Los últimos resultados de las primarias [en EE.UU.] no sorprenden demasiado. Hillary Clinton, que ha contado con el aval de los medios de comunicación, la maquinaria del Partido Demócrata y enormes cantidades de dinero, ha conseguido más delegados que Bernie Sanders y el apoyo de cientos de superdelegados, convirtiéndose así en la nominada virtual del partido. No obstante, Bernie Sanders ganó en 22 estados y consiguió más de 11 millones de votos. El tremendo impacto de Sanders, incluyendo sus últimas victorias en Dakota del Norte y Montana, es la prueba de que millones de personas no quieren conformarse con Hillary Clinton versus Donald Trump.

 

Dada la naturaleza del Partido Demócrata y las fuerzas desplegadas contra su campaña, desde la revista Socialist Appeal opinábamos que las posibilidades de Bernie Sanders de derrotar a Clinton eran escasas, por no decir nulas. Sostuvimos que debería haber presentado una candidatura independiente, desvinculándose de los Demócratas, pues éstos representan uno de los principales pilares de los mantenedores del gran capital. Creemos que es un error de su parte continuar su campaña dentro del Partido Demócrata. Sanders, aparentemente, cree que puede influir en la plataforma del partido si se queda hasta la convención del partido que se celebrará en julio. Pero es desde Wall Street, realmente, desde donde se gobierna en EE.UU., y la maquinaria del Partido Demócrata va a luchar con uñas y dientes, junto con los Republicanos, contra cualquier reforma que amenace la riqueza de su clase, por muy modesta que pueda ser.

Las altos dirigentes del partido están presionando fuertemente a Sanders para que vuelva al redil. Quieren que abandone la carrera rápidamente para que Clinton puede centrarse en Trump, pero también quieren que se alinee, como tantos partidarios como sea posible, detrás de la candidatura de Clinton. Es un ejercicio de equilibrio de gran peligro; seguramente, la reunión mantenida con el presidente Obama no consistió en una agradable conversación acerca de las finales de la NBA. De hecho, Sanders afirmó claramente tras la reunión: «Voy a hacer todo lo que esté en mi mano, y voy a trabajar tan duro como pueda, para asegurarme de que Donald Trump no se convierte en presidente de los Estados Unidos.» Añadió que planeaba reunirse con Hillary Clinton próximamente para discutir sobre cómo pueden «trabajar juntos» para derrotar a Trump. Esto suena a que ha tomado una decisión, que indignará y desmotivará a millones de sus seguidores.

Sin embargo, no tiene por qué ser el final de su campaña! Por el contrario, creemos que éste podría ser el comienzo real de un verdadero cambio revolucionario.

La clase obrera necesita su propio partido

La inmensa mayoría de la población estadounidense es clase trabajadora. Trabaja por un salario, para sobrevivir. El pequeño porcentaje en la parte superior es la clase capitalista, que es propietaria de las grandes corporaciones –es un 1% poseedor de más de lo que detenta el 90% de la población. En un sistema verdaderamente democrático, se decidiría según la mayoría. Pero estamos ante una contradicción evidente: la clase trabajadora en EE.UU. no tiene ningún partido político que represente sus intereses. Los millonarios y multimillonarios tienen dos grandes partidos, los Demócratas y Republicanos. Cuando uno de ellos queda desacreditado se recurre al otro. Se incita constantemente a la población a votar por el «mal menor», pero con el tiempo, la incapacidad del «mal menor» para mejorar los problemas sistémicos del capitalismo crean un «mal mayor». Ambos partidos han ido girando más y más a la derecha durante las últimas cuatro décadas, siendo cada vez más difícil para la gente decidir quién es el “mal mayor». 

Las contradicciones están creciendo y la clase trabajadora está buscando una manera de expresarse políticamente. Por desgracia, los líderes de la AFL-CIO, SEIU y NEA no han mostrado el camino a seguir. Durante décadas, las cúpulas sindicales han pedido a los trabajadores el voto de los Demócratas, y esto ha llevado a un callejón sin salida desastroso. Después de ocho años de presidencia de los Demócratas en la Casa Blanca, incluso durante una recuperación económica capitalista, el desempleo y el subempleo persisten a altos niveles, los salarios se han reducido y los lugares de trabajo son dictaduras brutales de los jefes y sus gerentes.

Como resultado, muchos trabajadores y jóvenes han apoyado la campaña de Bernie Sanders como una forma de defender y luchar por sus intereses políticos. Sanders se ha presentado como un socialista y ha hecho campaña por una «revolución política contra la clase multimillonaria». Su campaña ha tenido un eco masivo entre la clase trabajadora. Más de 2,4 millones de personas han contribuido económicamente a su campaña. Millones de personas han dado su tiempo y energía para difundirla. Estos millones de personas, que han participado en la campaña de Sanders, podrían formar la base de un partido socialista de masas en EE.UU., un partido de la clase obrera. Este partido podría construir sus bases en los sindicatos, lugares de trabajo, en los barrios y escuelas. Desde la Corriente Marxista Internacional (CMI), creemos que Bernie Sanders debería romper con los Demócratas y basarse en sus seguidores, particularmente, en los trabajadores organizados, para formar dicho partido. Significaría una nueva etapa en la lucha por el socialismo y por un gobierno de los trabajadores.

El callejón sin salida del Partido Demócrata

«La democracia estadounidense» es la regla encubierta de la clase capitalista. En ningún problema importante tiene voz la ciudadanía. En 2002, cuando Bush, con el apoyo de Clinton, invadió Irak, la mayoría de la población de Estados Unidos no estuvo de acuerdo y cientos de miles de personas tomaron las calles, pero esto no impidió la invasión. En 2008, GW Bush y los Demócratas en el Congreso, apoyados por el entonces presidente electo Obama y la senadora Hillary Clinton, rescataron a los grandes bancos y compañías de seguros. La mayoría de los estadounidenses se opusieron a esto. La gran mayoría de los estadounidenses apoyan un sistema de salud universal. Pero nada de esto marca una diferencia porque los trabajadores no controlan este país –los ricos sí.

Una de las razones se debe a que la clase capitalista controla los dos grandes partidos. Los muchos obstáculos legales, las grandes cantidades de dinero invertidas y el control de los medios de comunicación [por la clase capitalista], impiden el surgimiento de nuevos partidos. Era probable que, debido a esto, Bernie Sanders hiciera una «elección pragmática» y se presentara a las elecciones presidenciales con los Demócratas, a pesar de que siempre fue un independiente y se mostró muy crítico con el Partido Demócrata en el pasado. Este «pragmatismo» lo llevó a apoyar a los Demócratas «desde el exterior» y trabajar con ellos mientras se encontraba en el Congreso. El problema con el pragmatismo, en oposición a una visión dialéctica de la realidad, es que sólo revela una parte del proceso general y, por lo tanto, oculta la realidad. Puede que Bernie haya recibido mucho más apoyo presentándose junto con los Demócratas que el que hubiera tenido como candidato independiente, pero a cambio de haberse visto encadenado por sus normas –las cuales no le permitirán ni a él ni a la clase trabajadora alcanzar una victoria.

Parece que el propio Bernie Sanders no esperaba hacerlo tan bien, por lo que probablemente no se planteó totalmente lo que sucedería si, en realidad, hubiera ganado la nominación demócrata y la presidencia. Él sabe muy bien que la mayoría de los Demócratas en el Congreso lo habría saboteado, sin mencionar a los Republicanos y Wall Street. La única manera de luchar contra esto y ganar, es construyendo un partido de masas que represente a los trabajadores y esté democráticamente controlado por los trabajadores. En dicho partido, los miembros del Congreso se comprometerían a aceptar el salario de un trabajador y donar el resto de su salario al movimiento. Estarían obligados a luchar y votar por las políticas establecidas democráticamente por los miembros del partido.

El látigo de la reacción de Trump

Los marxistas explicamos que la elección de Obama en 2008, y su reelección en 2012, supondría para los trabajadores y jóvenes tener que pasar por la «Escuela de los Demócratas», aprendiendo que tal partido no ofrece ninguna solución a los problemas que les afectan. Muchos se orientaron hacia Bernie Sanders, después de la experiencia con Obama. Mientras que este giro se daba a la izquierda, otra capa de la sociedad, incluyendo muchos trabajadores desencantados con los Demócratas, así como los propietarios de pequeñas empresas asustados por la crisis capitalista, comenzó a creerse la demagogia populista de derecha de Donald Trump.

Trump conectó con el estado de ánimo anti-sistema que ha venido fermentándose y venció a los 17 candidatos de la cúpula del partido. Los neoconservadores, que controlaban el partido durante GW Bush, fueron desplazados, al igual que los republicanos tradicionales. El atractivo del Partido Republicano en las últimas décadas fue precisamente su conservadurismo. Después de la agitación de la década de 1930, de la Segunda Guerra Mundial y, de nuevo, la de finales de los años 60’ y 70’, el partido conectó con éxito con el deseo de millones de personas de conservar lo que tenían, evitar el tumulto y el cambio, y mantener el status quo. Pero la crisis capitalista puso patas arriba el status quo y sus defensores fallidos quedaron profundamente desacreditados. Donald Trump personifica este descontento y ha añadido en sí mismo más inestabilidad. Es visto por los estudiosos conservadores como una «amenaza para el Estado de Derecho» y, prácticamente, ha destrozado por su propia cuenta el Partido Republicano en su forma moderna.

Trump utiliza una retórica abiertamente racista que rara vez se escucha en público en boca de los serios candidatos presidenciales. Nixon y Reagan solían hacer un guiño a los racistas con un lenguaje cifrado, pero no utilizaban abiertamente las palabras que Trump ha utilizado. Esto es otra señal de la degeneración y decadencia del capitalismo estadounidense y sus representantes. 

Sin embargo, la experiencia histórica demuestra una y otra vez que los ataques reaccionarios pueden transformarse en su contrario y, en realidad, pueden avivar las llamas de la revolución. Muchos jóvenes no van a dejar que Trump y su retórica racista quede sin respuesta. Así se vio recientemente en la ciudad de San José, California y, anteriormente, en Chicago. En última instancia, la campaña de Trump está creando una juventud más politizada para luchar contra él y la clase que representa. Si gana las elecciones, su gobierno será cuando menos inestable.

Y, sin embargo, es la propia inestabilidad y disminución de las condiciones de vida que hace posible el surgimiento de toda clase de demagogos como Donald Trump. El “mal menor” no derrotará a Trump. La política del “mal menor” de Obama es responsable de la frustración, que ha convertido a Trump en un competidor viable desde el principio. Apoyar a Hillary Clinton para derrotar a Trump es –en palabras del fallecido David Bowie – «apagar el fuego con gasolina». Si Sanders no se presenta en noviembre, algunas encuestas muestran que hasta un 20% de sus partidarios votaría por Trump. Debemos combatir a Donald Trump con movilizaciones de masas y la solidaridad de los trabajadores, pero algo más grande se necesita –un partido socialista de masas con un programa que pueda satisfacer las necesidades del 99%, empezando con poner fin al desempleo, mejorar los salarios, establecer una educación y sanidad gratuitas, nacionalizar las empresas de la Riqueza 500 [la lista publicada anualmente por la revista Fortune sobre las 500 mayores empresas estadounidenses] y, democratizar todos los lugares de trabajo bajo el control de los trabajadores. Para acabar con Trump y otros como él, hay que acabar con el capitalismo!

La elección de 1860

Abraham Lincoln fue elegido presidente en 1860. Ganó con menos del 40% de los votos. Por lo general, obtener menos del 50% de los votos significaría una derrota, pero había cuatro candidatos principales que se presentaban ese año. El país estaba en crisis y profundamente dividido en vísperas de la Guerra Civil, un conflicto colosal entre el sistema esclavista de las plantaciones del Sur y el capitalismo industrial del Norte. Las cosas aún no han llegado a una situación tan febril, pero las tensiones entre las clases y dentro de la clase dominante están aumentando. Dependiendo de cómo salgan las cosas, las elecciones de 2016 podrían ser similares a las de 1860. Después de haber vencido a sus rivales, el Trump advenedizo (fue Demócrata en su día), ha suscitado una guerra civil política dentro del Partido Republicano, que conlleva la posibilidad de asistir a unas elecciones con multi-candidatos.

El Partido Libertario, un partido de derecha que se hace pasar por defensor de la libertad y anti-intervencionista, cuenta con el 10% de apoyo según algunas encuestas. Otras formaciones a la derecha, en particular, la que se agrupa en torno al analista conservador Bill Kristol, están considerando seriamente presentar a otro candidato «tradicional» neo-conservador contra Trump y Clinton.

A la izquierda, el Partido Verde ha estado coqueteando con Sanders durante algún tiempo. Sin embargo, esto es un poco como el elefante viéndose atraído por el ratón. Aunque el interés por este partido ha ido creciendo en medio del caos electoral en curso, los Verdes son, en última instancia, un partido de la pequeña burguesía liberal. No luchan por el socialismo y el fin del capitalismo y nunca han tenido una base de masas. Cosas más extrañas han sucedido y nada puede descartarse en un año como este, pero parece muy poco probable que Sanders y sus millones de seguidores vayan a unirse a una pequeño partido de ese carácter, cuando tiene la base de apoyo para lanzar algo mucho más grande por su cuenta.

Como hemos explicado, ahora es el momento perfecto para Sanders para lanzar un partido socialista de masas y presentarse en los 50 estados, no sólo para enviar un mensaje, sino para ganar. En una carrera multipartidista, bien podría convertirse en el ganador. Después de todo, Trump y Clinton son los candidatos peor valorados desde hace décadas. E, incluso en el caso de una derrot, quienquiera que gane las elecciones se enfrentará a un escenario de mayor austeridad e inestabilidad y, muy probablemente, a una profunda depresión económica. Esto prepararía el terreno para el despliegue de luchas políticas y económicas aún más grandes en el futuro. Como marxistas, estamos a favor de la política de clase, no de la política del mal menor.

El papel del individuo en la historia

Desde el marxismo se explica que, en última instancia, la lucha de clases –la lucha por el excedente producido por la clase trabajadora – es el motor de la historia. Hay individuos, a veces, que surgen de entre las masas y desempeñan un papel que expresa, en definitiva, las fuerzas de clase, aunque no siempre conscientemente. En este contexto, un individuo en el lugar correcto y el momento adecuado, puede desempeñar un papel importante para llevar el movimiento hacia adelante, o puede frustrar el movimiento y dirigir a la clase obrera hacia una derrota costosa o desviarla.

Bernie Sanders está en un momento crítico en la historia. Debido a que era un senador independiente, el único entre los 100 en identificarse como socialista, fue capaz de llenar el enorme vacío en la izquierda de la política estadounidense, y terminó canalizando las aspiraciones de las capas avanzadas de la clase obrera. En este momento, él solo podría poner patas arriba la política estadounidense, transformando su campaña en un nuevo partido.

El 65% de la llamada generación del Milenio y el 52% de todos sus seguidores quieren que se presente como candidato independiente. Sólo el 24% de la generación del Milenio se mostraba a favor de que apoyara a Clinton si no salía como candidato. Si Sanders termina avalando a Hillary Clinton, aunque sea «en sus propios términos,» generará una profunda desilusión y desmoralización generalizada. Sería probable que la construcción de un partido obrero de masas quedara atrasada durante varios años, incluso más tiempo quizás. Pero también habría una enorme indignación y una búsqueda de respuestas, un profundo deseo de sacar las lecciones de esta experiencia. Al final, incluso una capitulación absoluta tendría sólo un efecto temporal, ya que la situación exige que la clase obrera encuentre una manera de construir su propio partido. De una forma u otra, esto se logrará.

Aquellos que hayan visto en su campaña un faro de esperanza para un futuro socialista se verán transformados por la experiencia. Después de sacudirse la zozobra, estarán ansiosos por sentar las bases de un futuro partido socialista de masas, con o sin Bernie. El camino no será fácil ni lineal, pero es el que la clase obrera norteamericana debe pisar más pronto que tarde.

Ayudar a construir una verdadera dirección de la clase obrera

Si Sanders o el movimiento en torno a él lanzara un partido de masas de izquierda, todos los seguidores de la CMI lucharían por construir ese partido y convencer a sus miembros de que es necesario adoptar un programa socialista revolucionario, que incluye poner fin a la dictadura del capital y la expropiación de las 500 corporaciones más grandes. Todavía hay tiempo para Sanders para que protagonice un verdadero impacto duradero en la historia del mundo y de Estados Unidos. ¡el presente es lo importante! Sin embargo, si Sanders tira a la basura esta oportunidad histórica y apoya al candidato de Goldman Sachs y Charles Koch, sus seguidores deberían tomarse el proceso histórico desde un punto de vista a largo plazo: la lucha por el socialismo está lejos de terminar y es natural que haya alguna derrotas en el camino.

Invitamos a todos aquellos que quieran construir un partido de y para los trabajadores, y que quieren luchar por el socialismo, a unirse con nosotros en la CMI. La CMI defiende una política obrera revolucionaria y el fin del capitalismo. Sólo una sociedad socialista puede llevar a cabo la justicia social, racial y medioambiental, tan deseada por los partidarios de Sanders. Juntos podemos preparar las fuerzas para actuar y dirigir las grandes luchas de clase que tenemos por delante.