El Senado de Brasil acaba de votar por una mayoría de 55 votos a 22 destituir a la Presidenta Dilma Rousseff. Michel Temer, el vicepresidente y miembro del partido burgués PMDB, está haciendo ahora los preparativos para formar un nuevo gobierno de la derecha. Esto marca el final de un largo período de relativa estabilidad política en Brasil. La economía está en su peor recesión desde la década de 1930. Es en este contexto que podemos entender los recientes cambios y giros dramáticos en la situación política.

Los marxistas nos oponemos totalmente a la destitución de Dilma, puesto que comprendemos muy bien las fuerzas de clase que están detrás de esto y por qué lo están haciendo. Sin embargo, nuestra oposición a la destitución de ninguna manera implica el apoyo al gobierno de coalición de Dilma con partidos burgueses o a sus medidas de austeridad contra la clase obrera.

 

 

Hay dos factores importantes que han llevado a la gran mayoría de los políticos burgueses en Brasil a actuar para remover a Dilma, uno es la grave crisis económica que enguye a Brasil y el otro es la investigación en curso por corrupción sobre el 60% de los actuales diputados en el Congreso, el Parlamento brasileño. Al destituir a Dilma y llevarla a juicio, esperan enterrar las investigaciones y escapar de ser llevados ellos mismos a juicio. Pero primero vamos a esbozar la crisis económica.

La crisis económica

Brasil no se vio afectado de la misma manera que Europa o América del Norte por la crisis de 2007-08. En 2008, el crecimiento fue del 5,1%, que se desaceleró bruscamente hasta el -0,1% en 2009, y luego se recuperó de manera significativa al 7,5% en 2010. Esto siguió a los acontecimientos en China, donde en 2009 se produjo una desaceleración significativa en la tasa de crecimiento, pero después sobre la base de un programa de gasto público masivo y un gran bombeo de crédito, la economía china se recuperó muy rápidamente. Esto tuvo el efecto de amortiguar en muchas partes de la economía mundial las secuelas de las crisis europeas y norteamericanas. Esto explica el crecimiento continuado en muchos países latinoamericanos, especialmente Brasil, que estaban operando a gran escala con China.

 

Hasta hace poco Brasil estaba en auge, con una tasa media de crecimiento anual del PIB del 3,5 por ciento entre 2000 y 2013, con su punto más alto del 7,5 por ciento en 2010. Todo esto terminó en 2013, cuando la economía brasileña se paró súbitamente con un crecimiento de sólo el 0,1%, seguido de una caída del 3,8% el año pasado, a la espera de que se produzca una nueva caída del 3,5% en 2016.

En septiembre del año pasado la deuda de Brasil fue rebajada al nivel de basura por Standard & Poor, aumentando los temores de que Brasil no pudiera pagar. En respuesta a esto, el gobierno anunció un nuevo paquete de austeridad con recortes del gasto público de 17 mil millones de dólares, por encima de lo que ya había anunciado a principios de año. En estas condiciones, el real se devaluó un 30% frente al dólar, alimentando la inflación que se disparó al 7,4%. Esto ha estado comiéndose el poder adquisitivo real de los trabajadores. Este alto nivel de la inflación significa que el banco central no puede disminuir el tipo de interés, que es lo que las empresas requerirían para facilitar los préstamos y la inversión. De hecho, la inversión ha estado cayendo a lo largo de este período. Por lo tanto, la única respuesta que podía llegar del gobierno era recortar masivamente el gasto público y aumentar los impuestos, agravando aún más la desaceleración económica.

Mientras que la economía estaba en auge, el gobierno del PT podía hacer algunas concesiones, como también los patrones. El auge permitió a los líderes sindicales un cierto margen de maniobra en la medida que los patrones podían permitirse el lujo de hacer concesiones más grandes de lo que de otro modo habrían podido afrontar. Con una economía en expansión y con el PT en el gobierno se podían alcanzar acuerdos con los sindicatos, y la derecha podía tolerar al gobierno, al cual, sin embargo, nunca consideraron como propio.

El cambio en la situación económica ha sido dramático. En la región de Sao Paulo solo, un área con 40 millones de habitantes, más de 4.000 fábricas han cerrado desde que esta crisis estalló, con el anuncio diario de cierres de fábricas. El desempleo oficial a principios del año 2014 era del 4,8%, pero ahora se ha disparado hasta el 10,9% (marzo de 2016) y se espera que siga aumentando a más del 11% en junio de este año.

Impactos de la desaceleración de China en Brasil

La conexión de la economía brasileña con China ha sido como una espada de doble filo. Por un lado, las exportaciones brasileñas a una China en auge, además de la inversión china en Brasil, fueron los principales factores que contribuyen al crecimiento de Brasil. Pero la otra cara de esto era también una apertura del mercado brasileño a los productos chinos más baratos y competitivos. La penetración de los productos chinos en el mercado brasileño creció significativamente desde mediados de la década de 2000 en adelante, y en algunos sectores esto ha llevado al cierre de muchos productores nacionales con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.

China también ha estado desplazando a los productores brasileños de sus mercados tradicionales de América Latina como Argentina y Chile. Esto ha afectado a una amplia gama de industrias y no sólo de baja tecnología o de productos de mano de obra intensiva, sino también a sectores de alta tecnología, tales como productos electrónicos, teléfonos móviles, etc.

«La Confederación Nacional de la Industria [la organización patronal de Brasil] informa de que más de un cuarto de las empresas brasileñas se enfrentan a la competencia de los productos chinos en el mercado nacional, y que esta proporción se eleva a más del 40% en las grandes empresas. Más de la mitad de los exportadores brasileños compiten con los productos chinos en sus mercados de exportación». (La manufactura brasileña frente a la competencia china).

En los períodos de expansión, incluso los países con un menor nivel de productividad del trabajo podían encontrar un hueco en el mercado mundial para sus exportaciones, pero en el período de severa disminución mundial, los más aptos sobreviven y los otros se hunden. China en 2014 tuvo una tasa de crecimiento en la productividad del 7 por ciento – fue del 9,5 por ciento promedio entre 2007-2012 – Brasil, mientras, sólo alcanzó el 0,3% en 2014, por debajo del 1,8 por ciento de 2013. [Fuente: Productivity Brief 2015]

Esto plantea un gran dilema a la burguesía brasileña. Si han de permanecer en el mercado mundial como exportadores de productos industriales tienen que recortar el coste de producción. Para que los capitalistas brasileños sean más competitivos en el mercado mundial necesitan aumentar la productividad mediante una mayor inversión y las denominadas «reformas», como The Economist ha planteado: «reformas económicas muy necesarias», lo que quiere decir la destrucción de las conquistas de la clase trabajadora brasileña ganadas en décadas de lucha.

La tasa de inversión de China el año pasado – a pesar de que comenzó a caer – fue de alrededor del 46% del PIB, mientras que en Brasil fue inferior al 20%. Esto revela la debilidad de la burguesía brasileña en relación con los chinos. A este ritmo, la diferencia de productividad entre los dos países aumentará aún más, lo que agrava los problemas de los capitalistas brasileños.

El problema es que en condiciones de mercados a la baja, es decir, de caída de las ventas, el incentivo para invertir es aún más débil. Por lo tanto, la burguesía brasileña se ve obligada a descargar el peso de la crisis sobre los hombros de la clase obrera brasileña, lo que significa ataques contra los salarios, las condiciones, jornada, etc., así como un ataque contra el «salario social», con los recortes del gasto en salud, pensiones y educación. En efecto, esto significa exprimir más aún a la clase obrera, con la extracción de más plusvalía, con una transferencia de riqueza de los trabajadores a los capitalistas.

Este es un elemento importante en la comprensión del procedimiento del juicio político y destitución de Roussef. Teniendo en cuenta lo que las condiciones del mercado mundial imponen a los capitalistas brasileños, requieren un gobierno de derechas de línea dura, que elimine las sutilezas en la negociación con los sindicatos. Los burgueses están en pie de guerra contra los trabajadores de Brasil. Ellos tienen la intención de quitarles todo lo que han concedido en el pasado. Esto abre un período de lucha de clases renovada e intensa en Brasil.

Enterrando las investigaciones sobre corrupción

Como señalamos anteriormente, la crisis económica, sin embargo, no es la única razón que ha empujado a los políticos burgueses brasileños a moverse rápidamente para eliminar al PT del gobierno. Hay otra muy buena razón: la mayoría de ellos están bajo investigación por una forma de corrupción u otra en las famosas investigaciones Lava Coches (Lava Jato) del Tribunal Supremo.

Eduardo Cunha, un diputado del PMDB y presidente del Parlamento, después de enfrentarse a las investigaciones por corrupción, junto con muchos otros parlamentarios, había pedido al gobierno que pusiera fin a las investigaciones, pero Dilma no podía hacer esto, ya que se habría expuesto totalmente a los ojos de su propia base electoral. Cunha no se lo puso más fácil a Dilma con sus constantes arrebatos reaccionarios, como por ejemplo sus declaraciones homófobas sobre los homosexuales que son parte de la «obra del diablo». De hecho, es un evangelista reaccionario extremo. Fue debido a la negativa de Dilma a poner fin a las investigaciones en curso contra los parlamentarios corruptos que éstos reaccionarios decidiendo actuar contra ella.

La argumentación de los líderes del PT fue que se estaba preparando un «golpe», para terminar con la democracia, y que todos debían unirse contra el «fascismo», y en contra de un retorno de la dictadura. El proceso de destitución de Dilma no era un «golpe de Estado», como algunos han afirmado. Esto no era más que un intento de la dirección del PT de reunir apoyo para el gobierno de dentro del movimiento obrero. No hay fascismo aquí ni fin inminente de la democracia burguesa. Es una maniobra dentro de las instituciones del estado burgués, que es vista por las masas como antidemocrática. Es una acción de la burguesía para liberarse del gobierno del PT en un momento en el que pensaban que el colapso del apoyo popular a Dilma haría esto más fácil.

En realidad, el llamamiento a la unidad contra el fascismo fue un intento de agrupar fuerzas alrededor del gobierno de Dilma para permitirle continuar con sus medidas de austeridad contra la clase trabajadora, un programa por el que ella no fue elegida. Ella se presentó con un programa y una vez elegida llevó a cabo exactamente lo contrario. Esto expone la farsa de la democracia burguesa: se puede prometer una cosa y luego hacer lo contrario después de ser elegido, y las masas no tienen manera de controlar al gobierno.

Esto explica por qué las masas no estaban con Dilma. El 18 de marzo hubo hasta 400.000 en las calles de Sao Paulo contra el llamado «golpe de Estado», en contra del proceso de destitución de Dilma, pero esas mismas masas no estaban apoyando al gobierno. El 18 de marzo fue una reacción contra la movilización del 13 de marzo de la derecha a favor de la destitución. Fue una contra-revolución en las calles que provocó las fuerzas de la revolución. El movimiento contra la destitución refleja un odio ardiente de los trabajadores y los pobres hacia la derecha, que ha estado provocándoles constantemente.

La derecha tenía de su parte los «tecnicismos» legales para proceder al juicio político. El año pasado Cunha, utilizando su posición como presidente del Congreso, pidió al Tribunal de Cuentas de Brasil que investigara si Dilma había «mentido» sobre el déficit presupuestario de 2014, y si ella había usado dinero de los bancos estatales para cubrir el déficit, ocultando de este modo lo grande que era éste en realidad.

Esta es la razón por la que los partidos burgueses estaban enojados. Al jugar con las cifras de déficit, Dilma pudo presentar la economía en un estado más saludable de lo que realmente estaba, y ella usó esto en la campaña electoral de 2014 para derrotar por poco al candidato presidencial de la derecha, Aecio Neves.

El Tribunal de Cuentas declaró que Dilma de hecho había «mentido», y esto dio al Congreso la excusa técnica que permitió iniciar el proceso de destitución. Curiosamente, el Tribunal Supremo está investigando si Dilma cobró en realidad sobornos de Petrobras, la gran empresa estatal de petróleo, para financiar su campaña electoral, pero sólo dará a conocer los resultados a finales de este año. Este sería un problema mucho más serio que maquillar las cuentas del déficit, pero no ha sido utilizado en el proceso de destitución. Se podría especular la razón de esto en el hecho de que la gran mayoría de los diputados que votaron por el juicio político están ellos mismos implicados en este mismo tipo de corrupción, así que ¿para qué levantar la tapa de este pozo negro que podría también llamar la atención sobre todos los demás casos similares que implican a todos estos parlamentarios?

La ironía de esta situación es que el PMDB, el partido de Temer, fue el mayor aliado del gobierno de Dilma hasta ahora. Cunha es también del PMDB. Este partido fue presentado por los líderes del PT como un partido «progresista» en el que los trabajadores podían confiar. Esto demuestra que los burgueses han decidido que ya no  necesitan los servicios de los líderes del PT, y ahora que se han vuelto impopulares los están echando del gobierno.

El punto es que ellos podían haber encontrado un detalle técnico como éste para proceder contra Dilma hace mucho tiempo. Así ¿por qué precisamente ahora todos los partidos burgueses, tanto los que estaban en el gobierno como en la oposición, han decidido avanzar en esta dirección? Hay dos razones muy buenas. Una de ellas es la reciente desaceleración económica en Brasil y la otra es para encubrir un escándalo de corrupción mucho mayor y más importante que implica a un 60% de los actuales parlamentarios que se sientan en el Congreso.

Por lo tanto, como Dilma no quiso entrar en su juego de encubrir las investigaciones de corrupción en su contra, se han movido por muy buenas razones personales, para salvar sus propias carreras políticas, en un intento de forzar un acuerdo que finalmente entierre toda la investigación.

La creciente impopularidad de Dilma y Lula

Lo que ha incrementado la determinación de la derecha para eliminar a Dilma ha sido su gran colapso de apoyo popular, que, irónicamente, se debe a su intento de satisfacer las demandas de los patrones mediante la imposición de la austeridad.

En su campaña electoral de 2014, Dilma, con la ayuda de Lula, había virado a la izquierda, vistiendo camisetas rojas, y levantando una retórica izquierdista contra la derecha. Para ganar la segunda vuelta en octubre de 2014, la dirección del PT presentó una cara de izquierdas, saliendo contra las privatizaciones, etc. Afirmaron que los puestos de trabajo, los salarios y las prestaciones sociales estaban bajo amenaza si la derecha ganaba las elecciones.

Pero una vez elegida – con una ligera mayoría – Dilma se movió muy rápidamente para aplicar la austeridad y llevó a cabo precisamente ¡lo que había advertido que haría la derecha! Dilma comenzó a aplicar el programa de la burguesía. Ella sentó a representantes directos de la burguesía en el gobierno, tales como Levi, un director de banco.

La destitución, por tanto, no es un movimiento en contra de «un gobierno de izquierdas», que está actuando en interés de la clase obrera. Dilma ya estaba llevando a cabo una política de austeridad. El año pasado ella explicó la necesidad de que todos tenían que apretarse el cinturón. El déficit presupuestario alcanzó el 6,75% del PIB, duplicando el del año anterior, y ella explicó la necesidad de recortes en el gasto público y que: «hay que dividir parte de este esfuerzo entre todos los sectores de la sociedad.» En realidad, esto significaba que pagaran los trabajadores y los pobres.

Tan sólo a las dos semanas de ser elegida – en octubre de 2014 – ella dió un giro de 180 grados y el apoyo popular al gobierno colapsó. De acuerdo con la agencia de sondeos Datafolha, el índice de aprobación de Dilma se redujo del 42% en diciembre de 2014 al 23% en marzo de 2015, y el índice de popularidad más reciente (marzo de este año) la puso en un mero 11%.

Mientras Dilma estaba anunciando la necesidad de más austeridad, un juez del Tribunal Supremo publicó los nombres de los políticos que podrían investigarse en relación con una trama de soborno enorme en Petrobras (Lava Jato), incluyendo muchos diputados y senadores, la mayoría de ellos relacionados con las autoridades. Esto también involucró directamente a Lula, que fue sorprendido en casos de corrupción.

La verdad es que no había caso legal real contra Lula en términos de su participación directa en la corrupción, pero un juez se dirigió a la prensa, hizo declaraciones sobre el caso, y también hubo altos directivos y otros jefes importantes de la compañía detenidos, y luego se les ofreció un trato en el que si colaboraban – es decir, si acusaban a las personas adecuadas – obtendrían sentencias menores. Así que hicieron confesiones que involucraban a Lula. Fue un escándalo absoluto en términos de procedimiento legal, incluso desde un punto de vista burgués.

Así, en marzo de este año, Lula fue detenido de manera teatral para ser interrogado en lugar de ser convocado al despacho del juez, lo que habría sido el procedimiento usual. Sin embargo, Lula había sondeado ser nombrado ministro por Dilma como medio legal de evitar la investigación. Esto dio la impresión de que tenía algo que ocultar y que estaba usando esto como una estratagema para escapar de la justicia.

Vale la pena señalar, sin embargo, si ha aceptado sobornos directamente o no, que desde que Lula dejó el cargo en 2011 ha conseguido por lo menos 20 millones de dólares en «pagos por realizar conferencias», de la misma manera que Bill Clinton y Tony Blair, que, una vez fuera del gobierno, dieron la vuelta al mundo dando discursos a cambio de cientos de miles de dólares en honorarios. Este es un medio «legal» por el cual la burguesía paga los servicios prestados por estos políticos. Esto significa que Lula ha acumulado gran riqueza personal a espaldas del movimiento de los trabajadores brasileños que construyeron el PT desde la nada a través de un poderoso movimiento de los trabajadores del metal a finales de los 70. En estas condiciones, la popularidad de Lula también se vio mermada, aunque ahora que la derecha ha maniobrado tan abiertamente en contra del PT, Lula podría ser utilizado de nuevo en una etapa posterior, para ser usado en el futuro como un intento de calmar el movimiento de revuelta que surja desde abajo.

Antecedentes del escenario actual

Este es el trasfondo del proceso de destitución. Fue en condiciones de una fuerte desaceleración económica repentina y la caída de popularidad de Dilma, a principios de 2015, que comenzó el impulso del juicio político. Esto fue sólo unos meses después de su victoria electoral. La primera indicación de cómo iban a ser las cosas para Dilma llegó el 1 de febrero del año pasado, cuando Eduardo Cunha derrotó al candidato del PT para la presidencia del Congreso.

Esto era todavía en las primeras etapas y el principal partido burgués, el PSDB aún no estaba en campaña para la destitución. Su posición era desgastar a Dilma para las elecciones de 2018 y luego ir a por una victoria electoral de la derecha, lo que habría legitimado en términos parlamentarios la formación de un gobierno de la derecha. Estaban pensando en un escenario venezolano, donde finalmente la derecha podría «legítimamente» ganar las elecciones.

Esto estaba en línea con la posición de las potencias imperialistas y también reflejaba los puntos de vista del sector más inteligente y previsor de la burguesía brasileña. Los imperialistas estaban preocupados porque la acusación pudiera desencadenar fuerzas desde abajo. Esto ha sido confirmado por los movimientos estudiantiles generalizados que han tenido lugar antes, durante y después de la votación del 17 de abril en el Congreso que aprobó la destitución, antes de pasar al Senado. Ha habido protestas en Sao Paulo de hasta 20.000 estudiantes y en Río de Janeiro 100 escuelas fueron ocupadas por estudiantes, profesores y padres. En Sao Paulo durante las manifestaciones se lanzaron huevos al gobernador Geraldo Alckmin del PSDB, un individuo que también está conectado con el archirreaccionario Opus Dei.

En el período entre abril y septiembre del año pasado, los propietarios de los bancos estaban también contra el juicio político, al igual que los industriales en ciudades importantes como Sao Paulo y Río de Janeiro, al considerarlo «irresponsable». Sin embargo, las cosas cambiaron muy rápidamente ya que la crisis económica de Brasil empeoró, lo que obligó a los patrones a prepararse para una ofensiva seria contra la clase obrera.

El hecho es que la burguesía brasileña había perdido el control de sus propios representantes políticos parlamentarios y de sus partidos. Pero con el tiempo la burguesía brasileña también se vio obligada a deslizarse por la vía de la destitución, aunque los imperialistas a través de sus voceros como el Financial Times, The Washington Post etc. siguieron oponiéndose al juicio político y eran muy críticos con los políticos brasileños. Ellos ven el juicio político y la eliminación del actual gobierno como una provocación a las masas, la eliminación de cualquier legitimidad de cualquier gobierno futuro de la derecha, que podría provocar un auge de las fuerzas desde abajo.

Mientras tanto, la crisis económica continuó empeorando, y la derecha salió a culpar a Dilma. Se trata de la peor recesión en Brasil desde la década de 1930. Esto fortaleció aún más su decisión de ir al juicio político. Cada vez son más los políticos de derecha que comenzaron a presionar a favor del juicio político, por ejemplo, Aecio Neves, el candidato del PSDB en las elecciones presidenciales de 2014.

A mediados de 2015, comenzaron a ser promovidas las protestas callejeras organizadas por la derecha, a través de su control de los medios de comunicación. Se orquestó una campaña por los grandes medios de comunicación sobre la «corrupción» y luego los parlamentarios del PSDB también comenzaron a cambiar a favor del juicio político, y en septiembre / octubre el conjunto del partido ya se había desplazado totalmente a favor de esto. Así pues, el proceso oficial del juicio político se inició en diciembre de 2015.

Es importante plantear la pregunta: ¿qué capas de la sociedad están apoyando el juicio político? Los de las manifestaciones a favor de la acusación eran principalmente la base de los partidos de la derecha, capas de la clase media, elementos de extrema derecha, etc. La composición social de las manifestaciones de la derecha se destacaba por las encuestas realizadas, que revelaban que menos del 5% de los participantes ganaban menos de cinco veces el salario mínimo.

El estado de ánimo entre la clase obrera, por el contrario, fue revelado en San Bernardo, un bastión industrial metalúrgico tradicional, donde están las plantas de Volkswagen, Ford, General Motors, Fiat, entre otras. En las asambleas de los trabajadores fueron sometidas a votación dos resoluciones: una contra el juicio político y la pérdida de derechos democráticos, que obtuvo el apoyo unánime, y otra en defensa del gobierno Dilma, que fue bastante abucheada y silbada. Ni una sola asamblea de fábrica salió en apoyo del gobierno. Esto confirma la exactitud de la posición de los marxistas de la Esquerda Marxista en su oposición al juicio político pese a no dar ningún apoyo al gobierno.

Esta postura de los trabajadores se explica fácilmente si se recuerda que Dilma había estado recortando la prestación por desempleo, atacando las pensiones – incrementando el número de años que un trabajador tiene que trabajar con el fin de tener derecho a una pensión – y recortando en la seguridad social y el sistema de salud.

Se inicia la destitución

El 17 de abril, el Congreso votó por una gran mayoría destituir a la presidenta en ejercicio, Dilma Rousseff. Los procedimientos fueron orquestados por Eduardo Cunha, el Presidente del Congreso, un político extremadamente corrupto. Los fiscales que llevan la investigación de Lava Jato, afirmaron que tenían pruebas de que Cunha poseía cuentas bancarias secretas en Suiza para esconder grandes sumas de dinero que había recibido de sobornos.

No mucho tiempo después de la votación para destituir a Dilma en el Congreso, el 4 de mayo, el Tribunal Supremo de Brasil suspendió a Cunha de su cargo para que fuera acusado de «corrupción, intimidación a los legisladores, obstrucción a la justicia y abuso de poder». Lo que es de notar aquí es el papel del poder judicial a lo largo de todo este proceso. Podrían haber removido a Cunha hace mucho tiempo, pero decidieron dejarlo en su lugar hasta que hubiera impulsado el juicio político en el Congreso.

A continuación, Cunha fue sustituido por el Vicepresidente de la cámara Waldir Maranhão, que también está siendo investigado por el Tribunal Supremo por lavado de dinero y aceptar sobornos, y por estar involucrado en el escándalo de Petrobras. Maranhão pertenece a esa minoría de políticos burgueses que estaba en contra del juicio político. Había ignorado la línea de su propio partido cuando votó el 17 de abril contra el juicio político. Esto pone de relieve las divisiones que existen dentro de la clase dirigente de Brasil.

El lunes, 9 de mayo, Maranhão anunció la anulación de la destitución del 17 de abril aprobada por el Congreso, argumentando que había habido irregularidades durante el procedimiento de votación. Esto provocó el pánico en los mercados de Brasil, con el real cayendo un 4,6% en el día, y el índice bursátil de referencia Ibovespa cayendo hasta un 3,5%. Esto reveló que los inversores – o más bien los especuladores – quieren ver al PT fuera del gobierno tan pronto como sea humanamente posible, y que cualquier retraso en el proceso de juicio político podría poner esto en peligro. Los medios brasileños empezaron a decir que Maranhão había sido presionado por su Partido Progresista, de centro-derecha, alegando que habían amenazado con expulsarlo si no revocaba la anulación de la votación del lunes 17 de abril. Maranhao luego hizo otro giro y revocó la anulación previa, ¡todo sin explicar por qué!

En un intento de último minuto para evitar el juicio político, Dilma se dirigió a la Corte Suprema el martes – de nuevo tratando de involucrar al Poder Judicial – instándola a bloquear la votación programada en el Senado, pero aunque el Fiscal General había pedido a la Corte que anulara el juicio político, ésta se negó a hacerlo y confirmó los procedimientos parlamentarios, dejando el camino abierto para la destitución.

Dilma ahora será suspendida como Presidenta mientras que su Vice-Presidente Michel Temer asumirá el cargo de presidente, que también designará a su propio gobierno. Las encuestas de opinión han mostrado que si Michel Temer llegara a presentarse a las elecciones sólo el 2% de la población votaría por él. Es un hombre de los súper-ricos y es odiado por las masas de trabajadores y pobres de Brasil. La eliminación de Dilma, a pesar de su impopularidad, será vista como totalmente ilegítima, y cualquier gobierno dirigido por Temer será visto carente del mandato democrático del pueblo.

Esta es una situación muy peligrosa para la burguesía, y explica también sus divisiones. La situación económica requiere medidas de austeridad estrictas, mucho peores que cualquier cosa que se haya aplicado hasta el momento. En una situación de este tipo se requiere un gobierno con autoridad para que proceda sin desatar un conflicto de clases desde abajo. La ventaja del PT en el gobierno era su capacidad para contener a la clase obrera, pero en los últimos tiempos había perdido la autoridad que tenía en las capas más extensas de los trabajadores y los pobres. Tener un gobierno que es percibido por las masas trabajadoras y pobres como ilegítimo hará que sea mucho más difícil para la clase dominante actuar a su antojo.

Esto explica también el conflicto entre un sector de la clase dominante brasileña y la burguesía imperialista que ha estado consistentemente en contra de la destitución. Los imperialistas entienden las poderosas fuerzas que podrían desencadenarse desde abajo, de los trabajadores, los jóvenes, los desempleados, los sin techo, los sin tierra, una vez que perciban que el gobierno de turno no sea «legítimo». Esto también pone de relieve el hecho de que mientras que Brasil sigue siendo una economía dominada por las grandes potencias imperialistas, también tiene una burguesía local – aunque muy corrupta – que tiene sus propios intereses particulares. Y este conflicto de intereses es un elemento importante en la comprensión de la política brasileña en la actualidad.

Algo se mueve a la izquierda

Así que lo que tenemos es un PT en declive desde ha tiempo, como revelan los índices de popularidad. Muchos trabajadores y jóvenes están disgustados por lo que ha hecho en el gobierno. El partido que iba a defenderlos se ha vuelto contra su propia base social. Esto explica la debilidad actual del PT tanto en términos de sus militantes activos como en su apoyo más amplio dentro de la clase obrera.

La tragedia de todo esto es también que los dirigentes de la central sindical CUT no han movilizado a los trabajadores. Ellos han estado colaborando con el gobierno. La votación del Congreso para destituir a Dilma en abril los empujó – junto con los líderes del PT – a plantear la idea de organizar asambleas de trabajadores el Primero de Mayo, pero luego dieron marcha atrás y optaron por organizar concentraciones que eran más parecidas a festivales y conciertos.

El propio Lula ha estado trabajando activamente para desmovilizar el movimiento contra la destitución y ha estado particularmente preocupado por las movilizaciones de los trabajadores. Su línea, y la de la cúpula del PT, es la de la colaboración de clases conciliadora y no la lucha de clases. Y siguen con esta política, ¡incluso cuando los burgueses van a por ellos personalmente!

Está claro que los trabajadores y los jóvenes de Brasil están sacando conclusiones de todos los acontecimientos recientes. El capitalismo brasileño está en crisis y está atacando a la clase obrera. Los dirigentes reformistas no sólo no han logrado detener esto, sino que en realidad han sido instrumentos fundamentales para llevar a cabo los ataques. Ahora están desacreditados y la burguesía está buscando otro medio de gobernar el país.

En estas condiciones, veremos el intento de la burguesía de utilizar a los partidos abiertamente de derechas, algunos de ellos con enlaces directos con la dictadura militar que llegó al poder en 1964. Esto, sin embargo, va a producir una reacción igual y opuesta a la izquierda, con la erupción de protestas de los trabajadores y de los estudiantes por todo el país. Ya ayer, hubo varias movilizaciones enormes, en particular de los jóvenes, que son una muestra de lo que está por venir.

Esto abre un espacio a la izquierda del PT, con la radicalización generalizada que está teniendo lugar entre los trabajadores y la juventud. Pero ¿qué fuerza puede llenar el vacío? En este momento el único partido que tiene el potencial para llenarlo es el PSOL, una ruptura por la izquierda del PT en 2002, que en los últimos años ha conseguido algunos resultados razonables, tales como el 28,15% conseguido por el candidato del PSOL en Río de Janeiro en 2012. El PSOL actualmente tiene cinco diputados federales. La Esquerda Marxista, la Corriente Marxista Internacional (CMI) en Brasil, se ha comprometido a reforzar el PSOL como una alternativa de izquierda al PT en declive. Esto sólo se puede hacer convenciendo al PSOL en su conjunto de la necesidad de una ruptura total con el capitalismo.

Grecia muestra cómo un pequeño partido de la izquierda puede ser catapultado de repente para convertirse en el principal partido de la clase obrera. Esto fue lo que ocurrió con Syriza. Pero Grecia también muestra lo que puede suceder cuando tal partido en el gobierno intenta administrar el sistema, en lugar de abolirlo. La burguesía le preparará trampas al PSOL, que debe evitarlas a toda costa. Eso es lo que los marxistas van a explicar pacientemente dentro de sus filas.

Este es el comienzo de un nuevo período, un nuevo proceso que va a ver un giro brusco a la izquierda de las capas más avanzadas, una situación en la que las ideas del marxismo pueden ganar un eco dentro de la clase obrera y de la juventud. Los compañeros de la CMI en Brasil, la Esquerda Marxista, están interviniendo en estos eventos con sus pancartas, consignas, folletos y revistas, llevando las ideas del marxismo al movimiento. Cuando la situación cambia tan drásticamente, ideas que en el pasado tenían problemas para avanzar dentro del movimiento de los trabajadores y de la juventud, podrán convertirse ahora en muy relevantes, y una poderosa fuerza marxista puede ser forjada en estas condiciones.