Sectores de la clase trabajadora venezolana y sus organizaciones volvieron a salir a las calles este primero de mayo, Día Internacional de las y los Trabajadores. Una vez más han decidido reafirmar su voluntad de lucha, tras una década soportando todo el peso de la crisis del capitalismo sobre sus hombros y una situación de miseria sin precedentes en nuestra historia reciente.
Bonificación extrema del salario y sueldos de hambre, precarización y flexibilización laboral, desconocimiento y anulación de contratos colectivos, además de la criminalización de la actividad sindical y la judicialización de las y los trabajadores que luchan, son partes integrantes del nuevo régimen laboral pactado por el gobierno y los empresarios. No obstante, existen sectores, como el magisterio, los petroleros y los siderúrgicos que siguen resistiendo esta política de desposesión.
El Día Internacional de los Trabajadores de 2024, se desarrolló en Caracas una manifestación que fue amedrentada y agredida por esbirros del gobierno. Sin embargo, tales agresiones se toparon con una respuesta firme.
Concentración en Plaza Venezuela
Los sectores que han mostrado posiciones más combativas frente a la política de ajuste del gobierno se concentraron en Plaza Venezuela, desde donde estaba previsto marchar hasta la plaza Morelos, como en 2023. La actividad fue convocada por un sector del Comité Nacional de Conflictos de Trabajadores en Lucha, a la que se sumaron diversos factores de izquierda, bajo la premisa táctica de unidad de acción.
Por un lado, se concentraron diversos sindicatos del sector público, cuya dirección y bases han tendido históricamente hacia posiciones de derecha. Posiciones políticas lamentablemente atrasadas y reaccionarias, que solo han podido exacerbarse ante el recrudecimiento de las brutales medidas antiobreras y la represión por parte de un gobierno bonapartista, que se dice obrerista y revolucionario, y una vez a la cuaresma habla de socialismo. A este respecto destaca la presencia de centrales sindicales como CTV y ASI.
En este caso, debemos saludar la disposición de lucha que han tenido las bases de estos sindicatos por defender los derechos y conquistas de la clase trabajadora frente al paquetazo gubernamental. Esta actitud dista mucho de la cobardía y la contención ejercida por sus direcciones, que participan en el diálogo social tripartito –un foro donde se han legitimado las nefastas relaciones laborales actuales–, mientras limitan en todo momento los alcances y el horizonte de las distintas iniciativas obreras. El descontento de las bases frente a sus dirigentes es un hecho latente.
Por otro lado, participó un bloque clasista, conformado por sindicatos y organizaciones de izquierda que se agrupan en el Encuentro Nacional por la Defensa de los Derechos del Pueblo: el Partido Comunista de Venezuela, Patria Para Todos – APR, Marea Socialista, C-Cura/Partido Socialismo y Libertad, Liga de Trabajadores por el Socialismo y nuestra organización, Lucha de Clases. A este bloque se unieron factores del Frenpodes, organizaciones de mujeres (Movimiento de Mujeres Clara Zetkin, Pan y Rosas, Mujeres en Lucha, entre otras) y del colectivo LGBT. Alrededor de una enorme bandera unitaria, agitamos por un salario y pensiones indexadas al costo de la canasta básica y la libertad de las y los trabajadores presos por luchar. También expresamos nuestra solidaridad con el pueblo trabajador de Palestina y planteamos la necesidad de un gobierno de la clase obrera.
Conviene aclarar que previamente, las diferentes alas de este movimiento acordamos movilizarnos sin permitir la participación con símbolos y consignas de partidos políticos. Creemos que este acuerdo fue vital en pos de poder materializar la unidad de acción en la protesta. Esta política tuvo por objeto impedir lo que ha venido ocurriendo entre sectores sindicales afines a la derecha: la dilatación de las reivindicaciones de la clase obrera entre el mar de patrañas y cantos de sirena de las distintas organizaciones políticas reaccionarias, que actualmente están en campaña electoral.
En efecto, para esta ocasión, el bloque de sindicatos orientados hacia el campo derechista estuvo divido en dos grupos. Por un lado, ya mencionamos al que participó en la concentración de Pza. Venezuela, y por otro uno que montó tienda aparte y se concentró en Chacaíto, conformado principalmente por Coalición Sindical. Esta última organización está abiertamente comprometida con la campaña presidencial de la derecha, al punto que sus dirigentes actúan de forma clara no como sindicalistas, sino como operadores políticos que se arrastran ante la burguesía golpista y proimperialista.
La concentración en Plaza Venezuela dio inicio a partir de las 9:00 AM. Los asistentes desplegaron sus banderas y pancartas, y agitaron según sus consignas, en la expectativa de realizar luego la marcha hacia la plaza Morelos. Sin embargo, desde tempranas horas la Policía Nacional Bolivariana (PNB) había bloqueado el paso hacia la Avenida México, que es parte de la ruta hacia el destino trazado.
En el bloque de izquierda organizamos un pequeño mitin que contó con varias intervenciones políticas sobre la base de una perspectiva clasista y anticapitalista. Entre otras y otros compañeros, William Prieto, militante de Lucha de Clases y dirigente de Subtrafogade –despedido arbitrariamente hace cuatro años– planteó la importancia de la organización de la clase obrera en la perspectiva de un gobierno obrero para avanzar hacia una salida revolucionaria ante la crisis y el agresivo ajuste capitalista del gobierno. Por su parte, Ángel Arias de la LTS, inició conmemorando la lucha de los mártires de Chicago de 1886. Después analizó la situación actual de la clase trabajadora en Venezuela y, finalmente, expresó la solidaridad de la izquierda revolucionaria con la resistencia del pueblo palestino. Suhey de Pan y Rosas, así como un compañero del Observatorio LGBTIQ+ denunciaron la discriminación de género y orientación sexual que sufren trabajadoras y trabajadores de estos sectores oprimidos. La agitación sobre estas cuestiones se hace cada vez más necesaria, en un contexto en el cual el gobierno ha forjado una alianza reaccionaria con sectores de las iglesias evangélicas, que se ha saldado con financiamiento directo a estas instituciones, así como con programas gubernamentales de asistencia y colaboración institucional a las movilizaciones y a la difusión de mensajes de odio antiderechos.
La cobardía de las burocracias sindicales
A un cuarto para las doce, la mayoría de trabajadores decidió marchar hacia plaza Morelos, como se había acordado previamente. En este momento, varias burocracias sindicales, principalmente de la CTV, evidenciaron sus costuras al titubear sobre este respecto por no haber recibido la autorización formal de los cuerpos de seguridad. Estamos hablando de auténticos irresponsables que convocan a los trabajadores a una movilización, para luego tratar de no realizarla.
La cobardía de estos sectores ha sido un factor determinante que ha desmovilizado a amplias capas de trabajadores en varias coyunturas. Fueron los mismos que en 2022 estuvieron conteniendo el ascenso de las luchas obreras y del movimiento contra la Onapre, mientras sembraron falsas esperanzas en el diálogo social tripartito, auspiciado por la OIT. Hablamos de aquellas represas que dilataron la voluntad de lucha del magisterio, durante la huelga docente de 2023 que culminó en derrota.
Se trata de los típicos lugartenientes obreros del capital, como dijo Lenin hace un siglo, afanados en el mantra de la respetabilidad de las instituciones y la responsabilidad, que en última instancia beneficia a los patrones. Nuevamente, han quedado retratados como elementos que la clase obrera debe sobrepasar, derrotar y desechar.
El ataque de motorizados contra la movilización
Omitiendo la actitud cobarde de las burocracias sindicales, trabajadores y compañeros que participamos en el Encuentro, de Frenpodes y de otras organizaciones, tratamos de armar nuestro bloque sobre la calle colocando al frente la pancarta unitaria de la izquierda, detrás de un primer grupo de sindicatos que se estaban situando en la primera línea.
Apenas minutos después,–cuando todavía la totalidad del bloque de izquierda no había abandonado la plaza–, decenas de motorizados progobierno avanzó por la retaguardia hacia nuestra movilización. Pero, ¿cómo es que accedió el grupo de motorizados hacia la Plaza Venezuela, si la PNB había bloqueado el acceso vehicular? La respuesta se infiere de forma sencilla.
Posicionados en nuestra retaguardia, estaba claro que querían abrirse paso a través de la movilización para provocar conflicto. Buscaron abrirse camino a la fuerza para, en el intento, romper nuestra movilización y generar violencia y miedo entre las y los manifestantes.
En respuesta, varios compañeros del bloque de izquierda decidieron hacer frente a los motorizados junto a trabajadores de varios sindicatos. La actitud amenazante de los esbirros llevó a que muchos trabajadores terminaran de bajar a la calzada. Los marchistas comenzamos a cantar consignas y se formaron pequeñas cadenas humanas aquí y allá para bloquear el paso de las motos y proteger a los manifestantes que estaban más adelante –la mayoría eran personas de la tercera edad–. Entonces comenzó la agresión. Los copilotos se bajaron de algunas motos para confrontar al piquete que la izquierda montó rápidamente.
Los compañeros en contacto directo con los motorizados resistieron y fueron golpeados. Miembros de estos grupos de choque intentaron arrancar pancartas y golpear a los manifestantes con los palos de los carteles. Hubo compañeros lanzados contra el suelo, otros golpeados en el rostro y en la cabeza, tanto con puños como con objetos contundentes.
Expresamos nuestra solidaridad con el activista Omar Vásquez, al que le causaron una herida en la cabeza; su compañera también fue golpeada con objetos contundentes. Igualmente con Ángel Árias de la LTS y su hermano, también agredidos. De la misma forma lo hacemos con Zapata del PPT-APR, quien fue impactado en la cabeza con un tubo; otros compañeros agredidos fueron Miguel Denis, activista de izquierda, Osvaldo Pacheco y Luis del PSL –este último fue golpeado en el rostro por más de cinco sujetos y, al igual que a Oswaldo Pacheco, le destruyeron las gafas–. Varias compañeras, tanto del PSL como del PCV y las Comadres Púrpuras: Claudia Rodríguez, Jackelin López y Francesca Pérez respectivamente, salieron al frente y dieron pelea, recibiendo también golpes por parte de los motorizados y sus copilotos.
Otros compañeros que estaban a un lado, algunos militantes de Lucha de Clases y del PPT-APR, forcejearon con algunos de estos esbirros quienes intentaron arrancarles la pancarta principal del bloque clasista. Como no la soltaron, uno de los motorizados hizo un gesto con su mano, amagando como si fuera a sacar del pantalón un arma de fuego. Los compañeros jalaron hacia atrás la pancarta con fuerza y el agresor resolvió avanzar inmediatamente, pasando las ruedas de su moto sobre los pies de los camaradas.
Cuando la golpiza alcanzó su cenit, el conocido comisario C., responsable de controlar las movilizaciones que se dan en la ciudad capital, hacía gestos con las manos para, inútilmente, intentar calmar la situación. Otro de los comisarios jefe hizo lo mismo. Ambas fueron muestras teatrales que intentan disimular del papel cómplice desempeñado por la PNB en la situación. Cerca de la plaza había tres camionetas del Sebin, pero los funcionarios que iban en ellas no tomaron ninguna acción cuando se acercó el contingente motorizado hacia la movilización.
Debemos resaltar el gran riesgo que representó todo este incidente, porque pudo desencadenar hechos trágicos y aún más lamentables que los acontecidos. Por ello, repudiamos de forma enérgica las órdenes y complicidades irresponsables que dieron pie a estos hechos de violencia. Todo el cargo de las agresiones recae sobre aquellos que ordenaron el envío de estos grupos de choque y la anuencia de los cuerpos represivos estatales.
Pese a las agresiones, y a que al final los motorizados lograron atravesar la manifestación, las y los trabajadores y sectores de izquierda no abandonaron la calle y siguieron protestando. Cada golpe, empujón y amenaza fue contestado con carácter y firmeza. No es menos cierto también que la izquierda revolucionaria fue el sector más consecuente al momento de luchar y hacer frente a las agresiones. Esta actitud dice mucho sobre el tipo de dirección que necesita la clase trabajadora para conducir sus luchas a la victoria.
Al final, la marcha no pudo tomar rumbo hacia la plaza Morelos ante el bloqueo de la ruta impuesto por los contingentes antimotines de la policía, que aquí sí se mostró impenetrable.
Breve balance y perspectivas
El gobierno nacional había convocado a una manifestación en el centro de Caracas, cuya ruta no coincidía en ningún momento con la trayectoria de la marcha que aspiraba a llegar a plaza Morelos. Esto desmonta cualquier argumento que apunte a justificar el bloqueo vehicular y peatonal que la policía nos impuso en Plaza Venezuela.
Realmente se trató de una violación al derecho que tenemos las y los trabajadores en general a la protesta. Tal hecho se torna más escandaloso precisamente un Día Internacional de los Trabajadores. De esta manera, la dirección del PSUV refrenda su total distanciamiento en los hechos con las tradiciones y las banderas históricas de la izquierda.
Está claro que la convocatoria gubernamental para este primero de mayo, lejos de ser una jornada de conmemoración, se trató principalmente un acto de campaña con miras a las presidenciales el 28 de julio. Para los propósitos de la cúpula del PSUV, impedir cualquier protesta que opacara su movilización pasó a ser una necesidad. Lo último supone una motivación de peso que explica al envío de esbirros a violentar nuestra marcha.
En comparación con la violación flagrante y escandalosa de derechos democráticos y sociales de la clase trabajadora, que el gobierno acomete cotidianamente, prohibir una movilización legítimamente reivindicativa –por demás no muy grande-, no es nada para el gobierno.
En efecto, prohibir el paso a las movilizaciones de la clase trabajadora y la izquierda se ha convertido en una política rutinaria en el último lustro. Con un discurso manipulador, el gobierno justifica su accionar represivo contra la clase obrera recordando la violencia salvaje de las guarimbas promovidas por la oposición de derecha en 2017. Desde entonces, ante manifestaciones pacíficas de contenido reivindicativo legítimo, se ordena el establecimiento de piquetes de la PNB u otros cuerpos para bloquearlas, además del envío de grupos parapoliciales para romperlas.
Sin embargo, con la acción de hoy fueron más allá. El bloque de motorizados llegó justo en el momento en el que los manifestantes decidimos marchar.
Más allá de toda la represión política y civil de la que ha sido objeto la izquierda –como la usurpación de todas sus tarjetas electorales y la prohibición de participación electoral a cualquiera de sus candidatos-, hasta ahora no se había ejercido represión violenta contra la izquierda al nivel que observamos el pasado primero de mayo. Sí contra sectores del movimiento obrero que pertenecen al campo amplio de la izquierda, pero no contra la izquierda política propiamente hablando, salvo casos puntuales: el ataque de los CUPAZ contra una manifestación de la APR en la Plaza La Candelaria en 2020, y una acción de amedrentamiento por parte de estos grupos en 2022, en medio de una protesta contra el Instructivo ONAPRE. Sin embargo, en los casos que acabamos de mencionar no hubo golpes y amenazas al grado visto el primero de mayo. En términos de agresión y violencia, los hechos acaecidos representan cierto salto de cualidad.
En su interés de preservar el poder como un fin en sí mismo, la cúpula del partido de gobierno ha fortalecido el poder represivo del Estado, además de los grupos de choque paraestatales para intimidar e infundir miedo. En el transcurso de una década, el gobierno Maduro ha pasado de ser un régimen reformista –sumamente cobarde y conciliador en sus inicios– a convertirse en uno bonapartista, abiertamente contrarrevolucionario y represivo. Un gobierno que emplea a estos sectores lumpenizados de la sociedad como un ejército de disciplinamiento social, ya no sólo contra la derecha, sino también contra las y los trabajadores y sectores populares.
Se trata del mismo método bastardo empleado por los gobiernos adecos y la burocracia sindical oficialista en la cuarta república, con los famosos «cabilleros«. Un método que en cierto modo también fue empleado por la derecha en las calles contra el chavismo y la clase trabajadora a través de bandas armadas, y que mostró rasgos fascistas –lo cual, no obstante, vale aclarar, no es suficiente para caracterizar a un movimiento de fascista-. Esto pudo verse en 2002 durante el golpe de abril y en 2003 durante el paro petrolero, así como en las guarimbas de 2004, 2014 y 2017.
Las próximas elecciones presidenciales tendrán lugar el próximo 28 de julio, y Nicolás Maduro participará con el nivel de popularidad más bajo desde que asumió el gobierno en 2013. En este contexto, los grupos de poder gubernamental están haciendo todo lo que pueden para seguir sosteniéndose en el poder, mientras negocian con el imperialismo estadounidense.
Tratan de lavarse las caras enjuiciando a Tareck El Aissami y sus colaboradores por corrupción, para dar la imagen al país de que ahora sí, de verdad, se ha decidido limpiar al Estado de este flagelo –un flagelo con el que es imposible acabar en el marco del capitalismo-. Asimismo, ordenan detenciones selectivas, no para frenar delitos en curso sino para golpear facciones políticas de cualquier tendencia que se les oponga. En estos casos, el debido proceso es violado de forma sistemática y la tortura se aplica de forma indiscriminada.
Todo este accionar devela desesperación por parte de la capa dirigente del PSUV. No es descartable pues, que como parte de todas esas medidas, ahora decidan dar un salto de calidad en su política de agresión continuada contra el único bloque de fuerzas políticas que se oponen, desde una posición clasista, a su política de desastroso ajuste capitalista, ya sea por la vía la judicialización individual, o mediante la violencia física directa contra nuestras compañeras y compañeros.
Aunque toda esta política de terror y represión en su conjunto tenga un impacto favorable en sus propósitos en el corto y mediano plazo, el viento de la historia barrerá tarde o temprano toda la podredumbre política que encarnan estos infames traidores del pueblo humilde. Pero en lugar de esperar hasta que otro bloque de la clase dominante sea el que tome para sí el poder, y así valerse de las mismas armas económicas y represivas creadas por Maduro con el fin de seguir sometiendo y estrangulando al pueblo trabajador, es necesario que la clase obrera se organice para constituir una sociedad que priorice la satisfacción de las necesidades sociales y el desarrollo de todo el potencial humano, limitado y explotado actualmente por el capitalismo.
Cómo cambiar la situación
Es necesario que la clase obrera recupere sus sindicatos para orientarlos hacia una tradición clasista y revolucionaria. Para ello es necesario librar una batalla sin cuartel por ganarle las direcciones de estos instrumentos de lucha a aquellas burocracias que permanentemente contienen y frenan a los trabajadores. Asimismo, es vital avanzar en el agrupamiento local, regional y nacional de los distintos sectores de la clase obrera que se encuentran en lucha, con miras a levantar una poderosa subjetividad que posicione los intereses del pueblo trabajador en la sociedad, frente a los viejos y nuevos ricos.
La acumulación de fuerzas de nuestra clase solo será fructífera si se desarrolla con auténtica independencia de clases. Debemos avanzar hacia un agrupamiento donde toda actitud o acción que esté encaminada a beneficiar directa o indirectamente a los patrones, sea repelida, repudiada y contestada con movilización y lucha. Para ser efectivo lo que proponemos, es necesaria la discusión y definición de un pliego de reivindicaciones del pueblo trabajador, vinculadas a las tareas de transformación revolucionaria de la sociedad.
Aunque la lucha reivindicativa puede, potencialmente, poner en pie las fuerzas de la clase obrera en un primer momento, por su propia naturaleza es limitada. La lucha económica es un paso necesario en el tránsito de las capas avanzadas de la clase obrera hacia una conciencia revolucionaria. En términos de cristalizar la combatividad proletaria en los esfuerzos por una auténtica revolución socialista, debemos construir un partido revolucionario que dinamice todos estos procesos. Invitamos a todo aquel que esté de acuerdo con nosotros a que nos apoye en la edificación de la organización que necesitamos los revolucionarios.
Con la mira puesta en tal horizonte, las y los comunistas de la CMI seguiremos luchando en las calles, por la reconquista de los derechos y reivindicaciones que nos han arrancado. Continuaremos participando en la batalla política cotidiana con la perspectiva histórica de construir el partido revolucionario que necesita el proletariado para, más temprano que tarde, establecer su propio poder y su propio gobierno, y poner fin de una vez por todas con el horror y a la miseria a los que nos somete el capitalismo.