Publicamos a continuación un artículo escrito por Yossi Schwartz hace un año sobre la guerra de los Seis Días de 1967. Pensamos que es muy útil para entender el conflicto actual en Oriente Medio.

Han pasado 39 años desde la “Guerra de los Seis Días” iniciada por Israel. En víspera de la guerra, intelectuales de izquierdas burgueses alrededor de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir declararon que las acciones del estado de Israel demostrarían al mundo que éste sólo quería la paz. Estos intelectuales propagaron la mentira israelí de que Israel luchaba para salvarse de la destrucción a manos de los estados árabes, actuando con el consejo y el pleno apoyo de la URSS. Durante la vida de Stalin, el mismo Sartre estuvo ocupado encubriendo los crímenes del dictador. Sin embargo, este listo intelectual fue uno de los primeros en abandonar el barco.

La línea oficial israelí es que Siria quería obligar a Egipto a ponerse de su lado mientras provocaba al estado israelí, y fue esto lo que llevó a Nasser a enviar dos divisiones a Sinaí a mediados de mayo de 1967. Una cosa llevó a la otra y dos días después, Nasser, preparando la guerra, exigió la retirada de los observadores de la ONU (UNEF) que estaban estacionados en Gaza y Sharam-el-Sheikh desde finales de 1956. La gota que colmó el vaso, la causas belli, según esta versión de los acontecimientos, fue el cierre de los Estrechos de Tirán, vital para la supervivencia económica de Israel. Esto fue seguido por la declaración de Nasser de que Egipto no permitiría que barcos con bandera israelí llegaran a la Bahía de Aqaba. Todos se acordaban de cuando Israel tuvo que retirarse por la fuerza de la Península del Sinaí después de 1956 y Ben Gurion dijo que Israel tendría libertad de navegación a través de los mismos estrechos.

Las declaraciones realizadas por Siria y El Cairo dieron credibilidad a la pretensión israelí de que los árabes querían destruirles. En 1965 y 1966, la retórica de Nasser se volvió cada vez más agresiva: “No entraremos en Palestina con su suelo cubierto de arena”, dijo el 8 de marzo de 1965, “entraremos en ella con su suelo lleno de sangre”. (Howard Sachar. A History of Israel: From the Rise of Zionism to Our Time. Nueva York. Alfred A. Knopf. 1979. p. 616).
Cuando comenzó la guerra, Moshe Dayan, el nuevo Ministro de Defensa dijo lo siguiente a los soldados israelíes: “No queremos conquistar, sólo evitar que los árabes nos conquisten. Los árabes son muchos y fuertes pero nosotros somos una pequeña nación testaruda dispuesta a luchar para salvarnos”.

Los líderes israelíes dijeron la verdad, pero sólo después de la guerra

Lo que no dijeron el gobierno israelí y la maquinaria oficial de propaganda a la población lo admitieron después de la guerra, y fue que Israel provocó a Siria una y otra vez y decidieron iniciar una guerra con el conocimiento de que la ganarían en pocos días.

El propio Yitzak Rabin dijo después de la guerra: “No creo que Nasser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí no habrían sido suficientes para lanzar una ofensiva bélica. Él lo sabía y nosotros lo sabíamos”. (Yitzak Rabin. Jefe del Estado Mayor de Israel en 1967. Le Monde. 28/2/1968).

El general Ezer Weitzman, el antiguo comandante de la Fuerza Aérea y más tarde presidente de Israel, declaró que no existía ninguna amenaza de destrucción por parte de los vecinos de Israel, pero que la guerra con Egipto, Jordania y Siria estaba justificada para que Israel “pudiera existir con la escala, el espíritu y la calidad que ahora encarnaba el país”.

Menachem Begin más tarde dijo: “En julio de 1967 de nuevo teníamos una elección. Las concentraciones del ejército egipcio en el Sinaí no demuestran que realmente Nasser fuera a atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismos. Decidimos atacarle nosotros”. (New York Times. 21/8/1982. Recogido por Noam Chomsky en The Fateful Triangle).

¿Por qué la guerra?

La cuestión de los Estrecho de Tirán no era más que una excusa. El estrecho estaba dentro de las aguas territoriales de Egipto. Israel y Egipto eran enemigos y ningún estamos permitiría que sus enemigos pasaran a través de su territorio.

Antes de la guerra, el gobierno israelí estaba dividido. Por un lado el primer ministro, Levi Eshkol y el Partido Religioso Nacional (PRN) que querían la guerra. Sin embargo, ellos sólo querían la guerra si EEUU se comprometía a ayudar a Israel, o al menos dar luz verde. Por otro lado, y en particular, los generales querían comenzar inmediatamente la guerra. Sobre la cuestión del Estrecho de Tiran, el historiador israelí Tom Segev, escribió que el líder del PRN, Moshe Shapira, se oponía a la guerra por la cuestión de los Estrechos. Rabin intentó hacerle cambiar de idea: “Explíqueme”, le dijo Rabin, “hasta 1956 los Estrechos estuvieron cerrados. ¿Eso amenazó la existencia de Israel? No, no lo hizo”. (Tom Segev. 1967. p. 261).

Las causas inmediatas de fricción entre Israel y Siria fueron el resultado de las disputas por los derechos de pesca en el lago Tiberias, por las incursiones israelíes en la zona desmilitarizada establecidas después de la guerra de 1948, los atentados terroristas y guerrilleros de Fatah y el desarrollo israelí de un proyecto hidráulico en el Río Jordán. La razón real fue la decisión israelí de convertirse en la fuerza motriz de la región, transformar la creciente lucha de clases en una guerra chovinista y extender su territorio y control para conseguir mano de obra barata y nuevos mercados.

Israel entró en recesión económica en 1966. La recesión quedó oscurecida por las elecciones a finales de ese año. Sin embargo, en 1967 estaba muy claro. La recesión comenzó en la importante industria de la construcción israelí, pronto muchas empresas relacionadas con este sector industrial entraron en bancarrota. Hubo una profunda caída de la inversión. La inversión en la construcción cayó un 30 por ciento y en la industria un 20 por ciento. A esto siguió un gran aumento de los precios y la falta de dinero en manos de la clase obrera y los consumidores.

En 1964, se redujo la cantidad que Alemania tenía que pagar al estado de Israel en compensación por los crímenes nazis. El propio gobierno israelí, que hasta 1966 había construido muchos proyectos a gran escala, paralizó los nuevos proyectos. El gobierno denunció a los trabajadores que pedían aumentos salariales y alabó a un grupo de profesores que aceptó reducirse los salarios.
En este período la clase obrera en Israel organizó muchas huelgas y grandes manifestaciones. La clase dominante israelí se enfrentó a una explosión de la lucha de clases. Para impedir la profundización de la lucha de clases utilizaron un viejo truco: convirtieron la lucha de clases en una guerra. Además, sabían que ganando esta guerra convertirían a Israel en una fuerza importante y en el socio estratégico más importante para EEUU en la región. También proporcionaría a Israel otros beneficios. La guerra extendería sus fronteras y con ellos conseguiría nuevos recursos de mano de obra barata y mercados.
Un genuino estado obrero revolucionario de Egipto habría hecho un llamamiento a la clase obrera israelí y demostrado los verdaderos propósitos del gobierno israelí, explicando que este ataque no sería sólo contra los árabes sino contra la propia clase obrera israelí. Sin embargo, esto iba más allá de la capacidad de los nacionalistas pequeño burgueses como Nasser. En realidad, la propaganda de Nasser fue muy útil al gobierno israelí.

¿Solos en la guerra?

Israel quería ir a la guerra pero no sólo. Lyndon B. Johnson ya había trasladado al Sexto de Caballería de EEUU al Mediterráneo. El 23 de mayo, mientras declaraba el embargo de un cargamento de armas a la región, Johnson en secreto autorizaba el transporte aéreo de munición, armas y vehículos acorazados a Israel. (Cheryl A. Rubenberg. Israel and the American National Interest: A Critical Examination. Urbana: University of Illinois Press. 1986. p. 113). El primer acuerdo importante sobre armas de EEUU con Israel fue en 1966. En él se incluían aviones A-4 Skyhawk y tanques Sherman, también hay que decir que el resto de las armas se las suministraba EEUU desde 1948.

El gobierno de Eshkol intentó garantizar el apoyo de Francia. El 24 de mayo el Ministro de Exteriores de Israel, Aba Eban, llegó al Palacio del Elíseo y fue recibido por el presidente De Gaulle quién le dijo a Eban: “Ne faites pas la guerre” (No vaya a la guerra) y le advirtió que no disparara primero. Ese mismo día, en el número 10 de Downing Street, el primer ministro Harold Wilson invitó a Eban a asistir a una reunión de gabinete. La respuesta del gobierno británico fue que aceptarían abrir los Estrechos si se llegaba un acuerdo con las otras naciones, pero aconsejó a Israel que no actuara por sí sola.

El siguiente paso de Eban fue asistir a Washington el 27 de mayo. Con él llevaba un telegrama del primer ministro Eshkol informando al gobierno de EEUU de que los estados árabes planeaban atacar inmediatamente a Israel. La información procedente de fuentes de inteligencia estadounidenses decían que no había señales de que los estados árabes fueran a lanzar una ofensiva. En la reunión con Johnson, el presidente de EEUU, dijo que no quería verse implicado en dos guerras al mismo tiempo, una en Vietnam y otra en Oriente Medio. “Israel debería tener otras fuerzas marítimas de su lado. Cualquier participación de EEUU necesitará la aprobación del Congreso. No creemos que los árabes vayan a atacar a Israel y si lo hacen ganarán ustedes en siete días. No están en peligro”. Después de que Eban se fuese, Johnson se volvió hacia Walt Roston y el secretario de defensa Robert McNamara y les dijo: “He fracasado. Ellos van a ir a la guerra”.

En el informe de sus viajes Eban dijo al gabinete israelí que el presidente Johnson había prometido que EEUU daría los pasos necesarios para abrir los Estrechos. Sin embargo, eso no era verdad. El primer ministro Eshkol incluso envió una carta de gratitud a Johnson por esta promesa. Washington respondió que el gobierno de EEUU no había hecho tal promesa. Eshkol vaciló. Incluso Ben Gurion le avisó de que no fuera a la guerra sin el apoyo de las potencias imperialistas.

“Ben Gurion pensaba que la crisis con Egipto era el resultado de las acciones desequilibradas de Eshkol. En noviembre de 1966 Eshekol ordenó el ataque sobre Samoa, una aldea de Jordania, en represalia por los terroristas que entraron en Israel desde esta aldea. Él fue muy crítico con la escalada con Siria después de que Israel enviara 80 aviones que sobrevolaron Damasco”. (Bar Zohar. Ben Gurion. P. 1.588).

Gurion incluso se enfadó con el general Rabín y le gritó: “Ha llevado al estado a una situación muy peligrosa y usted es el culpable de ello”.

Rabín, como ya se sabe, más tarde tuvo un colapso nervioso porque sabía que Ben Gurion podía tener razón. Sin embargo, algunos de los generales, incluido Ariel Sharon, que querían el inicio de la guerra sin retraso, planeaban un golpe militar para sustituir a Eshkol, cuya vacilación aumentó tras recibir un mensaje de Kosygin, el presidente de la URSS, quién le pidió que no fuera a la guerra. Claramente, el presidente de la Unión Soviética, estaba intentando impedir la guerra en el último minuto, una vez estaba claro que Israel tenía intención de ir a la guerra de cualquier forma.
El 30 de mayo, Meir Amit, el responsable del Mosad, visitó a McNamara tras una visita al jefe de la CIA, Richard Helms. Por Helms supo que EEUU no enviaría a la Armada a abrir los Estrechos. Dijo lo siguiente a McNamara: “Queremos tres cosas de ustedes. Una, que rellenen nuestro arsenal después de la guerra. Dos, que nos ayuden en las Naciones Unidas. Tres, que aíslen a los rusos en la región”. McNamara respondió: “Le he escuchado alto y claro”. Después preguntó cuánto tiempo necesitaría Israel para derrotar a los egipcios y Amit respondió: “Una semana. Me voy a casa y recomendaré que iniciemos la guerra”. En su informe al presidente, McNamara le dijo que los israelíes iban a atacar. Nadie se sorprendió, porque todo el mundo sabía que él estaba a favor de que Israel atacara primero.
Esta era la luz verde que el gobierno israelí estaba esperando. El 5 de junio de 1967 comenzó la guerra. Después del inicio de la guerra, EEUU vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución que pedía a Israel el regreso a las fronteras anteriores a la guerra, Johnson se negó a criticar a Israel por comenzar la guerra.
Es posible que EEUU estuviera más implicado en la guerra de lo que admitió. Stephen Green ha escrito que pilotos estadounidenses, del 38º Escuadrón de Reconocimiento Táctico de la Fuerza Aérea, pilotaron RF-4Cs con la estrella de David y los números de la Fuerza Aérea israelí pintados en la cola, con ellos bombardearon bases en Egipto, Siria y Jordania para tomar fotografías para los israelíes. Cuenta además que llevaban a cabo de 8 a 10 misiones cada día durante el transcurso de la guerra. Cuando la fuerza aérea de los enemigos de Israel estuvo destrozada, las misiones de los RF-4C cambiaron para detectar el movimiento de tropas árabes y así los israelíes podían bombardearlas a la mañana siguiente. Al final, ninguna de estas misiones fue decisiva en la guerra. Sin embargo, los árabes acusaron a EEUU de proporcionar apoyo aéreo táctico, algo que aparentemente no era verdad. En respuesta, el presidente Johnson declaró públicamente que EEUU no había proporcionado ayuda de ningún tipo a Israel. (Stephen Green. Taking Sides: America’s Secret Relations with a Militant Israel. Brattleboro. Vt. Amana Books. 1988. pp. 204-211. La principal fuente de Green dice haber participado en la operación).

El milagro

El gobierno israelí pretendía que el milagro había ocurrido. Como sucede con este tipo de milagros, éste era falso. Un estado capitalista y moderno en camino de convertirse en una potencia imperialista regional destruyó a los débiles ejércitos árabes en seis días. Israel ya había ganado la guerra el primer día que destruyó a la Fuerza Aérea egipcia.
A primera hora de la mañana del 5 de julio, los aviones israelíes atacaron los aeropuertos egipcios en Sinaí y destruyeron toda la fuerza aérea. En tres días el ejército israelí había derrotado a los ejércitos de Egipto y Jordania, había capturado Cisjordania, Jerusalén Oriental y Gaza. El resto de la guerra fue sólo cuestión de hasta donde podría llegar Israel antes de que la presión internacional les obligara a detener su avance.

El 8 de junio, Egipto, después de haber perdido Sinaí, aceptó la propuesta de alto el fuego de la ONU. Siria aceptó al día siguiente, sin embargo, Israel lanzó una ofensiva adicional y conquistó los Altos del Golán.
El estado de Israel y sus amigos el 8 de junio crearon otro mito. Ese día, los aviones y torpederos israelíes atacaron el Liberty, un barco de inteligencia estadounidense, mientras llevaba a cabo una misión a las orillas de El Arish, en la Península del Sinaí. Murieron 34 norteamericanos y 171 resultaron heridos. Israel dijo que por error tomaron al Liberty por un barco enemigo. Desde aquel momento los gobiernos estadounidenses han apoyado esta historia. En 1999 se liberó un informe de la Agencia Nacional de Seguridad de 1981 en el que se decía lo siguiente: “la tragedia no sólo fue resultado de un error de cálculo israelí sino también de las defectuosas prácticas de comunicación norteamericanas”. Desde julio de 2003 este informe está disponible en la página web de la Agencia Nacional de Seguridad.

Sin embargo, esta “conclusión” ha sido cuestionada. En 1976, James Ennes, un superviviente del ataque sobre el Liberty, dijo en su libro Assault que Israel en realidad planeaba un ataque por sorpresa sobre Siria y estaban preocupados por la interferencia de EEUU. El bombardeo del Liberty fue un intento de desbaratar la capacidad de EEUU de responder a ese plan. Este argumento fue presentado en una producción de History Channel realizado en 2001 y titulado Cover Up: Attack on the USS Liberty. Otro escritor, James Bamford, en su libro de 2000, Body of Secrets, decía que Israel atacó el barco porque estaba preocupado porque el Liberty pudiera averiguar el asesinado de cientos de egipcios por parte del ejército israelí. El almirante Thomas Moorer, antiguo presidente del Estado Mayor conjunto y dedicado a descubrir lo que pasó con el ataque, el 22 de octubre de 2003 dijo en una rueda de prensa que Israel planeó hundir el barco y después implicar a Egipto, así empujaría a EEUU a luchar al lado de Israel.

En la misma conferencia de prensa, el capitán Ward Boston, un abogado de la marina retirado y abogado en el Tribunal de Investigación de la Armada en el caso, hizo la siguiente declaración: “Estoy escandalizado por los esfuerzos de los defensores de Israel en este país que pretenden que este ataque fue un caso de ‘identidad equivocada’”. Boston también dijo que funcionarios de la Casa Blanca en aquel momento habían ordenado a los investigadores concluir que “el ataque fue un caso de ‘identidad equivocada’”.
Boston también dijo que el Almirante Isaac C. Kidd, que en aquella época era el presidente del Tribunal de Investigación, que le obligaron a decir que el ataque no era intencionado.

¿Cómo es posible que Israel atacara a un barco norteamericano? La historia de Israel demuestra que esto era posible. En 1954 Israel perpetró ataques terroristas contra institutos egipcios, británicos y estadounidenses. En Israel éstos se denominaban “mala empresa” o “asunto Lavon” (Lavon era el ministro de defensa de la época). La idea era crear un conflicto entre Egipto y EEUU. El grupo responsable fue capturado después con una pequeña cantidad de explosivo en el bolsillo de uno de sus miembros mientras intentaban poner una bomba en un cine.

Israel y sus seguidores presentaron la guerra como un gran acontecimiento y una conquista monumental. Una vez más, David derrotó a Goliat. En realidad, fue una guerra reaccionaria por parte de los gobernantes de Israel con la bendición del imperialismo norteamericano. Esta guerra sirvió para descarrillar la lucha de clases en Israel y fortaleció a los sectores más reaccionarios de la sociedad israelí. Creó el reaccionario Gush Emunim, el movimiento fanático de los colonos. También llevó al poder en 1977 a la derecha representada por Begin y más tarde llevaría a Sharon.

Por parte egipcia, la guerra acabaría con el nasserismo y lo sustituiría por el régimen reaccionario de Sadat, que fue seguido por el de Mubarak. Estos regímenes convirtieron a Egipto en un bastión de la reacción en la región.
Para los palestinos la guerra supuso la ocupación de Gaza y Cisjordania. Demostró ser una trampa violenta y sangrienta para el pueblo palestino e israelí, las principales víctimas de este ciclo de cuarenta años de violencia y derramamiento de sangre.

La Guerra de los Seis Días también abrió el camino a la guerra de 1973 (la guerra de Yom Kippur) y de un mayor control de la región por parte del imperialismo norteamericano. Las leyes de la dialéctica nos enseñan que cada período reaccionario, como el que hemos conocido durante años en la región, finalmente crea un movimiento contrario. Esto se puede ver claramente hoy con la ocupación estadounidense de Iraq. La ocupación de Iraq llevará a la derrota del imperialismo norteamericano y a largo plazo abrirá el camino para la transformación social de toda la región. Los imperialistas y los gobernantes de Israel, como los de Egipto y otros regímenes árabes, se empiezan a enfrentar a un movimiento de creciente inestabilidad en toda la región.

Israel nunca ha estado tan dividido. La mayoría de los israelíes están alejados del corrupto aparato del estado. Muchos están cansados de un ciclo sin fin de derramamiento de sangre. La lucha de clases comienza a emerger en Israel, los trabajadores comienzan a luchar por salarios y condiciones de vida mejores. Durante muchos años la clase dominante israelí se ha basado en los sentimientos nacionalistas de la clase obrera, pero esta conciencia, o más bien esta ausencia de conciencia de clase, que es un obstáculo en el camino de la lucha de clases, es sólo un fenómeno temporal. En el pasado, Israel fue una jaula dorada para los israelíes, con unos ingresos medios anuales de aproximadamente 18.000 dólares. Sin embargo, estos días han desaparecido. Un millón de israelíes viven ahora por debajo de la línea de pobreza. La jaula sigue pero la pintura dorada ha desaparecido. Este cambio en las condiciones de vida y trabajo obligarán a la clase obrera israelí a emprender el camino de la lucha.

Para desviar la lucha de clases, los gobernantes israelíes pueden intentar en el próximo período abrir una nueva guerra, posiblemente con Siria. Es fácil iniciar una guerra, pero el resultado de la guerra en la región en las actuales circunstancias tendría resultados diferentes a los de 1967.
La guerra de 1967 demuestra claramente que una solución a los problemas de Israel, Palestina y Oriente Medio en general, no se encontrará en las acciones de los imperialistas o en una guerra. La guerra de 1967 puso las bases para la guerra de Yom Kippur y para los cuarenta años de violencia que han plagado la región. Cada nuevo conflicto siembra nuevos conflictos. La única solución está en la lucha de clases. Cuando los trabajadores israelíes emprendan ese camino, descubrirán que se enfrentan al mismo enemigo que los palestinos: el imperialismo y el capitalismo. La conquista de sus objetivos, la creación de una sociedad de paz y prosperidad, se encontrará en la lucha unida de la clase obrera palestina e israelí, para liberarse del imperialismo y el capitalismo.

Junio 2005