Este artículo corresponde a la serie de documentos del camarada Ted Grant que estaremos publicando. A pesar de que estos fueron publicados originalmente durante todo el siglo pasado, sirven como material de formación, por su valor histórico y por las lecciones que en ellos se encuentran para las luchas en el presente. Ted Grant, nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Isaack Blank, fue el fundador de la Corriente Marxista Internacional, con la intención de defender las ideas del marxismo en las organizaciones de la clase obrera. Fimer defensor del Marxismo, se definía a sí mismo como marxista, leninista y trotskista. Sus ideas hacen hincapié en que los revolucionarios deben trabajar dentro, fuera y alrededor de las organizaciones de masas porque los trabajadores comienzan a movilizarse a través de las organizaciones tradicionales y porque fuera del movimiento obrero no hay nada.

Socialismo y rearme alemán

El movimiento en aumento a favor del rearme de Alemania Occidental ha despertado una profunda preocupación entre las masas de este país. Existe alarma y temor no sólo dentro de las filas de la clase obrera, sino incluso entre la clase media y elementos políticamente conservadores que han reaccionado con miedo a las consecuencias.

Dentro del movimiento obrero, tanto aquellos que se oponen como los que apoyan el rearme del imperialismo alemán, todos aceptan los mismos supuestos como base para extraer sus conclusiones. La única responsabilidad de la terrible carnicería y destrucción de las dos guerras mundiales recae sobre los hombros del militarismo alemán. Esta propaganda y el temor a una amenazante tercera guerra mundial en el futuro es lo que ha desorientado a las masas del movimiento obrero.

Los trabajadores miran con consternación los terribles sacrificios en sangre y sufrimiento que les ha costado la derrota del imperialismo alemán en la Segunda Guerra Mundial. ¿Todo esto en vano? ¿Se repetirá de nuevo la pesadilla de sacrificios y destrucción sangrienta? Esa es la cuestión que está en el fondo de la oposición y el clamor de la base. Los trabajadores industriales, las madres de familia, están dominados por un estallido de sentimiento antialemán, quizá incluso más encarnizado que en la propia guerra, en cuanto a lo que concierne al movimiento de la clase obrera.

La Comisión Ejecutiva Nacional del Partido Laborista y el grupo parlamentario han adoptado una posición de “estadistas” haciéndose eco de la propaganda del gobierno y la clase capitalista, a la que intentan enmascarar como “internacionalismo”. Por otro lado, el ala de izquierdas, después de haber tomado como punto de partida unas premisas equivocadas, se sitúa en una posición de fariseísmo nacionalista y chovinismo antialemán. Ninguna de estas dos posturas puede servir a las necesidades e intereses de los trabajadores de Gran Bretaña, Alemania o el resto del mundo.

Sin una postura de clase ante esta cuestión, no se puede comprender el antagonismo absolutamente irreconciliable entre los intereses de la clase obrera y los de la clase capitalista, nacional e internacionalmente, y es inevitable llegar a una actitud equivocada ante esta cuestión. No se trata de una nación contra otra, sino de la clase obrera contra la clase capitalista en una lucha donde los intereses de los trabajadores de Gran Bretaña son los mismos que en Alemania, Rusia, EEUU y el resto del mundo. Sin tener en mente estas ideas básicas no es difícil oscilar hacia el apoyo del capitalismo en casa o en el extranjero.

La historia de los últimos cincuenta años, de las dos guerras mundiales, es la historia de la crisis del capitalismo. Las guerras no fueron provocadas por la crueldad del káiser o Hitler, sino por las contradicciones irresolubles del capitalismo. No sólo el imperialismo alemán fue responsable, también lo fue el imperialismo de Francia, Gran Bretaña y EEUU, como también lo fue la política criminal de la burocracia estalinista en Rusia. El cuento de hadas de que sólo Alemania o el imperialismo alemán fueron los responsables de la guerra es una falsedad perniciosa que tiene la intención de enturbiar el significado real de la cuestión de la guerra o la paz.

Una Alemania armada no es más amenaza para la paz que una Francia armada, una Gran Bretaña o unos EEUU armados. La política de la clase capitalista en todos los países no está dictada por el amor a la democracia, la libertad o la paz, sino simplemente por las necesidades e intereses de la clase dominante. Tampoco la política de la burocracia estalinista totalitaria en Rusia y sus satélites está dictada por el amor al socialismo, sino por las necesidades e intereses de la camarilla que controla Moscú y las demás capitales. La derrota de Alemania, Japón e Italia, contrariamente a las promesas de los Aliados, no abrió una nueva época de paz y prosperidad para los pueblos del mundo sino lo contrario, mucho antes de que se planteara la cuestión del rearme alemán como un problema práctico, iniciaron la peor carrera de armamentos de la historia mundial, empequeñeciendo en significado los preparativos militares de Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial.

Nuevos aparatos submarinos, cohetes, incluso bombas de hidrógeno más mortíferas y otros métodos de destrucción diabólicos que se preparan cada día. El programa armamentístico de Rusia, Gran Bretaña y EEUU representa un gasto colosal de la esencia de los pueblos de estos países, dejando al descubierto la vacuidad de la pretensión de que sólo el capitalismo alemán fue la causa de la primera y segunda guerras mundiales. Esta idea diseminada con asiduidad, durante y después de la guerra, diciendo que el pueblo alemán, y sobre todo la clase obrera alemana, es por naturaleza militarista, no merece ningún tipo de comentario. Como tampoco lo merece la idea de que los trabajadores británicos, igual que los alemanes, son aficionados al militarismo y la guerra. La idea de que los trabajadores alemanes eran partidarios de Hitler es una parodia de los verdaderos acontecimientos en Alemania.

La responsabilidad de la victoria de Hitler y sus trágicas consecuencias para los trabajadores alemanes y del resto del mundo, fue obra directa de la dirección de los sindicatos, el Partido Socialdemócrata y del llamado Partido Comunista en Alemania. Los trabajadores alemanes intentaron con todos los medios a su disposición derrocar al capitalismo alemán. Pero los dirigentes obreros y sindicales por un lado, y los estalinistas por el otro, llevaron a cabo una política de lucha fratricida que redujo a la clase obrera a una situación de impotencia frente a la amenaza fascista.

Sin embargo, a pesar del mito fomentado asiduamente en el movimiento por los estalinistas, Hitler nunca consiguió ganar a la mayoría del pueblo alemán. En las últimas elecciones libres celebradas en 1932, los partidos capitalistas recibieron 4 millones de votos, los socialdemócratas y los comunistas juntos recibieron más de 13 millones, el Partido Católico de Centro más de 4,5 millones y los fascistas 13,7 millones de votos. Este fue el punto álgido del movimiento nazi. Pocos meses después, mientras el voto de los partidos de la clase obrera seguía siendo el mismo, los nazis perdieron 2 millones de votos. En esta situación, ante la amenaza de disgregación del movimiento nazi, es cuando la clase capitalista entregó el poder a Hitler en enero de 1933. Incluso entonces la victoria de los nazis no estaba asegurada.

Si la dirección de los partidos socialdemócrata, comunista y del movimiento sindical se hubieran unido en la resistencia convocando una huelga general, si se hubieran preparado para la guerra civil, Hitler habría sido aplastado por la clase obrera. Los trabajadores estaban bien armados y organizados en las organizaciones de defensa de la república y en las organizaciones de lucha del Partido Comunista. Estaban mejor armados que la Home Guard británica [Cuerpo de voluntarios para la defensa nacional, N. del T.] durante la Segunda Guerra Mundial.

Los nazis tenían tras de sí al elemento criminal desclasado y a la clase media hecha pedazos. La aplastante mayoría de la clase obrera industrial estaba dispuesta a luchar. Los mineros, estibadores, ferroviarios, ingenieros, trabajadores químicos y los demás sectores del proletariado industrial habrían dado buena cuenta de ellos. Tenían tan buena tradición de lucha como la británica o cualquier otra clase obrera del mundo. Hoy los dirigentes del movimiento obrero intentan poner la responsabilidad de la traición de los dirigentes estalinistas y socialistas sobre los hombros de la clase obrera. Pero la responsabilidad de la tragedia en Alemania que trajo en su estela la Segunda Guerra Mundial reside en las organizaciones de los trabajadores alemanes, hoy destruidas, y descansa exclusivamente en la dirección del movimiento obrero alemán. En otros países también, incluida Gran Bretaña, la dirección del movimiento obrero y los partidos comunistas justificaron la política de sus respectivas homólogas en Alemania.

El Partido Comunista en este país apoyó la política loca de los comunistas alemanes de dirigir su lucha contra el “peligro inmediato”, es decir, los socialistas. Los dirigentes obreros y sindicales en este país, Sir Walter Citrine en el Congreso del TUC en Brighton en 1933, justificaron la traición de los dirigentes sindicales alemanes diciendo: ¡si hubieran convocado una huelga general habría llevado a una guerra civil y a un derramamiento de sangre!

La única amenaza de la paz: ¿una Alemania armada?

La pregunta fundamental debería ser: ‘¿Alemania armada es una amenaza para la paz?’ Hemos procurado explicar que la causa de la primera y la segunda guerra mundial no fue sólo la maldad del capitalismo alemán, sino la política de todos los bloques imperialistas y, en el caso de la segunda, también de la burocracia rusa. Mucho antes de que se hubiera oído hablar de Hitler, cuando sólo era un cabo en los ejércitos del káiser, el gran marxista Lenin ya había realizado una valoración seria de las causas de la Primera Guerra Mundial, cuando todavía se estaban produciendo las batallas, Lenin dijo que si la guerra no era seguida por una serie de revoluciones socialistas triunfantes, entonces, inevitablemente, iría seguida de una segunda guerra mundial, una tercera, una décima guerra mundial y así hasta la destrucción de la civilización.

Este análisis ha sido confirmado por los hechos. No sólo Alemania es una amenaza de guerra, también lo es el imperialismo estadounidense, el británico y la política de la burocracia estalinista. Apenas se habían apagado los ecos de los combates de la Segunda Guerra Mundial y ya las naciones victoriosas, como ocurrió después de la Primera Guerra Mundial, se estaban peleando entre sí. La burocracia rusa, incapaz de realizar una política exterior socialista, continuaba con su enorme programa de armamentos, imponiendo unas cargas tremendas sobre la ya debilitada estructura de la economía rusa. Por otro lado, después de un período inicial de desmovilización y reducción de armas por parte de Gran Bretaña y EEUU (que no estuvo motivada por el amor a la paz, sino por la presión de la opinión de las masas hastiadas por los seis años de guerra y destrucción), después se embarcaron en un nuevo programa armamentístico de dimensiones extraordinarias.

En la llamada Guerra Fría tenemos un período de relaciones tensas peores que en las de cualquier breve período de guerra de la historia moderna. Aquí, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, donde los verdaderos vencedores fueron Rusia y EEUU como potencias continentales, estas dos aglomeraciones de poder se enfrentaron cara a cara en Europa y Asia. Una vez más, la causa del conflicto no descansa en la buena o mala voluntad de uno de los dos protagonistas de la Guerra Fría.

En el mundo actual el capitalismo-imperialismo norteamericano encuentra que su camino hacia la dominación mundial está bloqueado, por un lado, por la poderosa fuerza de Rusia y, por el otro, por el levantamiento por la liberación de los pueblos coloniales de Asia. Los objetivos de EEUU en la Segunda Guerra Mundial no están guiados por la defensa de la “democracia, la paz y la libertad”, sino por el interés rapaz del capital financiero de Wall Street. Esto se puede ver en los aliados que EEUU ha conseguido reunir tras su bandera: Rhee[1], Chiang Kai Shek y el “gran demócrata”, el carnicero del pueblo español, Franco.

Estas alianzas demuestran lo falsa que es esa pretensión de que el capitalismo norteamericano se opone a la dictadura totalitaria y al sistema represivo de Rusia, China y Europa del Este. Esta es la cobertura ideológica para ocultar el verdadero antagonismo del imperialismo estadounidense con la propiedad estatal de los medios de producción en Rusia y el movimiento colonial de emancipación del capitalismo y el imperialismo. La política básica del capitalismo británico en realidad no es mucho mejor. La política pacífica de Gran Bretaña en el Lejano Oriente no está dictada por el amor a la paz por parte del imperialismo británico, sino por la debilidad del capitalismo británico como resultado de las dos guerras mundiales.

Su debilidad la ha obligado a apoyarse sobre EEUU como único contrapeso del poder de Rusia. Su política está dictada por el hecho de que ella, Gran Bretaña, quiere preservar lo que queda de su destrozado imperio y evitar las complicaciones en Europa y Asia que, si llevaran a un enfrentamiento cualquiera que fuera el resultado, no podría sino terminar en un desastre para Gran Bretaña, si no es en su completa destrucción. Churchill, como la clase a la que representa, no es un belicista ni un pacifista, defiende la paz o la guerra de acuerdo con las necesidades e intereses de la clase capitalista. Y sus cálculos también están dictados por los desnudos intereses capitalistas que son los dominantes y, en absoluto, por el amor a la democracia, la libertad o la paz.

Por otro lado, los objetivos de la camarilla que controla Rusia no son mucho mejores. Es verdad que debido a la eliminación de la propiedad privada capitalista no la tiene necesidad de expandirse de la misma manera que las potencias capitalistas hicieron en el pasado. Pero se opone a la guerra porque para ella sería un asunto arriesgado. No obstante, tampoco está interesada en el socialismo sino simplemente en el engrandecimiento nacional de la oficialidad que controla Rusia. No está interesada en extender el poder de la clase obrera sino sencillamente el poder, los ingresos, los privilegios y el prestigio de la burocracia en Rusia. Es verdad que en su propia defensa mantienen vigilada la propiedad estatal de los medios de producción, porque de ella salen sus recompensas y en ese sentido juegan un papel relativamente progresista. No obstante, toda su política está dictada no por el internacionalismo socialista sino por las necesidades e intereses de la camarilla del Kremlin.

Si resurgieran el nacionalismo y el militarismo en Alemania en los años que se avecinan, la responsabilidad sería de las potencias Aliadas y sobre todo de la propia burocracia rusa. Los métodos de conquista utilizados por el Ejército Rojo victorioso apenas eran mucho mejores que los utilizados por los nazis en su monstruosa violación, pillaje, expolio y anexiones en Europa del Este y Ucrania. Con el consentimiento de las “democracias” británica y estadounidense, Prusia oriental y parte de la Silesia alemana fueron anexionadas arbitrariamente a Polonia y Rusia. Una cuarta parte del territorio alemán fue dividido y separado por la fuerza.

No sólo eso, imitando a los nazis, los alemanes de la región fueron expulsados forzosamente a la zona truncada de Alemania. Y en Checoslovaquia y otras zonas de Europa del Este, los alemanes que vivían en estos países desde hacía un milenio, fueron expulsados despiadadamente también a Alemania. Diez millones de personas, una quinta parte de la población de la República Federal, fueron tratadas de esta manera inhumana y obligadas a dejar tras de sí todas sus posesiones personales.

Las dos Alemanias

Alemania hoy está dividida en dos mitades básicamente hostiles. En Alemania Oriental la burocracia estalinista, con la ayuda de las bayonetas del ejército ruso, ha establecido un régimen títere siguiendo el modelo de los otros regímenes de Europa del Este. Aprovechándose de la situación, la burocracia rusa ha chupado la sangre de Alemania Oriental con las presuntas reparaciones por el daño provocado a Rusia por el ejército alemán durante la guerra.

En casi diez años se calcula que habían tomado en concepto de reparaciones la asombrosa cantidad de 15.000 millones de libras. Sin embargo, en las primeras etapas de la ocupación, introduciendo elementos de control obrero en las fábricas y nacionalizando la industria pesada y partes importantes de la industria ligera, consiguieron ganar un mínimo apoyo de la clase obrera. Pero éste se ha disipado rápidamente debido al régimen totalitario que no es muy diferente en su represión de la antigua dictadura de Hitler.

A pesar de la nacionalización y la planificación, la ausencia de libertad, el control arbitrario, la mala gestión y el despotismo burocrático repelen a los trabajadores alemanes orientales y sin duda el régimen, en este momento, existe gracias al apoyo de las fuerzas de ocupación del ejército ruso.

Después de la Segunda Guerra Mundial la historia, hasta cierto punto, se ha repetido. En el primer período posterior a la guerra, la principal preocupación del imperialismo occidental era controlar las fuerzas del imperialismo alemán y garantizar que no triunfara la posible revolución socialista. El énfasis estaba en limitar el poder industrial alemán como base del poder militar alemán. En este período es cuando el programa de desmantelamiento, reparaciones y desarme permanente de Alemania era la política oficial de Occidente. Pero con el final de la luna de miel de las relaciones con Rusia y el principio de la Guerra Fría, se abandonó esta política reaccionaria y utópica.

Alemania Occidental estaba incluida en la esfera del Plan Marshall[2]. Lejos de sacar en concepto de reparaciones a los alemanes, en realidad se pagaron las reparaciones a Alemania Occidental. De esta manera, en los últimos años, la industria de Alemania Occidental en gran parte se ha reconstruido e incluso modernizado más que antes de la guerra. Sin la carga de una economía en guerra, consiguiendo enormes beneficios de los trabajadores y tasa más elevada de inversión, la industria de Alemania Occidental ha alcanzado y superado rápidamente el desarrollo anterior a la guerra.

Al mismo tiempo, como señalan correctamente los bevanistas [Aneurin Bevan era un dirigente laborista que fue ministro de Sanidad en 1945 en el gabinete de Clement Attlee dimitiendo en 1951, N. del T] las fuerzas que financiaron, apoyaron y se beneficiaron de Hitler están hoy en el poder. En el acero, el carbón, la química y la gran industria en general, están al control los mismos intereses de las finanzas y las grandes empresas. Entre bastidores, los militaristas y los generales que controlaban el ejército del káiser y el de Hitler se están preparando para reanudar su papel habitual como casta militar, en un nuevo ejército de Alemania Occidental. Así que, la pregunta que con inquietud deben hacer los elementos honrados de la izquierda en el movimiento obrero es la siguiente: “¿Entonces debemos hacer algo?” Los altos oficiales ex nazis mantienen las posiciones claves en el gobierno y en la administración pública. Por lo tanto ¿no estarán preparando un nuevo golpe fascista en Alemania Occidental?

Hacer la pregunta de esta manera es totalmente equivocado. El fascismo y la dictadura policiaco-militar no surgen simplemente de la voluntad de los capitalistas y los generales. Afortunadamente, es imposible imponer el fascismo por decreto. En esta etapa existen sindicatos y organizaciones obreras poderosas en Alemania que aprendieron una lección muy dura con la experiencia de 1933. En el período de la posguerra, el intento de organizarse de los neonazis se encontró con huelgas por parte de la clase obrera. Antes de la prohibición del fascista Partido Socialista Reich, los sindicatos, presionados por sus militantes, amenazaron a Adenauer[3] con tomarse la justicia por su mano si él no tomaba medidas.

Fue esto lo que obligó al gobierno alemán occidental a actuar rápidamente, además las fuerzas capitalistas no estaban lo suficientemente desesperadas como para necesitar en esta etapa el fascismo. La clase media también estaba desilusionada con su experiencia del militarismo y el fascismo. Alemania Occidental actualmente está experimentando un boom económico similar al que pasó tras la Primera Guerra Mundial. Con “prosperidad” económica, relativo pleno empleo y la clase media en una situación razonablemente cómoda, en esta etapa no existe base para la reacción.

Por ejemplo, en las elecciones de Renania del Norte-Westfalia que incluye la decisiva región del Ruhr, de 10 millones de votos los neofascistas, o un frente fascista mal disimulado, consiguió menos de 2.000 votos. Esto no quiere decir que, en lo que se refiere a Alemania Occidental (una Alemania capitalista), el problema de la guerra y el fascismo se haya resuelto para siempre. Las mismas causas que provocaron la aparición de Hitler y el intento del imperialismo alemán de conquistar Europa siguen presentes hoy en Alemania Occidental. Esto no sucede porque los alemanes sean mucho mejores o peores que los otros pueblos del mundo, sino debido a los problemas específicos del capitalismo alemán.

En una nueva recesión, donde las fuerzas de la clase obrera no muestren una salida, inevitablemente empujará a la clase media a la desesperación y los capitalistas alemanes occidentales buscarán alguna forma de organización fascista como la que intentó crear en Francia de Gaulle. La industria alemana ha emprendido de nuevo el camino de intentar conquistar los mercados mundiales. Las fuerzas productivas de Alemania Occidental no se pueden mantener dentro de los estrechos límites de la propia Alemania. A largo plazo, intentarán organizar Europa y el mundo para el beneficio del capitalismo alemán.

En las primeras etapas quizá pueda hacer propaganda para recuperar los territorios ocupados por los rusos y los polacos, por la unificación nacional de una Alemania dividida. De cualquier manera, antes de que puedan tomar el camino de la guerra o el fascismo, las fuerzas de la reacción en Alemania tendrán que destruir las organizaciones de la clase obrera y los derechos reconquistados durante los últimos diez años. Los fascistas sólo pudieron permitirse el lujo de lanzarse a la guerra cuando temporalmente el frente interno, el más importante, estaba asegurado debido a la atomización, la impotencia de la clase obrera y los efectos psicológicos sobre los trabajadores que tuvo la traición ante Hitler sin luchar.

Que se repita eso es sumamente improbable. Incluso de su propia experiencia, los dirigentes de la socialdemocracia y de los sindicatos al menos tomarían el camino de sus compañeros austriacos[4] y españoles, la guerra civil en lugar de la sumisión cobarde ante el fascismo.

Bevan y la CEN. Tanto bueno como malo

En líneas capitalistas no puede haber solución al problema de Alemania y Europa. Las recesiones, las guerras y las nuevas crisis son inevitables a largo plazo si el capitalismo continúa su existencia. Los benavistas creen que el rearme alemán se puede evitar con una alianza de las fuerzas del capitalismo británico, francés y estadounidense junto a las fuerzas de la burocracia rusa. Analicemos esto más de cerca.

El programa aliado original era el de un castigo draconiano a los alemanes, limitación de la capacidad industrial de Alemania, ocupación a largo plazo por parte de las cuatro potencias y los pecados de Hitler y la SS sobre el pueblo alemán. Este programa era el programa de la opresión nacional y eliminaba sólo un grado de la opresión nacional que llevó a cabo Hitler en los países europeos que ocupó. Si se ha reducido tanto en el Este como en el Oeste, no tiene nada que ver con la democracia, cambios de idea o la generosidad de los estadounidenses y aliados. En primer lugar ha disminuido porque era imposible mantener esta situación a largo plazo y, en segundo lugar, porque los Aliados desean cambiar la correlación de fuerzas consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y que es un desastre para ellos en el continente europeo.

La idea de los bevanistas de regresar a la vieja política es un sueño reaccionario. La pregunta que hace la CEN [Comisión Ejecutiva Nacional del Partido Laborista] a los bevanistas, y a la que nunca han dado una respuesta clara, es la siguiente: ‘¿Cómo se aplica esta política?’ Cualquier intento de tratar a los alemanes como una nación paria estaría condenado al fracaso. El intento de imponer la prohibida no confraternización en medio de la atmósfera de odio engendrada en los primeros meses de la posguerra también era imposible llevarlo a la práctica.

El intento de mantener a Alemania sometida indefinidamente con esta política, precisamente, encendería las llamas del nacionalismo y el militarismo en Alemania. Daría rienda suelta a sus pretensiones de igualdad y autodeterminación nacional. Los tommies británicos, los poilus franceses y los GIs norteamericanos no pueden ser utilizados durante mucho tiempo como una SS. Hitler pudo hacerlo porque seleccionó especialmente tropas para este trabajo sucio en los mismos territorios ocupados y no entre las tropas alemanas corrientes. Incluso entonces, los nazis sólo pudieron triunfar al mismo tiempo que provocaban un enorme movimiento de resistencia debido a la falta de democracia en casa.

¿Cuánto tiempo la opinión pública en Gran Bretaña, Francia y EEUU soportaría la opresión nacional de los alemanes y lo que esto significaría? Aparte de su carácter no socialista, esta política es en sumo grado impracticable. Es imposible, en el mundo moderno, someter a cualquier nación durante un largo período de tiempo. Esa es la lección de historia que los bevanistas con su elocuente labia e intentos de popularidad todavía tienen que aprender.

La crítica de la CEN a los bevanistas está por tanto justificada por que no son realistas en esta cuestión. Por otro lado, ¿cuál es la posición de la CEN? Anteriormente, englobando los intereses de los capitalistas y de los trabajadores de EEUU, Francia, Gran Bretaña y de los países relacionados, han defendido el apoyo a la CDE (Comunidad de Defensa Europea). Como la joven que justifica su hijo ilegítimo porque sólo es un niño pequeño, aceptando el argumento del pecado original del militarismo alemán y sólo de los militaristas alemanes, han defendido el rearme alemán pequeño, “controlado” y “limitado”. Aquí los bevanistas tienen que reírse. Y muy correctamente dicen que una vez producido el rearme alemán es absurdo pensar que cualquier limitación sobre el papel tendrá efecto. Una vez los generales y los industriales alemanes tengan el bocado entre los dientes, nada detendrá su galope alocado excepto la amenaza de la fuerza que, en esas condiciones, significaría provocar una nueva guerra. Cuando los bevanistas dicen que es bastante probable que una Alemania Occidental rearmada trate a la burocracia soviética de la misma manera que con el Pacto Nazi-Soviético de 1939[5], que desembocó en la Segunda Guerra Mundial, tienen bastante razón.

Eso es bastante probable. Una Alemania rearmada por encima de todo lo demás estaría interesada en los intereses nacionales de la clase capitalista. Pero los capitalistas alemanes no cambian más de idea que los capitalistas franceses, británicos o estadounidenses. Les preocupa los intereses del imperialismo alemán. Todos los acuerdos, como sucede con todos los acuerdos de poder político, se romperán sin vacilar si piensan que eso les puede proporcionar alguna ventaja. El rearme de Alemania no resolverá nada, pero sí añadirá un nuevo elemento de inestabilidad a una atmósfera ya muy cargada.

La lucha por la Comunidad de Defensa Europea ya ha demostrado cómo se puede producir el proceso. Las posiciones de las diferentes fracciones en Francia, aparte del Partido Comunista que, por supuesto, está dictada por la política exterior de la burocracia rusa, están ideadas para acomodarse a lo que ellos consideran es el interés del capitalismo francés. Así ocurre también con la política del capitalismo británico y estadounidense, ambas están determinadas simplemente por consideraciones relacionadas con sus propios intereses.

Si los capitalistas franceses en su mayoría han rechazado aparentemente la CDE es por el temor a adherirse de una forma demasiado estrecha a una economía más poderosa y desarrollada, la de sus homólogos alemanes. Los capitalistas alemanes, si tuvieran de nuevo la oportunidad sin demasiado riesgo de fracaso, bajo la presión que supone la contradicción entre una economía altamente productiva y el limitado mercado alemán, iniciarían sin vacilación el camino de dominar a Europa. De modo que el rearme alemán no puede resolver los problemas que rodean a Alemania y Europa.

Las supuestas protecciones sugeridas por la CDE serían tan apropiadas como pedir protección contra una inundación provocada por una zanja en un territorio movedizo. Como los salvajes que practican conjuros, la CDE piensa que estos encantamientos pueden exorcizar al militarismo alemán. Cualquier nueva “protección” limitando el rearme alemán sería tan práctica como sistema de protección como el Tratado de Versalles. Sólo duraría mientras fuera conveniente a los intereses del capitalismo alemán. No porque Alemania sea diferente, sino precisamente porque, en última instancia, es básicamente igual que cualquier otro país capitalista.

La CDE afirma que en un estado de emergencia, “en caso de amenaza a su seguridad o un intento de subvertir la constitución de la República Federal Alemana, las tres potencias occidentales tienen derecho, consultando con el gobierno federal alemán, de declarar el estado de emergencia”. Esta es una amenaza guardada en la recámara frente al peligro de la revolución socialista en Alemania y, difícilmente, significa el mantenimiento del control sobre el rearme. En cualquier caso, según parece los imperialistas estadounidenses están buscando desesperadamente una fuerza estable y fuerte sobre la que poder basarse en Europa, para poder utilizarla contra el socialismo y la amenaza de la burocracia rusa. Según algunos informes que probablemente no sean exactos, ya existen preparativos secretos para la creación de un ejército con al menos 50 divisiones en Alemania, y no las 12 con que limita la CDE a Alemania.

Por esa razón, las supuestas protecciones de la CDE o cualquier otro tipo de tratado que ocupe su lugar, no valen nada. Es una medida adoptada desde el estrecho punto de vista imperialista del que están saturados los panfletos In Defence of Europe y It Need Not Happen, ambos analizan las cosas desde el punto de vista de la competencia alemana en el comercio mundial. Pero en realidad, la suposición de que el capitalismo continuará ilimitadamente en su forma actual se trata de un problema formidable para los imperialistas occidentales. El responsable de las dos guerras mundiales fue el empeoramiento de este problema básico y la competencia por los mercados mundiales.

Las economías de Alemania y Europa Occidental como conjunto no se pueden mantener dentro del marco del viejo Estado nacional. Esto explica la preocupación de las fuerzas capitalistas en todos los países de Occidente. La propiedad privada de los medios de producción por un lado y, el Estado nacional por el otro, dificultan y obstruyen el pleno y libre desarrollo de las fuerzas productivas. Es esto lo que ha provocado la crisis crónica de las últimas cuatro o cinco décadas, con su derramamiento de sangre y destrucción periódicas. Si no fueran tan trágicos los argumentos utilizados con relación a esto resultaría cómico si no procedieran de los socialistas. La CDE, por ejemplo, dice que una Alemania neutralizada sería algo malo para Europa porque supondría una competencia entre Occidente y el Este por los favores de Alemania. “En esta subasta la Unión Soviética sería capaz de echar el anzuelo de los mercados para los bienes industriales de Alemania del Este y posiblemente el regreso de los ‘territorios perdidos”.

Sólo queda hacer a la CEN la siguiente pregunta: ‘¿Una vez que Alemania esté rearmada por qué no se debería plantear este problema de la misma forma?

¿Qué lo impediría? ¿Las buenas intenciones de la dirección obrera o su fe en las buenas intenciones de los generales y capitalistas alemanes?’ La postura bevanista ante este problema aún es más poco realista. Ellos dicen que se debería retrasar algo esta cuestión porque “puede dar a los hombres de Estado la oportunidad de volver a pensar e idear una política totalmente nueva”. Desgraciadamente, la política internacional no es un juego de palmas o el juego de niños de intercambiar cartas imaginarias a cambio de un beso.

Si durante nueve años las diferencias entre Occidente y el Este han ido empeorando y una conferencia tras otra ha terminado en fracaso o en tablas, no es porque a Molotov[6] le guste decir no, o porque Dulles sea irritable e impaciente, sino porque ambos son portavoces de intereses irreconciliables que se reflejan precisamente en el estallido de la Guerra Fría. Es verdad que como dicen los bevanistas el ‘rearme de Alemania Occidental forma parte de la estrategia de la Guerra Fría y eso haría altamente improbable cualquier solución negociada al problema alemán. Sólo aumentaría la probabilidad de una catástrofe final’.

Ellos no ven que en los últimos años las negociaciones entre Occidente y el Este han estado determinadas por el deseo de ambas partes de situar la responsabilidad de la división de Alemania en dos Estados hostiles, sobre los hombros de sus oponentes. Ambas partes han utilizado las negociaciones como un medio de propaganda ante el pueblo alemán para echarse en cara mutuamente esta responsabilidad.

Las razones que motivan esta política surgen de diferencias que son básicas. Igual que ya no es posible reconciliar, excepto durante período corto de tiempo, las diferencias entre los trabajadores y los capitalistas, tampoco se puede conseguir más que un acuerdo temporal entre dos sistemas sociales mutuamente excluyentes y hostiles, como son los de Rusia y Occidente. La realidad es que tampoco es posible hacerlo ni siquiera en el caso de países con el mismo sistema social, es decir bajo el capitalismo, en realidad es más cierto en el caso donde existe una diferencia de clase.

La llamada política “racional” de apelar a la discusión y la razón es lamentablemente inadecuada, es un engaño cruel y una trampa para la clase obrera, sobre todo cuando se trata de una lucha entre sistemas sociales o clases mutuamente excluyentes. Es en este contexto donde debemos situar las llamadas condiciones Attlee:

“La democracia alemana debe asegurar que las fuerzas armadas sean sus sirvientes y no sus amos. Estoy de acuerdo en que siempre existe el peligro de un nuevo resurgimiento del mismo tipo de fuerzas que convirtieron a Alemania en una amenaza, pero no se librará de ello dejando un vacío. La respuesta es que deberían existir unas fuerzas democráticas en Alemania controladas democráticamente”.

¿Qué posible garantía puede existir cuando la misma casta de oficiales que controlaba el ejército con el káiser, la República Weimar y Hitler seguirá al mando? ¿Qué tipo de control democrático puede existir cuando la columna vertebral de la administración pública seguirá formada por los mismos elementos que sirvieron fielmente al káiser, traicionaron alegremente a la República Weimar y siguieron obedientemente a Hitler y, como el Vicario de Bray, hoy dan un nuevo giro para prestar servicio a la democracia? También podríamos añadir que este problema no es peculiar de Alemania.

En Francia existía un problema similar con el régimen de Vichy y con resultados muy parecidos. Y sólo para dejar las cosas claras, para las fuerzas del Estado británico presentes en la isla de Jersey la situación tampoco era para presumir. Si las condiciones para el ascenso del fascismo se repitieran de nuevo hoy en Alemania, las consecuencias serían las mismas, a menos que las fuerzas de la clase obrera se organicen y entrenen para enfrentarse a ello. El panfleto bevanista dice lo siguiente: “Todavía hay tiempo para salvar a Europa y al mundo de los peligros de la reconstrucción del poder militar de Alemania. Esto no debe ocurrir”. ¡Palabras, palabras, palabras! Hitler, entre las pocas cosas correctas que dijo, sonreía con desprecio ante los políticos socialistas que se dejaban intoxicar con frases.

Cómo se consigue esta agradable consumación realmente no se explica. Puede que todo se decidiera sólo con que Eisenhower[7], Malenkiv y Churchill se reunieran juntos en una mesa de té o en torno a una botella de vodka. Aparentemente el problema consiste en razonar con estos caballeros para que vean los horrores que de lo contrario acosarían a la humanidad. Probablemente sea cierto que no se conseguiría nada examinando la cabeza de todos estos caballeros, ya estén locos o cuerdos, tengan mal o buen temperamento, sean humanitarios o belicistas, no tiene nada que ver con el tema. No es que sean buenos o malos, sino que simplemente son los representantes de la política de la clase capitalista y los países imperialistas, y de la burocracia estalinista en Rusia.

Alemania ha permanecido desarmada e indefensa durante nueve años y he aquí que las calamidades, el choque de rivalidades nacionales, han continuado de manera tan alegre como antes de la guerra. Y es el enfrentamiento de intereses capitalistas lo que provoca el conflicto y no las buenas o malas intenciones de este o ese político, o incluso de este o ese partido. En la conferencia anual del Partido Laborista, la CEN con su resolución de “compromiso” se apartó de los bevanistas y, como consecuencia, la posición de estos últimos ante esa cuestión fue rechazada por una pequeña mayoría. Pero suponiendo que hubieran conseguido la victoria ¿qué habrían hecho con ella?

Tanto el ala de izquierdas como el de derechas hablan de “política práctica”.

¿Cuáles habrían sido las consecuencias prácticas de una victoria bevanista? De una forma u otra, con la correlación actual de fuerzas en el mundo y en las condiciones presentes, Alemania se rearmará y el futuro inmediato es ese. Se rearmará porque es el deseo de las fuerzas capitalistas francesas, británicas y estadounidenses, por no hablar de las fuerzas del propio capitalismo alemán. Así que la victoria de los bevanistas no habría presagiado ninguna acción en absoluto por su parte.

Los bevanistas pretenden “perfilar una política socialista constructiva”. En este aspecto los bevanistas ofrecen una receta de acuerdo entre todas las grandes potencias en beneficio de los pueblos coloniales. Esto en un momento en que el capitalismo norteamericano está ocupado apuntalando a cada una de las camarillas capitalistas feudales y terratenientes que oprimen a los pueblos coloniales en Asia. Y cuando el imperialismo estadounidense aún se niega a reconocer el hecho consumado de la victoria de la Revolución China, manteniendo a Chiang Kai Shek en Formosa (Taiwán) y anhelando nostálgicamente el día en que puedan utilizar a Chiang Kai Shek contra el continente. También en un momento en que la burocracia rusa está oprimiendo a los pueblos de las repúblicas nacionales de Rusia y los Estados satélites de Europa del Este. Cuando el imperialismo británico está ocupado sometiendo a los pueblos de Kenia y Malaya. Los pormenores son cosas tristes. Uno puede desear otra cosa pero, como una tía solterona lamenta la pecaminosidad de la juventud moderna, el dedo apunta didácticamente hacia el imperialismo y el estalinismo.

En un conflicto de intereses no es cuestión de lo qué es bueno para la humanidad, como piensan los sentimentalistas. Sólo existe una fuerza en el mundo que realmente se opone a la guerra, que sea de principio a fin democrática y cuyos intereses son los del futuro de la humanidad y ésta es la fuerza de la clase obrera internacional. Y no es por consideraciones humanitarias o morales. Sino porque los intereses de la clase obrera de Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Francia, EEUU y China son realmente uno y el mismo. En realidad esta es la base de una verdadera política socialista. Todas las maniobras y sueños, todas las negociaciones y trucos diplomáticos sólo pueden, a largo plazo, ser un engaño para conseguir con artimañas cambios en la política exterior.

El problema de la unificación Alemana

Alemania está dividida en dos campos básicos y hostiles, aquí de nuevo no es casualidad que la burocracia rusa en su zona, al mismo tiempo que ha impuesto una violenta dictadura a través de sus títeres, sin embargo, haya eliminado en gran parte las fuerzas del capitalismo y organizado un régimen que sigue el modelo estalinista. No es tampoco casualidad que en los sectores estadounidense, francés y británico sean las fuerzas del capitalismo y la reacción las que se están haciendo notar, aunque de manera reticente, y al mismo tiempo hayan tenido que permitir la existencia de una democracia que sigue el modelo capitalista occidental.

Un problema importante para Europa y el mundo en los años que se avecinan es cómo se unificará Alemania. Es verdad que si se celebrasen elecciones libres en la zona oriental los estalinistas serían derrotados. Y eso es algo que las fuerzas estalinistas no pueden permitir, con o sin acuerdo de Occidente. Las concesiones tendrían que ser de largo alcance para que puedan compensar a los rusos por las ventajas militares, estratégicas y económicas que les conlleva el dominio de las zonas orientales. Por otro lado, para los capitalistas occidentales, la unificación sólo se puede conseguir con sus propios términos, es decir, sin dar concesiones fundamentales. Así que, en esta cuestión clave, no hay salida ni en el camino capitalista ni en el estalinista.

Hay que dejar a un lado los lamentos de los bevanistas sobre que esta es una cuestión de “negociación o lucha”. Las negociaciones sólo se pueden dar cuando se tratan de solucionar cuestiones secundarias y si ambas partes pueden hacer concesiones que se puedan contrarrestar mutuamente. Esa es la posición con relación al comercio y el probablemente en el futuro inmediato el comercio entre Oriente y Occidente aumentará. Pero la idea de que se puede “solucionar el problema alemán mediante negociaciones con Rusia”, como sugieren los bevanistas, no merece ninguna consideración seria.

Por otro lado, los bevanistas correctamente dicen que a largo plazo este problema se resolverá por la “liberación” o por la “negociación”. Esto es correcto, pero esto significa que a largo plazo en el futuro los problemas se acumularán, ¡si las fuerzas del estalinismo y el capitalismo permanecen intactas la perspectiva a largo plazo será una explosión! ¿No es este un pronóstico de oscuridad y horror, destrucción y miseria? En absoluto. Es verdad que si el futuro de los pueblos lo decidieran sus actuales gobernantes entonces el futuro de la humanidad es realmente sombrío.

Afortunadamente, se está generando otra fuerza. El poder de la clase obrera de Alemania y mundial. Esta es la única fuerza progresista que realmente no tiene otro interés que el avance de la humanidad, porque eso significa su propio avance. El problema alemán, en última instancia, sólo lo puede resolver la clase obrera alemana, dirigiendo a la nación alemana, en una alianza y con la colaboración de la clase obrera británica e internacional.

El desarrollo de la industria en Alemania ha fortalecido enormemente su poder. Para los que tengan ojos para ver, para aquellos que comprenden las ideas fundamentales del socialismo, esto debería estar ya demostrado por los recientes acontecimientos. A pesar de veinte años de tiranía estalinista y hitleriana en Alemania Oriental, a pesar de la guerra y todas sus consecuencias, de la desorientación de la clase obrera alemana por la política del movimiento obrero internacional y los llamados partidos comunistas, en Alemania Oriental vimos la poderosa fuerza de la clase obrera, su deseo de democracia y socialismo en las magníficas jornadas de junio en 1953[8].

A pesar de todos los inconvenientes, a los pocos días, el régimen títere de la zona oriental fue derrocado. Adenauer, los capitalistas y los militaristas de Alemania Occidental han debido sentir los temblores bajo sus pies. Ese no era el tipo de “liberación” que ellos deseaban. La unificación de Alemania en estas condiciones habría significado la hegemonía de la clase obrera y el rápido desarrollo del socialismo en toda Alemania. Afortunadamente para ellos, la aterrorizada burocracia moscovita intervino con el ejército ruso y restauró el statu quo.

Pero debemos mirar no sólo al Este, sino también a Occidente para ver aún desarrollándose la fuerza de la clase obrera. En Alemania Occidental la presión de los trabajadores en el carbón y el acero ha provocado una medida relativa de control por los sindicatos, a través de la participación de sus representantes en los consejos de administración de estas industrias. Las huelgas en Bavaria han demostrado que el espíritu de lucha de la clase obrera alemana ha despertado. La suya es la única fuerza que, unida con los trabajadores de otros países, puede realmente garantizar paz y abundancia para la población.

El problema para el laborismo británico en la cuestión alemana es cómo ayudar mejor a los trabajadores alemanes en su lucha contra el capitalismo alemán, la ocupación Aliada y las fuerzas del totalitarismo estalinista en el Este. Por el camino del capitalismo, por el de los acuerdos diplomáticos y las negociaciones, no hay salida, excepto una situación prolongada e interminable de empate, que terminaría en una catástrofe. Una nueva recesión, más reacción y ¡una nueva guerra! Pero este camino no lo desean recorrer ni los trabajadores alemanes ni los de ningún otro país.

La primera tarea de la clase obrera aliada, y del movimiento obrero británico en particular, es exigir que todas las fuerzas de ocupación se retiren, que el destino del pueblo alemán sea decidido por los propios alemanes. Cualquier otra política representa una capitulación vergonzosa ante el nacionalismo, el imperialismo y el chovinismo. Sería repetir, de una forma diferente, la mentira racial de Hitler de que los alemanes son diferentes, sólo que donde él ponía un signo de suma lo ponen de resta. En este camino no hay salida. La única fuerza que realmente se opone a la guerra de pies a cabeza, al militarismo y a la reacción, es la clase obrera.

De una forma progresista, el único método de unir a los alemanes es a través de la acción de los propios trabajadores alemanes. El derrocamiento del capitalismo alemán por parte de los trabajadores de Alemania Occidental socavaría y paralizaría las fuerzas del estalinismo y el imperialismo estadounidense. La única forma progresista de unificar Alemania es a través de una Alemania unida, socialista y democrática. Por eso la principal tarea del laborismo británico no es colaborar con los capitalistas británicos o con la burocracia estalinista, sino apoyar y ayudar, con cualquier medio a su disposición, a las fuerzas del socialismo en Alemania. Esto sólo se pude hacer mediante la lucha contra la clase capitalista en casa.

En cuanto al movimiento obrero se refiere, un auténtico programa socialista en casa, una política militante para liberarse de los tories y obligar a la dimisión del gobierno, preparando el camino para un nuevo gobierno laborista con una política socialista en casa y en el exterior, es el único método real de lucha contra el rearme alemán en interés de la clase obrera tanto en casa como en el exterior. La política interior y exterior está intrínsecamente unida.

Un gobierno socialista militante en casa, que nacionalice toda la gran industria sobre bases democráticas, podría hacer un llamamiento triunfal tanto al Este como a Occidente. Los capitalistas norteamericanos serían incapaces de plantar cara a una verdadera Gran Bretaña socialista y democrática. No podrían situar al espantapájaros del totalitarismo chino o ruso como excusa para tomar medidas y, por otro lado, la burocracia rusa no podría poner el peligro real de un ataque capitalista y la amenaza que éste representa para la propiedad y la planificación estatal en el bloque del Este. Sólo una Gran Bretaña verdaderamente socialista podría ofrecer la única alternativa práctica a los odios nacionales y radicales que manchan la cara de Europa.

Los políticos capitalistas en Europa y EEUU son conscientes del caos sin esperanza al que han reducido las rivalidades nacionales a Europa en los últimos cincuenta años. Pero, mientras reconocen el problema, con impotencia, no pueden hacer nada. Ocasionalmente pueden soñar en una Europa unida como sugería Churchill, Schumann[9], Adenauer, Dulles y otros políticos capitalistas, pero es todo lo que pueden hacer. Y, a propósito, aquí se revela la ineptitud de todas las soluciones como las sugeridas por los bevanistas o la CEN relacionadas con ¡ayudar al Este en interés de todos!

Desde el punto de vista del capitalismo en su conjunto, una Europa continental unida sería una fuerza poderosa, tanto económica como militarmente, como los Estados Unidos de América. Pero los intereses nacionales de los capitalistas individuales chocan hasta tal punto que una Europa unida bajo el capitalismo ¡es una utopía inútil!

Sin embargo, el laborismo británico ocupa una posición estratégica en el mundo. Si el laborismo británico tuviera en su bandera una Gran Bretaña socialista (como preparación para unos Estados Unidos Socialistas de Europa) formando una alianza indisoluble con los pueblos coloniales, el poder del militarismo, el capitalismo y la burocracia estalinista, al que la CEN y los bevanistas señalan en diferentes formas, se rompería de manera irremediable. Entonces quedaría despejado el camino para el avance de la democracia, el socialismo y la paz. La lección de la historia es que no hay otra salida práctica.

1953


Notas:

[1] Presidente de Corea del Sur.

[2] Ayuda económica proporcionada por EEUU a Europa después de la guerra, con el objetivo de evitar movimientos revolucionarios garantizando el crecimiento económico.

[3] Konrad Adenauer, demócrata cristiano, fue el primer canciller (1949-1963) de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental).

[4] Los trabajadores austriacos se levantaron en febrero de 1934 en defensa de la huelga general contra el gobierno reaccionario de Dollfuss, los trabajadores españoles hicieron lo mismo en julio de 1936 contra la insurrección de Franco.

[5] Después de fracasar, a pesar de la política del frentepopulismo, para alcanzar un acuerdo con las potencias imperialistas “democráticas”, Stalin firmó un pacto de “no agresión” con la Alemania nazi en 1939. Como pronosticó Trotsky, éste se convirtió en su contrario cuando Alemania invadió la URSS en junio de 1941.

[6] Vyacheslav Molotov era el ministro de Exteriores soviético, John Foster Dulles era el secretario de Estado norteamericano que resultó decisivo a la hora de formarse la política de la Guerra Fría.

[7] Presidente de EEUU, ministro de Exteriores soviético y primer ministro británico respectivamente en 1953.

[8] El 16 de junio de 1953 comenzó un movimiento de huelga general en Berlín oriental que se extendió rápidamente a Alemania oriental. En su punto álgido abarcó a 300.000 trabajadores, antes de que fuera sofocado con la ayuda de los tanques rusos.

[9] Robert Schumann, ministro de Exteriores francés y anterior primer ministro.