El bombardeo de soldados sirios por Estados Unidos y el ataque del régimen de Assad a un convoy de ayuda humanitaria indican que tras sólo una semana después del cese de hostilidades acordado en Siria, el frágil alto fuego se ha roto.

La primera señal del inminente colapso del acuerdo entre Rusia y los EE.UU. llegó el sábado cuando ataques aéreos encabezados por Estados Unidos alcanzaron posiciones del ejército sirio que realizaban una ofensiva contra el Estado Islámico cerca de la ciudad de Deir-Ezzour. El ataque aéreo que mató a 90 soldados e hirió a otros tantos, fue un mazazo para las fuerzas leales al régimen que controlan cerca de la mitad de la ciudad central de Siria y que llevan casi dos años asediados por el Estado Islámico.

Según el Pentágono, el ”incidente» fue un error durante un bombardeo rutinario de la zona. También afirma que Rusia fue informada de la acción, aunque el ejército ruso lo niega. Los hechos sin embargo. parecen ser de otro modo. La inmensa mayoría de los ataques diarios alrededor de Deir-Ezzour no se han llevado a cabo contra ninguna de las posiciones militares, sino a los cargamentos de petróleo y a otros movimientos logísticos. Si la excusa del ejército de Estados Unidos es válida, entonces esto significaría que realizaban apoyo aéreo a las tropas del ejército sirio que estaban en combate con las fuerzas del «EI» en esta ocasión en particular.Teniendo en cuenta la reacción adversa que los norteamericanos podrían recibir por parte de de sus amigos, aliados, y desde el interior de las fuerzas armadas, esta hipótesis es la menos probable.

Más que nada, el ataque fue claramente una provocación, programada para sabotear deliberadamente el acuerdo y el plan de trabajo ruso-estadounidense para poner fin a la guerra civil siria. Si no hubiera sido por el ataque aéreo, el alto el fuego de siete días habría llevado automáticamente a una operación conjunta de las dos potencias para atacar al Estado Islámico, así como a las fuerzas vinculadas al-Qaeda que han cambiado el nombre a Jabhat Fatah Alsham. Sin embargo estaba claro, que el Pentágono no iba a permitirlo.

Desde la firma del acuerdo, la clase dominante estadounidense ha mostrado públicamente una profunda división en torno a Siria. Mientras que John Kerry y el Departamento de Estado negociaron el acuerdo – un acuerdo apoyado por el director de la CIA – el secretario de Defensa, Ash Carter, y el Pentágono se opusieron de forma visible.

El Pentágono ni siquiera se comprometió a llevar a cabo la segunda fase de la operación. Preguntado por su compromiso sobre la puesta en marcha del comando conjunto con Rusia para atacar al Estado Islámico (EI) y a Jabhat Fatah al Sham (JFS),el teniente general Jeffrey L. Harrigian, comandante del Comando Central de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, dijo al New York Times: «no estoy diciendo sí o no, sería prematuro decir que vamos a entrar de lleno en esto» (el subrayado es nuestro)

Después de décadas considerando a Rusia – y antes a la Unión Soviética – como su principal enemigo, los jefes del ejército de Estados Unidos no se han adaptado a ningún tipo de colaboración y al intercambio de inteligencia con aquélla. Además, los líderes militares imbuidos por la arrogancia de ser la fuerza militar más poderosa del planeta, no pueden aceptar la humillación de ser igualados en modo alguno con Rusia.

Además, ven que el imperialismo norteamericano no iba a ganar casi nada con este acuerdo. Una semana después del cese de las hostilidades no hubo informe de la prometida desvinculación de los Estados Unidos con grupos sectarios como el JFS. Esto revela una vez más la verdadera naturaleza de la intervención de Estados Unidos en Siria, que se basa principalmente en las organizaciones fundamentalistas islámicas que sólo difieren del EI en términos de táctica. En consecuencia, si el acuerdo hubiese seguido adelante, los EE.UU. habría tenido que entrar en guerra directa con los grupos patrocinados por ellos y sus aliados.

Al explicar el acuerdo la semana pasada, John Kerry, hizo hincapié en que no era una concesión a Rusia, que los EE.UU. comenzarán a atacar al JFS. Explicó cómo los EE.UU. siempre han estado en contra de esta organización, que ha tomado el control de Idlib, una importante provincia de Siria. Sin embargo, a día de hoy no se ha atestiguado ni un solo ataque aéreo en esa zona y no lo vamos a presenciar tampoco de ninguna manera en un futuro próximo .

A lo largo de la semana, de hecho, se llevó a cabo una campaña en los medios de los países occidentales destinada a explicar lo «pragmático» que es el grupo sectario JFS. Por pragmático quieren hacernos creer que se están alejando de islamismo sectario porque rompieron formalmente sus vínculos con al-Qaeda. Pero el pragmatismo del JFS – o de Jabhat al-Nusra como era conocido antes de julio – es muy diferente de lo que los medios burgueses está retratando. El cambio de nombre de al-Nusra – que fue creado inicialmente por lo que ahora se conoce como Estado Islámico – no era más que un truco mediático para justificar un contacto más directo con Occidente. Al anunciar el cambio de nombre hace unos meses, el líder del grupo, dio las gracias a la dirección de Al Qaeda que también tenía un representante sentado a su lado. Durante el anuncio también se negó a desvincularse ideológica y programáticamente de al-Qaeda. Tras el anuncio, Ayman Zawahari, el líder de Al Qaeda, envió un mensaje de felicitación al grupo por su decisión. Junto al JFS también existe el grupo Harakat Ahrar al Sham, que es poco menos que una parte oficial del JFS, pero al que los EE.UU. se niegan incluso oficialmente a oponerse.

Estos dos grupos forman el núcleo de la oposición anti-Assad creada por los EE.UU. y sus aliados. Manteniendo el apoyo a estos grupos, los EE.UU. están preparando el terreno para muchos más desastres en el futuro de Oriente Medio. Por ahora consideran a estos grupos como la mejor manera de mantener a Rusia e Irán empantanados – una opción que prefieren al acuerdo ruso-estadounidense que no ofrecía nada al imperialismo americano.

Ya sea que los ataques aéreos del sábado contra los fuerzas militares sirias en Deir-Ezzour fuese decidido por el gobierno EEUU o por los que dentro del Departamento de Defensa querían romper el acuerdo, puede que esto nunca se conozca, pero es evidente que los EE.UU. están en una posición muy difícil. ¿Deben aceptar las humillantes condiciones exigidas por Rusia e Irán, o en caso contrario continuar con su campaña vacilante que debilita su propia posición en el mundo y estrecha su margen de maniobra, ya que tienen puesta sus esperanzas en ver debilitarse igualmente la intervención rusa?

Como hemos explicado anteriormente, el acuerdo de Siria era, en efecto, el reconocimiento de las limitaciones del imperialismo estadounidense y el papel creciente de Irán y Rusia en el torbellino de Oriente Medio. Fue la admisión por parte del gobierno de Obama del fracaso total de la política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente, lo que ha llevado al enorme y bárbaro embrollo en Siria e Irak y que continúa desestabilizando toda la región.

No sólo esto llevó al ascenso de Irán, una pareja de hecho que EE.UU. se ha visto obligado a aceptar de mala gana en la guerra contra el Estado Islámico, sino que al tratar de contrarrestar esta alianza y para apaciguar a sus aliados del Golfo, ha respaldado a las fuerzas kurdas del YPG, que a su vez ha dado lugar a una importante crisis con el país clave de la OTAN, Turquía.

Ahora Turquía, con la bendición de Putin, ha entrado en Siria con el objetivo de aplastar a los kurdos, que son vistos por la clase dominante turca como una amenaza existencial. De acuerdo con algunos informes, las fuerzas estadounidenses incrustadas con las tropas kurdas tuvieron que interponerse entre los dos ejércitos con el fin de evitar conflictos abiertos – otra revelación de las grandes contradicciones de la política estadounidense en Oriente Medio.

Esta situación le viene como anillo al dedo a un cínico como el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Rusia tiene la iniciativa en Siria ahora y Putin puede cambiar el equilibrio de fuerzas a su antojo. Al vender al movimiento kurdo, a cambio de un acuerdo con Turquía, Irán y Rusia lograron aislar a los estadounidenses que no pueden permitirse un choque directo con Turquía aliado de la OTAN. Esto puede explicar la respuesta positiva a la oferta por parte de la CIA – que ha estado más cerca de Turquía y de Arabia Saudita que del Pentágono en la cuestión de Siria. Por ahora, sin embargo, la carta kurda es la única que el imperialismo estadounidense tiene en sus manos. Por supuesto, ellos no tienen el menor escrúpulo en vender al movimiento kurdo, a cambio de un mayor papel en la futura división imperialista de Siria.

Sin embargo, la intervención rusa no ocurre sin sus propias contradicciones. Rusia está sufriendo una gran crisis económica y la paciencia de la población rusa con la misión en Siria no puede durar eternamente. Por otra parte, el ejército ruso – incluso con la ayuda de Assad e Irán – no tiene los recursos para llevar a cabo una amplia campaña para reconquistar toda Siria. Su fuerza en Siria se basa en parte en su poder militar, pero sobre todo en las limitaciones del imperialismo estadounidense.

Para Rusia el objetivo principal y final de la intervención en Siria es llegar a un acuerdo y, posiblemente, una misión conjunta con los EE.UU.. Quiere llegar a ser una potencia igual o casi igual en la región. Una vez asegurado el régimen en áreas vitales, no tienen prisa en tomar toda Siria. Junto con la banda Bazaari en Irán están interesados en un acuerdo para lograr un reparto de poder más que cualquier otra cosa. Incluso la posición de Bashar Assad no es sagrada para ellos, a pesar de que se mantendrá, siempre y cuando no haya otra alternativa.

Bashar Assad, sin embargo, quiere resucitar el régimen sirio como era en el pasado y recuperar el control de la mayoría, si no de toda Siria. Esto explica el asedio de Alepo por las fuerzas de Assad frente a la oposición de Rusia. También podría explicar el reciente bombardeo del convoy de la Media Luna Roja, que mató a decenas de cooperantes. Ante el bombardeo de Estados Unidos y necesitando urgentemente reafirmarse, el ejército de Assad podría haber visto esto como una oportunidad para comprometer a Rusia a mantener sus fuerzas de combate en Siria. Moscú no tiene más remedio que aceptar.

Los imperialistas han desatado fuerzas en el Medio Oriente que ya no controlan. Esto refleja la ausencia absoluta de control de la clase capitalista sobre su propio sistema, un sistema que está en una crisis profunda en todas partes. Son incapaces de superar los intereses particulares de cada clase dominante en la región, igual que no pueden evitar los intereses contradictorios de Rusia y Estados Unidos. En este contexto, el sangriento conflicto está destinado a continuar hasta que una o más de las partes contendientes se agoten, dejando tras de si la muerte y la destrucción en el infierno que Siria se ha convertido. El callejón sin salida de Siria es un reflejo del callejón sin salida de un sistema que ha llegado a un punto en el que ya no tiene nada que ofrecer a las masas trabajadoras. Sólo poniendo fin a todo el sistema que engendra semejante barbarie podemos encontrar una solución real al conflicto.