Este artículo corresponde a la serie de documentos del camarada Ted Grant que estaremos publicando. A pesar de que estos fueron publicados originalmente durante todo el siglo pasado, sirven como material de formación, por su valor histórico y por las lecciones que en ellos se encuentran para las luchas en el presente. Ted Grant, nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Isaack Blank, fue el fundador de la Corriente Marxista Internacional, con la intención de defender las ideas del marxismo en las organizaciones de la clase obrera. Fimer defensor del Marxismo, se definía a sí mismo como marxista, leninista y trotskista. Sus ideas hacen hincapié en que los revolucionarios deben trabajar dentro, fuera y alrededor de las organizaciones de masas porque los trabajadores comienzan a movilizarse a través de las organizaciones tradicionales y porque fuera del movimiento obrero no hay nada.

Se amplían las fisuras en el campo aliado

El conflicto entre la Unión Soviética y los aliados imperialistas se agudiza. Los capitalistas reconocen que si el Ejército Rojo alcanza las fronteras de los Estados de los Balcanes las poblaciones se sublevarán, lo quiera Stalin o no. Aunque ellos tengan la suficiente preponderancia en materiales de guerra para establecer un segundo frente su atención está concentrada donde peligran sus intereses de clase.

Las victorias sin paralelo del Ejército Rojo constituyen un factor de pasmosa importancia. Se pueden comparar con las victorias de Napoleón en las guerras que llevó a cabo Francia contra la Europa feudal. Las hazañas del Ejército Rojo sólo se pueden entender cuando se considera que Rusia ha perdido más territorio que cualquiera de los participantes en la guerra.

Reynolds News del 30 de agosto de 1943 escribe lo siguiente:

“Sus pérdidas [las de Rusia] son colosales; un tercio de la población ha desaparecido, un tercio de sus suministros de comida, más de un tercio de su red de ferrocarriles y mucho más de un tercio de su acero, hierro y carbón”.

Y a pesar de las terribles derrotas y el sufrimiento, el Ejército Rojo se ha recuperado como ningún otro ejército del mundo podía haber hecho frente a tales derrotas.

Uno de los factores por supuesto, que ha llevado al cambio de posición ha sido que Stalin se ha visto obligado a prescindir de las nulidades y lacayos sin méritos militares, a quienes había puesto al control del ejército exclusivamente debido a su servilismo. Timoshenko, Voroshilov y Budenny habían sido emplazados a posiciones sin importancia en la retaguardia, mientras que se había promocionado a nuevos generales en el frente —Rokossovsky, Zhukov, Malinovsky y otros—, y han sido estos los que han logrado las victorias. Pero estas victorias, en última instancia, sólo se pueden comprender por las inmensas ventajas materiales y psicológicas que da la Revolución de Octubre. No sólo en una economía en tiempos de paz, sino en el campo de batalla, a pesar de la dirección burocrática, la industria nacionalizada ha demostrado la superioridad sobre el capitalismo. Aquí es donde el imperialismo mundial ha cometido un error de cálculo. Hitler y todo el mundo habían pensado que Alemania, especialmente con los recursos de toda Europa a su disposición, derrotaría a la Unión Soviética aunque requiriera para ello batallas muy duras.

La clase dominante de Gran Bretaña y EEUU había estado maniobrando constantemente en la diplomacia previa a la guerra, para garantizar que Hitler atacara a la Unión Soviética y no cabían en sí de gozo cuando Hitler emprendió esta aventura. Esperaban conseguir la derrota de la Unión Soviética y al mismo tiempo debilitar a sus rivales alemanes, así ellos podrían destruir su poder sin demasiado esfuerzo. Ese era el programa que imprudentemente dejaron escapar Moore-Brabazon y sus homólogos norteamericanos.

Que los imperialistas aliados estaban intentando poner en práctica este programa se demostró en un artículo publicado en el periódico ruso La Guerra y la Clase Obrera, que revela abiertamente las diferencias que se han desarrollado entre Rusia y sus aliados.

Las victorias de la Unión Soviética han impulsado a Stalin a ser más atrevido y dejar escapar la verdad. The Times el 3 de septiembre publica los siguientes comentarios sobre el artículo de La Guerra y la Clase Obrera:

“Un comentarista norteamericano, dice la revista, estaba a favor de una guerra prolongada de agotamiento. Esto declara era demasiado nostálgico de la ‘filosofía’ de aquellos que no veían nada malo en este gigantesco conflicto en el que no sólo Alemania ha quedado agotada, sino también la Unión Soviética”.

Conflicto Soviético-Imperialista

Pero aquí una vez más a pesar del agotamiento de la Unión Soviética, los cálculos de los imperialistas no han funcionado. Los ejércitos soviéticos están avanzando en una serie de victorias brillantes y planteando nuevos problemas a los imperialistas. Atacar a la Unión Soviética ahora sería arriesgado debido al temor de las repercusiones que tendría entre las masas en Gran Bretaña y EEUU, y debido a la situación complicada de los imperialistas en Europa y Asia. Por ahora los imperialistas todavía consideran la existencia de la Unión Soviética como una empresa no acabada de la que se ocuparán en el futuro. Oculto como una cuestión menor el 7 de septiembre aparecía en el Daily Worker lo siguiente:

“Un amigo que está trabajando en un departamento de investigación gubernamental, donde hay un departamento que investiga los metales para uso de la manufactura de armas, me escribe lo siguiente:

“De vez en cuando altos oficiales del ejército se dedican a discutir el progreso y organizan las líneas particulares del trabajo de investigación. Recientemente, algunos oficiales del ejército se reunieron y pidieron urgentemente una línea determinada de investigación que debería durar diez o quince años.

“Cuando se sugirió que eso no sería muy útil para la guerra actual algunos oficiales del ejército dijeron muy seriamente: ‘Tenemos que cuidar de los rusos después de que acabe esta guerra”.

Como era de esperar, estos renegados del socialismo no comentan ni sacan conclusiones políticas de esto.

Pero está claro, los imperialistas miran con alarma y consternación la fuerza imprevista que ha demostrado la Unión Soviética. Si la Unión Soviética tuviera una genuina dirección revolucionaria, la situación del capitalismo mundial sería desesperanzadora. El avance del Ejército Rojo prepararía el camino para la revolución socialista en Alemania y Europa, sus repercusiones se dejarían sentir en cada país del globo. Aquí está el papel contrarrevolucionario del estalinismo que presta una incalculable ayuda a los imperialistas. Stalin tiene un terror mortal a la revolución socialista en cualquier país del mundo, por temor a las consecuencias que tendría sobre las masas rusas. Siguiendo este ejemplo los trabajadores y campesinos rusos victoriosos pronto se moverían para restaurar la democracia obrera de Lenin y Trotsky.

El conflicto básico permanece

En el Daily Mail del 16 de julio aparece un artículo de Demaree Bess en el que dice: “No sólo es inútil sino manifiestamente pernicioso imaginar a las Naciones Unidas como una gran familia feliz, luchando precisamente las mismas guerras por exactamente los mismos objetivos”.

Es el conflicto de intereses y su antagonismo fundamental hacia la Unión Soviética lo que dicta la política de la clase dominante de Gran Bretaña y EEUU. Este antagonismo determina la estrategia de los Aliados confirmando una vez más el axioma leninista de que la guerra es simplemente la continuación de la política por la fuerza. Es obvio que los Aliados ahora tienen la suficiente preponderancia de armas sobre Alemania como para establecer un segundo frente, incluso aunque sea un gran sacrificio, en Europa Occidental, si su principal objetivo hubiera sido ayudar a sus “aliados” soviéticos. Pero su atención se concentraba en otra parte. Están preocupados por la división de intereses en Europa del Este y los Balcanes. Están mirando hacia esta región con ansiedad según los ejércitos rusos se dirigen hacia el Dnieper.

Una carrera por las fronteras

La clase dominante de todos los países reconoce que si el Ejército Rojo llega a las fronteras de los Estados balcánicos, eso inevitablemente provocaría una insurrección entre los pueblos balcánicos, lo desee Stalin o no, y a pesar de los esfuerzos de la burocracia ruso para impedirlo. Por eso los “aliados” están deseosos de que sus tropas lleguen a esta zona antes de las del Ejército Rojo. Los gánsteres reaccionarios que controlan Hungría, Rumania y Bulgaria sólo esperan una oportunidad adecuada para poner a un Darlan o a un Badoglio, para convertirse en “demócratas” y llegar a un acuerdo con el imperialismo anglo-estadounidense.

Ellos considerarían esto como una protección contra sus propias masas y contra la Unión Soviética. Pero aunque la burocracia rusa no desee la revolución en Europa, tampoco desean un dominio anglo-estadounidense de Europa del Este que no podría sino convertirse en un anillo de hierro alrededor de las fronteras de Rusia, en preparación de un enfrentamiento futuro. La burocracia rusa está insistiendo en que Europa del Este debería convertirse en una esfera de influencia soviética. La nueva importancia dada a la Iglesia Ortodoxa en Rusia desde el punto de vista de la política exterior no significa sino tranquilizar a los imperialistas estadounidenses con que el estalinismo es totalmente reaccionario, sino como un medio de ejercer influencia sobre elementos reaccionarios entre los pueblos eslavos de Europa del Este, mientras que también tranquilizan a la clase dominante de esta región con que Stalin está deseoso de llegar a un acuerdo con ellos. Mientras reiteran constantemente que no desean la revolución, también insistentemente la prensa rusa revela el temor del imperialismo occidental en el futuro.

Stalin está insistiendo en que los Aliados deberían abandonar su oposición a la incorporación de los Estados bálticos, de la antigua Ucrania polaca, Besarabia y Bukovina, y las posiciones obtenidas en Finlandia, a la Unión Soviética. No sólo eso. Sino que deberían dejar de intrigar y hacer planes para organizar Europa del Este como una esfera de influencia anglo-estadounidense que se pudiera convertir en un trampolín contra la Unión Soviética.

En un período en el que las tropas soviéticas sufrían una dura presión y cuando el ejército alemán parecía dirigirse triunfalmente hacia Bakú, el gobierno ruso aparentemente apeló a sus “aliados” en busca de ayuda militar. Pero en lugar de conseguir esta ayuda, los británicos propusieron situar a sus tropas en la región petrolera de Bakú y Tbilisi.

Así es como el Daily Worker informa de la situación en una cita de La Guerra y la Clase Obrera:

“A pesar de las repetidas propuestas del lado soviético, los Aliados en ningún momento expresaron el deseo de mantener a sus tropas al lado de nuestro ejército y fuerza aérea en la frontera germano-soviética.

“El otoño pasado se propuso estacionar a las fuerzas aliadas en Bakú y Tbilisi, donde no existía ningún frente y donde no había batallas que luchar con los alemanes.

“¿No es evidente que sería mejor estacionarlas en alguna parte más cerca de la frontera, donde estarían en posición de ayudar a nuestras tropas?

“También”, concluye el artículo, “se podría proponer transferir tropas soviéticas desde el Transcáucaso al frente soviético-alemán, ¿si las tropas no soviéticas pudieran ir a esta región no podría ser considerado como un deseo de luchar al lado del Ejército Rojo?” (Daily Worker, 3 de septiembre).

Este despliegue propuesto de las tropas “aliadas” no estaba dictado por las necesidades de ayudar a la Unión Soviética, sino por el deseo de la clase dominante de echar mano a las ricas regiones petroleras Rusia en caso de que el Ejército Rojo fuera derrotado.

El choque de intereses, las intrigas y acuerdos secretos una vez más salen a la superficie con el repentino anuncio del gobierno polaco en Londres de que “su” territorio, es decir, aquellas zonas brutalmente ocupadas en 1920 de Rusia deben seguir bajo el dominio de los terratenientes y capitalistas polacos. Esta declaración se debió hacer con un acuerdo previo o consulta con el imperialismo angloestadounidense.

También está la prolongada estancia de Churchill en Washington en la que se han producido incesantes discusiones políticas y militares. La prensa capitalista ha declarado abiertamente que las relaciones con Rusia eran de las más importantes, si no la más importante, de la conferencia. Y esta cuestión obviamente aparece más destacada en las mentes de los imperialistas como la cuestión clave del período venidero. Es en este contexto que el Times ha publicado extractos del periódico ruso La Guerra y la Clase Obrera, un nuevo órgano no oficial a través del cual la diplomacia estalinista expresa sus objetivos y aspiraciones:

“… ataques [en EEUU] sobre Churchill para no ‘liquidar el imperio británico’ y sobre la Unión Soviética ‘por querer bolchevizar [¿] Europa Central’ son citados como ejemplos de prematuro utopismo”.

Detrás de las rastreras ofertas de cooperación y la expresión de “entusiasmo” [¿] del gobierno soviético para colaborar con los principales aliados en la era de la posguerra, está el temor a los verdaderos planes del imperialismo:

“… Los planes para el establecimiento de una Federación Europea del Este hostil a la Unión Soviética se pueden enmarcar, no sólo por la renuncia a la necesidad de amistad y colaboración entre la URSS y los Aliados en el período de la posguerra, sólo si se considera la renuncia del Tratado Anglo-Soviético.

“… Ninguno de los problemas de la organización de la posguerra puede o debe ser solucionado sin la participación activa y directa de la Unión Soviética”.

La reacción interna en Rusia, los planes del imperialismo mundial, todo esto demuestra que la Unión Soviética no puede ser salvada para el socialismo sólo por las gloriosas victorias del Ejército Rojo. Es posible que Stalin pueda arreglar algún tipo de acuerdo con Roosevelt y Churchill, o en desesperación que pueda intentar un acuerdo con el imperialismo alemán pero estos acuerdos no pueden ser duraderos. El pacto Hitler-Stalin no duró ni siquiera dos años. El pasado anglo-ruso ya se está tambaleando.

Ni la seguridad de la Unión Soviética ni la paz para el resto del mundo se pueden garantizar si el imperialismo mundial continúa existiendo. Sólo la victoria de la revolución socialista en Europa puede salvar a la Unión Soviética para el socialismo y garantizar la paz y la abundancia para los torturados pueblos de Europa y el mundo.

Septiembre 1943