El Partido de los Trabajadores (PT) nace como un partido de la clase obrera a partir de las luchas sindicales de los años 70, con independencia clasista y a su vez un programa socialista (aunque incompleto). Sin embargo, la ausencia del debate ideológico dentro del partido brindó espacios para el fortalecimiento de un ala reformista, que ya antes de la toma del poder, en el año 85, aprueba un programa “democrático popular” en el cual se afirmaba la necesidad de una etapa capitalista democrática.

Ya en el poder, el gobierno de Lula  se abstuvo de introducir cambios radicales. Los altos costos de los productos de exportación garantizaban llevar a cabo políticas de corte keynesiana, ampliando así la oferta de crédito, permitiendo la entrada de capitales foráneos e inyectando dinero público en la economía. Sin embargo, la contracción de los mercados de los cuales depende la economía brasileña y la baja de los precios de los productos exportados han hecho inviable la prosecución del modelo y desatado la lucha de clases latente en la sociedad brasileña.

Es así como desde 2013 hemos sido testigos de grandes manifestaciones populares, una de ellas por el aumento del pasaje, huelgas masivas como la de los conductores y el sector de la construcción en 2014 y los metalúrgicos, trabajadores de la VW, la Mercedes Benz y el sector de educación en el 2015.

Por su parte, el partido se aleja cada vez más de su programa original y evita el debate ideológico que le permitiría reorientarse. Se dan expulsiones de dirigentes críticos para acabar con las corrientes más a la izquierda, entre ellos,  Heloísa Helena de la corriente Acción Popular Socialista que salen en 2004 para  conformar el PSOL (Partido Socialismo y Libertad).

Durante el gobierno de Dilma la situación ha empeorado, las elecciones en 2014 contra Aécio Neves (PSDB) fueron la última advertencia, más el partido ya no está en condiciones de cambiar, por el contrario ha cometido la peor estafa electoral, nombrando como ministro de finanzas al derechista y uno de los artífices del programa de su adversario, Joaquín Levy quien ha implementado una política de recortes y austeridad. Por otro lado, se realizan los más duros ataques contra la clase trabajadora, aprobando el proyecto de ley 4330 el cual transforma la relación laboral entre el patrón y los trabajadores en una relación individual entre personas jurídicas, desmonta reivindicaciones obtenidas y abre las puertas a una tercerización desmedida.

Según Lula, “Ganamos las elecciones con un discurso y nuestros adversarios perdieron las elecciones  con un discurso. Más la impresión que damos a la sociedad es que adoptamos el discurso del que perdió. Eso es lo que está en la cabeza del pueblo”. Lo que para nosotros no deja de ser más que un juego del policía bueno y el policía malo.

Las bajas electorales y una posible derrota no son en todo caso, como dicen los burócratas, falta de conciencia del pueblo, que como vemos, ha estado movilizándose y exigiendo cambios a la izquierda, sino producto del accionar de los mismos dirigentes que han abandonado la lucha por el socialismo. Para Serge Goulart, quien fuera miembro fundador del PT y actualmente es dirigente de la Izquierda Marxista (Sección Brasileña de la Corriente Marxista Internacional), “Cuando un grande partido de izquierda abandona todo por lo que fue electo, eso provoca un desanimo en la militancia, los trabajadores y la juventud y los sectores de la derecha se sienten fortalecidos al ver la flaqueza del adversario”.

Alan Woods, dirigente de la Corriente Marxista Internacional, diría en uno de sus folletos “Toda mi experiencia me ha convencido que si se tienen las ideas correctas, siempre se podrá construir un aparato. Pero lo contrario no es verdad. Se puede tener el aparato más grande del mundo, pero si se trabaja sobre la base de teorías y métodos incorrectos se fracasará”.

EL PT ciertamente tiene un aparato gigante que ha aprovechado el control del estado para fortalecerse y afianzarse, conteniendo a su vez la lucha de clases a través de políticas corporativistas y reformas  (todas estas dentro del sistema capitalista) sostenidas por una bonanza económica. Sin embargo, el ala reformista del partido se ha engrosado de oportunistas de derecha y carreristas haciéndole perder toda base doctrinal y toda perspectiva revolucionaria por lo cual está condenado al fracaso.

Las masas, que se manifestaron en contra de un discurso abiertamente neoliberal (votando por el PT contra el PSDB) han de buscar, luego de la traición, nuevos causes revolucionarios.  El PT ya no puede sostener, sin aplicar medidas de austeridad, el orden del sistema. Y son precisamente estas medidas las que movilizarán a las masas en defensa de las reivindicaciones alcanzadas y hacia la revolución. Trotsky dijo: «El partido por el cual vota todo el mundo, excepto la minoría que sabe por quién vota, no es un partido». Hoy, quizá sea una minoría la que sabe por quién vota, mas los causes ya están abiertos, la juventud no quiere más PT, los trabajadores desafían a los dirigentes sindicales complacientes y el pueblo llena las calles en busca de ideas correctas con las cuales hacer la revolución.

En la historia no son pocos los casos de degeneraciones de todo tipo y virajes en los partidos. Tómese como ejemplo el viraje revisionista de Bernstein, La bancarrota de los partidos socialdemócratas, la burocratización de los estados obreros y el dogmatismo de los partidos comunistas adictos al PCUS. Más recientemente vemos casos como el del PSOE en España, que ha abandonado toda lucha por el socialismo y ha dado paso a PODEMOS y los frentes populares. Así mismo, el PASOK griego ha sido abandonado por las masas que han confluido en Siriza (Respecto al cual recomendamos leer los artículos de nuestra página web).

Los que parecen meros ejemplos escogidos maliciosamente no son tales, se nos presenta entonces una ley de la cual tenemos que aprender. En periodos de auge económico, los partidos reformistas (o con fuertes tendencias reformistas en su seno) pueden sobrellevar políticas de corte keynesianas y corporativistas sin realizar cambios profundos (estando en el poder) o luchar por mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora (siendo oposición). Sin embargo, al sobrevenir las crisis propias del modelo capitalista quedan dos opciones: Aplicar medidas de ajuste y austeridad o profundizar el proceso revolucionario tomando el control de las palancas de la economía. De no tomar el camino de la revolución, estos partidos serán sobrepasados por el movimiento de las masas que buscará los medios para organizarse.

Es por ello que en abril del presente año, la Esquerda Marxista, en su congreso anual, ha votado por unanimidad salir del PT y ha llamado a la conformación de un frente de izquierda para defender los intereses de la clase trabajadora, no porque hayan cambiado su línea política, sino precisamente para mantenerla frente a un partido que ha traicionado al pueblo.