Para los marxistas, el burocratismo va más allá de una simple acumulación de malos hábitos en quienes ostentan cargos dentro del Estado, para hallar sus verdaderas causas, es necesario un análisis más profundo de la sociedad, desentrañando las contradicciones de las que emerge, sus causas y características.

Al respecto, la crítica que hiciera el joven Marx al Estado Prusiano es de inestimable valor, en textos como Crítica del Derecho del Estado de Hegel, Los debates de la Ley acerca del Robo de Leña y su Justificación del Corresponsal del Mosela, encontramos un arsenal teórico para abordar este problema que sin duda carcome a la sociedad.

Marx, ubica la génesis del Estado Burocrático moderno en el absolutismo europeo. Al hacer referencia a la victoria de Luis Bonaparte sobre el parlamento francés señalaría:

“Este poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado […] surgió en la época de la monarquía absoluta, de la decadencia del régimen feudal que dicho organismo contribuyó a acelerar. Los privilegios señoriales de los terratenientes y las ciudades se convirtieron en otros tantos atributos del poder del Estado, los dignatarios feudales en funcionarios retribuidos.”[1]

Si para Hegel éste Estado es, a través de sus delegados, la expresión del interés general de la sociedad, para Marx, por el contrario, “… La antítesis entre el Estado y la sociedad civil es algo fijo; el Estado no reside dentro de la sociedad civil sino fuera de esta, y solo se mantiene en contacto con ella por medio de sus ‘delegados’…”[2].

Estos, conformarían un estamento medio cuya premisa sería la de regular toda forma organizativa de la sociedad civil, para lo cual tendrán que someterlas a su control. Marx explica esta tendencia de la siguiente manera: “Allí donde la ‘burocracia’ es un nuevo principio, donde el interés general del Estado comienza a convertirse en un interés ‘aparte’ y, por tanto, en interés ‘real’, lucha contra las corporaciones[3].

No conforme con exponer esta contradicción, Marx aborda las leyes de esta jerarquía burocrática, despersonalizando el problema y demostrando como es el sistema el que permite la burocratización del hombre dentro del aparato estatal. Para él, “El espíritu general de la burocracia es el secreto, el misterio, que en su seno se mantiene por medio de la jerarquía y al exterior como corporación cerrada […]. La autoridad es, por tanto, el principio de su deber y la adoración de la autoridad su intensión[4]”. Esta respuesta hacia el exterior que da la burocracia no sólo está fundada en la contradicción Estado – Sociedad Civil, sino que además es una consecuencia de la división del trabajo que opera dentro de la burocracia, sus normas y mecanismos de ingreso.

En primera instancia, el acceso a esta corporación cerrada se da a través de un examen al que Marx denominaría un “bautismo burocrático del saber”, “el reconocimiento oficial de la transustanciación del saber profano en el saber sagrado (en todo examen se da por supuesto como algo evidente por sí mismo que el examinador lo sabe todo)”[5]. Una vez dentro, “El ejercicio del cargo constituye el deber, la misión de vida del funcionario del Estado. El Estado debe, por tanto, remunerar sus servicios”[6] por lo que el “hacer carrera” se convierte en un asunto vital y mantenerse dentro de la jerarquía implica mantener el propio sustento.

Las normas de esta jerarquía son sencillas, por un lado la división del trabajo opera de forma que la cúspide encomienda a la base el conocimiento de los detalles mientras los funcionarios de la base encargan a sus jefes el conocimiento de los asuntos generales, “engañándose mutuamente”; por otro, las necesidades materiales del funcionario, para el cual “su ‘cargo’ es, en realidad, su relación ‘sustancial’ y su ‘pan’”[7], promueve la obediencia de los círculos inferiores a los superiores, manteniendo la unidad del Estado por medio de la autoridad. Por estas razones, “la jerarquía difícilmente se convence de que quienes forman parte de ella pueden pecar”[8].

Esta incapacidad de la burocracia para convencerse de sus propios errores, hace que los miembros de la jerarquía terminen desconfiando de los propios demandantes, esto es en el mejor de los casos, cuando los funcionarios actúan éticamente, por lo que entre más honesto sea el funcionario, más desconfianza sentirá, no digamos ya cuando el sistema se ha corrompido o degenerado.

Si esto ocurre en la base, en la cúspide la relación no cambia, pues para el alto funcionario, desconfiar de un subalterno es también poner en entredicho el propio sistema que lo ha puesto donde está. Es por ello que, en última instancia, si el problema es lo suficientemente grande como para sobreponerse al autoengaño burocrático, el sistema buscará un responsable ajeno en la naturaleza, en hechos fortuitos o accidentales e incluso en saboteadores.

En caracas, pudimos constatar este hecho durante una manifestación de las comunidades aledañas al terminal de la Bandera. Quienes protestaban, lo hacían por llevar más de 4 meses sin recibir agua por tuberías, recibiéndola de forma precaria a través de camiones cisterna que no lograban abastecer a todos, y que en algunos casos cobraban altísimas sumas.

La respuesta del Estado fue en primera instancia enviar militares para tratar de despejar la vía, previamente trancada por los manifestantes. Luego, ante la negativa de los presentes de abandonar la protesta, llamaron a los dirigentes políticos del sector (la burocracia política que abordaremos más adelante), por último, llegaron los técnicos de Hidrocapital, quienes terminaron por señalar que el problema no tenía solución, ya que el embalse que surte al sector no contaba con la altura necesaria para encender las bombas, es decir, el problema era externo, esta vez la culpa era de la naturaleza.

Lo que los técnicos no admiten, es que el embalse no alcanza los niveles óptimos por falta del mantenimiento requerido, que no se realizan los dragados, retirando los sedimentos y lodos que se acumulan en el fondo y que disminuyen la capacidad del embalse.

Tampoco admiten, que en la ciudad de Caracas son millones de Litros de agua los que se pierden a la vista de todos por tuberías de aguas blancas rotas. Entonces, mientras en unos sectores vemos como corren ríos artificiales, en otras comunidades el agua no llega porque supuestamente no se pueden encender las bombas surtidoras. En ambos casos, el problema no es de la naturaleza, se trata de un serio problema de mantenimiento, de decisiones burocráticas que terminan afectando la vida de todos.

La burocracia al servicio del Interés privado

A partir de 1818, la sociedad en la que Marx se desenvolvería iría dando pasos hacia el absolutismo burocrático. El fortalecimiento de las posiciones económicas de los “estamentos privilegiados” se obtendría a cuenta de los derechos políticos conquistados por el pueblo durante las guerras napoleónicas. Así, la ley aduanera de 1818, que concluye con la creación de la Unión Aduanera Alemana en 1834, convirtiendo a toda Alemania en una zona libre comercial, significó la prohibición de las reuniones y asambleas políticas, el control de las universidades, la reinstauración de la censura y la restricción de la actividad constitucional de las provincias. Sería este ambiente y su propia experiencia dentro del Estado prusiano la que determinarían la conciencia del joven Marx, marcando su evolución desde el idealismo Hegeliano, sustento ideológico del régimen, hacia la dialéctica materialista, lo que lo llevaría a refutar a su maestro para así poder comprender las relaciones entre el Estado y los intereses privados.

Durante los debates de la sexta dieta renana, se discutiría una ley que pretendía castigar a quienes recolectasen leña de bosques privados (medio comúnmente usado por los pobres para sobrevivir durante el invierno). Marx aborda entonces el tema del interés privado, sobre todo de los estamentos privilegiados de la sociedad prusiana, quienes con mucha frecuencia inclinarán o intentarían inclinar la voluntad del Estado en su beneficio.

La defensa de Marx, tendría fundamento legal en el resguardo del derecho consuetudinario de los pobres frente a la arremetida de la propiedad privada de los ricos en franca expansión. Para él, “En la ley, [los estamentos privilegiados] han encontrado no solo el reconocimiento de su derecho racional sino también con frecuencia el reconocimiento de sus pretensiones irracionales”[9]. Refiriéndose con esto a la pretensión de los ricos de aumentar sus ganancias a costa de legislaciones que les favorezcan, concluyendo que “Se ha llegado realmente a convertir un derecho consuetudinario de los pobres en monopolio de los ricos. Se ha dado la prueba concluyente de que se puede monopolizar un bien común[10], confirmando para entonces la tendencia de la burocracia (representada por la dieta) a aliarse con el interés privado de los ricos y poderosos.

Este caso que puede parecernos lejano, tristemente se sigue repitiendo en la actualidad. Así, vemos como en España se legisla con la intención de proteger el interés de las compañías eléctricas frente a quienes adquieren paneles solares y están conectados a la red, llegándose a cobrar un “impuesto al sol” que hace igual de caro pagar la factura de las eléctricas que “ahorrar” energía durante el día aprovechando la luz solar.

Del mismo modo, los capitalistas en distintas partes del mundo hacen lo propio para privatizar el agua de lluvia, en países como Estados Unidos ya es un hecho en algunos estados, y en España se avanza en ese sentido, se alega que recoger el agua de lluvia impide su curso natural y a su vez, la alimentación de cuencas subterráneas que son usadas para producir electricidad u otro fin, como si los capitalistas no desviasen ríos enteros y acabaran con ecosistemas completos para saciar su sed de beneficios. En Venezuela, existen también legislaciones y ordenanzas que impiden beneficiarse del agua de canales y pozos subterráneos por los mismos motivos que señalamos antes, sin embargo, esto sólo favorece a los que hacen del agua un negocio, quienes venden los camiones cisternas.

Como señala Marx en el manifiesto comunista, el capitalismo necesita revolucionar incesantemente las relaciones de producción, buscar nuevos mercados y expandir sus fronteras, y así como llegó a convertirse la recolección de leña en robo, hoy los capitalistas pretenden arrebatarnos nuestro derecho consuetudinario de uso, gozo y disfrute de la luz que emana del sol y su energía, así como de la lluvia. Lo que vemos, es un capitalismo en decadencia que busca expandir la propiedad privada a costa de la vida en el planeta y para ello, se vale de su alianza con la burocracia tal como lo señaló Marx.

Burocracia y Corrupción

Siendo la burocracia la encargada de gestionar, ya sea a través del control de la legalidad o de forma administrativa la riqueza común, ésta se convierte en la poseedora de un privilegio, de un poder por el cual se pueden obtener bienes. No es de extrañar por tanto que la corrupción, aun siendo penada con la muerte, siga atrayendo amplios sectores de la burocracia.

Aunque los autores liberales pretendan hacer de la corrupción un problema unívocamente moral, su raíz se encuentra en las relaciones existentes entre el Estado y la esfera de los intereses privados.

La influencia que el interés privado ejerce sobre el Estado no es sólo reconocida por la escuela marxista. Duverguer, señalaría que el modelo democrático en realidad es “pluto-democrático. Dado que el poder reposa a la vez sobre el pueblo (demos) y sobre la riqueza (ploutos)”[11]. Esto debido a que los poderosos, o en términos liberales, los socialmente más aventajados, tienen mayores oportunidades de incidir en la toma de decisiones.

La tendencia de la burocracia a aliarse con los intereses particulares, se evidencia en los recientes casos de corrupción que han sacudido la opinión pública de nuestra sociedad. Casos como el de PDVSA, Odebrecht, Petrobras, los Panamá Papers y los Paradise Papers, que involucran millones de dólares, tienen todos en común la vinculación empresa-Estado, dejando al descubierto toda una red de intereses que involucra a grupos de poder económico y político.

El tráfico de influencias, el soborno, la evasión fiscal y la malversación de fondos públicos que implican estos casos, abarca a burócratas de toda la región, sin embargo, estos sólo son la punta del iceberg. En realidad, existen muy variadas formas en la que se manifiestan estos vínculos, una de ellas, es la contratación se servicios privados por parte del Estado en detrimento del sector público, siendo uno de los casos más notorios el del pago de seguros médicos a compañías mientras se le niegan recursos a hospitales y centros de salud estatales. Otro caso que ha causado polémica es el del rescate de los bancos durante la crisis financiera por parte de gobiernos en todo el mundo, transfiriendo de esta manera el dinero de todos, al bolsillo de unos pocos, lo que además tuvo el triste final del impago de la deuda en muchas oportunidades, mientras estos mismos bancos dejaban en la calle a familias enteras.

La desigualdad y el fortalecimiento de la burocracia.

Si observamos con detenimiento, las relaciones estudiadas anteriormente se presentan en todo el mundo, sin importar el tipo de penas o castigos que se apliquen. Lo significativo, es detallar que es precisamente en las regiones en las que existen mayores condiciones de atraso y desigualdad donde el burocratismo (y la corrupción asociada) son más evidentes, lo que no significa más graves.

Dentro de la escuela marxista, sería Trotsky, quien a través de su experiencia enfrentando a la burocracia estalinista, encontraría las causas del fortalecimiento burocrático en las condiciones de atraso económico. Este, en su libro La Revolución Traicionada, señalaría que: “la autoridad burocrática tiene como base la pobreza de artículos de consumo y la lucha de todos contra todos que de allí resulta”[12].

Esta tendencia, se evidencia no sólo en los países más pobres de la región, sino que además es la causa fundamental del fortalecimiento burocrático en Cuba durante el periodo especial y actualmente en Venezuela atravesada por una grave escases de alimentos y medicinas. Por ello, el imperialismo a través de sanciones y bloqueos económicos, no hace más que fortalecer a las élites gobernantes. Como mencionamos antes, la escasez y la desigualdad son el ambiente idóneo para el burocratismo. Según Trotsky:

“Si el Estado, en lugar de agonizar, se hace cada vez más despótico; si los mandatarios de la clase obrera se burocratizan, si la burocracia se erige por encima de la sociedad renovada, […] se debe a la inflexible necesidad de formar y sostener a una minoría privilegiada mientras no sea posible asegurar la igualdad real”[13].

Trotsky, se refiere aquí a la degeneración burocrática del primer Estado Obrero del mundo, sin embargo, cuando se refiere a la inflexible necesidad de sostener a una minoría privilegiada, observamos un aspecto general aplicable a los regímenes capitalistas, pues esta desigualdad está en la propia base de la concepción Marxista del Estado.

Por otro lado, esta minoría privilegiada de la que habla, no son necesariamente pocos, recordemos que existe una jerarquía burocrática, fuertemente cohesionada, cuyas leyes hemos estudiado, la cual se extiende desde el presidente de la república, pasando por ministros y magistrados con grandes privilegios, hasta llegar al soldado raso, policía o funcionario, por lo general mal pagado, quienes conforman la ancha base de esta pirámide burocrática.

Mecanismos de control burocrático

El Estado burgués, a través de sus funcionarios, recurre a diversos mecanismos para mantener bajo control a una sociedad atravesada por fuertes contradicciones, estos varían de acuerdo al grado de intensidad que alcance la crisis, de la escasez de recursos y de la fortaleza o debilidad tanto de la burocracia que los aplica, como del movimiento de masas que los resiste.

En primera instancia, la burocracia recurre a interponer barreras para el desarrollo de movimientos de masas genuinos, para ello, hace uso de la burocracia política (partidos) y obrera (sindicatos), adaptadas por años a la lucha corporativa en los márgenes de las instituciones por ella controlada. Éste es el mejor escenario, en el que además se aprovecha la debilidad del movimiento, la desconfianza en sus propias fuerzas, para cooptar a los líderes que manifiesten tendencias reformistas u oportunistas, mientras a los dirigentes más valiosos o competitivos se les ataca a través de la judicialización de la política o Lawfare, como ha ocurrido recientemente en Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina.

Si esto falla, si las masas logran superar el conservadurismo y la traición de sus dirigentes, conformando organizaciones poderosas que amenacen el poder de la burocracia, se recure entonces a echar mano de la “maquinaria del Estado a través del poder desnudo del aparato policíaco-militar, el gobierno de la espada«[14] llegándose incluso a la persecución y desaparición de los dirigentes como ocurre en Colombia y México. En ambos casos, la censura es un elemento indispensable, el control de los medios en el primer caso se realiza para impedir la crítica de la burocracia a la vez que se invisibilizan luchas y alternativas, en el segundo, hay un encubrimiento de la lucha descarnada.

El joven Marx, quien sería un ferviente defensor de la libertad de expresión, en contraposición a la institución de la censura prusiana, señalaría que,

“Para la solución de la dificultad [contradicción Estado-Sociedad], la administración y los administrados necesitan, pues, por igual, un tercer elemento que sea político sin ser oficial, es decir que no parta de supuestos burocráticos, que sea así mismo civil sin estar comprometido inmediatamente con los intereses privados. Este elemento […] es la prensa libre”[15].

Si bien su lucha no era por una mera reforma del Estado, entendía perfectamente la importancia de elevar los niveles de conciencia del pueblo a través de la prensa, llevando a cabo una lucha defensiva contra el régimen, usando todos los resquicios de libertad existente para golpear con su crítica y develar las contradicciones y mistificaciones ideológicas que encubre el sistema.

Es así como el periódico se convertiría en un elemento fundamental de cualquier organización que reivindique el marxismo en la lucha contra el Estado Burgués, una prensa que al no estar comprometida con los intereses privados y al no estar sometida por el control del Estado, es la portadora de la ciencia revolucionaria, de la conciencia de la clase trabajadora y de sus verdaderos intereses.

Para Lenin,

“El periódico no es sólo un propagandístico colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo […]. Mediante periódico y en relación con éste, se irá formando por sí misma una organización permanente, que se ocupen no sólo del trabajo local, sino también de la labor general regular, que habitúe a sus miembros para seguir atentamente los acontecimientos políticos, a apreciar su significado y su influencia sobre las distintas capas de la población, a elaborar los medios más adecuados para qué el partido revolucionario influya en estos acontecimientos”[16].

Éste, consideraba que la organización necesaria para la elaboración y distribución del periódico sería el germen de una organización revolucionaria, como vemos, está siguiendo el ejemplo de su maestro.

La lucha contra la censura y por un periódico, se convierte como vemos, en un elemento estratégico en la lucha contra la burocracia, sea la burocracia de un régimen burgués o la de un Estado obrero burocratizado, pues brinda elementos organizativos que serán esenciales para resistir a los demás golpes de la burocracia y sirve para la propaganda y la agitación, elevando los niveles de conciencia de las masas. Por ello, ya sea que exista apertura política o que en cambio deba distribuirse clandestinamente, el periódico es la principal arma contra la burocracia.


Notas:

[1] Marx, C. (1980). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. En Progreso (Ed.), C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas Tomo I. p. 252.

[2] Marx, C. (1982). Crítica del Derecho del Estado de Hegel. En Fondo de Cultura Económica (Ed.), Escritos de Juventud (1ra ed.). México. p. 362.

[3] Ibid. p. 358.

[4] Ibid. p. 360. (Resaltado en el original).

[5] Ibid. p. 364.

[6] Ibid. p. 356.

[7] Ibid. p. 366.

[8] Ibid. p. 365.

[9] Karl, M. (1983). En Defensa de la Libertad. Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843. (F. Torres, Ed.) (1ra ed.). Valencia. p. 212.

[10] Ibid. p. 215.

[11] Duverger, M. (1980). Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. (Ariel, Ed.) (6ta ed.). p. 52.

[12] Trotsky, L. (1977). La Revolución Traicionada. (Fontamara, Ed.) (1ra ed.). Barcelona. p. 121.

[13] Ibid. p. 73.

[14] Grant, T. (1946). Democracia o Bonapartismo en Europa: respuesta a Pierre Frank. En Fundación Federico Engels (Ed.), The Unbroken Thread. p. 10. (resaltado en el original)

[15] Karl, M. (1983). En Defensa de la Libertad. Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843. (F. Torres, Ed.) (1ra ed.). Valencia. p. 280.

[16] Lenin, V. I. (1901, May). ¿Por dónde empezar? Iskra.