El pasado 8 de mayo, Donald Trump anunció su decisión de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán. En un discurso lleno de mentiras, distorsiones e hipocresía abierta, anunció que su Administración volverá a imponer el «nivel más alto de sanciones económicas» a Irán.

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Haciendo alusión a una serie de falsedades con respecto a las ambiciones y al comportamiento de Irán en la región, Trump dijo que: «(…) tengo claro que no podemos evitar una bomba nuclear iraní bajo la estructura decadente y podrida del acuerdo actual. El acuerdo con Irán es defectuoso en su esencia. Si no hacemos nada, sabemos exactamente lo que sucederá. En muy poco tiempo, el principal Estado patrocinador del terrorismo estará a punto de adquirir las armas más peligrosas del mundo. Hoy anuncio que Estados Unidos se retirará del acuerdo nuclear con Irán.»

Según las sanciones que se han vuelto a imponer, las empresas extranjeras tendrán de 90 a 180 días para cerrar sus operaciones en Irán o serán objeto de sanciones en sus operaciones en los EE. UU. La economía iraní, que ya se encuentra en un estado lamentable, va a verse gravemente sacudida. Huelga decir que la mayor parte de la presión recaerá sobre el pueblo iraní que ya padece altos niveles de desempleo y pobreza.

¿Quiénes son los agresores?

Al pintar una imagen de Irán como un estado terrorista malvado, Trump acusó al país, entre otras cosas, de ser el «principal Estado patrocinador del terrorismo», partidario de Al Qaeda y los talibanes, y de llevar a cabo «actividades siniestras en Siria, Yemen y otros lugares en todo el mundo».

El único problema es que los hechos cuentan una historia diferente. Antes de la guerra criminal en Irak, la intervención occidental en Siria y del ataque al régimen de Gadafi, el fundamentalismo islámico no tenía un punto de apoyo en ninguno de estos países. Además de matar a millones de personas, la intervención en Oriente Medio  ha desestabilizado toda la región y ha levantado el espectro de la barbarie yihadista en todas partes.

Sólo en Irak, más de un millón de personas murieron como resultado de la ocupación estadounidense de ese país. La destrucción del Estado Irakí después de la invasión estadounidense de 2003 y la imposición de políticas sectarias llevaron directamente al surgimiento del fundamentalismo islámico, que casualmente fue apoyado por Arabia Saudita, para frenar la influencia de Irán en el país.

En Siria, fue la intervención occidental respaldada por Arabia Saudita, los Estados del Golfo y Turquía la que apoyó a las fuerzas yihadistas, incluida Al Qaeda. Los llamados rebeldes moderados, que Occidente apoyó para estrangular la revolución siria y derrocar al régimen de Assad, no tienen nada de “moderados”.

En Yemen, Estados Unidos y Gran Bretaña están involucrados en la brutal guerra saudí que está forzando a millones de hombres, mujeres y niños al borde de la inanición. No es ningún secreto que esta campaña también se apoya en Al Qaeda, que ha aprovechado el vacío de poder en el país para establecer grandes áreas bajo su control en el este de Yemen.

Desde Afganistán, donde Estados Unidos ayudó a los precursores de Al Qaeda a tomar el poder, pasando por Siria, donde la CIA y los aliados de Estados Unidos apoyaron a las organizaciones yihadistas en el secuestro de la revolución siria, el imperialismo estadounidense siempre ha estado a la vanguardia de la proliferación yihadista.

Los gobernantes de los países del Golfo y Arabia Saudita se frotaban las manos después del anuncio de Trump. Muhammad bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudita dijo:

«Irán usó los beneficios económicos del levantamiento de las sanciones para continuar sus actividades a fin de desestabilizar la región, particularmente mediante el desarrollo de misiles balísticos y el apoyo a grupos terroristas en la región».

Estas palabras huelen a hipocresía. El podrido Reino de Arabia Saudí, un régimen brutal y bárbaro basado en la misma ideología que Al Qaeda y el Estado Islámico (EI), es el mayor soporte financiero del fundamentalismo islámico en el mundo. Grupos como Al Qaeda y EI no sobrevivirían un sólo día sin los miles de millones de dólares que fluyen de Arabia Saudita.

En Israel, Benjamin Netanyahu también se mostraba eufórico después del anuncio de Trump, declarando:

«Israel se ha opuesto al acuerdo nuclear desde el principio porque dijimos que en lugar de bloquear el camino de Irán hacia una bomba, el acuerdo de hecho allana el camino de Irán hacia un arsenal real de bombas nucleares dentro de unos años».

Se olvidó convenientemente de comentar que los únicos países de Oriente Medio que poseen armas nucleares son Israel y Turquía (Estados Unidos tiene desplegadas armas nucleares en su territorio). Contrariamente a Irán, Israel ha estado atacando continuamente a otros países apropiándose de partes de Líbano, Siria, Egipto y, por supuesto, de los territorios palestinos, que se han convertido en la prisión del pueblo palestino. Desde el comienzo de la guerra civil siria, Israel ha estado bombardeando lugares de Siria y ha apoyado a grupos islamistas en sus fronteras. Netanyahu está decidido a provocar una guerra con Irán, más que nada para desviar la atención de los casos de corrupción y la creciente oposición en su contra.

La reimposición de sanciones a Irán no es más que una declaración de guerra contra el país y su pueblo, que se enfrentará a graves consecuencias. A diferencia de Occidente y sus aliados en la región, Irán no ha atacado a ningún país en los tiempos modernos. Por otro lado, el imperialismo estadounidense ha sido la fuerza más reaccionaria y contrarrevolucionaria en la región desde la Segunda Guerra Mundial. Junto con sus títeres en Riad y Jerusalén, Estados Unidos ha jugado un papel reaccionario contra todos los pueblos de Oriente Medio.

Sin embargo, después de la guerra de Irak de 2003, debido al colapso del régimen de Saddam, la influencia de Irán aumentó en la región. Quemado por las derrotas en Irak y Afganistán, donde el imperialismo estadounidense tuvo que retirarse dejando una factura de un billón de dólares y una oposición masiva a la guerra en casa, la opción de una intervención militar directa sobre el terreno fue descartada por un tiempo. El resultado más tangible fue la rotunda derrota del imperialismo estadounidense en Siria, donde los grupos apoyados por Irán ahora forman la fuerza más poderosa sobre el terreno.

Fue en este contexto en el que se alcanzó el acuerdo nuclear de Irán en 2015. Al ver el cambio en el equilibrio de fuerzas, EE. UU. necesitaba la ayuda de Irán para estabilizar la región. Pero es exactamente este hecho el que Trump es incapaz de aceptar. Flanqueado por el rabioso halcón anti-Irán y nuevo asesor de seguridad nacional, John Bolton, y el Secretario de Estado, Mike Pompeo, Trump está decidido a volver el reloj a la era en la que EE. UU. podía entrar y salir de cualquier país de Oriente Medio a su antojo.

Lo mismo se aplica para Netanyahu y Mohammad bin Salman. Lo que quieren decir cuando señalan el «comportamiento agresivo de Irán» no es que Irán esté realmente atacando a otros países, sino que la presencia de Irán restringe su capacidad de atacar e intervenir en cualquier país que lo deseen. Pero nada de esto va a cambiar con una nueva ronda de sanciones. Por el contrario, la declaración de guerra económica contra Irán solo conducirá a una mayor inestabilidad, de la cual Estados Unidos podría no salir victorioso.

Trump señaló que la experiencia de Corea del Norte muestra que su método funciona, pero es todo lo contrario. Lejos de forzar a Corea del Norte a la mesa de negociaciones, es Corea del Norte, un país pequeño y pobre, quien al adquirir bombas nucleares logró forzar al Estado más poderoso del mundo a negociar después de décadas de agresiones y sanciones. Si hay una lección en todo esto para el régimen iraní, sería que debería haber adquirido una bomba nuclear incluso antes. Con toda seguridad, esto es exactamente lo que defenderán los partidarios de la línea dura en Teherán.

Estados Unidos vs. Europa

La declaración de Trump causó gran consternación en los países europeos, que han estado haciendo importantes inversiones en Irán. Además de importantes acuerdos petroleros firmados por compañías petroleras francesas e italianas, las compañías europeas Airbus y ATR cerraron negocios por valor de más de 22.000 millones de dólares. Las potencias europeas confiaban en la perspectiva de nuevas incursiones en el amplio mercado de Irán, en su mayoría sin explotar. El presidente francés, Macron, tuiteó:

«Francia, Alemania y el Reino Unido lamentan la decisión de Estados Unidos de abandonar el JCPOA. El régimen de no proliferación nuclear está en juego».

La canciller alemana, Angela Merkel, la primera ministra británica, Theresa May y Macron emitieron una declaración conjunta luego de una llamada telefónica trilateral tras el anuncio de Trump. Las tres naciones dijeron que «seguirían comprometidas con asegurar que se mantenga el acuerdo» y «garantizarían que así sea, incluso asegurando los continuos beneficios económicos para el pueblo iraní que están vinculados con el acuerdo».

Para los perros falderos británicos del imperialismo estadounidense, y para Macron, quien pasó el último mes lamiéndole las botas a Trump, el anuncio fue como un cubo de agua helada. De todos modos, independientemente de cuánto quieran los europeos permanecer dentro del acuerdo, la estructura de las sanciones estadounidenses hará muy difícil, si no imposible, mantener el acuerdo nuclear de Irán. Esto se suma a las crecientes tensiones entre EE. UU. y Europa. Huelga decir que esta división solo debilitará a Occidente y fortalecerá la posición de Irán.

Irán

El colmo de la demagogia pura en el discurso de Trump fue cuando apeló al pueblo iraní diciendo que «el pueblo de Estados Unidos está con vosotros». Lo que está claro para cada hombre, mujer y niño en Irán hoy es que no pueden confiar en el gobierno de EE. UU.

El presidente iraní, Hassan Rouhani trató de aprovechar este estado de ánimo inmediatamente después del discurso de Trump diciendo:

«Irán es un país que respeta sus compromisos. Y Estados Unidos es un país que nunca ha cumplido sus compromisos. Nuestra historia en los últimos 40 años, e incluso antes, muestra que EE.UU., en lo que se refiere a su enfoque hacia la gente de la región y el pueblo de Irán, siempre ha adoptado una actitud hostil».

El efecto de las nuevas sanciones será devastador para la economía iraní, que ya se encuentra en un mal estado. Desde enero, la moneda iraní se desplomó a un mínimo histórico de alrededor de 65.000 riales el dólar estadounidense, bajando desde los 57.500 a fines de abril y los 42.890 a fines de 2017. Algunos expertos creen que la moneda iraní podría caer hasta 110.000 riales por dólar estadounidense, produciendo una inflación en espiral, que afectará a los más pobres más que a nadie.

Esto conducirá a un fortalecimiento de la línea dura del régimen, que podrá decir «te lo dije». Mientras tanto, el creciente movimiento de oposición, que ha salido a las calles desde enero, se verá socavado ya que la gente se unirá detrás del régimen contra el imperialismo estadounidense.

Ningún plan

De hecho, no parece haber ningún plan o propuesta alternativa realista para reemplazar el acuerdo nuclear. Esto ha sido señalado por muchas figuras destacadas del establishment, no sólo en Estados Unidos, sino también en Israel. El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis (quien una vez dijo que los tres principales problemas de política exterior de Estados Unidos eran «Irán, Irán e Irán») tildó el presente acuerdo de «bastante sólido».

Mientras tanto, el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el General Joseph Dunford, dijo que «Irán está cumpliendo con sus obligaciones del JCPOA» y que una decisión estadounidense de abandonar el acuerdo «tendría un impacto en la voluntad de otros de firmar acuerdos». Declaraciones similares han sido hechas por cientos de personas dentro del establishment político, de inteligencia y militar de Estados Unidos. De hecho, la oposición a romper el acuerdo con Irán fue un elemento clave en la destitución del General H.R. McMaster y Rex Tillerson del círculo interno de Trump.

Mientras Benjamin Netanyahu hablaba de «miles» de «expedientes nucleares secretos» que mostraban que Irán estaba rompiendo el acuerdo nuclear, el jefe de personal de las Fuerzas de Defensa de Israel, general Gadi Eisenkot, decía que el acuerdo «con todas sus fallas está funcionando». Declaraciones similares han sido hechas por docenas de funcionarios de seguridad israelíes, incluido el ex primer ministro israelí Ehud Barak, quien dijo que abandonar el acuerdo sería un error.

Pero para Trump y Netanyahu esto no importa. Sus acciones están determinadas por consideraciones extremadamente estrechas y miopes. Netanyahu lucha por su propia supervivencia política y está dispuesto a provocar un conflicto militar con Irán a fin de lograrlo. Al avanzar en esta dirección, no sólo está agregando combustible a las llamas que arden en Siria, Irak y el Líbano, sino que incluso desestabiliza a Israel en cierta medida. Además, Irán no es la franja de Gaza, que ha estado muerta de hambre durante décadas. Irán es una potencia militar e industrial relativamente fuerte, que podría resultar difícil de combatir incluso para Israel en un enfrentamiento militar directo.

Trump es un matón y apostador por naturaleza. Cree que puede intimidar a Irán para que llegue a un acuerdo con él, pero al igual que los israelíes, se va a llevar una sorpresa. A diferencia de EE. UU., Israel o Arabia Saudita, que no tienen la capacidad de desplegar grandes cantidades de tropas en otros países de la región, Irán tiene cientos de miles de milicianos consagrados y luchadores que se extienden desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo. Al final, éste será el factor decisivo y EE. UU. tendrá que retirarse una vez más. Mientras tanto, las acciones de Trump provocarán más inestabilidad y sufrimiento para las masas de Oriente Medio.