rforev.jpg

rforev.jpgComenzamos hoy la publicación en serie del último libro de Alan Woods "Reformismo o revolución; Marxismo y socialismo del siglo XXI" (Respuesta a Heinz Dieterich) Abrimos con el Prefacio del Autor y el Capítulo uno, "Metodología", en la cual es tratado el método anticientífico de Heinz Dieterich.

revolucion_o_contra.gifPrólogo del autor

 

La publicación de la presente obra requiere alguna explicación. Muchos amigos me han preguntado por qué estaba dedicando tanto tiempo a responder a un hombre cuyos libros son leídos por un público limitado, mayormente en universidades de América Latina, y que generalmente no están disponibles en inglés. He de contestar que fui persuadido por las constantes peticiones de mis amigos de Cuba y Venezuela, quienes, después de varios años, estaban ya hartos de las pretensiones teóricas de Heinz Dieterich y me urgían a que le respondiera.

 

Hace ya algunos años que Heinz Dieterich viene afirmando en una ruidosa campaña que ha “inventado” el socialismo del siglo XXI. Esto ha encontrado algún eco entre ciertos círculos de la izquierda en Venezuela y en algún otro país. Como todos sabemos, en Venezuela está teniendo lugar un debate importante sobre la naturaleza del socialismo, inspirado por las declaraciones de Hugo Chávez a favor de éste.

 

Esto es enormemente importante, no sólo para Venezuela, sino para el movimiento obrero internacional en su conjunto. Después del hundimiento de la Unión Soviética, hay un fermento de discusión dentro de la izquierda a escala mundial. El ignominioso fracaso del estalinismo y la contraofensiva ideológica sin precedentes de la burguesía en contra del socialismo ha llevado a algunos a la conclusión de que las “viejas ideas del marxismo” (el socialismo científico) ya no son válidas, y que es necesario inventar algo nuevo y original. Esto es justamente lo que Dieterich afirma haber logrado.

 

Durante la campaña del referéndum de diciembre de 2007 sobre la reforma constitucional, el nombre de Heinz Dieterich empezó, de repente, a adquirir una mayor importancia. Se opuso a la reforma y defendió públicamente al general Baduel, anterior Ministro de Defensa, que se pasó a la oposición e hizo campaña por el NO en el referéndum. Después, Dieterich dijo que apoyaba el SÍ “como un mal menor”.

 

¿Cómo es posible que alguien que ha cultivado una imagen de hombre leal a Chávez y a la revolución bolivariana pudiera comportarse de esa manera? Todo esto conmocionó a muchos que, dentro de la izquierda, habían aceptado sin crítica las audaces pretensiones del profesor Dieterich. A mí, después de haber leído cuidadosamente sus artículos y sus libros durante meses, no me sorprendió en absoluto.

 

No es una casualidad que en un momento decisivo Heinz Dieterich tomara una postura claramente en contra del avance de la revolución hacia el socialismo. Es la conclusión lógica e inevitable a la que conducen todas sus teorías y su peculiar versión del “socialismo del siglo XXI” –un tipo de socialismo que nada tiene que ver con el socialismo, como veremos más adelante–.

 

Del Anti-Dühring al Anti-Dieterich

 

Para preparar mi respuesta, decidí releer el famoso Anti-Dühring, de Engels, en el que éste responde a los argumentos de un hombre que, hace más de un siglo, afirmaba haber desarrollado una teoría nueva y original del socialismo, que dejaría las ideas de Marx (y de todos los demás) obsoletas. Encontré que la similitud entre Dühring y Dieterich era increíble. No sólo en sus ideas, sino inclusive en la forma de expresarlas.

 

Las primeras palabras del prólogo al Anti-Dühring son: “El presente trabajo no es en modo alguno fruto de ningún ‘irresistible impulso interior’. Al contrario”. Como Engels, yo no tenía deseo alguno de escribir el presente libro. Acepté a regañadientes por considerarlo una distracción inoportuna en relación a otras tareas más importantes. Pensé, inocentemente, que podría lidiar con ello de forma rápida. Pero estaba equivocado. Cuanto más me adentraba en esa espesa jungla de prosa enmarañada e ideas enrevesadas, más claro me parecía que sería imposible ofrecer una respuesta breve. Cuanto más escribía, más pensaba en las palabras de Engels en el prólogo del Anti-Dühring:

 

“A pesar de todo ello pasó un año antes de que me decidiera, descuidando otros trabajos, a hincar el diente en esa amarga manzana. Pues era una manzana que había que comerse del todo si se daba el primer bocado. Y la manzana no era sólo amarga, sino también muy voluminosa. La nueva teoría socialista se presentaba como último fruto práctico de un nuevo sistema filosófico. Había, pues, que estudiarla en la conexión de ese sistema y, por tanto, había que estudiar el sistema mismo. Había que seguir al señor Dühring por un extenso territorio en el que trata de todas las cosas posibles y de algunas más”. (Federico Engels. Anti-Dühring. Barcelona. Editorial Grijalbo. 1977. p. 3)

 

Los escritos de Heinz Dieterich son una manzana aún más amarga y voluminosa que la que el viejo Engels hubo de tragarse. Como Herr Dühring, Heinz Dieterich escribe sobre muchas cosas diferentes y, como todo lo mezcla, tuve, por obligación, que seguirle en sus piruetas, giros y vueltas. Parece ser incapaz de escribir sobre economía política sin meter por medio la historia de la filosofía, o de las perspectivas de la revolución boliviana sin especular sobre la naturaleza del universo.

 

La intención del presente libro es, pues, doble: responder a las ideas de Heinz Dieterich y explicar tan claramente como sea posible las ideas clásicas del marxismo, que en todo contradicen a las de Dieterich. Soy consciente de que este hecho puede no facilitar su lectura. Hay algunas citas muy largas, algunas del camarada Dieterich y otras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

 

Si este libro es, por consiguiente, más bien largo, el lector siempre podrá consolarse al pensar que el universo, por el que el camarada Dieterich se pasea con tan envidiable facilidad, es mucho mayor. Esperemos que algún día alguien le explique a Heinz Dieterich que “la brevedad es el alma del ingenio”. Pero hasta que ese día llegue, no tendremos más alternativa que responderle punto por punto, página por página, galaxia por galaxia, milenio por milenio.

 

En el presente libro he intentado examinar las extravagantes afirmaciones del camarada Dieterich, para determinar hasta qué punto éstas son válidas. ¿Es realmente verdad que ha descubierto un concepto del socialismo enteramente nuevo y original? Si fuera cierto, esto tendría implicaciones muy serias para los socialistas de todo el mundo. Tendríamos que reevaluar todas las ideas básicas del marxismo y crear un conjunto de ideas y principios enteramente nuevo.

 

Como autor de este trabajo, tengo el deber de dejar claro al lector desde qué posición me dispongo a realizar mi tarea. Escribo como alguien que durante toda su vida ha defendido el marxismo. Considero que las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky son ahora tan correctas y pertinentes como siempre lo han sido. De hecho, son ahora más necesarias y relevantes que en cualquier otro momento. Naturalmente, si alguien puede convencerme de que posee un cuerpo de ideas superiores al marxismo que hacen de él algo obsoleto, estoy dispuesto a cambiar de opinión. Sin embargo, durante casi 50 años he estudiado cuidadosamente no sólo todas las obras de los grandes escritores marxistas, sino también las de un buen número de sus críticos. Después de haber escuchado muchos argumentos de gente que afirmaba ofrecer una alternativa, no he oído nada que pudiera compararse ni remotamente con la profundidad y riqueza del marxismo. Está aún por aparecer un cuerpo de ideas que se acerque mínimamente a las alturas del marxismo para desplazarlo como herramienta científica para comprender el mundo en el que vivimos.

 

La enorme superioridad del método marxista puede apreciarse en El Manifiesto Comunista, el documento fundacional del socialismo científico. Escrito en 1848 por dos jóvenes revolucionarios, este texto es el libro más moderno que hoy se pueda leer. De hecho, es más relevante hoy que cuando fue escrito. Aquí tenemos una descripción y un análisis perfectos del mundo, no como era entonces, sino tal y como es ahora. ¿De cuántos libros escritos hace más de 150 años se puede decir lo mismo? ¡Ésta es una respuesta decisiva para todos aquellos que argumentan que las ideas marxistas son ideas “viejas”, sin relevancia para el mundo en el que vivimos!

 

¿‘Ideas nuevas’?

 

En relación a las ideas “nuevas y originales” del siglo XXI diré sólo lo siguiente: a pesar del ruido y la fanfarria, entre toda la vasta producción literaria de los Dieterichs de este mundo, hasta el día de hoy, no he leído una sola idea que sea genuinamente nueva. He encontrado muchas nociones viejas y anticuadas que han sido rescatadas del vertedero de la historia, ideas no científicas y utópicas que fueron respondidas hace mucho tiempo por Marx, Engels y Lenin, ideas que pertenecen a la prehistoria del movimiento obrero. Estas ideas viejas y desgastadas del socialismo utópico y premarxista han sido desempolvadas y presentadas como el socialismo del siglo XXI. Aún así, algunas almas cándidas lo han tomado en serio.

 

Toda esta charlatanería sobre “ideas enteramente nuevas y originales” resulta superficialmente atractiva. Después de todo, ¿quién no preferiría un bonito coche nuevo o un ordenador último modelo en lugar del modelo del año pasado? Pero en realidad, la analogía es falsa y contradice nuestra experiencia. Lo nuevo no es necesariamente mejor en todos los casos, tampoco algo por ser viejo es necesariamente malo. Un coche o un ordenador nuevo que no funcionen son peores que unos viejos que sí lo hagan. La rueda es una invención bastante vieja, pero después de miles de años sigue funcionando bastante bien. ¿Qué deberíamos pensar de alguien que nos pide que abandonemos la rueda (porque es vieja) y busquemos una rueda del siglo XXI? ¿Qué tipo de rueda sería ésta? ¿Triangular, quizás cuadrada? Sea cual fuera la forma que tomara, estamos convencidos de que no nos llevaría un solo paso más lejos.

 

Por nuestra parte, no creemos que haya necesidad alguna de reinventar el socialismo, de la misma manera que no necesitamos reinventar la rueda. Por supuesto, será necesario introducir esta o aquella modificación, pero lo extraordinario es los pocos ajustes que tenemos que hacer a las ideas elaboradas por Marx y Engels en el siglo XIX, y desarrolladas y enriquecidas por Lenin y Trotsky en el siglo XX. Quizás tengamos que cambiar algo aquí o allá, pero en lo fundamental, las ideas básicas mantienen todo su vigor y actualidad. Por supuesto, está muy bien debatir las ideas del socialismo, y nosotros participaremos en este debate con el mayor de los entusiasmos. Lo que no está tan bien es que Heinz Dieterich y otros se apropien el derecho a monopolizar cualquier interpretación sobre el socialismo en el siglo XXI. Y lo que es aún peor, como veremos más adelante, es que esta interpretación del “socialismo” resulte ser exactamente lo mismo que el capitalismo.

 

Heinz Dieterich se presenta en la arena internacional como un amigo de la revolución bolivariana. Esto es un punto a su favor. La revolución bolivariana necesita de todos los amigos que pueda conseguir. ¡Dios sabe que tiene enemigos más que suficientes! Pero hay amigos y amigos. En la Biblia, el infortunado Job tenía razones para lamentar el consuelo ofrecido por sus amigos en los momentos de mayor necesidad. No tenemos ninguna duda de que los revolucionarios de Venezuela tendrían mayores razones para lamentarse si aceptasen como buena moneda los consejos generosamente ofrecidos por amigos como Dieterich. Este tipo de amistad nos trae a la mente el viejo dicho:

 

Dios me libre de los amigos, que de los enemigos me libraré yo.

 

Londres, 1 de mayo de 2008

 

CAPÍTULO I

 

Metodología 

 

 

Chávez y Dieterich: dos conceptos diferentes del socialismo

 

En la primera década del siglo XXI, la humanidad se encuentra en una encrucijada. Por una parte, los avances de la ciencia, la tecnología y la industria abren el camino a un futuro deslumbrante de prosperidad, bienestar social y avance cultural sin límites. Por otra, la propia existencia de la raza humana se ve amenazada por la devastación del planeta en nombre de los beneficios. Millones de personas viven en la pobreza al borde de la inanición. En un país tras otro aparecen elementos de barbarie. El futuro del planeta está amenazado por la degradación ecológica global.

 

La caída de la Unión Soviética dio luz verde a una ofensiva ideológica sin precedentes contra las ideas del socialismo. El colapso de las economías planificadas bajo control burocrático del Este se presentó como la prueba definitiva del fracaso del “comunismo” y, por supuesto, de las ideas de Marx. Los defensores del capitalismo vieron en la caída de la Unión Soviética la demostración de que su sistema era el único posible. Soñaron con un Nuevo Orden Mundial basado en la paz y la prosperidad. Se imaginaron que el actual auge económico temporal significaba no sólo un retorno a los días de su juventud sino también a la abolición de todas las crisis, algo que ni siquiera merece ser considerado como un pensamiento serio. Es como el patético autoengaño de una persona decrépita que se niega a mirarse al espejo.

 

Estas ilusiones se hicieron añicos rápidamente. Hoy no queda piedra sobre piedra de los sueños de la burguesía. Por todas partes vemos el despertar de las masas que buscan una salida. Se está abriendo un nuevo periodo. Existe un cuestionamiento creciente del capitalismo y un interés cada vez mayor por las ideas del socialismo y del marxismo. En el próximo periodo, cientos de miles y millones de personas buscarán ansiosamente las ideas que hoy se discuten en pequeños grupos. Ya lo estamos presenciando en América Latina, donde la tendencia revolucionaria ha ido más allá que en ninguna otra parte. La revolución venezolana es la respuesta final a todos aquellos cobardes y apóstatas que dijeron que la revolución y el socialismo ya no estaban en el orden del día.

 

A Lenin le gustaba mucho el proverbio ruso que dice que “la vida enseña”. En una revolución la gente aprende muy deprisa. Esto es cierto en el caso de las masas, pero también de sus dirigentes. Sin duda, Hugo Chávez ha aprendido mucho de su experiencia de la revolución y también ha sacado conclusiones importantes. No es casualidad que Hugo Chávez haya abierto un debate sobre las ideas del socialismo. La revolución bolivariana ha avanzado rápidamente y está yendo más allá de los límites del capitalismo y desafiando la propiedad privada. La vieja sociedad está muriendo y la nueva sociedad lucha por nacer. Y lo que ha sucedido hoy en Venezuela, mañana sucederá en Gran Bretaña, en Rusia, en China y en los propios EEUU.

 

Las declaraciones de Hugo Chávez a favor del socialismo han abierto un debate muy serio en Venezuela donde las ideas del socialismo y del marxismo se discuten con entusiasmo en cada fábrica, en cada pueblo, en cada parada de autobús y en cada mercado. No se trata del típico debate académico de los círculos intelectuales de las universidades. Las masas tienen una actitud seria hacia las ideas, porque de lo que se trata no es de una tesis doctoral, sino de una cuestión de vida o muerte. Lo que esto significa es que el socialismo ha salido del estudio del académico y ha entrado a la luz del día.

 

Desde el punto de vista del marxismo este es un acontecimiento de extrema importancia. El marxismo es una filosofía que lleva a la acción y que es impensable sin acción. En palabras de Marx: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Pero no todo el mundo está contento con esto. Al día siguiente, un auténtico ejército de escribas de “izquierdas” salió corriendo a “corregir” al presidente: “Sí, por supuesto, estamos a favor del socialismo”, dicen. “Pero, ¡cuidado! ¡lo que queremos es sólo socialismo del siglo XXI! La gran ventaja de esta expresión es que nadie sabe lo que significa. Es una botella vacía que cada uno puede llenar con el contenido que quiera. Cuando hablamos de socialismo del siglo XXI, en primer lugar tenemos que establecer: ¿de qué tipo de socialismo estamos hablando?

 

Lo que nos ofrece Dieterich

 

Heinz Dieterich es un profesor alemán que se describe a sí mismo como economista científico y sociólogo. Ha sido profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana de México desde 1977 y es uno de esos académicos que están ansiosos por contarnos lo que Chávez realmente quiere decir, como si el Presidente no fuera capaz de hablar por sí mismo.

 

Hace muchos años Heinz escribió libros defendiendo el marxismo. Pero ahora ha rechazado ya todas esas alocadas ideas revolucionarias y dice haber inventado algo totalmente nuevo y original, que él denomina “socialismo del siglo XXI (o el “Nuevo Proyecto Histórico”). Sobre éste y otros temas ha publicado numerosos libros. Si la calidad de su producción literaria fuera del mismo calibre que la cantidad, la humanidad tendría motivos para regocijarse. Así que, después de considerables dudas, se me convenció para que examinara estas teorías nuevas y originales que prometen nada más y nada menos que la completa liberación de la humanidad en un mundo de paz y abundancia.

 

Por una extraña coincidencia, si uno cree lo que Dieterich escribe en sus libros, lo que Chávez realmente quiere decir coincide exactamente con lo que Dieterich entiende por socialismo del siglo XXI. Esto es bastante lógico, ya que según Heinz éste es el único tipo de socialismo que es posible o deseable, y cualquiera que lo cuestione está destinado a ser arrojado a la oscuridad exterior donde sólo hay llantos y lamentos y rechinar de dientes. En una entrevista publicada en el periódico alemán de izquierdas Junge Welt (17/01/06), Dieterich nos informa: “Yo también aporté la idea de un ‘socialismo del siglo XXI’, junto con algunas otras cosas en las que mis modestas aportaciones teóricas probablemente pueden ayudar positivamente a apoyar el proceso”.

 

Esta humildad nos impresiona sobremanera. Las “modestas aportaciones teóricas” de Heinz “probablemente pueden ayudar” a “apoyar el proceso”. Él ha “aportado” la idea de un socialismo del siglo XXI, es decir, él, y no Chávez, lo ha inventado (“junto a algunas otras cosas”). Y por lo tanto, él, y no Chávez o cualquier otra persona, tiene el derecho divino a decirnos qué es. Nos complacería mucho si alguien pudiera explicarnos en un lenguaje sencillo cómo será la futura sociedad socialista. Nos complacería incluso más si pudieran explicarnos cómo derrocar el capitalismo con el mínimo coste y esfuerzo. Heinz Dieterich nos promete todo esto y más. Por lo tanto, consideramos que es nuestro deber seguirle en este gran viaje de descubrimiento, con la esperanza de encontrar, no sólo una olla llena de oro, como la que se supone que nos espera al final del arco iris, sino el secreto de la felicidad humana, la justicia y la igualdad. Esto sería maravilloso, si fuera verdad.

 

Dieterich y Dühring

 

Los socialistas revolucionarios estamos acostumbrados a los ataques furiosos contra el socialismo y el comunismo, no sólo los de los defensores declarados del capitalismo y el imperialismo, sino también por parte de los reformistas (tanto de los de derechas como de los de izquierdas), y también por parte de los supuestos intelectuales radicales pequeño burgueses, algunos de los cuales tienen ganas de luchar contra el capitalismo, pero no tienen la menor idea de cómo hacerlo. Estas tendencias reformistas antirrevolucionarias siempre han existido. Marx y Engels ya las combatieron en El Manifiesto Comunista, en la sección sobre el socialismo pequeño burgués.

 

Más tarde, ambos encabezaron una feroz lucha ideológica contra los Katheder Sozialisten en Alemania –los “listos” profesores universitarios que pretendían ponerse a la cabeza del movimiento obrero y diluir sus ideas marxistas revolucionarias–. Tales tendencias siempre han jugado el papel más pernicioso en el movimiento obrero. Engels escribió un libro entero, el Anti-Dühring, para rebatir las ideas de Eugene Dühring, un ejemplo típico de los Katheder Sozialisten.

 

Después de un trabajo de demolición de tal calibre uno pensaría que ya se había dicho la última palabra, pero no. Las ideas que defiende Heinz Dieterich son la última expresión del mismo fenómeno que representaban Dühring y los Katheder Sozialisten, de los cuales Heinz Dieterich es el sucesor en línea directa. Dühring se vanagloriaba de haber descubierto un tipo de socialismo totalmente nuevo y original, que dejaba a Marx sin ningún tipo de relevancia. De la misma manera, Dieterich argumenta que su teoría “nueva y original” del “socialismo del siglo XXI” supera al marxismo y todo lo que le ha precedido.

 

La moda actual de buscar nuevas ideas que supuestamente superan a las “viejas ideas desacreditadas” del marxismo, no es en absoluto accidental. La clase obrera no vive aislada de las demás clases y puede caer bajo la influencia de clases e ideologías ajenas. Esto es particularmente cierto en periodos de reacción, después de importantes derrotas históricas, cuando los trabajadores temporalmente caen en la inactividad. Entonces los elementos pequeño burgueses (que, al igual que los pobres, siempre están con nosotros), salen a la superficie, marginando a los obreros a codazo limpio. La voz de los trabajadores queda ahogada por el coro de la gente “inteligente” que ha perdido la voluntad de luchar y están ansiosos por persuadir a los obreros de que la revolución sólo trae lágrimas y desilusiones.

 

Si ya de por si es malo tener que estar constantemente respondiendo a las mentiras y distorsiones de la burguesía, ahora hay un gran número de ex-“comunistas”, que han abandonado abiertamente el marxismo y se han pasado al campo de la burguesía. Muchos de ellos atacan abiertamente las ideas que tan fervientemente defendieron en el pasado. Otros siguen hablando del marxismo, pero, al igual que Bernstein y Kautsky, quieren “revisarlo”, introducir algunas “pequeñas modificaciones”, para “actualizarlo”. Al igual que cualquier otra ciencia, el marxismo admite modificaciones y cambios. El marxismo debe tener en cuenta todos los cambios en la situación objetiva, de lo contrario no sería un método científico sino un dogma sin vida. Pero la dialéctica nos muestra cómo una cierta cantidad de pequeños cambios puede transformar una cosa en su contraria.

 

Lo cierto es que los revisionistas no quieren actualizar el marxismo, sino diluirlo y liquidar todo su contenido revolucionario. Este tipo de gente está moviendo cielos y tierra para levantar una barrera entre las masas y el marxismo, alegando que el marxismo está desfasado y que necesitamos crear un sistema de ideas nuevo y completamente novedoso que, nos aseguran, será el auténtico socialismo del siglo XXI. Sin embargo, cuando lo examinamos detenidamente, vemos que este tipo de ideas ni es nuevo ni es socialista, sino simplemente un refrito de los viejos intentos utópicos de los reformistas de crear un capitalismo con rostro humano.

 

La única intención de este ruidoso coro es desviar la atención de la juventud, causar la máxima confusión y actuar de barrera para impedir que la nueva generación tenga acceso a las ideas del marxismo. Es sólo el reflejo de la campaña de la burguesía contra el socialismo y el comunismo, pero es mucho más peligrosa y dañina, porque es una campaña que se lleva a cabo bajo una falsa bandera. Sus defensores se oponen radicalmente al socialismo y a la revolución, pero no se atreven a admitirlo –probablemente ni siquiera a sí mismos (hasta qué punto se creen realmente las tonterías que escriben es algo que sólo un psicólogo experto podría determinar)–. Disfrazan su reaccionario mensaje antisocialista y antirrevolucionario con una densa capa de fraseología de izquierdas y radical que hace más difícil que la gente lo identifique.

 

Lejos de ser nuevo y original, éste es el método de los utópicos, cada uno de los cuales inventó un plan particular para la salvación de la humanidad y estaba firmemente convencido de que la única razón por la que la humanidad continuaba sufriendo era porque todavía no había tenido acceso a esos planes. Para los utópicos, la lucha de clases no existía. Ellos se dirigían a burgueses ilustrados con peticiones para que aplicaran sus planes utópicos. El papel revolucionario de la clase obrera no entraba en sus cabezas, de la misma manera que no entra en los planes reformistas del camarada Dieterich.

 

A pesar de sus ideas fantásticas, los viejos utópicos eran pensadores brillantes y originales, que hicieron una gran contribución al desarrollo de las ideas del socialismo. Ellos escribían en los albores del capitalismo, cuando la industria se limitaba prácticamente a un solo país –Inglaterra– y el proletariado todavía estaba en su infancia, por lo tanto era natural que no se basaran en la clase obrera. Pero Heinz Dieterich no tiene esa excusa. En la primera década del siglo XXI, el desarrollo del capitalismo ha creado una poderosa clase obrera en todos los países. Hoy en día, no se enciende una bombilla, no gira una rueda, ni suena un teléfono sin el permiso de la clase obrera. Ignorar este poder colosal y tratar de hacer retroceder el reloj dos siglos, descartando el método científico del marxismo por los planes fantásticos y la retórica sentimental de los utópicos, esa es una posición completamente retrógrada y reaccionaria.

 

El método del camarada Dieterich tiene más en común con el racionalismo del siglo XVIII que con la dialéctica marxista. El racionalismo en vísperas de la revolución francesa era una fuerza revolucionaria. Pero el racionalismo en la etapa de decadencia senil del capitalismo, cuando se dirige contra el materialismo dialéctico, sólo puede jugar un papel negativo. Es cierto que Dieterich todavía habla de marxismo y dialéctica, pero su “marxismo” ha sido despojado de toda su esencia revolucionaria, extirpado de su base clasista y del método científico del materialismo dialéctico. En otras palabras, no es marxismo en absoluto.

 

De manera consciente o inconsciente, Heinz Dieterich está dando justificación teórica a todo esto. Bajo la falsa bandera del socialismo del siglo XXI, está realizando una estridente campaña contra el socialismo y la revolución socialista. Está introduciendo confusión en las mentes de los cuadros del movimiento bolivariano que no han tenido el tiempo suficiente o la oportunidad de familiarizarse directamente con las ideas del marxismo. ¿Acaso es consciente de su papel? Esta pregunta no la puedo responder y, en cualquier caso, no tiene la menor importancia. El camino hacia el infierno siempre ha estado empedrado de buenas intenciones.

 

El método de Dieterich

 

El último trabajo de Dieterich sobre el tema es Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI. Este trabajo hace una serie de afirmaciones ambiciosas. Nos ofrece una teoría totalmente nueva del socialismo “que va más allá de la mera crítica al capitalismo global o a las interpretaciones históricas (hermenéuticas) de lo que Marx y Lenin ‘realmente querían decir’.” (Dieterich. Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI, p. xvii.)

 

Dieterich empieza con el loable objetivo de explicar su objetivo, ya que “la psicología básica nos enseña que si no podemos definir el objetivo que pretendemos alcanzar, tampoco vamos a entender bien, si las tendencias de la realidad y los tiempos favorecen el éxito de nuestros empeños o si van en la dirección contraria”. (Ibíd.) Sí, eso es absolutamente cierto. Si nos fijamos el objetivo de viajar hacia el oeste, puede ser útil observar que nuestros pies no nos están llevando hacia el este. Esto es uno de los resultados de un estudio profundo de la psicología básica, que también nos enseña que si decidimos ir hacia arriba, debemos a toda costa evitar la tentación de ir hacia abajo. Pero, continuemos con la definición de nuestro objetivo.

 

No tan rápido, grita el camarada Dieterich, que está decidido a mostrarnos lo difícil que es definir nuestros objetivos, por no hablar de alcanzarlos. Continúa:

 

“Sin la orientación de objetivos concretos y específicos toda praxis humana es difusa y tiende a desanimarse o perder el rumbo ante los obstáculos que aparezcan sobre la marcha”. (Ibíd., p. 4)

 

Si no me marco objetivos concretos y específicos cuando me levanto de la cama por la mañana, como por ejemplo quitarme el pijama y vestirme, lavarme la cara y cepillarme los dientes, y ponerme los zapatos, asegurándome que me he anudado los cordones, puede ser que nunca consiga salir por la puerta de la casa. La praxis humana será difusa y puede tender a desanimarme y perder el rumbo debido a los obstáculos que aparezcan sobre la marcha al salir de mi casa y empezar mis actividades diarias.

 

Si quiero permanecer con vida no es una mala idea acordarme de respirar. Sí, todo esto es perfectamente cierto, y más o menos evidente para la mayoría de los hombres y de las mujeres, que no necesitan que un profesor universitario se lo explique. Pero este profesor tiene un cierto don para afirmar lo que es obvio y lo exhibe con entusiasmo en todos sus escritos. Muestra su erudición usando las palabras y expresiones más complejas, como “hermenéuticas”, amén de una abundancia de palabras alemanas y latinas, que nos hace sentir que estamos aprendiendo algo nuevo y muy profundo.

 

Aprendemos a andar andando”, se nos informa (algo que no sabíamos antes). Pero sólo podemos andar eficazmente “si estamos orientados por una brújula”. (Ibíd.) La brújula que necesitamos para poder andar en la dirección correcta no es otra que las teorías de Heinz Dieterich. Así pues, brújula en mano, nos disponemos ansiosamente a seguir un placentero e instructivo paseo guiado que nos llevará a muchos sitios antes de llegar, sanos y salvos, a la tierra prometida del socialismo del siglo XXI.

 

El camarada Dieterich ahora describe no sólo su objetivo sino también su método. Éste “combina el poderoso método del razonamiento científico con los de la solidaridad y la convivencia pacífica social”. (Ibíd. El subrayado es mío.) Para empezar, observemos que este objetivo podría ser aceptado en principio por cualquier socialdemócrata, reformista, pastor o burgués filantrópico. En segundo lugar, no es nuevo ni original. Es típico de los sueños e ilusiones sentimentales de los socialistas utópicos y burgueses a los que ya Marx y Engels respondieron hace mucho tiempo en El Manifiesto Comunista.

 

Que todos los hombres y mujeres deberían vivir juntos en paz y armonía es el deseo ferviente de prácticamente todo el mundo; que los seres humanos deberían vivir según el principio de solidaridad es por lo menos tan viejo como el Nuevo Testamento (en realidad mucho más viejo). Deberíamos amarnos los unos a los otros y debería haber paz en lugar de guerra. ¡Amén! Pero ya en el Antiguo Testamento (Jeremías, 6:14) tenemos una respuesta adecuada a todos los filisteos sentimentalistas que dicen Paz, paz, y No hay paz.

 

Se nos invita a llegar a la conclusión de que todas las guerras, terrorismo, hambre, explotación y opresión son el resultado de un pequeño malentendido. Todo lo que necesitamos es informar a la raza humana de que todos debemos vivir en paz, armonía y solidaridad, y que esto se puede conseguir siguiendo unas cuantas sugerencias sencillas que el camarada Dieterich ha inventado y que ahora ofrece a la raza humana en el cómodo formato de un libro de tapas blandas de poco más de 200 páginas. En este fino volumen, como hemos dicho, Heinz Dieterich escribe sobre todas las cosas bajo el sol y algunas otras también. ¿Cuál es el objetivo de todo esto? La intención es llenar al lector inocente de un sentimiento de admiración y sobrecogimiento. Nos recuerda las palabras del poeta inglés del siglo XVIII Oliver Goldsmith que, en La Aldea Desierta, describe cómo los campesinos ignorantes escuchan maravillados al maestro de la aldea:

 

También en la argumentación, el maestro talento tenía,

Pues, aún vencido, argumentar podía;

Las palabras largas y eruditas y de sonido atronador

Maravillaban a los rústicos congregados a su alrededor;

Y seguían asombrados, y la admiración crecía,

De que una cabeza tan pequeña pudiera contener tanta sabiduría”.

 

Sería bueno saber qué es lo que el camarada Dieterich realmente quiere decir. Esto no es siempre fácil, ya que utiliza un vocabulario desconocido para otros mortales. Los libros de Heinz Dieterich son tan oscuros porque en ellos la confusión se añade a la confusión, y para disimular toda esta confusión, recurre a un lenguaje desconcertante e incomprensible, que se supone que debe crear la impresión de una profundidad de pensamiento que sobrepasa la comprensión.

 

Los escritos de Marx y Engels son tan claros porque tienen un mensaje socialista claro. Marx y Engels escribieron en un lenguaje maravillosamente simple porque estaban escribiendo para los obreros, y cualquier obrero de inteligencia media puede entender sus escritos. Esto no es una casualidad. Un buen escritor es aquel que sabe cómo convertir ideas complejas en simples, mientras que un mal escritor sólo sabe cómo convertir ideas simples en complicadas. A Heinz Dieterich se le puede acusar de muchas cosas, pero nadie le podría acusar de ser un buen escritor. El motivo por el que estos libros son tan difíciles de leer no es porque tengan un contenido profundo, sino justamente por lo contrario. Aquí, la falta absoluta de contenido se ve generosamente compensada por una riqueza de lenguaje complicado, vocabulario poco claro y un auténtico laberinto de enredada sintaxis. Sobre este tipo de cosas el viejo Hegel comentó en una ocasión: “De la misma manera que hay una anchura que está vacía, también hay una profundidad que está vacía”. Estas palabras expresan todo lo que es necesario decir sobre el tema.

 

Cómo Heinz ‘interpreta’ a Chávez

 

Después de hacer algunas referencias elogiosas a Chávez, Dieterich se ha colocado a sí mismo –y a sus teorías– firmemente en el centro del escenario. Heinz no pierde tiempo en presentar su primera lista, que se saca del bolsillo con la misma habilidad que un ama de casa se saca la lista de la compra en el mercado. Se nos informa que la evolución humana se puede reducir a “tres complejas dimensiones estratégicas”. ¿Por qué tres y no treinta y tres? No lo sabemos. ¿Por qué el camarada Dieterich excluye de su estrategia compleja la genética, la economía, la religión, la filosofía, la política y otras dimensiones de la evolución humana? Es un completo misterio. Es una afirmación arbitraria, como todas las demás afirmaciones arbitrarias que llenan este libro.

 

Uno se da cuenta rápidamente de que Heinz está obsesionado con las iniciales. Empezamos con el NPH (Nuevo Proyecto Histórico), en oposición al viejo PH. Después conocemos los SDC (Sistemas Dinámicos Complejos) y sus primos, los SDCH (Sistemas Dinámicos Complejos Humanos) o SAH (Sistemas Adaptivos Humanos), seguidos por el BRP (Bloque Regional de Poder), el EG (Estado Global), el CPNR (Capitalismo Proteccionista Nacional Regional), las CTN (Corporaciones Trans Nacionales), los CIPC (Complejos de Investigación-Producción-Comercialización) [¡éste me gusta especialmente!], los ZD (Zonas de Dirección) y muchos, muchos más.

 

Este método, como el lenguaje incomprensible que habitualmente utiliza, sirve para confundir al lector hasta el punto que éste olvida de qué está escribiendo el camarada Dieterich. Al mismo tiempo, intenta dar a ideas ininteligibles la falsa apariencia de autoridad y rigor científico. De pronto las ideas más alocadas parecen tan respetables como UNICEF, H2O, o e=mc2. Todo lo que nos falta son las AAA (Aberraciones Abstrusas y Abstractas) y las TIA (Tonterías de Intelectuales Académicos). Pero permitamos al camarada Dieterich continuar con su labor de interpretación:

 

“Lo que el Presidente Hugo Chávez y los marginados de la humanidad buscan y necesitan, no es una nueva crítica (negación) a la mala realidad creada por el capital, sino la alternativa viable de una nueva civilización más humana, es decir una alternativa antisistémica y anticapitalista”. (http://rebelion.org/docs/55395.pdf)

 

Llegados a este punto, el camarada Dieterich se coloca en el lugar que ha aspirado a ocupar desde el principio: el de intérprete oficial de los pensamientos más recónditos del presidente Chávez. Debido a que, al parecer, el Presidente no es capaz de expresar sus pensamientos de manera suficientemente clara, Heinz, muy gentilmente, ofrece sus servicios para explicar estos pensamientos a toda la humanidad. No vemos por qué el presidente Chávez necesite un intérprete. Pero nada de esto importa a Heinz que, como veremos, frecuentemente “interpreta” las ideas del Presidente de una manera que las contradice directamente.

 

Antes de que consideremos la embrollada interpretación socialdemócrata reformista de Dieterich, admiremos una vez más la belleza de su estilo literario. ¿Qué significa “una alternativa antisistémica y anticapitalista”? La palabra antisistémica (como tantas otras del lenguaje catedrático de Dieterich) no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española. Si tiene algún sentido, es éste: en contra de todos los sistemas en general. Pero ya que sólo se puede reemplazar un sistema por otro (esperemos que mejor), por lo menos en el planeta tierra, la caracterización de Heinz de su “alternativa viable de una nueva civilización más humana”, nos deja desconcertados. Evidentemente, no es Hugo Chávez sino Heinz Dieterich quien necesita urgentemente un intérprete.

 

Si con esto quiere decir que el socialismo (que por lo que sabemos, es la única alternativa viable de una nueva civilización más humana) sólo se puede conseguir mediante la abolición revolucionaria del sistema capitalista, entonces debería de decirlo claramente. Sin embargo, Heinz prefiere tejer una interminable telaraña de confusión con frases ambiguas en lugar de decir claramente que la única alternativa ante la humanidad es socialismo o barbarie. El motivo de esta ambigüedad quedará más claro a medida que avancemos con paso firme por esta masa de palabras, cortando la prosa espesa e impenetrable del camarada Dieterich, comparado con lo cual, abrirse camino entre la espesa y rica vegetación de una selva tropical es un juego de niños.

 

Cuando se ataca a una sepia, ésta lanza a chorros una nube de tinta. Nuestro Heinz lanza a chorros una cantidad de tinta suficiente como para llenar varias veces el Mar Caribe. Cree que cuando estemos rodeados de una cantidad suficiente de esta sustancia negra, nos perderemos en la oscuridad y no podremos detectar el contenido real de su argumento, que es éste: que en el siglo XXI es imposible llevar a cabo una revolución socialista y que, por lo tanto, todo hombre, mujer y sepia sensatos, tienen que reconciliarse con el capitalismo y la propiedad privada lo mejor que puedan.

 

Tenemos curiosidad por ver cómo Heinz Dieterich pretende compatibilizar este mensaje con el marxismo y el socialismo. Por lo tanto, debemos armarnos de paciencia y hacer un esfuerzo decidido por comprender su significado, a pesar de todos los obstáculos que Heinz coloca en nuestro camino. Después de todo, un libro que promete tanto debe merecer el pequeño esfuerzo que se haga por leerlo. Y al final, esperamos con expectación que nos ilumine acerca del carácter de esta teoría maravillosa y original del socialismo, la sociedad humana, la historia, la cultura, la economía política, la ciencia y la ética que el camarada Dieterich nos promete.

 

Dieterich y la lucha de clases

 

“Publicar este libro con el título El Socialismo del Siglo XXI, a poco más de una década de la caída del muro de Berlín, no es, por lo tanto, un acto utópico o de nostalgia. No hay frivolidad ni utopismo ni falta de memoria histórica en su creación. Son los propios tiempos de la evolución social que marcan su aparición”. (Dieterich, El Socialismo del Siglo XXI, p 25.)

 

Con estas palabras portentosas, el autor anuncia la publicación de su libro. Nos asegura que su trabajo no es ni “utópico” ni “frívolo”, sino el producto inevitable de la historia. Varios miles de años después de que Moisés bajara del Monte Sinaí con sus tablas de piedra bajo el brazo, el camarada Dieterich nos entrega su libro que, nos asegura, está destinado a jugar precisamente ese mismo papel para los ciudadanos del siglo XXI. Nos promete mucho: la reorganización del mundo sobre la base de la paz, la justicia y la democracia participativa. En pocas palabras, ha descubierto la fórmula mágica que la pobre y sufrida humanidad ha estado esperando 10.000 años. Veremos cuánto cumple.

 

“Abrumado por la angustia existencial y cotidiana de su reproducción precaria, sin trascendencia espiritual más allá del consumismo trivializador, el enajenado sujeto no puede remediar su situación dentro de la sociedad burguesa, sino solo en un tipo de convivencia cualitativamente diferente [¡!], como es la democracia participativa”. (Ibíd.)

 

Como corresponde a un Moisés del socialismo del siglo XXI, Heinz Dieterich adopta una pose profética utilizando un lenguaje que haría estremecer incluso a Jean-Paul Sartre. Aquí dejamos atrás el mundo de la política y entramos en el delirio idealista pseudo-psicoanalítico del existencialismo. En lugar de la lucha de clases proletaria, aquí tenemos el “temor y temblor” de un Kierkegaard, en otras palabras, la ansiedad del pequeño burgués que siente cómo el mundo tiembla bajo sus pies y no sabe a dónde agarrarse para no perder el equilibrio.

 

En lugar del materialismo histórico de Carlos Marx, tenemos una regresión sin sentido al “sujeto enajenado” de Hegel. En el terreno de la economía política Dieterich trata de llevarnos de vuelta a las doctrinas anticuadas y premarxistas de los socialistas utópicos. De la misma manera, en el terreno de la filosofía trata de llevarnos de vuelta al mundo mistificado del idealismo hegeliano. La diferencia es que en los escritos de Hegel, la terminología idealista y oscura sirve para esconder una gran profundidad y riqueza de contenido, mientras que en los escritos de Dieterich, el oscuro modo de expresión sirve para encubrir una completa ausencia de contenido.

 

En todos sus escritos no hay ni un solo átomo de contenido revolucionario de clase. No es por casualidad que el camarada Dieterich evita hacer ninguna declaración clara sobre el programa socialista. En lugar de eso, se refiere a los objetivos de la “paz, democracia real y justicia social”. (Ibíd., p. 24.) Estos objetivos loables los comparten el Papa de Roma, los cuáqueros, la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, el Consejo de Seguridad de la ONU, todos los vegetarianos y las ancianitas de familias respetables. La clase dominante ni siquiera levantaría una ceja ante semejante programa.

 

El camarada Dieterich nunca se aproxima a la lucha de clases desde un punto de vista marxista. En el documento Socialismo del Siglo XXI en Preguntas y Respuestas, publicado en www.rebelion.org dice: “¿Y porqué las clases sociales luchan?”. Y responde: “La respuesta es que las clases sociales, por ejemplo, obreros, trabajadores, campesinos, profesionales, pequeños y grandes empresarios, luchan por la riqueza social, es decir, el plusproducto o excedente económico que genera la sociedad. Lamentablemente, esta lucha es comparable a una lucha en una jauría de perros por una presa que no alcanza para todos. Los más fuertes se quedan con la presa y marginan o excluyen a los demás”.

 

Hablar de la lucha de clases como una lucha de perros nos dice mucho del punto de vista del autor. No es el punto de vista del marxismo, sino el de un pequeño burgués sentimental que se lamenta del hecho de que ricos y pobres no puedan vivir juntos en paz y armonía, en lugar de luchar entre ellos “como animales”. En vez de llegar a un acuerdo amistoso para compartir la presa, “los más fuertes se quedan con la presa y marginan o excluyen a los demás”. La respuesta es obvia: los más fuertes deben compartir con los más débiles en nombre de la justicia social: el león debe yacer con el cordero. ¡Pero este sermón ya lo conocemos!

 

Todos estos amaños y alborotos, simplemente, irritan al lector, que se ve obligado a vadear por páginas y más páginas de palabrería abstracta, con la vana esperanza de encontrar alguna idea coherente al final. Heinz nos informa que en el pasado los partidos obreros “configuraron su proyecto histórico también en torno a cuatro elementos constitutivos: la economía no-mercantil, basada en el valor de uso; la democracia real participativa; el Estado democrático y el sujeto racional-ético autodeterminado”. (Dieterich, El Socialismo del Siglo XXI, p. 24.)

 

A pesar de lo que dice, uno buscará en vano en los programas de todos los partidos obreros del mundo y no encontrará tales profundidades, que son totalmente características de la versión de Dieterich del socialismo del siglo XXI. En todos sus libros y artículos Dieterich se refiere constantemente a “las mayorías”, un término misterioso que nunca define, de manera que nadie sabe lo que significa realmente. Este término no sólo carece de contenido concreto de clase, sino que también desafía las leyes de la lógica formal. Aunque sí es posible hablar de minorías en plural, por definición no puede haber más que una mayoría, no dos. A lo sumo, uno podría hablar de la mayoría (explotada) de la humanidad, en oposición a la minoría de explotadores.

 

Este ejemplo nos muestra cómo, además de entender completamente la cosmología relativista, nuestro Heinz también tiene un conocimiento profundo de las matemáticas. Tomemos el ejemplo de un círculo dividido en dos sectores. El sector “mayoritario” más pequeño posible (en números enteros) sería uno de 181 grados. Este es el sector A-B. Añadamos otro sector mayoritario C-D, que sea también de 181 grados. Ahora tenemos un círculo de 362 grados, que por lo menos en el planeta Tierra, es matemáticamente imposible. Pero en el socialismo del siglo XXI, como veremos enseguida, todo es posible.

 

Mariposas y gusanos

 

Con florido sonido de trompetas, el camarada Dieterich anuncia ahora su propósito, nada más y nada menos que “…de crear una teoría científica-ética-estética de la transformación social postcapitalista en el siglo XXI”. (Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI, http://rebelion.org/docs/55395.pdf)

 

Esto es realmente excelente. Tendremos una teoría enteramente nueva y original, que no sólo será la llave que abrirá todas las puertas en las esferas científica, ética y estética (es decir, en casi todos los ámbitos), sino que también sentará las bases para “la transformación social postcapitalista en el siglo XXI”. Esta extraordinaria nueva teoría ha sido elaborada “porque la nueva civilización de la democracia participativa será cualitativamente diferente al capitalismo actual, de hecho, tan diferente como, por ejemplo, una mariposa de un gusano”. (Ibíd.)

 

En caso de que alguien no sepa la diferencia entre una mariposa y un gusano, el camarada Dieterich comienza inmediatamente a ilustrarnos en este asunto: “Pese a que la mariposa y el gusano comparten un mismo genoma (nacen de las mismas ‘raíces’), evolucionan hacia sistemas de vida cualitativamente diferentes”. (Ibíd.)

 

Habiéndonos revelado esta importante verdad, nuestro erudito amigo procede a explicar (en caso de que no lo supiéramos) en qué consisten estas formas de vida cualitativamente diferentes: “Mientras uno se arrastra por la tierra, el otro vuela por los aires”. (Ibíd.)

 

El lector no puede sino sentir admiración ante una reflexión tan original, que nos informa de que los gusanos se arrastran por el suelo, mientras que las mariposas tienden a volar. Tal profundidad de pensamiento es típica de esas nuevas y originales ideas de la Escuela del Socialismo del Siglo XXI. Y en caso de que nos preguntemos qué tiene todo esto que ver con la materia bajo escrutinio, nuestro amigo Heinz da inmediatamente descanso a nuestras inquietas almas. “Es decir, de los mismos orígenes pueden evolucionar sistemas de vida totalmente diferentes. Y este es el caso del capitalismo y de la democracia participativa”. (Ibíd.)

 

De hecho, no sólo los gusanos comparten el mismo genoma con las mariposas, también lo hace Heinz Dieterich y, hasta cierto punto, todos los organismos vivos. Sin embargo, esto no significa que Heinz puede convertirse en mariposa, por mucho que lo intente. Tampoco es posible que el socialismo (o la “democracia participativa”) evolucione de una democracia burguesa formal. La analogía es completamente incorrecta y engañosa. Como es habitual en sus escritos, todo aparece desesperadamente mezclado. Como una colorida mariposa que revolotea de flor en flor, sin posarse jamás en ninguna de ellas, nuestro Heinz revolotea de una idea a otra, sin ofrecernos jamás una posición o unos principios claramente definidos. Toma una o dos frases de Marx, añade un poco de Keynes, echa al azar una cita de Montesquieu, rebusca entre las sobras de Sócrates, Platón y Hobbes y, finalmente, se aleja aleteando en dirección a las tierras del postmodernismo. En simple castellano a esto se le llama eclecticismo.

 

Engels, en su polémica con Dühring (antepasado espiritual de Dieterich), se refería a los escritos de aquel como a “una sopa boba de eclecticismo”. Pero, comparados con los libros de Dieterich, los escritos de Dühring eran una mina de oro de sabiduría. El eclecticismo siempre ha sido popular en las universidades, y nunca más que en estos momentos. El nivel de la vida intelectual en la actualidad es incluso más pobre de lo que lo fue en el pasado –al menos en las ciencias sociales–. La mayoría de la filosofía burguesa moderna no merece siquiera la pena ser leída. El sinsentido posmodernista (que ha dejado su marca indeleble en el pensamiento de Dieterich) refleja la desesperación de los intelectuales burgueses en el periodo de decadencia senil del capitalismo.

 

Con la mayor de las desganas, estamos obligados a seguir a esta mariposa a lo largo de su azaroso revoloteo, esperando pacientemente a que alguna idea coherente se desprenda de ella. Al final, nuestra paciencia es recompensada. Finalmente, nuestra mariposa se posa en lo que parece ser un pensamiento concreto: “Pero, si el animal da el salto cualitativo por medio de su predeterminación biológica, ¿qué es lo que generará el nuevo estado social en la humanidad? [sic] La respuesta es evidente: [¿de veras?] la praxis consciente del ser humano. Tal como el gusano desarrolla en su ciclo de vida las condiciones objetivas para el despegue de la mariposa, la sociedad capitalista genera las condiciones objetivas para el despegue de la sociedad humana hacia el socialismo de la nueva Era”. (Ibíd.)

 

No es siempre fácil interpretar los pensamientos de Heinz Dieterich, muy a menudo ni él mismo parece entenderlos. Pero hagamos un intento de traducir este idioma de mariposas a un lenguaje inteligible. Lo que parece que intenta decir es simplemente esto: el capitalismo está plagado de contradicciones internas y, por tanto, crea las condiciones objetivas para su derrocamiento. Dicho de esta forma, es inmediatamente comprensible y correcto. ¿Pero acaso es realmente nuevo y original? Ya veremos.

 

Lo que Dieterich representa

 

En una entrevista con Cristina Marcano, publicada en Rebelión el 2 de Enero de 2007 con el título En Venezuela se han creado las condiciones para construir el Socialismo del Siglo XXI, Dieterich fue preguntado si él había inventado el concepto de “Socialismo del Siglo XXI”. Con su habitual modestia, respondió: “Sí. Lo elaboré a partir de 1996. Fue publicado junto con la teoría correspondiente en forma de libro, a partir del 2000 en México, Ecuador, Argentina, Centroamérica, Brasil, Venezuela y, fuera de América Latina, en España, Alemania, la República Popular de China, Rusia y Turquía. Desde el 2001 ha sido asimilado en todo el mundo. Presidentes como Hugo Chávez y Rafael Correa lo utilizan constantemente, al igual que movimientos obreros, campesinos, intelectuales y partidos políticos”.

 

Ahora bien, con todo el respeto debido a Heinz, hay más de una persona en el mundo que defiende el socialismo, no sólo como concepto sino como una proposición práctica y una necesidad para la raza humana. Y, ya que durante los últimos años todos hemos estado viviendo en el siglo XXI, hay más de una o dos personas que son socialistas del siglo XXI. Éstos no requirieron la ayuda de Heinz Dieterich para inventarlo. Pero, con o sin nuestro permiso, él lo ha inventado de todas maneras. ¿Qué es exactamente lo que ha inventado? Así continúa: “Junto con la teoría del socialismo del siglo XXI avancé la teoría de la transición latinoamericana que se plasmó en conceptos clave como el Bloque Regional de Poder (BRP), también ya de uso generalizado en América Latina. En cambio, el concepto Bloque Regional de Poder Popular (BRPP) fue propuesto por un amigo venezolano, Douglas Pérez, en una reunión de trabajo hace tres meses”. (Ibíd.)

 

Que este “concepto” fuera discutido en una reunión de trabajo es altamente apropiado, ya que, como veremos, todos los conceptos de Heinz Dieterich tienen un carácter exclusivamente burgués y no desafían al capitalismo en sentido, forma o modo alguno. Cuando se le pide que explique brevemente en qué consiste este nuevo socialismo, Heinz dice: “Dicho en una frase: [Un socialismo en el] que las mayorías tengan el mayor grado de decisión históricamente posible en las instituciones económicas, políticas, culturales y militares, que rigen su vida”. (Ibíd.)

 

Esta es una intención loable. Pero preguntémonos en qué consiste este “mayor grado de decisión históricamente posible”. En un régimen burgués formalmente democrático, se permite a los ciudadanos que participen en el proceso de toma de decisiones poniendo una cruz sobre un trozo de papel cada cuatro o cinco años. Pero las decisiones reales no se toman en un parlamento burgués o en un gabinete ministerial, sino en las juntas directivas de los grandes bancos y monopolios, que ejercen un poder absoluto sobre la vida económica de la nación. A menos que este poder sea roto, todo lo que sea hablar de poder de decisión es sólo un parloteo vacío.

 

¿Propone el modelo de Dieterich alguna medida para romper el poder de los terratenientes, banqueros y capitalistas? No, no lo hace. Cuando se le pregunta qué paso decisivo debería tomar el presidente Chávez, primero nos dice enfáticamente qué es lo que no debería hacer: no debería tocar la propiedad privada. “No es la estatización generalizada de la propiedad privada, porque no resuelve el problema cibernético del mercado. No lo hizo en el pasado y no lo haría hoy. El socialismo hoy día es esencialmente un problema de complejidad informática”. (Ibíd.)

 

Más tarde volveremos sobre la idea de que el socialismo es “esencialmente un problema de complejidad informática” y “el problema cibernético del mercado”. Por el momento, tomaremos nota del hecho de que el inventor del socialismo del siglo XXI se opone a la nacionalización de la propiedad de la oligarquía (la inclusión del término “generalizada” no es más que una hoja de parra para ocultar este hecho). Hasta ahora hemos aprendido qué es lo que Chávez no debería hacer. ¿Pero qué es lo que debería estar haciendo? Permitamos a Heinz expresarse en su propia jerga:

 

“De ahí, que el paso trascendental consiste en establecer una contabilidad socialista (valor) al lado de la contabilidad capitalista (precio), en el Estado, en PDVSA-CVG, y en las cooperativas, a fin de construir un circuito económico productivo y de circulación paralelo al de la economía de mercado capitalista. La economía de las entidades estatales y sociales puede desplazarse paso a paso hacia la economía de valor y ganándole terreno al circuito de reproducción capitalista, hasta desplazarlo en el futuro. Dado que las escalas de valorización por precios, valores y también volúmenes, son comensurables, no hay rupturas en los intercambios económicos que podrían causarle un problema político al gobierno. En todo esto juegan un papel importante el Estado y las mayorías, pero ambas están hoy día mayoritariamente con el proyecto del Presidente”. (Ibíd.)

 

En primer lugar, ¿es realmente cierto que el Estado en Venezuela está “mayoritariamente” con el Presidente? Chávez ha manifestado en numerosas ocasiones que se enfrenta a la oposición sistemática y al sabotaje de la burocracia que ocupa lugares clave dentro del Estado. Se ha referido a ésta como la burocracia contrarrevolucionaria que sobrevive de la IV República y también una nueva burocracia –gente que viste camisetas rojas y que se declara chavista–, pero que son, de hecho, la Quinta Columna de la contrarrevolución. ¿Por qué el camarada Dieterich no menciona esto? ¿Por qué ignora este hecho, que es conocido no sólo por el presidente Chávez, sino por todo obrero y campesino venezolano? ¿Acaso no puede ver lo que es evidente? O no lo ve, en cuyo caso está completamente ciego, o lo ve pero prefiere no mencionarlo, minimizarlo y tratar de ocultarlo. El primer caso indicaría estupidez extrema y frivolidad. El segundo sería un crimen contra la revolución.

 

Cualquier persona que piense con claridad sabe que el problema del poder del Estado es el problema central de la revolución, y también que este problema no ha sido resuelto todavía. La Revolución Bolivariana nunca triunfará a menos que se arme con una buena escoba para barrer toda la basura, la corrupción y el arribismo, todos los nidos de la contrarrevolución que han encontrado refugio en el Estado y están royendo las entrañas de la revolución y socavándola desde dentro. Esto significa una lucha feroz contra la burocracia y la contrarrevolución, que se resistirá con todos los medios a su alcance. Esto sólo se podrá lograr con la movilización revolucionaria de las masas. El Estado jamás se purgará a sí mismo.

 

La historia muestra que las fuerzas del viejo orden social se resistirán al cambio y que esta resistencia debe ser superada por medios revolucionarios. ¿Qué dice el camarada Dieterich sobre todo esto? La gran revolución propuesta por Heinz Dieterich, el paso trascendental, es una cuestión de contabilidad. Es una revolución que podemos llevar a cabo sin quitarnos las zapatillas de andar por casa. Es el tipo de revolución que ni rompe ventanas, ni ofende ni causa problemas a nadie. No perturba el sistema nervioso de nadie, ni causa úlceras pépticas. Puede realizarse durante la noche, para no perturbar el sueño de los ciudadanos respetables. Resumiendo, es el tipo de revolución con la que toda persona en sus cabales sueña. ¡Uno se pregunta por qué nadie ha pensado en ello antes!

 

¿Por qué tal revolución no ha de molestar a nadie? Por la sencilla razón de que no supone cambio alguno en absoluto, es sencillamente una continuación del statu quo. De lo que estamos hablando es de una economía mixta: la típica idea de reformistas y socialdemócratas. Aquí, por una vez, Heinz es excepcionalmente franco e inequívoco: “La economía de las entidades estatales y sociales puede desplazarse paso a paso hacia la economía de valor y ganándole terreno al circuito de reproducción capitalista, hasta desplazarlo en el futuro”. (Ver: En Venezuela se han creado condiciones para construir el Socialismo del Siglo XXI, en Rebelión, 2/1/07.) Esta idea no es nueva. Ha sido lanzada una y otra vez por todo reformista y revisionista desde Bernstein. La idea es que el sector estatal coexista con el sector privado y, lenta, gradual y pacíficamente, el primero desplace al segundo, hasta que finalmente, el capitalismo desaparezca sin que nadie se dé cuenta.

 

Todo reformista ha soñado con ir paso a paso hacia el socialismo, con una transformación social pacífica, sin choques, sacudidas o disgustos, al igual que todo vegetariano sueña con un mundo en el que los tigres coman lechuga. Pero tales ejemplos en la historia de la humanidad son aún más raros que tigres vegetarianos en la naturaleza. Por supuesto, nada nos impide desarrollar tales “conceptos” –al igual que nada nos impide caer en un dulce sopor después de una copiosa comida–. Heinz Dieterich hace hincapié en que la transición del capitalismo al socialismo será gradual. En cierto sentido esto es verdad. No es posible saltar directamente del capitalismo al socialismo. Pero antes de que podamos dar un paso hacia el socialismo es necesario llevar a cabo una ruptura decisiva con el capitalismo. Es necesario expropiar a los terratenientes, banqueros y capitalistas. Y eso es lo que él se niega a aceptar. Heinz se extiende sobre su idea de un “circuito paralelo de la economía del valor”, en castellano simple, una economía mixta. “Generar este circuito paralelo de la economía de valor sería relativamente fácil, porque los valores existen en forma subyacente en la actual contabilidad capitalista. De tal manera, que con el desarrollo de un software respectivo sería muy fácil establecer este circuito económico socialista al lado del capitalista. Sin este paso a la economía de equivalencia, no hay posibilidad de tener una economía socialista”. (Ibíd.)

 

Más tarde veremos que, lejos de ser fácil, calcular la cantidad exacta de trabajo socialmente necesario dentro de una mercancía es una tarea prácticamente imposible, y en cualquier caso, algo totalmente innecesario para una economía socialista, lo que es exactamente lo opuesto a lo que nuestro Heinz mantiene. Y en qué sentido la presencia de la llamada contabilidad socialista desplazaría a la contabilidad capitalita (en precios) sólo Dios y Heinz Dieterich lo saben.

 

¿Cuál sería el paso decisivo que el presidente Chávez tendría que tomar para llegar al socialismo del siglo XXI en Venezuela? Así responde el camarada Dieterich a cuestión tan pertinente: “Son dos: 1. reemplazar gradualmente el principio regulador de la economía de mercado, el precio, por el principio regulador de la economía socialista, el valor, entendido este como los insumos de tiempo (time inputs) necesarios para la generación de un producto; 2. avanzar la participación económica de ciudadanos y trabajadores en tres niveles: 1. en lo macroeconómico (p.e., el presupuesto nacional); 2. en lo mesoeconómico (municipio) y, 3. en lo microeconómico (empresa)”. (Ibíd.)

 

Lidiaremos en otra sección con las teorías económicas del socialismo del siglo XXI. Por el momento, señalamos meramente que;

 

1)      Heinz Dieterich se opone a la nacionalización y está a favor de una economía mixta – es decir, capitalismo.

2)      Se opone a la revolución y está a favor del gradualismo (es decir, reforma gradual)

3) Esto no tiene nada que ver con Marxismo o socialismo revolucionario. Es meramente el viejo reformismo recalentado y servido como la última novedad en el menú del día.

 

Reformismo en América Latina

 

El reformismo tiene una base material. Prosperó en países como Suecia y el Reino Unido durante el largo periodo de crecimiento económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Este crecimiento permitió a la burguesía ofrecer importantes concesiones a la clase obrera, utilizando políticas económicas keynesianas. Durante algunas décadas, la lucha de clases en Europa se suavizó. Pero este periodo fue interrumpido por la recesión de 1973-74. Durante los últimos 30 años, los gobiernos reformistas en Europa han llevado a cabo un programa de contrarreformas, recortes y ataques a los niveles de vida. En un capítulo posterior explicaremos las razones de esto. Valga por ahora decir que incluso en los países “ricos”, como los Estados Unidos y los que forman Europa Occidental, bajo las condiciones actuales, el reformismo y el keynesianismo están en crisis.

 

Las cosas están aún más claras en América Latina. Aquí la crisis es demasiado profunda; las condiciones de la masas, demasiado desesperadas, como para permitir soluciones a medias. La existencia de altos décifits no permite la aplicación de esas recetas keynesianas que el camarada Dieterich considera como el remedio infalible contra todo mal. De hecho, el intento de seguir tales políticas en las décadas de 1960 y 1970 fue precisamente la causa de los déficits enormes y de la hiperinflación, que tuvieron unos efectos tan catastróficos. Más adelante trataremos esta cuestión. Por ahora, es suficiente con señalar el hecho evidente de que la debilidad histórica del reformismo y la socialdemocracia en América Latina es el resultado de la extrema debilidad del capitalismo latinoamericano y la imposibilidad de resolver los más acuciantes problemas de los obreros y los campesinos sobre una base capitalista.

 

Recientemente ha habido algunos intentos de infundir un soplo de vida al reformismo y “la tercera vía” en América latina. No es casualidad. Los estrategas del capitalismo han comprendido el peligro del movimiento revolucionario en América Latina. Comprenden el peligro mortal que supone la revolución venezolana y temen (con razón) que pueda extenderse a lo largo y a lo ancho del continente. En el pasado ya habrían mandado a los marines. Pero esto ya no es tan fácil. De modo que tienen que echar mano de otros medios para detener la revolución y desviarla por canales más seguros para ellos. Aquí, los reformistas de diferentes tendencias pueden jugar un papel muy importante como segunda línea de defensa del capitalismo.

 

Un intento de promover el reformismo en América Latina fue el Foro Internacional de Porto Alegre, en Brasil, al que Heinz Dieterich toma como su punto de partida. Éste incluía grupos y movimientos tan heterogéneos como los zapatistas mexicanos, los colombianos de las FARC y el ELN, ATTAC y Le Monde Diplomatique, el Partido de los Trabajadores de Brasil, bolivarianos venezolanos y otros grupos e individuos. Algunas de estas organizaciones, como el PT brasileño o el movimiento bolivariano, representan una fuerza significativa con una base formidable de obreros y campesinos, mientras que otros representan sólo a pequeños círculos de intelectuales. Y hubo también un cierto número de intelectuales que sólo se representaban a sí mismos.

 

El Foro Social Mundial no supuso desafío alguno al capitalismo. Sus primeros mítines fueron financiados, entre otras entidades, por la Fundación Ford. Entrevistada a propósito de la participación de la Fundación Ford en el FSM, Lisa Jordan, una ejecutiva de la Fundación, tenía esto que decir (en OpenDemocracy):

 

“¿Por qué ha participado Ford en el Foro Social Mundial?”

 

“Lisa Jordan: Valoramos un diálogo cívico y global sobre problemas globales. No creemos que las soluciones hayan de encontrarse sólo en un sector. Los gobiernos, los empresarios y la sociedad civil no pueden solucionar los problemas de forma separada. Debe haber diálogo entre estos tres grupos”.

 

Cuando algunos grupos criticaron el Foro por no ser revolucionario, esta persona contestó con una franqueza admirable: “Para ser justos, el Foro jamás ha dicho que es una agrupación revolucionaria. Sus principios declarados son los de la no violencia. La no violencia es fundamental para cómo se autodefine. Siempre ha habido una agenda pacífica muy fuerte en el Foro; el Foro del año pasado sacó una declaración muy hermosa y profunda a favor de la paz”.

 

Parece que el Foro estaba conectado por línea telefónica con otro Foro que tenía lugar al otro lado del mundo, la conferencia de banqueros y capitalistas en Davos, Suiza. Este pequeño detalle habla una enormidad sobre la mentalidad y posición política de los organizadores de la reunión de Porto Alegre. Desafortunadamente, la conexión telefónica con Davos no trajo fruto alguno, por la simple razón de que el conflicto entre opresores y oprimidos no puede ser resuelto por una conversación telefónica o de cualquier otro tipo. Es una cuestión de intereses mutuamente excluyentes. El Foro de Porto Alegre era tal guisado de diferentes grupos e individuos, que resultó difícil ponerse de acuerdo en algo. Dieterich nos informa de que, tan pronto como surgió la cuestión del socialismo, empezaron los problemas:

 

“Al día siguiente, el intelectual chileno Ariel Dorfman rechazó que en un foro ‘tan abierto’ se planteara que el socialismo fuera la única opción. ‘Creo que no hay que entrar en ampulosidades grandilocuentes’, dijo Dorfman, y recalcó que el Foro de Porto Alegre no era un foro para ‘un retorno al pasado’. ‘No puedo decir cuál es la opción viable y creo que ni aquí ni en Davos lo sabemos’, terminó el escritor, enfatizando que es demasiado pronto ‘para formular un programa único de acción’”. (Dieterich, El Socialismo del Siglo XXI, p. 29. Subrayado en el original.)

 

Sólo en una cosa podemos estar de acuerdo con Ariel Dorfman. Que aquel no tiene la menor idea de la naturaleza de la presente crisis mundial y, por tanto, no tiene absolutamente nada que ofrecer como alternativa. También tendemos a la opinión de que, como él, el resto del Foro de Porto Alegre se encontraba en la oscuridad más absoluta. Al final, Porto Alegre representaba un callejón sin salida. No ofrecía ningún programa serio para cambiar la sociedad. Era necesario saltar por encima de las limitaciones del reformismo y poner en el orden del día la única alternativa real: la transformación socialista de la sociedad.

 

Recordemos que Hugo Chávez, que estaba presente en Porto Alegre, originalmente tenía ilusiones en la “tercera vía” (una frase inventada por Tony Blair) y creía en la posibilidad de reformar el capitalismo. Su ideal no fue originalmente el socialismo, sino el “capitalismo con rostro humano”. Pero tras la experiencia de los primeros años de la Revolución Bolivariana, Chávez sacó la conclusión de que eso era imposible, y que la tercera vía era un timo –en sus propias palabras, una farsa–. El presidente Chávez, para su gran crédito, planteó la cuestión del socialismo, mientras Dieterich está haciendo todo lo posible para arrastrar la Revolución Bolivariana lejos de la revolución socialista y hacia el pantano de políticas burguesas y reformistas. ¿Qué es lo que Heinz Dieterich esperaba del Foro de Porto Alegre? Citemos sus palabras:

 

“La gran interrogante para los de abajo es, por lo tanto, ¿cómo acumular este poder necesario y suficiente, para voltear el mundo sobre la cabeza? ¿Cómo convertir las mayorías en amos de la sociedad global? La respuesta es obvia [¿De veras?]: mediante el Nuevo Proyecto Histórico (NPH) construido por ellas. Su contenido: la democracia participativa. Este es el tema de este libro”. (Dieterich, El Socialismo del Siglo XXI, p 28.)

 

No es éste un propósito pequeño; es “voltear el mundo sobre la cabeza” y “convertir las mayorías en amos de la sociedad global”. ¿Y cómo lograremos este objetivo? La respuesta es obvia: mediante el Nuevo Proyecto Histórico (NPH). Ahora bien, es razonable pensar que, si algo es obvio, sólo un tonto puede no verlo. En el famoso cuento de Hans Christian Andersen, un estafador persuadió al emperador para que vistiera un traje invisible, que, según la opinión de todo el mundo, era obviamente muy elegante. Al final, un muchachito que ignoraba tal propósito comentó que el emperador se paseaba por ahí en pelota. Sus observaciones probablemente no fueron del agrado del emperador ni de sus cortesanos, pero tenían el mérito de ser ciertas. Como el muchachito del cuento, nosotros tampoco somos lo suficientemente listos como para aceptar un argumento simplemente porque alguien nos asegura que es obvio. Nos gustaría tener algo más de información y, si es posible, alguna evidencia de que estas extraordinarias aseveraciones son, de hecho, correctas.

 

Los mentores de Dieterich

 

Heinz dice: “Hay dos escuelas de pensamiento que han avanzado de manera independiente esa opción [¿qué opción?] de la nueva sociedad en sus investigaciones sobre el Socialismo del Siglo XXI; la llamada ‘Escuela de Escocia’ [¿?], en los brillantes trabajos del experto en computación, Paul Cockshott y del economista Allin Cottrell; y la así denominada ‘Escuela de Bremen’ (RFA), en torno al genio universal Arno Peters, al matemático Carsten Stahmer, al físico cubano Raimundo Franco y el que suscribe”. (Dieterich, Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI, http://rebelion.org/docs/55395.pdf)

 

Debemos creer lo que Heinz nos cuenta, ya que no nos dice precisamente en qué consiste el contenido de estas llamadas escuelas. Esto es sorprendente, pues si son realmente tan importantes como nuestro amigo sugiere, seguramente podría haber escrito unas pocas líneas más para revelarnos el secreto. Pero éste lo tiene bien guardado. Con todo el respeto debido a las escuelas Escocesa y de Bremen y sus genios universales, nosotros tenemos preferencia por otra completamente diferente: la escuela del marxismo revolucionario. Y, sin perjuicio para Dieterich y sus amigos, seguiremos defendiendo las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky contra cualquier ataque; no sólo contra los ataques de los burgueses enemigos del socialismo, sino también contra los reformistas que representan la Quinta Columna de la burguesía dentro del movimiento obrero.

 

El tipo de reformismo encarnado por la socialdemocracia europea repele inmediatamente a los elementos radicales de América Latina. Pero hay otros tipos de reformismo con una coloración más radical e “izquierdista”. La mayoría de estos viene también de Europa (a pesar de los constantes llamados de Heinz Dieterich a la Patria Grande). Salen de las universidades de Alemania, Francia e Italia, donde ex revolucionarios achacosos purgan sus pecados de juventud mientras se entretienen en la búsqueda del Santo Grial de la sociedad postcapitalista.

 

Heinz cita a otros correligionarios. Pero, aunque Dieterich encuentra sus escritos muy interesantes, éstos no son naturalmente suficientes para satisfacer su mente exigente: “Sin embargo, pese a su riqueza cognitiva, proporcionan una base de conocimiento insuficiente para responder adecuadamente al llamado del Comandante Chávez. Es decir, su lectura es una condición necesaria para la construcción de la nueva teoría, pero no es suficiente”. (Ibíd.)

 

Con tantas escuelas, todas ellas compitiendo por el honor de ser los verdaderos fundadores del socialismo del siglo XXI, el lector tiene la sensación de que la cabeza comienza a darle vueltas. Estamos acostumbrados a una situación donde no hay suficientes escuelas y demasiados alumnos. Pero en el mundo del siglo XXI de Heinz Dieterich existe un superávit de Escuelas y una escasez de alumnos. No obstante, se nos informa, que esto no es suficiente. Todos estos pensadores y todas estas Escuelas no pueden sino recordarnos a Juan Bautista y otros antiguos profetas, condenados a ser la voz que clama en el desierto, preparando la llegada de Heinz Dieterich, que viene, con una brújula en la mano y un libro bajo el brazo, para anunciar la buena nueva del socialismo del siglo XXI.

 

De la existencia de la supuesta Escuela de Bremen o de la Escuela de Escocia nunca habíamos sabido hasta que abrimos los libros de Heinz Dieterich. Parece ser que la primera se refiere a las ideas de Arno Peters (una escuela de un solo hombre, por tanto), y hacia allí dirigimos nuestra atención. Los catedráticos de universidad tienen una notoria tendencia a formar sociedades de admiración mutua, y el camarada Dieterich no podía ser una excepción. Para nuestro Heinz, Arno Peters es uno de los grandes genios, si no el más grande, de nuestra época. En la página 38 de El Socialismo del Siglo XXI, leemos lo siguiente: “Al científico Arno Peters pertenece el mérito de haber descubierto el principio de la futura economía socialista, partiendo de las deficiencias estructurales de la economía nacional de mercado”.

 

En nuestra inocencia, siempre pensamos que fue Carlos Marx quien descubrió el principio del socialismo y explicó cómo este nacía de las contradicciones del capitalismo, es decir, de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo y las barreras de la propiedad privada y el Estado nacional. Pero Heinz Dieterich nos ha corregido, informándonos de que este descubrimiento es fruto del trabajo de, y nada más que de, su amigo Arno Peters, y de ningún otro. Y si Heinz Dieterich lo dice, así será. Todo esto nos trae a la mente el viejo dicho: para el ratón ningún animal es más fuerte que el gato. Pero veamos en qué consiste su genio universal.

 

Como Heinz, Arno Peters es un diletante. Es decir, le gusta tocar tantos temas como sea posible. De esta manera, claro, nunca se aburrirá. Arno comenzó como realizador cinematográfico y, según dicen, produjo películas que no estaban nada mal. Pero luego se cansó de ello y decidió hacer algo nuevo. Consiguió su doctorado en la Universidad de Berlín con una tesis sobre propaganda política. Pero esto tampoco era suficiente para el inquieto espíritu de Arno.

 

Pasó a estudiar la Historia del Mundo de Synchronoptic. Para el que no lo sepa, esto es Historia que se centra en dar a todo el mundo la misma voz, haciendo una línea de tiempo en la que cada año consigue el mismo espacio en cada página. Esta fue la primera victoria del profesor Peters en su lucha por la igualdad.

 

Pero el mayor logro de Peters fue el desarrollo del Mapamundi de Peters. Este era un concepto enteramente nuevo que, de un golpe, estableció el principio de la Igualdad Cartografía. Aunque algunos críticos hicieron desagradables comentarios sobre su mapa (“las masas terrestres parecen ropa interior de invierno arrugada y mojada, que se ha colgado a secar sobre el Círculo Polar Ártico”, escribió uno de ellos), Peters había triunfado. Después de establecer el derecho de todo el mundo a un espacio igual en la hoja impresa, establecía también el derecho a un espacio igual en el mapa.

 

Los logros de Peters como cartógrafo han sido exagerados. Peters afirmaba haber descubierto algo nuevo. No fue así. Afirmaba que la nueva proyección no distorsionaría las áreas. Lo hace. Desde la época de Tolomeo, en el siglo II, los cartógrafos se las han visto con el problema de dibujar un mundo redondo en un trozo de papel plano, sabiendo que no hay una solución perfecta, ya que, si las formas continentales son correctas, el tamaño estará distorsionado, y a la inversa. Por ejemplo, si las latitudes bajas son descritas con precisión, entonces las regiones polares estarán burdamente distorsionadas.

 

De hecho, sólo un globo puede mostrar todas las relaciones geográficas con una perspectiva correcta. Por tanto, en el mejor de los casos, el mapa de Peters representa al mundo con distorsiones diferentes de las distorsiones a las que ya estamos acostumbrados. He aquí la suma total de sus logros apoteósicos en la esfera de la cartografía.

 

Este logro genial tuvo lugar en 1974. Desde entonces, se han producido muchos atlas, pero, por desgracia, sólo una minoría de ellos presta alguna atención al modelo de Peters. Más aún, a pesar de haber proclamado la igualdad en mapas y letra impresa, las desigualdades en el mundo real son ahora incluso mayores de lo que lo eran en 1974. La brecha entre las naciones industrializadas y desarrolladas y las economías de África, Asia y América Latina ha crecido sin cesar. Si la diferencia fuera a expresarse en un mapa, los continentes estarían separados totalmente. Desgraciadamente, alcanzar igualdad verdadera requiere de medidas un tanto más drásticas que redibujar mapas.

 

Después de enviar a Tolomeo y Copérnico al baúl de los recuerdos, Arno Peters decidió pasar de la cartografía al ámbito de la política, la historia y la economía, donde inmediatamente prescindió de los Adam Smith, Ricardo, Marx y Engels. Para alguien que no encuentra ninguna dificultad en cambiar la forma entera del globo terrestre, abriendo la época de igualdad cartográfica, esto no debió suponer problema alguno. Arno Peters reveló entonces al mundo la verdadera manera de conseguir igualdad, la llave que abría todas las puertas, la piedra filosofal del siglo XXI: el principio de equivalencia.

 

Trataremos de éste y otros temas interesantes en uno de los siguientes capítulos. Ahora debemos volar en pos de la estela del camarada Dieterich, quien nos conducirá por los reinos etéreos de la ciencia y la filosofía, donde, sin duda alguna, experimentaremos nuevas y sorprendentes aventuras.

 

Capítulo 2 Filosofía y ciencia