El fin de semana del 18-19 de octubre se reunirá la Asamblea Ciudadana de PODEMOS donde se debatirán y aprobarán los lineamientos programáticos y organizativos de la organización. PODEMOS es, sin duda, uno de los fenómenos políticos más relevantes habidos desde el inicio de la crisis. En pocas semanas ha inscrito a más de 100.000 seguidores, y aglutina a 900 círculos con decenas de miles de participantes. Las últimas encuestas de opinión le otorgan el tercer lugar, y junto a Izquierda Unida, desbancarían al PSOE como segunda fuerza política.

La Corriente Lucha de Clases saluda muy positivamente esta situación y el desarrollo de PODEMOS. Inicialmente, manifestamos algunas dudas sobre el lanzamiento de PODEMOS, a fines de enero, por el peligro que podía suponer de división del voto de izquierdas en las elecciones europeas, compartiendo además un programa similar con Izquierda Unida (IU). Afortunadamente, el efecto del 18% del voto combinado IU-PODEMOS en esas elecciones, junto a la caída del voto combinado PP-PSOE por debajo del 50%, lejos de desmoralizar al electorado y a la base social de la izquierda, los ha entusiasmado y ha impulsado una radicalización y un giro a la izquierda aún mayores en la sociedad.

Otro elemento positivo que queremos destacar es que PODEMOS ha impulsado una clara politización en capas anteriormente pasivas y ha entroncado con la demanda general de millones de personas de participar y decidir sobre su futuro y destino, que es la característica básica de todo proceso de cambio revolucionario.

Uno de los ejes de la agitación de PODEMOS es que no quiere ser un grupo cerrado, sino estar abierto “a la participación ciudadana”, y que no pide ningún carnet ni credencial a quienes quieran participar en sus debates, reuniones de Círculos, y en la definición de su política y programa. Desde la Corriente Lucha de Clases aceptamos gustosos la invitación y queremos aprovechar la oportunidad de dar nuestra opinión sobre los documentos que ha presentado el Equipo Técnico de PODEMOS para su Asamblea Ciudadana de octubre.

Nunca hemos ocultado nuestras diferencias con algunas caracterizaciones ideológicas y propuestas programáticas planteadas por los impulsores de PODEMOS – como también las mantenemos con la dirección de IU. Pero eso no debe ser un obstáculo para el trabajo en común en la calle y en la lucha política, dentro y fuera de los Círculos de PODEMOS, mientras que de manera amistosa y fraternal planteamos y debatimos nuestros acuerdos y discrepancias. Sin duda, estas últimas serán dilucidadas y resueltas con la experiencia de la lucha política y social.

El Equipo Técnico de PODEMOS ha presentado 3 documentos: un documento de Compromisos Éticos, un Documento de Principios Organizativos, y un documento de Ponencia Política.

Como marxistas revolucionarios, siempre damos preeminencia a los aspectos políticos sobre los organizativos, que deben estar subordinados a los primeros, de ahí que comencemos nuestro análisis con el documento pre-borrador de Ponencia Política, y en un artículo posterior abordaremos los de Compromiso Ético y Principios Organizativos.

Comentarios al documento pre-borrador de Ponencia Política

Este documento se titula: La crisis del régimen de 1978, Podemos y la posibilidad del cambio político en España, y se divide en dos partes: 1) “Contexto: crisis de régimen, ofensiva oligárquica y ventana de oportunidad”; y 2) “Las elecciones del 25 de mayo de 2014 y el nuevo escenario político”.

El primer apartado comienza describiendo brevemente la actual crisis social y política que vive el Estado español que es caracterizada, correctamente, como una “crisis del régimen de 1978” y señala, como expresión de la descomposición política y moral de las “élites dominantes”, su “desprestigio” y sus ataques al Estado del Bienestar y a los derechos sociales.

Estando de acuerdo con esto, en general. Lo que notamos en falta en el documento es una explicación coherente del origen de esta “crisis de régimen”. Concretamente, echamos en falta el vínculo que la ata con la crisis económica nacional e internacional. Pareciera que la crisis económica – la más profunda y prolongada de nuestra historia – no ha jugado papel alguno en explicar esta “crisis de régimen”. Y podría sacarse la conclusión de que ésta ha sido provocada por una especie de “agotamiento natural” del régimen o porque el “bloque dominante” decidió repentinamente mostrarse desagradable ante la población con los ajustes, los ataques a los derechos democráticos, etc.

El origen de la crisis del régimen

La actual crisis del régimen está vinculada al estallido de la crisis económica, que ha expuesto la debilidad de la economía española y el parasitismo del gran empresariado nacional. A su vez, la crisis española es consecuencia de la crisis que afecta a la economía mundial desde el 2008. Y no fue provocada por impericia de los gobiernos, la corrupción o motivaciones ideológicas, sino que hunde sus raíces en la propia esencia de la llamada economía de mercado, o economía capitalista.

Es bien conocido que el estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU y Europa, agravado con el endeudamiento masivo de empresas y familias que fue estimulado por los bancos a fines de los 90 y en la primera década del 2000, condujo a la quiebra de grandes empresas y bancos que fueron rescatados con dinero público a costa de incrementar las deudas estatales a niveles insoportables. Esto fue lo que inauguró la política salvaje de recortes y austeridad que vemos en todas partes.

Pero el verdadero origen de la crisis económica no fue el estallido de la burbuja crediticia, que sólo fue su expresión última. El verdadero motor de la economía capitalista es el afán de lucro de los propietarios de las grandes compañías y multinacionales, lo que conduce inevitablemente a la sobreproducción de mercancías y a la sobrecapacidad productiva. Esto hizo caer la rentabilidad del sector productivo de la economía. De ahí que, en su afán insaciable por encontrar nuevas fuentes de beneficio, el capital financiero orientara su actividad a los negocios especulativos inmobiliarios y a la llamada “ingeniería financiera”. Todo esto condujo finalmente a la creación de burbujas especulativas que se hicieron insostenibles –como antes explicamos– y terminaron estallando, provocando la crisis actual.

En última instancia, la crisis se da por la contradicción que existe entre la enorme capacidad productiva de la economía – que potencialmente podría solucionar todos los problemas sociales que aquejan a la humanidad – y el afán de lucro insaciable de los grandes propietarios de los monopolios, multinacionales, bancos y latifundios, que supeditan la producción social a su interés privado como oligarquía económica. Sólo la propiedad colectiva de los grandes medios de producción – democráticamente gestionada y planificada – puede terminar con todas las desigualdades y lacras sociales, y abrir un horizonte de futuro y bienestar al conjunto de la sociedad, en el Estado español y a nivel internacional.

De manera que la crisis del régimen que vemos en el Estado español es el producto de la aguda crisis social y política que vive la sociedad, causada por la crisis económica y la brutal agresión de ataques y recortes sociales que sufren la clase trabajadora y demás sectores populares. La oposición y el malestar popular a estos ataques han tomado cuerpo en las incesantes y extraordinarias movilizaciones populares y protestas de masas de los últimos 4 años, que han sido el verdadero motor del terremoto político que sacude el país.

El papel de la movilización social en el surgimiento de PODEMOS

El documento describe bien el papel del movimiento 15M como iniciador de la gran protesta social contra el régimen dominante, pero sorprende que no se mencione ni reconozca el papel de los movimientos de protesta que le siguieron (Mareas, huelgas generales, luchas contra los desahucios, Marchas de la Dignidad, etc.). Contra lo que plantea el documento, el ambiente social y la maduración política actuales operados en la conciencia popular no son fruto único y directo del movimiento 15M, sino consecuencia de un proceso de movilización masiva extraordinariamente rico y variado desarrollado a lo largo de 4 años.

Tampoco compartimos la posición que subestima el sentimiento de clase de los trabajadores y su papel en la lucha social, cuando se dice:

“Pero la desafección se ha producido sobre un terreno social y cultural fragmentado por 30 años de neoliberalismo, con las identidades colectivas -la de clase en primer lugar, pero también las narrativas ideológicas tradicionales- en retroceso e incapaces de servir de superficie de inscripción para articular todos los diferentes descontentos con el statu quo”.

La realidad es que el problema no ha estado en la falta de disposición o de conciencia de la clase obrera – que las ha demostrado y exhibido de manera elocuente – sino en el papel jugado en estos años por los dirigentes sindicales y de la izquierda en general. Baste citar las dos huelgas generales del 29 de marzo y del 14 de noviembre de 2012, las mayores protestas sociales en extensión y profundidad de un solo día habidas en estos 4 años de crisis y movilizaciones, siendo también las movilizaciones individuales que más gente sacaron a la calle a protestar.

Sólo la clase obrera, a través de sus organizaciones de masas, tiene la potestad de paralizar el país y hacer sentir pequeña a la clase dominante ¿Qué otra capa, grupo o clase social puede hacer lo mismo? La pregunta se responde sola. Cuando millones de obreros deciden parar un día y perder un día de salario, y lo hacen de manera organizada siguiendo el llamamiento de sus organizaciones sindicales, actuando como un solo cerebro y un solo cuerpo ¿cómo podrían actuar así sin una fuerte conciencia de clase? ¿Qué es, si no, la conciencia de clase? Y aún la clase obrera española tiene mucho que decir y hacer, y lo hará, en los tormentosos acontecimientos que nos aguardan.

Volviendo al tema del movimiento del 15M, es necesario partir de los hechos mismos. Ciertamente, las movilizaciones y protestas de masas que comenzaron a arrinconar al viejo régimen se iniciaron con el maravilloso movimiento de los “indignados” del 15 de Mayo. Pero luego continuaron con las luchas extraordinarias de las Mareas contra los recortes en la sanidad y la educación públicas, con las movilizaciones de Rodea el Congreso, con las 2 huelgas generales masivas en 2012 ya mencionadas contra la política antiobrera del PP, con las luchas contra los desahucios, con las huelgas indefinidas de decenas de empresas contra los despidos y las bajadas de salario en el otoño del 2013, con el levantamiento popular del barrio de Gamonal en Burgos en enero de este año, con las movilizaciones masivas de los pueblos catalán y vasco por su derecho a decidir, contra las reformas reaccionarias que recortan nuestras libertades (como la nueva Ley de Seguridad Ciudadana y la proyectada contra el derecho al aborto), con la maravillosa Marcha de la Dignidad del 22 de marzo en Madrid cuando 1 millón de personas tomamos la capital bajo las consignas de “pan, techo y trabajo”, y en general en las movilizaciones cotidianas contra la infame política de ataques del PP y la creciente represión policial y judicial contra los que luchan.

Teniendo esto en cuenta, no podemos compartir la posición que se plantea en el documento, cuando se dice:

“Las hipótesis movimientistas y de gran parte de la extrema izquierda, instaladas en un cierto mecanicismo por el que “lo social” ha de preceder siempre a “lo político”, se han demostrado incorrectas para romper la impotencia de la espera y proponer pasos concretos más allá de la movilización”.

Tal cual está formulada, esta afirmación considera como compartimentos estancos y como opuestos lo “social” y lo “político”. Es cierto que sólo la acción política puede transformar la realidad, que es algo que no comprenden los anarquistas, y eso fue lo que finalmente provocó el agotamiento del Movimiento del 15M y su “apoliticismo”.

Pero toda la experiencia histórica demuestra – y el caso español no ha sido la excepción – que toda acción política de masas siempre viene precedida de enormes movilizaciones sociales, que sirven precisamente para sacudir la conciencia de la clase trabajadora y demás sectores populares explotados, sacarlos de la rutina y del conservadurismo social, y encauzar la indignación y la decisión de cambiar la realidad hacia la acción política práctica. Es decir, hay una interrelación y una interdependencia entre lo “social” y lo “político”, y lo último siempre se viene precedido de lo primero.

Según las estadísticas oficiales, el 25% de la población ha participado en alguna manifestación, y en ambos años 2012 y 2013 (a falta de conocer los datos del 2014) hubo alrededor de 45.000 protestas de diverso tipo, una media de 123 ¡cada día!

Por tanto, el impacto y desarrollo de PODEMOS es la expresión política del descontento social; y demuestra que un sector creciente de la población – fundamentalmente trabajadores, jóvenes, amas de casa, jubilados y sectores empobrecidos de las clases medias – sienten la necesidad de movilizarse y organizarse políticamente para cambiar la sociedad.

PODEMOS ha dado expresión organizada a un sentimiento de indignación y de politización que existía entre amplias capas de la población que no encontraba un canal donde expresarse, al aparecer como una fuerza radical, enfrentada al “establishment”, a los ricos, y a los políticos profesionales que trabajan para aquéllos con sus políticas antisociales.

¿Qué pasó con IU?

En una parte del documento se mencionan las causas del estancamiento de IU:

“IU, vinculada generacional y culturalmente al orden de 1978, ha tenido en general- y salvo honrosas excepciones principalmente provenientes de las bases- reacciones tímidas y conservadoras, que confiaban en estarse moviendo en los mismos parámetros de antes de la crisis orgánica y en recoger en forma paulatina y progresiva los apoyos que iba perdiendo el PSOE, desde su autoubicación a su “izquierda”.”

Este párrafo, aunque describe acertadamente el comportamiento de la dirección de IU en la lucha política (“tímido y conservador”) no hace justicia a su militancia y a una capa de su dirección a niveles locales y regionales, que han estado en la primera línea de batalla en la lucha contra las injusticias sociales desde hace décadas.

Lamentablemente, pese a estar a la izquierda del PSOE y de oponerse a la política de ataques y ajustes, la dirección de IU ha tenido una política demasiado institucionalista y no rupturista con el régimen que la hace aparecer ante un sector de la población como parte del “establishment”, lo que se ve agravado con el pacto de gobierno con el PSOE en Andalucía, con el sostenimiento del gobierno del PP en Extremadura (aunque con la oposición de la dirección estatal), y con el burocratismo extremo de algunos aparatos regionales, como el de IU en la Comunidad de Madrid.

Lo que es cierto es que IU, y particularmente sus bases, representan el aliado natural y más valioso que tienen PODEMOS y sus miembros; por lo que debería haber una política consciente por parte de ambas direcciones de propiciar un diálogo y un acercamientos político. También debe combatirse en el interior de ambas organizaciones las posiciones de aquéllos que, entre bastidores, tratan de fomentar la desunión, los celos y la competencia, en lugar de la convergencia.

¿Quiénes son “los sectores dominantes”?

El documento, para referirse a nuestros enemigos los denomina “los de arriba” o “los sectores o élites dominantes”. Pero ¿quiénes son “los de arriba” y “los sectores dominantes”? ¿Qué aspecto tienen? ¿Qué los hace estar “arriba” y ser “dominantes”? Si no avanzamos en señalar concretamente al enemigo difícilmente podrán visualizarlo “los de abajo”.

Nosotros, como marxistas, identificamos a “los de arriba” como la clase social dominante, que son los propietarios de las principales palancas y sectores estratégicos de la economía que dominan al conjunto de la sociedad: la gran industria, la banca, las grandes redes de transporte y de telecomunicaciones, los grandes centros comerciales, y los latifundios. Son los grandes empresarios o burgueses, en la terminología marxista. Los “políticos” de la derecha y de la socialdemocracia (PSOE) no son más que agentes a sueldo de aquéllos. La clase dominante también tiene en su bolsillo a los principales medios de comunicación (El País, La Razón, El Mundo, La Sexta, etc. y sus periodistas “estrella”). Y el aparato del Estado (fuerzas policiales, judiciales, altos funcionarios y diplomáticos, Monarquía) está destinado a salvaguardar los intereses de la clase dominante. No por casualidad, los jueces y los altos jefes militares y policiales se reclutan, casi sin excepción, de la clase dominante.

Si estamos de acuerdo con que éstos son “los de arriba” y “los sectores o élites dominantes”, creemos que sería más fácil para su identificación general llamarlos por su verdadero nombre. Y, además, coincidiría con la experiencia práctica que tienen millones de trabajadores y sectores amplios de las capas medias empobrecidas, sobre quiénes son sus enemigos y adversarios de clase, los responsables de quienes les hacen sufrir y padecer.

La “ruptura” del Pacto Constitucional de 1978

Hay un aspecto que no queremos dejar de señalar. En un par de ocasiones se hace referencia a que el problema de la crisis de régimen en el Estado español se debe a que “los sectores dominantes” rompieron el pacto constitucional de 1978, dejando de cumplir los “aspectos progresistas” de la Constitución de 1978. Así, se dice:

“Todo esto ha sucedido mientras los sectores dominantes desplegaban una amplia y profunda ofensiva sobre el pacto social y político de 1978. Esta ofensiva deconstituyente busca dejar sin sentido o sin vigencia las partes más progresistas del acuerdo constitucional, marchar sobre los contrapesos populares o democráticos en los equilibrios del Estado y abrir una redistribución regresiva del poder y la renta, aún más en favor de la minoría dominante. Seguramente la disyuntiva política estratégica hoy está entre restauración oligárquica o apertura democrático-plebeya, posiblemente en un sentido constituyente.”

Esto nos lleva a plantear la polémica – en la que el documento no entra – de qué fue el Pacto Constitucional de 1978 y de si estuvo justificado o no firmarlo. En realidad, la Constitución de 1978 fue la culminación de la transacción que acordaron los dirigentes oficiales de la izquierda y del movimiento obrero en aquel entonces (PCE y PSOE, CCOO y UGT) con los sucesores del franquismo. De lo que se trataba era de conseguir algunas reformas democráticas del viejo régimen franquista – que realmente ya habían sido conquistadas en la práctica por la clase trabajadora y la juventud con su lucha heroica en la calle, en las fábricas y en las cárceles – a cambio de frenar y abortar la lucha revolucionaria de los trabajadores y sectores populares explotados contra el franquismo, que llegó a su punto culminante en los años 76-77. Por esa razón, el resultado de la “Transición”, fue un reflujo político y una sensación de derrota y traición en las capas más militantes de la clase obrera, de la juventud y de la clase media, que duró años y años.

Por otro lado, cuando se habla de la ofensiva de estos años de la clase dominante contra la clase trabajadora y demás sectores populares explotados y desfavorecidos, hay que decir que ésta se produce en el contexto de la mayor crisis de la economía capitalista de la historia, en Europa y en el Estado español. El gran capital español necesita desmantelar las viejas conquistas sociales que considera imposibles de costear, a fin de competir en mejores condiciones frente al capital extranjero, al mismo tiempo que amputa algunos derechos democráticos de la población para tratar de frenar la protesta social subsiguiente. La crisis del régimen de 1978 no se produce, entonces, como consecuencia del supuesto incumplimiento de un pacto social expresado en la Constitución de 1978, sino por la imposibilidad material del sistema capitalista español de mantener las conquistas sociales alcanzadas en el contexto actual de crisis capitalista insoluble. Por esa razón, es imposible encontrar una salida “democrático-plebeya en un sentido constituyente”, a la crisis social y económica, sin superar el sistema económico capitalista, como explicamos al principio.

No hay sitio para el pesimismo

Cualquier observador superficial, por no hablar de cualquier militante de la izquierda y de PODEMOS en particular, ve la perspectiva que se le abre a PODEMOS como muy favorable. El pánico y miedo de la clase dominante a esta perspectiva es patente, como lo demuestra la cantidad de insultos y calumnias que deben soportar diariamente PODEMOS y sus principales referentes en los medios de comunicación de la oligarquía.

Sin embargo, casi al final, los autores del documento dejan deslizar un análisis teñido de cierto pesimismo o conservadurismo que no compartimos. Aunque la cita es un poco larga, merece la pena reproducirla:

“Por tanto, los análisis excesivamente optimistas con respecto a la crisis orgánica del régimen de 1978 deben ser compensados al menos con dos aseveraciones:

1) Esta crisis se produce en el marco de un Estado del Norte, integrado en la Unión Europea y la OTAN, que no ha visto mermada su capacidad de ordenar el territorio y monopolizar la violencia; de ordenar los comportamientos y producir certeza y hábitos; que no vive importantes fisuras en sus aparatos y que no parece que vaya a sucumbir por acometidas de movilización social más o menos disruptiva. Esto imposibilita tanto las hipótesis insurreccionales como las de construcción de contrapoderes “por fuera” de la estatalidad.

2) La crisis política puede tener mucha menor duración que la económica: no tenemos todo el tiempo del mundo. Una buena parte de la contestación social hoy existente deriva de una “crisis de expectativas” que ya no se repetirá para las siguientes generaciones, sobre las que hace mella el efecto domesticador del miedo y el empobrecimiento, con una exclusión social que ya amenaza a un tercio de la población y que podría estabilizarse en esos umbrales. Al mismo tiempo, el exilio y la destrucción de los nichos sociales y profesionales de los que se nutre la contestación (tercer sector y ONGs, universidad, funcionariado, sindicalismo,etc.) es un torpedo contra la línea de flotación material de la militancia de la izquierda. Tras una serie de ajustes que sean además vividos como una victoria política de alto contenido simbólico sobre las clases subalternas, la oligarquía puede estabilizar un país ya disciplinado que asuma como normal el empobrecimiento y exclusión de amplias capas sociales y determinados estrechamientos en las posibilidades democráticas. Los ejemplos estadounidense e inglés tras Margaret Thatcher nos tienen que servir de alerta: el neoliberalismo destruye pero, sobre la derrota de las clases populares, también construye nuevos órdenes y acuerdos. Si la crisis económica parece que tendrá un largo recorrido, la ventana de oportunidad abierta puede cerrarse mucho antes si se consuma la ofensiva oligárquica con un cierto reposicionamiento subordinado de un PSOE algo oxigenado y si las élites proceden a una restauración por arriba que asuma la parte más inofensiva de las demandas ciudadanas que hoy no tienen cabida en el orden de 1978 y el rol semicolonial en la Unión Europea”.

Todo el protagonismo del cambio social que hemos visto en el Estado español en estos años ha sido fruto exclusivo de la movilización social en la calle y, ahora, en las urnas. La perspectiva de cualquier proceso de cambio social tendría perspectivas muy sombrías si, indefectiblemente, estuviera condenado a ser aplastado o contenido por la represión del Estado.

La realidad es que, tanto en el Estado español, como en los demás países de Europa y más allá, el principal instrumento que tienen las clases dominantes para contener las ansias de transformación social de “los de abajo” no son la policía ni el ejército, sino los dirigentes de la socialdemocracia y de los sindicatos. Si estos últimos mostraran la misma energía, dinamismo y voluntad de lucha que han demostrado los trabajadores, los jóvenes, los desempleados y jubilados, las clases medias empobrecidas, etc. – la amplia mayoría de la sociedad – el sistema y quienes lo apoyan quedarían completamente aislados y flotando en el aire.

Toda la experiencia histórica ha demostrado suficientemente que ante una revolución social profunda, el aparato del Estado es impotente y tiende a desmoronarse, arrastrando a sus escalafones más bajos al lado del pueblo. Más aún en Europa, donde la enorme solidaridad y simpatía que existe entre los pueblos y clases trabajadoras de España, Portugal, Italia, Grecia, Francia, y sí, Alemania también, no sólo haría imposible la intervención militar extranjera en cualquiera de estos países, sino que bastaría un solo proceso revolucionario exitoso en un país para que se extendiera inmediatamente a los países vecinos, como un reguero de pólvora. Tal es la poderosa correlación de fuerzas que existe para una verdadera revolución social en nuestra época.

Por otro lado, debemos insistir en que en estos años hemos visto las movilizaciones de masas más importantes de la historia reciente del Estado español y de varios países de Europa, como Grecia o Portugal. Si no ha sido posible revertir los ataques y planes de austeridad hasta ahora, no ha sido por falta de conciencia ni de luchas, sino por el obstáculo que han ejercido las viejas direcciones del movimiento obrero y de la izquierda integrada al régimen, que han aceptado como inevitables la preeminencia de los intereses de los grandes empresarios y banqueros, y de los ricos, dejando a los trabajadores y demás sectores populares sin dirección ni alternativas. Y, pese a todo, un estallido social está presente en la situación en todos los países del sur de Europa. Y la emergencia de PODEMOS, de Syriza, etc. muestra que el pueblo está buscando una salida política al viejo régimen.

Tampoco coincidimos con los autores del documento en que haya una perspectiva, a corto o medio plazo, de estabilización social o política. La crisis es demasiado profunda, en el Estado español y a nivel internacional. Los trabajadores y sus familias se verán obligados a luchar para mantener sus condiciones de vida. La crisis de sobreproducción de mercancías sigue presente, las inversiones siguen deprimidas, el mercado no crece, los ingresos de las familias siguen reduciéndose o están estancados, las deudas públicas – y por tanto los ajustes del gasto público – siguen creciendo. En este contexto, es imposible esperar un crecimiento significativo de la economía española e internacional, salvo períodos de crecimiento raquíticos, como el actual, al que seguirán nuevas y profundas crisis.

En esta situación, puede haber períodos de apatía temporal por falta de alternativas, pero serán seguidos de estallidos y convulsiones. La única manera en que el bipartidismo podría conseguir una recuperación sostenible sería con el desarrollo de un auge económico de cierta importancia, pero eso está descartado a corto y medio plazo por las razones que señalamos antes.

La perspectiva no es, por tanto, de un reforzamiento del PSOE ni del PP, sino de un giro a la izquierda y una mayor radicalización de la sociedad como estamos viendo. El mayor desafío es ofrecer una perspectiva optimista y de gobierno a favor de la mayoría que sufre y padece la crisis. Por eso, el eje de la acción política de PODEMOS debería ser avanzar firmemente a políticas de frente único con sectores políticos afines a su base social (como las plataformas municipales Ganemos/Guanyem, Izquierda Unida, movimientos sociales, etc.) y agitar por un programa de demandas que dé soluciones efectivas, poniendo la economía al servicio y bajo el control del pueblo trabajador.

Por un frente único PODEMOS-IU-GANEMOS-MOVIMIENTOS SOCIALES

En el segundo apartado del documento (“Las elecciones del 25 de mayo de 2014 y el nuevo escenario político”) hay puntos con los que estamos completamente de acuerdo, cuando se plantea:

“Con todo, los resultados del 25M y su impacto en el escenario político español demuestran la validez de la hipótesis de la unidad popular: pese a nuestra fragilidad organizativa -comprensible para una fuerza recién nacida-, hemos abierto una grieta que hoy ha acelerado el tiempo político español, ha sacudido los viejos equilibrios, ha provocado dimisiones y prisas en la recomposición y ha mostrado un posible camino para construir una mayoría política de cambio en un sentido popular en España. Nuestro reto ahora es estar a la altura de la inmensa ola de expectativas y esperanzas que hemos generado … “

“… Es ahora, en el momento de la descomposición, cuando Podemos puede ser una palanca que subvierta las posiciones dadas, hoy más bien flotantes y frágiles los equilibrios e identificaciones, y llegue al Gobierno postulando un discurso de excepción para una situación de excepción: todo se cae, lo viejo ha perdido la confianza y la vergüenza, que se vayan todos, hace falta un gobierno nuevo al servicio de la gente; Podemos es esa fuerza, por capacidad, honestidad y voluntad. Esta maniobra puede no darse de inmediato ni en solitario, pero es el tipo de orientación, estilo y perspectiva que nos puede permitir ganar. A ella habría que adaptar el tipo de organización, la política de alianzas y el marco estratégico en el que inscribamos las diferentes iniciativas políticas”.

De lo que se trata entonces es de cómo preparar la organización para una perspectiva a medio plazo donde se darán las condiciones para la llegada al gobierno con una agenda de transformación social.

Es probable que en las elecciones legislativas de noviembre de 2015 ninguna fuerza consiga una mayoría significativa que le permita gobernar en solitario. Lo más probable es que en esas circunstancias la clase dominante ordene la formación de un gobierno de “unidad nacional” entre el PP y el PSOE, que tendrá el mandato de mantener las políticas de ajuste. Rajoy acaba de informarnos que prepara una nueva ronda de recortes del gasto público por valor de 50.000 millones de euros hasta el año 2017. La formación de ese gobierno no será el fin de la historia ni debe ser motivo de pesimismo. El inevitable descrédito en el que terminará ese eventual gobierno de coalición PP-PSOE lo que hará será preparar las condiciones para una victoria electoral de las fuerzas transformadoras de la izquierda. Esa es la perspectiva para la que debemos prepararnos, y los compañeros de PODEMOS en primer lugar.

Por eso debería comenzarse a trabajar ya en la formación de un frente único con todas las organizaciones y movimientos políticos genuinos de izquierda, vecinales, y sociales, con un programa que recoja desde las reivindicaciones más elementales sobre democracia, salarios, empleo, vivienda, sanidad, y educación a las más generales, como la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía (los monopolios, la banca y los latifundios) bajo el control democrático de los trabajadores y de la sociedad.

La primera prueba seria en relación a esto lo tenemos en las elecciones municipales de mayo de 2015. De manera natural y semi espontánea, y respondiendo al impacto de la irrupción de PODEMOS, están surgiendo multitud de candidaturas “ciudadanas” como Guanyem Barcelona, Ganemos Madrid, Ganemos Vigo, Ganemos Córdoba, Ganemos Valladolid, y otras; que son frentes genuinos de unidad popular y de la izquierda. PODEMOS debe y tiene que participar en estas iniciativas de manera entusiasta y convencida. Una victoria clara de las candidaturas de “Ganemos” en toda una serie de ciudades clave, comenzando por Barcelona, y la pérdida de alcaldías y autonomías importantes del PP en toda la geografía estatal, crearían las mejores condiciones para un desarrollo y un apoyo explosivo para un frente único de “unidad popular” o de la izquierda política y los movimientos sociales – según como cada uno prefiera llamarlo – como demandan los autores de este documento.

Como muy bien plantea el documento en su parte final:

“Junto con esa ruptura del movimiento de vasos comunicantes, se ha rasgado el mito de la imposibilidad de una mayoría que no pase por el PP y el PSOE, y por tanto de la necesidad de colocarse a uno de sus costados ideológicos. Las elecciones del 25M han mostrado que hay posibilidades de una nueva mayoría, y esa grieta en el imaginario del orden permite avanzar las hipótesis más arriesgadas y audaces, que ya no parecen imposibles para la sociedad. …”

“… Tenemos por delante un año y medio que va a ser decisivo en la historia de nuestro país … Tenemos ante nosotros la posibilidad y la responsabilidad de contribuir decisivamente a la construcción de una voluntad popular nueva para el cambio político en favor de las mayorías sociales.

Podemos, claro que Podemos”.

Adelante compañeros de PODEMOS, entonces, a poner manos a la obra para culminar esta tarea.