A la luz de los recientes disturbios de trabajadores inmigrantes en Arabia Saudita y el anuncio de las autoridades de la expulsión de miles de ellos a sus países de origen, publicamos este artículo en castellano, escrito originalmente en ingles el pasado mes de abril, y que explica las condiciones de los trabajadores inmigrantes del país.

«La familia real y sus amos imperialistas están aterrorizados de una explosión revolucionaria. Sus acciones desesperadas muestran que incluso la opresión más salvaje es incapaz de mantener a la sociedad bajo su control. Están volviéndose más brutales en sus intentos de de extender su dominio y cada reforma conduce a una opresión más despiadada. Por otra parte, lenta pero seguramente los trabajadores y la juventud sauditas están escapando de este miedo. Los movimientos que se están sucediendo en todo el mundo están inspirándoles. Los trabajadores y la juventud sauditas entrarán seguramente en la arena de la historia para derribar la brutal tiraría de la familia real.»

El Reino de Arabia Saudita, uno de los principales aliados de EEUU en Oriente Medio, explota brutalmente a sus trabajadores inmigrantes. El régimen de visados mantiene a los trabajadores en un estado de dependencia permanente con sus contratantes, y los abusos son comunes. En el otro extremo del espectro se encuentran los miembros de la familia real, incluyendo al rey, los cuales poseen una riqueza valorada en miles de millones de dólares que los coloca entre las personas más ricas del mundo. Esta contradicción tiene implicaciones revolucionarias.

El 10 de febrero de 2013 nos enteramos de la difícil situación de setecientos trabajadores paquistaníes, varados en Arabia Saudí durante un año, cuando uno de ellos murió en un accidente de trabajo. Un año antes, la empresa de construcción turca (MAPA) había emitido visados a setecientos trabajadores paquistaníes. Al llegar a Arabia Saudita se dieron cuenta de que tanto los visados como los contratos de empleo firmados eran falsos. Los trabajadores estaban furiosos con la compañía, pero debido a las leyes pro-capitalistas de Arabia Saudita tenían que vivir como prisioneros en los campamentos de la empresa durante un año.

Según la ley saudí, los trabajadores solamente pueden trabajar para la empresa que ha emitido el visado, a no ser que adquieran una nueva visa que les cuesta miles de dólares y los obliga a abandonar el país para volver a entrar con la nueva visa. Después de sufrir el fraude de miles de dólares por los visados de la empresa MAPA, los trabajadores esperaban justicia de las autoridades saudíes desde hacía un año. A pesar de las docenas de instancias presentadas contra la empresa en los Tribunales de Justicia, las autoridades saudíes no tomaron previo aviso. Fue sólo después de la muerte de uno de los trabajadores que quedó expuesta la actividad fraudulenta. Posteriormente, los funcionarios saudíes intervinieron y procesaron a los funcionarios de la empresa involucrados en el fraude y liberaron a los trabajadores de los campos de trabajo. A los trabajadores se les permitió encontrar un trabajo en otro lugar o volver a casa y los visados falsos fueron declarados legales.

Explotación

Esto es sólo la punta del iceberg. El sufrimiento de los trabajadores inmigrantes en el calor abrasador del Desierto Arábigo es mucho peor. Los medios de comunicación imperialistas practican un silencio criminal acerca de la barbarie del régimen reaccionario de Arabia Saudita. Este país es el mayor productor y exportador mundial de petróleo; se estima que posee entre el 17% y el 20% de todas las reservas de crudo conocidas. La industria del crudo aporta el 80% de los ingresos presupuestarios, el 45% del PIB y el 90% de los ingresos por exportación en Arabia Saudita. Los inmigrantes constituyen entre el 60% y el 67% del conjunto de la fuerza laboral y esa cifra se eleva al 90-95% en el sector privado. La mayoría de los trabajadores extranjeros son originarios de Pakistán, Bangladesh y la India (1,5 millones de cada país) así como de Egipto, Sudán y Filipinas (1 millón de cada país). Hay también cientos de miles de trabajadores inmigrantes ilegales procedentes de Yemen y muchos otros países.

Según la ley laboral de 1969, la emisión de visas a trabajadores extranjeros solamente se efectúa a través de un patrocinador que debe ser ciudadano saudí, que proporciona a los inmigrantes una garantía – al ciudadano saudí se le llama Kafeel en árabe. En otras palabras, el gobierno saudí no desempeña ningún papel en la expedición de visados y, por lo tanto, no asume ninguna responsabilidad ante los trabajadores. Como dijera una vez un ministro de Trabajo saudí: «No hay trabajadores extranjeros en nuestro país. Tenemos trabajadores contratados». Debido a esta ley, el gobierno se muestra indiferente a las negligencias respecto a las atrocidades cometidas por los kafeel; el negocio de compra y venta de estas visas es muy lucrativo, con él los agentes de viajes saudíes sacan millones. Hay más de 10 millones de trabajadores extranjeros en Arabia Saudí trabajando con visados emitidos por grandes empresas. Hay también quienes trabajan en pequeñas y medianas empresas y talleres, así como trabajadores con visados independientes. Hay otro sector brutalmente explotado de trabajadores, que está compuesto por sirvientes domésticos. La mayoría de las empleadas domésticas son de Indonesia, Filipinas, Sri Lanka y Bangladesh. Estas mujeres permanecen encarceladas en las casas de sus amos durante años ya que, por ley, para que una mujer pueda salir (en público) tiene que ir acompañada por un pariente masculino. El abuso físico y sexual contra ellas es una conducta común, pero según las leyes de la Sharia, una mujer necesita cuatro mujeres o dos hombres testigos para probar abuso sexual. ¿Cómo pueden encontrar estas mujeres oprimidas dichos testigos? Para las mujeres trabajadoras Arabia Saudita es un horror sin fin.

Visados abiertos

A un gran número de trabajadores se les han concedido visados abiertos para trabajar en pequeñas empresas. Pero la ley no permite visados abiertos sin un patrocinador saudí (kafeel) o una empresa. Es una invención con la que los saudíes sacan millones del negocio de los visados. Por supuesto, los propios trabajadores extranjeros están contentos con el arreglo porque pueden darse el lujo de encontrar trabajo por su cuenta en lugar de depender de un patrocinador. Los saudíes que participan en esta práctica utilizan la ley solicitando visas sobre la base de la propiedad de una empresa que existe sólo en el papel. Estas visas se venden luego por unos 12.000-20.000 riales, junto con un acuerdo que estipula que, cuando el trabajador encuentre un trabajo, el patrocinador saudí emitirá un permiso para que el trabajador pueda obtener su Aqama (Permiso de residencia) y un Permiso de trabajo con los detalles de su nuevo empleo. El trabajador tiene que pagar, en todo caso, unos 2.000-4.000 riales al patrocinador para que mantenga su parte del trato.

Conforme a la ley, un trabajador no puede cambiar de kafeel o de empresa patrocinadora a no ser que compre una nueva visa. A pesar de esto, el negocio de emisión y transferencia de visas abiertas crece y se expande. Recientemente, el gobierno saudí ha estado aplicando fervientemente esta ley por la que se impide a los trabajadores que trabajen para alguien que no sea su kafeel y se están tomando medidas contra los trabajadores que no cumplen esta ley, incluyendo la deportación. La ley saudí obliga al trabajador extranjero a obtener un Permiso de residencia (Aqama) y un Permiso de trabajo a su llegada a Arabia Saudita – esto es responsabilidad de la empresa patrocinadora o kafeel . Los permisos pueden renovarse anualmente previo pago de una cuota, que ascendía a unos 701 riales pero recientemente ha sido elevada a 2400. Incapaces de cubrir estos costos adicionales, algunas pequeñas y medianas empresas se han negado a renovar los permisos a sus trabajadores y, como resultado, miles de trabajadores se han visto en la ilegalidad por no tener permiso de residencia y han sido deportados. Las grandes empresas están haciendo pagar a los propios trabajadores este incremento, ya sea parcial o totalmente.

El gobierno también ha comenzado a aplicar otra ley que estipula que todas las grandes empresas privadas tienen que asegurar que al menos la mitad de sus trabajadores son ciudadanos saudíes, o bien estarán obligados a pagar 200 riales al mes por cada trabajador extranjero adicional. El gobierno ha dividido las empresas en categorías. Las empresas verdes son aquellas que cumplen con estas condiciones y las empresas rojas son las que no. Las visas de quienes trabajan en empresas rojas no se están renovando. Se estima que existen unas 250.000 empresas y negocios en esa situación, el número de trabajadores que se ven afectados por esta ley es astronómico. Hay un tercer tipo, las empresas amarillas, que están obligadas a no contratar a trabajadores extranjeros por más de seis años con las visas de aquellos que han trabajado durante más de seis años y que tampoco no han sido renovadas.

División de clases

Sobre la base de la enorme riqueza petrolífera del país y la cruel explotación de los trabajadores inmigrantes, a los saudíes nativos se les había convencido de que habían nacido para vivir una vida de lujo. Pero en las últimas tres o cuatro décadas, el aumento de la población y de la familia real, así como el saqueo del Estado han cambiado la situación. La familia real saudí y sus amos imperialistas se han visto sacudidos por la crisis mundial de 2008 y la Revolución Árabe. El régimen saudí está aterrorizado por el derrocamiento de los gobiernos de Egipto y Túnez. Como resultado, el ejército aplastó brutalmente el movimiento de los trabajadores en la provincia oriental de Qatif, cercana a Bahrein y jugó un papel importante, también, al apoyar la división sectaria para sabotear el movimiento en Siria. Aunque Arabia Saudita se vio afectada por la ola de la revolución árabe, no se ha visto un movimiento de masas dentro del país. Pero los gobernantes han visto su futuro en las calles de el Cairo. El plan de reformas que empezó en 2003 y cuyo plazo para ser finalizado estaba previsto para 2013, se está aplicando apresuradamente y creando aún más problemas. De hecho, hay una brecha obscena de riqueza en la sociedad saudí, por un lado, un puñado de individuos muy ricos procedentes de la familia real y, por el otro, una masa de gente que se ve privada de sus necesidades básicas. Oficialmente, el desempleo es del 12% y el desempleo juvenil del 32%. El viceministro de Trabajo, Dr. Abdul Wahid Bin Khalid, en declaraciones al periódico El Observador, en junio de 2011, dijo: «Necesitamos crear 6,5 millones de nuevos empleos. A la gente no le gusta el trabajo que tenemos por el momento».

Dos tercios de la población es menor de 30 años; tres cuartas partes de los desempleados tienen alrededor de 20 años. Compárese esto con la obscena riqueza de la familia real. Se estima que la riqueza petrolera es compartida por 15.000 parásitos de la familia real pero unos 2.000 tienen la mayor parte del botín. Por ejemplo, el príncipe Walid bin Talal ocupó este año el número 26 en la lista de Forbes de las personas más ricas del mundo, con activos valorados en unos 20 mil millones de dólares. En realidad, el príncipe se quejó de que la revista había subestimado su riqueza y dijo que el valor real de sus activos asciende a 29,6 mil millones de dólares colocándose entre las diez personas más ricas del mundo. Esto demuestra el saqueo de la economía saudí por parte de la familia real. Del mismo modo, el actual rey Abdullah posee 17 mil millones de dólares; es el tercer rey más rico del mundo. Un economista saudí, que trabajó en el Ministerio de Finanzas y quiso guardar su anonimato, declaró al The New York Times que no se sabía cuánto dinero recibe la familia real de los ingresos petroleros. Todo lo que se sabe es la cantidad asignada en los Presupuestos. Tampoco se sabe cuánto recibe la Compañía Árabe de Petróleo Americana (ARAMCO). Un cable enviado desde la Embajada norteamericana en Riad, en 1996, publicado por Wikileaks, dejaba en evidencia el comportamiento de la familia real. «la gama de salarios de 270.000 dólares al mes los más altos hasta 800 dólares al mes para el más humilde miembro de la rama más alejada de la familia. La Embajada de Estados Unidos estimó que estos salarios consumían unos 2 mil millones de dólares anuales del presupuesto del gobierno de 40 mil millones … Cinco o seis príncipes controlan los ingresos procedentes de 1 millón de barriles de producción de crudo al día de una producción total de 8 millones de barriles diarios. Otro método por el cual algunos príncipes saudíes obtienen dinero es a través de préstamos a los bancos que no devuelven… Un pequeño grupo de los grandes príncipes se enriquecen mediante el control de varios millones de dólares en gastos anuales para programas “fuera del presupuesto»… Los príncipes utilizan también su influencia para confiscar tierras a los plebeyos, especialmente si se sabe que serán adjudicadas para un próximo proyecto y pueden ser revendidas rápidamente al gobierno para obtener ganancias».

En 1996, el Príncipe Al-Walid bin Talal poseía activos por valor de 13 mil millones de dólares que han crecido ahora hasta alcanzar los 29,6 mil millones. Para doblar su riqueza el príncipe debe haber doblado la tasa con la que saquea el petróleo y otras riquezas de Arabia Saudita. En diciembre de 2011, los periodistas Feroz, Hassam y Khalid fueron encarcelados durante varios días por haber publicado un video de diez minutos sobre la pobreza en el Reino. Según sus realizadores, el 22% de la población de Arabia Saudita se ve obligada a vivir por debajo del umbral de la pobreza y el 70% no posee una casa. Según un informe publicado en la página web “Ahram”, hay 2 millones de desempleados y el desempleo entre las mujeres es del 30%. La crisis económica global, la creciente disparidad de riqueza, el desempleo y las aspiraciones revolucionarias son preocupantes; la familia real saudí, sus amos imperialistas y una sección de la clase dirigente están haciendo una tímida tentativa de llevar a cabo algunas reformas que solamente sirven para intensificar la crisis.

Reformas

Los recientes cambios en la ley y los aumentos en las cuotas por los Permisos son parte de un plan para reducir el número de trabajadores extranjeros y crear empleos para los saudíes, por temor a que el desempleo conduzca a explosiones revolucionarias semejantes a las ocurridas en Túnez y Egipto. Inmediatamente después de la Revolución Árabe, los gobernantes saudíes anunciaron un paquete de reformas de 76 mil millones de dólares. Esto refleja la mentalidad superficial de la clase dirigente que piensa que las revoluciones están, de forma mecánica, vinculadas con la situación económica. Estas medidas no pueden detener los movimientos revolucionarios, sino simplemente explotar a los trabajadores inmigrantes hasta la última gota de sangre al obligarles a trabajar por salarios muy bajos en condiciones inhumanas. Debido a la negativa de los empresarios y kafeel en pequeñas y medianas empresas a pagar el aumento de los honorarios por los Permisos, la mayoría de los trabajadores se convirtieron automáticamente en ilegales ya que los trabajadores ganan muy poco para costeárselo ellos mismos. Esto significa que se verán privados de sus medios de subsistencia. Las restricciones sobre los llamados visados abiertos dejarán a cientos de miles de trabajadores sin empleo. En las empresas donde se contratan a nativos saudíes, los trabajadores extranjeros tendrán que hacer el trabajo de éstos también, ya que los lugareños no trabajan. O si las empresas no cubren la mitad de su plantilla con trabajadores saudíes, se deducirán 200 riales de los salarios de los trabajadores inmigrantes. Esto sólo hará su vida más miserable. Estas leyes son contradictorias y nunca se pueden aplicar plenamente, ya que todas las empresas privadas explotan la mano de obra barata de los trabajadores extranjeros para mantener sus tasas de ganancia.

Los trabajadores inmigrantes en Arabia Saudita no tienen derechos básicos políticos ni democráticos. Los sindicatos son ilegales y en caso de maltrato a los trabajadores sólo pueden escribir una solicitud ante el Tribunal de Justicia. En muchos casos, si una de las partes en un conflicto es un ciudadano saudí, la nacionalidad extranjera del otro es suficiente para declararlo culpable. El sector privado se basa en este tipo de explotación y los saudíes no serán capaces de reemplazar a los 10 millones de trabajadores extranjeros. Es por esto por lo que el 9 de abril, el rey Abdullah aplazó la represión contra los trabajadores inmigrantes durante tres meses. Estos trabajadores tienen que sufrir en silencio los ataques, ya que cualquier protesta conduce inmediatamente a la deportación. La amenaza de perder el trabajo y ser deportados los mantiene trabajando. Por el contrario, las leyes que la familia real ha decretado para los ciudadanos de Arabia Saudita garantizan al menos la supervivencia económica, incluyendo un salario mínimo y otros beneficios. Pero estos beneficios son incompatibles con las ganancias de las empresas que ya han protestado contra el requisito de contratar al 50% de ciudadanos saudíes.

La inclusión de la población local

en la economía fortalecerá el poder político de la clase obrera, que desempeñará el papel decisivo en el movimiento inminente, pero esta ley podría verse modificada, y aun si no es el caso, no se aplicará estrictamente debido a la oposición de los empresarios. Las medidas contra los trabajadores en posesión de los llamados “visados abiertos”, algunos de los cuales trabajan para su kafeel oficial, continuarán durante algún tiempo y cientos de miles de trabajadores serán enviados a sus casas desempleados. Un gran número de trabajadores pasarán a la ilegalidad, bajo la amenaza permanente de ser detenidos en cualquier momento. Por otro lado, la expulsión de gran cantidad de trabajadores ralentizará la actividad económica y el arranque para aplicar estas leyes se desplomará. El resultado será que el negocio de las visas revivirá pero con costos mucho más altos y con una explotación más brutal de los trabajadores. A medida que se agrava la crisis, la confianza de los gobernantes saudíes en este sistema va disminuyendo y, de este modo, van intensificando sus actividades de saqueo. Tendrán cada vez más miedo a una rebelión desde abajo. Esto les hará introducir reformas y medidas imprudentes e irresponsables, incluso de mayor envergadura. Si bien la combinación de reformas y cruel opresión ha impedido una explosión del movimiento hasta el momento, la ira que se acumula en la sociedad saudí no puede contenerse por mucho tiempo. Después del comienzo de la Revolución Árabe, la protesta de las profesoras, de los trabajadores de las telecomunicaciones y numerosos otros incidentes esporádicos expusieron el descontento creciente en la sociedad. Hay muchas facciones dentro de la familia real luchando por una mayor parte del botín. El régimen de la familia real saudí se basa en la explotación capitalista despiadada y el despotismo reaccionario. Para mantener su régimen usan una represión primitiva y bárbara, que se asemeja a la de la esclavitud y lo cubren todo bajo la santidad de las leyes islámicas.

Una perspectiva revolucionaria

Arabia Saudita no es sólo un horrible campo de concentración para los trabajadores del oriente, centro y sur de Asia, sino también un bastión de la reacción y el oscurantismo. Los gobernantes de Arabia Saudita apoyan toda clase de fuerzas contrarrevolucionarias, incluyendo el sectarismo, el terrorismo y el fundamentalismo religioso y ayudan financieramente a instancias del imperialismo norteamericano. Su atraso se refleja en la introducción de reformas grotescas como la ejecución por disparos en lugar de decapitación. La familia real estaría fuera del poder en cuestión de días sin tales métodos de opresión, pero también es cierto que esto no puede durar por mucho tiempo. La familia real y sus amos imperialistas temen una explosión revolucionaria. Sus acciones desesperadas muestran que, incluso, la opresión más despiadada no es capaz de mantener a la sociedad bajo su control. Están siendo más brutales en sus intentos por prolongar su régimen y cada reforma se vuelve más implacable y opresora. Por otro lado, poco a poco, los trabajadores saudíes y los jóvenes vencen el miedo. Los movimientos de todo el mundo les están inspirando. Los jóvenes y trabajadores saudíes entrarán, sin lugar a dudas, en la arena de la historia para derrocar a la tiranía salvaje de la familia real. Aunque los trabajadores inmigrantes no están en condiciones de iniciar un movimiento en Arabia Saudita en este momento, cuando el fermento en la sociedad saudí estalle en un movimiento revolucionario, lucharán hombro con hombro con los trabajadores de Arabia Saudita por la emancipación definitiva de la explotación, la opresión y la barbarie.