Barack Obama-The White HouseDada la falta de oportunidades para la expresión política en los Estados Unidos, las elecciones de 2013 ofrecen una percepción sobre cómo están las cosas políticamente y en qué dirección se están moviendo. La frustración con los responsables políticos y la repugnancia con la «política al uso» han alcanzado niveles récord.

Sólo el 9% de los estadounidenses cree que el Congreso está haciendo un «buen trabajo». Un número históricamente bajo de la población querría ver reelegidos a sus propios representantes. Apenas semanas después del enfrentamiento con los republicanos – del que salió ganador pero herido – sobre el cierre del gobierno, la popularidad del Presidente Obama alcanza su nivel más bajo — sólo del 39%, menor incluso que la de G.W. Bush en el mismo momento de su segundo mandato. Sólo el 19% confía en que el gobierno puede hacer «lo correcto».

Según ha informado recientemente la red NPR (National Public Radio): »la insatisfacción con el gobierno se califica actualmente como el problema más importante al que se enfrenta el país, por delante de la sanidad, el desempleo, la economía y el déficit del presupuesto federal. Según la encuesta Gallup, el descontento con el gobierno se sitúa en el principal problema de los últimos dos meses, algo que nunca había sucedido y la encuesta lleva haciendo esta pregunta desde la década de 1930.»

Es una situación sin precedentes con profundas implicaciones para el futuro. No es simplemente un político en concreto, o tal o cual partido que sufren una caída; todo el sistema está siendo cuestionado. En este contexto, las elecciones de 2013 son otra imagen del estado de ánimo cambiante en Estados Unidos.

Como estaba previsto, Bill de Blasio ganó abrumadoramente las elecciones a la  alcaldía de Nueva York. Es el primer Demócrata en encabezar esta ciudad tradicionalmente Demócrata tras dos décadas de políticos derechistas como Giuliani y Bloomberg. Muchos tienen ilusiones en sus credenciales “liberales” y en sus promesas, pero la realidad de la crisis capitalista en la capital financiera del mundo le obligará a seguir los mandatos de la clase gobernante, aunque haga algunos “cambios cosméticos”. De hecho, incluso antes de asumir el cargo ya ha atenuado las expectativas de los sindicatos. Disfrutará quizás de un período de luna de miel, pero el choque frontal con el poderoso movimiento de trabajadores de la ciudad no puede aplazarse indefinidamente. Los neoyorquinos ahora entrarán de lleno en la «escuela de los Demócratas”, tendrán como gobernador al Demócrata Andrew Cuomo y a De Blasio al timón de los cinco condados neoyorquinos.

El referéndum para permitir los casinos en el Estado de NY es un ejemplo elocuente de la persistente crisis del capitalismo americano. La base industrial del país se está destruyendo; los Estados recurren desesperados a este parasitario e improductivo juego como una forma de aumentar los ingresos. Según algunas encuestas la mayoría de los estadounidenses creen que ganar la lotería es su única esperanza para obtener una jubilación decente, lo que puede explicar por qué mucha gente apoyó la medida.

En Virginia, los Demócratas vencieron a los Republicanos, a pesar del amplio descontento con la reforma sanitaria (Obamacare), debido en gran parte a las luchas internas entre el Tea Party (la extrema derecha de los Republicanos) y los Republicanos «más convencionales». No obstante, el resultado muestra que el apoyo a los Republicanos en las zonas del sur es cada vez más tenue. En unas elecciones extraordinarias en Alabama, el candidato del Tea Party perdió ante el Republicano más “moderado”, que obtuvo el respaldo de sectores empresariales muy descontentos con la imprudencia del Tea Party, que llevó al país (y sus beneficios) al borde del precipicio. Este es un claro ejemplo de lo que explicamos en jun artículo anterior tras el cierre del gobierno:

“El Partido Republicano — el que fuera partido de Lincoln y liderara una guerra revolucionaria contra la esclavitud — ahora está envuelto en una guerra civil interna. Por un lado, se encuentra el Tea Party, que ha perdido todo sentido de la proporción en cuanto a su propio peso en la sociedad,  afirma hablar en nombre del «pueblo norteamericano» y promete redoblar sus esfuerzos para ganar más escaños a los Republicanos «moderados» que votaron por el acuerdo con Obama. Por el otro lado, muchos simpatizantes Republicanos tradicionales adinerados se han vuelto ahora contra los candidatos del Tea Party  a quienes apoyaron anteriormente. Promocionaron al Tea Party como un ariete contra los programas sociales y la clase obrera, pero no les agrada que sus perros de ataque mordieran la mano que les daba de comer. Ahora se muestran dispuestos a financiar a los principales rivales del Tea Party. Incluso los hermanos Koch tienen sus dudas, ya que sus vastas posesiones industriales se habrían visto severamente dañadas por la suspensión de pagos [del gobierno].”

La carrera del gobernador de Virginia y las elecciones locales en Alabama demuestran que las capas decisivas de la clase dominante intentarán controlar al Tea Party y presentar una “cara más moderada”. Pero esto sólo facilitará mejor a los Demócratas alcanzar un “compromiso” con ellos para pactar mayores planes de austeridad. El Seguro Social, el Medicare (seguro social para personas con recursos limitados) y muchas cosas más están en peligro. Dada la crisis del capitalismo, los políticos de ambos partidos gobernantes no tienen otra opción que continuar aplicando recortes al transporte público y cupones de alimentos, cerrando escuelas públicas y hospitales, y demás.

En Nueva Jersey (NJ), el gobernador Republicano, Chris Christie, fue reelegido como era de esperar por amplia votación; está considerando presentarse a la candidatura presidencial de 2016. Mientras que muchos dirían que esto va en contra de la tendencia general y representa un cambio a la derecha de los votantes de NJ, nada podría estar más lejos de la verdad. Aparte de que el oponente Demócrata aparecía como una figura insignificante, los Demócratas de NJ aceptaron las medidas de austeridad de Christie. La participación fue baja y finalmente se redujo a un concurso de popularidad en el que Christie se presentó como alguien que podía «trabajar al otro lado del pasillo» y «hacer las cosas» — en comparación con el impopular estancamiento en Washington.

Hemos explicado muchas veces en el pasado que Estados Unidos padece la peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial, el potencial para grandes cambios en la política electoral del país está encima de la mesa. Pero dada la falta de una alternativa audaz por parte de los líderes sindicales, la ausencia de una oposición generalizada de militantes de izquierda dentro del movimiento obrero y la debilidad de las fuerzas del marxismo, la clase obrera en su conjunto todavía no tiene una alternativa real para oponerse al sistema. Aunque la afluencia de votantes en las últimas elecciones fue históricamente baja en muchas áreas, el interés se intensificó palpablemente en los distritos y en los temas en los que los electores sintieron que tenían algo que decir o que claramente podían rechazar el status quo.

Fue el caso, por ejemplo, del referéndum de Nueva Jersey para aumentar el salario mínimo, que también incluye el ajuste del costo general de vida. En SeaTac, Washington, se aprobó un referéndum para elevar el salario mínimo a 15 dólares (pendiente de un recuento final de votos). Y en Seattle, la Alternativa Socialista de Kshama Sawant ganó frente a su rival Demócrata uno de los nueve escaños del Ayuntamiento.

Todo esto es una continuación de la tendencia de las elecciones de 2012 — por ejemplo, los referendos sobre el matrimonio entre homosexuales, las leyes de identificación de los votantes y la legalización de la marihuana; y, claramente, indica un cambio hacia la izquierda, aunque dentro de los estrechos confines de la configuración política de Estados Unidos. Este proceso aún no está generalizado en todo el país y no se producirá linealmente — ni es permanente este cambio hacia la izquierda. Hemos explicado en otra ocasión que la derrota de la derecha radical no deja de ser una victoria pírrica, pues moderados y liberales ya no tendrán a quién culpar por los profundos recortes en los programas sociales que están aún por llegar. Además, si aceptamos los límites de la política del «mal menor», la decepción con la opción «menor» conduce finalmente a la vuelta al poder de la opción «mayor» si no se construye una alternativa viable. No obstante, los cambios que hemos visto en los pasados ciclos electorales representan un importante desarrollo sintomático y un marcado cambio de la situación en los Estados Unidos con respecto a la de hace apenas unos años.

Como marxistas analizamos los acontecimientos dialécticamente; no en abstracto, sino desde la perspectiva de los intereses de los trabajadores en su conjunto. Tomamos la perspectiva de los constantes cambios que tienen lugar en la sociedad, basándonos en procesos y dinámicas fundamentales, no en fenómenos superficiales, temporales o fugaces. Nuestras perspectivas, estrategia y tácticas se basan en la comprensión de la teoría marxista, la experiencia de la lucha de clases en los Estados Unidos e, internacionalmente, y nuestra comprensión de la relación entre el movimiento de la clase obrera y sus organizaciones de masas.

Los años de estudio y discusión nos llevan a la siguiente conclusión: si la clase obrera de Estados Unidos quiere lograr con éxito la transformación socialista de la sociedad, se requieren dos cosas:

1. Un partido de masas de los trabajadores basado en los sindicatos — como vehículo político a través del cual los trabajadores colectivamente pueden defender sus propios intereses y luchar contra los partidos de los empresarios.

2. Una organización de cuadros marxistas con profundas raíces en la clase obrera, lo suficientemente grande para que sea capaz de luchar activamente por políticas socialistas dentro de un futuro partido obrero de masas, formando la base de un partido de masas revolucionario armado con las ideas del marxismo.

No se puede predecir exactamente cómo y cuándo surgirá un partido de masas de los trabajadores, pero sí podemos decir que debe obtener el apoyo de un amplio sector del movimiento obrero para romper decisivamente  con el dominio político de los Demócratas y Republicanos. Así como abogamos activamente por la creación de dicho partido y hemos ayudado a lanzar la Campaña por un Partido de Masas de los Trabajadores (www.masspartyoflabor.org), al final, un partido de esas características surgirá al calor de grandes acontecimientos: oleadas huelguísticas, campañas de sindicalización masivas, corrientes clasistas combativas que ganen la dirección de sindicatos, divisiones en los sindicatos existentes y surgimiento de otros nuevos, ocupaciones de fábricas y de edificios gubernamentales, candidatos obreros independientes y partidos obreros a nivel nacional, movimientos sociales de masas sobre diversas cuestiones relacionadas con el trabajo, huelgas generales y mucho más. Esta herramienta no puede improvisarse, debe forjarse en el fragor de la lucha de clases.

Las insolubles contradicciones del sistema capitalista están preparando las condiciones para el futuro estallido de la lucha de clases. Nos guste o no, la historia demuestra que los grupos pequeños no pueden forzar artificialmente tales acontecimientos trascendentales. El movimiento de la clase obrera no se puede activar y desactivar a voluntad como un grifo. En palabras de Alan Woods en el Congreso nacional de nuestra Tendencia (Workers International League), el año pasado: la clase obrera se moverá cuando esté lista y no antes. Sin embargo, una vez que ésta se ponga en movimiento, ninguna fuerza en la tierra será capaz de detenerla hasta acabar con el capitalismo y construir el socialismo — siempre y cuando hayamos preparado de antemano el necesario liderazgo revolucionario.

En estos momentos de inflexión dramáticos en el proceso histórico, un pequeño grupo puede y debe desempeñar un papel que cambie la ecuación. Es en estos momentos decisivos (revoluciones) en los que el factor objetivo (las condiciones materiales creadas por el capitalismo) y el factor subjetivo (una dirección revolucionaria clarividente y decidida) pueden combinarse para lograr la transformación socialista de la sociedad. La construcción de dicha dirección es la tarea única e indispensable de los marxistas. La verdadera pregunta, por lo tanto, es la siguiente: ¿de qué fuerzas dispondremos en los tormentosos acontecimientos que se avecinan?

De sobra es sabido que en la actualidad la izquierda en Estados Unidos es lamentablemente pequeña. No hay ningún partido obrero de masas ni partido socialista o comunista, pequeño, grande o influyente. La creación de un partido así dibujará más claramente las líneas de la batalla de clases y despertará a millones de trabajadores a la actividad política. Pero como hemos explicado muchas veces en el pasado, la naturaleza aborrece el vacío. Los trabajadores y la juventud están hartos de las opciones políticas disponibles y, simplemente, no pueden sentarse a esperar a que los líderes obreros finalmente tomen las riendas. Por lo tanto, en ausencia de una alternativa viable de masas, aparecerán y desaparecerán todo tipo de movimientos, candidatos, campañas y partidos. Algunos ganarán pequeñas victorias; otros, puede que incluso ganen grandes victorias relativamente. Algunos tendrán un gran éxito en algunas ciudades o Estados; otros puede que den un salto regional o nacional durante un tiempo. Pero la experiencia de la clase obrera mundial demuestra que ningún partido político puede afianzarse seria y duraderamente en la política estadounidense sin la participación de un sector decisivo del movimiento obrero organizado.

Después de años de crisis y decepción con la política de Obama, millones de estadounidenses están replanteándose lo que pensaban sobre el socialismo y la palabra «socialista», la cual ha perdido el sentido “sucio” que solía tener. Las encuestas muestran que la mayoría de los jóvenes prefieren el «socialismo» al «capitalismo». Sin embargo, lo que se entiende por «socialismo» es incierto. Con tanta desinformación tanto por parte de la derecha como de la izquierda, muchos asocian la palabra “socialista” con Obama, Hitler y Stalin, Canadá, la China actual o Hillary Clinton. En otras palabras, mucha gente sabe lo que no le gusta — el capitalismo — pero aún no tienen clara la alternativa. El contenido real del socialismo puede aclararse si nos basamos en las ideas del socialismo científico, es decir, del marxismo.

Hemos explicado en otros artículos que mucha gente no «tirará su voto» voluntariamente votando por alguien que no tiene ninguna posibilidad de ganar, a menos que simpaticen mucho por él. Aunque algunas personas ejercerán su derecho a voto y emitirán un voto de protesta, la mayoría protestará contra la falta de alternativas quedándose en casa simplemente.  Pese a los llamamientos a una ola de «candidatos Occupy » como resultado del movimiento Occupy, apenas unos pocos candidatos surgieron para las elecciones 2012 (salvo Kshama Sawant, quien se presentó como candidata a la Cámara Estatal de Representantes de Washington). En 2013, en un intento de provocar un movimiento más amplio a través del ejemplo de un pequeño grupo, Alternativa Socialista presentó tres de sus «candidatos del 99%» en el Ayuntamiento de Boston, Minneapolis y Seattle.

En Boston, Seamus Whelan, número 15 de una lista de 19 candidatos para cuatro escaños, consiguió sólo el 1,2% de los votos y ni siquiera sobrevivió a la segunda ronda de votación. En Minneapolis, el activista Ty Moore se colocó en segundo lugar, a pesar de haberse dado a conocer localmente como el «rostro de Occupy» y el movimiento “Occupy homes” (Ocupa viviendas), y a pesar de haber recaudado más dinero que su principal oponente Demócrata (no se presentó ninguna candidatura Republicana), así como haber tenido más letreros visibles en los jardines de las casas y más voluntarios haciendo campaña puerta a puerta. Y aunque fue respaldado por un puñado de sindicatos, la mayoría de los sindicatos apoyó al candidato Demócrata.

Seattle fue el único lugar donde el candidato socialista, «candidato del 99%», venció al Demócrata (de nuevo, no se presentó ninguna candidatura Republicana). ¿Cómo fue posible? Para comenzar, Kshama Sawant se basó en su posición como activista local de “Occupy” y en su anterior campaña como candidata a la Cámara Estatal de Representantes. Aprovechó hábilmente la cólera extrema y la violenta reacción contra los responsables políticos, así como la creciente ola nacional de apoyo a un salario mínimo de 15 dólares/hora. Seattle también tiene una tradición de candidatos de izquierda o socialistas; el movimiento de trabajadores de la zona, fuertemente sindicalizado relativamente, ha ido radicalizándose cada vez más con las luchas recientes y, en curso, en el puerto de Longview, el aeropuerto de SeaTac y en compañías como Boeing, Starbucks y Amazon. La candidata recibió el apoyo de fuertes medios de comunicación, como el famoso periódico The Stranger, el respaldo de varios sindicatos y el apoyo por parte de algunas celebridades, que se sumó a los más de 120.000 dólares en contribuciones a la campaña. Pero en su victoria apenas sobrepasó en votos a su rival Demócrata. Con todo ese apoyo, los electores sintieron que tenía una oportunidad real de vencer y votaron por ella.

Sawant realizó una fuerte campaña, pidiendo el apoyo a activistas de “Occupy”, independientes, socialistas, verdes y activistas de diversos movimientos sociales. También solicitó el apoyo de organizaciones liberales como el Sierra Club, el Partido Progresista y Demócratas liberales prominentes. El programa central esgrimido en su campaña puede calificarse esencialmente de reformista de izquierda. Sus demandas para gravar a los súper ricos, aumentar el salario mínimo a 15 dólares y por el control de los alquileres no dejan de ser progresistas, pero tampoco difiere mucho de la posición de los Demócratas liberales como Bill de Blasio.

Sin duda, el poder de un Ayuntamiento se limita a cuestiones locales; más allá de la victoria o derrota, una campaña como ésta debería servir sobre todo como plataforma educativa para plantear la necesidad de un partido obrero en los sindicatos; explicar las ideas del marxismo revolucionario; ganar y educar a los trabajadores y la juventud a una organización de cuadros marxistas. Los marxistas vemos este tipo de campañas como medio para un fin, no como el fin en sí mismo. Así como la victoria de Sawant es un indicio alentador de que muchos norteamericanos están buscando una alternativa de izquierda, defender un programa de demandas en aras a obtener ganancias a corto plazo sólo contribuye a una incomprensión de lo que el socialismo es realmente.

Una vez desaparezca la euforia de la victoria, habrá enormes presiones sobre Sawant y Alternativa Socialista; el poder intentará empujarla al sórdido mundo de la política en esta importante ciudad de Estados Unidos. La poderosa maquinaria Demócrata puede, por un lado, aceptar algunos puntos de su programa y, por otro lado, bloquear y socavarla continuamente con el fin de sobornar o destruir su base de apoyo poco a poco. Sin un movimiento de masas y sin el continuo apoyo y recursos de un trabajo basado en un partido de masas detrás de ella, se encontrará en una situación muy difícil en la práctica.

Desde nuestra revista Socialist Appeal y desde nuestra organización, la Liga Internacional de los Trabajadores, se instó a votar por estos candidatos, pero también explicamos que sólo el poder y los recursos de los sindicatos pueden realmente desafiar a los partidos de los empresarios.

La realidad es que Demócratas y Republicanos aún mantienen su dominio a todos los niveles del gobierno, incluyendo en Seattle. Les puede haber pillado por sorpresa esta vez, pero sin duda harán lo que sea para cortar esas campañas de raíz en el futuro. En cuanto a los líderes sindicales, se han podido ver obligados a respaldar a candidatos locales no Demócratas en algunas ciudades y ayuntamientos, pero caerán como una losa encima de cualquier sindicato que se atreva a apoyar una candidatura no Demócrata para un cargo federal o estatal. Esto aumentará la tensión dentro de los sindicatos, pero no será suficiente para arrancar a los trabajadores de las garras de los Demócratas.

Las elecciones de 2013 nos dan muchas lecciones y perspectivas en cuanto al presente y futuro de la política en los Estados Unidos. Demuestra que al menos, en algunas partes del país, los estadounidenses ya  están tan hartos de los “políticos del 1%” que están dispuestos a votar y hasta ofrecen su tiempo para apoyar a un candidato socialista. Este es un importante cambio sintomático de la situación. Sin embargo, el hecho es que a pesar de recoger el apoyo de varios sindicatos en Seattle y Minneapolis — que pone de relieve la creciente insatisfacción de los dirigentes sindicales con el apoyo ciego a los Demócratas – los sindicatos respaldaron a los Demócratas en prácticamente cada uno de los miles de ayuntamientos y otros cargos alrededor del país.

Millones de personas están buscando una salida a la crisis. Ante la ausencia de una alternativa viable de masas para la clase obrera, veremos muchos movimientos, candidatos y campañas como la de Sawant en los próximos años. Sin embargo, la idea de que una pequeña organización, de alguna manera, puede “forzar los acontecimientos” y substituir al movimiento de masas de los propios trabajadores es ajeno al marxismo y al bolchevismo. Toda la historia del siglo XX y dela primera década del siglo XXI son un testimonio de esto. Esto es doblemente cierto en un país de más de 310 millones de personas, especialmente, teniendo en cuenta la historia y las tradiciones de los Estados Unidos.

Las contradicciones y las condiciones del propio sistema capitalista obligarán a los trabajadores a unirse colectivamente para defenderse contra los ataques de la patronal. La tarea histórica de los marxistas es construir la dirección revolucionaria que la clase obrera se merece y requiere; nuestra tarea no es “construir el movimiento”. Muchos activistas se sienten frustrados con que los trabajadores aún no han reaccionado a pesar de los ataques y la austeridad. Quieren acelerar el proceso a través de su propio ejemplo y sacrificio. Pero la frustración e impaciencia son la pesadilla de los revolucionarios — sólo a través de la explicación paciente podemos convencer a los trabajadores de la perspectiva marxista — sin mencionar que la experiencia de vida bajo el capitalismo es la mejor escuela de todas.

 El surgimiento de un partido obrero va a transformar fundamentalmente la álgebra política de los Estados Unidos. Demócratas y Republicanos estarían en medio de un caos, y por primera vez, millones de trabajadores tendrían una voz política que verdaderamente representa a sus intereses. En lugar de obtener uno o dos cargos en un Ayuntamiento, los candidatos de los trabajadores podrían ganar los gobiernos de toda la ciudad. Los cargos federales y los gobiernos estatales también estarían en juego. Se podrían aprobar y poner en marcha leyes en pos de los intereses de la mayoría de la clase obrera. Ante esa ola de poder obrero, la patronal y sus partidos harían todo lo posible por sabotear y socavar la voluntad de la mayoría. En respuesta, las movilizaciones masivas, huelgas, huelgas generales, mostrarían donde se encuentra el poder real en la sociedad. Las palancas claves de la economía a nivel local, regional y, finalmente, nacional pasarían a ser públicas, administradas democráticamente por los propios trabajadores, en base a los intereses de lo público.

Pero no se terminará fácilmente con la influencia que los líderes sindicales pro-capitalistas – así como Demócratas – tienen sobre los sindicatos. Se necesitará una reactivación generalizada del movimiento obrero, así como grandes acontecimientos históricos y luchas descritas anteriormente. Sólo la presión organizada de millones de trabajadores en lucha puede romper el estancamiento. No hay atajos ni planes fáciles que puedan acelerar el proceso. La clase obrera de Estados Unidos siempre se ha movido a su propio ritmo, con largos períodos de aparente apatía marcada por enormes explosiones de energía revolucionaria. Podemos asegurar que el planeta entero se verá sacudido cuando la clase obrera estadounidense, finalmente, se mueva seriamente.

Tras más de cinco años de crisis y austeridad, con recortes aún más profundos y mayores dificultades por venir — la conciencia de los trabajadores estadounidenses y de la juventud sigue sometiéndose a una profunda transformación. De la apatía a la acción; del desinterés al compromiso; del cinismo a una ardiente determinación para cambiar la sociedad. Las elecciones de 2013 es otro recordatorio de que todo cambia y sigue cambiando.