Ante el gran debate que se está desarollando en las Empresas Básicas de Guayana, Instituciones del Estado, y en muchas otras partes del país sobre el Control Obrero, hemos decidido republicar una contribución escrita por el camarada Rob Lyon, de la Corriente Marxista Internacional. Aunque el texto fue elaborado en el 2005 y muchas cosas han pasado desde aquel entonces, pensamos que contiene muchos aportes valiosos sobre las experiencias de gestión obrera en países como Rusia, Yugoslavia, los países de Europa Occidental y sobre el movimiento en Venezuela.
La cogestión puede significar cosas distintas para muchas personas diferentes, pero está claro que para la clase obrera venezolana la lucha por la cogestión es una lucha por el verdadero control obrero y la dirección de los trabajadores, y la transformación socialista de la sociedad. El desarrollo de la lucha por el control obrero en Venezuela marca la intervención decisiva de la clase obrera venezolana en la revolución bolivariana.
La cogestión puede significar cosas distintas para muchas personas diferentes, pero está claro que para la clase obrera venezolana la lucha por la cogestión es una lucha por el verdadero control obrero y la dirección de los trabajadores, y la transformación socialista de la sociedad.
El desarrollo de la lucha por el control obrero en Venezuela marca la intervención decisiva de la clase obrera venezolana en la revolución bolivariana. Debido al desarrollo de esta lucha en Venezuela, es imperativo que discutamos estas cuestiones importantes para tener una visión clara de los acontecimientos en Venezuela y explicar nuestra posición y prepararnos para las luchas revolucionarias en otros países alrededor del mundo.
Los principios del control obrero
El control obrero significa exactamente lo que dice: la clase obrera y sus representantes en las fábricas tienen el derecho a inspeccionar los libros de cuentas de la empresa o la industria, vigilar y controlar todos los ingresos y salidas, las acciones de la dirección.
En El Programa de Transición Trotsky explica que el primer paso hacia el control real de la industria es la eliminación de los “secretos empresariales”. Los secretos empresariales, las cuentas y los libros, son utilizados para justificar todos los ataques a la clase obrera, como son las reducciones salariales, despidos y aumentos de las jornadas laborales.
Cuando los empresarios dicen que están en bancarrota, o que pierden beneficios, exigen este tipo de cosas. El control obrero permite a los trabajadores inspeccionar los libros y valorar la situación real. La idea es levantar el velo, demostrar a la clase obrera el funcionamiento detallado del sistema capitalista como un paso hacia su eliminación.
Las tareas inmediata del control obrero deberían ser explicar las deudas los crédito, mirar primer lo empresa individual para determinar la parte del ingreso nacional de los capitalistas individuales y, por supuesto, la clase dominante en su conjunto. Otra tarea del control obrero debería ser revelar a la sociedad la explotación de la mano de obra y la búsqueda desnuda de beneficios, así como desenmascarar los acuerdos secretos, las estafas y la corrupción inherente al sistema.
Trotsky también explica que el control obrero de la industria es una “escuela de economía planificada”, permitiendo a los trabajadores obtener conocimiento científico de cómo funciona la economía y así la humanidad puede planificar, consciente y democráticamente, la producción y el conjunto de la economía. A través de la experiencia del control obrero, la clase obrera se prepara para la administración directa de las industrias nacionalizadas.
De este modo, el control obrero de la industria no es duradero, no es estable, en realidad implica un doble poder en la empresa o en la fábrica, no puede durar indefinidamente a menos que es control se transforme en administración directa.
Aquí podemos ver la diferencia entre la reivindicación revolucionaria y transicional de la administración y el control obrero con la medida reformista, a medio camino, de la participación de los trabajadores.
Trotsky explicaba en los años treinta que, bajo el capitalismo, si la participación de los trabajadores en la administración de la producción quiere ser duradera, estable y “normal”, debe descansar sobre la base de la colaboración de clase y no en la lucha de clases.
Esta colaboración siempre se producirá a través de las capas superiores de los sindicados y la administración. Incluso en los años treinta, hubo ejemplos de participación de los trabajadores en Alemania (“democracia económica”) y en Gran Bretaña (“mondismo”). Sin embargo, fue a finales de los años setenta en Europa, que no fue un caso de control obrero sobre el capital, sino el servilismo de la burocracia obrera ante el capital. En esencia, los burócratas obreros son utilizados para apuntalar al capital, para desviar la lucha de los trabajadores hacia canales “seguros”.
¿Qué pasó en Europa con la idea de la participación de los trabajadores? La participación de los trabajadores, también denominada democracia industrial, fue ampliamente discutida e implantada en Europa durante los años setenta. En gran medida fue una respuesta a la creciente militancia del movimiento obrero expresada en los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia y en otras partes, las huelgas mineras de 1972 y 1974 en Gran Bretaña, las huelgas generales en Italia y Dinamarca, la oleada de huelgas que recorrió Alemania Occidental.
La clase dominante estaba desesperada por contener estos movimientos mediante la “concertación social” y dirigir el malestar de los trabajadores hacia canales “seguros”. Incorporando a las capas superiores de los sindicatos en las oficinas y en taller, los empresarios esperaban aumentar la eficacia y el nivel de beneficios.
En realidad, ejemplos de esto se podían encontrar en Gran Bretaña en los años veinte, cuando Sir Alfred Mond, del ICI el gran monopolio químico, intentó instaurar la “democracia industrial” en sus fábricas.
Los comités de burócratas, los órganos de participación de los trabajadores, esencialmente eran comités sin poder donde los trabajadores podían soltar algo de vapor. La participación de los trabajadores también creó la ilusión de que los trabajadores tenían alguna influencia en la toma de decisiones, es decir, evitar que los trabajadores y sus organizaciones emprendieran la acción independiente. En Alemania, por ejemplo, estos comités no podían convocar huelgas. Esto permitió a los empresarios y los burócratas sindicales eludir y socavar los sindicatos. En realidad, estos consejos obreros se enfrentaban constantemente a los sindicatos como un intento de debilitarlos. Los empresarios simplemente utilizaron la vieja táctica de “divide y vencerás”, enfrentando a una organización con la otra.
La experiencia de la participación de los trabajadores creó una nueva capa de funcionarios industriales que compartían los intereses de la administración, en pocas palabras, crearon una capa privilegiada de la clase obrera.
¿A dónde llevó todo esto? Leí un artículo el 28 de julio de 2005 en The Independent sobre los escándalos de corrupción en Wolkswagen. Un enorme escándalo que desenmascaró a VW y que incluye sobornos, prostitución, coches deportivos, etc., y a los directores de los consejos obreros. Algunos de ellos gastaron millones de euros del dinero de la empresa en casas, viajes y coches para amantes en todo el mundo. Esto es lo que decía The Independent:
“Los principales beneficiarios del amplio presupuesto de diversión de Mr. Gebauer no fue el alemán medio, sino un puñado de afortunados directores de los consejos obreros de VW. Toda empresa importante alemana tiene que dejar un espacio a estos hombres y mujeres votados en el taller para que participen en las decisiones de inversión. Es una parte clave del modelo de consenso alemán y ayuda a mantener las huelgas al mínimo en un país donde los sindicatos todavía tienen un poder serio”.
Aquí es donde llevó la participación de los trabajadores. Los burócratas sindicales, que ya no tenían relación alguna con la base, juntan los hombros con la administración y los ejecutivos. Los intereses de los trabajadores son lanzados al río a cambio de prostitutas, Viagra y viajes a Brasil.
Por otro lado, el control obrero mediante los comités de empresa, o consejos obreros, es posible sólo sobre la base de una profunda lucha de clases. En condiciones “normales”, la burguesía nunca tolerará el verdadero control obrero, nunca tolerará el doble poder en sus fábricas. La capacidad de la clase obrera de imponer el control sobre la producción está determinada por la fuerza de la lucha del proletariado frente a la burguesía. El genuino control obrero debe ser impuesto a los capitalistas y esto corresponde con el período de crisis revolucionaria de la sociedad, corresponde con la ofensiva proletaria y la retirada de la clase dominante. Por lo tanto, el verdadero control obrero corresponde con el período de la revolución proletaria.
Por eso en Venezuela, aunque existen tensiones y problemas alrededor de la cuestión del control obrero, que veremos más tarde, vemos la extensión del control obrero. Esta o aquella lucha puede ser defensiva en Venezuela, pero la extensión y el crecimiento de la cogestión están relacionados con la ofensiva de la clase obrera y la retirada de la clase dominante. El país se encuentra en una situación revolucionaria, los trabajadores están avanzando y en todas partes los empresarios están a la retirada.
En la lucha por el genuino control obrero, la clase obrera inevitablemente se mueve en dirección a la toma del poder y los medios de producción. Las fábricas o empresas individuales bajo control obrero, o administración obrera, sólo pueden funcionar dentro de los límites de la economía como un todo, es decir, dentro de los límites del capitalismo. Es imposible construir una isla de socialismo dentro de un mar de capitalismo.
Un buen ejemplo de esto, en un sentido negativo, es la fundición Alcan en Jonquière (Québec). Alcan es el mayor productor de aluminio del mundo. La pequeña acería de Jonquière está previsto cerrarla en 2014. A principios de 2004, Alcan de repente anunció que iba a cerrar la acería. Como parte de una lucha defensiva, los trabajadores ocuparon la planta. Pronto fueron conscientes del sabotaje por parte de la administración y destituyeron a los supervisores y directores de la acería. Después de esto, informaron que la producción era más alta que antes de que los trabajadores tomaran el control.
Pero todo el sistema capitalista se unió para derrotar a los trabajadores. Los medios de comunicación y el estado les presionaron enormemente. Otras empresas se negaron a venderles las materias primas necesarias para producir aluminio y la acería languideció. Desgraciadamente, al final perdieron la lucha.
Las fábricas o empresas bajo control obrero, como la acería Alcan, o esas empresas bajo control obrero que hoy existen en Venezuela, en realidad deben interactuar, comprar y vender sus productos al sector privado. Deben funcionar en el mercado. Por lo tanto están a merced del capitalismo. Esto lógicamente lleva a los trabajadores a luchar contra el poder del capital.
Esta cuestión de los créditos, las materias primas y los mercados, inmediatamente demuestra la necesidad de extender el control obrero más allá de los límites de las empresas individuales. Un buen ejemplo de esto, en un sentido positivo, es Alcasa, una planta de aluminio propiedad del estado en Venezuela, que actualmente está experimentando la forma más avanzada de cogestión. Durante el cierre patronal de 2002-2003, los saboteadores cortaron el suministro de gas a la acería, parando la producción. Los trabajadores de Alcasa, junto con los trabajadores de otras acerías vecinas, se armaron, se desplazaron hasta las instalaciones de gas, rompieron la oposición policial y obligaron a restaurar la producción para garantizar el suministro de gas.
Con el aplastante dominio del mercado mundial y la dependencia de todos los países del mercado mundial, la cuestión de las exportaciones y las importaciones plantea la necesidad del control obrero a nivel nacional. Esto inmediatamente enfrenta a los órganos centrales de control obrero con los órganos de la clase dominante.
No podemos por supuesto ser mecánicos o formales en nuestra concepción del desarrollo de la revolución socialista, pero podemos ver cómo el control obrero de la industria, o doble poder en las fábricas, en general corresponde o lleva a un período de doble poder en el país. El doble poder en las fábricas, y el doble poder en el estado, no siempre surgirán el mismo día. En algunos casos el control obrero se desarrollará antes que el doble poder en el estado y, en otros casos, ocurrirá lo contrario.
Las contradicciones irreconciliables inherentes en el régimen de control obrero, inherentes en el régimen de doble poder, se profundizarán y alcanzarán un momento crítico donde estas contradicciones se volverán intolerables para las dos partes. El doble poder es una etapa de la lucha de clases donde las contradicciones de clase se han vuelto tan agudas que la sociedad se ha dividido en dos campos hostiles contrarios, dos fuerzas hostiles, una reaccionaria y caduca, la otra nueva, en su etapa ascendiente y revolucionaria. La única salida de esta situación es que la clase obrera tome el poder y lleve la revolución a la victoria, o que terminen aplastando la revolución y la victoria de la contrarrevolución. Para entender esto sólo hay que mirar la diferencia en el resultado de la Revolución Rusa y las revoluciones alemana e italiana.
Esto quiere decir que el control obrero no es prolongado ni una condición “normal”. Es un indicativo de un aumento de la lucha de clases y la cuestión del doble poder en la industria debe ser resuelta. Como una medida transicional que existe en medio de tensiones muy intensas de la lucha de clases, el control obrero es un puente hacia la nacionalización revolucionaria de la industria, correspondiendo a la transición del régimen burgués al proletario.
Es importante que entendamos la diferencia entre control obrero y administración obrera. Esta ha sido una fuente histórica de confusión y debemos dejar clara la cuestión. El control obrero significa que el control reside en las manos de los trabajadores pero la propiedad sigue en manos de los capitalistas. El control obrero puede ser dominante, abarcar todo, pero sigue siendo control.
Trotsky explicaba lo siguiente:
“La misma idea de la consigna [control obrero] fue el producto del régimen transicional en la industria cuando los capitalistas y sus administradores ya no podían dar un paso sin el consentimiento de los trabajadores, pero por otro lado, cuando los trabajadores no han conseguido los requisitos políticos previos para la nacionalización, cuando no han tomado la dirección técnica, cuando no han creado los órganos esenciales para eso. No debemos olvidar que esto estaba relacionado no sólo con hacerse cargo de las fábricas, sino también con la venta de productos y el suministro de fábricas con materias primas, nuevo equipamiento así como las operaciones de crédito, etc.,”. (Cuestiones vitales para el proletariado alemán. Tercera Parte).
La administración real de las industrias nacionalizadas requiere nuevas formas administrativas y estatales, y sobre todo, requiere conocimiento, habilidades y formas organizativas adecuadas. Para esto es necesario un aprendizaje. En el período de este aprendizaje, si ocurre antes o incluso después de la toma del poder, la clase obrera tiene interés en dejar la gestión en manos de una administración experimentada, bajo el control obrero. Este período sólo prepara los elementos de un nuevo plan económico.
La gestión obrera de la industria, sin embargo, procede desde arriba, porque está vinculada con el poder estatal y el plan económico. Mientras que el control llega desde abajo y es ejecutado por los comités de empresa, los órganos de gestión están centralizados por los consejos obreros, el poder estatal centralizado. Es importante señalar que los comités de fábrica no desaparecen, que su papel, aunque cambia, es aún importante.
No somos sindicalistas. No creemos que la propiedad de las fábricas individuales deba pasar a las manos de los trabajadores de esas fábricas. Una de las tareas clave del desarrollo socialista de la sociedad es colectiva, la propiedad social de los medios de producción y la eliminación de la competencia industrial dentro de la sociedad, esto comienza con la propiedad estatal de los medios de producción.
En 1917, a Trotsky le preguntaron en una entrevista si los trabajadores en cada fábrica deberían ser dueños de la fábrica en la que trabajaban y si los beneficios deberían dividirse entre los trabajadores. Él respondió lo siguiente:
“No, el reparto de beneficios es una noción burguesa. Los trabajadores en una fábrica tienen que recibir salarios adecuados. Todos los beneficios no pagados a los propietarios (que iban a recibir el 5-6 por ciento anual de su inversión) pertenecerán a la sociedad”. (En defensa del marxismo. Control obrero y nacionalización).
En un estado obrero, a menos que la gestión final de la industria esté en manos de los consejos obreros representando al estado y la clase obrera en su conjunto, las industrias y las empresas competirían entre sí, sería imposible coordinar un plan nacional y en esencia todavía tendríamos capitalismo. Por eso estamos en contra de la idea anarquista y sindicalista de que los trabajadores en cada industria deberían ser los dueños en una fábrica, no cambiar el papel social y productivo y la naturaleza de la empresa. Es aún una empresa individual y no es propiedad social. Una empresa propiedad de los trabajadores, mediante una cooperativa o autogestión, aún sería una empresa capitalista, dependiente de los beneficios, sea propiedad de una cooperativa de trabajadores 12, 250 o 1 solo hombre. Esto no es propiedad social. Es la nacionalización de las industrias, bajo la propiedad estatal y el control obrero lo que garantiza tanto el carácter social como nacionalizado de la industria.
El programa de los marxistas con relación a la gestión obrera y la economía planificada democráticamente es por los consejos de administración de todas las industrias nacionalizadas formadas de la siguiente manera: 1/3 debería estar formado por trabajadores de la industria a través de sus sindicatos para salvaguardar los intereses de los trabajadores sobre el terreno y aprovechar la creatividad, el conocimiento y la habilidad. 1/3 del consejo debería representar a la clase obrera como un conjunto y ser elegido a través de los sindicatos o del órgano central sindical y otro 1/3 debería ser el estado obrero para representar el plan nacional de producción.
La experiencia soviética
El control y la planificación de la economía sólo se puede producir dentro de ciertos límites, límites determinados por el nivel de la técnica cuando se instaura el nuevo orden social.
En 1917 en Rusia, dado el enorme atraso del país, el bajo nivel cultural y el analfabetismo de la clase obrera y el campesinado, el nivel de técnica era muy bajo. En realidad, incluso después de la Revolución de Octubre, la administración de la industria era dejada en manos de los capitalistas hasta que los trabajadores han adquirido la experiencia necesaria para tomar el timón en sus manos.
Una vez más, a finales de 1917, a Trotsky le preguntaron si la intención del gobierno soviético era desposeer a los propietarios de las plantas industriales en Rusia. Su respuesta fue larga y pedimos disculpas reproducir casi toda pero es importante destacar el plan general para la economía del gobierno soviético.
El carácter del control obrero durante la Revolución Rusia era muy explosivo. La consigna del control de la industria fue primero publicada a escala mundial por el Partido Bolchevique en 1917, sin embargo, no fue inventada por el partido. Lo mismo con los soviets, los consejos de fábrica y el control obrero fueron el resultado del movimiento espontáneo de la clase obrera, como método de lucha nació de la propia lucha de clases.
Por supuesto, el control obrero realmente comenzó como una lucha decisiva contra el sabotaje de los empresarios. Muchas fábricas habían cerrado y se produjo un cierre patronal. Los trabajadores en muchos casos, defendiendo sus empleos y la revolución, ocuparon sus fábricas. Durante este período el control obrero en gran parte fue pasivo.
Después de la victoria de la Revolución de Octubre, el gobierno soviético aprobó un decreto sobre el control obrero basado en un borrador de Lenin. El decreto reconocía los comités de fábrica como el órgano de control en cada empresa individual, e intentaba reconocerlos a nivel regional, y en un Consejo de Control Obrero de Toda Rusia.
Los bolcheviques, conscientes de la imposibilidad de que la atrasada Rusia pasara inmediatamente al socialismo, conscientes de la inexperiencia de los trabajadores en la administración de las empresas, querían crear un régimen de control obrero hasta que llegara ayuda a la revolución desde occidente, fundamentalmente Alemania, con su clase obrera fuerte y altamente cualificada.
Incluso así, los bolcheviques nacionalizaron los bancos, una de las medidas más importantes tomadas por el estado soviético. Éstos robaban a los propietarios de las grandes empresas, tanto extranjeras como rusas, y era una de las herramientas más efectivas para organizar el sabotaje, eso dio al estado soviético una herramienta económica poderosa, además de un centro efectivo de estadística y contabilidad de toda la economía.
Una de las cuestiones más apremiantes a la que se enfrentaron los bolcheviques fue la necesidad de reorganizar la industria rusa y elevar la productividad laboral. Si no se conseguía esto el estado soviético estaba condenado.
Después de aprobar el decreto sobre control obrero, éste adquirió un carácter convulsivo y caótico. Como escribe Paul Avrich:
“El efecto del decreto fue dar un impulso poderoso a una rama del sindicalismo en la cual los trabajadores sobre el terreno más que en el aparato sindical eran los que controlaban los instrumentos de producción, una rama del sindicalismo que lindaba con el caos”. (Paul Avrich. The Russian Anarchists. p. 162).
Cada vez más empresarios abandonaban Rusia y los trabajadores se veían obligados cada vez más a tomar las riendas de la gestión. La economía rusa estaba destrozada después de cuatro años de guerra y revolución. La misma Rusia estaba al borde del colapso.
Los empresarios, naturalmente, se resistieron al control obrero. Éste se encontró con más cierres patronales y sabotajes. Esto a su vez fue respondido con nacionalizaciones punitivas. Como había explicado Trotsky, si los empresarios intentaban sabotear o abandonar la fábrica, la perdían.
Los bolcheviques también se enfrentaron a la desintegración de la autoridad central. En realidad, entre noviembre de 1917 y junio de 1918, muchas fábricas y plantas fueron puestas bajo la “autogestión de los trabajadores”, esta es la idea sindicalista de la autogestión. Este particularismo y estrechez de miras reflejaba el atraso de Rusia, su bajo nivel de desarrollo y, en gran medida, la economía pequeño burguesa rural.
Muchos bolcheviques y otros dirigentes obreros reconocían que el orgullo local de los comités de fábrica individuales podrían dañar la economía nacional más allá de su posible reparación, que muchos estaban de modo egoísta absorbido por las necesidades de sus propias empresas, como decía un dirigente obrero:
“esto podía llevar al mismo tipo de atomización que bajo el sistema capitalista”. (Ibíd., p. 164)
Otro dirigente obrero escribía:
“El control obrero se ha convertido en un intento anarquista de conseguir el socialismo en una empresa, pero en realidad lleva a enfrentamientos entre los propios trabajadores, la negativa de combustible, metal, etc.,”. (Ibíd.).
Trotsky ya había explicado algunos de los peligros inherentes en este proceso a finales de 1917. Cuando le preguntaron si los comités de trabajadores o la elección de administradores de una fábrica serían libres para dirigir la fábrica como ellos creyeran adecuado y respondió:
“No, estarán sometidos a la política impuesta por el consejo local de diputados trabajadores… [y] su nivel de discreción estará limitado a su vez por regulaciones hechas en cada industria por los órganos o despachos del gobierno central”. (Ibíd..,)
Después le preguntaron por la idea de Kropotkin y algunos de los anarquistas, éstos defendían que cada centro debía ser autónomo respecto a las industrias que había dentro de él.
“El comunalismo de Kropotkin funcionaría en una sociedad simple basada en la agricultura y las industrias familiares, pero no se adecua a la situación de la sociedad industrial moderna. El carbón de Donets va a toda Rusia y es indispensable en todo tipo de industrias. Ahora ¿se puede ver si la población organizada de ese distrito puede estar satisfecha con las minas de carbón y si lo quiere podría apoyar a todo el resto de Rusia? La independencia total de cada localidad respecto a sus industria llevaría a un sin fin de fricciones y dificultades en una sociedad que ha alcanzado una etapa de especialización local de la industria. Podría incluso llevar a una guerra civil. Kropotkin tenía en mente la Rusia de hace sesenta años, la Rusia de su juventud”. (Ibíd..,)
Tanto Paul Avrich (en The Russian Anarchists) como E. H. Carr (en La revolución bolchevique, vol. 2) escriben que en algunos comités de fábrica había que buscar alianzas con los propietarios. Algunas veces a los propietarios se les pedía que regresaran para ayudar en la explotación. En algunos casos, los comités de fábrica simplemente se apropiaban de los fondos de la fábrica, vendían sus stocks o plantas para su propio beneficio, dividiendo entre ellos lo recaudado.
Un informe sindical británico explicaba que los trabajadores se han transformado de la noche a la mañana en “un nuevo organismo de accionistas”. Paul Avrich escribía que:
“Las fábricas individuales enviaban a ‘enviados’ a las provincias para comprar combustible y materias primas, algunas veces a precios escandalosos. A menudo, se negaban a compartir los suministros disponibles con otras fábricas en directa necesidad. Los comités locales subían los salarios y los precios de manera indiscriminada, en alguna ocasión cooperaban con los propietarios a cambio de primas especiales”. (Ibíd.., p. 163).
Muchos de los comités estaban relacionados con su propia empresa, no con el interés económico general del país. A. M. Pankratova escribe lo siguiente:
“Estábamos construyendo, no una república soviética, sino una república de comunidades de la clase obrera basada en las fábricas y empresas capitalistas. En lugar de un orden estricto de producción y distribución social, en lugar de medidas hacia la organización socialista de la sociedad, la situación existente seguía como si se tratara de comunidades autónomas de productores, lo que habían soñado los anarquistas”. (Citado por Victor Serge en El año uno de la revolución rusa. De The Factory of Russia in the struggle for the Socialist Factory. A. M. Pankratova).
Hubo, por supuesto, muchas historias exitosas (como las fábricas de textil de Moscú), pero la tendencia general de la economía era descendente y cada vez más caótica. En realidad, la economía rusa se dirigía hacia un colapso total. Obviamente la situación no era conductiva a la reorganización de la producción, a la eliminación de la competencia o la planificación de la economía.
La joven república soviética también se enfrentó a otros problemas, como el sabotaje de los especialistas y técnicos. Estos especialistas y técnicos esperaban, y con cierta base, que el gobierno soviético cayera en cuestión de semanas. Como resultado o abandonaron Rusia o se negaron a trabajar. Los especialistas en la Rusia de 1917 no eran como los especialistas y técnicos de hoy. Más adelante trataremos los de Venezuela, pero los técnicos y especialistas, los administradores de nivel inferior y trabajadores de cuello blanco hoy cada vez están más proletarizados. Se enfrentan a los mismos ataques, recortes y reducciones salariales como trabajadores que son. Sería posible ganarles, convencerles de nuestras ideas, como hoy está ocurriendo en Venezuela.
Sin embargo, en la Rusia de 1917, los especialistas y los técnicos eran una capa muy privilegiada. Eran los hijos e hijas de los aristócratas y la burguesía. Estaban bien formados, algo que por sí mismo ya era un privilegio. Estaban muy bien pagados y tenían posiciones poderosas. Les insultaba la idea de un estado obrero y el control obrero. Se negaron a trabajar en masa, devastando la industria soviética.
Por esa razón el estado soviético tuvo que llegar a toda una serie de acuerdos, comenzando por pagara los técnicos más que a un trabajador medio. Por supuesto, un comisario político estaba a su lado para garantizar su lealtad cuando eran enviados a las fábricas a ayudar en su funcionamiento, una medida en sí misma brillante de control obrero, pero, sin embargo, todavía era un compromiso. El estado soviético no se enfrentaba a otra opción, sin los especialistas la industria no funcionaría.
Como el país rápidamente se deslizó hacia la guerra civil en el verano de 1918, el sabotaje de la antigua clase dominante aumentó. Rusia se enfrentó al hambre cuando los campesinos ricos comenzaron a acumular grano. Cuando el gobierno soviético necesitaba desesperadamente combustible para los preparativos de la próxima guerra, los empresarios del petróleo amenazaron con un cierre patronal, confiados en que los trabajadores no serían capaces de manejar la industria. Todas las fuerzas de la reacción a escala mundial se dieron prisa en anticipar el colapso del joven estado soviético.
Como consecuencia, el gobierno soviético nacionalizó los sectores más importantes de la economía en junio de 1918. Todas las industrias relacionadas con la minería, textil, ingeniería, productos eléctricos, madera, tabaco, cristal, cerámica, cuero, cemento, cobre, transporte y combustible fueron nacionalizadas. Se trataba de industrias vitales, era necesario protegerlas del sabotaje de la burguesía y reorganizarlas para el esfuerzo de guerra.
El Congreso de Consejos Económicos, que se había formado en diciembre de 1917, decidió establecer consejos de administración en todas las industrias nacionalizadas que estarían formados de la siguiente manera: 1/3 del consejo procedería de los Consejos Económicos regionales o del Soviet Económico Supremo; 1/3 de los sindicatos y el otro tercio de los trabajadores de la propia empresa.
Los comités de fábrica, a su vez, se transformaron en células de base de los sindicatos, comenzaron a gestionar y administrar la industria. Estas medidas se tomaron para garantizar la planificación democrática de la economía y la naturaleza socializada de la misma. Esto garantizaba el control democrático sobre la economía de la clase obrera como conjunto y no sólo de los trabajadores en las fábricas individuales. Esta forma de sindicalismo y “autogestión local”, que había dominado desde antes de octubre hasta el verano de 1918, habían comenzado a provocar fricciones y competencia, además de explotación, al final estaba desbaratando la economía. Estas nuevas medidas del estado soviético cambiaron la tendencia caótica de la economía y fueron una parte importante por que los soviets fueron capaces de ganar la guerra civil.
No quiero pasar por alto el estalinismo y la degeneración de la Unión Soviética, pero ahora no es el punto central aunque basta con decir una cosa: la democracia obrera, es decir, el control obrero y la administración de la industria por parte de los trabajadores, no se desarrolló en Rusia en unas condiciones ideales. Pero incluso así, incluso en un país que se enfrentaba al atrasado, que se enfrentaba al sabotaje general no sólo de la burguesía rusa sino también del personal técnico y los imperialistas, el joven e inexperto proletariado ruso, rodeado de enemigos por todas partes, fue capaz de organizar la administración de la industria. Esto es una prueba de la creatividad de la clase obrera y su capacidad para transformar la sociedad.
Sin embargo, la Unión Soviético emergió de la Guerra Civil completamente destrozada. En 1921, la producción industrial y agrícola era sólo el 13 por ciento de los niveles anteriores a la guerra, la revolución y la guerra civil habían afectado duramente a la economía y al país en general. Todo quedó relegado a un lado para ganar la Guerra Civil. La clase obrera salió de la guerra, como dijo Lenin: “desclasada”. La mayor parte de los trabajadores avanzados dieron su vida en el frente. Los campesinos, hostiles a las ciudades y las fábricas, furiosos con su experiencia en la guerra, fueron llevados a las ciudades para llenar las fábricas. En muchos sentidos, fue la burocracia y no la clase obrera la emergió victoriosa de la Guerra Civil.
Con la introducción de la NEP y el crecimiento de la burocracia, la democracia obrera fue sustituida por la voluntad de la creciente, cada vez mayor y consciente de sí misma, burocracia. La gestión de los trabajadores de la industria fue sustituida por la mala-gestión burocrática de la industria.
La experiencia yugoslava
Quiero tratar un poco Yugoslavia y la cuestión de las cooperativas de trabajadores y el llamado socialismo de mercado. Este es un tema importante y muy relevante para la cuestión del control obrero en Venezuela. La mayoría de esto también se aplica a las ideas que está defendiendo actualmente la “Nueva Izquierda” en China.
En Yugoslavia las empresas eran propiedad del estado y oficialmente eran confiadas a los trabajadores para que las gestionaran a través de sus consejos de trabajadores o comités de autogestión. Lo más importante a tener en cuenta cuando discutimos estos comités de autogestión es que ellos funcionaban en el mercado, competían tanto nacional como internacionalmente. Estas empresas eran anunciadas, competían y hacían todo para poder aumentar los beneficios. Fue la búsqueda de beneficios lo que llevó al dominio de los administradores empresariales y especialistas sobre los trabajadores.
Fue la división Tito-Stalin lo que llevó a este proceso de autogestión en Yugoslavia. Hasta 1948, Yugoslavia tenía un sistema muy similar al de la URSS. En realidad, el partido yugoslavo era el más leal a Stalin. Pero Tito había dirigido la lucha armada contra los nazis y había llegado al poder por sí mismo, sin la ayuda del Ejército Rojo soviético. Tenía su propia base de poder y esto llevó a una serie de enfrentamientos con Stalin y la burocracia soviética. Después de la división Tito-Stalin, la dirección yugoslava repentinamente anunció que la Unión Soviética había degenerado a “capitalismo de estado”.
En un intento de encontrar una justificación ideológica a la división con Stalin, los burócratas yugoslavos argumentaron además que la propiedad estatal era sólo una condición previa para el socialismo, lo que en un sentido amplio es correcto. Lo que ellos defendían era que para construir el socialismo, se necesitaban desarrollar las relaciones socialistas de producción que, por supuesto, también es correcto. Sin embargo, ellos creían que las relaciones socialistas de producción serían fomentadas por la autogestión, creyendo que de otra manera el sistema degeneraría en despotismo burocrático (fue el método inteligente que utilizaron los burócratas yugoslavos para conseguir el apoyo de la clase obrera en la lucha contra la URSS y para las “reformas” propuestas). Atacaron el control central de la economía en la URSS. En cambio, el control central no era el problema, sino la ausencia de control obrero.
Las reformas de mercado también se propusieron como una forma de estimular la lenta economía y encontrar otras fuentes de comercio en un momento en que se había cortado la ayuda soviética (el comercio con la URSS y otros países del Bloque del Este suponían el 50 por ciento tanto de las importaciones como de las exportaciones. En 1950 esto se había reducido al 0 por ciento).
En 1950, Yugoslavia introdujo una nueva ley sobre la autogestión de los trabajadores. Ellos defendían que la descentralización de la autogestión obrera sería el principio de la desaparición del estado. En realidad, el poder real estaba en manos de la burocracia estatal. El primer Plan Quinquenal (1947-1952) no consiguió sus objetivos. La calidad de los productos era baja, en 1949 la productividad del trabajo estaba descendiendo. Los burócratas yugoslavos comenzaron a buscar un “procedimiento automático” para regular la economía, similar a cómo funciona el mercado bajo el capitalismo.
En ausencia de un genuino control obrero como medio de controlar la calidad de la producción, los estalinistas tuvieron que buscar “mecanismos de mercado”. Desde el principio estaba claro que estas medidas desencadenarían toda una serie de contradicciones. Los estalinistas intentaban cuadrar el círculo intentando al mismo tiempo abrirse al mercado y mantener el control central.
La gestión de las empresas se convirtió en una responsabilidad de los consejos de trabajadores de la empresa más que de los ministerios estatales. Los planes detallados de la producción se cambiaron a la planificación básica de la inversión. Los niveles salariales se decidían centralmente, pero suplementados y aumentados por primas de las empresas individuales, vinculando los salarios más altos a la consecución de beneficios. Sin embargo, eso sólo era sobre el papel. Los comités de autogestión estaban controlados por los administradores de la empresa, que estaban cercanos a los ministerios y burócratas estatales. Estos comités estaban estrictamente subordinados al control del partido y el sindicato. Los administradores a menudo eran nombrados basándose en la lealtad política a los ministros y por supuesto recibían salarios más altos que los trabajadores a los que mandaba.
La otra cosa importante a tener en cuenta es que estas empresas tenían impuestos (al margen de los ingresos transferidos al estado), estos fondos eran utilizados por el estado para nueva inversión y la creación de nuevas empresas. Estas nuevas empresas rápidamente se volvían hacia los “consejos de trabajadores” para la gestión. El beneficio conseguido por estas empresas no era redistribuido por el estado, sino que seguía dentro de la empresa.
Es importante tener en cuneta que los trabajadores sólo tenían el control formal de sus centros de trabajo. Bajo la autogestión, los trabajadores supuestamente dirigían las fábricas y eran libres de tomar sus propias decisiones sobre la producción y las ventas. Sin embargo, realmente era el estado el que aún controlaba la economía y las empresas bajo autogestión de los trabajadores. El estado tenía el poder de nombrar a los directores de fábrica y asignar el dinero para cada empresa. Aunque la producción aumentó, el control estatal de la inversión llevó a un financiamiento continuado y la supervivencia de las empresas ineficaces financiadas por el estado, particularmente aquellas políticamente favorecidas por la burocracia estatal.
Este sistema disfrutó de un breve período de éxito, así Yugoslavia tuvo el crecimiento económico más rápido del mundo durante los años cincuenta. Sin embargo, en 1957 el Congreso de Consejos de Trabajadores (la primera y única reunión de los Consejos de Trabajadores) pidió más poder. Es importante entender que estos consejos eran organismos burocráticos bajo el control de los administradores y especialistas de las empresas y no de los propios trabajadores. Querían relajar las regulaciones estatales y bajar los impuestos. Estas empresas querían más dinero y así podrían invertir individualmente en lugar de tener que cumplir con las decisiones de inversión adoptadas por el estado.
Los comités de autogestión cada vez eran más conscientes de sus propios intereses, que se contraponían a los intereses de los burócratas y ministerios estatales. Se decía que estas medidas eran un movimiento desde el “capitalismo de estado” hacia el socialismo. En realidad era la introducción del mercado y un movimiento hacia el capitalismo, o más correctamente, estaba preparando la transición hacia el capitalismo.
Bajo un genuino estado obrero, en condiciones de aislamiento, no sería un error introducir reformas de mercado limitadas, como hicieron los bolcheviques con la NEP. Las reformas de mercado eran utilizadas para corregir las irregularidades o ineficiencias de la economía y para estimular la producción (particularmente la producción agrícola). Este habría sido el caso en Yugoslavia con su plan burocrático, donde las ineficiencias y la baja productividad eran algo obvio, especialmente después de quedarse aislada de la URSS. No obstante, las reformas de mercado bajo el estalinismo desarrollaron su propia lógica interna, como vimos finalmente en Yugoslavia y hoy lo vemos en China. En lugar de utilizar el mercado para desarrollar el plan y el sector estatal, el sector estatal y el plan finalmente acabaron financiando el mercado. También crea las condiciones a través de las cuales los burócratas y administradores estaban interesados en legitimar y formalizar su poder y control: convirtiéndose en burgueses.
El alto crecimiento en los años cincuenta colapsó a principios de los años sesenta, y como resultado se introdujeron las reformas propuestas por los consejos obreros. Esto representó un gran giro hacia el mercado y el creciente poder de los administradores. Sin embargo, en 1962 se abandonó el tercer Plan Económico sólo un año después de su implantación debido a la crisis económica. La producción industrial se hundió a la mitad del nivel de 1960, las importaciones se dispararon, las exportaciones colapsaron y la inflación aumentó enormemente.
La respuesta de la burocracia estatal fue girar aún más hacia el “socialismo de mercado”. El estado quería que las empresas yugoslavas fueran competitivas en el mercado mundial y el monopolio estatal del comercio exterior fue eliminado y la moneda se hizo convertible. Los burócratas yugoslavos decían que si los trabajadores no estaban tomando las decisiones de inversión claves a través de los consejos de trabajadores, entonces realmente no tenían el control. Todo se resumía de la siguiente manera: “Aquel que dispone de la reproducción expandida domina la sociedad”.
Aquí está la cuestión: ¿La clase obrera gobierna la sociedad cuando la clase obrera está atomizada a través de empresas individuales que controlan la inversión y la reproducción, o cuando la clase obrera como tal, a través del estado, controla la inversión y la reproducción? Obviamente, es lo último. Bajo el modelo yugoslavo, era la empresa individual a la caza de beneficios la que mandaba y no la clase obrera. Es la propiedad estatal nacionalizada, la economía planificada democráticamente la que garantiza el control obrero sobre toda la economía y no sólo en una industria o fábrica. También salvaguarda la naturaleza socializada de la economía y el desarrollo de las relaciones socialistas de producción. El socialismo significa el control democrático, centralizado, de toda la economía por parte de la clase obrera, para desarrollar la economía como un conjunto y garantizar los intereses de la clase obrera como un todo, no sólo garantizar el interés individual de una fábrica o industria determinada.
El problema en Yugoslavia no era tanto que el poder sobre las fábricas estuviera en manos de los comités de autogestión, esto en realidad habría sido un paso adelante progresista y democrático en la medida que la economía estuviera organizada en un plan democrático centralizado, bajo el control de la clase obrera, implicando un verdadero estado obrero. El problema era que el control de la economía estaba descentralizado, que la economía descansaba en los intereses de las empresas individuales. Esta búsqueda de beneficio e interés propio de las empresas llevó al control de los administradores y especialistas de los comités de autogestión.
El resultado de estas reformas era predecible. La desigualdad aumentó en los años sesenta, entre empresas de la misma industria, entre diferentes industrias, entre la ciudad y el campo, entre las regiones. Pero a finales de los sesenta los niveles de ingresos en Eslovenia eran seis veces más elevados que en Kosovo. Los ricos eran más ricos y, como era de prever, la influencia de los trabajadores descendió con relación a los expertos en las empresas, porque si el objetivo era producir para el beneficio, entonces los trabajadores tendían a basarse cada vez más en los especialistas y administradores para conseguir ese beneficio. Si la economía hubiera seguido centralizada y se hubiera planificado democráticamente para el beneficio de todos, entonces la influencia de los trabajadores habría aumentado en relación a los expertos, la pericia y el conocimiento de los especialistas habría sido utilizado para el beneficio de toda la economía y no sólo para satisfacer los estrechos intereses. La democracia obrera podría haber sustituido al mercado como una manera de regular la economía.
Otro paso importante hacia el capitalismo fue el desmantelamiento de la inversión estatal y el banco central del estado. La inversión estatal acumulada se desmanteló y se invirtió en bancos de autogestión, que después prestaban dinero a las empresas sobre una base orientada a los beneficios.
Todas estas medidas llevaron a una rebelión contra el mercado a finales de los sesenta y principios de los setenta, encabezada por los estudiantes, jóvenes y la población de las regiones más pobres. Hubo un ataque general al mercado, un crecimiento de la desigualdad y un poder significativamente creciente de los bancos y administradores sobre las empresas.
En 1974 el “socialismo de mercado” había sido abandonado al enfrentarse a un masivo malestar obrero, que culminó con una ocupación que duró siete días de la Universidad de Belgrado, con la siguiente consigna: “No a la burguesía roja”. Finalmente, se regresó a la planificación, pero ya no al modelo soviético burocrático, ni a una planificación verdaderamente democrática. Las empresas individuales negociaban “acuerdos” quinquenales de inversión con el estado.
Mirando la historia de Yugoslavia, se puede ver siempre una lucha entre la centralización y la descentralización, además de una lucha entre la casta directiva y la casta burocrática del estado. El estalinismo fundamentalmente no consiguió resolver la disparidad regional en Yugoslavia. Cuando la descentralización y las reformas de mercado fueron introducidas en los años cincuenta, esto fue visto como una victoria de los distintos burócratas nacionales. Su estrecho interés nacional significaba que estaban interesados en desarrollar sus propias economías nacionales frente a las demás. Esto también puso más poder en manos de los administradores.
Cuando el estado central intentó volver a introducir medidas de centralización a finales de los años setenta, se encontró con la resistencia de los burócratas nacionales y administradores (especialmente en Eslovenia y Croacia). Fue una lucha entre las diferentes secciones de la burocracia, representando intereses diferentes. Por un lado las camarillas burocráticas nacionales y la casta administradora que empujaba hacia una mayor descentralización para sus intereses y poder, mientras que el estado central empujaba hacia la centralización (en los años setenta). El abandono del “socialismo de mercado” fue un intento de los burócratas estatales, conscientes de que las reformas de mercado amenazaban su poder, para reafirmar su control sobre los administradores y camarillas burocráticas regionales. Por ejemplo, si a mediados de los años sesenta los salarios en Eslovenia eran seis veces más elevados que en Kosovo, es fácil ver por qué los burócratas eslovenos, cuyas estrechas miras nacionales dominaban todas sus decisiones, tenían interés en la descentralización, así podrían recoger los beneficios de su riqueza nacional en lugar de ver cómo iban a sus vecinos.
El modelo yugoslavo de autogestión tuvo problemas importantes, problemas que jugaron un papel significativo en la ruptura brutal del país. Como cada empresa individual competía en el mercado, las empresas autogestionadas tenían sus propios intereses. Estaban interesadas en maximizar el beneficio de la empresa, de este modo, la parte del beneficio (la parte no destinada a gastos o nueva inversión) podría ir a aumentar el ingreso de los trabajadores. Esto ponía todo el poder en la fábrica no en los comités de autogestión de los trabajadores, sino en los administradores y especialistas.
Veremos estos mismos problemas cuando tratemos el control obrero en Venezuela. Las cooperativas allí están, porque todavía funcionan bajo una economía capitalista, bajo la presión de maximizar beneficios. Esto crea contradicciones en la empresa y tiende a poner el control en manos de los administradores en lugar de en los comités de trabajadores. La caza de beneficios enfrentaba a una empresa con otra mediante la competencia, enfrentaba a los trabajadores en la competencia, y también llevó a la diferenciación interna en la fábrica individual, conde los administradores y especialistas buscaban estirar sus control para ganar poder y acceso a los beneficios. Por eso precisamente es imperativo que las industrias nacionalizadas estén integradas en un plan democrático, es esencial que todas las industrias nacionalizadas sean puestas bajo el control de los trabajadores locales, los sindicatos y el estado.
Para combatir esta desigualdad entre empresas dentro de Yugoslavia, las empresas autogestionadas no despedían a los trabajadores. Sin embargo, tampoco creaban muchos empleos. ¿Por qué? Porque el ingreso de los trabajadores estaba vinculado directamente a los beneficios, así que cuanto mayor era el número de trabajadores contratados menores los salarios que recibían. Esto significaba que los pobres del campo terminaban saliendo a Europa Occidental en busca de trabajo. En 1971 la tasa de desempleo en Yugoslavia era del 7 por ciento, sin embargo, un asombroso 20 por ciento de la fuerza laboral estaba trabajando fuera del país.
El otro problema principal era la atomización de la clase obrera. La dirección yugoslava defendía que su modelo de autogestión llevaría al desarrollo de las relaciones socialistas de producción. Sin embargo, si las relaciones socialistas de producción eran el objetivo, entonces las decisiones de inversión no se podían dejar en manos de las empresas individuales, porque no conocían las necesidades de la economía o la sociedad en su conjunto. De nuevo, eran los intereses de la empresa individual y no los de la clase los que regían. En realidad, los intereses de los trabajadores estaban sometidos a los intereses de su empresa. Estaban interesados en invertir para conseguir más beneficios. Como la proporción de los salarios con relación a los beneficios era fija, la única manera de subir los salarios era aumentando los beneficios, eso significaba el aumento de la explotación de la clase obrera. Esto, junto con el hecho de que los trabajadores podían ver la contradicción entre lo que les decían que supuestamente debían hacer, y lo que realmente ocurría, eso llevó a la desmoralización y falta de interés por parte de la clase obrera, con un notable aumento del absentismo en los años setenta.
Este sistema, una vez más, parecía la anarquía del capitalismo más que la armonía de las relaciones socialistas de producción. Los burócratas yugoslavos también desmantelaron el monopolio estatal del comercio exterior, que puso a las empresas individuales yugoslavas en contacto directo con el mercado mundial. Esto permitió la intervención directa del capitalismo y el imperialismo en la economía yugoslava sin control o vigilancia central.
Durante los años setenta, las empresas autogestionadas estaban muy endeudadas con los bancos occidentales. La idea original era que pedirían dinero prestado, algunas veces a un precio caro, e invertirían este dinero en la expansión y modernización de las empresas individuales, con la esperanza de que fueran capaces de exportar a Europa occidental y devolver los préstamos. Sin embargo, la recesión internacional de 1979 acabó con sus esperanzas. Las empresas individuales encontraron dificultades para devolver sus préstamos. Además, como no existía un monopolio estatal del comercio exterior, nadie sabía la cantidad de deuda externa. Al final, Yugoslavia tuvo que asumir la deuda como nación. El nivel de vida colapsó. Entre 1982 y 1989 cayó un 40 por ciento. La inflación se disparó −en 1987 la tasa de inflación era del 150 por ciento y en 1989 alcanzó el 1.950 por ciento−.
En 1988 Yugoslavia tenía la mayor deuda externa per cápita de toda Europa, sumando más de 20.000 millones de dólares. Entre 1984 y 1988 Yugoslavia pagó más de 14.000 millones de dólares en concepto de intereses de la deuda, arruinando la economía.
En los años ochenta el FMI había impuesto unas condiciones estrictas para la renovación de créditos. Por supuesto, esto significaba la reducción del “sector social”. El FMI obligó a los bancos auto-administrados convertirse en bancos privados, y las empresas autogestionadas tuvieron que convertirse en empresas con una situación de propiedad clara, es decir, en empresas capitalistas.
Es importante subrayar que todo esto fue el resultado directo de la política de “socialismo de mercado”, que esto llevó directamente a la brutal desintegración de Yugoslavia. En realidad, de las empresas y bancos autogestionados, no había un gran paso hacia las empresas privadas y capitalistas. Los administradores de las empresas autogestionadas asumieron la propiedad de las empresas, ahora consiguiendo más beneficios en lugar de recibir salarios más altos.
La crisis económica que golpeó Yugoslavia en los años ochenta llevó a la crisis política. Las camarillas burocráticas dominantes en las diferentes regiones giraron hacia el nacionalismo y la vieja política de culpar a tu vecino. Enfrentadas con la posibilidad de una genuina revolución obrera, giraron hacia el rabioso nacionalismo, todos conocemos el resultado.
¿Cuáles son las lecciones de la experiencia yugoslava? Parece obvio que era necesario la propiedad estatal de los puestos más elevados de la economía y el monopolio estatal del comercio exterior. La desaparición del estado no ocurre simplemente entregando las industrias y empresas nacionalizadas a los trabajadores y administradores, convirtiéndoles en accionistas. En Yugoslavia, donde los administradores controlaban los comités de autogestión, esto simplemente llevó a la atomización de la clase obrera. El convertir meramente a los trabajadores en propietarios de empresas individuales no significa propiedad social: los comités de autogestión (controlados por los administradores) funcionaban como propietarios privados y esto llevó directamente a la plena restauración del capitalismo. La clave para la transformación socialista y la desaparición del estado en los estados obreros deformados era el genuino control obrero.
El socialismo no es simplemente buscar los intereses de los trabajadores en las empresas locales o individuales. El socialismo significa cuidar los intereses de la clase obrera, la economía y la sociedad en su conjunto. Para esto es necesaria la propiedad estatal. La propiedad estatal defiende el carácter socializado de la economía, pero eso no significa propiedad social. Una economía nacionalizada, centralizada en un plan democrático, donde cada fábrica tenga una plantilla de directores formada por 1/3 de trabajadores locales, 1/3 procedente de los sindicatos y 1/3 de representantes del estado (o con alguna variación), defiende los intereses de los trabajadores, de la clase en su conjunto, y es capaz de reconocer las necesidades de la economía y la sociedad como un todo, de una manera que no es posible con los comités autogestionarios atomizados. Sobre esta base se puede incrementar la productividad y el poder potencial de la economía, liberada de las camisas de fuerza de la propiedad privada y el estado nacional, se puede desatar. Las desigualdades en la sociedad se pueden superar, porque la propiedad estatal se convierte en una genuina propiedad social.
Otra lección importante de Yugoslavia es el internacionalismo. La ruptura de la Unión Soviética y el colapso del Bloque del Este fue el resultado de la estrecha perspectiva nacional de la burocracia dominante en cada país. Abandonaron para organizar sus propias economías atrasadas y comerciar entre ellos. Sobre la base del verdadero bolchevismo y el internacionalismo, habría sido posible integrar las diferentes economías nacionales y construir una economía integrada, planificada democráticamente, utilizando los recursos y la mano de obra de todos los países, desde La Habana hasta Pekín. Esto habría desatado las fuerzas productivas de estos países, estimulado el desarrollo socialista de la economía y llevado al desarrollo de las relaciones socialistas de producción y la genuina propiedad social de los medios de producción.
El control obrero y la revolución venezolana
Y esto nos lleva a Venezuela. ¿Qué significa todo esto para la Revolución Bolivariana y el movimiento por la cogestión? Los acontecimientos en Venezuela demuestran que los trabajadores pueden dirigir la industria. El viejo dicho es cierto: los empresarios necesitan a los trabajadores, pero los trabajadores no necesitan a los empresarios. Por supuesto que los técnicos, los expertos y los especialistas son necesarios, pero deben estar bajo el control de los trabajadores. La experiencia de los trabajadores de PDVSA demuestra claramente esto, PDVSA no es una empresa pequeña. En realidad es una de las más grandes de América Latina y requiere una increíble coordinación de alta tecnología, implica ordenadores, satélites y otras cosas similares.
Esto es una ventaja que tiene Venezuela frente a la Rusia de 1917. El desarrollo y la extensión del capitalismo desde la Segunda Guerra Mundial han llevado al fortalecimiento del proletariado a escala mundial. Los trabajadores hoy están mucho mejor formados que en 1917. Trabajan con máquinas más complejas, ordenadores, satélites, etc., y necesitan un grado relativamente alto de especialización. PDVSA demuestra que los trabajadores pueden asumir la dirección de la industria mucho más fácilmente de lo que ocurría en Rusia en 1917.
Otra cosa importante a tener en cuenta es que la idea de la cogestión está incluida en la Constitución venezolana. Aunque la forma de cogestión no siempre está clara, aunque el lenguaje utilizado pueda nos pueda parecer confuso y la ley no demasiado clara, estas cosas no son decisivas. El control obrero no es lo que marca la ley, sino como lo hacen los trabajadores. Como explicaba Trotsky: “En cierta etapa los trabajadores dislocan el marco de la ley o acaban con ella, o simplemente les es indiferente. Precisamente en eso consiste la transición hacia una situación puramente revolucionaria”.
Está claro que la cogestión para la clase obrera venezolana significa control obrero y administración obrera. Si se visita la página web de ALCASA, una planta de aluminio donde más avanzada está la cogestión, se puede ver un cartel hecho por los trabajadores con las siguientes consignas: “Control obrero” y “Todo el poder a la clase obrera”.
La lucha por el control y gestión obrera tiene sus orígenes en el cierre patronal de 2002-2003. Los trabajadores de PDVSA, la empresa petrolera estatal, ocupan sus instalaciones y la gestionan ellos mismos, superando el sabotaje organizado los directores. Los trabajadores de Cadafe, la empresa estatal de electricidad que proporciona el 60 por ciento de la electricidad de Venezuela, llevaron a cabo planes de contingencia para evitar el sabotaje que estaban llevando a cabo los directores. Los trabajadores en estas empresas evitaron eficazmente el sabotaje de la industria. Los trabajadores petroleros al principio pensaban que no podrían dirigir las instalaciones, pero rápidamente se dieron cuenta de que sí podían hacerlo. Se dieron cuenta que la administración a menudo estaba de vacaciones o fuera y ellos eran realmente los que dirigían la empresa.
Después del cierre patronal el control obrero desapareció de PDVSA. Sin embargo, los trabajadores son conscientes de que la empresa está de nuevo siendo gestionada en líneas capitalistas. Después del cierre patronal, los trabajadores de PDVSA tuvieron varias discusiones sobre la cuestión del control obrero. Como resultado de estas reuniones, Pedro Montilla, del movimiento La Jornada de trabajadores petroleros, elaboró una propuesta para un decreto sobre cogestión de PDVSA. Desgraciadamente, estas propuestas nunca fueron ratificadas. Como resultado, las tensiones en la industria petrolera están aumentando ya que los trabajadores están exigiendo la implantación del control obrero.
Estas son algunas de las reivindicaciones hechas por los trabajadores de PDVSA:
• La cogestión implica todos los aspectos de la extracción, distribución, producción y almacenaje, incluido el control de precios para la compra y venta.
• Todos los libros de cuenta deben estar abiertos a todos los niveles elegidos por los trabajadores.
• La cogestión tiene que ser ejercida por todos los trabajadores a través de sus representantes elegidos en cada planta y fábrica, ellos no dejarán de trabajar y tendrán tiempo para las actividades de administración.
• Todos son responsables ante la asamblea de trabajadores y debe existir un mantenimiento estricto del orden, la disciplina y la protección de las mercancías.
• Regularmente debe haber informes en la asamblea de trabajadores.
• Todos los representantes están sujetos al derecho de revocación.
(Para ver la propuesta íntegra en castellano: http://venezuela.elmilitante.org/index.asp?id=muestra&id_art=93)
Sobre la base de estas propuestas los trabajadores petroleros también plantearon los siguientes argumentos:
• Que el sabotaje de PDVSA no se puede evitar sin el control obrero y sin la adopción de las medidas antes mencionadas que garanticen la responsabilidad, la disciplina y la transparencia.
• El presidente Chávez ha amenazado parar la venta de petróleo a EEUU. Si esta amenaza se lleva hasta el final, no sería sin el control obrero de la industria petrolera ya que la administración intentaría sabotearla.
Al mismo tiempo, los trabajadores de Cadafe comenzaron una lucha por la cogestión. Tanto los trabajadores de PDVSA como de Cadafe son conscientes de las diferencias entre el control obrero y la participación de los trabajadores. Los trabajadores de Cadage también escribieron una serie de propuestas concretas para el control obrero. Los trabajadores están furiosos porque se han adoptado algunas medidas y pasos simbólicos, pero no se ha implantado un control obrero genuino. De los 5 miembros del comité coordinador, 2 de los puestos están reservados para sindicalistas nombrados sin derecho a revocación. El presidente de la empresa no necesita tener en cuenta las directrices o instrucciones de este comité. En este caso son los administradores de esta empresa estatal los que se resisten a las reivindicaciones de los trabajadores. Tanto los administradores como el estado querían restringir la capacidad de los trabajadores de tomar decisiones dejándoles poder sólo sobre cuestiones secundarias (en Valencia, por ejemplo, ¡dieron a los trabajadores plenos derechos de consulta sobre la decoración navideña de los edificios de la empresa!). Los trabajadores han luchado por cada centímetro de control obrero y ahora han lanzado una lucha por la verdadera cogestión.
Los trabajadores de estas dos industrias afrontan ahora otro argumento de la dirección que dice que no debería existir participación o control de los trabajadores en las industrias estratégicas. Esto es un chiste. Fueron los trabajadores de PDVSA los que recuperaron la producción durante el cierre patronal, fueron los trabajadores del aluminio y el acero en Guayana los que lucharon para que las instalaciones de gas mantuvieran los suministros, fueron los trabajadores de Cadafe los que mantuvieron el suministro eléctrico del país y evitaron el sabotaje de la industria y de la economía de Venezuela en su conjunto. El argumento es que no se puede confiar a los trabajadores las industrias vitales y estratégicas, se trata de una cortina de humo detrás de la cual se oculta un ataque generalizado a la idea del control obrero. Sin embargo, si el gobierno venezolano quiere garantizar un funcionamiento tranquilo de estas industrias y evitar su sabotaje, deberían confiárselas a los trabajadores, porque ya han demostrado que defenderán y protegerán estas industrias contra el sabotaje de los empresarios y administradores en defensa de la revolución.
Pero hay otro punto importante, similar a lo que Trotsky defendió con las Cuencas de Carbón de Donets. Y es que si PDVSA se deja en manos de las cooperativas de trabajadores, si esta cooperativa controlara el petróleo de PDVSA y podría ser concebible mantener rehén al resto del país. La fuerza más poderosa de la sociedad venezolana serían los administradores de PDVSA, que controlarían entre el 70 y el 80 por ciento de la economía venezolana. Si algo similar a lo que está ocurriendo en Venepal ocurriera en PDVSA este sería el caso. El control y la administración de los trabajadores deben implantarse en PDVSA para garantizar que la clase obrera, en su conjunto, controla democráticamente la economía, para garantizar la democracia obrera generalizada. En todas las empresas importantes, incluida PDVSA, deben ser incorporadas en un plan centralizado y democrático de la economía. Esto significaría que el consejo de directores de PDVSA debería estar formado por 1/3 de trabajadores, 1/3 procedente de los sindicatos y 1/3 del estado (o alguna variación de esto).
Un buen ejemplo de control obrero es Cadela, una empresa subsidiaria de Cadafe en Mérida que está funcionando bajo la forma de control obrero. Hace unas semanas hubo un corte del suministro eléctrico en las comunidades circundantes. Los expertos pensaban que se tardaría dos meses en restaurar el suministro. Sin embargo, las comunidades organizadas estaban en contacto directo con los trabajadores y ayudaron a reparar el daño. Mediante el trabajo conjunto y la planificación del trabajo, después de muchas horas extras en beneficio de la población, el suministro eléctrico se restauró en dos semanas.
Después de la derrota del cierre patronal, los empresarios de Venezuela cerraron muchas fábricas y empresas, por razones políticas y no económicas. Se perdieron entre 250.000 y 500.000 empleos. Aquí es donde se puede ver que el control obrero en general no sucede por cuestiones de la producción, sino por la defensa de los empleos, las comunidades, etc.
Poco después de este cierre generalizado de cierres de fábricas, los trabajadores comenzaron a ocuparlas y ponerlas en funcionamiento. La lucha más avanzada en ese momento es Venepal. En un momento determinado, los trabajadores la ocuparon y la pusieron a funcionar. Los trabajadores demostraron la superioridad del control obrero. Había una máquina en la planta que estaba fabricada en Alemania. La máquina estaba estropeada y necesitaba ser reparada. La administración se negó a arreglarla porque requería que fuera un ingeniero desde Alemania para su reparación (eso es lo que decían). Esto dejaba a la fábrica funcionando por debajo de su capacidad. Después de que se fuera la administración y los trabajadores ocuparan la planta, simplemente improvisaron y arreglaron la máquina, recuperan toda la productividad de la empresa.
Fueron nuestros compañeros de la CMI [actual LUCHA DE CLASES] los que plantearon la reivindicación del control obrero y la nacionalización, que después fue aceptada por los trabajadores. El 19 de enero de 2005 la empresa fue expropiada y Chávez anunció que funcionaría bajo control obrero. Ahora la cooperativa de trabajadores posee el 49 por ciento de la planta y el estado el 51 por ciento, para garantizar su carácter nacionalizado. Los trabajadores eligieron a los directores y el ministerio envió a dos representantes para que compartieran la experiencia de dirigir la fábrica con los trabajadores.
Sin embargo, han surgido problemas. Una asamblea de trabajadores decidió disolver el sindicato y esperan comprar la parte de las acciones propiedad el estado para convertirse en los propietarios de la empresa y mantener los beneficios conseguidos por la producción.
Alexis Ornevo, miembro del consejo de administración de Invepal, dijo a principios de 2005 en el Encuentro Internacional en Solidaridad con la Revolución Venezolana, que como los trabajadores ya no tenían empresarios entonces no necesitaban un sindicato. De acuerdo con la constitución, mediante algún tipo de laguna jurídica, la cooperativa de trabajadores puede legalmente aumentar su 49 por ciento de acciones hasta el 95 por ciento. Ornevo ha expresado abiertamente su intención de hacer esto. Contradicciones como esta son inevitables. Es necesario un verdadero control obrero universal, para evitar que grupos de trabajadores emprendan el camino del enriquecimiento individual.
Angel Navas, presidente del sindicato de Cadafe, está preocupado ante la posibilidad de que los acontecimientos de Invepal creen un modelo de cogestión similar a una cooperativa capitalista. Él dijo lo siguiente:
“Como vimos en la presentación de ayer de Invepal, ellos están teniendo algunos problemas, parece que están pensando como administradores. De acuerdo con lo que escuchamos ayer, quieren poseer todas las acciones de la empresa. 800 trabajadores serán los propietarios de una empresa. Y si esta se convierte en rentable, ¿estos trabajadores se harán ricos? Se supone que es una empresa que pertenece a todo el país, mi empresa no puede pertenecer sólo a los trabajadores. Si conseguimos beneficios éstos pertenecen a toda la población. Es una responsabilidad que todos tenemos, los trabajadores en la industria petrolera, aquellos que hacen la mayor parte, ¿cómo extendemos esto al resto del país? Estos beneficios no son para mí. Eso no tiene sentido porque yo trabajo en la industria petrolera, por ejemplo, puedo conseguir 90 millones de bolívares cuando el salario mínimo es de 4 millones de bolívares”.
Si se compara esto con Yugoslavia, donde los trabajadores sentían que ellos eran los propietarios de su fábrica y competían en el mercado. Una vez más, este fue el principal problema de Yugoslavia, la desigualdad de salarios. Ciertos trabajadores simplemente son afortunados porque ellos tenían el monopolio de acceso a buenos empleos, mientras que otros trabajadores eran abandonados al frío. La cuestión es que los beneficios de una empresa estatal, una empresa nacionalizada, deberían ser cogidos por el estado y redistribuidos a la sociedad, que a su vez crea más riqueza social, eliminando la desigualdad. En Yugoslavia era todavía un sistema de apropiación individual del beneficio por parte de empresas individuales, no era una apropiación socializada. Si el grupo actual de directores triunfan en Invepal con su proyecto de conseguir la mayoría de la empresa para enriquecer a los trabajadores de Invepal, esto simplemente será poner a un grupo de trabajadores frente a otros, aumentando la desigualdad. Eso también podría crear una lucha dentro de Invepal por el control de esas acciones. Si los trabajadores de cada industria o empresa pudieran quedarse los beneficios de la producción, el beneficio no se redistribuiría socialmente sino que seguiría siendo privada, esto básicamente es capitalismo y de ninguna manera llevaría al desarrollo de las relaciones sociales de producción.
Después está CNV (Constructora Nacional de Válvulas), esta empresa fue nacionalizada en mayo del año pasado y renombrada como Inveval. Aquí las dificultades no proceden de la cooperativa de trabajadores sino del estado. Debemos decir que el antiguo propietario ha iniciado un procedimiento legal exigiendo que se le pague una compensación por la expropiación, pero el problema real es que cuando fue nacionalizada Chávez dejó muy claro que los trabajadores debían tener la mayoría de representantes en el consejo de administración, y que el máximo órgano de toma de decisiones debería ser la Asamblea General de Trabajadores. Sin embargo, cuando los representantes del Ministerio de Economía Popular leyeron los estatutos de la empresa propuestos a los trabajadores, no se mencionaba la participación de los trabajadores. La asamblea de trabajadores rechazó esta propuesta y comenzaron a movilizar alrededor de la reivindicación del control obrero. Ahora se han unido con trabajadores de otras empresas donde hay control obrero para extender la lucha más allá de Inveval. (1)
La experiencia más avanzada de control obrero se está dando en Alcasa, la gran empresa estatal de aluminio. Es absolutamente asombroso leer el material sobre la cogestión en Venezuela. Los debates y discusiones sobre el control obrero y el socialismo están muy avanzados, en muchos sentidos más avanzados que en Rusia en 1917, ¡sin la ayuda de un Partido Bolchevique!
Los trabajadores de Alcasa tienen absolutamente claro que significa la cogestión. Edgar Caldera, uno de los dirigentes sindicales ha escrito lo siguiente:
“Si hay algo que los trabajadores deben comprender claramente es que nuestra cogestión no se puede convertir en un arma para profundizar el carácter explotador del modo de producción capitalista. No podemos repetir la triste historia de Europa, donde el sistema de cogestión fue utilizado para librarse de los derechos de los trabajadores y sus derechos adquiridos.
«La cogestión que hemos comenzado a aplicar en Alcasa no tiene nada que ver con esto. Se trata de una emancipación genuina de nuestra clase, basada en los principios revolucionarios de Marx, Rosa Luxemburgo, Gramsci y Trotsky, entre otros. Se trata de crear un modelo de cogestión con el objetivo de transformar el modo de producción capitalista, que está basado en la explotación del hombre por el hombre, en un modo de relaciones sociales basado en los principios de la cooperación, solidaridad, justicia, igualdad, co-responsabilidad y el bienestar común de los trabajadores y la población en general”. (Alcasa: Cogestión, el control obrero y la producción. http://venezuela.elmilitante.org/index/.asp?id=muestra&id_art=1999
En otro artículo escribe lo siguiente:
“Los trabajadores de Alcasa están avanzando en el control obrero y el control comunitario, basado en las asambleas generales como autoridad suprema… que ha transformado totalmente la vieja estructura de poder y está dando pleno poder a los trabajadores y la comunidad…
«En Alcasa los trabajadores eligen a los administradores, que reciben los mismos salarios y están sometidos al derecho de revocación. Las decisiones más importantes son tomadas por la Asamblea General de Trabajadores. Los administradores también han dicho que no encerrarán a los trabajadores en la oficina, que ellos continuarán trabajando”. (Alcasa: cogestión burguesa y cogestión obrera). http://venezuela.elmilitante.org/index.asp?id=muestra&id_art=1917
Trino Silva, otro de los dirigentes obreros, dijo lo siguiente en una entrevista:
“Los trabajadores deberían elegir al presidente de Alcasa. Pero el Consejo de Administración no debería estar formado sólo por trabajadores. Estamos pensando en un consejo de 14 personas: siete titulares y otros siete sustitutos. De los siete titulares, cuatro deberían ser trabajadores de Alcasa, dos representantes del gobierno (para que puedan supervisar lo que se está haciendo con la empresa) y otro debería ser un representante de la comunidad organizada”.
Significativamente añade:
“Alcasa no sólo pertenece a los trabajadores de Alcasa, ni a Trina Silva ni a los trabajadores de Alcasa, sino a todo el pueblo. Por lo tanto, la opinión pública tiene el derecho a la representación en el Consejo de Administración, en primer lugar por la transparencia y, en segundo lugar, para garantizar que Alcasa beneficia a todos”. (Los trabajadores del aluminio en Venezuela eligen a sus administradores y aumentan la producción. Entrevista hecha por M. Harnecker). http://www.venezuelanalysis.com/articles.php?artno=1407
La experiencia en Alcasa y la participación comunitaria en la administración les ha llevado a otras ideas excelentes, que demuestran el poder del control obrero para transformar la sociedad. El año pasado Alcasa gastó 24.000 millones de bolívares en cuidado sanitario en clínicas privadas para los trabajadores. El sindicato cree que si poseen algún terreno cerca de la planta así podrán dar este terreno al estado para que construya un hospital público para los trabajadores de Alcasa y las comunidades circundantes. Alcasa y varias empresas de la zona están compartiendo y construyendo cocinas industriales para los trabajadores y la comunidad. Hay unas 200 cocinas en la zona para organizar y proporcionar empleos. Quieren romper el monopolio del transporte en la región. Quieren ayudar a financiar y crear un sistema de transporte público mejor, más cómodo y asequible.
Esta es una demostración clara de cómo el control obrero, la democracia obrera, puede sustituir al mercado como regulador de la economía. Los trabajadores pueden ver claramente qué necesidades existen, qué se puede mejorar y pueden exigir qué inversión se debe hacer en estas zonas. Si esta experiencia se repite a escala nacional, toda la riqueza social estaría disponible para todos mediante una economía planificada democráticamente, es fácil ver cómo se podría desarrollar rápidamente Venezuela.
Sin embargo, Alcasa se enfrenta a algunos peligros. Alcasa en realidad es una empresa deficitaria. Los reformistas y burócratas podrían utilizar la creatividad de los trabajadores para que la empresa consiguiera beneficios y después intentar acabar con el control obrero. O, si Alcasa continúa con pérdidas, los reformistas podrían intentar argumentar que el control obrero no funciona y que debería ser abandonada como parte de un ataque generalizado a la clase obrera y acabar con cualquier elemento de control o administración que pudiera existir en la economía.
Recomiendo un artículo de Jorge Martín sobre la expropiación de las fábricas cerradas (Primer Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas por los Trabajadores). El número total de empresas que están siendo investigadas en Venezuela es de 1.149. Esta es una medida destinada a defender los empleos, romper el sabotaje de los empresarios y eliminar la dependencia de las importaciones que tiene Venezuela.
Si el Estado pone estas empresas bajo control obrero, necesitará proporcionar a estas empresas materias primas. Estas empresas a su vez tendrán que vender su producto acabado. Esto obligará a iniciar un plan económico y finalmente obligar a Chávez a considerar la expropiación de la burguesía. Esta demanda es probable que surgiera más de la propia clase obrera. Los trabajadores comenzarán a hacer preguntas: ¿por qué la nacionalización se limita a las fábricas que están en bancarrota o cerradas? ¿Por qué el estado siempre nacionaliza las pérdidas y privatiza los beneficios? Para que estas empresas cerradas, que pronto serán nacionalizadas, sean viables, deben formar parte de un plan general de producción. Eso no será posible en la medida que sectores claves de la economía, como la banca y el crédito, sigan en manos privadas. Estas empresas nacionalizadas estarán a merced del capitalismo, se enfrentarán al sabotaje, se enfrentarán a la negativa de vender productos. Esto obligará a Chávez y el gobierno a emprender el camino de la expropiación.
El artículo de Jorge Martín también explica que para cualquier empresario que quiera mantener sus empresas abiertas, el estado les ayudará a mantenerla con un crédito a bajo interés, pero sólo con la condición de que los “empresarios introduzcan la participación de los trabajadores en la administración, la dirección y los beneficios de la empresa”.
En condiciones normales esto sería un truco inteligente para desarmar a la clase obrera. Sin embargo, hoy en Venezuela sólo servirá para aumentar la confianza de los trabajadores y profundizar la lucha de clases en estas fábricas.
Otro punto importante en Venezuela fue el encuentro nacional de trabajadores que participan en experiencia de control obrero y que se celebró entre el 16-18 de junio. En él participaron trabajadores de Inveval, Alcasa, PDVSA y otras empresas. Algunas decisiones que se tomaron fueron las siguientes:
1. La formación de un Frente Estatal por la Defensa de la Cogestión Revolucionaria, el desarrollo socialista endógeno… a nivel estatal y local.
2. Caracterizar nuestra cogestión como un movimiento que afectará a las relaciones capitalistas y que se encamina hacia el control obrero, el poder de las asambleas de ciudadanos y la construcción de un estado socialista.
3. El Frente Estatal propone la cogestión obrera, social y militar.
4. Incluir entre las propuestas de la cogestión revolucionaria que las empresas deben ser propiedad del estado, sin distribuir acciones entre los trabajadores y que los beneficios se distribuyan según las necesidades a través de los consejos de planificación socialista. Estos consejos de planificación socialista deben ser entendidos como órganos que implantan las decisiones adoptadas por los ciudadanos en las asambleas.
5. Luchar para promover y sistematizar la educación política y social y la ideología socialista para profundizar la Revolución Bolivariana mediante la creación de centros locales, estatales y regionales con la idea de construir una Red Nacional de Formación Socio-Política Revolucionaria.
6. Construir la solidaridad y extender la revolución por América Latina y el mundo.
7. Reconocimiento de los excluidos, explotadores y oprimidos como los aliados de clases en la lucha por la construcción del socialismo del siglo XXI.
A partir de estas resoluciones está bastante claro que la cogestión en Venezuela en realidad es vista como un paso hacia la construcción de la sociedad socialista. Este encuentro estatal de trabajadores que están experimentando el control obrero, obviamente, es un paso enorme en la dirección correcta. Reunir a los diferentes grupos de trabajadores y ponerles bajo una bandera, es dar forma al movimiento y a la ideología de los trabajadores, que ahora inexorablemente se mueve hacia el socialismo.
Los trabajadores, a través de su propia experiencia, han sacado la conclusión de que el control obrero es una herramienta poderosa en manos de la clase obrera. La lucha por el control obrero desafía directamente la propiedad privada de los medios de producción y es la lucha por la creación de una nueva sociedad dentro de la vieja. La transformación socialista de la sociedad dependen de la transformación del modo de producción, y el control y la cogestión obrera es el método revolucionario de la clase obrera para llevar a cabo esta transformación y atacar el corazón mismo del capitalismo, en la fábrica y en el taller. Por eso la revolución en Venezuela se mueve en dirección al socialismo, la forma de lucha que la clase obrera adopta para defender la revolución, sus empleos, sus condiciones de vida y sus intereses, toma forma en el centro de trabajo contra su enemigo, el capitalismo y los empresarios, en forma de huelgas y manifestaciones, pero también de control obrero y cogestión. Los objetivos socialistas del movimiento revolucionario están confirmados en esta lucha y en la cogestión obrera está la base de la nueva sociedad.
El movimiento por el control obrero está llevando a la clase obrera a una conclusión: que la revolución bolivariana debe romper con el capitalismo. Son los trabajadores los que ven que para conseguir sus objetivos, la revolución debe romper, radicalmente, con el capitalismo. Para resolver los problemas como el desempleo, la vivienda, la educación y la producción de alimentos, es necesario elaborar un plan económico basado en las necesidades de la mayoría, no en el beneficio de una minoría. Sin embargo, no se puede planificar si no se tiene el control, y no se puede tener el control de lo que no posees. Mientras palancas importantes del poder económico sigan en manos de los empresarios, ellos podrán organizar el sabotaje e incluso posiblemente derrotar la revolución.
El control de una, o varias fábricas, como en España en 1936 o en Chile a principios de los años setenta, o como hoy en Venezuela, no significa el final del capitalismo. Inevitablemente, mientras los capitalistas tengan el control absoluto de la economía, no se puede mantener el control obrero. El control obrero es un gran paso. Da a los trabajadores una experiencia incalculable en la administración, que es esencial en una economía socialista planificada. Sin embargo, una vez más, en la medida que elementos clave de la economía siguen en manos privadas, mientras no exista una verdadera economía planificada nacionalizada, la experiencia del control obrero sólo tendrá un carácter parcial e insatisfactorio.
Mientras el control obrero se desarrolla desde abajo, desde el taller hacia arriba, la cogestión obrera se desarrolla desde arriba y sólo tiene significado en el contexto de una economía socialista planificada, con los monopolios nacionalizados. Significa gestión de los trabajadores en un plan global de la economía, no sólo en su propia fábrica o economía local, consiguiendo que las decisiones generales sobre inversión y planes de crecimiento satisfagan las necesidades de la población. Los socialitas no son sindicalistas que creen que el control de plantas o industrias individuales por parte de los trabajadores puede garantizar el desarrollo armonioso de la industria si la administración de toda la economía por parte del conjunto de los trabajadores.
Esto significa que la propiedad de la industria no puede estar en manos de los capitalistas. Sólo la propiedad pública de los principales monopolios garantizaría la gestión obrera y el control obrero en las plantas individuales.
Estos consejos obreros deben involucrar a todos los sectores de la clase obrera, incluidos arrendatarios, amas de casa, estudiantes y pensionistas, además de las organizaciones sindicales industriales de los trabajadores. La elección regular de delegados, sometidos a la revocación inmediata, y de los funcionarios, cobrando el salario medio de un trabajador cualificado, sería una salvaguarda de los trabajadores contra el surgimiento de la burocracia.
La lucha por el control obrero debe avanzar, debe extenderse y debe vincularse con la reivindicación de la transformación socialista de la sociedad. Los trabajadores en Venezuela están haciendo esto. La nacionalización debe extenderse a los bancos, el sector de telecomunicaciones, la tierra y los centros de producción de alimentos, a la industria manufacturera y pesada. El poder clásico de la oligarquía y los imperialistas debe ser roto. La clase obrera venezolana está preparando una transformación masiva y empieza a ser consciente de su fuerza y sus objetivos. Ahí reside la esperanza de la Revolución Bolivariana. El éxito del control obrero y la construcción del socialismo en Venezuela se extenderían a través de todo el continente. Daría esperanzas y confianza a la clase obrera de Bolivia, Argentina, Brasil, México y Cuba. La revolución latinoamericana sería una fuente de inspiración para todo el mundo.
Termino con las palabras de Hugo Chávez: “Una revolución es un proceso en el que nacen nuevas ideas y modelos, mientras que las viejas ideas mueren, en la Revolución Bolivariana, ¡el eliminado será el capitalismo!”
(1) El conflicto se ha solucionado con un compromiso a medio camino. El consejo directivo estará formado por tres miembros nombrados por el gobierno y dos de la cooperativa de trabajadores. Pero Chávez insistió en que el director principal nombrado por el gobierno sea el dirigente principal de la lucha de los trabajadores.