A partir de marzo de 2022, la lucha obrera por mejores salarios, contratos colectivos, contra la criminalización de la protesta y la judicialización de trabajadores ha roto, al menos parcialmente, con el reflujo social precedente. Contingentes de trabajadores públicos y del sector privado han entrado y salido de la escena en diferentes momentos, recurriendo a huelgas, enfrentando la represión y superando en muchos casos las barreras de cobardía y traición impuestas por las burocracias sindicales.

Desde las jornadas de movilización de jubilados y pensionados, pasando por las huelgas en Mondelez, Sidor y Supra Caracas, así como las protestas del magisterio que impidieron el fraccionamiento de los bonos vacacionales y recreacionales, hasta la huelga docente a principios de 2023, no se puede negar que en el último período ha habido una tendencia al aumento de las luchas defensivas de la clase obrera. Sin embargo, algunos podrán argumentar que hoy (15 de septiembre) la situación parece haberse calmado y estabilizado. Sin embargo, debemos señalar que la historia de la lucha de clases no conoce la efervescencia social indefinida y absoluta. Incluso los períodos de alta conflictividad atraviesan ciertos respiros, lo que aplica en mayor medida a los estadios de lucha incipientes como el que estamos tratando. La calma relativa que se percibe actualmente no representa un retorno a la etapa gris previa a 2022. Más bien, se asemeja al sosiego que precede a una gran tempestad. ¡Ya se pueden divisar nubarrones de tormenta!

Sindicatos de trabajadores del sector universitario han convocado a una nueva jornada de protesta nacional para el lunes 18 de septiembre, en reclamo por mejores salarios. Por el mismo motivo, voceros del gremio docente han dejado saber que volverán a la senda de protesta y movilización que han encabezado el último año y medio, de cara al comienzo del nuevo año escolar. De esta manera, los trabajadores de la educación se preparan para retomar la lucha que protagonizaron durante el primer semestre del 2023, que se caracterizó en un primer momento por masivas movilizaciones en toda la geografía nacional, para luego avanzar hacia una huelga parcial empujada por las bases y por encima de la oposición de las cúpulas sindicales.

Y con los docentes, varios sectores de trabajadores públicos esperan la bandera de salida para batallar contra la precariedad y la miseria de una política económica diseñada para expoliarlos al máximo. Después de todo, los problemas que han motivado a la clase obrera a comenzar a movilizarse no solo persisten, sino que empeoran con el paso de los días.

Cúpulas sindicales y conciliación de clases

Hemos dicho que uno de los principales obstáculos que frena constantemente a los trabajadores lo constituyen las distintas dirigencias sindicales inclinadas hacia la colaboración de clases, o que funcionan, directa o indirectamente, como instrumentos de la oligarquía tradicional o de la capa de nuevos ricos del PSUV. Es bueno recordar que para el mes de marzo la masividad de las protestas del magisterio fueron mermando, no solo por el desgaste natural de una lucha que no produjo victorias, sino también por el énfasis y las falsas expectativas vendidas por las cúpulas de la CBST y la CTV sobre los foros de diálogo social tripartito, auspiciados por la OIT.

No está de más recalcar que, contrario a lo que muchos impresentables vendieron, la intermediación de la OIT no ha supuesto ningún avance en favor de la clase obrera. No se podía esperar otra cosa de un órgano imperialista, promotor de la conciliación de clases y constituido por representantes de gobiernos, empresarios y la crema y nata de la aristocracia obrera mundial.

Debemos ser claros en esto: todas las direcciones sindicales que se prestaron para sembrar ilusiones en el diálogo tripartito, dejando la lucha para un segundo plano, frenando a la clase obrera, mientras caminaban al redil del esfuerzo conciliatorio burgués, en los hechos han sido cómplices de la burla y permanente embaucamiento patronal y gubernamental hacia los trabajadores. Consciente o inconscientemente, han legitimado con su accionar las nuevas relaciones laborales y la política de ajuste antipopular en marcha. El “paquetazo” que nos han impuesto consiste en la reducción extrema del gasto público y del tamaño del Estado, la pulverización de los derechos laborales y la lumpenización general de la clase obrera para estimular la inversión privada, que no termina de llegar a los niveles esperados en Miraflores.

En las nuevas oleadas de lucha que vienen, es crucial que los trabajadores no solo superen a sus burocracias sindicales como antes, sino que marchen en dirección a derrotarlas, dando a luz un nuevo liderazgo combativo que se enfile hacia la recuperación de los sindicatos para el campo de los intereses de la clase obrera. La construcción y acumulación de fuerzas para un nuevo sindicalismo clasista son tareas vitales e inaplazables. Como parte de esta batalla, es fundamental emplear los mejores métodos del arsenal histórico de la clase obrera: la huelga, la movilización, la solidaridad proletaria a nivel nacional e internacional y, sobre todo, la independencia orgánica de los trabajadores.

Cómo derrotar el ajuste

Es imperativo vincular y articular las distintas luchas dispersas de la clase obrera a nivel local, regional y nacional. La creación de una amplia plataforma de lucha unitaria, con perspectivas de victoria, debe ser un polo que atraiga a los efectivos más combativos, resueltos y consecuentes de la clase obrera. Pero la mayor garantía de futuro que podría tener esta plataforma radica en que la misma se rija bajo el principio de independencia de clases, lo que supone una batalla sin cuartel contra el conciliacionismo, asumiendo de manera clara una lucha anticapitalista contra la ofensiva de los viejos y nuevos ricos, y que se base en los métodos de lucha tradicionales del proletariado.

Un componente importante en esta apuesta consiste en equiparar la lucha por las reivindicaciones inmediatas con la reconquista de los derechos de organización sindical. Es vital avivar y fortalecer la lucha de clases para arrancar al Estado no solo conquistas económicas, sino también el cese a la parálisis institucional que impide la elección y renovación de sindicatos. Si las próximas oleadas de movilización y protesta no avanzan en la articulación, construcción y acumulación de fuerzas orgánicas, inevitablemente tenderán a estancarse. La recuperación y renovación de los sindicatos a manos de compañeros comprometidos con los intereses de los trabajadores debe ser un objetivo de primer orden. Parafraseando a Marx, sin organización, la clase obrera es solo materia prima para la explotación.

En los casos donde la lucha emerja al margen de los sindicatos o donde la masa laboral no esté sindicalizada, proponemos impulsar, en un primer momento, la creación de Comités de Defensa del Salario como órganos iniciales de agrupamiento dirigidos a realizar asambleas y protestas, a elegir voceros revocables en cualquier momento y a establecer planes de lucha al interior de los centros de trabajo, pero que se vinculen con las iniciativas unitarias exteriores que existan o vayan surgiendo. Para momentos posteriores, los Comités de Defensa del Salario deben orientar a los trabajadores hacia la creación o recuperación de sus sindicatos.

A la par de la articulación de las distintas luchas, se debe definir un pliego de reivindicaciones unitarias que aglutinen las demandas fundamentales de todos los sectores de la clase obrera. Este puede ser un factor aglutinador de primer orden. Pero a lo largo de la historia, la lucha reivindicativa como un fin en sí mismo siempre demostró ser limitada. Mientras perviva el capitalismo y su Estado burgués, cualquier conquista que se alcance hoy, por mínima que sea, será revertida mañana. La propia evolución del movimiento debe abrir posibilidades para el salto de la lucha económica a la lucha política. Por esta razón, el pliego unitario reivindicativo ha de evolucionar hacia un programa revolucionario, que a nuestro juicio debe vincular las demandas inmediatas de la clase obrera, como un salario equivalente al costo de la canasta básica, restitución de derechos laborales, libertad sindical y excarcelación de trabajadores presos injustamente, entre otras, con los objetivos de transformación socialista de la sociedad. Estos, no son otros más que la nacionalización completa de la banca, los monopolios industriales y los latifundios, además de la instauración de una central única de importaciones, para planificar la economía al servicio de las necesidades de toda la sociedad y bajo control democrático de la clase obrera.

No habrá victoria si la clase obrera no actúa como un solo ejército organizado en defensa de sus intereses. De aquí se desprende la importancia de erigir una nueva subjetividad política, un partido revolucionario de la clase obrera, basado en su fuerza y movilización, pero que entienda la importancia de la autonomía sindical, que brinde dirección y objetivos, y evite que las oleadas de lucha que surjan se disipen como el vapor.

Ni la burocracia del PSUV ni la burguesía tradicional tienen algo bueno que ofrecer a los trabajadores. ¡La clase obrera sólo debe confiar en sus propias fuerzas! Nada más que la lucha y la organización abrirán perspectivas de victoria. Y para los marxistas, no habrá triunfo definitivo hasta que no arrojemos el capitalismo al basurero de la historia.