Durante todo el primer semestre del año en curso, la huelga del gremio docente ha estado en el centro de la palestra pública en el país. El magisterio, como en otros períodos de nuestra historia, se encuentra a la cabeza de las luchas de clases en el último periodo.

Breve balance de la lucha

En el 2019, el gremio docente decidió empujar hacia adelante la lucha por la mejora del salario. En octubre de ese año se paralizaron por completo las clases. En la calle, con pancartas en mano, el magisterio reclamaba el pago de deudas al gremio y una nueva contratación colectiva.

Sin embargo, esta lucha fue mermando, en buena medida como consecuencia del amedrentamiento por parte del gobierno, que entonces hizo lo posible para impedir a la vanguardia del magisterio pelear los derechos laborales que por ley les corresponden, ejerciendo una desidia feroz contra los docentes en todos los aspectos laborales. Desde entonces, el gremio no ha gozado de HCM ni seguro funerario, y las cláusulas se han mantenido totalmente vencidas debido a la falta de un nuevo contrato colectivo.

Cuatro años después, el 9 de enero de 2023, el gremio magisterial volvió a las calles y de facto se declaró en huelga, no pudiendo iniciarse el período escolar tal y como lo había pautado la ministra de educación, Yelitza Santaella. Las y los maestros salieron a marchar conjuntamente con otros sectores de la administración pública, a protestar por mejoras salariales y a exigir al gobierno lo que se les ha negado desde el 2018. No obstante, una vez más no se obtuvo respuesta a tal exigencia.

A pesar de las protestas masivas, la ministra hizo caso omiso a todas las movilizaciones y se presentó ante los medios de comunicación como si nada estuviera pasando, informando que las actividades académicas en las instituciones escolares estaban siendo desarrolladas sin ningún problema, mientras los docentes, en las afueras del Ministerio de Educación, le reclamaban un salario igual a la canasta básica. En esa semana, el magisterio logró realizar 400 movilizaciones a nivel nacional con la misma consigna: “Salario igual a canasta básica y respeto al artículo 91 de la CRBV”.

Pasaron las semanas y los profesores siguieron en las calles, pero ni la ministra Yelitza Santaella, ni los sindicatos dieron respuesta a la brevedad. El presidente de SINAFUM, Orlando Pérez, dijo en una entrevista por la televisora Venezolana de Televisión: “Que a pesar de los llamados de desestabilización de la paz en el país, se reportaba la asistencia de los trabajadores a las instituciones educativas a nivel nacional”. Cabe destacar, que el señor Orlando Pérez es un representante sindical que no ha luchado por los intereses del gremio docente, ni tampoco los representa. Simplemente se ha dedicado a apoyar y dar cobertura desde el movimiento sindical a las políticas antipopulares del gobierno del presidente Nicolás Maduro. Ni Pérez ni las demás federaciones del gremio tienen un interés genuino en comenzar la discusión del contrato colectivo, que ya lleva más de dos años caducado.

Así, sin respuesta gubernamental y con las dirigencias sindicales al margen de la lucha, llegamos al mes de mayo.

1ro de Mayo: un aumento que no fue aumento

Antes del supuesto “aumento al ingreso mínimo” que otorgó el presidente Nicolás Maduro el 1 de mayo, un docente ganaba menos de 30$ mensuales. Sin embargo, el aumento –que en realidad supuso un ajuste al bono de guerra económica y los cestaticket– no tuvo incidencia en el salario mínimo. Es decir, las y los maestros quedaron con el mismo sueldo pírrico de hace dos años y con un grave problema en sus bolsillos, porque aún con los bonos no llegan a ganar lo que cuesta la canasta básica.

Los profesores siguen en la misma precarización salarial, sobre todo los jubilados, quienes no cuentan con un ingreso que les garantice estabilidad económica. La situación está igual que desde el principio de las luchas este año, y sin respuestas concretas sobre los beneficios laborales que poco a poco el gobierno ha ido derogando en los hechos. Beneficios que están respaldados por la constitución, leyes y decretos aprobados durante el gobierno del presidente Hugo Chávez, y que están siendo eliminados de tajo mediante un plan de ajuste antiobrero y procapitalista contra la clase trabajadora, a la que se le ha quitado casi la totalidad de su ingreso salarial.

Las marchas han cesado un poco después del “aumento”, pero quedan varios grupos a nivel nacional activos en la lucha, exigiendo un salario igual a la canasta básica, específicamente en los estados Miranda y Distrito Capital. Estas compañeras y compañeros no han perdido los impetus y aún realizan movilizaciones. A pesar de todo, los amedrentamientos por parte de los representantes del ministerio de educación no han podido apagar las llamas que el 9 de enero se encendieron en la lucha por una mejora salarial.

Del contrato colectivo a la fulana “consulta”, y la incapacidad de los sindicatos

El gremio docente esperaba que para después de las marchas y del anuncio del presidente Maduro, las federaciones y el ministerio se pronunciara favorablemente con respecto a la discusión de la contratación colectiva, pero esto no ocurrió. En cambio, la ministra decidió llamar a una supuesta “consulta” con los docentes, como mecanismo para la aprobación de un nuevo contrato colectivo. Una consulta que nadie ha pedido y que prolonga la situación de miseria del magisterio. En realidad, al igual que ocurrió con el discurso de Maduro y el supuesto aumento salarial, con el anuncio de la “consulta” la ministra trata de seguir engañando a los docentes y ganar tiempo hasta que puedan lograr desmoralizar completamente a aquellos que aún están en pie de lucha, porque el gobierno no quiere discutir contrato colectivo alguno.

La política del gobierno sigue siendo la misma política monetarista de estrangular el salario y los ingresos de la clase obrera con el fin de alejar al acechante fantasma de la hiperinflación lo más lejos posible, pero en el proceso, al emplear tales métodos capitalistas, se empuja al hambre y a la miseria a cientos de miles de familias trabajadoras. Nada muestra un cambio en esta perspectiva por parte del gobierno.

La ministra Yelitza Santaella ha evadido reuniones durante meses, y los líderes sindicales, tanto los que dan apoyo a la política gubernamental como aquellos que son afines a la derecha, han sido totalmente incapaces de llevar esta lucha hasta el final, no muestran preocupación sobre si el magisterio podrá lograr sus objetivos. En el fondo no tienen interés en las dificultades que viven cada uno de los docentes en este momento.

Cuando las bases del gremio docente querían un paro nacional, los líderes de las federaciones sindicales no apoyaron la idea y dejaron perder una lucha que comenzaba a tener auge en varios espacios del país.

Ahora, los profesores deben “esperar” a que la fulana consulta sea activada para recoger “propuestas”, sin tener certeza de si la discusión de un nuevo contrato colectivo tendrá lugar. Mientras tanto, siguen padeciendo por motivos materiales diversos en cada rincón del país, con sus manos totalmente atadas a una ministra que sólo hace caso omiso a la voz de un gremio que decae con cada día que pasa. Un gremio que sufre, junto al resto del pueblo trabajador, todo el peso de las políticas neoliberales de este gobierno que sirve a los intereses del gran capital.

Situación actual

Distintas ONG señalan que al menos la mitad de los docentes se ha retirado del campo laboral en Venezuela, como consecuencia de la reducción drástica y brutal de su ingreso en la última década. Con base en la memoria y cuenta del propio Ministerio de Educación en 2015, unos 96 mil docentes renunciaron y emigraron hacia otros países.  

Para poder atender a la totalidad de la población estudiantil de primaria y bachillerato, se necesitan unos 600 mil docentes. Tomando en cuenta que actualmente hay unos 300 mil docentes que se mantienen en labores, haría falta casi la misma cantidad actual (es decir, otros 300 mil) para llegar a cubrir la cantidad necesaria.

Volviendo a la cuestión de las reivindicaciones, el gremio sigue preocupado en extremo por sus beneficios laborales. Las marchas del 9 de enero que se veían por casi todo el país, hoy día se han reducido y muchos docentes decidieron seguir enseñando a pesar de la situación precaria por la que atraviesan. La gran mayoría ha establecido horarios acordes a sus necesidades, teniendo que disminuir la cantidad de días de asistencia a los planteles educativos, de 5 días a 3 días por semana. En principio, esto fue parte de las acciones de protesta, a modo de una huelga parcial o de brazos caídos, pero luego también se ha debido a la falta de pasaje para trasladarse a las instituciones educativas, factor que se explica por el ataque sistemático contra sus bolsillos.

Todo esto ha golpeado y golpea gravemente a la educación de los estudiantes, pero la responsabilidad de ello no recae en las y los maestros sino en el gobierno, por la imposición de salarios de hambre que obliga a los primeros a buscar otras alternativas para resolver su situación económica, y también de la dirigencia sindical, que ha dilapidado la voluntad de lucha de los docentes y sea por acción u omisión han contribuido al desgaste del movimiento.  Algunos profesores incluso cuentan con tres trabajos para no dejar morir de hambre a sus familias.

En este contexto, miles de docentes desean que se reactiven las luchas por las reivindicaciones salariales con el inicio del nuevo año escolar, y, por supuesto, que la ministra discuta y apruebe una nueva contratación colectiva que ha vuelto a quedar aplazada por los momentos.

Necesitamos reconstruir el movimiento sindical docente

Sin luchas no hay mejoras para los trabajadores, pero sin organización y una dirección sindical capaz –con consciencia de clase– es imposible avanzar con paso firme en la recuperación de las conquistas históricas de los trabajadores y redoblar la apuesta cuando las autoridades se plantan.

Sin una organización sindical genuinamente clasista y una dirección política verdaderamente revolucionaria, es muy difícil mantener la lucha en pie o lograr conquistas duraderas. Sin estas herramientas políticas, en última instancia los trabajadores estamos a merced del sistema capitalista, que nos rodea por completo.

Más aún, continuar luchando sin una dirección es en cierto sentido como arar en el mar, pues, se pueden continuar años en movilizaciones y al final no lograr nada, o, dicho de otra forma, lograr conquistas parciales que no sean duraderas en el tiempo en un contexto de crisis y de ataques permanentes a los niveles de vida de la clase trabajadora. En última instancia, para salvaguardar nuestras conquistas y condiciones materiales de existencia, necesitamos echar abajo este sistema en crisis que solo puede sostenerse a base de nuestra desposesión. ¡Necesitamos echar abajo al capitalismo!

Pero, para ello urge refundar las organizaciones sindicales, dotarlas de direcciones clasistas que no traicionen las luchas ni sean timoratas, direcciones que lleven adelante las luchas hasta alcanzar los objetivos. De la misma forma, necesitamos construir una dirección política y un partido revolucionarios, instrumentos imprescindibles para que la clase trabajadora pueda tomar el poder político y desmantelar el capitalismo, que en último análisis es la causa de la destrucción de nuestras condiciones de vida.

La inconsecuencia y falta de audacia por parte de las actuales direcciones sindicales, que se ha evidenciado en los últimos seis meses de lucha del magisterio, demuestra la urgencia de tomar estas organizaciones y dotarlas de una dirección capaz de llevar la lucha hasta la victoria, tanto la lucha por los salarios y las contrataciones colectivas, como la lucha por echar abajo al capitalismo.