grecia_crisis

grecia_crisisEuropa está al borde de un precipicio. Este es el juicio, no sólo de los marxistas, sino de los estrategas más serios del Capital. Apenas seis semanas han pasado desde el último paquete de rescate griego, y ya se está desmoronando. Ahora hay una crisis general de confianza en las filas de la burguesía internacional. El pánico, que se refleja en los giros salvajes de las bolsas de valores, se ha extendido rápidamente desde Europa a América. Es una especie de contagio mortal que ha infectado a todos los grandes países de la zona euro.

En la actualidad se especula abiertamente acerca de la supervivencia del euro e incluso de la propia Unión Europea (UE). Toda la situación pende de un hilo. Y todo ¿por qué? Debido a que Grecia no puede pagar sus cuentas. Pero esto no era ninguna sorpresa. Toda persona seria sabía muy bien que la crisis de la economía griega era tan profunda que todos los paquetes de rescate aprobados lo único que podían hacer era comprar un poco de tiempo.

Ahora ha llegado el momento. Grecia no puede pagar sus cuentas y eso es todo. Entonces ¿por qué tanto alboroto? ¿Por qué los problemas de un país pequeño de la periferia de Europa pueden dar lugar a una tragedia de tales dimensiones? Se podría llamar una tragedia griega, si no fuera por el hecho de que no está en absoluto confinada a Grecia. Su origen debe buscarse más allá de los límites de Grecia y sus repercusiones también se harán sentir muy lejos.

¿Por qué están los líderes europeos desviviéndose en un intento desesperado por recuperar la confianza? ¿Por qué está Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, exigiendo estrictas normas presupuestarias? ¿Por qué Mario Draghi, presidente del Banco de Italia y sucesor de Trichet en el BCE, ha pedido límites estrictos, no sólo en los presupuestos, sino también en toda una serie de políticas económicas nacionales?

En las raíces de los nervios de los mercados hay dudas sobre la estabilidad de los bancos de Europa. No es una casualidad que los títulos bancarios fueron los más afectados por el crash bursátil reciente. Después de la última crisis se produjo un agujero negro en los bancos que los gobiernos han estado tratando de llenar a paladas con miles de millones del dinero de los contribuyentes. El resultado ha sido prácticamente nulo. Los bancos no prestan, los capitalistas no invierten, las economías están estancadas, el desempleo está creciendo, y ahora están al borde de una nueva depresión.

El problema es que hoy mismo, nadie sabe cuál es la deuda real de los bancos. Décadas de desregulación y especulación incontrolada en cosas como fondos de cobertura, cuyo funcionamiento es muy oscuro, significan que el peligro para el sistema financiero mundial ha sido sistemáticamente subestimado, igual que la mayor parte de un iceberg que no se puede ver porque está sumergido.

Lo que se sabe es que los bancos franceses y alemanes están muy expuestos en Grecia. Esto por sí solo explica la tierna preocupación con que los gobiernos de París y Berlín ven la crisis griega. Si Grecia declara la cesación de pagos (o más bien, cuando lo haga), esto sería seguido inmediatamente por una crisis del sistema bancario en los dos países más importantes de la UE. Es por eso que han improvisado un «fondo de rescate», el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Pero es un típico caso de «demasiado poco y demasiado tarde».

La crisis que comenzó con la quiebra de los bancos ha pasado ahora a expresarse como la quiebra de naciones enteras. Si Grecia colapsa, otras economías más importantes la seguirán. Por eso los líderes de la zona euro convocaron una cumbre de emergencia en Polonia. Sus planes anteriores están en ruinas. El canje de deuda que se acordó en julio ahora está muerto en el agua. Van a tener que tirarlo a un lado y conceder a Grecia algún tipo de alivio de la deuda para evitar un colapso que podría tener efectos devastadores en toda Europa.

Europa y América

Tarde o temprano las autoridades de la UE deben decidir: o aliviar a Grecia e Irlanda de sus programas de austeridad, o bien tirar del enchufe y empujarlos al abismo con el incumplimiento de sus pagos. Pese a todos los discursos valientes a favor de mantener a Grecia dentro de la zona euro, al final van a tener que tomar este último curso. Esto tendrá las consecuencias más graves para Europa y para la economía mundial.

Si la UE y el FMI deciden que no pueden continuar tirando su dinero, y le retiran su apoyo, esto empujaría a Grecia al abismo. Esto daría lugar a lo que más temen los mercados: una cesación desordenada del pago de la deuda. Las consecuencias sociales, políticas y económicas de esta medida serían incalculables -y no sólo para Grecia. Este escenario significaría el caos a una escala épica.

Pero esta perspectiva está provocando alarma en los círculos de poder en Europa. Los economistas ya hablan de la ruptura de la zona euro, dejando a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España fuera de ella. Pero si dices «A», también debes decir «B», «C» y «D». La globalización significa que todas las economías de Europa están vinculadas entre sí. Así que lo que sucede, incluso en una economía más pequeña como Grecia, inevitablemente, afectará a todos los demás.

¿Cuáles serían las consecuencias para el resto de Europa: Gran Bretaña, Francia, sí, y Alemania también? Que daría lugar a una reacción en cadena de bancos quebrados en esos países. Los bancos franceses están muy expuestos en Grecia, pero también lo están los bancos alemanes. Los bancos británicos están bastante menos expuestos en Grecia, pero muy expuestos en Irlanda. Los bancos austriacos están expuestos en Italia, y así sucesivamente.

Los resultados serían catastróficos para Europa, y no sólo para Europa. Un colapso económico en Europa enviaría un tsunami a través del Atlántico, ejerciendo presión sobre el dólar y amenazando con socavar la inestabilidad financiera puesta en marcha en los EE.UU.. Cuando Grecia caiga se plantearía inmediatamente la cuestión del contagio a otros países. Irlanda, Portugal, España e Italia caerían como fichas de dominó. Los bancos se derrumbarían, empezando por los bancos griegos y chipriotas, para luego alcanzar al Reino Unido y al sistema financiero de EE.UU., los cuales no son sólidos.

A fin de evitar que esto ocurra, algunos economistas burgueses están discutiendo otras posibilidades: por ejemplo, un «Plan Marshall» alemán para Grecia y el sur de Europa. La idea parece infantilmente simple: Alemania recibió millones de dólares en ayuda del Plan Marshall, lo que le permitió reconstruir su economía destrozada después de 1945. ¿Por qué no puede hacer Alemania lo mismo para el sur de Europa? Esto es lo que los estadounidenses están exigiendo cada vez con más insistencia.

Por desgracia, el paralelo histórico es un error. En 1945 los EE.UU. disfrutaban de una hegemonía total sobre sus competidores. Su industria estaba intacta, mientras que Europa y Japón fueron devastados por la guerra. Dos terceras partes del oro del mundo estaban en Fort Knox. Entonces el dólar era «tan bueno como el oro». Por encima de todo, la economía capitalista mundial estaba entrando en una fase de auge que duró casi tres décadas. Ninguno de estos factores existe en la actualidad.

Alemania es la primera potencia de Europa, pero no posee las reservas económicas prácticamente ilimitadas que los EE.UU. disfrutaban en 1945. Sus hombros son anchos, pero no lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de los déficit acumulados de Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia y del resto. Lo más importante, Europa y el mundo no están al borde de un largo período de auge, sino, por el contrario, en la víspera de una nueva recesión y de un prolongado período de dificultades económicas y de austeridad.

Barack Obama acusa a la zona del euro de arrastrar de nuevo al resto del mundo a la crisis, pasando por alto convenientemente la pequeña cuestión de la enorme crisis fiscal de EE.UU. y la incapacidad de los Republicanos y Demócratas de ponerse de acuerdo en un plan serio para reducir el enorme déficit presupuestario.

Los estadounidenses están pidiendo desesperadamente a Alemania que «haga más» para sacar a Europa de la crisis. Los alemanes no sólo deben reducir impuestos, sino que deben impulsar la economía, enviar más dinero a Grecia, e impulsar un estímulo fiscal coordinado en el norte de Europa. Alemania debe hacer esto y Alemania debe hacer aquello. Pero ¿quiénes son los americanos para decirle a los alemanes lo que deben hacer?

Sí, dicen los europeos, pero ¿quién paga todo esto? A esta pregunta sólo puede haber una respuesta: Francia y Alemania, o más correctamente, Alemania, que es el banquero de Europa de última instancia. A quienes han hablado con elocuencia de un Plan Marshall para Grecia se les está requiriendo educadamente que pongan su dinero en vez de sus bocas. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Esto plantea de inmediato problemas políticos que no pueden superarse fácilmente.

¿Eurobonos?

Hace veinte años, después del colapso de la URSS, la clase dominante alemana tenía grandes ambiciones. Su idea era que una Alemania unificada podría dominar Europa, alcanzando con su poderío económico lo que Hitler no pudo hacer por la vía militar. Durante las últimas dos décadas, Francia ha sido empujada cada vez más hacia un segundo lugar y Alemania ahora lleva la batuta de Europa.

La idea de una unión de Europa más estrecha será de interés para los sectores de la clase dominante alemana que todavía se entretienen con algunas ilusiones de grandeza. Pero los últimos 20 años han convencido a Alemania de que tales ambiciones pueden venir con una etiqueta con un precio muy elevado. Esta contradicción ha sido expuesta en el reciente debate sobre la posible creación de «eurobonos».

Guy Verhofstadt, líder de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa en el Parlamento Europeo, es sólo uno más en un coro creciente de voces que piden la creación de eurobonos. El ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, ha sugerido que Europa necesita moverse hacia la unión fiscal.

Los Verdes y el SPD (socialdemócratas) en Alemania ya declararon su respaldo a los eurobonos. Pero se enfrentan a una resistencia electoral, no sólo contra la unión fiscal, sino en contra de los rescates en general. Los franceses han expresado su apoyo a la propuesta. Incluso los dirigentes conservadores británicos han adoptado una actitud sorprendentemente positiva (lo que en sí mismo es un indicio de la gravedad de la crisis), que les está causando problemas con sus bases.

Por un lado, esta idea contiene una cierta lógica. Toda la historia demuestra que es imposible lograr una unión monetaria firme y duradera sin algún tipo de unión política. Pero aquí surgen inmediatamente nuevas contradicciones. La creación de los eurobonos requiere un grado de consenso político que simplemente no existe.

Cualquier movimiento en la dirección a la unión fiscal (unidad presupuestaria, de ingresos e impuestos para toda Europa) encontrará una feroz resistencia. También sería necesaria una revisión fundamental de los tratados fundacionales de la Unión Europea.

La experiencia de la farsa sobre la Constitución Europea demuestra que no es fácil conseguir que la gente vote más poder para Bruselas (sede de la UE) ni en los parlamentos nacionales ni en los referendos. Y el estado de ánimo de euro-escepticismo se ha convertido aún más fuerte desde entonces.

Pero los gobiernos de Alemania y otros del norte de Europa se encuentran bajo la presión de una opinión pública cada vez más inquieta, que no está dispuesta a pagar las deudas de Estados extranjeros. El gobierno de Merkel es impopular y acaba de sufrir una severa derrota humillante en varias elecciones regionales recientes en Alemania.

Por el momento, Merkel se esfuerza por no sacar los pies del plato: Grecia debe permanecer en la zona del euro, el euro debe mantenerse, y Alemania hará esto y hará lo otro. Pero el hecho es que Alemania, la economía más poderosa de Europa, está mostrando signos de tensión. Su economía se está desacelerando, como consecuencia del estancamiento general de la economía mundial. Sus políticos están mostrando signos de impaciencia porque continuamente se les está pidiendo que se metan las manos en los bolsillos.

Hasta ahora la UE ha rescatado a la economía griega, o al menos le ha proporcionado algunos fondos con los que el asediado gobierno de Papandreu ha podido pagar los salarios de sus funcionarios y las jubilaciones de sus ancianos. Pero necesita más dinero. Es como echar dinero a un pozo sin fondo. Y al final, de una manera u otra, Grecia terminará declarando la cesación de pagos.

Todo lo que se ha hecho es, una vez más, darle un poco de respiro a Grecia. Pero esto tiene un costo enorme para el pueblo griego, que tiene que pagar la factura. Como siempre, no son los banqueros ni los especuladores quienes tienen que pagar, sino los sectores más pobres de la sociedad: los trabajadores, los desempleados, los ancianos y los enfermos.

El precio de la «estabilización de las finanzas» y la «reestructuración» de su economía es un brutal recorte de los niveles de vida y un aumento del desempleo. Esto conducirá a una nueva caída en los ingresos estatales y por lo tanto a un mayor incremento en el déficit de las finanzas públicas. ¿De qué manera esta locura podría ayudar a Grecia a pagar sus deudas? Es un misterio. En comparación, los Misterios de Eleusis de la antigüedad eran un juego de niños.

Sin crecimiento económico, los ingresos fiscales se mantendrá estancados, y la capacidad de pago de la deuda seguirá disminuyendo. Sin embargo, la desaceleración económica mundial y la presión despiadada para reducir el déficit a través de la austeridad, han sumido a Grecia en una profunda depresión. A pesar de todos los sacrificios dolorosos de su pueblo, el gobierno de Atenas sigue sin cumplir sus objetivos de reducir el déficit fiscal.

La alarma de esta perspectiva está obligando a los políticos de Bruselas a tomar medidas de emergencia para evitar el colapso inmediato de la economía griega. Ellos disponen aún de una serie de instrumentos que pueden utilizar: una relajación de las exigencias de los acreedores y un acuerdo para no presionar demasiado a Atenas para que cumpla con metas fiscales irrealizables. Esto sería algo muy lógico, con el argumento de que no es posible exprimir sangre de una piedra.
No puede haber ninguna solución para los problemas de Europa sin crecimiento económico. La estabilidad económica, social y política de toda Europa depende de esto, y no sólo de Grecia. Pero no hay perspectivas de una recuperación del crecimiento en el futuro cercano.

Las tendencias proteccionistas

El coro ensordecedor que existe en Europa demuestra que no faltan propuestas. Tienen propuestas para llenar un océano. El problema es que ninguna de estas propuestas puede hacer nada para resolver los problemas inmediatos de la zona euro. No pueden pagar las deudas de Grecia. No pueden evitar que el problema se extienda a otros países. No se puede restaurar la confianza destrozada de los inversores.

En el escenario más optimista, podrían posiblemente (sólo posiblemente) aliviar algunos problemas a largo plazo (aunque, como señaló Keynes, a largo plazo todos estaremos muertos). Pero no pueden hacer nada para resolver la crisis actual, que está claramente fuera de control.

La confusión desesperada de los economistas está ilustrada por el extraño espectáculo de Jeff Sachs, el hombre que impulsó el neoliberalismo en Europa del Este, que llamó a recrear una versión global del New Deal. El problema es que este tipo de sugerencias son anatema para el Congreso estadounidense dominado por los Republicanos, que está empeñado en seguir las políticas opuestas.

Ni la economía de libre mercado ni las políticas keynesianas de estímulo han funcionado, o pueden funcionar. Los gobiernos y sus asesores economistas están en un estado de desesperación. No hay más dinero para estímulo fiscal, pero las políticas de austeridad sólo sirven para deprimir la demanda aún más, agravando la crisis.

El mayor temor es que una nueva recesión provoque el resurgimiento de tendencias proteccionistas y devaluaciones competitivas, como ocurrió en la década de 1930. Esto tendría efectos catastróficos sobre el comercio mundial y representa una amenaza para la propia globalización. Todo lo que se ha logrado en los últimos 30 años se puede desenredar y convertir en su contrario.

Las medidas anunciadas recientemente por el Banco Nacional de Suiza para reducir el valor del franco suizo es una advertencia de cómo son las cosas a la deriva en dirección a las políticas proteccionistas y las devaluaciones competitivas. Esto fue lo que convirtió la crisis 1929-1933 en la Gran Depresión de la década de 1930. Lo mismo puede suceder otra vez.

¿El peligro de la reacción?

Hemos señalado en repetidas ocasiones que todos los intentos de la burguesía por restaurar el equilibrio económico van a destruir el equilibrio social y político. Grecia es una prueba de esta afirmación. Ya la estabilidad social y política ha sido destruida. Y la comprensión de que todos los sacrificios han sido en vano hará que las medidas de austeridad sean completamente intolerables.

Es posible que la clase dominante griega busque una solución a sus problemas mediante un movimiento hacia la reacción, como lo hizo en 1967. Sin embargo, los trabajadores griegos recuerdan 1967 y los crímenes de la Junta Militar. Cualquier movimiento en esa dirección ahora provocaría una guerra civil.

Esto es reconocido por un analista político estadounidense, Barry Eichengreen (profesor de Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de California, Berkeley.) En un artículo reciente, significativamente titulado: Europa al borde de una ruptura política, afirma: «En la propia Grecia, la estabilidad política y social es ya tenue. Una bala de goma mal dirigida puede ser todo lo que se necesita para convertir la protesta en la calle en una guerra civil abierta.»

Barry Eichengreen no es el único. Paul Mason, el editor de economía de la BBC2 ‘s Newsnight escribe:
«En las cancillerías de Europa, sobre todo en Berlín, se tratan cuestiones que son imposibles de mencionar. Hay un desfase total entre las expectativas políticas y lo que es inminente.

«Esto me recuerda -como mucho de lo que acontece en 2011- a 1848. Metternich despreciando por la ventana a una multitud irrelevante unas horas antes de su indecoroso derrocamiento. Guizot, incapaz de respirar por la impresión que le causó la renuncia a su ministerio. Thiers, primer ministro durante un día, sufriendo un ataque a su carruaje Tourette siglo XIX, acosado por las masas … «

Estas líneas muestran que los estrategas de la burguesía más inteligentes están muy alarmados por los acontecimientos de Grecia. El problema no es tanto que esto pudiera conducir a una guerra civil. El problema es que la burguesía griega no está segura de ganar esa guerra. La clase obrera está invicta. Detrás suyo siente el apoyo de la masa de la población griega -no sólo de los obreros y campesinos, no sólo de los estudiantes e intelectuales, sino también de los pequeños comerciantes y taxistas- que se ven obligados a sacar conclusiones revolucionarias por el repentino colapso de su nivel de vida.

Los políticos de Bruselas temen que Grecia se vuelva ingobernable. Si todavía no ha llegado a este punto es gracias a los dirigentes reformistas. La dirección del PASOK (socialista) está ansiosa por demostrar sus «cualidades de estadista» y su patriotismo, es decir, su dedicación a los intereses de los banqueros y capitalistas; dispuesta a llevar sobre sus hombros todo el odio del programa de austeridad, e incluso a sacrificarse ante el altar del capital griego y europeo, si es necesario.

En noviembre de 2001 se produjo una cesación de pagos descontrolada en Argentina, acompañada de una fuga de depósitos bancarios. Los bancos cerraron sus puertas, hubo protestas masivas en las calles y el presidente tuvo que huir de la azotea de su palacio en un helicóptero. Algo similar podría ocurrir en Grecia, donde los manifestantes han colgado una pancarta en la verja del Parlamento que muestra a un helicóptero llevándose al primer ministro George Papandreu.

El gobierno es profundamente impopular. Pero, ¿quién podría reemplazarlo? El partido de la oposición de derecha no quiere hacerse cargo de las riendas del gobierno, en condiciones de crisis aguda con una clase obrera ya despertada. No es en la derecha donde la burguesía se ve obligada a apoyarse para salvarse, sino en los dirigentes del PASOK. Políticos como Evangelos Venizelos y Elena Panaritis (cargos no electos, asesores del Primer Ministro Papandreu, educados en Occidente) y
Papandreu mismo son los salvadores de la burguesía: su única defensa contra las masas.

Es la misma historia en toda Europa. Sin los dirigentes reformistas el capitalismo no podría durar ni una semana. Por esa misma razón, hablar sobre el peligro del fascismo y del bonapartismo, no tiene sentido en la actualidad. La clase dominante en toda Europa debe basarse en las organizaciones obreras reformistas. La burguesía no necesita a los fascistas en este momento. Cualquier intento de moverse en la dirección del fascismo o del bonapartismo en este momento sólo provocaría al movimiento obrero a la acción.

Por supuesto, esto puede cambiar. La crisis actual puede durar años o incluso décadas. Sin embargo, en un momento determinado, la clase dominante dirá: ¡hay demasiadas huelgas, demasiadas manifestaciones, demasiado desorden, tenemos que restablecer el orden! Entonces podría haber un movimiento hacia la reacción. Pero incluso en tal caso, la clase dominante tendría que proceder con cuidado, probando primero el terreno para avanzar hacia el bonapartismo parlamentario.

Pero esta no es la situación ahora, ya sea en Grecia o en cualquier otro país de Europa. Por el contrario, el péndulo va hacia la izquierda. La clase obrera tendrá muchas oportunidades de tomar el poder en sus manos antes de que la clase dominante trate de orientarse hacia la reacción. Por supuesto, el movimiento de la clase obrera no es una línea recta.

El sindicato de empleados públicos, ADEDY, advirtió el miércoles que se estaba preparando para la acción por los planes del gobierno de extender el plan de «reserva laboral» que obligaría a los empleados públicos a trabajar con un salario reducido drásticamente durante 12 meses antes de revisar su status. Esto demuestra que todavía existen reservas importantes de la clase obrera en Grecia. Nuevas capas se moverán a la lucha para sustituir a las que se han agotado por los muchos meses de actividad constante.

No debemos adoptar una actitud superficial e impresionista ante acontecimientos como los sucedidos en Grecia. Las masas no pueden permanecer en las calles por tiempo indefinido. Inevitablemente habrá períodos de calma, en el que los trabajadores reflexionen profundamente acerca de lo que ha sucedido, donde critiquen, diferencien y extraigan conclusiones. Es precisamente en estos períodos en el que las ideas del marxismo pueden ganar un gran eco, a condición de que seamos pacientes, que escuchemos lo que las masas están diciendo y de que planteemos las consignas correctas.

En los acontecimientos revolucionarios que vienen, los trabajadores y jóvenes avanzados aprenderán. Si trabajamos bien podemos ayudarles a sacar conclusiones revolucionarias y que lleguen a comprender la necesidad del marxismo y de una organización revolucionaria.

En toda Europa la clase obrera y la juventud están tomando el camino de la lucha. En Italia ha habido una huelga general y manifestaciones masivas contra el plan de austeridad. El programa de Berlusconi es muy poco para los patrones, pero demasiado para los trabajadores. En las afueras del parlamento, en la noche del miércoles, ningún policía pudo cruzar la barrera de fuego, de bombas con pintura, e incluso el corazón de un cerdo, lanzados por manifestantes furiosos.
Moody’s ya advirtió de una posible rebaja de la calificación crediticia de Italia el 17 de junio, y su decisión se espera para el sábado. Incesantemente, implacablemente, la crisis se está extendiendo y nuevas cargas están siendo colocadas en los hombros de la clase obrera en todos los países.

¿Cuál es el deber de los marxistas en esta situación? Nuestro objetivo no es llegar a las masas con la propaganda. Eso está más allá de nuestra capacidad. Nos dirigimos a los elementos más avanzados de los trabajadores y de la juventud. No presentamos consignas «fáciles» de agitación para decir simplemente a los trabajadores lo que ya saben. Los trabajadores necesitan que se les diga la verdad. Y la verdad es que bajo el capitalismo el único futuro que les espera es un futuro de austeridad permanente, de caída de los niveles de vida, de desempleo y pobreza.

Debemos explicar que sólo la expropiación de los banqueros y de los capitalistas, y la sustitución de la anarquía capitalista por una economía planificada democrática, pueden proporcionar una salida a la crisis. En particular, debemos contrarrestar el veneno nacionalista de los estalinistas y avanzar con la consigna de los Estados Unidos Socialistas de Europa, la única alternativa real a la bancarrota de la Unión Europea de los patrones. Nuestro deber, para utilizar la expresión de Lenin, es explicar pacientemente.

16 de septiembre de 2011

Europa está al borde de un precipicio. Este es el juicio, no sólo de los marxistas, sino de los estrategas más serios del Capital. Apenas seis semanas han pasado desde el último paquete de rescate griego, y ya se está desmoronando. Ahora hay una crisis general de confianza en las filas de la burguesía internacional. El pánico, que se refleja en los giros salvajes de las bolsas de valores, se ha extendido rápidamente desde Europa a América. Es una especie de contagio mortal que ha infectado a todos los grandes países de la zona euro. 

En la actualidad se especula abiertamente acerca de la supervivencia del euro e incluso de la propia Unión Europea (UE). Toda la situación pende de un hilo. Y todo ¿por qué? Debido a que Grecia no puede pagar sus cuentas. Pero esto no era ninguna sorpresa. Toda persona seria sabía muy bien que la crisis de la economía griega era tan profunda que todos los paquetes de rescate aprobados lo único que podían hacer era comprar un poco de tiempo.
Ahora ha llegado el momento. Grecia no puede pagar sus cuentas y eso es todo. Entonces ¿por qué tanto alboroto? ¿Por qué los problemas de un país pequeño de la periferia de Europa pueden dar lugar a una tragedia de tales dimensiones? Se podría llamar una tragedia griega, si no fuera por el hecho de que no está en absoluto confinada a Grecia. Su origen debe buscarse más allá de los límites de Grecia y sus repercusiones también se harán sentir muy lejos.
¿Por qué están los líderes europeos desviviéndose en un intento desesperado por recuperar la confianza? ¿Por qué está Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, exigiendo estrictas normas presupuestarias? ¿Por qué Mario Draghi, presidente del Banco de Italia y sucesor de Trichet en el BCE, ha pedido límites estrictos, no sólo en los presupuestos, sino también en toda una serie de políticas económicas nacionales?
En las raíces de los nervios de los mercados hay dudas sobre la estabilidad de los bancos de Europa. No es una casualidad que los títulos bancarios fueron los más afectados por el crash bursátil reciente. Después de la última crisis se produjo un agujero negro en los bancos que los gobiernos han estado tratando de llenar a paladas con miles de millones del dinero de los contribuyentes. El resultado ha sido prácticamente nulo. Los bancos no prestan, los capitalistas no invierten, las economías están estancadas, el desempleo está creciendo, y ahora están al borde de una nueva depresión.
El problema es que hoy mismo, nadie sabe cuál es la deuda real de los bancos. Décadas de desregulación y especulación incontrolada en cosas como fondos de cobertura, cuyo funcionamiento es muy oscuro, significan que el peligro para el sistema financiero mundial ha sido sistemáticamente subestimado, igual que la mayor parte de un iceberg que no se puede ver porque está sumergido.
Lo que se sabe es que los bancos franceses y alemanes están muy expuestos en Grecia. Esto por sí solo explica la tierna preocupación con que los gobiernos de París y Berlín ven la crisis griega. Si Grecia declara la cesación de pagos (o más bien, cuando lo haga), esto sería seguido inmediatamente por una crisis del sistema bancario en los dos países más importantes de la UE. Es por eso que han improvisado un «fondo de rescate», el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Pero es un típico caso de “demasiado poco y demasiado tarde”.
La crisis que comenzó con la quiebra de los bancos ha pasado ahora a expresarse como la quiebra de naciones enteras. Si Grecia colapsa, otras economías más importantes la seguirán. Por eso los líderes de la zona euro convocaron una cumbre de emergencia en Polonia. Sus planes anteriores están en ruinas. El canje de deuda que se acordó en julio ahora está muerto en el agua. Van a tener que tirarlo a un lado y conceder a Grecia algún tipo de alivio de la deuda para evitar un colapso que podría tener efectos devastadores en toda Europa.

Europa y América

Tarde o temprano las autoridades de la UE deben decidir: o aliviar a Grecia e Irlanda de sus programas de austeridad, o bien tirar del enchufe y empujarlos al abismo con el incumplimiento de sus pagos. Pese a todos los discursos valientes a favor de mantener a Grecia dentro de la zona euro, al final van a tener que tomar este último curso. Esto tendrá las consecuencias más graves para Europa y para la economía mundial.
Si la UE y el FMI deciden que no pueden continuar tirando su dinero, y le retiran su apoyo, esto empujaría a Grecia al abismo. Esto daría lugar a lo que más temen los mercados: una cesación desordenada del pago de la deuda. Las consecuencias sociales, políticas y económicas de esta medida serían incalculables -y no sólo para Grecia. Este escenario significaría el caos a una escala épica.
Pero esta perspectiva está provocando alarma en los círculos de poder en Europa. Los economistas ya hablan de la ruptura de la zona euro, dejando a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España fuera de ella. Pero si dices «A», también debes decir «B», «C» y «D». La globalización significa que todas las economías de Europa están vinculadas entre sí. Así que lo que sucede, incluso en una economía más pequeña como Grecia, inevitablemente, afectará a todos los demás.
¿Cuáles serían las consecuencias para el resto de Europa: Gran Bretaña, Francia, sí, y Alemania también? Que daría lugar a una reacción en cadena de bancos quebrados en esos países. Los bancos franceses están muy expuestos en Grecia, pero también lo están los bancos alemanes. Los bancos británicos están bastante menos expuestos en Grecia, pero muy expuestos en Irlanda. Los bancos austriacos están expuestos en Italia, y así sucesivamente.
Los resultados serían catastróficos para Europa, y no sólo para Europa. Un colapso económico en Europa enviaría un tsunami a través del Atlántico, ejerciendo presión sobre el dólar y amenazando con socavar la inestabilidad financiera puesta en marcha en los EE.UU.. Cuando Grecia caiga se plantearía inmediatamente la cuestión del contagio a otros países. Irlanda, Portugal, España e Italia caerían como fichas de dominó. Los bancos se derrumbarían, empezando por los bancos griegos y chipriotas, para luego alcanzar al Reino Unido y al sistema financiero de EE.UU., los cuales no son sólidos.
A fin de evitar que esto ocurra, algunos economistas burgueses están discutiendo otras posibilidades: por ejemplo, un «Plan Marshall» alemán para Grecia y el sur de Europa. La idea parece infantilmente simple: Alemania recibió millones de dólares en ayuda del Plan Marshall, lo que le permitió reconstruir su economía destrozada después de 1945. ¿Por qué no puede hacer Alemania lo mismo para el sur de Europa? Esto es lo que los estadounidenses están exigiendo cada vez con más insistencia.
Por desgracia, el paralelo histórico es un error. En 1945 los EE.UU. disfrutaban de una hegemonía total sobre sus competidores. Su industria estaba intacta, mientras que Europa y Japón fueron devastados por la guerra. Dos terceras partes del oro del mundo estaban en Fort Knox. Entonces el dólar era «tan bueno como el oro». Por encima de todo, la economía capitalista mundial estaba entrando en una fase de auge que duró casi tres décadas. Ninguno de estos factores existe en la actualidad.
Alemania es la primera potencia de Europa, pero no posee las reservas económicas prácticamente ilimitadas que los EE.UU. disfrutaban en 1945. Sus hombros son anchos, pero no lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de los déficit acumulados de Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia y del resto. Lo más importante, Europa y el mundo no están al borde de un largo período de auge, sino, por el contrario, en la víspera de una nueva recesión y de un prolongado período de dificultades económicas y de austeridad.
Barack Obama acusa a la zona del euro de arrastrar de nuevo al resto del mundo a la crisis, pasando por alto convenientemente la pequeña cuestión de la enorme crisis fiscal de EE.UU. y la incapacidad de los Republicanos y Demócratas de ponerse de acuerdo en un plan serio para reducir el enorme déficit presupuestario.
Los estadounidenses están pidiendo desesperadamente a Alemania que «haga más» para sacar a Europa de la crisis. Los alemanes no sólo deben reducir impuestos, sino que deben impulsar la economía, enviar más dinero a Grecia, e impulsar un estímulo fiscal coordinado en el norte de Europa. Alemania debe hacer esto y Alemania debe hacer aquello. Pero ¿quiénes son los americanos para decirle a los alemanes lo que deben hacer?
Sí, dicen los europeos, pero ¿quién paga todo esto? A esta pregunta sólo puede haber una respuesta: Francia y Alemania, o más correctamente, Alemania, que es el banquero de Europa de última instancia. A quienes han hablado con elocuencia de un Plan Marshall para Grecia se les está requiriendo educadamente que pongan su dinero en vez de sus bocas. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Esto plantea de inmediato problemas políticos que no pueden superarse fácilmente.

¿Eurobonos?

Hace veinte años, después del colapso de la URSS, la clase dominante alemana tenía grandes ambiciones. Su idea era que una Alemania unificada podría dominar Europa, alcanzando con su poderío económico lo que Hitler no pudo hacer por la vía militar. Durante las últimas dos décadas, Francia ha sido empujada cada vez más hacia un segundo lugar y Alemania ahora lleva la batuta de Europa.
La idea de una unión de Europa más estrecha será de interés para los sectores de la clase dominante alemana que todavía se entretienen con algunas ilusiones de grandeza. Pero los últimos 20 años han convencido a Alemania de que tales ambiciones pueden venir con una etiqueta con un precio muy elevado. Esta contradicción ha sido expuesta en el reciente debate sobre la posible creación de «eurobonos».
Guy Verhofstadt, líder de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa en el Parlamento Europeo, es sólo uno más en un coro creciente de voces que piden la creación de eurobonos. El ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, ha sugerido que Europa necesita moverse hacia la unión fiscal.
Los Verdes y el SPD (socialdemócratas) en Alemania ya declararon su respaldo a los eurobonos. Pero se enfrentan a una resistencia electoral, no sólo contra la unión fiscal, sino en contra de los rescates en general. Los franceses han expresado su apoyo a la propuesta. Incluso los dirigentes conservadores británicos han adoptado una actitud sorprendentemente positiva (lo que en sí mismo es un indicio de la gravedad de la crisis), que les está causando problemas con sus bases.
Por un lado, esta idea contiene una cierta lógica. Toda la historia demuestra que es imposible lograr una unión monetaria firme y duradera sin algún tipo de unión política. Pero aquí surgen inmediatamente nuevas contradicciones. La creación de los eurobonos requiere un grado de consenso político que simplemente no existe. Cualquier movimiento en la dirección a la unión fiscal (unidad presupuestaria, de ingresos e impuestos para toda Europa) encontrará una feroz resistencia. También sería necesaria una revisión fundamental de los tratados fundacionales de la Unión Europea.
La experiencia de la farsa sobre la Constitución Europea demuestra que no es fácil conseguir que la gente vote más poder para Bruselas (sede de la UE) ni en los parlamentos nacionales ni en los referendos. Y el estado de ánimo de euro-escepticismo se ha convertido aún más fuerte desde entonces.
Pero los gobiernos de Alemania y otros del norte de Europa se encuentran bajo la presión de una opinión pública cada vez más inquieta, que no está dispuesta a pagar las deudas de Estados extranjeros. El gobierno de Merkel es impopular y acaba de sufrir una severa derrota humillante en varias elecciones regionales recientes en Alemania.
Por el momento, Merkel se esfuerza por no sacar los pies del plato: Grecia debe permanecer en la zona del euro, el euro debe mantenerse, y Alemania hará esto y hará lo otro. Pero el hecho es que Alemania, la economía más poderosa de Europa, está mostrando signos de tensión. Su economía se está desacelerando, como consecuencia del estancamiento general de la economía mundial. Sus políticos están mostrando signos de impaciencia porque continuamente se les está pidiendo que se metan las manos en los bolsillos.
Hasta ahora la UE ha rescatado a la economía griega, o al menos le ha proporcionado algunos fondos con los que el asediado gobierno de Papandreu ha podido pagar los salarios de sus funcionarios y las jubilaciones de sus ancianos. Pero necesita más dinero. Es como echar dinero a un pozo sin fondo. Y al final, de una manera u otra, Grecia terminará declarando la cesación de pagos.
Todo lo que se ha hecho es, una vez más, darle un poco de respiro a Grecia. Pero esto tiene un costo enorme para el pueblo griego, que tiene que pagar la factura. Como siempre, no son los banqueros ni los especuladores quienes tienen que pagar, sino los sectores más pobres de la sociedad: los trabajadores, los desempleados, los ancianos y los enfermos.
El precio de la «estabilización de las finanzas» y la «reestructuración» de su economía es un brutal recorte de los niveles de vida y un aumento del desempleo. Esto conducirá a una nueva caída en los ingresos estatales y por lo tanto a un mayor incremento en el déficit de las finanzas públicas. ¿De qué manera esta locura podría ayudar a Grecia a pagar sus deudas? Es un misterio. En comparación, los Misterios de Eleusis de la antigüedad eran un juego de niños.
Sin crecimiento económico, los ingresos fiscales se mantendrá estancados, y la capacidad de pago de la deuda seguirá disminuyendo. Sin embargo, la desaceleración económica mundial y la presión despiadada para reducir el déficit a través de la austeridad, han sumido a Grecia en una profunda depresión. A pesar de todos los sacrificios dolorosos de su pueblo, el gobierno de Atenas sigue sin cumplir sus objetivos de reducir el déficit fiscal.
La alarma de esta perspectiva está obligando a los políticos de Bruselas a tomar medidas de emergencia para evitar el colapso inmediato de la economía griega. Ellos disponen aún de una serie de instrumentos que pueden utilizar: una relajación de las exigencias de los acreedores y un acuerdo para no presionar demasiado a Atenas para que cumpla con metas fiscales irrealizables. Esto sería algo muy lógico, con el argumento de que no es posible exprimir sangre de una piedra.
No puede haber ninguna solución para los problemas de Europa sin crecimiento económico. La estabilidad económica, social y política de toda Europa depende de esto, y no sólo de Grecia. Pero no hay perspectivas de una recuperación del crecimiento en el futuro cercano.

Las tendencias proteccionistas

 

El coro ensordecedor que existe en Europa demuestra que no faltan propuestas. Tienen propuestas para llenar un océano. El problema es que ninguna de estas propuestas puede hacer nada para resolver los problemas inmediatos de la zona euro. No pueden pagar las deudas de Grecia. No pueden evitar que el problema se extienda a otros países. No se puede restaurar la confianza destrozada de los inversores.
En el escenario más optimista, podrían posiblemente (sólo posiblemente) aliviar algunos problemas a largo plazo (aunque, como señaló Keynes, a largo plazo todos estaremos muertos). Pero no pueden hacer nada para resolver la crisis actual, que está claramente fuera de control.
La confusión desesperada de los economistas está ilustrada por el extraño espectáculo de Jeff Sachs, el hombre que impulsó el neoliberalismo en Europa del Este, que llamó a recrear una versión global del New Deal. El problema es que este tipo de sugerencias son anatema para el Congreso estadounidense dominado por los Republicanos, que está empeñado en seguir las políticas opuestas.
Ni la economía de libre mercado ni las políticas keynesianas de estímulo han funcionado, o pueden funcionar. Los gobiernos y sus asesores economistas están en un estado de desesperación. No hay más dinero para estímulo fiscal, pero las políticas de austeridad sólo sirven para deprimir la demanda aún más, agravando la crisis.
El mayor temor es que una nueva recesión provoque el resurgimiento de tendencias proteccionistas y devaluaciones competitivas, como ocurrió en la década de 1930. Esto tendría efectos catastróficos sobre el comercio mundial y representa una amenaza para la propia globalización. Todo lo que se ha logrado en los últimos 30 años se puede desenredar y convertir en su contrario.
Las medidas anunciadas recientemente por el Banco Nacional de Suiza para reducir el valor del franco suizo es una advertencia de cómo son las cosas a la deriva en dirección a las políticas proteccionistas y las devaluaciones competitivas. Esto fue lo que convirtió la crisis 1929-1933 en la Gran Depresión de la década de 1930. Lo mismo puede suceder otra vez.

 

¿El peligro de la reacción?

 

Hemos señalado en repetidas ocasiones que todos los intentos de la burguesía por restaurar el equilibrio económico van a destruir el equilibrio social y político. Grecia es una prueba de esta afirmación. Ya la estabilidad social y política ha sido destruida. Y la comprensión de que todos los sacrificios han sido en vano hará que las medidas de austeridad sean completamente intolerables.
Es posible que la clase dominante griega busque una solución a sus problemas mediante un movimiento hacia la reacción, como lo hizo en 1967. Sin embargo, los trabajadores griegos recuerdan 1967 y los crímenes de la Junta Militar. Cualquier movimiento en esa dirección ahora provocaría una guerra civil.
Esto es reconocido por un analista político estadounidense, Barry Eichengreen (profesor de Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de California, Berkeley.) En un artículo reciente, significativamente titulado: Europa al borde de una ruptura política, afirma: «En la propia Grecia, la estabilidad política y social es ya tenue. Una bala de goma mal dirigida puede ser todo lo que se necesita para convertir la protesta en la calle en una guerra civil abierta.»
Barry Eichengreen no es el único. Paul Mason, el editor de economía de la BBC2 ‘s Newsnight escribe:
«En las cancillerías de Europa, sobre todo en Berlín, se tratan cuestiones que son imposibles de mencionar. Hay un desfase total entre las expectativas políticas y lo que es inminente.
«Esto me recuerda -como mucho de lo que acontece en 2011- a 1848. Metternich despreciando por la ventana a una multitud irrelevante unas horas antes de su indecoroso derrocamiento. Guizot, incapaz de respirar por la impresión que le causó la renuncia a su ministerio. Thiers, primer ministro durante un día, sufriendo un ataque a su carruaje Tourette siglo XIX, acosado por las masas … «
Estas líneas muestran que los estrategas de la burguesía más inteligentes están muy alarmados por los acontecimientos de Grecia. El problema no es tanto que esto pudiera conducir a una guerra civil. El problema es que la burguesía griega no está segura de ganar esa guerra. La clase obrera está invicta. Detrás suyo siente el apoyo de la masa de la población griega -no sólo de los obreros y campesinos, no sólo de los estudiantes e intelectuales, sino también de los pequeños comerciantes y taxistas- que se ven obligados a sacar conclusiones revolucionarias por el repentino colapso de su nivel de vida.
Los políticos de Bruselas temen que Grecia se vuelva ingobernable. Si todavía no ha llegado a este punto es gracias a los dirigentes reformistas. La dirección del PASOK (socialista) está ansiosa por demostrar sus «cualidades de estadista» y su patriotismo, es decir, su dedicación a los intereses de los banqueros y capitalistas; dispuesta a llevar sobre sus hombros todo el odio del programa de austeridad, e incluso a sacrificarse ante el altar del capital griego y europeo, si es necesario.
En noviembre de 2001 se produjo una cesación de pagos descontrolada en Argentina, acompañada de una fuga de depósitos bancarios. Los bancos cerraron sus puertas, hubo protestas masivas en las calles y el presidente tuvo que huir de la azotea de su palacio en un helicóptero. Algo similar podría ocurrir en Grecia, donde los manifestantes han colgado una pancarta en la verja del Parlamento que muestra a un helicóptero llevándose al primer ministro George Papandreu.
El gobierno es profundamente impopular. Pero, ¿quién podría reemplazarlo? El partido de la oposición de derecha no quiere hacerse cargo de las riendas del gobierno, en condiciones de crisis aguda con una clase obrera ya despertada. No es en la derecha donde la burguesía se ve obligada a apoyarse para salvarse, sino en los dirigentes del PASOK. Políticos como Evangelos Venizelos y Elena Panaritis (cargos no electos, asesores del Primer Ministro Papandreu, educados en Occidente) y Papandreu mismo son los salvadores de la burguesía: su única defensa contra las masas.
Es la misma historia en toda Europa. Sin los dirigentes reformistas el capitalismo no podría durar ni una semana. Por esa misma razón, hablar sobre el peligro del fascismo y del bonapartismo, no tiene sentido en la actualidad. La clase dominante en toda Europa debe basarse en las organizaciones obreras reformistas. La burguesía no necesita a los fascistas en este momento. Cualquier intento de moverse en la dirección del fascismo o del bonapartismo en este momento sólo provocaría al movimiento obrero a la acción.
Por supuesto, esto puede cambiar. La crisis actual puede durar años o incluso décadas. Sin embargo, en un momento determinado, la clase dominante dirá: ¡hay demasiadas huelgas, demasiadas manifestaciones, demasiado desorden, tenemos que restablecer el orden! Entonces podría haber un movimiento hacia la reacción. Pero incluso en tal caso, la clase dominante tendría que proceder con cuidado, probando primero el terreno para avanzar hacia el bonapartismo parlamentario.
Pero esta no es la situación ahora, ya sea en Grecia o en cualquier otro país de Europa. Por el contrario, el péndulo va hacia la izquierda. La clase obrera tendrá muchas oportunidades de tomar el poder en sus manos antes de que la clase dominante trate de orientarse hacia la reacción. Por supuesto, el movimiento de la clase obrera no es una línea recta.
El sindicato de empleados públicos, ADEDY, advirtió el miércoles que se estaba preparando para la acción por los planes del gobierno de extender el plan de «reserva laboral» que obligaría a los empleados públicos a trabajar con un salario reducido drásticamente durante 12 meses antes de revisar su status. Esto demuestra que todavía existen reservas importantes de la clase obrera en Grecia. Nuevas capas se moverán a la lucha para sustituir a las que se han agotado por los muchos meses de actividad constante.
No debemos adoptar una actitud superficial e impresionista ante acontecimientos como los sucedidos en Grecia. Las masas no pueden permanecer en las calles por tiempo indefinido. Inevitablemente habrá períodos de calma, en el que los trabajadores reflexionen profundamente acerca de lo que ha sucedido, donde critiquen, diferencien y extraigan conclusiones. Es precisamente en estos períodos en el que las ideas del marxismo pueden ganar un gran eco, a condición de que seamos pacientes, que escuchemos lo que las masas están diciendo y de que planteemos las consignas correctas.
En los acontecimientos revolucionarios que vienen, los trabajadores y jóvenes avanzados aprenderán. Si trabajamos bien podemos ayudarles a sacar conclusiones revolucionarias y que lleguen a comprender la necesidad del marxismo y de una organización revolucionaria.
En toda Europa la clase obrera y la juventud están tomando el camino de la lucha. En Italia ha habido una huelga general y manifestaciones masivas contra el plan de austeridad. El programa de Berlusconi es muy poco para los patrones, pero demasiado para los trabajadores. En las afueras del parlamento, en la noche del miércoles, ningún policía pudo cruzar la barrera de fuego, de bombas con pintura, e incluso el corazón de un cerdo, lanzados por manifestantes furiosos.
Moody’s ya advirtió de una posible rebaja de la calificación crediticia de Italia el 17 de junio, y su decisión se espera para el sábado. Incesantemente, implacablemente, la crisis se está extendiendo y nuevas cargas están siendo colocadas en los hombros de la clase obrera en todos los países.
¿Cuál es el deber de los marxistas en esta situación? Nuestro objetivo no es llegar a las masas con la propaganda. Eso está más allá de nuestra capacidad. Nos dirigimos a los elementos más avanzados de los trabajadores y de la juventud. No presentamos consignas «fáciles» de agitación para decir simplemente a los trabajadores lo que ya saben. Los trabajadores necesitan que se les diga la verdad. Y la verdad es que bajo el capitalismo el único futuro que les espera es un futuro de austeridad permanente, de caída de los niveles de vida, de desempleo y pobreza.
Debemos explicar que sólo la expropiación de los banqueros y de los capitalistas, y la sustitución de la anarquía capitalista por una economía planificada democrática, pueden proporcionar una salida a la crisis. En particular, debemos contrarrestar el veneno nacionalista de los estalinistas y avanzar con la consigna de los Estados Unidos Socialistas de Europa, la única alternativa real a la bancarrota de la Unión Europea de los patrones. Nuestro deber, para utilizar la expresión de Lenin, es explicar pacientemente.

 

16 de septiembre de 2011