Oct 15 Rome crowd - Photo:EnricoEl 15 de octubre Roma vio una de las mayores manifestaciones de los últimos años en Italia. Hasta medio millón de personas inundaron las calles de la capital. Esta no fue sólo una gran manifestación en términos del número de participantes, sino todavía más importante fue que se podían oír las consignas más radicales de la última década.

Las masas, inspiradas por Atenas, Madrid y Nueva York, corearon «¡No queremos pagar la deuda!», «¡No a la austeridad!», «¡No a la dictadura del BCE [Banco Central Europeo] y de los bancos!», etc.

 

Había un sentimiento generalizado de que la carta dirigida al Gobierno italiano por Trichet y Draghi (el saliente y el entrante gobernador del BCE, respectivamente) debía ser «devuelta al remitente». Esa carta, enviada a principios de agosto y hecha pública sólo a finales de septiembre, es una abierta declaración de guerra contra la clase obrera italiana. En términos muy claros, básicamente, ordenaba al gobierno italiano poner en práctica la misma política que Papandreu en Grecia.

«El objetivo – dice la carta – es lograr un presupuesto equilibrado en 2013, principalmente a través de recortes de gastos». Ellos ven la necesidad de «la plena liberalización de los servicios públicos locales … a través de privatizaciones a gran escala». También hay una necesidad de «adaptar los salarios y las condiciones de trabajo a las necesidades específicas de las empresas e incrementar su relevancia con respecto a otras capas de las negociaciones. El acuerdo del 28 de junio entre los principales sindicatos y las asociaciones de empresas industriales se mueve en esta dirección.»

En otros términos, Draghi y Trichet insistían en la abolición del acuerdo de negociación colectiva nacional, algo que no se consiguió aplicar plenamente en el acuerdo del 28 de junio entre la confederación patronal y los sindicatos (incluida la CGIL, la confederación sindical más grande y, tradicionalmente, de «izquierda»). El BCE insistía en que Italia debe adoptar «un examen exhaustivo de las normas que regulan la contratación y el despido de los empleados» Sacconi, el ministro de Trabajo, incluyó este punto en el nuevo presupuesto votado por el Parlamento hace algunas semanas.

La carta terminaba metiendo presión a favor de un ataque a los trabajadores del sector público:

«el gobierno debería considerar reducir significativamente el costo de los empleados públicos, mediante el fortalecimiento de las reglas de rotación y, si es necesario, mediante la reducción de los salarios.» La carta también añade un ataque a las jubilaciones de las mujeres («alinear rápidamente la edad de jubilación de las mujeres en el sector privado a la establecida para los empleados públicos»).

Hemos citado extensamente esta carta porque demuestra el cinismo y la brutalidad de los capitalistas en esta época de crisis. Esta brutalidad, sin embargo, fue rechazada de plano por los manifestantes de Roma el sábado. Lo que se podía sentir el 15 de octubre era un cuestionamiento generalizado del sistema capitalista y de sus instituciones. Las condiciones de vida en Italia están empeorando de forma dramática. La podredumbre del sistema es ampliamente reconocida y está ilustrada por el gobierno de Berlusconi, cuya estrategia se reduce simplemente a sobrevivir en cada votación parlamentaria.

La carta del BCE, por su parte, fue bien recibida por todas las fuerzas políticas del parlamento. La reacción de Bersani, el secretario general del Partido Democrático (PD), fue declarar que «si en Italia hubiera un gobierno diferente [lo que implica uno que incluyera al PD], no habría habido necesidad de que el BCE hubiera hecho tantas recomendaciones. En cualquier caso, vamos a garantizar un presupuesto equilibrado.»

No es de extrañar, por tanto, que el Partido Democrático no estuviera presente en la manifestación del sábado. La CGIL tampoco participó oficialmente. Los dirigentes de la CGIL, muchos de los cuales son miembros o están muy cerca del PD, están dispuestos a apoyar cualquier nuevo gobierno que se forme después de la crisis del actual gobierno de Berlusconi. Sin embargo, cómo podría impulsar un nuevo gobierno una política diferente a la dictada por el BCE sin romper con el sistema capitalista es un misterio.

Todos los sectores avanzados de la clase obrera y de la juventud estuvieron presentes el 15 de octubre. El sindicato de trabajadores del metal de la CGIL, la FIOM, organizó una columna importante. Los Comités de Defensa de la Educación Pública también organizaron su columna, donde los partidarios de la tendencia marxista Falce Martello estuvieron presentes con el lema «¡Queremos todo de nuevo!» (Rivogliamo tutto) que fue utilizado en la manifestación del 16 de octubre del año pasado, convocada por la FIOM. Era una columna muy animada, con consignas revolucionarias y anticapitalistas que conectaba con muchos trabajadores y jóvenes.

Los medios de comunicación han tratado de ocultar esta radicalización de las masas que se manifestó claramente en Roma, centrando toda la atención en los enfrentamientos y los disturbios iniciados por un pequeño sector, vinculados a los “centros sociales autónomos” (centri sociali Autonomi), una agrupación de ultraizquierda que de ninguna manera representa a la masa de gente que protestaba. La televisión y todos los diarios están haciendo un gran alboroto sobre la «violencia» perpetrada por el «Bloque Negro». Cualquiera que haya visto la televisión podría pensar que todo lo que sucedió el sábado fue un violento enfrentamiento con la policía. Está claro lo que están tratando de hacer.

Sin embargo, estos mismos señores (financiados por el gran capital) no tienen derecho a hablar de la violencia, cuando han estado apoyando activamente la intervención italiana en Libia y Afganistán, a la que califican de «misiones de paz», o cuando siempre han guardado silencio sobre las masacres diarias en las obras de construcción o en las fábricas. Esta es la violencia real que tenemos hoy, la violencia del sistema capitalista.

Hemos criticado fuertemente a los que participaron en la destrucción de oficinas bancarias o incendiaban coches (a menudo, coches que son propiedad de los trabajadores) no por razones morales sino porque esas acciones no ayudan en absoluto a elevar la conciencia de los trabajadores y de la juventud. Por otra parte, estas acciones son utilizadas como una excusa por la policía y las fuerzas del Estado para intensificar la represión.

Esto se vio en la tarde del sábado, cuando la Policía y los Carabinieri, con la excusa proporcionada por una pequeña minoría de individuos violentos, atacó al grueso de la manifestación, y la cortó en dos sectores para impedir que la mayoría de los manifestantes llegáramos al final de nuestro destino, la Plaza de San Giovanni.

En los últimos días hemos visto, por ejemplo, cómo las autoridades han prohibido una manifestación de la FIOM que estaba programada para el viernes 21 de octubre en Roma contra los despidos en Fiat y en Fincantieri [empresa de construcción naval]. El gobierno está hablando de endurecer la legislación relativa a manifestaciones, piquetes, etc. La necesidad de castigar a los «violentos» también es compartida por muchos de la oposición parlamentaria, como Antonio Di Pietro, líder del partido Italia dei Valori (Italia de los Valores), que está en alianza con el Partido Democrático, quien propuso la reintroducción de la antigua «Legge Reale», una ley de la década del 70 que, entre otras cosas, permite disparar ante la presencia de un criminal potencial. Esa ley infame provocó 652 víctimas entre 1974 y 1989.

Sin embargo, no importa qué la clase dominante trate de hacer esto, la lucha de clases se va a intensificar en Italia. Hay ya algunas luchas muy amargas en marcha. Hemos visto esto en Fincantieri, donde el gobierno está tratando de reducir el tamaño de la fuerza laboral en una serie de astilleros. En Génova, el astillero ha sido bloqueado en varias ocasiones por los trabajadores que han declarado una huelga espontánea. También está el caso de Irisbus, una planta de Fiat cerca de Avellino, una provincia del sur de Italia, donde Marchionne (presidente ejecutivo de Fiat) quiere cerrar la fábrica y los 700 trabajadores están ocupando la planta.

La tarea consiste en generalizar y conectar estas luchas, dándoles un programa revolucionario. Esta tarea debería ser asumida por un partido como Rifondazione Comunista (PRC), del que formamos una parte. Esta es también la idea que estamos proponiendo en el próximo congreso del PRC que va a tener lugar en las próximas semanas, donde vamos a presentar nuestro propio documento (Documento número 2) «Por un partido de clase».

Fuente: FalceMartello (en italiano).