Actualmente Venezuela atraviesa una crisis económica sin precedentes en su historia contemporánea, crisis que se caracteriza por una hiperinflación que no deja piedra sobre piedra en cuanto a ingreso de los trabajadores se refiere, lo que a su vez afecta su capacidad de organización y lucha, es decir, que agrava un proceso de reflujo del movimiento popular.

Por su parte, las continuas derrotas electorales propinadas a la MUD durante las pasadas elecciones regionales y municipales, han ahondado las ya existentes divisiones internas que se han manifestado en una guerra pública entre tendencias, cada cual con una estrategia distinta para sacar a Maduro del poder.

Esta fragmentación, ha sido aprovechada y hasta promovida por la burocracia gobernante, lo que aunado a la crisis económica y la escasez de productos de primera necesidad (alimentos y medicinas), la ha fortalecido y ha robustecido sus mecanismos de control: el clientelismo hacia los sectores más atrasados y debilitados, y la coerción dirigida hacia los sectores más combativos de la clase trabajadora.

En este escenario favorable para el gobierno, es que la Asamblea Nacional Constituyente, degenerada en órgano del poder bonapartista al servicio del ejecutivo, adelanta los comicios presidenciales para el 20 de mayo.

Maduro y Falcón ¿Qué representan?

Los candidatos más sonados de esta contienda son Maduro y Falcón, veamos muy brevemente que intereses representan y las perspectivas que se abren de ser electos.

En primera instancia tenemos al actual presidente de la república, Nicolás Maduro, quien encabeza un gobierno bonapartista que, en su intento de arbitrar entre las clases, ha ido dando cada vez más concesiones a la burguesía, evitando controlar los precios, abaratando los despidos a través de una política de bonificación del ingreso y flexibilizando el régimen laboral de forma disimulada.

Los intereses tras esta candidatura son los de la burocracia, que busca afianzar y mantener sus privilegios y coimas, burocracia que a su vez se presenta dividida a las elecciones, si bien detrás de una misma candidatura, en tarjetas distintas (MSV y PSUV). Otro gobierno de Maduro representa una muerte por asfixia, en comparación con lo que sería la toma del poder directamente por la burguesía.

En materia económica, no se avizora cambio en la política de “paños de agua tibia”, apoyándose en la renta para sostener sus medidas clientelares de cara a las elecciones con la entrega de “Mi casa bien equipada” a funcionarios de los ministerios. Por su parte, el lanzamiento del Petro, si bien busca esquivar las sanciones impuestas al país, no tiene detrás un plan de inversión para desarrollar el aparato productivo sino más bien continuar con el religioso pago de la deuda externa.

Por otro lado, tenemos la candidatura de Henri Falcón, este representa los intereses tanto de la burguesía rentista venezolana como de los capitales trasnacionales.  Su discurso de un gobierno de unidad nacional no es sino una burla a la clase trabajadora que busca hacer sentir seguros a ciertos sectores de la burocracia gobernante los cuales temen una “cacería de brujas” ante un eventual cambio de gobierno.

En materia económica, Falcón ha propuesto la dolarización de la economía (ya de hecho dolarizada en precios), propuesta que sólo podrá llevarse a cabo por medio de la privatización agresiva de las principales industrias nacionales, lo que proveería al gobierno de los dólares necesarios para remplazar el cono monetario. Entre los argumentos para la privatización, estarían la imposibilidad por parte del gobierno de realizar inversiones en las industrias básicas tales como PDVSA y la del pago de la deuda externa.

La dolarización, a través de la privatización, implica un aumento de las contradicciones de clase, por lo que un eventual gobierno de Falcón tendría que ofrecer otras tantas coimas a la burocracia sindical actual para que ésta actuase como muro de contención por la izquierda de la lucha de clases, teniendo además la oposición fiel de la dirigencia del PSUV, que más allá de un discurso encendido, se estaría jugando su libertad (impunidad) y la posibilidad de seguir en el escenario político.

¿Votar o no votar? ¿Es ése el dilema?

A lo interno del chavismo se ha abierto un debate sobre la candidatura electoral de Maduro. Por un lado, los sectores controlados por la burocracia (política y sindical) han mostrado su apoyo incondicional al presidente, por otro, las corrientes socialistas y revolucionarias han declarado la necesidad de una alternativa ante la debacle reformista.

Esta pugna desigual por el control del movimiento de masas, que enfrenta al aparato clientelar del Estado rentista venezolano con la vanguardia, se había venido expresando desde la elección constituyente en la que cientos de cuadros de las bases se enfrentaron a la maquinaria del PSUV.  Ante este descontento, partidos como el PPT y el PCV dieron su apoyo a candidatos críticos, sin embargo, no supieron llevar sus posiciones hasta sus últimas consecuencias hacia la construcción de una alternativa revolucionaria.

La burocracia por su parte, ha aprovechado esta situación para tratar de aislar a las tendencias socialistas, con un discurso que pretende hacer ver este proceso como decisivo para la revolución a la vez que desvía la atención de lo verdaderamente determinante, las medidas económicas necesarias para salir de la crisis.  Para los marxistas, estas elecciones representan sólo una coyuntura que no debe distraernos de nuestras tareas estratégicas: lograr la unidad de la clase trabajadora y la construcción de una organización revolucionaria que pueda luchar en los escenarios venideros.