Reforma o Revolución

La revolución Bolivariana ha estado desde sus inicios, desde el proyecto bolivariano del MBR200 antes de la victoria electoral del 99, enmarcada en la disyuntiva entre reforma o revolución. El Chávez de aquella época pretendía que una serie de reformas legales bajo la democracia-burguesa podrían dejar encaminado un proceso de cambios que paulatinamente se iría “enderezado” por sí solo, a imagen y semejanza de las potencias industrializadas. Es decir, en sus inicios, el proyecto de gobierno con una visión limitada a reformas legales, no podía comprender que la política es, como explica Lenin, “economía concentrada”, y que las leyes dentro del marco de la sociedad capitalista tan sólo representan relaciones de poder. Es decir, las leyes por sí mismas no son sino un reflejo de las ideas de la clase dominante, y de las relaciones sociales que imperan en el momento. Por lo que para transformar la sociedad no basta con transformar las leyes, es necesario traspasar los márgenes de la propiedad burguesa sobre la que se asientan.

Es de esta forma que una vez en el poder, el gobierno Bolivariano se vio enfrentado a los límites de su propio programa reformista, es decir, tan sólo cambiar la constitución no bastaba, ya que las relaciones de propiedad significaban un freno contra las medidas tibiamente progresistas que pretendían su programa. Por esto el gobierno bolivariano se vio forzado a tomar medidas mucho más avanzadas, es decir nuevas reformas legales sobre la propiedad y explotación de los hidrocarburos y las tierras, con la toma de control real de la industria petrolera y un tercio de las tierras ociosas de los latifundistas.

Esta fue la razón objetiva del golpe de estado llevado a cabo en el año 2002 por la oligarquía nacional. Aunque esto no quiere decir que de no haberse tomado tales medidas la derecha, la burguesía y el imperialismo hubieran sido mucho más suaves contra el gobierno del presidente Chávez. Al contrario, desde antes de la llegada al poder, ya lo identificaban como su enemigo de clases. Pero sí podemos afirmar que fueron estas medidas las que detonaron el proceso de radicalización de la reacción aquel 2002.

Esta disyuntiva entre reforma o revolución siempre ha sido seguida por la de revolución y contrarrevolución. Es decir, mientras el gobierno se debate entre avanzar o detenerse, acelerar o ir despacio, la burguesía ha aprovechado estas indecisiones para atacar con fuerza. Luego de que el pueblo jugara un papel decisivo en contra del golpe de estado de Abril de 2002 al tomar el palacio presidencial de Miraflores y el cuartel Fuerte Tiuna – los principales bastiones desde donde la oligarquía podía aferrarse al poder luego del golpe de estado –, logrando poner contra las cuerdas a los golpistas y envalentonando a los sectores leales de las fuerzas armadas a actuar y restaurar el orden constitucional, el presidente Chávez una vez retorna al palacio presidencial, en cadena nacional, hace un llamado a la calma, pidiendo a las masas enaltecidas, que pedían las cabezas de la oligarquía, que se fueran a sus casas. A eso le siguió una amnistía a los golpistas que habían sido apresados durante la respuesta de las fuerzas armadas.

Esto fue un grave error que aún está siendo pagado por el gobierno Bolivariano, y especialmente por el pueblo trabajador. Es decir, el presidente Chávez pretendía ingenuamente que al liberar y perdonar a la derecha, la burguesía, el clero, y todas los elementos reaccionarios que firmaron para validar el golpe de estado y el nombramiento de Carmona Estanga como presidente interino, cesarían sus intentos de derrocarlo, y que al mismo tiempo, esto permitiría a los medios de comunicación internacionales ver que su gobierno no era autoritario, y reflejar la verdad sobre la situación del país. Sin embargo nada de esto ocurrió así. Por el contrario, los ataques no cesaron desde ninguno de los sectores involucrados en el golpe de estado. Y la oligarquía como bloque se ha seguido organizando una y otra vez para derrocar al gobierno, lo cual ha sido acompañado por nuevos llamamientos al diálogo de parte de la dirigencia Bolivariana, lo cual es a su vez seguido por nuevos sabotajes. Y de esta forma “a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar” como dijera Simón Bolivar.

En la política la ingenuidad se paga cara, ya que en aquel momento, incluso en base a la legalidad burguesa, se podían haber tomado medidas contra todos los involucrados en el golpe de estado, es decir a todos los firmantes del Carmonazo, incluyendo la expropiación de sus bienes (bancos, medios de producción y comunicación, latifundios) y se hubiera acabado de golpe con la gran propiedad capitalista. Eso además hubiera acabado la mayor parte de todos los males que hoy asoman la posibilidad de la derrota final de la revolución Bolivariana, ya que desde entonces hasta ahora los mismos sectores involucrados en el golpe de estado, son los que hoy en día siguen intentando derrocar al gobierno por una vía u otra, a través de acciones violentas en la calle, sabotaje a la economía, campañas de difamación y terror psicológico, guarimbas, desinversión y huelga de capitales, acaparamiento, etc.

La debilidad invita a la agresión, y para la burguesía, que esperaba un presidente que les castigara por sus acciones y se preparaban para huir, vieron este llamado a la paz como una muestra de debilidad, y poco después del fallido golpe de estado inició el sabotaje a la economía con el paro petrolero y empresarial de Diciembre 2002 a Febrero 2003. De nuevo, el paro sabotaje fue derrotado gracias a las acciones de los trabajadores de la industria petrolera, quienes sin patronos, gerentes, administradores, partidos, etc. reactivaron la producción bajo Control Obrero. Situaciones similares sucedieron en otros sectores industriales donde los capitalistas cerraron sus empresas y se fueron del país dejando a los trabajadores en la calle.

Esta respuesta de la clase trabajadora demuestra la capacidad de acción real de la clase, que hubiera permitido avanzar hacia la toma medidas socialistas radicales en aquel momento. Sin embargo, esto no fue así, el gobierno Bolivariano no comprendió el carácter revolucionario y socialista de estas acciones, y no hubo ningún partido que dirigiera a las masas hacia la toma del poder. Sólo bastaba que los trabajadores exigieran el control legal de las empresas que ellos ya estaban dirigiendo por sí mismos.

En este momento, como en muchos después de este, la reforma frenó la revolución.

La crisis actual

¿Cuál es la raíz de esta crisis?, muchos dirían que la crisis actual en Venezuela tiene su origen en la crisis mundial del capitalismo, otros explicarían que sólo se trata de una guerra económica llevada a cabo por el imperialismo, algunos más dirían que es culpa del presidente Maduro por no tener la suficiente autoridad y voluntad política que tenía Chávez para actuar a veces en contra de las ideas conservadoras de los dirigentes de su gobierno, los menos politizados afirmarían que es una crisis producto de la corrupción generalizada del gobierno. Sin embargo, a pesar de que todas estas afirmaciones contienen una parte de la verdad en sí mismas, no comprenden el desarrollo de la situación política en el país, y sólo pueden rasgar la superficie del problema, viendo las consecuencias pero sin entender las raíces. La crisis actual tiene su origen en las mismas condiciones que impulsaron el caracazo, la intentona golpista del 92, y la llegada al poder de Chávez en el 99.

Se trata de las contradicciones inherentes de lucha de clases. Todos los problemas que hoy se manifiestan en la crisis actual, existían en el país, mucho antes del nacimiento de la revolución Bolivariana. Es decir, el sabotaje a la economía no es más que la respuesta organizada de toda la burguesía -incluyendo la llamada boliburguesía-, en contra de un gobierno que intenta controlar la tasa de plusvalía a la que ellos han estado acostumbrados a ganar. Es decir se trata de políticas que no representan -al menos no directamente- sus intereses de clase.

Pero por otro la ineficiencia de la burocracia y la corrupción inherente al estado venezolano es también heredado del capitalismo atrasado y rentista del país. Sin embargo, todos estos males de la sociedad vieja no son ineludibles, si a la cabeza de la revolución se colocara un partido verdaderamente revolucionario, armado con las ideas del marxismo y un programa radicalmente socialista. Es decir, la crisis en Venezuela, como se manifiesta en el Programa de Transición, es producto de “la crisis histórica de la dirección del proletariado”.

Luego de la muerte del presidente Chávez, la oligarquía vio, como nunca antes, la posibilidad del derrocamiento del gobierno Bolivariano, y fue por esto que radicalizaron el sabotaje en la llamada “guerra económica”, lo cual se conjugó con la caída de los precios del petróleo, las nuevas concesiones a la oligarquía producto de las negociaciones, y las demás medidas económicas tomadas por el gobierno Bolivariano que en vez de frenar el surgimiento de la crisis actual, por el contrario la aceleraron.

Se calcula que para este año la recesión esté cercana al 8%, mientras que la inflación anual acumulada pasa del 300%, el desabastecimiento de productos básicos se ha convertido en un factor constante. El dólar se cotiza en el mercado negro por encima de los 1000 BF. Las reservas internacionales han caído en un 30% desde el inicio de este año.

La crisis económica actual puede resumirse como una crisis producto de la bancarrota del reformismo, es decir, el agotamiento de la posibilidad de aplicar reformas paulatinas, que a largo plazo permitan irle arrebatando pequeñas conquistas al capitalismo. Si bien esto fue posible durante un periodo de auge económico, gracias al control de la industria petrolera y los altos precios del petróleo, en los actuales momentos es imposible. La crisis de sobreproducción que atraviesa el capitalismo mundial, supone una reducción progresiva del consumo de materias primas, entre ellas del petróleo, lo cual a pesar de las pequeñas recuperaciones que podamos ver, significa que no hay una posibilidad real de que los precios del petróleo vuelvan a subir y mantenerse en los niveles de años anteriores.

En años anteriores era posible paliar los efectos del sabotaje de la burguesía, ya que los altos costos del petróleo permitían realizar importaciones masivas de alimentos de los países aliados y hacerlas llegar a los sectores más necesitados a través de las cadenas de distribución de alimentos del estado a precios subsidiados, esto permitía proteger a las masas trabajadoras en una burbuja keynesiana que impedía que la especulación, el acaparamiento y el bachaqueo golpearan seriamente el bolsillo de los trabajadores. Sin embargo, esto es imposible hoy en día. El gobierno recibe muy pocos ingresos de la venta petrolera y está presionado a pagar la deuda externa contraída especialmente con el gobierno Chino, lo cual deja muy pocas posibilidades de maniobra.

Es por esto que el vice-presidente para el área económica, el empresario Miguel Pérez Abad, mencionó a medios privados que se espera la reducción de hasta un 50% de las importaciones para el 2016 en relación a las del año pasado, en el marco de “un programa muy austero” que busca “obligar al sector productivo de la economía a aumentar su producción”. Es decir, el gobierno no tiene dinero para las importaciones (pero sí para el pago de la deuda) y pretente incentivar la producción nacional a través de un plan de recortes que afectan directamente al pueblo.

La idea reformista del “socialismo petrolero” ha llegado a su fin, y cada vez es menos sustentable seguir manteniendo las conquistas revolucionarias que habían sido posibles sin transformar las relaciones de producción. Ahora se están pagando las consecuencias de no haber completado la revolución, cambiando por completo el sistema rentista del capitalismo venezolano, por uno modelo socialista en manos del estado y bajo el control democrático de obreros y campesinos organizados. La economía venezolana, pese a las nacionalizaciones y medidas progresistas que se tomaron, sigue estando en manos de una pequeña oligarquía, concentrada en unos monopolios nacionales y trasnacionales, algunos latifundistas con posesiones de tierras ociosas o infrautilizadas, y la banca privada.

En estos momentos en que la corrupción e ineficacia de la burocracia del estado terminaron por destruir las empresas nacionalizadas y la producción estatal, el gobierno Bolivariano confía en que el único sector con capacidad de jugar un papel decisivo para solventar la crisis, es el mismo que ha impulsado un sabotaje a la economía desde hace 16 años.

En otras palabras, el gobierno al verse incapaz de resolver la crisis económica debido a sus limitaciones reformistas, espera que la burguesía deje de lado sus intereses de clase y se avoque a solucionar los problemas que ella misma ayudó a crear, y esto en un momento en que la oligarquía ha comprobado que su táctica de sabotaje ha dado resultados, con la derrota del 6 de Diciembre y que además cuentan con la certeza de ganar el revocatorio.

Las políticas del gobierno Bolivariano

Como hemos explicado reiteradas veces, lo único que pudiera impulsar a los burgueses a cesar el sabotaje y se dedicarse a acompañar las políticas económicas del gobierno Bolivariano, es que, precisamente el mismo gobierno sea capaz de destruir todas las conquistas de los trabajadores, que impiden que la burguesía extraiga las cuotas de plusvalía a las que está acostumbrada, y que al mismo tiempo les garantice una tasa de ganancia suficientemente alta, como para recuperar todo lo que han dejado de ganar con las regulaciones de precios. Estamos seguros que a esto se refiere el empresario Perez Abad con “un programa muy austero”, el cual no es más que la desmantelación progresiva de los controles y regulaciones sobre el capitalismo, que en su momento permitieron elevar la calidad de vida del pueblo trabajador, pero que al mismo tiempo fueron burlados por la burguesía, la cual creó un mercado paralelo de todo lo reglado (desde alimentos y medicinas, hasta dólares).

Para una crisis económica solo hay dos salidas posibles, o se hace que los ricos la paguen, o se hace que la paguen los trabajadores. Ya no hay posibilidad de esquivar la crisis con medidas keynesianas que permitan posponer esta encrucijada, ya que el estado no cuenta con los recursos para invertirlos directamente en nuevos subsidios, importaciones o financiamientos. El gobierno a través de voceros como el vice-presidente Jorge Arreaza o el ministro de comercio exterior Jesús Farías han afirmado que no se tiene interés de expropiar nuevas empresas. Algunos otros han hecho saber que se ha estado negociando el regreso de tierras y empresas nacionalizadas, o de la venta de acciones de parte de las empresas estatales a inversores privados, tanto nacionales como internacionales.

Por lo tanto las medidas económicas que pretende ofrecer el gobierno Bolivariano para generar el interés de los empresarios en la producción, necesariamente se traducen hoy en día en un aumento de la inflación y una disminución de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Pero lo que es más grave aún, es que las medidas actuales con las que el gobierno pretende coquetear con la burguesía y el imperialismo no son suficientes, y no se ajustan a lo que estos demandan. Es decir, ellos necesitan que el gobierno retire todas y cada una de las conquistas logradas en el período anterior, y esto no es posible sin destruir toda la base de apoyo popular del chavismo.

Por esto no son capaces de esperar por contrarreformas a cuenta gotas, necesitan un gobierno neoliberal que aplique los recortes rápida y radicalmente. Es por esto que las medidas presentadas por el vice-presidente económico Perez Abad, en vez de generar interés en la producción, por el contrario han radicalizado la desinversión, más aún, las medidas austeras que se han aplicado, sólo perjudican al pueblo trabajador, y no podrán lograr ningún beneficio a corto, mediano o largo plazo.

Las limitaciones políticas de los reformistas se reflejan en su incapacidad de comprender la situación, su desarrollo y sus perspectiva. El gobierno Bolivariano no cesa en sus intentos de llamados a conciliación y diálogos hacia todos los sectores de la derecha, la burguesía y el imperialismo, incluso cuando sabe que este mismo sector tiene todos sus esfuerzos puestos en derrocarlo. Es decir, las fuerzas reaccionarias tienen contra las cuerdas al gobierno, cerca de lograr el “knock out”, y la respuesta derrotista del gobierno es la pasividad absoluta, bajar la guardia, e invitar a su oponente a cesar la agresividad. Cualquier boxeador, incluso sabiendo que no tiene forma de ganar, se defendería y contraatacaría, al menos para no facilitar su propia derrota. Pero el gobierno Bolivariano hace justo lo contrario.

El referéndum revocatorio y la ofensiva de la oposición

La derecha se sabe ganadora del referéndum, es por esto que toda la prensa internacional ha estado presionando al gobierno Bolivariano para que este proceso se realice durante el 2015, lo que forzaría la convocatoria de nuevas elecciones, ya que de hacerse en el 2016, al ser confirmado el revocatorio por voto popular asumiría el vice-presidente de turno.

Entre las filas del gobierno Bolivariano se discuten dos posiciones principalmente, unos proponen tomar todas las medidas burocráticas posibles para que no sea posible realizarlo este año, y otro sector más “radical” afirman que este proceso democrático es sólo una opción y que el gobierno tiene potestad de acatarlo o no. Ambas posiciones muestran el derrotismo típico de los reformistas. Estos se han dado por vencidos. Mientras que al mismo tiempo que han rechazado las posibles medidas que pudieran salvarle, en vez de generar las condiciones para ganarlo, asumen la derrota como la única opción posible.

La respuesta de la derecha no se ha hecho esperar, y han incitado los principales saqueos que han ocurrido en muchas ciudades. Esta táctica no es nueva, desde al menos el 2013, la derecha ha intentado utilizar a los estudiantes de “clase media” para que incendieran las calles y causaran hechos de violencia, en los que se incluían saqueos, apoyándose directa o indirectamente en los bachaqueros [contrabandistas y revendedores del mercado negro]. Sin embargo en años anteriores estos intentos de saqueos nunca tuvieron eco en las masas trabajadoras, es decir, estas preferían esperar pacientemente en sus colas, porque tenían la certeza que a pesar de las horas que tuvieran que pasar en la espera, tenían la garantía de que podrían encontrar los productos de la cesta básica a precios accesibles.

Esta garantía no es la misma hoy en día, ya que la burguesía ha radicalizado mucho más este año la huelga de inversión, el acaparamiento y el desvío de alimentos hacia los bachaqueros, preparando las condiciones para la derrota del gobierno Bolivariano en el referéndum revocatorio. La paciencia de las masas se ha estado agotando, la cantidad de alimentos que se pueden comprar son cada vez más escasos, y las personas en las colas no saben si después de varias horas a la espera podrán o no comprar algo a precios regulados.

Mientras que la táctica de incitar los saqueos no es nueva, si hay un cambio cualitativo que no existía en años previos, ya que el deterioro exponencial de la situación empuja a las masas de sectores populares a la desesperación, y en estos momentos los incitadores de los saqueos empiezan a tener eco en las masas. Estos factores que cada vez se conjugan de forma más recurrente, son el caldo de cultivo para un estallido de masas en el mediano plazo.

Todos los sectores políticos involucrados lo saben. La respuesta del gobierno Bolivariano ha sido reforzar el uso de policías y la Guardia Nacional, para colocarlos en los principales supermercados y centros de distribución como organizadores de las colas y para evitar incidentes de saqueos. Mientras que la derecha cuenta con esto, ya que al no haber una alternativa de izquierda para las masas, fuera de los partidos involucrados en el gobierno, sería la derecha y el imperialismo quienes terminarían por sacar el mayor provecho de esto. Usándolo como presión nacional e internacionalmente, para la realización del referéndum este año, una mayor intervención política de la comunidad internacional, y para envalentonar a los sectores reaccionarios de las fuerzas armadas a oponerse frontalmente contra el gobierno, e incluso dar un golpe de estado.

Perspectivas – ¿Qué hacer?

El panorama es bastante incierto hacia el futuro. El gobierno no tiene intención de tomar medidas radicales contra la burguesía que son las únicas que podrían resolver la crisis en favor del pueblo trabajador. Y las medidas que está tomando para incentivar el interés de la burguesía y el imperialismo en la producción, no puede tener efecto positivo alguno, en la medida en que los capitalistas necesitan de un gobierno abiertamente neoliberal para cesar el sabotaje (no necesariamente para invertir), y al mismo tiempo éstas medidas de austeridad disminuyen enormemente la calidad de vida de las masas obreras y populares, lo cual continuará destruyendo la base de apoyo del chavismo, preparando su propia derrota por la vía electoral.

Ante este panorama todo apunta a que las condiciones de vida de las masas trabajadoras se seguirán deteriorando cada vez más, sin la oferta de una esperanza de recuperación en el mediano plazo.

En estas condiciones, ¿qué hacer? Lo primero que hay que señalar es que la aguda crisis económica que vive Venezuela no representa “el fracaso del socialismo”, sino todo lo contrario, el fracaso del reformismo, del intento de regular el capitalismo. Sólo hay dos salidas: o se deja a las fuerzas del mercado actuar libremente (y de esta manera se hace pagar la crisis a la clase trabajadora) o se nacionalizan los medios de producción bajo control obrero para planificar la economía en beneficio de la mayoría. No hay vías intermedias.

La primera tarea de los revolucionarios en Venezuela es entender esto y explicarlo pacientemente a los más amplios sectores de las masas bolivarianas. Debemos ser claros: la revolución bolivariana y todos sus logros están en peligro. Y la responsabilidad principal recae en la política de los reformistas y burócratas en la dirección del gobierno y del propio movimiento bolivariano.

Una vez que entendemos esto es necesario fortalecer la organización independiente de la clase trabajadora y del pueblo pobre a todos los niveles, en sindicatos clasistas, en fábricas ocupadas, en consejos comunales, en CLAPs revolucionarios, etc. Si hay una lección decisiva de los últimos 18 años de revolución en Venezuela es que “sólo el pueblo salva al pueblo”. Más concretamente, la clase trabajadora organizada, junto al pueblo pobre en las comunidades y los sectores revolucionarios de las fuerzas armadas (más numerosos cuanto más lejos del alto mando) han sido los que han salvado la revolución en todos los momentos clave: el golpe de Abril de 2002, el paro-sabotaje petrolero de Diciembre 2002, las guarimbas del 2004, el referéndum revocatorio, y un largo etcétera. Sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Ni en burócratas ni en reformistas, cuyas políticas conducen a la revolución directamente al abismo.

Hay que volver a las líneas centrales que planteó el presidente Chavez en Golpe de Timón: abolir el estado burgués y avanzar a una economía socialista. Pero ya no es hora de palabras altisonantes y amenazas huecas. Es la hora de pasar a los hechos. Es necesaria una regeneración del movimiento revolucionario bolivariano que debe de ser impulsada por sus sectores más radicales, aquellos que más cerca están del auténtico latir de las masas oprimidas. El único programa posible hoy es el de la revolución socialista, que además es el único programa auténticamente práctico y que puede ofrecer una solución real e inmediata a los problemas más acuciantes de las masas.

Ese programa se puede resumir en las siguientes consignas:

Monopolio del comercio exterior. Nacionalización de toda la cadena de producción, procesamiento y distribución de alimentos y otros productos básicos, bajo el control democrático de los campesinos, trabajadores y comunidades organizadas. Estatización de toda la banca y las empresas de seguros. Repudio de la deuda externa. Expropiación bajo control obrero de todos los capitalistas implicados en el fraude del dólar preferencial. Consejos socialistas de trabajadores en todas las fábricas y puestos de trabajo. Control obrero de la producción y una planificación democrático de la economía, abajo la corrupción y el burocratismo. Todo el poder al pueblo trabajador organizado.

Y para luchar por este programa es necesario organizar una asamblea nacional del chavismo de base y revolucionario en la que la clase trabajadora organizada tiene que jugar un papel dirigente.