La clase trabajadora de Venezuela está viviendo una de las épocas más difíciles de toda su historia.

La última década ha esta colmada de sufrimientos y derrotas tácticas y estratégicas que, año tras año, han venido dejando huella sobre el espíritu de lucha, la moral y las fuerzas de la clase trabajadora.

Guerra económica, sanciones, hiperinflación y la aplicación del peor ajuste capitalista de toda la región -iniciado en 2018 con el memorándum 2792, pero que se mantiene aún en pie a través del práctico congelamiento de los salarios y la anulación de las convenciones colectivas estatales-, han provocado niveles sin precedentes de miseria y hambre entre las masas trabajadoras. A ello se suma, por supuesto, el grave incremento de la represión y criminalización de la clase obrera durante los últimos 6 años.

Millones de mujeres y hombres trabajadores han sido despedidos u obligados a renunciar y a emigrar mediante la destrucción de sus salarios y de sus condiciones de vida y trabajo. Otros cientos de miles han abandonado sus puestos de trabajo y buscado mejores opciones en el cuentapropismo, el trabajo informal, el trabajo semi formal en condiciones de semi esclavitud en ramas del sector privado –como ocurre con las y los jóvenes que trabajan en cadenas de tiendas de ropa y zapatos- o incluso considerando la prostitución y la criminalidad como salida a una situación de crisis económica que, lo menos que puede caracterizarse es de espantosa, trágica y desesperada.

Todo este panorama ha derivado en un cuadro muy complejo para las luchas del movimiento obrero y la izquierda revolucionaria. Un escenario en el que las huelgas y las protestas obreras de cualquier tipo no están a la orden del día. Al menos no con el mismo alcance, extensión y masividad que habían tenido en el período anterior.

Sin embargo, a pesar de todo de todas las derrotas políticas que viene acumulando en su consciencia, y de la tortura del hambre y la miseria que ha venido soportando en su carne, varios sectores de la clase obrera han continuado poniéndose de pie de forma heroica en los últimos años, fustigados bajo el fuego inclemente del ajuste brutal del gobierno Maduro.

Tal es el caso de la potente lucha de las y los petroleros durante la pandemia, y más recientemente, de los sidoristas y las y los docentes.

El gobierno, no obstante, ha sabido responder con la represión y la judicialización de compañeros dirigentes presentes en estas luchas, para atenazar al movimiento y aterrorizarlo y aplastarlo, buscando evitar que vuelva a levantar cabeza. Con ése propósito fueron detenidos, entre varios otros, Eudis Girot, Marcos Sabariego, Gil Mujica, dirigentes obreros de PDVSA; Daniel Romero y Leonardo Azocar, dirigentes sindicales de Sidor; y más recientemente, Víctor Venegas, del magisterio.

En éste contexto, la existencia de pequeñas luchas y protestas que logren resultados favorables, por pequeños que sean, muestra de que hay sectores de las masas trabajadoras no dispuestos a rendirse, a pesar del infierno cotidiano que están obligados a vivir. Por el contrario, sus luchas evidencian su voluntad de mantenerse en pie de lucha para frenar los brutales ataques a sus condiciones de vida y trabajo. Cualquier victoria que se obtenga en esos combates de clase, como el caso reciente del IPASME, debe ser enarbolada como una bandera, para preparar las luchas por venir.

La toma del IPASME de Ciudad Bolívar

A finales de febrero pasado, un grupo de los 120 trabajadoras y trabajadores que laboran en el IPASME de Ciudad Bolívar, decidieron tomar las instalaciones de la institución para exigir la renuncia de su directora regional.

Ciertamente, fue una lucha de pequeña envergadura, que además no tuvo ninguna cobertura en la prensa burguesa. Si acaso algunas radios y medios digitales comunitarios regionales, como Bolivariana de Noticias, comentaron al respecto de esa lucha.

La acción se produjo luego en protesta ante las vejaciones que venían sufriendo por parte de dicha funcionaria.

Según reportaron a Bolivariana de Noticias, la anterior directora regional – ahora separada del cargo- hacía uso de los vehículos de la institución para movilizar a familiares, amigos y empleados privados, hecho por lo demás absolutamente normalizado en las instituciones del Estado.

Por otro lado, también denunciaron que el IPASME ha prohibido a sus trabajadores gozar del servicio médico o solicitar medicamentos a la institución, mientras que a personas ajenas a ésta se les ha proveído de medicamentos.

A pesar de que durante la protesta funcionarios encapuchados del SEBIN -uno de los principales organismos que en la actualidad emplea el Estado para reprimir y aterrorizar a la clase obrera en lucha- hicieron presencia en la sede regional, las y los trabajadores no se dejaron amedrentar. Este hecho debe ser resaltado especialmente, más aún cuando la política de terror se ha convertido hoy por hoy en un arma efectiva del Estado para hacer retroceder al movimiento obrero.

Hay que emular la lucha de las y los trabajadores del IPASME en todo el país y prepararnos para las luchas futuras

En la época actual, de profunda crisis capitalista, de revoluciones, contrarrevoluciones y guerras, el decrépito sistema capitalista en crisis no puede ofrecer ninguna respuesta a las y los trabajadores, que no sean sufrimientos y destrucción de sus condiciones de vida. En Venezuela este postulado se ha hecho patente con particular crueldad durante la última década.

Cuando la clase obrera hace frente a los ataques contra sus condiciones de vida, los capitalistas, sus políticos y su Estado les responden a su vez con injurias, persecución y detenciones, a fin de frenar la reagrupación de sus fuerzas vivas. Emplean todos los medios a disposición, según cada contexto nacional e histórico, buscando erigirse como obstáculo y freno para el desarrollo de la lucha de las y los trabajadores. Esta es la constante que se ha hecho norma en Venezuela. Por ejemplo, durante el último año hemos visto cómo los viejos y nuevos capitalistas y su Estado emplean la difamación y la represión para derrotar las protestas obreras de los siderúrgicos en Guayana o de las y los maestros en todo el país. 

Venezuela vive esta constante, que hoy acontece en muchos otros países de nuestra región y del mundo, incluyendo países capitalistas avanzados. Por debajo de la relativa estabilidad del gobierno Maduro y del régimen capitalista en su conjunto, la crisis profundiza las contradicciones sociales entre los trabajadores y sus enemigos de clase, y prepara nuevos estallidos de la lucha de clases.

Poco a poco, la inconformidad, la rabia y el descontento van tomando cuerpo en la sociedad. Las masas trabajadoras son empujadas a la lucha por un salario por superior al costo de la vida, así como en defensa de los derechos laborales que aún quedan en pie. A pesar de carecer de dirección y de programa, y echando mano del arma de la unidad de la clase en los centros de trabajo, exigen con fuerza el respeto a sus derechos.

Las y los trabajadores del IPASME de Ciudad Bolívar han levantado la bandera de la unidad de la clase para enfrentar la agresión de las autoridades de dicha institución. Han hecho a un lado el temor natural y legítimo que se ha instalado entre amplios sectores de la clase ante la represión estatal. Con su acción han demostrado a la clase trabajadora que sí se puede hacer retroceder a la burocracia estatal y al gobierno, y arrancarle victorias, aunque sean de pequeño alcance.

Su política de unidad en la acción les permitió derrotar la represión estatal y su política de terror. A pesar de que en muchos casos protestas similares han terminado con la detención de compañeros, no se doblegaron y cantaron la consigna “¡fuera los cuerpos de seguridad de la institución!”.

En el contexto que ya hemos comentado, de destrucción y debilitamiento de las organizaciones sindicales y obreras en general, y de desmoralización generalizada, la unidad y organización desde abajo de las y los trabajadores en cada centro laboral se convierte en un arma clave para el combate de clase.

Las y los comunistas debemos hacer campaña por la unidad nacional de las y los trabajadores, hacia el desarrollo de espacios que permitan la confluencia táctica de distintas corrientes del movimiento obrero y sindical. Estas plataformas y coordinadoras unitarias serán un medio para organizar la protesta contra las políticas económicas de hambre del gobierno Maduro que sólo favorecen a los viejos y nuevos ricos, mientras estrangulan a millones de venezolanos de a pie.

Tarde o temprano, y a pesar de las derrotas y los retrocesos sufridos, la rabia que se acumula día tras día en la clase obrera venezolana le empujará a escribir una nueva página en la historia de la lucha de clases.

Las y los trabajadores y jóvenes debemos prepararnos para estos acontecimientos que se avecinan. Debemos construir una coordinación política de lucha obrera combativa, que nos permita rescatar las organizaciones sindicales para ponerlas al servicio de un plan de lucha, y para convertirlas en organizaciones independientes del Estado y de las dos facciones capitalistas que se disputan el poder político del país de cara a las elecciones presidenciales de julio.

Organicemos la lucha para recuperar nuestros derechos y nuestras condiciones de vida y trabajo, y avancemos hacia la derrota de nuestros enemigos de clase.

¡Celebremos la victoria de las y los trabajadores del IPASME Ciudad Bolívar!

¡Con la unidad de la clase obrera, la represión y el terror pueden ser derrotados!

¡Avancemos en la reconstrucción de la organización obrera para defender nuestros derechos!