El tercer artículo lleva otro título llamativo y colorido: Alan Woods y la guerra de Las Malvinas: God save the Queen… y a los kelpers. Es en este momento cuando Luis Oviedo me informa que, además de todos mis demás pecados contrarrevolucionarios, también soy un imperialista y un monárquico. ¿Cómo llega mi amigo a tan interesante conclusión?

Luis Oviedo dice lo siguiente: “Con los soldados de la Reina, Woods gritaba a todo pulmón, ‘Argies go home’. Para el Socialist Appeal, las Malvinas son inglesas y no un territorio ocupado colonialmente. Por eso plantearon la ‘autodeterminación de los kelpers’ ¾ que no querían separarse de Gran Bretaña ¾ pero no la independencia de las islas”. 

En primer lugar Woods difícilmente podría haber gritado junto con los soldados de la Reina porque Woods no vivía en aquella época en Gran Bretaña, sino en España. En segundo lugar, ni Woods ni nadie más de la izquierda británica ha gritado jamás “Argies go home”, ni en voz alta ni en susurros. Esta es otra invención del amigo Luis cuya imaginación, aparte de su viveza, definitivamente tiene un carácter mórbido y ligeramente histérico. Pero la histeria difícilmente es un argumento.

Para comenzar, una pequeña corrección basada en los hechos: Luis Oviedo hace referencia a la posición de Socialist Appeal. Como él debe saber, Socialist Appeal ni siquiera existía en aquel momento, al menos con ese nombre. Sus comentarios hacen referencia a la postura de la tendencia Militant, de la que Ted Grant y yo entonces éramos dirigentes. Nosotros siempre adoptamos una posición internacionalista consecuente, y nuestra postura en esta cuestión no era ninguna excepción. Pero como el compañero Oviedo está decidido a encontrar fallos a todo, también los debe encontrar aquí. ¿Cómo lo hace?

En primer lugar, me somete a una severa crítica por utilizar la palabra Falklands, en lugar del término español Malvinas. Esto es presentado como una prueba irrefutable de que somos agentes abiertos del imperialismo. Este argumento es una chiquillada. Es tan simple como que en inglés el nombre de estas islas es: Falklands. Si yo escribiera en castellano utilizaría el término Malvinas (y no Los Falklands, como algunas veces hace Luis para causar un mayor efecto), y esto se puede comprobar leyendo los artículos que aparecen en nuestra página web escritos en castellano. Pero como estoy sentando en London (no Londres) y escribo en inglés, he utilizado el nombre inglés. Sin embargo, para complacerle, haremos una pequeña concesión y utilizaremos el término Malvinas, aunque yo escriba el artículo originalmente en inglés.

Luis Oviedo incluye unas cuantas notas del documento escrito por Ted Grant en mayo de 1982. Pero, siguiendo su método habitual, cita párrafos aislados sacados de contexto para distorsionar su significado. Y concluye: “Es decir, que la corriente de nuestro contrincante Alan Woods impulsaba la guerra imperialista contra la Argentina”. Llegados a este punto incluso la paciencia de un santo se agotaría. Lo que Oviedo escribe aquí es una mentira descarada y escandalosa. Ahora trataremos la guerra de Las Malvinas y nuestra actitud hacia ella, además de la actitud marxista hacia la guerra en general.

¿Qué provocó la guerra?

La actitud de los marxistas hacia la guerra está determinada por las circunstancias concretas. No la determinan consideraciones superficiales como “quién atacó primero” y otras cosas por el estilo. Lo determinante es qué clases hacen la guerra, por qué objetivos específicos y en los intereses de quién. Para elaborar una posición con relación a un conflicto determinado, es necesario atravesar la demagogia y las mentiras patrióticas que siempre lanza la clase dominante de ambos lados, y desenmascarar los verdaderos motivos que provocan la guerra. Además, es necesario defender una posición de clase de una forma habilidosa para que podamos encontrar eco entra las masas.

¿Cuáles fueron las circunstancias concretas de la guerra de las Malvinas? Para clarificar nuestra posición primero es necesario recordar la cadena de acontecimientos que llevaron a la guerra. La razón por la cual decidió la Junta iniciar la guerra no tiene nada que ver con la verdadera lucha de liberación nacional. Fue una maniobra diseñada para desviar la revolución.

La Junta argentina era la esencia destilada de la contrarrevolución. Treinta mil personas murieron asesinadas o desaparecieron. Muchas más fueron encarceladas y torturadas. No obstante, Galtieri mantenía unas relaciones excelentes con Washington y Londres. Pero en 1982 la Junta estaba completamente desacreditada y pendía de un hilo. La economía atravesaba serias dificultades, el desempleo crecía y la tasa de inflación alcanzó el 150 por ciento. El descontento era masivo y comenzaron las manifestaciones y las huelgas. Esto culminó con la manifestación del 30 de marzo en Buenos Aires donde hubo 2.000 detenidos y cientos de heridos.

Viñeta publicada en el Militant 597, 16 de Abril, 1982
1979… Oh General, usted danza divinamente… ahora, ¿cuantos destructores quisiera?
1981… se mueve usted tan bién. ¿Tiene suficientes tanques y …?
No me pise el pié maldito dictador

La propia Junta estaba dividida. Necesitaban algo para conseguir desviar el movimiento revolucionario. Primero consideraron la posibilidad de una guerra con Chile por el Canal de Beagle. Más tarde decidieron que una invasión de las Malvinas sería más fácil. ¿Por qué? Porque sus buenos amigos de Londres les habían dado a entender que Gran Bretaña estaba dispuesta a ayudarles entregándoles las islas. Por lo tanto, la Junta estaba convencida de que la invasión no encontraría resistencia.

El jefe de la delegación británica, Richard Luce, respondió al gobierno de Buenos Aires: “En un lenguaje diplomático la respuesta de Luce significaba que Gran Bretaña estaba dispuesta a buscar la forma para que Argentina finalmente pudiera conseguir su objetivo de tener la soberanía de las islas, y, si tenían paciencia, lo conseguirían”. (The Falklands War. The Full Story. Publicado por The Sunday Times, p. 26).

Galtieri también estaba convencido de que EEUU le apoyaría. Tenía buenas razones para creerlo ya que era un estrecho aliado del imperialismo estadounidense. La Junta actuaba como el chacal de los imperialistas estadounidenses. Argentina era el principal aliado del presidente Reagan en América del Sur. Galtieri llegó tan lejos que incluso envió tropas argentinas para apoyar al gobierno de derechas de El Salvador. También ayudó a EEUU en su lucha contra los sandinistas. Como admitió un funcionario estadounidense: “Argentina tenía un ejército de 500 hombres operando principalmente en Honduras para provocar actos de sabotaje en Nicaragua. Era algo en lo que creían, era una extensión de la guerra sucia”.

Esto expresa muy claramente la verdadera relación entre Argentina y el imperialismo: no era la relación de un esclavo colonial oprimido, sino la de un socio subordinado, un compinche complaciente, participando de una forma entusiasta en todos los crímenes del bandido principal. Presentar esta relación como una relación tradicional entre una colonia (o semicolonia) y el imperialismo simplemente no se ajusta a la realidad.

Jean Kirkpatrick, embajadora de EEUU en la ONU, era una gran admiradora de la Junta. No era un secreto su idea de que EEUU debía apoyar a la Junta argentina y todas las demás dictaduras de América Latina como una forma de combatir el comunismo. Apoyó la invasión de las islas y esta idea contaba con un fuerte apoyo dentro del Departamento de Estado. Esto animó más a Galtieri que llegó a creer que podría invadir con total impunidad.

No es fácil ocultar los preparativos de una invasión. Pero los imperialistas ingleses ignoraron todos los avisos. La razón es bastante clara: el imperialismo británico no quería una guerra con la Junta ya que mantenían excelentes relaciones. Un sector de la administración Tory quería ayudar a la Junta entregándole las islas. Pero la Junta, aterrorizada por el creciente ambiente revolucionario, tenía bastante prisa.

Incluso cuando en el 2 de marzo Costa Méndez envió a Lord Carrington lo que significaba un ultimátum, amenazando con romper las negociaciones a menos que los británicos hicieran concesiones inmediatas, Londres tampoco adoptó medidas serias para evitar la invasión. En aquel momento el envío de un pequeño grupo de operaciones probablemente habría sido suficiente para que la Junta se lo pensase dos veces. Pero la inactividad de Londres dio a Galtieri luz verde para la invasión. Nadie en el gobierno británico le dijo a Buenos Aires: “Si invadís, tomaremos medidas”.

El envío del grupo de operaciones del Atlántico Sur fue una acción imperialista por parte de Gran Bretaña y así lo denunciamos. Pero la intención no era invadir, conquistar o esclavizar a Argentina. Es una completa equivocación compararlo con Iraq ¾ que fue ocupado por los imperialistas ¾ o Brasil en los años treinta. Argentina no fue invadida ni ocupada. Su población no fue esclavizada. Nunca fue esa la intención. A propósito, si los imperialistas británicos hubieran invadido Argentina, como han hecho con Iraq, nuestra postura habría sido apoyar a Argentina. Pero no fue ese el caso.

El objetivo de los imperialistas británicos era más limitado. Estaban decididos a recuperar las islas debido al golpe que había sufrido su prestigio con la invasión argentina. Algunas personas “inteligentes” dijeron que el objetivo era la explotación del petróleo que supuestamente existía en las aguas marítimas que rodean las islas. Pero veinte años después no hay ningún signo de esto, aunque se han hecho con bastante dinero con sus ricas aguas pesqueras.

La paradoja es que si la Junta no hubiera tenido tanta prisa, podría haber conseguido las islas sin la necesidad de una guerra. Londres no estaba interesado en las Malvinas, en ese momento las islas eran una considerable carga financiera y sin importancia económica o estratégica para Gran Bretaña. Desde hacía algún tiempo la Junta argentina ¾ no debemos olvidar que mantenía excelentes relaciones con Margaret Thatcher ¾ mantenía negociaciones con Londres para la entrega de las islas. Por razones que deberían estar claras incluso para Oviedo, los habitantes de las islas no estaban precisamente entusiasmados con esta perspectiva. Pero a Carrington le eran indiferentes los sentimientos de los isleños, por eso en secreto negociaba la entrega de las islas a la Junta.

Galtieri, a partir de estos antecedentes, interpretó, equivocadamente, que los británicos no harían nada si él invadía las islas. Fue un serio error. Para una potencia imperialista como Gran Bretaña el prestigio es algo muy importante, ya que tiene acuerdos de defensa con muchos países, por ejemplo con algunos estados petroleros del Golfo Pérsico. Las fotos de prensa que mostraban a soldados británicos tendidos en el suelo, prisioneros del ejército argentino, recorrieron todo el mundo y esto suponía un golpe para su prestigio. No lo podían tolerar. Por lo tanto, el imperialismo británico contraatacó.

La invasión de las islas, por lo tanto, fue un error de cálculo por parte de Galtieri. No obstante, sí logró su objetivo inmediato. Una vez anunciada la invasión de las Malvinas, el movimiento revolucionario fue desbordado por una oleada patriótica. Los sindicatos inmediatamente desconvocaron las huelgas y en lugar de manifestaciones callejeras contra la Junta, hubo manifestaciones patrióticas de masas donde la población ondeaba banderas argentinas y aplaudía a los generales.

La guerra es la continuación de la política por otros medios. Es tanto una cuestión política como militar. Hace mucho tiempo Napoleón dijo que la moral tenía una importancia vital en la guerra. Si la clase obrera hubiera tomado el poder, podría haber llevado a cabo una verdadera lucha contra el imperialismo. Pero un régimen reaccionario nunca puede luchar contra el imperialismo porque está atado con mil hilos a él. En realidad, la única razón para que Galtieri invadiera es que estaba convencido de que no encontraría resistencia. “Habrá mucho ruido”, pronosticó Costa Méndez, “eso es todo”. Fue una gran equivocación.

La invasión de las islas puso a los imperialistas británicos en una situación difícil. Un sector de la clase dominante (Luce, Carrington) quería entregar las islas a la Junta, no quería una guerra porque eso amenazaría la estabilidad del régimen de Buenos Aires. Eso explica la total inactividad de los británicos antes de la invasión, algo que de otra forma sería inexplicable, ya que es materialmente imposible que no hubieran “observado” los preparativos de la invasión.

Londres le lanzó la indirecta a la Junta de que le entregaría las islas, sólo había que esperar un poco. Pero la Junta no podía esperar porque de un momento a otro temía una revolución. Actuaron tan precipitadamente que les desconcertó. Thatcher estaba furiosa y exigió una respuesta. No podía aceptar que Argentina humillara al ejército británico. La fracción de los tories favorable a la entrega de las islas a Galtieri, como un hombre lanza un hueso a un perro, se encontró en minoría. Carrington tuvo que dimitir y la guerra entonces se convirtió en algo inevitable.

La Junta quedó conmocionada al ver que los británicos estaban dispuestos a luchar. En el transcurso de las negociaciones la Junta casi inmediatamente renunció a su demanda de soberanía. Esto demostraba que no era una verdadera guerra de liberación nacional, sólo era una intriga reaccionaria para salvar del derrocamiento a la Junta. Les aterrorizaba el ejército británico, pero les aterrorizaba aún más las masas argentinas. Los generales reaccionarios tenían miedo de una guerra y estaban dispuestos a aceptar un compromiso para salvar la cara, pero Thatcher fue implacable. No estaba dispuesta a aceptar otra cosa que no fuera la rendición total y la entrega de las islas.

La guerra puso a los imperialistas estadounidenses en una situación difícil: tanto Galtieri como Thatcher eran aliados valiosos. Pero cuando fracasaron los intentos de Washington de conseguir una salida negociada, Reagan tuvo que decidirse y lo hizo a favor de Gran Bretaña, en última instancia un aliado más antiguo e importante.

La brutalidad de Thatcher y los imperialistas británicos se pudo ver en el hundimiento del Belgrano donde se perdieron más de 368 vidas. Pero también las vidas del personal británico les importaba muy poco. Una prueba de ello es que estaban dispuestos a enviar la flota al sur del Atlántico sin ningún tipo de cobertura aérea. Thatcher deliberadamente ordenó el hundimiento del Belgrano para sabotear una solución negociada, propuesta por los estadounidenses y que Costa Méndez estaba a punto de aceptar.

¿Por qué perdió Argentina la guerra?

En ningún momento Luis Oviedo hace la pregunta más importante: ¿por qué fracasó la invasión de las islas? Desde un punto de vista militar Argentina podía y debería haber ganado la guerra. El envío de la flota británica a través del Atlántico sin una cobertura aérea adecuada era una total aventura que sólo podía contemplarla una arribista pequeño burguesa e ignorante como Thatcher (sus generales estaban en contra porque sabían los peligros que entrañaba esta aventura).

¿Era inevitable la victoria de los británicos? De ninguna forma. En la guerra muy pocas cosas son inevitables. Fue Napoleón quien dijo que la guerra era la más complicada de todas las ecuaciones. Desde un punto de vista puramente militar era bastante posible que Argentina ganara la guerra. Pero la respuesta a esta pregunta no es militar sino política. La guerra siempre expone la podredumbre de un régimen reaccionario. La aventura de las Malvinas sacó cruelmente a la luz la debilidad del capitalismo argentino y de la Junta. En el momento de la verdad colapsaron como un castillo de naipes.

Es verdad que el ejército británico era una fuerza profesional bien entrenada y equipada. Pero eso no explica todo. La situación de las fuerzas británicas tenía de su parte muchas desventajas. En primer lugar, la proporción entre la defensa y el ataque es de tres a uno. Es decir, para hacer frente a una situación defensiva normalmente hacen falta tres soldados atacantes por cada defensor. En realidad, el ejército argentino superaba en número al británico, aproximadamente en una proporción de tres a uno. Esto le daba una gran ventaja. Además mientras la flota británica cruzaba el Atlántico tenían suficiente tiempo para fortificar las islas y atrincherarse.

Las fuerzas británicas luchaban lejos de casa. Sus líneas de suministro eran larguísimas, la pérdida de un solo portaavión habría supuesto un desastre. Como lo fue la pérdida de un barco de suministro clave ¾ el Atlantic Conveyor ¾ alcanzado por misiles exocet argentinos. Desde un punto de vista militar, la expedición británica era una aventura irresponsable. Recuerdo que un grupo de oficiales del ejército español publicó una carta en El País, en la que afirmaban categóricamente que los argentinos no podían perder. Pero los británicos consiguieron recuperar las islas sin demasiados problemas. ¿Por qué?

No se puede decir que el soldado británico medio sea más valiente que el soldado argentino medio. Los argentinos son capaces de mostrar un gran valor y lo han demostrado muchas veces en la historia. Pero aquí la cuestión de la moral es decisiva. Y esto es inseparable del régimen existente en el ejército y la sociedad. Un régimen reaccionario corrupto sólo puede producir un ejército reaccionario y corrupto. Oficiales como Lami Dozo fueron entrenados desde muy jóvenes en una ideología fascista. Varios de sus tutores fueron nazis alemanes como Hans-Ulrich Rudel, que fue arrestado por los estadounidenses en 1945 y liberado después. En su libro A pesar de todo apoyaba casi todo lo que hicieron los nazis.

Otro de sus tutores, Jordán Bruno Genta, que fue asesinado por los Montoneros en 1974, escribió una serie de libros lanzando obscenidades contra los masones y los judíos. También escribió una doctrina para la fuerza aérea que justificaba la intervención militar en la política y defendía la devoción, no a la constitución, sino a “Dios y la madre patria”. Cualquier acción realizada por el ejército debía tener como objetivo la defensa de la “madre patria” (léase oligarquía) con la excusa de ser “la voluntad de Dios”. Este tipo de pensamiento fascista se resumía en su libro, Guerra contrarrevolucionaria, y sirvió de inspiración para los escuadrones de la muerte fascistas de la Triple A.

Semejante entorno es un terreno abonado para producir asesinos y canallas pero no buenos generales y luchadores. El ejército es sólo un reflejo de la sociedad y el ejército que invadió las Malvinas era un reflejo de la sociedad argentina de esa época. No era un verdadero ejército de liberación. Todavía era el ejército de la Junta, encabezado por los mismos gángsteres reaccionarios que habían asesinado a 30.000 personas. El capitán Alfredo Astiz era un espécimen típico. Conocido con nombres diferentes como “el ángel rubio”, “el halcón” y “el carnicero de Córdoba”, se distinguió por ser un asesino y torturador de mujeres durante la guerra sucia. Pero no demostró el mismo espíritu cuando se enfrentó al ejército británico, se rindió como un cobarde y más tarde regresó a Buenos Aires con un billete de primera clase.

La guerra también es una cuestión de clase. Los reclutas procedentes de la clase obrera que fueron enviados a las islas no estaban preparados para la guerra. Muchos de ellos no disponían de un equipamiento apropiado, ropa e incluso comida. Estaban desmoralizados y eso explica por qué los británicos consiguieron recuperar con relativa facilidad las islas. Aquí está lo esencial del problema. Era absurdo imaginar que este régimen y este ejército podrían llevar a cabo una lucha seria contra el imperialismo británico.

El juego reaccionario de la Junta fracasó. Una carta publicada en La Prensa el 12 de julio de 1982 decía: “Nunca más debemos permitir que un gobierno que no elegimos nos envíe a una guerra que no queríamos”. Como siempre la principal víctima fue la clase obrera. A la larga lista de crímenes de la Junta se debe añadir los nombres de aquellos jóvenes soldados argentinos que murieron en las islas en unas condiciones terribles a causa de un régimen corrupto e incompetente. Carecían de las cosas más básicas: ropas apropiadas, botas, comida… ¿Cómo se suponía que iban a luchar contra el ejército británico? Pero sobre todo, los jóvenes soldados argentinos enviados a las Malvinas carecían de motivación y moral. Por eso perdieron.

Después de la guerra los comandantes británicos expresaron su sorpresa porque el ejército argentino no presentó una gran resistencia. El comandante Chris Keeble dijo lo siguiente de la batalla de Goose Green:

“Se nos había dicho muchas tonterías acerca de su equipamiento, su comida y que abundaba la disentería. Todo eso era realmente irrelevante. Sabíamos que cuando llegáramos a las Falklands tendríamos los mismos problemas: hongos en los pies, escasez de este o aquel tipo. La cuestión que decide todo es quién está dispuesto a luchar. No había un hombre en nuestra sección de paracaidistas que no quisiera llevar a cabo esa operación. Su debilidad [de los argentinos] incluso antes de que hubiésemos atacado nosotros era que realmente no estaban dispuestos a luchar. No apoyaban cien por cien la actuación de su gobierno en las Falklands. Todas esas tonterías que se les metió en la cabeza desde su nacimiento acerca de las Malvinas ¾ si estaban tan comprometidos ¿por qué no lucharon? ¾ ”. (The Falklands War – the Full Story, published by the Sunday Times.)

En estas líneas hay más que un poco de arrogancia imperialista. Pero también hay un elemento de realidad. En la guerra se espera que los soldados luchen y mueran por una causa. Los reclutas argentinos no querían morir por el gobierno reaccionario y corrupto que les había enviado allí, mal entrenados, a una roca congelada en el Atlántico Sur por razones que no estaban totalmente claras para ellos. Un sargento paracaidista británico dijo: “Lo sentí por ellos, especialmente por los jóvenes; realmente no sabían por qué estaban allí”. (Ibid.)

Lo que ocurrió en la guerra de 1982 es una prueba de que la burguesía argentina corrupta y podrida es incapaz de jugar ningún papel progresista, ni en casa ni en el extranjero: eso es lo que deben explicar a la población los marxistas argentinos. La captura forzosa de las islas por parte de una dictadura militar sangrienta no tenía ni un solo átomo de contenido progresista. Y por eso fracasó.

La única forma de resolver la cuestión de las Malvinas es que la clase obrera argentina tome el poder. La existencia de un verdadero régimen de democracia obrera en Buenos Aires sería un poderoso polo de atracción para todos los pueblos, incluidos los habitantes de las Malvinas.

Una Argentina socialista inmediatamente tomaría la iniciativa de establecer una Federación Socialista de América Latina. Con pleno empleo, niveles de vida más altos y plenos derechos democráticos, sería una perspectiva irresistible, no sólo para los pueblos de habla hispana de América del Sur, sino también para los habitantes de las islas.

Debemos plantear la cuestión de una forma concreta. ¿Qué poder de atracción puede tener para alguien el actual régimen capitalista argentino? ¡Desempleo de masas, pobreza y hambre no son una buena publicidad! Muchos ciudadanos argentinos han tenido que salir al extranjero en busca de suerte. En estas condiciones ¿por qué debería la población de las Malvinas querer unirse a Argentina? Si se hace la pregunta es para responderla. Se debe plantear en términos de clase, no como si fuera demagogia nacionalista vacía.

Hablemos claramente. El problema de las Malvinas nunca lo solucionará la corrupta y reaccionaria burguesía argentina. La oligarquía argentina ha arrastrado un país próspero a un abismo de pobreza y hambre. No es capaz de solucionar ni uno solo de los problemas de la población argentina. Imaginar que esta burguesía puede solucionar la cuestión de las Malvinas simplemente es una locura. La condición previa para resolver esta cuestión ¾ y todas las otras cuestiones a las que se enfrentan las masas ¾ es que la clase obrera tome el poder.

¿Una “guerra de liberación nacional”?

Veinte años después nosotros no tenemos nada que ocultar o de que avergonzarnos. Pero entre los elementos honestos de la izquierda argentina hay dudas. La demanda de un debate honrado va en aumento. Los elementos chovinistas están perdiendo terreno. Incluso Luis Oviedo muestra signos de querer moderar su entusiasmo con la aventura de las Malvinas cuando se da prisa en asegurarnos que el PO se opuso a la invasión de las islas:

“Aclaremos: Política Obrera (antecedente del Partido Obrero) se opuso a la invasión (fue la única que lo hizo), pero no a defender a la Argentina encabezada por Galtieri contra la flota imperialista de la Thatcher abastecida por la base norteamericana de la isla Ascensión y guiada por los satélites de Reagan”.

El PO ha puesto el grito en el cielo sobre nuestra supuesta “traición” y posición “pro-imperialista”. Pero en estas acusaciones irresponsables no hay ni una sola palabra de verdad. Nunca hemos ocultado nuestra posición sobre las Malvinas porque no tenemos nada que ocultar. Invitamos a los compañeros en Argentina a que vuelvan a publicar lo que escribieron en aquella época. Que la gente juzgue por sí misma quién tenía una posición equivocada en aquellos momentos y después.

¿Qué posición tenía la izquierda argentina sobre la cuestión de la guerra? ¿Era lícito, por unas cuantas islas en el Atlántico, olvidar a los 30.000 muertos y tender la mano a la Junta, aunque fuera temporalmente? Nosotros creemos que no. Imaginar que la reaccionaria Junta argentina podría jugar un papel progresista en este conflicto demostraba una gran ingenuidad. La guerra es la continuación de la política por otros medios. La invasión de las Malvinas era sólo la continuación de la política interior de la Junta, dictada por la necesidad de supervivencia y para crear una desviación:

La naturaleza reaccionaria de la invasión de las islas está muy bien expresada en el siguiente pasaje:

«Lo primero que debe quedar en claro es que no basta la recuperación de un territorio que nos pertenece histórica y geográficamente y que se encuentra en manos imperialistas, para estar en presencia de una acción real de independencia nacional. Es evidente que ello depende de los fines que presiden ese acto de recuperación, así como de la política de conjunto del gobierno que lo efectiviza. Si la recuperación de las Malvinas es para cambiar de amo en el Atlántico Sur, o para resolver un litigio que obstaculiza la entrega de las riquezas de la región al capital extranjero, está claro que la acción tiene una apariencia antiimperialista, pero su proyección real es un mayor sometimiento al imperialismo. Una cosa así no debe sorprender en un continente en donde el nacionalismo burgués tiene un entrenamiento de larga data en la demagogia y en la táctica del engaño a las masas populares».

Esto está muy bien y expresa la esencia de la cuestión. No tenemos una diferencia fundamental con lo que dicen estas líneas. ¿Quién es el autor? El compañero Jorge Altamira, dirigente del PO. Y continúa:

“Hoy, el Estado argentino que emprende la recuperación de las Malvinas está en manos de los agentes directos e indirectos de las potencias que someten a nuestra nación. ¿Qué alcance puede tener un acto de soberanía cuando el país que lo emprende (cuando no el gobierno que lo ejecuta) está políticamente dominado por los agentes de la opresión nacional? Se desprende de aquí que la prioridad es otra: aplastar primero a la reacción interna, cortar los vínculos del sometimiento (económicos y diplomáticos) y construir un poderosos frente interno antiimperialista y revolucionario, basado en los trabajadores. La prioridad de una real lucha nacional es quebrar el frente interno de la reacción y poner en pie el frente revolucionario de las masas. Así ocurrió en todas las grandes gestas emancipadoras nacionales: las revoluciones francesa, rusa, china, cubana. En relación a la prioridad fundamental de la lucha por la liberación nacional, la ocupación de las Malvinas es una acción distraccionista, de la que la dictadura pretende sacar réditos internos e internacionales para los explotadores argentinos y las burguesías imperialistas que los «protegen»».

Ver: Malvinas: Para luchar contra el imperialismo, ningún apoyo a la dictadura (5 de abril de 1982, Política Obrera N° 328, Revista Internacionalismo, Año II, N° 5,agosto -octubre de 1982). http://www.ceip.org.ar/boletin/malvinasPo.htm

Intrigas imperialistas

El compañero Altamira trata algunos puntos interesantes sobre los objetivos reales de la Junta. Un mes antes de la ocupación de las Malvinas el periódico La Prensa (3/3/1982) publicó una extensa información sobre el carácter y los objetivos de la operación. “Según fuentes argentinas a las que hemos tenido acceso, el gobierno de EEUU habría expresado su ‘comprensión’ respecto a la nueva posición de Buenos Aires, así como su convicción de que la recuperación de las Malvinas para Argentina constituye, en este preciso momento, casi una condición sine qua non para el establecimiento de una adecuada estructura defensiva occidental en el Atlántico Sur, capaz de resistir la penetración soviética en la región, disipar las tensiones duraderas sobre el estrecho de Beagle entre Argentina y Chile, donde hoy en día está mediando el Vaticano; la resolución de esta mediación podría depender de una posición estratégica o geopolítica más fuerte o más débil de Argentina en la zona sur, no sólo en el Beagle. Ambas cuestiones parecen estar íntimamente relacionadas, no sólo desde el punto de vista militar general y la seguridad económica, también parecen estar relacionadas con los intereses diplomáticos de la Iglesia Católica. En cuanto a Washington, todo el mundo está de acuerdo en que la recuperación argentina de las Malvinas quizá abriría las puertas para la creación de bases militares conjuntas en las islas, o el alquiler de las bases a EEUU, tendrían entonces una mayor capacidad de control sobre toda la zona que la que tendrían con cualquier posición defensiva en el Beagle, ya pertenezca a Argentina, Chile o cualquier otro país occidental (estas no son categorías mutualmente excluyentes)”.

“De acuerdo con nuestras fuentes”, continúa La Prensa, “los planes argentinos también se extienden a intereses británicos que van más allá de los específicamente relacionados con los habitantes de las islas, que en cualquier caso recibirían los términos más generosos con relación a su estatus cultural, político y de propiedad, libre acceso a todos los bienes argentinos e incluso compensaciones económicas especiales. En este punto, incluso nos dijeron que Buenos Aires estaría dispuesto a ofrecer a British Petroleum y otras empresas británicas una parte de la explotación de los hidrocarburos y otras fuentes en algunas zonas de la región, así como facilidades para su armada, de tal forma que el retorno de la soberanía sobre las islas de ninguna manera reduciría, sino todo lo contrario, incrementaría las perspectivas de Gran Bretaña en el Atlántico Sur. Sin duda, esta actitud tiene el objetivo no sólo de conseguir una solución pacífica al conflicto, sino también consolidar el apoyo tácito de EEUU si se produjera un enfrentamiento militar, con el objetivo de aliviar tanto como sea posible las fricciones de Washington con sus ‘primos’ y aliados de la OTAN”.

Este análisis fue corroborado al día siguiente por La Nación (4/3/1982): “La diplomacia estadounidense está intentando determinar si el renovado esfuerza de Argentina por recuperar la posesión de las Islas Malvinas está relacionado con la creciente internacionalización de la situación continental americana.

El rearme de Venezuela, el anuncio de las primeras maniobras navales de la OTAN en el Golfo de México y la búsqueda de nuevas bases estadounidenses en la costa occidental del Caribe, son expresiones de la nueva dimensión atribuida a la defensa del continente.

Esto coincide con el esfuerzo inesperado y vigoroso a favor de una solución rápida al conflicto por la posesión del archipiélago que controla las rutas navales australes. Los ingleses allí más de un siglo, pero su armada se ha ido reduciendo debido a los enormes problemas presupuestarios del Reino Unido.

La armada estadounidense, además, piensa que la flota cubana, aunque pequeña, constituye una amenaza para las rutas continentales. Los barcos cubanos no pueden operar en el Atlántico Sur pero su actividad en el Caribe puede interferir en los esfuerzos de la armada estadounidense en los pasillos australes.

Eso sería más amenazador en el caso de una crisis potencial en el Océano Índico, que es uno de los escenarios de las estrategias navales estadounidenses. Fuentes diplomáticas norteamericanas señalan que a estos elementos habría que añadir lo que perciben como excelentes relaciones militares entre Argentina y EEUU.

Aunque claramente Washington siempre intenta dejar claro la cuestión de las Malvinas, las nuevas circunstancias podrían llevar a una revisión de su postura, o al menos podría animar a Argentina para forzar ese cambio.

… Las noticias de los medios de comunicación dudan de que sean hechos aislados la venta de aviones a Venezuela, la búsqueda de bases en el Caribe y las primeras maniobras militares de la OTAN en la región.

Lo que no duda nadie es que Washington pone la cuestión de la defensa de sus aliados continentales en una perspectiva global que podría llevarle a intentar persuadir a Gran Bretaña para que solucione con sus aliados clave el irritante conflicto del sur.

La impresión existente en los círculos diplomáticos es que mientras no hay elementos formales que permitan determinar qué está ocurriendo, en cambio, sí podría estar ocurriendo algo. Ni Argentina ni Estados Unidos están cómodos y, además, no están actuando en tándem”.

¡Ahí lo tenemos! La Junta en Buenos Aires, lejos de planear una guerra contra el imperialismo, estaba participando en maniobras con el imperialismo estadounidense para garantizar el regreso de las islas a Argentina para fortalecer la posición del imperialismo en el estratégicamente importante Atlántico Sur. Esperaban llegar a un acuerdo con el imperialismo británico, cuyos intereses estarían salvaguardados, como dice el artículo: “Buenos Aires estaría dispuesto a ofrecer a British Petroleum y otras empresas británicas una parte de la explotación de los hidrocarburos y otras fuentes en algunas zonas de la región, así como facilidades para su armada, de tal forma que el retorno de la soberanía sobre las islas de ninguna manera reduciría, sino todo lo contrario, incrementaría las perspectivas de Gran Bretaña en el Atlántico Sur”.

Es difícil ver cómo estas intrigas reaccionarias se pueden confundir con una “guerra de liberación nacional”. La Junta no estaba planeando luchar contra el imperialismo, sino que, como ayudantes fieles del imperialismo, intentaban llegar a un acuerdo secreto con Londres para garantizar la entrega de las islas. Desgraciadamente para ellos, calcularon mal y todo el plan salió mal. Se encontraron en una guerra que no querían y que perdieron. Los imperialistas estadounidenses que apoyaban la dictadura y sus intrigas, se vieron obligados a abandonar a la Junta para evitar un conflicto con Londres.

El compañero Altamira concluye: “Toda esta información debe ser conectada a un problema más general: la política exterior es la continuación de la política interior, y la política interior y exterior de Galtieri-Alemann es de sometimiento al imperialismo. Es por eso que, cualesquiera sean las derivaciones de la crisis internacional, como resultado de las contradicciones y alianzas entre yanquis e ingleses y entre la dictadura y ambas, la ocupación de las Malvinas no es parte de una política de liberación o independencia nacionales, sino un simulacro de soberanía nacional, porque se limita a lo territorial mientras su contenido social sigue siendo proimperialista. El Estado nacional es formalmente soberano en todo el territorio continental argentino, y esto no está en contradicción con el hecho de que, por su política económica e internacional, esté sometido al imperialismo. Tomar la recuperación de las Malvinas como un hecho aislado de soberanía y, peor, ocultando la activa negociación con el imperialismo por parte de la dictadura para integrar la ocupación en una estrategia proimperialista, es dejarse arrastrar, conciente o inconcientemente, por la demagogia burguesa”.

Además, “Cualquiera sea el curso de los acontecimientos”, escribía el compañero Altamira, “, lo que está claro es que la ocupación de las Malvinas no es el eje de la liberación nacional. La dictadura ha apelado a ella para salir de su profunda crisis e impasse internas”.

Esto no podría estar más claro y ser más correcto. Hay que felicitar a Jorge Altamira por la posición que adoptó con relación a la invasión de las Malvinas. En aquel momento era necesario resistir todos los intentos de la demagogia burguesa de desinformar a los trabajadores, consciente o inconscientemente. Eso ocurría entonces y también ocurre ahora. Y si la demagogia burguesa hace veintidós años intentó presentar la aventura reaccionaria de la Junta como una “guerra de liberación nacional”, entonces sigue siendo hoy igualmente incorrecto.

Finalmente, el compañero Altamira dice: “Si se da una guerra, no es por patrioterismo sino por auténtico antiimperialismo que planteamos: guerra a muerte, guerra revolucionaria al imperialismo. Esto es no sólo una guerra naval en el Sur, sino ataque a las propiedades imperialistas en todo el terreno nacional, confiscación del capital extranjero y, por sobre todo, armamento de los trabajadores”.

Fue correcto plantear la cuestión en términos de una lucha antiimperialista, basándose en lo que había de progresista en los instintos de las masas e intentar dar a la guerra un verdadero contenido antiimperialista, sobre todo, exigiendo la expropiación de la propiedad de los imperialistas, que Galtieri, naturalmente, se negó a hacer. Altamira escribe:

“El viernes 2 sólo del Banco de Londres fueron retirados depósitos por diez millones de dólares. Tuvo que intervenir la Thatcher los fondos argentinos en Londres, para que la dictadura se despabilara con un ridículo control de cambios, que no impide la fuga de capitales por el mercado negro, ni impide que el capital de otras naciones imperialistas acompañe el boicot económico. La dictadura ya está capitulando”.

Y concluye:

“Ante el conjunto de la situación presente y ante los intentos de someter a los trabajadores al seguidismo y apoyo a la dictadura, declaramos que es necesario mantener la independencia obrera y antiimperialista, con un programa preciso:

1) Denuncia del intento de capitular ante el imperialismo, sea mediante una negociación entreguista (económica o política exterior), o mediante un retiro de tropas a cambio de la devolución gradual y condicionada del archipiélago.

2) Reivindicar la intervención de la propiedad de todo el capital extranjero que ya está saboteando o especulando contra la economía nacional.

3) En caso de guerra, extenderla a todo el país, atacando y confiscando al gran capital imperialista y, por sobre todo, llamar a los trabajadores a armarse.

4) Satisfacción inmediata de las reivindicaciones planteadas por los sindicatos y otras organizaciones de trabajadores, y satisfacción de los reclamos del movimiento de familiares y madres sobre los desaparecidos [las 30.000 personas asesinadas por la dictadura].

5) Impulsar la formación de un frente único antiiperialista, que impulse prácticamente este programa”.

Todas estas reivindicaciones son excelentes, como lo es su conclusión final: “La clase obrera tiene que ser conciente de esto, porque si se ciega ante la situación, se va a armar un recambio a su costa. Por eso sigue en pie la reivindicación de la democracia política irrestricta y una asamblea Constituyente Soberana”.

Esto va al fondo de la cuestión: sobre todo en una situación bélica la clase obrera no puede permitirse dejarse cegar por las presiones del patriotismo y la “unidad nacional”, sino que debe mantener su independencia de clase. A propósito, en esa situación, cuando Argentina estaba bajo una dictadura y no existían los derechos democráticos, las reivindicaciones democráticas necesariamente ocupaban una posición central, incluida la reivindicación de la asamblea constituyente. Entonces sí era correcta, porque emanaba de la situación. Hoy no lo hace y por lo tanto no es correcta.

La posición de los marxistas británicos

Ya hemos señalado la posición que adoptó el compañero Altamira en 1982. ¿Qué postura adoptaron los marxistas británicos? Luis Oviedo dice que apoyamos al imperialismo británico y adoptamos una posición chovinista contra los argentinos en general (¡Argentinos fuera!”). Esto es lo que escribió Ted Grant en aquella época con relación a las tareas de los marxistas argentinos:

“En Argentina, el papel de los marxistas debe consistir en una oposición hábil a la guerra. Los marxistas argentinos desenmascararán las inconsistencias de la Junta señalando la situación catastrófica de la economía causada por la casta militar. Momentáneamente, la Junta ha logrado desviar a las masas argentinas en líneas nacionalistas. Pero los marxistas demostrarán la incapacidad de la casta militar para llevar a cabo una guerra revolucionaria, sin la cual la victoria argentina sobre Inglaterra, que todavía es una potencia imperialista relativamente poderosa, está prácticamente descartada. ¿Por qué la Junta no se emplea a fondo para ganar la guerra? Los capitalistas argentinos, en cuyos intereses se basa la Junta, están vinculados al capital financiero norteamericano y británico. Los marxistas argentinos exigirán la expropiación de todo el capital extranjero, empezando con las inversiones británicas.

Exigirán la devolución de Argentina a los argentinos: es decir, la expropiación del capital industrial y agrícola. Desenmascararán los privilegios y la incompetencia de los altos mandos, corruptos y putrefactos, amén de su incompetencia militar. Sin la verdadera planificación de la industria, un racionamiento justo, y una distribución equitativa de los productos a todo el mundo, sería imposible proseguir eficazmente la guerra. Los marxistas criticarán los propósitos totalmente egoístas de la Junta y la burguesía argentina, cuya intención, en caso de poder mantener el control de las Malvinas, sería ganar fabulosos beneficios, en calidad de socio de segunda categoría del imperialismo norteamericano, en detrimento de los intereses de la clase obrera. Los marxistas explicarán como la victoria sobre el poderoso imperialismo británico no puede ser obtenida con métodos militares, y mucho menos bajo dirección de la Junta totalitaria, sino solamente con métodos sociales y políticos. El derrocamiento de la Junta por parte de los obreros y el establecimiento de una Argentina socialista, sería el arma más potente en la lucha contra el imperialismo en su conjunto, y, de modo particular, contra los imperialismos británico y estadounidense. La clase obrera argentina entonces podrá proponer el establecimiento de una Federación Socialista de Argentina y las Malvinas, con una Inglaterra socialista. Entonces, un gobierno socialista de Argentina explicaría como el problema de las Malvinas estuvo totalmente exagerado durante generaciones por la burguesía argentina para sus propios fines. Harían un llamamiento a todos los trabajadores de América Latina para derrumbar el sistema económico del capitalismo y el imperialismo, para derrocar a sus propias juntas y preparar el camino para el establecimiento de una Federación Socialista de América Latina.

Los propósitos de la Junta no pueden ser los propósitos de la clase obrera, sea en la política interior, sea respecto de la política exterior. Para los capitalistas, la guerra será rentable. Para los obreros y soldados la guerra significará sufrimientos y muertes. En el transcurso de la guerra, si ésta se prolongase, las ideas marxistas de esta índole conseguirían un enorme apoyo en Argentina y en toda América Latina. El derrocamiento de la Junta significaría el inicio de la revolución socialista argentina, si bien en sus comienzos tendería de forma distorsionada hacia el peronismo, debido a la ausencia de una dirección marxista”. (Ted Grant. La crisis de las Malvinas. Los marxistas ante la guerra. Mayo 1982)

¿En qué punto difiere esta posición de la que defendió Jorge Altamira? En lo fundamental no hay diferencia. Aún así, Luis Oviedo persiste en el mito de que teníamos una posición “imperialista”. Realmente no hay más ciego que el que no quiere ver.

La cuestión de los ‘kelpers’

Después de leer con placer los escritos de Jorge Altamira de 1982, regresamos con poquísimas ganas a los escritos de Luis Oviedo en 2004. Continúa tan pesado como el taladro de un dentista:

“Woods prostituye el derecho a la autodeterminación de los pueblos al ponerlo al servicio del reforzamiento de la opresión colonial. Pero como para los marxistas toda reivindicación nacional está subordinada a la revolución proletaria, su planteo de ‘autodeterminación de los kelpers’, algo que evidentemente no hizo porque habría puesto en evidencia la completa ridiculez de sus posiciones.

Estos partidarios del ‘socialismo colonial’ son los que atacan al Partido Obrero”. (Mi énfasis.)

Responderemos a esta basura tan amablemente como podamos. En primer lugar, el compañero Oviedo no plantea la cuestión de la autodeterminación de una forma marxista. Está indignado por nuestra supuesta defensa de los “kelpers”, como él llama a los habitantes de las islas. Porque nosotros planteamos la cuestión de los derechos de los isleños como uno de los elementos de la ecuación (no necesariamente el más importante) nos acusa de ser “defensores del socialismo colonial”.

Hablemos claramente, para que incluso Luis Oviedo pueda comprender lo que estamos diciendo: para nosotros es indiferente a quien de las dos partes pertenecen estas islas. La clase obrera británica no tiene ningún interés en mantener sobre ellas el control británico. Nuestro principal deber era luchar contra nuestra propia burguesía, oponernos a la política reaccionaria del gobierno Thatcher. En ningún momento, directa o indirectamente, apoyamos la guerra. Aún hay más: si cualquier marxista británico hubiera apoyado esta guerra hubiera sido considerado una traición.

El compañero Oviedo asume que la posición de los marxistas británicos con relación a la guerra estaba determinada por la posición de los “kelpers”. Esto está muy alejado de la realidad. Somos perfectamente conscientes de que los imperialistas siempre utilizan a los pequeños pueblos para sus propios objetivos reaccionarios. Los imperialistas británicos no están interesados en las opiniones de la población que vive en las islas y en realidad estaban dispuestos a entregarlas a Argentina antes de la invasión de la Junta, como señalaba Ted Grant:

“Thatcher y los conservadores quieren hacer ver que la suerte y los deseos de los habitantes de las islas Falklands son el factor primordial en todas sus consideraciones. En la práctica, es la última cosa que les preocupa. Sacrificarían los intereses de los malvinenses en un abrir y cerrar de ojos si esto correspondiese a los intereses del imperialismo británico. Es el prestigio del imperialismo británico y la perspectiva de las riquezas exóticas de la Antártida lo que determina la política del gobierno de Londres y no los intereses de los malvinenses”. (Ted Grant. Ibíd.,)

La cuestión de los “kelpers” de ninguna forma afectó nuestro análisis de la guerra como una guerra imperialista por parte de Gran Bretaña, como ya explicamos en profundidad. Por otro lado, el hecho de que hubiera una dictadura militar en Buenos Aires tampoco alteró nuestra opinión sobre la guerra, de la misma forma que la existencia del régimen Nazi en Alemania no cambiaba la naturaleza imperialista de la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, los marxistas británicos calificamos la guerra como imperialista. Espero que ahora esté suficientemente claro.

La cuestión es que los imperialistas británicos utilizaron cínicamente los crímenes de la Junta y la opresión de los habitantes de las islas como un pretexto para enviar la flota. Estábamos obligados a responder a estos argumentos, que tuvieron un cierto efecto en las masas británicas. La realidad es que en Gran Bretaña no había demasiado entusiasmo por la guerra. Pero el argumento de una dictadura fascista que oprimía a los habitantes de la isla tuvo un efecto y era necesario responder.

¿Cómo respondimos? Nosotros dijimos: es verdad que la Junta es un régimen monstruoso. Pero la clase dominante británica estaba a favor de este régimen. Eran los mejores amigos hasta la invasión, hasta que Thatcher y compañía de repente “descubrieron” que era una dictadura fascista que torturaba y asesinaba a la gente. No podemos tener ninguna confianza en los tories y la clase dominante. A los dirigentes laboristas les dijimos: romped el frente único con los tories. Exigimos elecciones generales y defendimos la consigna: un gobierno laborista con un programa socialista.

A los trabajadores británicos les dijimos: sí, la Junta también es nuestro enemigo. Pero los imperialistas británicos no pueden defender en ninguna parte los intereses de la clase obrera. La clase obrera debe tomar el poder en sus manos y entonces estará en posición de hacer una guerra revolucionaria contra la Junta. Haremos un llamamiento a nuestros hermanos y hermanas de Argentina para que se levanten contra la dictadura y les ayudaremos. Además, propondremos una federación socialista de Gran Bretaña y Argentina que una a los dos pueblos. Entonces, la cuestión de las Malvinas se puede resolver de forma amistosa sobre bases libres y voluntarias.

Luis Oviedo se ríe ante la idea de una guerra revolucionaria. Claramente no es consciente de que ésta fue la posición de Lenin durante la Primera Guerra Mundial. Los bolcheviques defendían para Rusia la posición del derrotismo revolucionario. Se negaron a apoyar la guerra imperialista y en su lugar defendían la revolución. Explicaron incesantemente a los trabajadores y campesinos rusos que el principal enemigo estaba en casa. Pero ya en 1915 Lenin señaló que si los trabajadores rusos llegaban al poder, entonces la naturaleza de la guerra cambiaría. Una república rusa de trabajadores tendría el derecho a llevar a cabo una guerra revolucionaria contra la Alemania del Káiser. En tal caso sería permisible que el Ejército Rojo utilizara métodos militares para ayudar a la revolución alemana. También debemos recordar que Trotsky estaba a favor de que el Ejército Rojo interviniera contra Alemania después de la victoria de Hitler.

La idea de una guerra revolucionaria ya estaba inscrita en la bandera del Partido Bolchevique antes de 1917. Por supuesto, la condición previa era que los trabajadores rusos tomaran el poder. Nosotros defendimos la perspectiva de un gobierno obrero en Gran Bretaña que llevara a cabo una guerra revolucionaria contra la Junta, mientras que hacía un llamamiento a la clase obrera argentina para que se levantara. En estas condiciones, dijimos, habríamos estado de acuerdo en luchar contra la Junta, pero nunca bajo la dirección de la burguesía. Esta era exactamente la misma idea que Lenin planteó en 1915-16.

El compañero Oviedo habla mucho del derecho de autodeterminación pero en ningún momento dice en qué consiste ese derecho. El derecho de autodeterminación es para gente, no para rocas. No podemos apoyar cada aventura militar iniciada por la burguesía de los antiguos países coloniales destinada a conquistar la tierra y las fuentes de materias primas. Luis Oviedo se queja de que describimos como una anexión la invasión de las Malvinas. ¿Cómo se puede llamar de otra forma cuando toda la población de las islas se oponía a ello? ¿Una liberación? ¿Qué tipo de liberación es la que elimina todos los derechos democráticos de los que disfrutaba esta población, reduciéndola a la misma servidumbre que “disfrutaba” el resto de la nación argentina? ¡Qué burla!

¿Podemos hacer ahora una pregunta? ¿Qué sugiere Luis Oviedo que debería haberse hecho con la población de las Malvinas? A esta pregunta no responde. No es cierto que nuestra actitud hacia la guerra estuviera determinada por esta cuestión. Eso sería completamente incorrecto. ¿Pero es correcto por parte de Argentina ignorar y pisotear los derechos de estas personas? Semejante sugerencia iría en contra de la letra y el espíritu del internacionalismo proletario. La respuesta es muy simple. Sobre bases capitalistas no es posible una solución equitativa a la cuestión nacional. Eso necesariamente implica la violación de los derechos de uno u otro grupo nacional. Sólo la clase obrera tomando el poder puede conseguir una solución justa y democrática al problema nacional. Esa es la única solución.

Nosotros denunciamos la aventura militar de Thatcher en el Atlántico Sur y expusimos la hipocresía de la clase dominante británica que mantenía excelentes relaciones con la Junta, hasta que esta última invadió las islas, sólo después descubrió que la Junta era “fascista”, que asesinaba y torturaba. Thatcher y sus compinches no estaban interesados en el destino de los habitantes de las islas, lo utilizaron demagógicamente para influir en la población británica y que ésta aceptara la guerra. Por lo tanto, estábamos obligados a tener en cuenta esta cuestión en nuestra propaganda pública.

¡Ah! dice Luis. ¿Y por qué Woods no exigió la retirada del ejército británico de las Malvinas para dar la independencia a los habitantes de las islas? Este es un argumento bastante peculiar. En primer lugar, nadie ha dicho jamás que los habitantes de las Malvinas constituyan una nación o defendido que puedan formar un estado independiente. En segundo lugar, debemos recordar que los marxistas no están obligados a defender la independencia, sino sólo el derecho de autodeterminación, es decir, el derecho a que un pueblo concreto decida si quiere vivir dentro de las fronteras de un estado determinado.

En cuanto a los habitantes de las islas, todo lo que podemos decir es que deberían tener el derecho a decidir libremente en que Estado desean vivir. “¡Pero decidirán seguir siendo británicos!” se quejará Luis. Quizás. Pero ante esto Luis Oviedo no puede hacer demasiado. Aunque este resultado no es en absoluto seguro. Una Argentina capitalista no tendrá ningún atractivo para la población de las islas, pero la cuestión sería diferente con una Argentina socialista.

La clase obrera, como explicaba Lenin, defiende una democracia que excluye la retención forzosa de cualquier grupo de gente dentro de las fronteras de un estado. Esa es precisamente la base del principio leninista del derecho de autodeterminación. La idea de que resulta aceptable obligar a anexionarse a un grupo de la población contra su voluntad es una abominación y no tiene nada en común con el marxismo leninismo. Eso se aplica a los habitantes de habla inglesa de las Malvinas y para todos los demás.

El compañero Oviedo se cree muy listo cuando en realidad a cada paso sólo tropieza en nuevos errores y contradicciones. La reivindicación de retirada de las tropas surgiría en una situación colonial normal, donde la población se sintiera oprimida por un ejército extranjero de ocupación. Pero esta no es una situación colonial normal. La población de las islas, enfrentada a la realidad de una brutal ocupación militar por parte de un régimen dictatorial, como era de esperar, reaccionó contra el gobierno argentino. Ante esa perspectiva prefería la presencia de los soldados británicos. ¿Resulta esto sorprendente? Con 30.000 víctimas de la Junta hay que admitir que no.

La oposición al dominio colonial es la oposición a la opresión nacional. Pero en el momento de la invasión, la población de las islas era enteramente británica. Si hubiera existido una minoría argentina en las islas que hubiera estado oprimida, entonces habríamos tenido que tener eso en cuenta. Pero en el momento de la invasión no había un solo argentino viviendo en las islas. Hacer una analogía con los colonos franceses en Argelia es falso, porque los colonos eran una minoría de la población, la mayoría estaba formada por árabes oprimidos. Era una situación completamente diferente a la que existía en las Malvinas en vísperas de la invasión.

Los habitantes de las islas no era una población colonialmente oprimida. Todo lo contrario, lo que temían era ser oprimidos por la Junta y esos temores eran fundados, porque la Junta estaba oprimiendo a su propio pueblo. ¿En nombre de qué intereses se les iba a privar a esta gente de sus derechos más elementales? ¿Qué había de progresista en esclavizar a la población que vivía en estas islas? ¿A quien habría beneficiado si la Junta hubiera triunfado en su aventura militar? Estas cuestiones concretas ni siquiera las tiene en consideración Luis Oviedo. Su sabiduría empieza y termina con la desnuda afirmación: “Las Malvinas pertenecen a Argentina”.

Aceptemos en interés de la discusión que esto es así. ¿Cómo podemos conseguir que las Malvinas se unan a Argentina? ¿Por la fuerza? Aparte de que la incorporación forzosa de gente a un estado al que no desean pertenecer nunca ha sido la posición de los marxistas, la solución militar se ha intentado y ha fracasado. Veintidós años después las Malvinas siguen firmemente bajo el control británico y no hay cambio de la situación a la vista. Todas las diatribas patrióticas y ondear de banderas en el mundo no cambiarán esto. ¿Qué solución propone el PO para resolver el problema? Nada. Y esto no es en absoluto sorprendente ya que sobre bases capitalistas no hay solución posible.

La verdad es siempre concreta. Los socialistas (e incluso los demócratas consecuentes) defienden una solución de las disputas nacionales a través de la unión voluntaria de los pueblos. Pero sobre las bases actuales para la población de las islas la idea de unirse a Argentina no tiene ningún atractivo. Políticamente, después de la experiencia de 1982, ningún gobierno en Londres podría aceptar la entrega de las islas a Argentina mientras los habitantes de las islas estén en contra. La única forma de convencer a la población de las islas que se unan a Argentina es que los trabajadores argentinos tomen el poder en sus manos y establezcan una democracia obrera. Eso abriría el camino para una federación voluntaria. Con este acuerdo los habitantes de las islas tendrían muchas ventajas. Una vez que estuvieran convencidos de que sus derechos e idioma no estarían amenazados, aceptarían voluntariamente esa unión. Y desde un punto de vista marxista, una unión voluntaria es la única clase de unión en la que estamos interesados.

El marxismo y la autodeterminación

Los nacionalistas burgueses de los antiguos países coloniales siempre están intentando hacer sonar los tambores de la “unidad nacional”. Intentan defender que la clase obrera debe dejar a un lado sus intereses y unirse a ellos en la supuesta “lucha contra el imperialismo”, algo que es incapaz de realizar la burguesía nacionalista. Uno de los principales argumentos es que debemos tener una solución inmediata y “práctica”, que normalmente significa la guerra.

Sobre esta cuestión, Lenin escribió lo siguiente:

“La burguesía, que actúa, como es natural, en los comienzos de todo movimiento nacional como fuerza hegemónica (dirigente) del mismo, llama labor práctica al apoyo a todas las aspiraciones nacionales. Pero la política del proletariado en el problema nacional (como en los demás problemas) sólo apoya a la burguesía en una dirección determinada, pero nunca coincide con su política. La clase obrera sólo apoya a la burguesía en aras de la paz nacional (que la burguesía no puede dar plenamente y es viable sólo si hay una completa democratización), en beneficio de la igualdad de derechos, en beneficio de la situación más favorable posible para la lucha de clases. Por eso, precisamente contra el practicismo de la burguesía, los proletarios propugnan una política de principios en el problema nacional, prestando a la burguesía siempre un apoyo sólo condicional. En el problema nacional, toda burguesía desea o privilegios para su nación o ventajas exclusivas para ésta; precisamente eso es lo que se llama «práctico». El proletariado está en contra de toda clase de privilegios, en contra de toso exclusivismo. Exigirle «practicismo» significa ir a remolque de la burguesía, caer en el oportunismo”. (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Moscú. Editorial Progreso. 1981)

Hay que observar que Lenin dice que existen condiciones determinadas en las que es permisible que la clase obrera de los países coloniales o semi-coloniales den un apoyo condicional a la burguesía. ¿De qué condiciones hablaba Lenin? Está claro que hablaba de la lucha de liberación nacional contra el imperialismo, la lucha de los pueblos oprimidos por la autodeterminación y la independencia nacional.

Los marxistas británicos siempre han defendido firmemente la libertad de las colonias que tenía el imperialismo británico en África, Asia y Oriente Medio. Era nuestro deber internacionalista y en cada caso lo cumplimos rigurosamente. La acusación de que éramos de alguna forma “socialistas coloniales” es simplemente ridícula.

La defensa del derecho de autodeterminación era, y sigue siendo, nuestra posición. La defensa del derecho de autodeterminación no está condicionada por la naturaleza del régimen. Defendimos a Abisinia contra la Italia de Mussolini, a pesar del régimen feudal reaccionario de Haili Selassi. El pueblo abisinio estaba llevando a cabo una guerra de liberación nacional contra la esclavización extranjera. Incluso si la potencia ocupante fuera democrática en lugar de fascista, los marxistas habrían tenido que apoyar a Abisinia.

El caso era similar en Brasil durante los años treinta, que algunas personas erróneamente han citado para trazar un paralelismo con la guerra de las Malvinas. Trotsky explicó que los marxistas tendrían que apoyar a Brasil frente al imperialismo británico, aunque el país estuviera gobernado por el régimen fascista de Vargas.

¿Es correcto hacer una analogía de lo que escribió Trotsky en los años treinta con relación a Brasil y la guerra de las Malvinas? En aquella época, Trotsky estaba considerando la posibilidad de un acto de agresión del imperialismo británico contra Brasil, que implicaba la invasión y la esclavización colonial de Brasil por parte de Gran Bretaña. En tales circunstancias, explicaba Trotsky, los marxistas tendrían que defender a Brasil, incluso aunque estuviera bajo una dictadura fascista. Todo esto es correcto y es ABC para los marxistas.

¿Pero era este el caso en la guerra de 1982 entre Gran Bretaña y Argentina? ¿Era esta realmente una guerra de conquista, ocupación y esclavización colonial de Argentina? No lo era. La naturaleza de la ocupación de las Malvinas por parte de la Junta fue muy bien explicada por Jorge Altamira y hay poco que añadir a lo que él dijo. Era una guerra reaccionaria por ambas partes. No beneficiaba a los trabajadores ni de Gran Bretaña ni de Argentina. Por lo tanto, exigir que deberíamos haber apoyado a uno de los grupos de bandidos frente al otro es algo totalmente incorrecto.

La guerra era reaccionaria, una guerra imperialista por parte de Gran Bretaña y el deber de los marxistas británicos era el de oponerse a su propia burguesía. Por su parte, los marxistas argentinos tenían el deber de oponerse a la burguesía argentina y a sus agentes en la Junta. Exigir, en este caso concreto, que los marx