La política de recortes sociales que se ha venido desarrollando durante las últimas décadas desde las distintas administraciones francesas ha llevado el total colapso a los cinturones de pobreza de las grandes ciudades galas. Sólo faltaba una chispa La política de recortes sociales que se ha venido desarrollando durante las últimas décadas desde las distintas administraciones francesas ha llevado el total colapso a los cinturones de pobreza de las grandes ciudades galas. Sólo faltaba una chispa para incendiar los ánimos. La muerte de dos adolescentes en Clichy-sous-Bois, un barrio de las afueras de París, escapando de la policía sin que nadie sepa exactamente por qué, ha sido el detonante para que toda la frustración, el desamparo, y la rabia de miles de jóvenes se desatara.

Las primeras revueltas esa misma noche se dieron en ese barrio como respuesta a esta tragedia. La bomba, la puso los días siguientes, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, haciendo declaraciones despectivas hacia la población de todos los barrios deprimidos de París. Apareció en una visita por uno de esos barrios y ante la inquietud de una señora por la situación, respondió: “Señora, voy a limpiar todo esto”, tratando a los jóvenes de escoria. Ante tamaño desprecio, cinismo, insensibilidad, por cierto no de extrañar viniendo de un ministro proveniente del ala más derechista del gobierno Villepin, los disturbios se amplificaron hasta el punto de extenderse no sólo a los suburbios de la capital francesa, sino a varias ciudades a lo largo y ancho del país galo.

A primera vista, y con la complicidad de los medios de comunicación, se nos trata de exponer el tema como las actuaciones de un puñado de patoteros, quemando coches y desafiando a la policía. Sin embargo el problema es muchísimo más profundo y es preciso un análisis exhaustivo de las causas que lo originan. Nada más ilustrativo que algunos comentarios de los propios alcaldes de estos distritos, de miembros de la comunidad educativa, de toda la gente que está día a día en contacto con el colectivo juvenil y su entorno.

Leemos, por ejemplo lo que nos dice Olivier Klein, alcalde del distrito de Clychy-sous-Bois: “¿Qué hacer para que estos jóvenes no se sientan excluidos de la sociedad? No es el alcalde el que va a darles trabajo, no es él el que va a crear transporte público para estar más cerca del trabajo. No tenemos metro, trenes, ni tranvías, hay que tomar el bus para llegar a una estación, y no existen si se tienen horarios partidos.(…) La alcaldía no puede paliar las bajas sistemáticas de los presupuestos estatales”; Daniel Feurtet, alcalde de Blanc-Mesnil: “Hemos sentido las premisas de este incendio. Es revelador de cuestiones más profundas. En primer lugar hay un trasfondo de sufrimientos sociales enormes. (…) Los habitantes se organizan, y les animamos a ello (….) pero la urgencia es también que las políticas públicas nacionales sean revisadas en todos sus ámbitos. En mi ciudad, hay 3600 demandantes de empleo, 1500 peticiones de alojamiento, 33000 “eremistas” (nombre por lo que se conocen los que cobran el RMI, subsidio mínimo de inserción, estamos hablando de zonas donde el desempleo alcanza más del 33%, más alto todavía entre el colectivo juvenil.)… Lo que se necesita de inmediato son más medios para el movimiento asociativo, deportivo. También se necesitan medidas inmediatas en materia policial……[la policía] está lejos de considerarse como un servicio público por una gran parte de la población, especialmente por la juventud, es un verdadero desastre.”

Nada de extrañar tampoco cuando la única respuesta hasta ahora dada a las reivindicaciones de los jóvenes, es una respuesta policial, basada en la represión. Hasta podríamos “malpensar” que todas estas provocaciones tanto policiales (hasta fue atacada una mezquita), como desde el propio ministro forman parte de una estrategia preelectoral, ya que la punta de lanza de la campaña de los dos aspirantes a la presidencia en los comicios del 2007, Villepin y el propio Sarkozy pretende ser la inseguridad ciudadana, argumento fácil y socorrido cuando se quiere evitar debatir sobre temas como la precariedad laboral, el precio de la vivienda, la degradación de la sanidad y la educación y tantas otras cosas… Los efectivos policiales destinados a estas zonas son principalmente integrados por jóvenes adiestrados para reprimir. Los propios jóvenes entrevistados hablan de constantes humillaciones, de registros indiscriminados, muchas veces con connotaciones racistas, ya que un alto porcentaje de la población es de origen inmigrante magrebí.

Pero sigamos escuchando las declaraciones de las personas más cercanas a este colectivo. Céline Kurt, abogada en Bobigny, y miembro del Sindicato de Abogados de Francia nos dice: “Estos acontecimientos se inscriben dentro de un contexto delator que viene de largo tiempo, en la continuidad de una política que aplasta, que pone el acento en lo penal. Por fin, hoy, todo el mundo se hace la pregunta, después de la muerte de dos menores, del análisis de las relaciones entre los jóvenes y la policía. Pero me temo que esto no sea el fin del problema, sino el comienzo. Existe un potencial explosivo enorme alimentado por la propia precariedad de la gente. Pero también por la estigmatización de jóvenes organizados en “jaurías” a quienes llaman patoteros antes de que hagan cualquier cosa. Se les devuelve un reflejo de ellos mismos vejatorio, discriminatorio, despreciativo. A eso, se suma la juventud de los policías. Un joven funcionario de provincia se imagina que las poblaciones juveniles de los suburbios quieren absolutamente salirse del tiesto. Lo que es falso, la mayoría de las veces. Estas poblaciones se sienten golpeadas por ser maltratadas de esa forma”. Estas declaraciones son un eco de las de los propios jóvenes entrevistados: “los policías siempre buscan la relación de fuerza. Dicen “moro de mierda”, “puta raza”. La policía de aquí es una nueva generación. Por un simple control de identidad, te insultan, cotidianamente. Te dicen: “¿por qué no te quedas en tu basurero?”.

Hay una tendencia, en este conflicto, a derivar las responsabilidades a los policías individualmente. Como siempre, estamos asistiendo a la descarga de las responsabilidades a los de más abajo. Eso, por cierto, nos recuerda los casos de torturas a prisioneros en las cárceles de Irak, Afganistán, y como se termina enjuiciando a los subalternos como únicos responsables de los atropellos, cuando, en realidad forman parte de una política carcelaria diseñada desde los despachos de las cúpulas militares y de los ministerios. Podemos aplicar esa misma política en todo el ámbito policial, no solamente en Francia, sino a nivel global. Hay un endurecimiento de la política represiva ante las perspectivas del incremento de la lucha de clase que se avecina, atizada por el aumento de la precariedad, de los recortes sociales, de la pobreza, carestía de la vida, escasez de viviendas sociales, datos perfectamente reflejados en los informes oficiales de los organismos internacionales como la ONU, la OMC, y del propio FMI. El deterioro de las condiciones de los sectores más sensibles, con un recrudecimiento del estado policial como elemento represor, las políticas económicas de privatizaciones y recortes sociales propiciados por los gobiernos defensores de los intereses de los grandes empresarios y la gran banca ante la crisis económica, están polarizando la sociedad. Lo vimos también en Italia hace unos días, cuando se manifestaron los estudiantes en contra de la reforma educativa. También ahí hubo represión policial y provocación de parte de una diputada de An, que levantó de forma obscena su dedo medio delante de los propios estudiantes. También lo estamos viendo en España, más recientemente en la brutal represión de las fuerza de seguridad a los huelguista de la minería. En todas partes, los medios de comunicación se hacen ecos de las intenciones por parte de la clase dominante de demonizar a toda persona, colectivo o institución crítica con el sistema. Poniendo por encima de todas las cosas, la seguridad ciudadana como bandera de una sociedad libre, cuando en realidad lo que se está viendo es la imposición de un estado policial que sólo defiende los intereses de las clases pudientes. Los inmensos recursos de la humanidad están secuestrados por una minoría de la sociedad para su provecho, sólo una mínima parte de ellos llega a la inmensa mayoría de la población, ya no sólo en países pobres del tercer mundo, sino en pleno primer mundo, donde cada vez más amplios sectores de la población están totalmente abandonados a su suerte, sin posibilidad de tener acceso a vivienda, trabajo, educación y todo aquello que llena líneas y líneas de bonitas palabras en las Constituciones, y Cartas de Derechos Humanos, pero que la realidad y los intereses de la clase dominante convierten en papel mojado. Y si a algunos se les ocurre protestar, pues simplemente son patoteros, insurgentes, alborotadores…. “escoria”, y se les manda a las fuerzas del orden para reprimirlos.

Pero esta situación en Francia, no es una situación casual o puntual, es el resultado de años de políticas neo-liberales, desentendiéndose de la formación de los jóvenes, de la integración de los inmigrantes, de las necesidades como la vivienda, el trabajo, la educación, el transporte público, las infraestructuras, etc. Y ante la magnitud que ha tomado la revuelta, los políticos se apresuraran a lanzar grandes medidas presupuestarias para paliar las enormes carencias que sufren en esos barrios, todo eso en grandilocuentes discursos y entrevistas televisivas, (la mayoría de ellos lo utilizaran como argumento en las campañas electorales), pero les será imposible cumplir con tales planes llenos de buenas intenciones, la crisis económica no les va a permitir hacer precisamente este tipo de concesiones, ya que para mantener las cuotas de beneficio de las grandes empresas, es preciso recortar lo máximo posible los gastos sociales; dinero público en ayuda de las grandes empresas a través de créditos, subvenciones y todo tipo de ventajas. ¿ O no es en lo que incide solapadamente el Tratado de la Constitución Europea, con la privatización de los servicios públicos, y la flexibilización laboral?

En Francia, la situación, quizás se aplaque momentáneamente ante la dimisión de algún que otro dirigente, disculpas por parte de otros, o promesas del gobierno de grandes proyectos, pero la imposibilidad de dar soluciones verdaderas a los problemas de la clase trabajadora y a la juventud generará más frustración y más rabia y hará que cada vez más se radicalicen las protestas, no solamente en Francia sino en toda Europa. Mientras las riendas de la economía la tengan los gobiernos títeres de la clase capitalista, ninguna política social efectiva se hará para los intereses de millones de seres humanos. La pobreza no es patrimonio exclusivo de los países empobrecidos. La estamos viendo cada día, dentro mismo del corazón de la sociedad occidental, de los países “ricos”. Hugo Chávez , en muchas de sus intervenciones, declara que el final del hambre y la pobreza, sólo puede venir de la toma del poder de los pobres y oprimidos. A estas mismas conclusiones nos lleva el análisis marxista, y los marxistas tenemos conciencia que sin la organización de la clase trabajadora en torno a un programa socialista que dé una verdadera alternativa a este sistema, eso se hace imposible. Un entrevistado francés comentaba que le hubiera gustado que todos estos jóvenes estuvieran organizados políticamente para hacer frente de forma realmente efectiva al gobierno. Esto es un hecho que tarde o temprano, quizás más temprano que tarde, se tendrá que dar.

“Cuando el pueblo se rebela no sabemos cómo podrá volver a la calma, y cuando está tranquilo no comprendemos cómo pueden sobrevenir las revoluciones”. (La Bruyère)