzó de facto en la misma fecha de inicio de las actividades escolares en enero de este año. En ambos casos, las bases se pusieron en pie de lucha de forma valiente, a pesar de la inactividad, pasividad o colaboración de sus direcciones con el gobierno.

Sin embargo, las condiciones de crisis generalizada y crónica en nuestro país no han estado del lado de los trabajadores. Años de hiperinflación y paralización extrema de la actividad económica, sabotaje económico de los capitalistas desde inicios de este siglo, y en los 4 últimos años, la aplicación de políticas brutales de ajuste fiscal monetarista contra los trabajadores por parte del gobierno; han desgastado progresivamente la capacidad organizativa de la clase y su espíritu de lucha.

Con todo, la lucha de clases no ha dejado nunca de manifestarse en la sociedad, con expresiones locales y específicas de lucha en distintas ramas industriales y sectores económicos. Al final, la clase obrera esta obligada a combatir por la defensa de sus medios de sobrevivencia, pues no existe para ella otro medio distinto a la lucha económica, social y política, para construirse un porvenir digno, genuinamente humano.

Hemos visto que todavía existe potencial de lucha en sectores de la clase. En el caso de los maestros, las protestas y la huelga de brazos caídos –huelga de hecho, más no declarada por sus direcciones incapaces–, se ha prolongado por meses. Ante ello, el gobierno ha buscado hasta el último momento y de manera infame –a total contravía de todo aquello en su momento representó la Revolución bolivariana para la clase obrera–, derrotarla con todos los medios posibles. Desde la negativa absoluta a otorgar un aumento salarial, pasando por las amenazas de despido, hasta llegar a la supuesta conformación de brigadas de bachilleres que laborarían ad honorem en los centros educativos, el gobierno ha empleado tácticas diversas para intentar acabar con la lucha de los docentes.

Pero, a pesar de que en la última década la clase obrera y la izquierda venezolana ha recibido los peores golpes en los últimos sesenta años, aún seguirá habiendo lucha obrera en este país. Los maestros y metalúrgicos nos lo han recordado bien.

Al igual que los trabajadores de Sidor y del sector docente a principios de 2023, ahora los trabajadores de Monaca han pasado por encima de la burocracia sindical, y están luchando y resistiendo, dentro de sus posibilidades y con los medios que tienen a disposición, a la nefasta política antiobrera de los patronos.

Hace algunas semanas una representación de los trabajadores se reunió con representantes del patrono en presencia de la Directora nacional de la Inspectoría del Trabajo en Caracas, Kenia Borrero, firmando un conjunto de acuerdos que incluía la reactivación inmediata del pago semanal del salario, pero la patronal aún no toma ninguna medida favorable a los trabajadores. Ni en esta reunión ni en ninguna otra acción ha participado el sindicato. De hecho ni siquiera se ha manifestado en relación a la grave situación actual. Hasta ahora, todos los documentos introducidos ante el Ministerio del Trabajo han sido introducidos por comités de trabajadores de base organizados.

Vemos pues, que este terrible ataque patronal cuenta con el apoyo de la burocracia sindical –apoyo tácito, al menos–, que al igual que las 17 Federaciones del Magisterio y las centrales obreras, no han apoyado las luchas obreras de los últimos meses –ni tampoco han tenido una posición genuinamente clasista durante la última década, para decir las cosas como son–.

Esta posición ha sido una característica común en la huelga nacional de los trabajadores de la educación, de los trabajadores de Guayana, o la posición que asumieron los burócratas sindicales en las mesas técnicas, donde avalaron la política antiobrera del gobierno y los patronos. Las actuales dirigencias sindicales sostienen la política gubernamental que obliga a los trabajadores a pagar el costo de la crisis. A decir de éstas, los empresarios patriotas han sido golpeados con las sanciones económicas y, en consecuencia, los trabajadores deben trabajar para ayudar a estos parásitos que son responsables de la crisis en el país.

Ahora bien, sobre la planta de Acarigua es necesario hacer una aclaratoria.

Aunque hubo acompañamiento de la Federación Bolivariana de Alimentos en la ocupación de las instalaciones, sus voceros muestran confianza en el Ministerio del Trabajo y en el gobierno en lo que respecta a la ocupación y reactivación bajo control obrero del gobierno. Pero, el gobierno no está dispuesto en lo más mínimo a ocupar ninguna empresa privada. Hace tiempo que el gobierno viró radicalmente hacia una política de subordinación casi total a los intereses y demandas de Fedecámaras. Los tiempos en que el gobierno Chávez podía ser presionado desde abajo para nacionalizar una empresa paralizada por sus patronos, son ahora un lejano recuerdo. El gobierno no apoyará una reactivación de Monaca bajo control obrero, ni tampoco bajo control de la burocracia estatal o gubernamental. No quieren mandar señales equivocadas a la burguesía. Ellos quieren mostrarse como buenos amigos y colaboradores de la burguesía, incluyendo a los dueños de Monaca.

Los trabajadores de Monaca sólo cuentan con su propia fuerza para hacer retroceder esta política anti-obrera. Lo han hecho sin dirección, pero hoy empiezan a contar con su fuerza y combatividad. Se organizan contra la traición de su burocracia sindical y de quienes políticamente se reclaman defensores de los trabajadores.

En efecto, son nuestras propias fuerzas como clase las que pueden lograr frenar este ataque sanguinario de los dueños de Monaca, y para ello se necesita de la solidaridad de clase, nacional e internacional. Es posible que a través de la ocupación de las instalaciones como forma de resistencia se logre frenar el despido masivo, y se haga retroceder a la patronal. Para ello, sería necesario organizar colectas de solidaridad obrera en empresas y barrios, a fin de poder sostener los piquetes de ocupación y defensa de los portones y demás instalaciones.

Al mismo tiempo, hay que organizar la batalla política para dar a conocer esta lucha entre la clase trabajadora y evitar el aislamiento. Es necesario denunciar lo que está ocurriendo a nivel nacional e internacional. Nuestra fuerza radica en el tamaño de nuestra clase, a pesar de que se ha visto mermada en medio de la grave crisis país de la última década. Mientras mayor sea la solidaridad y el apoyo de sectores de las masas trabajadoras en todo el país, mayor peso tendrán las perspectivas de una salida favorable.

Por otro lado, si los trabajadores deciden dar el paso, podrían, en las plantas donde se cuenta con suficiente materia prima –como la de Acarigua–, arrancar la producción bajo su propio control. Tienen la experiencia y el conocimiento suficiente para ello. Sólo falta organizar un plan de lucha, que debería llevarse adelante junto a las comunidades y trabajadores de empresas aledañas. Esta sería otra forma de poner al patrono contra las cuerdas, aunque es una tarea bastante compleja en medio de la grave crisis económica que vive el país, marcada por los problemas de transporte, la caída de la actividad agrícola, y los elevados niveles de inflación, entre otros factores. Sin embargo, este puede ser un camino a seguir. Lo que no podemos es desmayar en la lucha.

Hay que luchar con la frente en alto, y organizarnos para lograr la victoria, o al menos, para la defensa victoriosa de nuestras conquistas y puestos de trabajos. No podemos seguir permitiendo que el capital aniquile a la única clase –como decía el viejo Trotsky–, capaz de sacar adelante a la sociedad humana del marasmo de barbarie en el que la hunde cada día más el capitalismo.

¡Solidaridad con las y los trabajadores de Monaca!

¡Luchar y resistir hasta vencer!

¡Por la construcción de direcciones sindicales clasistas para enfrentar el ajuste patronal y del gobierno!

¡Pago de salarios ya!