El miércoles 23 de Junio una multitudinaria asamblea popular en la parroquia de El Valle, con la asistencia de más de 500 personas, eligió a los miembros del Comando Maisanta Parroquial para dar la Batalla de Santa Inés. Esta fue una reunión extraord El miércoles 23 de Junio una multitudinaria asamblea popular en la parroquia de El Valle, con la asistencia de más de 500 personas, eligió a los miembros del Comando Maisanta Parroquial para dar la Batalla de Santa Inés. Esta fue una reunión extraordinaria que demostró la superioridad de la democracia del pueblo y la enorme capacidad de las masas revolucionarias para dotarse de una forma de organización que garantiza la unidad y la disciplina necesarias, basadas en el debate y toma de decisiones democráticas.

Después de la decisión de aceptar el referendum revocatorio presidencial arreciaron las críticas al Comando Ayacucho, bautizado por el pueblo como Hablamucho, Serrucho o “el innombrable”, por haber demostrado en la práctica su completa incapacidad. Incapacidad para organizar de manera eficaz la recogida de firmas para revocar a diputados de la oposición. Incapacidad para denunciar el fraude en la recogida de firmas para el revocatoria y apoyar esta denuncia con pruebas y con movilización popular. Por haber dado informaciones triunfalistas que luego no se correspondían con la realidad.

Pero sería un error pensar que la arrechera del movimiento popular contra el Comando Ayacucho era solamente por su incapacidad. La otra parte de la crítica era hacia el método burocrático que se había utilizado en el nombramiento de sus componentes, sin ninguna consulta con el moviento obrero y popular, con las bases revolucionarias de este proceso. El Comando Ayacucho era también criticado por haber escogido a dedo los candidatos a alcaldías y gobernaciones, candidatos en muchos casos que eran considerados como poco fiables por el pueblo y los trabajadores. Esto llevó además a la división, con organizaciones del movimiento revolucionario presentando a candidatos alternativos al candidato oficial del Comando Ayacucho. Ejemplos de esto hay muchos, pero quizás uno de los más interesantes es el caso de Vargas, donde el Colectivo Vargas Revolución organizó una consulta popular con la participación de más de 13.000 personas en las que por amplia mayoría el pueblo escogió como candidata a Gladys Requena, en oposición al candidato del Hablamucho, el gobernador Antonio Rodriguez (acusado por el movimiento popular de haberse cuadrado con Carmona el 11 y 12 de abril). Por lo tanto la crítica no era simplemente a los candidatos escogidos, sino sobretodo y también al método utilizado, un método burocrático, por arriba, sin participación real del pueblo revolucionario.

El rechazo al Hablamucho era tal que cuando el presidente Chávez pidió felicitarles por su trabajo en la multitudinaria marcha del 6 de Junio, la respuesta de los cientos de miles de revolucionarios fue muy pocos aplausos, el silencio e incluso el abucheo sonoro. El Comando pasó a mejor vida y fue reemplazado para la Batalla de Santa Inés por el Comando Maisanta. Sin embargo, el procedimiento utilizado para la conformación del Comando Maisanta tampoco fue democrático. Es cierto que muchos de sus componentes tienen mayor autoridad moral ante el movimiento revolucionario y una trayectoria probada. Pero el método para escogerlos también ha sido de arriba abajo. Se ha tratado de explicar esto por la premura del tiempo, y por la necesidad de una estructura eficaz y disciplinada para dar esta batalla. Los marxistas revolucionarios estamos totalmente a favor de la unidad y la disciplina del movimiento revolucionario, pero la mejor manera de conseguirlas es mediante la participación democrática y consciente de los trabajadores y el pueblo en la elección de la dirección del proceso y la política a seguir.

En la práctica, la escogencia por arriba de los integrantes de los Maisanta Parroquiales ya ha provocado toda una serie de problemas que han amenazado la unidad del movimiento. En el caso de Caracas, el acto de juramentación de los Maisanta Parroquiales en el Teatro Municipal se tuvo que suspender ante las fuertes protestas de las organizaciones revolucionarias de numerosas parroquias (entre ellas El Valle, el 23 de Enero, la Vega y Antímano) que consideraban que los miembros escogidos no eran representativos de las fuerzas revolucionarias en sus parroquias. Después de muchas negociaciones con las organizaciones populares (que en algunos casos se prolongaron hasta bien entrada la noche) se llegó a un consenso con estas organizaciones y finalmente se pudieron juramentar los Comandos Parroquiales. En el caso de Antímano los representantes se habían elegido democráticamente en una asamblea con 150 asistentes y reflejaban las diferentes fuerzas que hacen vida en la parroquia (MVR, PPT, Corriente Marxista Revolucionaria, M13A-PNA, entre otros). Incluso ahí hubo problemas, porque al leer Freddy Bernal la lista del Comando de Antímano, los nombres no se correspondían a los que se habían elegido en la asamblea, ¡a pesar de que eran ellos los que estaban allí presentes en la parte reservados a los Comandos Parroquiales! Eso provocó que unas 70 personas salieran del Teatro Muncipal en protesta. Ahí vemos de nuevo como los métodos burocráticos minan la tan necesaria unidad del movimiento revolucionario.

El Valle

Por todos estos motivos el procedimiento utilizado en El Valle es importante y consideramos necesario explicarlo como un ejemplo a seguir. La multitudinaria asamblea del 23 de junio, se componía de representates de todas las calles y sectores de la parroquia que venían de haber hecho un trabajo previo de explicación y movilización. La asamblea, con más de 500 personas, tenía una agenda de debate clara, que incluía un informe de la asamblea anterior y una explicación de las tareas de las Unidades de Batalla Electoral y de las Patrullas Electorales. Pero el punto más importante era la elección de representantes de cada calle y de cada sector para que entraran a formar parte del Comando Maisanta Parroquial, junto con aquellos representantes nombrados por el Comando Municipal. La decisión de postular delegados de cada calle y sector fue aprobada por votación unánime a mano alzada por los más de 500 entusiastas asistentes. Después la asamblea se dividió en mesas de trabajo por zonas, dividiéndose la parroquia en 12 zonas que comprenden las 29 Unidades de Batalla. Allí se postularon democráticamente los representates y se decidió una fecha, hora y lugar para una asamblea de zona en la que se ratificaran los equipos de las UBEs. Se decidió también que la sede permanente del Maisanta Parroquial se instalara en la sede del rectorado de la Universidad Simón Rodriguez, en la calle 14.

Es importante destacar, como se vio en las diferentes mesas de trabajo por zonas, que los allí presentes no eran la totalidad de las fuerzas movilizadas para la batalla, ya que la mayoría de ellos representaba a decenas de personas que ya se habían inscrito en Patrullas Electorales. Las mesas de trabajo discutieron en detalle los problemas a los que se enfrentaban en sus zonas, los puntos fuertes y débiles, como mejorar el grado de organización y movilización de cara a ganar la Batalla de Santa Inés. Se discutieron problemas de logística, de seguridad y vigilancia revolucionaria, de movilización, de organización, etc. Al final de la asamblea se volvió a la plenaria en la que se informó de las decisiones de las zonas respecto a las asambleas que se van a realizar en cada zona entre el jueves y el sábado 26 para juramentar las UBEs.

En gran medida la adopción de estos métodos es el resultado del trabajo paciente de años del equipo del Colectivo Radio Alí Primera del Valle que en todo momento se ha basado conscientemente en la movilización de las masas y los métodos democráticos. Este no ha sido siempre un trabajo fácil y en ocasiones se ha reducido a un pequeño grupo de activistas. Durante la guarimba fascista de la oposición en febrero, los camaradas del Colectivo insistieron en la necesidad de implicar a las masas en la lucha contra la provocación de la oligarquía y organizaron asambleas con éste fin. Este trabajo paciente y constante ha sido lo que ha hecho posible ahora canalizar la iniciativa revolucionaria de las masas en la dirección de la asamblea democrática y el poder popular.

La elección de delegados por calle y por zona al Maisanta de la parroquia no significó un elemento de retraso en el proceso y mucho menos de división. En realidad este método de democracia obrera, de democracia directa, lo que hizo fue aumentar el grado de unidad y eficacia de las diferentes fuerzas revolucionarias implicadas en la batalla, cada una con su concepción y sus ideas, pero todas sometidas a la voluntad democrática del pueblo revolucionario. Las diferentes zonas postularon a aquellos que han demostrado a lo largo de muchas luchas ser los dirigentes más abnegados, comprometidos y combativos a la hora de luchar por la solución de los problemas de esas zonas. De esta manera también se reduce en gran medida el riesgo de dirigentes carreristas, corruptos o que en un momento puedan saltar la talanquera. Los dirigentes naturales del movimiento revolucionario salen a la palestra y son postulados democráticamente por sus propios vecinos que les conocen y saben de su trayectoria.

No existe ningún impedimento para que este mismo método, el de la democracia obrera, no se pueda utilizar a todos los niveles del movimiento revolucionario. De la misma manera que se han postulado delegados por calle al Maisanta Parroquial, estos podrían a su vez postular delegados al Maisanta Municipal, luego al del Estado y finalmente al Maisanta Nacional. Estos delegados, por supuesto, además de ser elegidos democráticamente deberían de poder ser revocados en cualquier momento por aquellos que les elegieron para que si en algún momento dejan de representar la voluntad revolucionaria del pueblo puedan ser sustituidos por otros que la reflejen más fielmente. Esta es la mejor manera para garantizar la necesaria unidad y disciplina del movimiento y de darle un cauce organizado a la extraordinaria capacidad de movilización y el entusiasmo revolucionario de los trabajadores y el pueblo.

Las divisiones dentro de los factores del proceso revolucionario surgen de divergencias de opiniones reales. Está claro para todos que dentro de la revolución existen a grandes rasgos dos sectores: los moderados o reformistas, que temen ir hacia adelante por miedo a “provocar al imperialismo”, “porque no se dan las condiciones todavía”, y que piensan que la revolución ya ha ido demasiado lejos y es irreversible. Por otro lado estamos los revolucionarios que pensamos que las conquistas conseguidas hasta el momento solo se pueden garantizar profundizando la revolución y derrotando decisivamente a la oligarquía y al imperialismo quitándoles las palancas de poder que quedan en sus manos (en el estado, en la economía, en los medios de comunicación, etc). Esta división de opiniones es perfectamente normal y se produce en todo proceso revolucionario, y dentro de estos dos grandes grupos hay todo tipo de matices. La única manera de garantizar la unidad cuando existen divisiones reales es someterlas al debate democrático y la toma de decisiones democráticas por parte de los trabajadores y el pueblo a través de asambleas y comités de delegados elegidos y revocables.

Un estado de los trabajadores y el pueblo: el poder obrero y popular

Pero hay otro aspecto importante a resaltar. Este estructura de comandos de elección democrática, si se replicara en todas las parroquias y barrios del país, en todas las fábricas y centros de estudio, sentaría las bases para la construcción de un auténtico poder obrero y del pueblo revolucionario. Las estructuras del estado burgués y de la democracia burguesa, han demostrado en más de una ocasión ser un obstáculo para el avance y la profundización de la revolución. Marx y Engels, después de la experiencia de la Comuna de París, sacaron la conclusión que la clase obrera no puede simplemente tomar la maquinaria del estado burgués y utilizarla en su beneficio, sino que tiene que destruirla y crear un nuevo estado obrero.

Este nuevo tipo de estado obrero estaría basado en los cuatro principios, desarrollados por Lenin en “El Estado y la Revolución” son:
1) la elección y revocabilidad de todos los funcionarios y representantes públicos (para garantizar que en todo momento responden a la voluntad de los que les eligieron)
2) ningún representante público puede ganar un salario superior al de un trabajador cualificado (para impedir el carrerismo y la corrupción)
3) la sustitución del ejército permanente por el pueblo en armas (para que el ejército esté en manos del pueblo y no pueda ser utilizado contra éste)
4) la rotatividad en un período de tiempo de todos los cargos públicos (en palabras de Lenin “si todos son burócratas, nadie es burócrata).
Esta democracia, la democracia de los oprimidos, de los explotados, se basaría en una red de comités obreros y populares que se encargarían de la administración directa de todos los asuntos del pueblo a todos los niveles. De la misma manera que los Comandos Maisanta y UBEs organizan la movilización, logística y seguridad, estos comités adoptarían el mismo tipo de tareas y se extenderían a otras (la gestión de la educación, la sanidad, el transporte) y a la vez tomarían control de la economía.

En realidad la tarea de aplastar de una vez por todas el estado burgués de la IV República que todavía existe a todos los niveles y que sabotea las iniciativas de la revolución, no es tan complicada. Se trata de replicar a todos los niveles el funcionamiento que se adoptó en la asamblea popular de El Valle y que estos comités (ya se llamen UBEs, Patrullas Electorales, Comités de Tierra, Misiones, etc) tomen en sus manos la gestión de administración de la sociedad y de la economía.

La democracia obrera, un estado de los trabajadores y el pueblo revolucionario basado en la democracia de las asambleas y los comités elegidos y revolcables, es la única manera de hacer realidad las consignas de poder popular y de democracia participativa y protagónica que han caracterizado este proceso revolucionario.

Hay que entender que la Batalla de Santa Inés no es simplemente una batalla electoral. Preparar todos los elementos técnicos para garantizar la victoria en el referendum el 15 de agosto (cedulación, captación, vigilancia contra el fraude, etc) es decisivo. Pero tenemos que tener claro que la oligarquía y el imperialismo saben no pueden ganar un referendum limpio y democrático y por esto han lanzado ya una campaña de trucos y maniobras sucias para garantizar que no pierden y si pierden declarar que ha habido fraude, intimidación, violencia, etc. No es cierto que ellos hayan aceptado el juego democrático. Cuando están en juego sus privilegios no van a dudar en utilizar métodos terroristas y violentos en combinación con métodos democráticos y legales (como ya lo vimos con el golpe del 11A, el sabotaje petrolero, la guarimba, los paramilitares colombianos, el sicariato contra dirigentes campesinos y sindicales, etc.

La manera de derrotar definitivamente a la oligarquía y el imperialismo, no es mediante concesiones y negociaciones. En demasiadas ocasiones se han hecho concesiones o se ha tendido una mano negociadora a los representantes de la oposición, en la esperanza, equivocada, de que existe un sector “democrático” de la oligarquía que está dispuesto a aceptar el juego democrático. Una y otra vez la oligarquía ha demostrado que no lo único que quiere es poner fin a este proceso revolucionario a como dé lugar. Las concesiones que se les hicieron después del 13 A (devolver a la cúpula de PDVSA, abrir mesas de negocación, la impunidad de los golpistas), la aprovecharon para preparar el sabotaje petrolero. La negociación del proceso del referendum revocatorio (cuando en lugar de recoger firmas deberían de estar pagando sus crímenes en la cárcel) la aprovecharon para organizar la guarimba y traer a los paramilitares colombianos. ¿Qué más pruebas necesitamos?

La única manera de derrotar a la oligaquía de una vez por todas es pasar a la ofensiva y acabar con las parcelas de poder que quedan en sus manos y que utilizan para sabotear la voluntad revolucionaria de la mayoría. Esto implica la nacionalización de la banca y los monopolios bajo control democrático de los trabajadores, y la sustitución del estado burgués por un estado de los trabajadores y del pueblo.

Por esto la tarea de los Comandos Maisanta, las UBEs y las PEs no pueden ser simplemente electorales sino que tienen que ser la base para una nueva forma de democracia, la democracia del pueblo trabajador. Estas estructuras no se pueden disolver después del 15 de agosto. Antes, durante y después de la Batalla de Santa Inés tiene que convertirse en organismos de poder obrero y popular que tomen en sus manos las tareas de la dirección revolucionaria y de la administración del estado y la economía.