Desde los propios inicios de la humanidad según lo que nos enseña La Biblia y todo el cuento de la creación del mundo, que se ha trasmitido de generación en generación a través de nuestros padres por causa de las diferentes corrientes religiosas universales y que al hacer un minucioso enfoque calculador e investigativo usando en muchos casos la lógica, además de agregarle también cierto matiz teológico – liberal, es decir; aplicando un poco la teología de la liberación encontramos siempre un factor fundamental y profundamente ligado a la evolución del ser humano en función de crear sus propios destinos y de lograr su emancipación para defenderse así mismo, defender a los suyos, a lo que le pertenece, a lo que le duele, hasta lograr sus sueños; pero también para ser diferente a todo lo que le rodea, quedando demostrado de esta manera que el hombre y la mujer en su afán y su angustia de buscar respuestas a sus interrogantes, descubrir el universo y beber de los manantiales del saber, se ha proclamado en rebeldía para trochar los caminos de la libertad.

Ese factor, esa condición que hoy a nosotros los revolucionarios nos lleva a pasearnos a lo largo y ancho del paradigma de la rebeldía, de la libertad, no es otra cosa que el mismo factor y la misma condición que llevó a Adán a salirse del estatus de confort que tenía en el Jardín de Edén, a comer del “fruto prohibido” para salir de ese estado de ingenuidad y asumir su responsabilidad abiertamente ante el mundo y luchar por lo que aspiraba, por su familia, por su entorno; igualmente que en el caso de el primer gran revolucionario de la historia, “Cristo Redentor, Cristo Socialista” que rompió todos los esquemas para demostrar que un mundo diferente con justicia social en beneficio de las mayorías, de los oprimidos, de los pobres, si era posible. Incluso se ha planteado la hipótesis que Jesús en ese período en el cual La Biblia no relata nada sobre El y desaparece de la agenda siendo un niño para luego reaparecer ya hecho hombre, se asegura que estuvo preparándose, estudiando y evolucionando en el saber para poder enfrentar al Imperio Romano. 

Nuestro Libertador Simón Bolívar también demostró tener esta misma cualidad, la cual reflejó en sus acciones durante toda su vida, estoy hablando de “La Angustia del Conocimiento” como bien lo define El General Jacinto Pérez Arcay al referirse a aquella pasión que envolvía a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez por querer saberlo todo, por querer conocerlo todo; esa energía y deseo de superarse así mismo y lograr la superación de los demás buscando la felicidad común, es lo que llevó al comandante a entregarnos su propia vida. Parece ser entonces que una de las formas para identificar a los verdaderos revolucionarios y verdaderos cristianos es dándonos cuenta que poseen esa cualidad, esa angustia, ese aditivo que los conduce a enriquecerse del saber, de la ciencia, del conocimiento.

Si pretendemos hacernos llamar revolucionarios y chavistas simplemente entonces debemos seguir el ejemplo de nuestros Libertadores, de nuestros Redentores; mucho mas allá de querer identificarnos con ellos con nuestras palabras, es hacerlo por medio de la praxis, es ahí con la acción que haremos que el mundo cambie, que en verdad parezcamos cristianos y chavistas. Estudiemos, investiguemos, preparémonos, formémonos, planteémonos la meta de ser sujetos reflexivos, holísticos, críticos y autocríticos, creativos para la emancipación. Contagiémonos de esa “angustia del conocimiento” y en la medida en que así lo hagamos en esa medida avanzaremos siendo cada día mas cristianos, mas revolucionarios y mas chavistas.

Jonathan Ramírez Arellano

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