Al escribir sobre estas jornadas, que llevaron a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lo haremos desde una visión marxista, a fin de poder obtener las lecciones correctas, sobre las condiciones históricas subjetivas que entonces no permitieron llevar a cabo el sueño de los explotados de nuestro país.

Las jornadas insurreccionales del 23 de enero de 1958

Estas jornadas siempre han sido presentadas por la clase dominante de manera distorsionada, para tergiversar lo que realmente fueron tales acontecimientos, y ocultando el horror que vivieron las clases dominantes y el imperialismo durante aquellos días, ante la masiva insurrección popular no sólo contra la dictadura, sino contra el propio régimen burgués. Por lo tanto, los revolucionarios tenemos la tarea de acercarnos a la realidad de los hechos, para demostrar cómo las visiones académica, periodística y política oficiales, han tratado siempre de darle otro sentido a los hechos históricos, con el fin de borrar la memoria histórica revolucionaria del pueblo en lucha, en aras de garantizar el sostenimiento del régimen de explotación capitalista.

En este marco, también pretendemos que el presente análisis nos permita conectarnos con el aniversario de la Revolución Rusa, que permitió creer en la victoria del socialismo, cuando el partido bolchevique condujo a las masas a la toma del poder, llevando adelante la expropiación de la burguesía y el desmantelamiento del estado burgués, y abriendo el sendero para la construcción de una sociedad socialista. Estas enseñanzas nos deben servir a fin de poder comprender lo que faltó el 23 de enero de 1958, no sólo para derrotar a la dictadura, sino a la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, y lo que falta hoy en la Revolución Bolivariana para derrotar de una vez por todas a las fuerzas de la contrarrevolución, y así poder garantizar la irreversibilidad de la revolución.

El 23 de enero

El Dictador Marco Pérez Jiménez sale huyendo del país en la madrugada del 23 de enero. El estado burgués, es decir, el aparato burgués para la represión violenta de las masas, quedó desmantelado por la movilización masiva del pueblo. No quedó piedra sobre piedra de la institucionalidad burguesa perezjimenista. La clase obrera, la juventud y el pueblo en la calle con su movilización, destruían el aparato de la seguridad nacional, la fuerza policial del régimen odiada por todos, a la vez que sacaban de los calabozos a los presos políticos y hacían justicia al mismo tiempo, encarcelando a los esbirros y corruptos funcionarios del régimen. Las movilizaciones en las calles y los barrios tomaron un carácter claramente insurreccional, cuando, para decirlo en palabras de Lenin, las masas expresaron violentamente su voluntad de no seguir viviendo bajo la misma situación de miseria y opresión. Se abre una situación revolucionaria en el país. Se organizan milicias populares. El movimiento de masas se hace incontenible e incluso en un primer momento desborda a la propia dirección política que la Junta Patriótica trataba de dar al movimiento. En poco tiempo se extiende una verdadera rebelión popular partiendo desde las barriadas pobres hacia el resto de la ciudad.

La huelga general convocada contra la dictadura

La Junta Patriótica, organización de vanguardia en la lucha contra la dictadura, estuvo integrada en un principio por los partidos Unión Republicana Democrática (URD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV), teniendo como dirigentes más destacados a Fabricio Ojeda de URD y a Guillermo García Ponce del PCV,  luego se incorporará Acción Democrática (AD), y  ya al romper con la dictadura se incorporará el partido burgués Comité de Organización Política Electoral independiente, mejor conocido históricamente como COPEI. En el siguiente extracto, correspondiente al Manifiesto n°1 de la Junta Patriótica, puede apreciarse claramente el espíritu etapista de la Junta, que plantea orientar la lucha únicamente contra la dictadura y no hacia el derrocamiento del régimen capitalista: “solamente aspiramos que se respete el derecho de sufragio universal, directo y secreto que permita la libre postulación de candidatos y el natural debate en torno a ellos”. Luego de esta declaración se incorporarán los empresarios, la Iglesia y todos los sectores burgueses opuestos a la dictadura, que habrían sido elegidos en 1957 por el gobierno de los EE.UU para dirigir la “transición” hacia un régimen “democrático”.

Al no respetarse la convocatoria a elecciones, la Junta Patriótica organiza la lucha de calle, que va desde la lucha estudiantil hasta la convocatoria de la huelga general para el 21 de enero, y que como ya hemos señalado, terminará desbaratando al aparato de estado burgués, escribiendo así las gloriosas páginas del 23 de enero de 1958.

Dice Trotsky en el Programa de Transición, que “La orientación de las masas está determinada, por una parte, por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición, y de otra, por la política de traición de las viejas organizaciones obreras”.  Esa es una lección que necesariamente debe extraerse de los acontecimientos del 23 de enero. Ante el reformismo timorato y la política de conciliación de clases de los partidos que dirigían la Junta Patriótica, las masas se radicalizan y barren todo el aparato de estado burgués, yendo más allá de la voluntad de la Junta, lo que dará paso a un gobierno de transición presidido por funcionarios militares de la dictadura, el Vicealmirante Wolfang Larrazábal y los Coroneles Carlos Fuertes, Abel Romero Villate y Roberto Casanova, ante lo cual las masas responderán a su vez con poderosas movilizaciones, que provocarán la salida de éstos del gobierno provisional.

El PCV, el cual tenía una fuerte influencia en los sectores movilizados, jugó un papel lamentablemente similar. Sosteniendo la tesis menchevique-estalinista de la teoría de las etapas, que plantea que en un país semicolonial como Venezuela, en el que coexistían pequeños focos de industrialización capitalista en algunas ciudades del país, junto a vastos campos improductivos sometidos al régimen feudal o semifeudal de producción (latifundio), con una población mayoritariamente campesina y un pequeño pero aguerrido proletariado industrial y de servicios en las ciudades, no puede haber revolución socialista hasta tanto no se lleven a cabo las tareas democrático burguesas, es decir, la democratización del estado, la reforma agraria para liquidar el régimen feudal (latifundio) en el campo, y el desarrollo de una fuerte industria nacional sobre bases capitalistas, por lo que terminó entonces actuando como un freno para el movimiento revolucionario y convirtiéndose en un obstáculo para las aspiraciones de las masas, que demandaban una transformación radical de la sociedad y no la consolidación de la democracia burguesa. No obstante, en el mismo Programa de Transición, Trotsky señaló también que “las leyes de la historia son más fuertes que los aparatos”, refiriéndose a la capacidad histórica de las masas, en una situación de crisis generalizada del capitalismo, de desbordar a sus propias organizaciones y a la dirigencia burocratizada de sus organizaciones, cuando éstas actúan como freno para el movimiento. En ése sentido, el propio PCV no pudo finalmente contener al poderoso movimiento de masas, lo que derivó en el estallido revolucionario del 23 de enero y las jornadas posteriores.

El pacto obrero patronal

Si en el Partido Comunista de Venezuela (PCV) hubiesen habido cuadros que hubiesen orientado el partido hacia la toma del poder, tal y como lo hizo Lenin en 1917 con el partido bolchevique, éste hubiese podido levantar ante las masas enardecidas las banderas de la revolución socialista en el momento decisivo, un momento en el cual el PCV era la organización con mayor influencia en el movimiento. Sin embargo, la política menchevique y etapista de sus principales dirigentes, que hemos señalado y explicado, giraba en torno a la política de conciliación de clases, con lo cual dicho partido terminó siendo uno de los actores principales que patrocinó el pacto obrero-patronal firmado por el PCV, AD y los empresarios en 1958.

Este pacto tuvo como objetivo frenar las huelgas obreras y desmovilizar a las masas que perturbaban el sueño de los capitalistas nacionales y del imperialismo norteamericano.  Recordemos que la movilización popular había adquirido un carácter insurreccional y era dirigida por las milicias populares. Las masas enfrentaron los dos intentos de golpe de estado, en julio y septiembre de 1958, en los cuales se trató de restablecer el régimen dictatorial, y convocaron protestas ante la visita de Richard Nixon. Las calles protestaban amargamente su presencia, mientras que la junta provisional de gobierno le ofrecía disculpas por las protestas en su contra.

El pacto de Punto Fijo

El pacto de Punto Fijo fue un acuerdo que ya en 1957 AD, COPEI y URD habían formalizado en el acuerdo que se conoció como el pacto de Nueva York, con el cual se secuestró el intento de cambiar radicalmente la sociedad venezolana. Ello fue posible debido a que no existía un partido como el de Lenin y Trotsky, que llevó a la victoria al proletariado ruso en 1917, que pudiera orientar de la misma forma al movimiento de masas en Venezuela a no tener confianza en la junta de gobierno y a exigir más poder para las milicias populares. Faltó un programa fundamentado en las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky para cumplir con las tareas revolucionarias.

El pacto de Punto Fijo fue un nuevo pacto entre el imperialismo por un lado, y el empresariado y sus partidos políticos por el otro, a fin de garantizar la estructura de saqueo de nuestros recursos naturales, y el dominio semicolonial sobre la economía y la sociedad venezolana por parte del imperialismo yanqui. Dominio que a pesar de los importantes avances que ha llevado adelante la Revolución Bolivariana en las últimas dos décadas, se mantiene aún en pie y se mantendrá en pie en el futuro, hasta tanto no se radicalice la revolución hasta sus últimas consecuencias.

Nuestra Tarea

Después de mirar estas gloriosas jornadas escritas por los trabajadores, la juventud y el conjunto de los explotados de Venezuela en 1958, hoy, como chavistas y revolucionarios, es nuestra tarea organizarnos bajo la bandera del marxismo, para dotarnos de un programa socialista como el que expresó y defendió nuestro comandante y compañero Hugo Chávez, cuando declaró que la única solución al problema de la miseria, la pobreza y la desigualdad en la que el capitalismo sumergió a nuestro pueblo durante décadas, era la victoria definitiva del socialismo.

Si esta era la visión del compañero Chávez, una vez habiendo comprendido cómo se secuestró la acción revolucionaria del 23 de enero, debido a la ausencia de un partido y una dirección política genuinamente revolucionarios, y buscando a la vez una salida a la crisis económica que actualmente impone el empresariado, los banqueros y el imperialismo norteamericano a la Revolución Bolivariana, entonces te invitamos compañero, compañera, a incorporarte a la Corriente Marxista del PSUV – Lucha de Clases, sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional, para acabar con nuestros enemigos de clase. Ese es nuestro deber, no podemos vacilar en nuestra tarea histórica, debemos construir la organización revolucionaria del proletariado para llevar a nuestra revolución a la victoria, con las ideas del marxismo, confiando sólo en las fuerzas de la clase obrera para lograr la victoria del socialismo. Tomemos el espíritu irredento y revolucionario del 23 de enero y preparemos el terreno para la destrucción definitiva del capitalismo y del imperialismo en Venezuela y en todo el continente americano.

¡Viva el 23 de enero como jornada por la abolición de la sociedad capitalista!

¡Viva el espíritu revolucionario del 23 de enero!

¡Por la escala móvil del salario!

¡Por la expropiación de la banca que empobrece el Bolívar!

¡Por la expropiación de los monopolios y las cadenas de comercialización que dirigen la guerra económica!

¡Únete a la corriente Marxista Internacional  del PSUV!

¡Viva la revolución Rusa en su centenario!

¡Viva la revolución mundial!