El pueblo, ese pueblo y mi pueblo son expresiones verbales que en su sentido lato marcan distancia entre el hablante y el oyente. Así, pues, que en el marco del discurso político marcaría distancia entre el líder y el pueblo. Enunciado de esa manera, como eslogan, se desnaturaliza el concepto «pueblo», se oculta su verdadera naturaleza. En ese sentido, intentaré rescatar el carácter histórico que debe tener el concepto pueblo en un proceso social revolucionario.

 

En ese marco, partiré de la definición etimológica de la palabra «pueblo», que viene del Latín populus. En su origen populus significa –el conjunto de todos los ciudadanos varones-, y se opone a senatus, que se refiere al senado, a los ancianos con funciones consultivas en el senado. En este origen lo que designa populus es el conjunto de jóvenes, capacitados de llevar armas, de votar, pero no con capacidad de gobierno. Como vemos, de acuerdo a su etimología «pueblo» se refiere sólo a ciudadanos varones y jóvenes.

Ahora bien, para considerar «pueblo» como concepto histórico acudo al materialismo histórico, que sostiene que el pueblo es el creador del proceso histórico. Esto me obliga a responder dos interrogantes: por qué es precisamente el pueblo el creador de la historia y qué papel desempeña el pueblo en el desarrollo social.

A fin de exponer claramente el papel del pueblo como creador de la historia es necesario, ante todo, determinar qué es pueblo, qué son las masas populares. Según Afanasiev «el pueblo está constituido, en primer lugar, por los trabajadores, y en la sociedad de clases antagónicas, por las masas explotadas».

La importancia decisiva de las masas populares en el proceso histórico surge del papel determinante del modo de producción de los bienes materiales en el desarrollo de la sociedad. Como se sabe la producción material de la sociedad es la base de la vida social, y la fuerza productiva esencial la constituyen los trabajadores y las trabajadoras, las masas populares. Por consiguiente, el papel del pueblo como creador de la historia se manifiesta, sin dudas, con su trabajo productivo. Trabajo con el que crea todos los valores materiales: las ciudades y pueblos, las fábricas y talleres, las carreteras y puentes; también crea máquinas, ropa, zapatos, etc., es decir, los bienes materiales sin los que es muy difícil la existencia humana.

Hay que resaltar que el pueblo es asimismo la fuerza motriz fundamental del progreso técnico. El pueblo ha ido desarrollando y perfeccionando los instrumentos de trabajo desde su aparición en la tierra, lo que en última instancia ha conducido a revoluciones técnicas radicales, y por lo tanto, al cambio de las fuerzas productivas. Éstas comprenden, ante todo, las herramientas de trabajo, así como los hombres y las mujeres que producen los bienes materiales. El pueblo al desarrollar las fuerzas productivas prepara las condiciones materiales para el paso a una nueva formación socio-económica, por ejemplo el transito del capitalismo al socialismo.

Finalmente, el pueblo ha contribuido con una enorme aportación al desarrollo de la cultura espiritual de la sociedad. Hombres y mujeres han creado el arte y la ciencia. Ya podemos decir, como resultado de todo lo expuesto, que el pueblo es la fuerza motriz de la revolución socialista. Además, el pueblo está obligado a construir el socialismo porque responde a los intereses más vitales de los trabajadores y de las trabajadoras, ya que, sólo en socialismo se combinan armónicamente los intereses sociales e individuales.