El último lustro ha estado marcado por medidas del gobierno en el terreno económico y político, que han expresado claramente su profundo e irreversible viraje hacia la derecha, su paso al lado de la reacción y su traición absoluta a lo que fueron en su momento las conquistas sociales de la Revolución Bolivariana.


Desde 2018 a la fecha, varias acciones se han constituido en referentes de ése viraje, en puntos de inflexión en el largo proceso de degeneración de la dirección del chavismo en líneas procapitalistas, entreguistas y bonapartistas.


Lo ocurrido hoy, domingo 21 de mayo, el asalto infame a la personería y estructura jurídica del PCV, la violación flagrante de todos sus derechos políticos y democráticos, no es cosa que deba sorprendernos, ni es tampoco una acción “nueva”, en el sentido de que no hayamos ya visto acciones similares contra otras organizaciones políticas.
Aun así, es indiscutible que con acciones como la de hoy, que se ha tomado contra las bases y contra la dirección legítima y legal del PCV, el gobierno viene a cerrar un ciclo histórico de transformación en su contrario.


Lo mismo podríamos decir del espurio aumento salarial del pasado primero de mayo: No hubo aumento alguno en realidad, manteniéndose la política de estrangulamiento de la demanda para conjurar una posible nueva epidemia inflacionaria, y además, se dio una estocada de muerte a las ya moribundas prestaciones sociales de los trabajadores venezolanos.


Pues bien, con la acción de hoy, que ha estado precedida por el asalto a las personerías jurídicas del PPT, Tupamaros y UPV, entre otros partidos políticos de izquierda en los últimos tres años, el gobierno reafirma su posición al lado de la burguesía venezolana y del imperialismo norteamericano contra la clase trabajadora de Venezuela.
Al igual que en el caso del PPT y las otras organizaciones mencionadas, en este caso el gobierno busca privar a la izquierda genuina, a la izquierda que se mantiene en pie de lucha junto a las y los trabajadores y a las masas desposeídas del país, de un instrumento para participar en los próximos eventos electorales. Quieren despojarla a toda costa de un vehículo que sirva para ayudar a expresar el profundo descontento que existe en las masas trabajadoras y pobres del país.


El gobierno necesita mantenerse y mostrarse incólume y monolítico frente a la crisis bestial que azota el país desde hace una década, como si nada pasara en el país. No pueden darse el lujo de que la izquierda pueda canalizar el gran descontento que existe entre la gente, y que esto les pueda explotar en la cara en términos electorales, tarde o temprano.
Embriagados hasta la estupefacción por poseer en sus manos el poder del Estado burgués y disfrutar de las mieles del capital como lo están hoy por hoy, gordos, rechonchos y rozagantes, sentados en sus cómodas sillas de mandatarios y altos dignatarios, tienen terror a todo aquello que pueda representar un desafío real a su poder.


Que quede claro. Los marxistas no somos electoralistas, y entendemos perfectamente los límites de la democracia burguesa. Entendemos que la lucha de clases y la lucha por el poder político deben llevarse junto a la clase obrera, en las calles, más allá de los parlamentos e instituciones del Estado. Sin embargo, también entendemos que en el contexto de la democracia burguesa, las organizaciones obreras y de izquierda no pueden desaprovechar la tribuna electoral para desarrollar su actividad política. Para las direcciones reformistas de las organizaciones de izquierda, la participación electoral es un fin en sí mismo, donde suelen dar rienda suelta a su oportunismo y a su carácter traidor. Pero para los revolucionarios genuinos, la participación electoral es solo una táctica para difundir las ideas y el programa entre las masas, y también tratar de expandir las fuerzas organizativas.


Lo decimos una vez más. Hoy el gobierno Maduro, que no es ni una sombra remota de lo que fue el gobierno Chávez en medio del auge de la Revolución Bolivariana. Ha reafirmado, cual sentencia de un tribunal, su condición de gobierno de derecha, reaccionario, al servicio de los intereses de los capitales nacionales e imperialistas. El asalto al PCV debe entenderse también como un mensaje del gobierno a la oligarquía tradicional y al capital multinacional, es otra muestra de su nivel de disposición a seguir prestando un servicio inestimable a sus intereses de clases.


En los últimos cinco años el gobierno ha dado la estocada de muerte a las organizaciones sindicales independientes y clasistas, a las contrataciones colectivas y derechos democráticos de la clase trabajadora, al salario, a las prestaciones, y, como consecuencia de esto, han querido herir de muerte la dignidad misma de la condición de clase del proletariado venezolano, queriendo convertirlo en una clase lumpenizada.
Hoy, volviendo a utilizar el discurso hipócrita y sofístico del bloqueo –un bloqueo que además de solo afectar a la clase trabajadora, no bloquea ni impide la entrada al país de lujosas camionetas para el traslado confortable de los miembros del gobierno–, de supuestas alianzas del PCV con la derecha, de la “defensa de la patria” y demás, el gobierno aspira dar un tiro de gracia a la izquierda venezolana.


Actuando en líneas totalmente autoritarias y antidemocráticas, al mejor estilo de Pérez Jiménez en los 50 o de Betancourt y Acción Democrática en los 60, pretenden ilegalizar al PCV de facto. Desde la pacificación de la guerrilla a principios de los 70, ningún gobierno había tomado una acción de esta naturaleza contra el PCV, lo que dice mucho del carácter bonapartista del gobierno Maduro. Y llevan a cabo este golpe de Estado político organizando un evento bochornoso en el Teatro Principal de Caracas con gente expulsada del PCV, que abandonó las filas del PCV hace tiempo, o que simplemente no tienen nada que ver con el partido. Un montaje de congreso de partido, con unos supuestos delegados de unas supuestas 500 células de base del PCV en el país, todos inexistentes. Para decirlo en las palabras que usaba Chávez, este supuesto “Congreso extraordinario de Bases del PCV”, no sólo es írrito, sino “majunche”.


Además, no hay dinero para dotar a los hospitales y escuelas de este país, ni para pagar salarios dignos a enfermeras o maestros, pero sí para trasladar en autobuses a estos delegados fraudulentos desde el interior del país, y para proveerles de alimento y bebida durante el viaje y el evento –durante horas de la tarde de este domingo los autobuses estuvieron a la vista de todos, estacionados en la avenida Urdaneta de la ciudad de Caracas–.


Sepan, personeros del gobierno y miembros de su maquinaria política, que la izquierda venezolana seguirá de pie y en lucha mientras haya capitalismo en este país.


Como decía el viejo Ted Grant, fundador de la Corriente Marxista Internacional, un partido es ante todo un programa, unas ideas y unos métodos, y luego una organización política -y agregamos–, mucho después de haber alcanzado lo primero, puede entonces convertirse en una organización electoral revolucionaria. Es decir, como decía el camarada Figuera en una reciente intervención, aquí seguirá habiendo Partido Comunista de Venezuela para rato, aunque el gobierno asalte hoy sus siglas, su tarjeta, sus símbolos y su personería jurídica.


Desde la trinchera de la CMI en Venezuela expresamos toda nuestra solidaridad de clase con los compañeros del Partido Comunista de Venezuela. Pese a las diferencias políticas y de tradiciones que podemos tener, seguiremos luchando con las y los camaradas del PCV para reivindicar los derechos e intereses de la clase obrera venezolana y del mundo.

¡Solidaridad con el Partido Comunista de Venezuela!

#YoDefiendoAlPCV