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Reformismo o Revolución

Las tesis reformistas, plantean la posibilidad de ir derrotando paulatinamente al capitalismo, reforma tras reforma, avanzando “lento y seguro”. Se analiza de esta forma a la burguesía como un ente sometidos a las reglas del libre mercado y a las leyes que rigen en materia económica. Ingenuamente ven a la clase dominante sólo como empresas o personalidades jurídicas carentes de voluntad propia o dirección humana consciente. Esperan estos “socialistas utópicos” que la oligarquía del país sólo se sentará a esperar que las medidas llevadas a cabo por el gobierno revolucionario les derroten, y les arrebaten los privilegios de los cuales han gozado toda su vida.

Estos economistas, políticos e “intelectuales”, replicando la formación burguesa que han adquirido en las diferentes universidades tradicionales del país, e incluso del extranjero, analizan a la realidad como ecuaciones estáticas, ajenas a la voluntad humana. Como si la economía de un país se tratara de una formula escrita en un papel que puede se modificada sólo cambiando algunos factores. Dejando sin importancia el análisis concreto de la realidad en la calle, en el día a día. Donde una simple mirada se puede desmontar cualquier idea de que el capitalismo puede ser destruido por pequeños pasos, sin que los capitalistas respondan y defiendan sus intereses y privilegios de clase.

Cuando el gobierno ha tomado medidas para regular y controlar a la burguesía, esta ha llevado a cabo sabotajes conscientes en contra de tales controles. Cuando el gobierno regula un producto como la harina de maíz precocida, la Polar produce una harina de maíz con arroz – por ejemplo –, la cual escapa de tales regulaciones y puede ser vendida a los precios que considere conveniente Lorenzo Mendoza, dueño de la Polar. Por otro lado, la cantidad de fuga de capitales que ha habido durante todo el tiempo que ha durado el control de cambio, no difiere tanto como se pudiera esperar a la que había previa al control.

Todo esto ha dejado claro que la tesis de aplicar reformas paulatinas para ir derrotando el capitalismo y construyendo el socialismo, es un programa político que se agotó, y está mostrando ahora que la revolución ha llegado a su encrucijada final. Por un lado el reformismo ya no puede ofrecer más avances importantes bajo el marco de la economía capitalista y el estado burgués, como lo hizo en la primera etapa de la revolución, y por el otro la debilidad del gobierno nacional en derrotar la guerra económica pone la pelota en manos de la burguesía, y como hasta ahora lo han hecho, jugarán un papel contrarrevolucionario, con la meta de aplastar las conquistas revolucionarias que goza actualmente la clase trabajadora.

Esta encrucijada sólo puede resolverse mediante la victoria de una clase u otra. O la clase trabajadora avanza firmemente, expropiando a la oligarquía del país, poniendo así las palancas de la economía, desde las manos de la burguesía, a las manos de la clase trabajadora, bajo control democrático. O la misma burguesía terminará derrotando y destruyendo a la revolución, ya sea por medio de un desgaste de las masas que apoyan al chavismo – algo que ya viene ocurriendo producto de la salvaje guerra económica –, de tal manera que se logre una victoria electoral de la contrarrevolución, o por medio del levantamiento de en masas de la clase media radicalizada, a través movimiento de carácter fascista.

Una revolución implica un cambio social radical, no se trata de mejorar la sociedad existente, sino construir una nueva y mejor, tomando como principio la experiencia acumulada de la sociedad humana, sobre la base de la transformación de las estructuras económicas que rigen a la sociedad – en nuestro caso del capitalismo –, y la consiguiente transformación del estado y el ordenamiento social en general. Por lo tanto una Revolución Socialista, implica tomar el desarrollo tecnológico, industrial, científico, más avanzado de nuestra época, que actualmente esta al servicio del capital, y ponerlo al servicio de la clase trabajadora y el pueblo en general.

Para que esto sea posible, es necesario completar las tareas pendientes de la revolución bolivariana: nacionalizar/expropiar las palancas de la economía, que están en manos de una pequeñísima minoría, que conforma la oligarquía del país. Representada en los monopolios nacionales e internacionales, los latifundios y la banca privada. Y poniéndolas en manos del pueblo trabajado bajo control obrero.


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