Por si el pueblo iraquí no hubiera ya sufrido lo suficiente durante estos últimos cuatro años, George W. Bush, el presidente de EEUU, la noche pasada anunció su “nueva estrategia” para Iraq. En un discurso televisado para todo el país que duró 20 min
La estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria. La táctica sin estrategia es el ruido previo a la derrota”. (Sun Tzu. Antiguo estratega militar chino).

Por si el pueblo iraquí no hubiera ya sufrido lo suficiente durante estos últimos cuatro años, George W. Bush, el presidente de EEUU, la noche pasada anunció su “nueva estrategia” para Iraq. En un discurso televisado para todo el país que duró 20 minutos, ésta consistió básicamente en la retórica habitual sobre el “establecimiento de la democracia” y la “derrota de los terroristas”, y particularmente muchas ilusiones. Pidió más paciencia de una nación cansada de la guerra y admitió que la estrategia de EEUU había fracasado, que la administración no había sido capaz de prever el estallido de violencia sectaria que amenaza con dividir a la nación iraquí.

“La situación en Iraq es inaceptable para el pueblo norteamericano y es inaceptable para mí”, dijo Bush. “Nuestras tropas en Iraq han luchado valientemente. Han hecho todo lo que les hemos pedido. Donde se han cometido errores, la responsabilidad descansa sobre mí. Está claro que necesitábamos cambiar nuestra estrategia en Iraq”.
Hasta ahora bien. Finalmente, el jefe de la nación más poderosa del planeta realmente admite que se han cometido errores y que la situación en Iraq es “inaceptable”. Quizá por eso en noviembre del año pasado los republicanos fueron castigados en las elecciones. Quizá por eso la mayoría de los estadounidenses están cansados de esta guerra que está costando miles y miles de millones de dólares, que no tiene final a la vista. Quizá eso haría entrar en razón al presidente, hacerle respirar profundo y que considere la ciénaga iraquí con la cabeza serena. Esto último por supuesto pedir demasiado.

En su lugar, la administración norteamericana tiene en mente otros planes. Con el nuevo plan, EEUU aumentará el número de soldados en Iraq, que actualmente asciende a 132.000, en otros 21.500 más. El grueso de la nueva fuerza estará estacionado en Bagdad y se unirá con las unidades iraquíes mientras que otros 4.000 soldados serán enviados a la provincia occidental de Anbar para luchar contra la resistencia suní.

O en las propias palabras de Bush:

“El gobierno iraquí nombrará un comandante militar y dos subcomandantes para su capital. El gobierno iraquí desplegará al ejército iraquí y a brigadas policiales nacionales a través de los nueve distritos de Bagdad. Cuando estas fuerzas estén totalmente desplegadas, habrá 18 brigadas policiales nacionales y militares iraquíes dedicadas a esta tarea, junto con la policía local. Estas fuerzas iraquíes funcionarán desde las comisarías de policía locales, dirigiendo patrullas, colocando puestos de control y puerta a puerta para ganarse la confianza de los bagdadíes”.

Imaginad que estáis con vuestra familia en una casa en algún lugar de un barrio pobre de Bagdad, sufriendo varios años de esta guerra sangrienta. Varios miembros de tu familia y amigos han sido asesinados ante tus ojos. La electricidad y el agua escasean. Sólo el hecho de salir a la calle puede significar perder la vida, así que prefieres quedarte la mayor parte del tiempo en casa. Después estos marines norteamericanos tensos y paranoicos siempre preparados para el ataque, junto con una docena de soldados iraquíes aparecen por la calle, derriban tu puerta y disparan a todo lo que se mueva. ¿Confiarías en esa persona? Eso es lo que ocurrió el día antes del discurso de Bush al norte de la calle Haifa, donde murieron asesinadas 50 personas en una redada. Eso es lo que significa en la práctica “ir puerta a puerta”.

Resulta interesante que Bush haya insinuado en su propio discurso la posible escalada de la violencia:
“Incluso si nuestra estrategia funciona exactamente como está planeada, los actos mortales de violencia continuará y debemos esperar más bajas iraquíes y norteamericanas. La cuestión es si nuestra nueva estrategia nos acercará más al éxito. Creo que será así”.

En otras palabras, la estrategia actual, incluso aunque funcione (y eso es un gran interrogante), realmente no detendrá la violencia sectaria. La estrategia anterior ya supuso baños de sangre en Faluya y hadita, además de las torturas en la prisión de Abu Ghraib. Ahora Bush cínicamente proclama que en el pasado “no había suficientes tropas iraquíes y norteamericanas para garantizar que los barrios fueran limpiados de terroristas e insurgentes, que había demasiadas restricciones sobre lo que podían hacer las tropas”. Ahora aparentemente hay un acuerdo con el primer ministro iraquí, Nouri Maliki, de que se eliminará cualquier restricción para las tropas estadounidenses. El guante se ha arrojado y los estadounidenses pueden hacer lo que deseen. El único resultado será más derramamiento de sangre.
¿Funcionará esta estrategia? Bush rápidamente dijo a la opinión pública norteamericana:

“Muchos de los que hoy me escuchan preguntarán por qué este esfuerzo triunfará cuando las anteriores operaciones para asegurar Bagdad no lo hicieron. Bien, aquí están las diferencias. En las anteriores operaciones, las fuerzas iraquíes y norteamericanas limpiaron muchos barrios de terroristas e insurgentes, pero cuando nuestras fuerzas se dirigían a otros objetivos, los asesinos regresaban. Esta vez, habrá los niveles de fuerza necesarios para mantener las zonas que hemos limpiado. En las anteriores operaciones, la interferencia política y sectaria impidió que las fuerzas iraquíes y norteamericanas fueran a los barrios que alimentan la violencia sectaria. En esta ocasión, las fuerzas iraquíes y norteamericanas tendrán luz verde para entrar en estos barrios, y el primer ministro Maliki ha prometido que no se tolerará la interferencia política o sectaria”.

El problema para los norteamericanos es que parten de una posición muy débil. Durante el último período ha quedado suficientemente claro que la estrategia norteamericana ha fracasado y que sólo es cuestión de tiempo antes de que partes significativas del ejército estadounidense se vean obligadas a retirarse. Ninguna de las diferentes partes ven a EEUU como un jugador a largo plazo en Iraq y a pesar de la retórica de Bush y Blair sobre “permanecer hasta que el trabajo esté hecho”, los estrategas serios de la clase dominante saben que más pronto que tarde tendrán que abandonar el barco hundido. En general, el poderoso vecino chií de Iraq, Irán, que está interviniendo en Iraq, es mucho más relevante para la crisis actual que los estadounidenses. Los suníes no pueden pedir protección a los norteamericanos, aunque teman a los iraníes y a los chiíes de su propio país. El sentido común dice que el poderoso ejército de EEUU ha fracaso y no tiene opciones.

Como un jugador de póker derrotado, sin embargo, el imperialismo norteamericano se enfrenta al problema de todo jugador cuando está perdiendo, si abandona la mesa no será capaz de recuperarse de las pérdidas. Todo jugador cuyo destino parece sellado, se enfrenta a la tentación de tomar sus menguantes fichas e intentar recuperarse. Después de todo, quizá merezca la pena correr el riesgo porque puede tener suerte. Este parece ser el razonamiento de los estrategas de la Casa Blanca. Puede que tengan en mente la retirada final pero antes de la humillación deben dar el “último empujón”, es una tentación que no pueden resistir. Por fin sabemos en que consiste la estrategia de George W. Bush para Iraq: echar más gasolina al fuego y espera escapar de él. Desgraciadamente para estas damas y caballeros, esta estrategia de juego compulsivo de aumentar sus apuestas les saldrá mal y como cualquier jugador corriente agravarán sus pérdidas perdiendo el dinero del taxi para regresar a casa. Los antiguos griegos solían denominar a orgullo y es el orgullo que precede a la caída.

Por supuesto, al imperialismo norteamericano le quedan pocas alternativas. Retirarse en este momento sería una derrota histórica con implicaciones posiblemente mayores que la debacle de Vietnam de hace unas décadas. Desde el punto de vista de Bush, EEUU debe demostrar que tiene un as en la manga y que las manos del presidente no están políticamente atadas en Washington. Aparte de las habituales palabras sobre la “democracia” en una democracia burguesa, la decisión de aumentar el número de soldados sólo se puede explicar por el absoluto desprecio por la democracia. En las últimas elecciones de noviembre, los estadounidenses enviaron un claro mensaje para romper el control republicano del Senado y el Congreso. Dejaron claro que querían el final de esta guerra. Sólo hace unos días la encuesta de USA Today/Gallup decía que los norteamericanos se oponen la idea de aumentar el nivel de tropas en Iraq, un 61 por ciento frente a un 36. Aún así, después de todas estas señales de su propio electorado en casa y de promesas vacías sobre que le escucharía, ahora está haciendo exactamente lo contrario. Sólo servirá para demostrar que la “batalla por la democracia” en Iraq sólo ha revelado el colapso de la democracia en los propios EEUU.

Operación suicidio

Como un animal acorralado en peligro de muerte, Bush se dispone a demostrar que todavía puede manejar la política norteamericana. La pelota está en su campo y necesita demostrar que EEUU tiene la capacidad de aumentar las fuerzas en Iraq y que puede conseguir victorias. Sólo así pueden cambiar la psicología en Iraq e Irán y EEUU será capaz de poder decir algo sobre el futuro de Iraq. Aumentar el número de soldados en Iraq sin que los demócratas lo bloqueen podría ser visto como una victoria moral después de la derrota política de los republicanos en noviembre. Por lo tanto, dejemos que aumente la entrada en tropel.
El problema con esta idea es que en esencia es política en su naturaleza. Si hay algún pensamiento en el plan sólo es intentar confundir a los otros jugadores políticos en la región y demostrarles que los norteamericanos todavía tienen algo que decir. Desde un punto de vista militar, sin embargo, la operación propuesta no tiene sentido. Obviamente la guerra sólo es la continuación de la política por otros medios, pero el riesgo de esta apuesta es precisamente que la debilidad militar puede socavar los potenciales beneficios políticos.

En primer lugar, hemos visto antes operaciones similares. En el verano del año pasado, se lanzó la Operación Avance Conjunto, la ofensiva de EEUU que se suponía detendría la escalada de violencia en Bagdad, pero que no consiguió sus objetivos, como reconocieron en octubre algunos de los oficiales militares. Catapultar a las tropas a Bagdad no es una receta para el éxito y conlleva el riesgo de exacerbar una situación ya fuera de control. Incluso con un aumento de 100.000 soldados no estaría garantizado el éxito. Como dijo Napoleón, el pueblo nunca se roza con las bayonetas desnudas. Las operaciones militares en un entorno urbano son difíciles y las tropas estadounidenses se enfrentaron a una combinación de resistencia suní, milicias chiíes y bandas criminales corrientes. Conseguir éxitos militares en Bagdad no será fácil y sólo puede llevar a más bajas militares, cuyo número ya supera los 3.000.

En segundo lugar, ¿qué entendemos por “entrar en tropel”? Bush no mencionó la palabra directamente en el discurso de ayer, en los días anteriores esta infame palabras era repetida habitualmente por los funcionarios de Washington. Entrar en tropel implica “rapidez”, pero es difícil ver como 21.500 soldados extras en Bagdad se pueden integrar en el cambio de batalla rápidamente. Mover tropas nuevas que no están familiarizadas con la zona es una operación muy delicada en una ciudad con unos 5 millones de habitantes implica todo tipo de peligros.

Demasiada exigencia imperial

En tercer lugar y más importante, las tropas estadounidenses están al límite. La fuerza que lleva allí desde 2003 ha fluctuado entre 110.000 y 160.000 soldados, y esto ha supuesto que el ejército ha tenido que trabajar con despliegues múltiples. La nueva estrategia necesariamente implica el aumento de la duración de los distintos despliegues del ejército y los marines. Esto llega en un momento en que la moral de las tropas ya está en su nivel más bajo. Además hay pocos reservistas disponibles y la Guardia Nacional podría ser una última opción. Esto sólo aumentaría la presión sobre el ejército norteamericano en general y sería un drenaje de sus recursos.

Con el aumento del número de soldados en Iraq, Bush de nuevo ha ignorado a sus asesores militares además del consejo del Grupo de Iraq, una comisión presidida por James Baker, un antiguo Secretario de Estado. El Grupo de Estudio de Iraq recomendaba unánimemente la retirada de las tropas, no el aumento de las mismas.

The Economist comenta:

“Al decidir redoblar el esfuerzo bélico, Bush ahora se encuentra casi solo. El general John Abizaid, el jefe del Comando Central que supervise la estrategia norteamericana en Iraq y Afganistán, rechazó la idea de una ‘entrada en tropel’ de tropas hace dos meses. Dijo en el Senado que aumentar en 20.000 el nivel de soldados sólo tendría un ‘efecto temporal’ sobre la seguridad y retrasaría el día en que las fuerzas iraquíes podrían tomar el control. Bush siempre ha dicho que haría caso a sus comandantes militares, pero en esta ocasión no siguió su consejo. En su lugar, destituyó al general Abizaid y retomó figuras clave en su equipo iraquí”. (11/1/07).

Aislada la palabra puede ser utilizada para describir al presidente. Se han dicho y escrito muchas palabras sobre George W. Bush. Ha sido descrito como un idiota, un lunático, un gánster y una criatura débil. Todo esto es cierto pero ver la política desde este estrecho punto de vista sería confundir el síntoma de una enfermedad con su verdadera causa. Muchas veces hemos dicho que Bush puede que no sea el presidente más inteligente o competente que EEUU ha tenido nunca, la cuestión es que él es un reflejo de la situación del escenario político en EEUU y, en última instancia, sólo es un representante de la clase dominante norteamericana.

La ignorancia y la estupidez de Bush no es la cuestión fundamental. Todo está en la naturaleza de la bestia llamada capitalismo. Esto es más cierto en una época donde por un lado las grandes potencias necesitaban llevar a cabo una lucha feroz por cada uno de los mercados y esferas de influencia. Por otro lado, la Unión Soviética ya no existe como un gran jugador alternativo en el juego de ajedrez internacional. EEUU no tiene razón aparente para contenerse.
Sin embargo, el hecho de que la naturaleza de la época actual refuerza la arrogancia imperialista no significa que no importe quién dirige a la clase dominante. Bush con su estrechez arrogante es un reflejo acertado de la degeneración de los capitalistas norteamericanos que aparentemente han perdido el regalo que tenían pensado. Pero decir que no importa quién está al frente de la burguesía sería tener una visión mecánica de la historia. Sería lo mismo que decir que no importa qué dirección tiene la clase obrera o que la conciencia de clase no es importante para los trabajadores. La miopía de la clase dominante sin duda juega un papel, como vemos en el actual pantano iraquí.
Pero lo más asombroso, en una situación tan delicada como la actual, es que los norteamericanos han decidido abrir otro frente, en esta ocasión en Somalia. El periódico The Guardian hizo la siguiente observación:

“Dígase lo que se quiera sobre George Bush, pero nadie puede acusarle de seguir a la multitud. Cuando todos desde el electorado norteamericano hasta los jefazos militares, junto con un raro consenso de la opinión mundial, grita al unísono que ‘basta’ ya de la guerra en Iraq, Bush se dirige en la dirección contraria y decide una escalada. Cuando sus jefes del ejército se quejan del exceso desesperado de la guerra contra el terrorismo, abre otro frente. Y eso sólo en esta semana.

“El domingo por la noche el ejército norteamericano lanzó un ataque aéreo, no contra Iraq o Afganistán, sino sobre el sur de Somalia. Algunos informes de la pasada noche dicen que los bombardeos han continuado desde entonces. Si no sabías que Somalia estaba en la lista de enemigos, sino no lo has encontrado, entre Siria, Irán y Coreo del Norte, si le resulta difícil mantenerse al corriente de los enemigos de Washington, no se culpe. Estos días el eje del mal se expande más rápido que la Unión Europea, con un nuevo par de miembros nuevos cada mes de enero”. (10/1/2007).

La burguesía norteamericana lenta pero sostenidamente está destruyendo todos los elementos de la civilización internacionalmente que se habían construido a lo largo de las pasadas décadas y siglos. En Iraq han destruido ciudades enteras con su impresionante capacidad de fuego, asesinando a cientos de miles de víctimas inocentes. La destrucción de Faluya en 2004 sólo fue el principio y las cámaras de tortura de Abu Ghraib sólo fueron un reflejo de la decadencia de un imperio en crisis.

Robert Fisk en su artículo sobre el discurso de Bush citaba a Pat Buchanan, el republicano de derechas del sector más inteligente de la clase dominante norteamericana que en 2003 dijo:

“Pronto lanzaremos una guerra imperial sobre Iraq con toda la bravata ‘sobre Berlín’ con los que los poilus franceses y los tommies británicos marcharon en agosto de 1914. Pero esta invasión no será pan comido como predecían los neoconservadores… Un Islam militante que tiene millones de verdaderos creyentes nunca aceptarán que George Bush dicte el destino del mundo islámico…

“El intento de los pueblos islámicos será de expulsar a los poderes imperiales mediante el terrorismo y la guerra de guerrillas. Echaron a los británicos de Palestina y Adén, a los franceses de Argelia, a los rusos de Afganistán, a los norteamericanos de Somalia y Beirut, a los israelíes del Líbano… Han puesto en marcha el camino hacia el imperio y en la próxima colina nos encontraremos los que llegaron antes”. (Citado en The Independent. 11/1/2007).

La manera en que se está comportando la maquinaria bélica imperialista norteamericana por todo el mundo sólo se puede comparar con los movimientos de un elefante en una cacharrería. Estos “estrategas” miopes, que son en realidad rústicos corrientes que han llegado a un puesto de poder, que están provocando crisis profundas que tendrán efectos desestabilizadores serios en todo el mundo. No han aprendido nada de la historia y, desde su punto de vista de clase, están socavando la relativa estabilidad social del período de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial. Están regresando al capitalismo salvaje del siglo XIX, que también significa empujar inevitablemente la sociedad en dirección de la lucha de clases del siglo XIX. Un sector de la burguesía, por ejemplo el gurú financiero George Soros, que financió una campaña anti-Bush, ve con aflicción cómo la Casa Blanca está provocando revueltas en todo el mundo. El único factor que ralentiza el pleno desarrollo de la lucha de clases es la dirección archi-conservadora de la clase obrera, en los sindicatos y partidos socialdemócratas. Pero cuanto más lo contengan, más vapor se amula. Y EEUU no será una excepción a esto.