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405551El viernes 8 de Julio vio las mayores protestas desde la caida de Hosni Mubarak, decenas de miles tomaron las calles del El Cairo y miles más salieron a protestar en otras ciudades a través de Egipto, como Alejandría y Suez. Las condiciones materiales no han mejorado para los trabajadores y jóvenes de Egipto, y la plaza Tahrir se ha convertido una vez más en un epicentro visible de la revolución.

 Los autores de este artículo visitaron Egipto el mes pasado para ver el estado del  país después de la caída de Mubarak y para tener una vista de primera mano de la revolución. Lo que vieron fue una sociedad todavía cargada de contradicciones escasamente disimuladas. Todas esas contradicciones han salido a la superficie una vez más.

 

La era de la Revolución

 

Llegamos a El Cairo el viernes 10 de Junio y nos dirigimos de cabeza a la plaza Tahrir para contemplarla con nuestros propios ojos, habiendo visto la revolución representada en directo en la televisión desde el comienzo del movimiento el 25 de Enero. La plaza Tahrir ha ganado una importancia simbólica para la juventud, los trabajadores y para las capas oprimidas de la sociedad egipcia, los cuales todavía se reunen por cientos en las ahora famosas rotondas todos los viernes, para airear sus quejas con el regimen, que no ha hecho nada para mejorar sus condiciones materiales.

 

Los jóvenes con los que hablamos estaban ansiosos por conversar con nosotros y contarnos sobre sus protestas y experiencias de la revolución, y estaban incluso más encantados cuando les dijimos que eramos firmes partidarios de la revolución Árabe y que los movimientos en Egipto y Túnez habían sido una inspiración para la gente joven en nuestros países. El internacionalismo es un sentimiento natural para estos jóvenes que quieren que el mundo entero sepa de sus luchas, que ansían solidaridad con su causa y quieren que su revolución se extienda a todo el mundo.

 

Estos jóvenes son la prueba viviente de lo que se entiende por revolución: un punto de inflexión en la historia cuando la masa del pueblo, normalmente pasiva e inactiva, se reivindica como fuerza política en la sociedad. Los jóvenes manifestantes con los que hablamos no eran políticamente activos antes de que empezara el Movimiento 25 de Enero. Se estaban enfrentando (y todavía se están enfrentando) a las condiciones más intolerables: la tasa de desempleo juvenil era del 25%, la inflación estaba atacando los niveles de vida, el futuro era poco prometedor.

 

El Movimiento del 25 de Enero, sin embargo, apartó estos sentimiento de desdesperación y pasividad. Por primera vez en sus vidas, la juventud de Egipto dijo «ya es suficiente» y millones  salieron a las calles de El Cairo para, literalmente, luchar por su futuro. Los jóvenes que conocimos en nuestra primera tarde incluso nos mostraban sus heridas, sufridas en los combates para defender a la gente de la plaza Tahrir de los policías y matones lúmpenes que Mubarak había lanzado contra los manifestantes.

 

Para estas personas, que habían saboreado el poder potencial de las masas para cambiar la sociedad, no se podía hablar de rendirse e irse a casa. Para esos jóvenes, que tienen toda la vida por delante, la revolución todavía está en marcha y no estará terminada hasta que las condiciones hayan mejorado para ellos y para las otras capas de la sociedad junto a las cuales lucharon. Su determinación en llevar la revolución hasta el final constituye toda una inspiración. Un estudiante resumió esta voluntad de hierro cuando dijo, «Estoy preparado para luchar, estoy preparado para matar, estoy preparado para morir, pero no estoy preparado para rendirme.»

 

Los trabajadores y jóvenes con los que nos vimos hablan de la revolución, no en pasado, como un acontecimiento que ha terminado, sino en presente, como un proceso que todavía está teniendo lugar. Hablamos con un estudiante llamado Omar, que estudiaba en EEUU pero que estaba visitando a su familia en Egipto, que nos dijo cómo la gente hablaba ahora de «la era de la revolución», una era que no se acabará hasta que las condiciones materiales hayan mejorado y las masas del pueblo tengan acceso al trabajo, la asistencia sanitaria y los estudios. Omar nos describía el cambio de conciencia que ha tenido lugar en la sociedad egipcia desde el 25 de Enero: «Antes de la revolución, las calles eran asquerosas, la gente no se preocupaba por sus vecinos. Se sentían alienados por su propio entorno. Pero ahora las calles están limpias, la gente está empezando a sentir que el país vuelve a ser suyo de nuevo. Hay un sentimiento de orgullo y de posesión que no estaba ahí antes.»

 

El barniz del cambio

 

La situación que nos fue descrita era clara: no ha habido ningún cambio real en Egipto, ni siquiera se han ganado unos simples derechos democráticos, las condiciones economicas son exactamente iguales de malas (sino peores) que antes. En un reciente reportaje sobre la economía egipcia desde el inicio de la revolución, The Economist declaró que:

 

«Después de la revuelta, el PIB se derrumbó, cayendo un 4% en el primer trimestre del año. La manufactura se redujo un 12%. Los ingresos por el turismo se hundieron, poniendo presión sobre la balanza de pagos y provocando un deslizamiento en las reservas extranjeras… El gobierno ha estimado que se enfrenta a una brecha financiera externa de unos 11$ billones en la segunda mitad de este año y la primera mitad del siguiente.» (The Economist, 25 de Junio de 2011).

 

Estas condiciones económicas son visibles y evidentes para todos. La gente joven vaga a través de las calles de El Cairo durante el día sin nada que hacer ni a donde ir; los principales sitios turísticos, del cual la economía es dependiente, están vacíos. Lo que está claro, tanto para un visitante al país como para la masa de trabajadores y jóvenes egipcios, es que la vida no ha mejorado a pesar del derrocamiento de Mubarak. Nadie con quien habláramos mantenía alguna ilusión en el gobierno militar o en la idea de que la revolución era sólo estrictamente por reivindicaciones «democráticas», y todos los jóvenes y activistas con los que hablamos estaban anhelando un cambio real para mejorar sus condiciones materiales.

 

La fuerza principal en el movimiento del 25 de Enero fue la de la clase obrera organizada. La irrupción de la clase obrera en el movimiento, mediante una ola de huelgas por todo el país, constituyó el punto de inflexión en la revolución que (como en Túnez) derribó al dictador. De hecho, esas oleadas de huelgas se remontan hasta 2005 o incluso antes, y han venido ocurriendo de forma regular en muchos lugares de trabajo, como en las fábricas textiles de Mahalla. Para los trabajadores de esas fábricas, la revolución en Egipto no empezó en 2011, sino muchos años antes con estas primeras huelgas de masas.

 

A pesar de la represión militar, muchas de esas huelgas siguen produciéndose, principalmente por cuestiones estrictamente económicas, como salarios, condiciones  de trabajo y horarios. Los trabajadores de Egipto no se unieron al Movimiento 25 de Enero para luchar simplemente por la democracia, para ellos, la revolución tenía un claro contenido social y económico, y el barniz de cambio que se ha conseguido quitando a Mubarak no es suficiente.

 

Estas huelgas reciben ayuda en parte gracias a la formación de muchos nuevos sindicatos independientes. Nos vimos con Talal Shukr, cabeza de la nueva Federación Independiente de Sindicatos, quién nos describió la situación:

 

«Antes de la revolución, sólo había cuatro sindicatos que no dependieran del gobierno, el de los empleados de Hacienda, el de los profesores, el de los trabajadores de sanidad y el de los empleados de la seguridad social. Durante el inicio de la revolución, esos cuatro sindicatos se reunieron y crearon una Federación Independiente de Sindicatos. El 8 de Febrero, esta nueva Federación publicó una declaración llamando a los trabajadores a ir a la revolución como clase, como fuerza organizada. Poco después, los trabajadores del ferrocarril fueron a la huelga por todo Egipto, y entonces los trabajadores empezaron a ir a la huelga en todas partes. Esto fue lo que provocó la rápida retirada de Mubarak. Después de sólo tres días de estas masivas huelgas por el país, Mubarak se había ido.

 

Nuevos sindicatos independientes se han puesto en marcha en otras fábricas e industrias, y se están uniendo a la Federación. Los dirigentes de los sindicatos oficiales  existentes no están muy contentos con esto, como tampoco lo están los dueños de las fábricas y negocios. Los sindicatos independientes han tenido un papel mayoritario en las luchas en las calles por un aumento del salario mínimo, y gracias a esta presión, el gobierno ha introducido ahora un nuevo salario mínimo de 700 libras egipcias (aproximadamente 82 € o 118 $) y posiblemente también vaya a introducir una nueva pensión mínima. Todavía no estamos satisfechos con el importe del salario mínimo o las pensiones propuestas, pero es un paso positivo. Esto es el resultado de la participación activa de los sindicatos y la clase trabajadora en la revolución.»

   

Las continuas huelgas han revelado que el actual consejo militar, que ha dejado claro que no tolerará más huelgas, no es más que una fachada. Partiendo de esto, queda claro para los trabajadores que la revolución tiene todavía incluso que garantizar los derechos democráticos básicos, como el derecho a organizarse y a la huelga. El Consejo Militar es parte del viejo régimen y a pesar de mantener las apariencias de cara a la revolución, no difiere en nada de las políticas económicas de Mubarak, que impulsó las privatizaciones y robó al pueblo en el proceso. Para los miembros del consejo militar satisfacer las reivindicaciones democráticas de la clase trabajadora egipcia sería poner su propia posición privilegiada en peligro. Ellos apoyaron y  ayudaron a Mubarak a hacerse con la riqueza de la nación en el pasado, ¡mientras se llenaban sus propios bolsillos de paso!

 

Para la bruguesía liberal, la democracia es una frase vacía sin otro significado que el derecho de una pequeña minoría a explotar a la gran mayoría. Para los trabajadores revolucionarios y jóvenes de Egipto, sin embargo, la democracia significa algo concreto. Quiere decir el derecho a empleos, alojamiento, pensiones, educación y atención sanitaria. Ninguno de los cuales puede ser garantizado por el consejo militar, de hecho no pueden ser garantizados bajo el capitalismo. Esto prueba, una vez más, que la lucha por la democracia no puede separarse de la lucha de clases en general, y que la reivindicaciones democráticas sólo pueden conseguirse si se les da un contenido revolucionario.

 

Divisiones en el seno de la Revolución

Mientras que los trabajadores, la juventud, y las masas pobres de Egipto anhelan un verdadero cambio, hay capas en el Movimiento del 25 de Enero que están dispuestas a mantener el status quo. Las capas más privilegiadas insisten en que la revolución ha terminado y consideran la continuación de las protestas y las huelgas como una «molestia». Mientras tanto, como se mencionó anteriormente, para los trabajadores y la juventud la revolución es un proceso que todavía está en curso.

Estos elementos más acomodados -amigos de la revolución- se ven obligados a defender la revolución de boquilla, pero en realidad sólo buscan obtener beneficios para sí mismos. Para esta gente cínica, la revolución es una marca con la que se puede ganar dinero. Las cadenas de televisión muestran constantemente imágenes de la revolución, las camisetas se venden en la plaza Tahrir adornadas con el logo del «25 de Enero», las estrellas del pop y los anunciantes utilizan imágenes de la revolución en sus videos. Al parecer, una película de alto presupuesto se estaría rodando sobre la revolución. Se podría apostar con total seguridad acerca de qué tipo de posición política semejante película adoptará.

Mientras los ricos y acomodados tratan de sacar dinero de la revolución, el resto de la sociedad simplemente trata de sobrevivir. Nos hablaron varios activistas de las asambleas populares que se habían formado en las primeras etapas de la revolución, y que todavía se estaban reuniendo en varios barrios. Además, como se mencionó anteriormente, las huelgas por mejores salarios y condiciones laborales siguen produciéndose en las fábricas y lugares de trabajo. Sin embargo, parece que hay poca coordinación entre las luchas de los diferentes lugares de trabajo en esta etapa, como tampoco entre las asambleas populares y las fábricas. Lo que se necesita ahora es que se vinculen y generalicen todas las luchas individuales y que se les de un carácter político.

Distintas tendencias políticas, que representan intereses de clase diferentes, también están surgiendo en el marco de la preparación de las elecciones que se han anunciado para septiembre. La Hermandad Musulmana juega una vez más un papel pernicioso, agarrándose a los faldones de la burguesía liberal. A su vez, algunos de los denominados “marxistas” se agarran a los faldones de la Hermandad Musulmana. El único partido obrero de masas que existe, «Tagammu«, se halla divido por conflictos internos, lo que refleja la existencia de corrientes contradictorias dentro de la revolución, generalmente entre los que no quieren alterar el status quo y los que desean una verdadera transformación de la sociedad.

Los jóvenes, que han estado a la vanguardia de la revolución desde sus inicios, han quedado silenciados por los grupos políticos existentes y sienten desconfianza respecto a las organizaciones políticas en general. Esta postura «apolítica» también se ha visto en los movimientos de la juventud en España, Grecia y Gran Bretaña, y en muchos aspectos es una reacción saludable contra la burocracia y la corrupción existentes en política a nivel mundial. Este estado de ánimo apolítico, sin embargo, también puede constituir un freno enorme para el movimiento. La lucha por el empleo, los salarios y mejores condiciones de vida es, después de todo, una lucha profundamente política por cómo se dirige la sociedad y en beneficio de quién.

Dada la falta de confianza de las organizaciones políticas existentes, cierto número de activistas jóvenes han tomado la iniciativa de formar una nueva coalición juvenil llamada Unión de Juventudes Socialistas de Egipto (UESY, en sus siglas en Inglés). Hemos hablado con Ahmed Belal y Haisam Hasan, dos jóvenes activistas que han jugado un papel destacado en la creación de la UESY, quienes explicaron que la UESY es una coalición entre varios partidos, formada al inicio de la revolución y que está destinada a ser una forma de atraer y canalizar la energía de los jóvenes revolucionarios. Según Ahmed Belal:

    «Hay una serie de organizaciones socialistas en Egipto, y los jóvenes están cansados ​​de los viejos líderes. La UESY tiene la intención de unir a los jóvenes de todas estas organizaciones y los que están fuera de toda organización. Ahora tenemos grupos en diez provincias, y hemos estado tratando de establecer vínculos con el movimiento obrero, por ejemplo, mediante la organización de manifestaciones de solidaridad cuando hay huelgas. Yo soy de Mahalla, donde hay muchas fábricas textiles, y estamos creando un grupo de la UESY allí. Hemos estado luchando con los trabajadores en contra del gobierno, que sigue tratando de decirles a la gente que estas huelgas son «antirrevolucionarias».

    «También estamos tratando de crear vínculos con otros grupos en el resto del mundo, porque creemos que todas nuestras luchas son una sola, la revolución es internacional».

Haisam Hasan añadió que, «Hemos estado trabajando con el movimiento obrero para luchar por el nuevo salario mínimo y otros asuntos a los que se enfrentan los trabajadores.»

La creación de la UESY fue un paso muy positivo. A diferencia de la «Coalición de la Juventud Revolucionaria» -otro grupo de jóvenes formado a partir del Movimiento 25 de Enero que, según The Economist, «tiene una política económica orientada al mercado»-, la UESY ha estado ayudando a organizar a los jóvenes como una fuerza política con un programa revolucionario, que a su vez ha elevado las últimas protestas de masas a un nivel superior.

«¡Revolución hasta la victoria!»

Las últimas protestas de masas, que se iniciaron el viernes 8 de julio, muestran claramente todas las contradicciones que aún existen en la sociedad egipcia. Cientos de miles de personas han salido a las calles una vez más en El Cairo, con decenas de miles más en Alejandría, Suez, y otras ciudades de Egipto. Las condiciones materiales no han mejorado para las masas, y al haber derramado sangre, sudor y lágrimas a principios de este año, los obreros revolucionarios y los jóvenes no se conformarán con un cambio tan superficial, como el de ver Mubarak empujado hacia un lado y simplemente sustituido por un consejo militar enteramente compuesto por miembros del antiguo régimen. Según informaciones de Al Jazeera:

    «Muchos egipcios sienten que poco ha cambiado desde la caída del régimen y las protestas en todo el país constituyen los últimos llamamientos al gobierno militar provisional del país para proporcionar una hoja de ruta hacia la democracia, el empleo y la mejora de la infraestructura.

    «Queremos cambiar todo. El viejo régimen lo ha corrompido todo. Queremos cambiar el gobierno y los responsables, el mariscal de campo también «, dijo Ehab Mohamed Mahmoud, un manifestante.» (web de Al Jazeera, 8 de julio de 2011)

Según la mayoría de los principales medios de comunicación, estas últimas protestas sólo tienen que ver –como todo el Movimiento 25 de Enero en su conjunto– con la «democracia» y la «justicia». Por ejemplo, la BBC dice que [los manifestantes] lo que sobre todo quieren es ver a Mubarak y sus colaboradores ante los tribunales con mayor rapidez. También acusan al gobierno militar de no actuar debidamente contra los acusados ​​de matar y herir a los manifestantes durante la revuelta de enero y febrero, y desean poner fin a los juicios militares contra manifestantes civiles.» (Web de la BBC, 9 de julio de 2011)

Pero, ¿cómo se puede esperar del Consejo Militar, compuesto en su totalidad por miembros del antiguo régimen, que someta a juicio a Mubarak -un hombre a quien muchos de los miembros del Consejo apoyaron durante décadas- en forma alguna? Pretender juzgar seriamente a Mubarak en los tribunales, a su vez llamaría la atención sobre el consejo militar actual y expondría todos sus vínculos con el antiguo régimen de Mubarak. Semejante juicio rascaría por completo el barniz del cambio y les mostraría a las masas a plena luz lo que ya saben: que a pesar de todo lo que ha sucedido, nada ha cambiado en absoluto.

¿Y cómo puede esperarse del Consejo Militar -que estaba junto a Mubarak cuando soltó a delincuentes y matones contra los manifestantes en enero y febrero, para finalmente empujar al presidente a un lado en el último minuto-, que haga justicia por el asesinato de 846 personas durante la revolución? Una vez más, el lanzar una investigación seria sobre el asunto simplemente mostraría el papel que muchos miembros del consejo militar jugaron en la represión del Movimiento 25 de Enero.

Essam Sharaf, el actual Primer Ministro de Egipto, anunció el sábado (9 de julio) que los oficiales acusados ​​de matar a manifestantes durante la revolución serían suspendidos y que los casos judiciales contra los ministros que han sido acusados ​​de corrupción en el antiguo régimen se acelerarían. Tales anuncios superficiales no constituyen más que una distracción. La violencia por parte de agentes de la policía y la corrupción en el antiguo régimen no se limitan únicamente a unas pocas «manzanas podridas», es todo el sistema -tanto político como económico- el que está podrido y que hay que barrer y reemplazar por un gobierno de las masas, por las masas, y para las masas.

Los manifestantes toman estas promesas superficiales del Primer Ministro por lo que son y no se dan por satisfechos. Según Ahram Online,  una web egipcia de noticias en Inglés, «el discurso que el Primer Ministro Essam Sharaf ha dado en la noche del sábado no ha logrado satisfacer a los manifestantes, sino que ha generado aún más ira. El discurso de Sharaf no dijo nada nuevo y demuestra que no se cumple con las reivindicaciones «, dijo Heba, un participante independiente.» (Ahram Online, 9 de julio de 2011). Sherif, un joven ingeniero, dijo que, «Su discurso sonaba como uno de estos engaños del viejo gobierno. Ni siquiera dio un plazo para su promesa de suspender a los policías acusados ​​[de matar a manifestantes]. Es inaceptable que los policías acusados ​​de asesinato todavía estén de servicio… Si este gobierno es incapaz de tomar medidas serias, debería renunciar.»

 Lejos de satisfacer las ansias de justicia de los manifestantes, estos anuncios han provocado una escalada del movimiento. En la mañana del domingo (10 de julio), los manifestantes en la plaza Tahrir cerraron el edificio más grande del gobierno en Egipto, que alberga las oficinas de la mayoría de los funcionarios públicos. En Suez, los manifestantes han bloqueado la carretera principal hacia la ciudad y miles de personas han amenazado con marchar hacia el Canal de Suez y cerrar esta importante ruta comercial, dando lugar a enfrentamientos con el ejército. Según Ahram Online, «A pesar de que la semana de trabajo haya comenzado, el número de participantes en la sentada de la Plaza Tahrir, está en aumento. Los que pasan la noche se han por lo menos duplicado, y esto a pesar del calor que es más intenso por la mañana. Se estima que unas 20.000 personas pasaron la noche del sábado en la plaza. «

Los comentaristas burgueses, como siempre, sólo son capaces de ver la superficie de las cosas. Son incapaces de ver los verdaderos procesos en desarrollo, que progresan debido a las contradicciones que existen en la sociedad. Para tales comentaristas, el Movimiento 25 de Enero era simplemente un movimiento por la democracia burguesa y las últimas protestas constituyen simplemente el reconocimiento por parte de las masas de la lentitud del progreso hacia estos objetivos de «justicia» y «democracia». Las masas son, por supuesto, muy conscientes de la falta de cambio desde la salida de Mubarak. Reconocen plenamente la falta de justicia y de democracia. Pero también son conscientes del deterioro de sus propias condiciones de vida, de la suba de los precios de los alimentos y el aumento del desempleo y de la continua represión contra sus intentos de luchar por estas necesidades básicas.

Eventos en El Cairo confirman la verdadera naturaleza de la revolución, donde la Federación de Sindicatos Independientes ha emitido una declaración con un nuevo conjunto de exigencias, que van mucho más allá de simplemente reclamar «justicia» y «democracia». Según Ahram Online:

    «La declaración fue leída en el escenario central de la plaza Tahrir por el activista sindical Kamal Abu Eitta quien confirmó que después de seis meses las reivindicaciones de la revolución siguen sin cumplirse y que por consiguiente la gente decidió volver a tomar las calles. Las exigencias que figuran en la declaración son:

       1. Acabar con los juicios militares a civiles y enviar a todos los procesados por tribunales militares a los tribunales civiles.
       2. Revocación de la ley antihuelga, la ley nueva de partidos y la nueva ley parlamentaria que van en contra de las exigencias de la revolución.
       3. Creación de tribunales especiales para juzgar a los responsables de la muerte de los mártires de la revolución, y para los casos de corrupción económica y política y para el procesamiento de la familia Mubarak y su régimen.
       4. Conceder a las familias de los mártires y los heridos sus plenos derechos.
       5. Recuperar todo el dinero robado a la nación dentro y fuera del país.
       6. El nombramiento de un Ministro de Interior civil.
       7. La reestructuración del Ministerio de Interior, el despido y enjuiciamiento a los agentes de policía implicados en actos de tortura, y el establecimiento de una supervisión judicial completa sobre el ministerio.
       8. Desmantelamiento de la Unión General de Trabajadores de Egipto por constituir una herramienta del ex gobernante Partido Nacional Democrático (PND).
       9. El establecimiento de un nuevo presupuesto estatal, que incluya un salario mínimo de 1200 LE *, un salario máximo que no exceda 15 veces el salario mínimo, y que se vinculen los salarios a los precios.
      10. Depuración del Consejo de Ministros y de todas las instituciones del Estado, incluyendo sus medios de comunicación y bancos, de figuras corruptas del antiguo régimen.
      11. Prohibición para los ex miembros del PND de presentarse a las elecciones parlamentarias para dos legislaturas consecutivas.

 

[* LE: Libra Egipcia, 10 LE = 1,18 € – NdT]

Estas reivindicaciones reflejan el hecho de que los trabajadores y la juventud de Egipto no tienen fe en el Consejo Militar ni en su capacidad para llevarle la «justicia» al pueblo egipcio. La Federación de Sindicatos Independientes, en la declaración anterior, está llamando a la creación de «tribunales especiales» y a la  «plena supervisión judicial» en el Ministerio de Interior, y a la derogación de todas las leyes antihuelga.

Más importante aún, se observa que las reivindicaciones son también sociales y económicas en su contenido, tales como la que reclama «el establecimiento de un nuevo presupuesto estatal, que incluya un salario mínimo de 1200 LE [202 $, 141 €], un salario máximo que no exceda 15 veces el salario mínimo, y la vinculación de los salarios con los precios.» Además, también están las importantes exigencias para que «todo el dinero robado a la nación dentro y fuera del país se recupere, y que «todas las instituciones estatales, incluyendo sus medios de comunicación y bancos, se depuren de figuras corruptas del antiguo régimen» (el subrayado es nuestro).

La tarea importante para los revolucionarios en Egipto ahora es darles a estas reivindicaciones un carácter transitorio, es decir,  explicar que para que estas exigencias se cumplan, las masas deben tomar el poder y expropiar la riqueza de la élite rica que gobierna Egipto actualmente. Por ejemplo, con el fin de recuperar «el dinero robado a la nación», los bancos deben abrir sus libros de cuentas para que el pueblo egipcio pueda ver de qué manera su dinero ha sido robado y como puede recuperarse. Esto, a su vez, exige que los bancos sean nacionalizados y puestos bajo el control de la clase obrera, los sindicatos y los representantes elegidos por el pueblo.

Comparamos en un artículo anterior (Egipto: ¿En qué fase se encuentra la revolución?) la actual etapa de la revolución egipcia, con la de Rusia después de la caída del zar en febrero de 1917: el dictador se ha ido, pero el viejo régimen todavía está el poder, las reivindicaciones básicas de la democracia y mejores condiciones de vida no se han cumplido (y no se pueden cumplir) mediante cambios superficiales por arriba, la revolución se ha dividido en líneas de clase que representan los diferentes intereses en la sociedad.

La revolución en Egipto está entrando en una nueva etapa. La euforia inicial que siguió al derrocamiento de Mubarak se ha esfumado. Existe una conciencia generalizada de que la revolución no ha ido lo suficientemente lejos, que las condiciones materiales no han mejorado, que el gobierno provisional es incapaz de satisfacer incluso las reivindicaciones más básicas. Mientras tanto, la multitud en la plaza Tahrir estaba cantando, refiriéndose al gobierno provisional: «farsa, farsa, farsa, la banda criminal sigue en el poder!»

En 1917, los bolcheviques lanzaron la consigna de «pan, paz y tierra», y pacientemente explicaron que ninguna de estas reivindicaciones sencillas se podían cumplir sin que la clase obrera tomara el poder. La tarea de los socialistas en Egipto ahora, como los de la UESY, es la creación del mismo tipo de dirección revolucionaria que los bolcheviques aportaron en Rusia en 1917: conectar con los obreros en las fábricas, los estudiantes en las universidades y los jóvenes en las calles, para unir las luchas en cada lugar de trabajo y en cada barrio en torno a la necesidad de transformar la sociedad, para explicar pacientemente cómo sus reivindicaciones sólo pueden ser satisfechas mediante la transformación revolucionaria de la sociedad, mediante la expropiación de los activos de las élites ricas y colocándolos bajo el control democrático de las masas.

La UESY tomó parte en las últimas protestas. El lema de estos jóvenes revolucionarios, era el correcto, y debe gritarse alto y claro para que todos lo oigan: Thawra hatta’l Nasr – «¡Revolución hasta la victoria