La revolución siria que estalló en marzo de 2011 formaba parte de una ola revolucionaria más amplia que se extendió a través de todo el mundo árabe. La Corriente Marxista Internacional apoyó esta revolución sin reservas, a pesar de sus deficiencias. Desde entonces, sin embargo, debido a la falta de una dirección revolucionaria, lo que era una expresión genuina de las masas ha sido secuestrado por elementos reaccionarios que mantienen una agenda muy diferente.

Aunque estuviese claramente motivada por acontecimientos que ocurrían fuera del país, las semillas de la revolución siria se encontraban en las condiciones sociales y económicas que existían en la propia Siria. Por ejemplo, entre 1980 y 2000 los ingresos promedio disminuyeron en un 10%. El desempleo se hallaba oficialmente en el 9%, pero la cifra real se acercaba al 20%.

Lo que permitió que el régimen sirio se mantuviera a pesar de las crecientes dificultades económicas fue el hecho de que tenía grandes reservas de petróleo. En 2002 el petróleo representaba dos tercios de las exportaciones y la mitad de los ingresos del Estado. La economía, sin embargo, sigue estando relativamente subdesarrollada tal y como se puede comprobar por el peso de la agricultura, que todavía representaba el 27% del PIB y empleaba alrededor del 30% de la fuerza laboral.

El sector privado -que anteriormente había desempeñado sólo un papel secundario- fue creciendo y se hizo particularmente fuerte en el sector textil, la agroindustria alimentaria, los productos químicos, farmacéuticos y de ingeniería. Después de 1990, el sector público empleaba alrededor de una cuarta parte de la población activa, y estaba creando 20.000 puestos de trabajo al año, mientras que el sector privado estaba creando entre 40.000 y 60.000 puestos de trabajo anuales. Sin embargo, 250.000 jóvenes estaban entrando al mercado laboral cada año. Esto explica el creciente desempleo de los jóvenes – ¡un factor importante en la revolución!

Estas condiciones son una consecuencia de las políticas económicas adoptadas por el régimen de Al-Assad en los últimos años, unas políticas que han generado el desmantelamiento gradual de la antigua economía nacionalizada y planificada y un aumento cada vez mayor de la participación del sector privado en la gestión de los asuntos económicos, con una transferencia de activos estatales, principalmente hacia los compinches del régimen. Todo esto llevó a una creciente polarización social, que se encuentra en el centro de los levantamientos revolucionarios.

Hay que decir que existe mucha confusión en la izquierda en cuanto a la naturaleza del régimen de Al-Assad. Algunos todavía ven en él al antiguo régimen que se basaba en la propiedad estatal, la economía planificada centralizada. Esto llevó a algunos a oponerse a la revolución desde el principio, cuando todavía era una expresión genuina del movimiento de masas desde abajo, viéndolo todo en términos de maniobras reaccionarias del imperialismo, y en particular de regímenes reaccionarios, como Arabia Saudí o Qatar.

Si bien es cierto que estos regímenes les han suministrado ayuda y armas a un sector de los insurgentes, apoyando a las fuerzas que se ajustan a su agenda reaccionaria -y que hay mercenarios extranjeros que participan en los combates- sería simplista y falso verlo todo en estos términos. Inicialmente hubo una verdadera revolución que se hizo evidente en los primeros días de la revuelta contra Al-Assad. Y era el deber de los marxistas genuinos el apoyar ese movimiento. Sin embargo, una vez que el contenido revolucionario de ese movimiento hubiese decaído y la iniciativa hubiera pasado a varios elementos reaccionarios, era también el deber de los marxistas explicar claramente lo que había sucedido.

La verdad es que, debido al estancamiento de la situación, los elementos revolucionarios genuinos han sido desbordados por toda clase de oportunistas y elementos contrarrevolucionarios que se han puesto al frente, con el apoyo de diversas potencias extranjeras que tratan de promover sus propios intereses reaccionarios. Esta es una tragedia que se ha producido debido a la ausencia de una dirección revolucionaria con raíces entre las masas. Inicialmente, en especial en lo que se refiere a los jóvenes que participaron en las protestas masivas, el movimiento no era de carácter étnico ni se basaba en la religión. Una de las consignas que se oían en las manifestaciones era «todos somos sirios», un claro mensaje hacia aquellos que querían dividir a la sociedad siria en líneas étnicas o religiosas.

Aquellos miembros de la izquierda que le han brindado su apoyo al régimen de Al-Assad, ven en él algunos elementos «progresistas» y «antiimperialistas». La verdad, sin embargo, es muy concreta: no hay un gramo de antiimperialismo en el régimen de Al-Assad. No hay nada progresista en él que pudiera de alguna manera justificar el que los socialistas le otorguen al régimen, incluso el más crítico de los «apoyos críticos». Con el fin de no confundir la revolución y la contrarrevolución, un análisis profundo de lo que el régimen ha sido en el pasado y de en qué se ha convertido con el paso de los años es esencial. (Ofrecemos nuestro análisis a este respecto más adelante en este artículo).

Divide y vencerás

Como hemos visto, frente al auge revolucionario inicial del año pasado, se hicieron intentos para dividir a la población en líneas étnicas y religiosas. El régimen de Al-Assad ha fomentado esas divisiones (como lo han hecho también los regímenes reaccionarios de la región, como Arabia Saudí y otros estados del Golfo). Después de haber perdido apoyo en algunas zonas clave del país, los medios por los que el régimen de Al-Assad pudo aferrarse a algún tipo de base de masas, al menos en algunas zonas, ha sido interferir en la verdadera revolución que se había iniciado y provocar un conflicto entre los diferentes grupos que conforman la sociedad siria.

Esto se hizo en la forma clásica de señalar a colectivos concretos y atacarlos de forma brutal e indiscriminada. Como una gran parte de las fuerzas de seguridad que llevan a cabo este tipo de ataques están en su mayoría compuestas por alauitas, esto representaba un paso para provocar una reacción por parte de los grupos étnicos / religiosos atacados. Los alauitas en su conjunto comenzaron a ser vistos como el «enemigo». En el otro lado de la línea divisoria, los grupos fundamentalistas reaccionarios vieron en las divisiones étnicas / religiosas un medio de promover su propia agenda. Y eso es lo que ha llevado al actual callejón sin salida. En este proceso, la voz de los verdaderos revolucionarios ha sido ahogada por las fuerzas de la reacción.

Como hemos visto, la revolución tenía sus raíces en las condiciones económicas y sociales reales que se habían desarrollado bajo el régimen de Al-Assad durante décadas. En los últimos tiempos la sociedad siria se había vuelto más polarizada, con una pequeña elite en la parte superior enriqueciéndose, mientras que en el otro extremo del espectro social se produjo un aumento de la pobreza y un empeoramiento general de las condiciones de vida. Dentro de este proceso de polarización algunas capas habían salido mucho peor paradas, pero también es cierto que, sobre todo en ciudades como Damasco y Alepo, una capa pequeñoburguesa estaba también obteniendo algún beneficio de los cambios económicos recientes.

Este factor explica también la capacidad de resistencia del régimen. Si la revolución hubiera ofrecido un programa capaz de ganarse el apoyo de estas capas, el régimen de Al-Assad habría caído hace mucho tiempo. Por desgracia, la revolución fracasó en desarrollar dicho programa y esto es lo que abrió un espacio para los elementos reaccionarios. El mensaje principal que expresaba la revolución era la caída del régimen y la «democracia». Pero la democracia en sí misma no es siempre suficiente para movilizar a toda la población. Debe ser combinada con una respuesta a los problemas económicos y sociales, tales como los salarios, el empleo, la vivienda, etc. La demanda de democracia, como en Egipto y Túnez, refleja un deseo de cambio social en la mayor parte de los trabajadores, para poner fin a la miseria en la que viven. Pero si la «democracia» es percibida como algo que trae inestabilidad, conflictos étnicos / religiosos y dislocación económica, entonces no logrará obtener el apoyo completo del conjunto de los trabajadores.

A esto se suma el hecho de que hay elementos fundamentalistas muy dudosos y reaccionarios que han entrado en el movimiento, tratando de desviarlo por un camino diferente, proporcionándole al régimen precisamente lo que necesitaba, el espantapájaros «fundamentalista» con el que aterrorizar a la pequeña burguesía urbana. La idea que el régimen ha difundido entre estas capas es que la oposición está solo compuesta por «terroristas» que quieren arrastrar a la sociedad siria hacia atrás y no hacia adelante, que se compone de elementos que podrían destruir la naturaleza laica y «moderna» de la sociedad siria, en una palabra, que significaría volver a la barbarie. Esto sin duda ha tenido un efecto neutralizante en al menos algunas capas de la población, que se aferran al régimen, no porque apoyen al régimen de Al-Assad, sino por temor a que algo peor podría ponerse en su lugar.

Hay otro factor que explica el estancamiento y el descarrilamiento de la revolución siria. Las revoluciones de Egipto y Túnez -también debido a la falta de una dirección revolucionaria- fueron desviadas mientras los partidos islámicos pasaron a primer plano en las etapas iniciales. Allí también, aunque la revolución contara con la participación masiva de los trabajadores y la juventud y si bien los odiados dictadores fueron derrocados con rapidez, una vez que el régimen hubiera caído, por desgracia, las masas no tenían ningún partido revolucionario de masas al que unirse. Un vacío se creó y se llenó con lo que estaba disponible, varios tipos de partidos de base religiosa. (En Egipto, ahora las cosas se están moviendo, con una capa importante de la población volviéndose en contra del nuevo régimen de Morsi, pero todavía no se ofrece ninguna perspectiva clara de cómo la revolución egipcia puede ser completada).

La situación en Libia también ha aumentado la confusión. El régimen finalmente se derrumbó, pero lo que lo ha reemplazado no puede resultar muy atractivo para muchos sirios de a pie que se preguntan qué va a sustituir el régimen de Al-Assad, una vez que este caiga. La posibilidad de que se rompa el país en feudos diferentes, bajo distintos grupos de poder locales y milicias, junto con la dislocación de la economía, no es una opción muy atractiva. Y, de nuevo, esto explica por qué el régimen, a pesar de su brutalidad, ha sido capaz de aguantar tanto tiempo.

Dicho todo esto, está claro que Al-Assad, tarde o temprano caerá. Un régimen que ha de dominar mediante el solo uso de la espada está condenado al colapso. Incluso el más brutal de los dictadores debe proporcionarles a las masas algo más que la sola fuerza brutal. Si no puede proporcionarles suficientes empleos, salarios, servicios, comida, etc. con el tiempo acabará cayendo.

Si existiera una tendencia revolucionaria, con raíces en las masas, basada en la idea fundamental de que la solución a los problemas de los trabajadores y jóvenes sirios sólo puede venir de una transformación radical de la sociedad –lo cual sólo puede significar la transformación socialista de Siria- tal tendencia estaría en posición de ganarse la atención de las masas y dirigirlas en una lucha de clases. La tragedia es que esta tendencia no existe en Siria.

El papel de la Unión Soviética

Y aquí nos encontramos ante un punto clave en cualquier discusión sobre Siria. Incluso los trabajadores más combativos y revolucionarios y la juventud en Siria se preguntarán ¿qué queremos decir con la transformación socialista de la sociedad siria? Después de todo ¿no era el régimen de Al-Assad «socialista»? ¿No era su economía una economía «socialista» basada en la propiedad estatal y la planificación? ¿No era Siria parte de la esfera de influencia de la URSS «socialista», que finalmente se derrumbó?

Los marxistas deben responder a todo esto, de lo contrario nunca conseguirán un eco entre la juventud revolucionaria más avanzada de Siria, precisamente aquellos que han sido dejados de lado por las distintas fuerzas reaccionarias que compiten por el control de la «oposición», desde los elementos abiertamente supeditados al imperialismo occidental hasta los grupos fundamentalistas, extremadamente reaccionarios.

Cuando un marxista plantea la necesidad de una transformación socialista de Siria como la única salida, inevitablemente, se enfrentará a un aluvión de protestas: «pero Siria era socialista y no funcionó». Los marxistas genuinos, es decir, los seguidores no sólo de las ideas de Marx, Engels y Lenin, sino también de las de Trotsky, pueden explicar por qué la Unión Soviética se derrumbó. Está todo en el clásico de Trotsky, La revolución traicionada (¡escrito en 1936!), donde explica cómo la Unión Soviética degeneró en la dictadura estalinista que representaba los intereses de la burocracia y no de los obreros y campesinos. Hubo factores materiales concretos que llevaron a ese proceso de degeneración y que produjeron un fenómeno como el de Stalin.

Lenin nunca contempló la posibilidad del «socialismo en un solo país». Comprendió la necesidad de la revolución internacional, de lo contrario el país incluso podría volver al capitalismo. Es por eso por lo que dedicó mucha energía a la construcción de la Internacional Comunista. La teoría del socialismo en un solo país, sin embargo, se convirtió en la escuela de pensamiento dominante en la Unión Soviética después de la muerte de Lenin, donde la burocracia se había elevado por encima de la clase obrera y había desarrollado intereses materiales propios. Esta idea se impuso entonces sobre todo el movimiento comunista internacional, lo que a su vez preparó unas terribles derrotas en una revolución tras otra, aislando aún más a la Unión Soviética, cosa que a su vez fortaleció aún más el control de la burocracia en el poder.

No es el propósito de este artículo dar una explicación detallada de por qué y cómo la revolución de Octubre en Rusia acabó de la forma en que lo hizo. Para una explicación detallada remitimos a nuestros lectores al libro de Trotsky La revolución traicionada y al de Ted Grant Rusia: de la revolución a la contrarrevolución. Sin embargo, es importante destacar que una evaluación marxista correcta de lo que pasó en la Unión Soviética, de lo que fue y en lo que se convirtió, es esencial si se quiere entender lo que el régimen de Al-Assad era y los diversos cambios y transformaciones que ha sufrido a lo largo de los años.

Sin esta comprensión uno puede llegar a cometer algunos errores muy elementales, como algunos en la izquierda, en particular los de procedencia estalinista o ex-estalinista, han cometido en los últimos tiempos. El hecho de que partidos que dicen ser comunistas han seguido apoyando el régimen de Al-Assad ha ocasionado un daño grave a la causa de la revolución siria. Es precisamente por esto que un artículo como el presente, es necesario para establecer claramente lo que una posición marxista sobre los acontecimientos en Siria debe ser.

Los marxistas nos pusimos claramente del lado de las masas cuando se levantaron contra el régimen de Al-Assad. Sin embargo, afirmar esto no es suficiente. Como hemos señalado, hay fuerzas muy reaccionarias que operan dentro y fuera de Siria para derrocar al régimen, pero con quienes los marxistas genuinos no podemos colaborar de ninguna forma. De hecho, es el deber de los marxistas genuinos advertir a los trabajadores y jóvenes de Siria sobre estos elementos, por mucho que las masas puedan desear la caída de Al-Assad. Estas fuerzas no son amigas de las masas sirias. Basta con mirar la situación en Egipto y Túnez, donde tanto la Hermandad Musulmana como el partido Ennahda han estado tratando de hacer retroceder las conquistas de la revolución. Explicamos durante todo el proceso revolucionario en estos dos países que tales fuerzas eran reaccionarias y que no se les debía prestar apoyo. Una advertencia similar ha de emitirse hoy, en referencia a Siria.

A pesar de las posiciones reaccionarias adoptadas por las diferentes fuerzas que pretenden liderar la oposición en Siria, es evidente que hay muchas personas honestas, trabajadoras, jóvenes y desempleados, que están participando en la lucha contra el régimen. Muchos se han unido a los diversos grupos de combate y se están enfrentando valientemente al régimen. En muchos casos simplemente se unen a cualquier fuerza que les permita defender a sus familias y vecindarios de los ataques brutales del régimen. Y es principalmente a estas capas a las que este artículo se dirige.

La tragedia de la situación de Siria es que, debido a los años de dictadura sofocante, no era posible construir una oposición viable, genuinamente socialista, agrupada dentro del país. Por otra parte, por el hecho de que el régimen de Al-Assad era visto como muy cercano a la Unión Soviética, la idea de que el comunismo puede resolver el problema del pueblo sirio ha retrocedido muy lejos en la conciencia de las masas.

Con todo esto, no ayuda el que varios partidos comunistas en todo el mundo hayan salido en apoyo del régimen. Esto significa que cualquier persona que dice ser comunista, socialista o marxista y que apoyó la revolución, debe empezar por disculparse por algo de lo que no son responsables.

Un ejemplo de tales «comunistas» lo encontramos en Israel, donde en mayo de 2011, el secretario general del Partido Comunista de Israel, Mohammed Nafa’a, publicó un artículo en la conocida web árabe Al Khuwar Al Mathmadan, denunciando la revolución siria. (Declaraciones similares se pueden encontrar en el Partido Comunista Libanés y otros). Al mes siguiente la página web en árabe del partido publicó un comunicado de una reunión de partidos comunistas en Bruselas, que declaraba que «los partidos comunistas expresan su apoyo a Siria frente a las conspiraciones imperialistas …»

Otro ejemplo de tal pensamiento distorsionado es el siguiente: «… Siria se ha convertido en el nuevo frente de la guerra entre el Imperio y quienes se resisten a ello… a pesar de sus muchos defectos, el régimen sirio está activamente resistiendo a la agresión imperialista y cualquier cosa que no sea prestarle el pleno apoyo -por la duración de esta crisis, al menos- equivale a oponerse a su resistencia a la agresión imperialista. Aunque parte de nuestro deber como intelectuales es pedir reformas políticas y una mayor inclusión de la legítima oposición interna al proceso de reforma, esto debe hacerse de una manera que no perjudique la posición actual del régimen respecto a nuestros enemigos comunes, ni beneficie a estos últimos¨. (La crisis siria: tres son multitud por Amal Saad-Ghorayeb, publicado Martes, 12 de junio de 2012)

Aquí tenemos un rotundo apoyo al régimen en el primer ejemplo y una especie de «apoyo crítico» en el segundo.

Todo esto se basa en la idea de que el régimen de Al-Assad es antiimperialista. Esto no se corresponde con la realidad y sólo puede sostenerse si uno sufre de una especie de amnesia histórica selectiva e ignora lo que el régimen hizo en muchas ocasiones para colaborar con el imperialismo. En 1976, Hafez Al-Assad invadió los campos de refugiados en el Líbano para acabar con la resistencia palestina, coordinando sus operaciones con Israel, y con el pleno respaldo del imperialismo estadounidense. A Siria, de hecho, se la había llamado a intervenir desde Occidente (incluyendo a Henry Kissinger) para evitar la derrota de las milicias de derecha cristianas maronitas en la guerra civil que había comenzado en 1975 entre laicos progresistas, milicias musulmanas y la OLP. Más tarde, en 1990-91, el régimen colaboró en el ataque de EE.UU. contra Irak; en 2003, el régimen no movió un dedo para defender a Irak contra el ataque imperialista. Luego se retiró del Líbano bajo presión de EE.UU. Estos son los hechos acerca del supuesto antiimperialismo de Al-Assad.