“La Producción capitalista solo desarrolla el sistema de producción social, Agotando al mismo tiempo las dos fuentes de toda riqueza: la Tierra y el trabajador”

Carlos Marx.

Luego de recorrer más de 400 kilómetros y enfrentados a toda clase de riesgos, arribó a Caracas la denominada “Marcha Campesina Admirable”. Esta acción emprendida por la Plataforma de Lucha Campesina, Organización que amalgama a numerosos campesinos pobres del sur del lago de Maracaibo, Barinas, Portuguesa, Cojedes y Guárico, ha suscitado un gran revuelto en todos los sectores del chavismo.

Como hemos venido pronosticando en sucesivos análisis sobre Venezuela, se está agudizando la lucha de clases ante el colapso económico sostenido y el viraje conciliador de la dirección bolivariana. Cabe preguntarnos ¿Es la marcha admirable campesina una simple acción progubernamental con finalidades propagandistas o es un acto nacido de las necesidades y penurias que se vive en el campo actualmente? ¿Es casualidad que esta marcha se suscite en el actual contexto de luchas focalizadas o es un síntoma del malestar acumulado por debajo de la superficie, comenzando a desafiar incluso a la actual dirección estatal? Varios militantes de la Corriente Marxista Lucha de Clases acompañamos de manera fraterna a los marchantes de la plataforma campesina desde su llegada a Caracas, en cuyo encuentro hemos generado un importante intercambio de ideas y articulación política para los acontecimientos del porvenir.

Presentamos a nuestros combatientes lectores nuestro análisis y apreciaciones de la marcha.

La contrarrevolución avanza en el campo

En pleno siglo XXI el campo venezolano padece las mortíferas lacras del latifundio. Grandes extensiones de tierras fértiles continúan ociosas e improductivas, dificultando el desarrollo del mercado interno y la diversificación del sector secundario e industrial del país. El problema de la tierra continúa sin resolverse, convirtiéndose en un pesado lastre para nuestro desarrollo nacional. Con la llegada de la revolución bolivariana se dieron importantes avances legales en esta materia. Se promulgó la ley de tierras y desarrollo agrario, y hasta la fecha han sido entregadas 6 millones de hectáreas de tierras a variadas organizaciones campesinas. La nueva ley sostenía no solo la necesidad de recuperar los predios baldíos en el país, sino también dictaba la incorporación del campesinado al proceso productivo nacional, con apoyo de financiamiento y capital productivo por parte del Estado, generándose de esta manera una nueva conceptualización del latifundio, tal y como el presidente Chávez lo expresó en el Programa “Alo, presidente” numero 219:

“La Ley de Tierras y Desarrollo Agrario maneja un nuevo concepto de latifundio, el cual ya no es sobre la base del número de hectáreas sino la productividad de la tierra”.

Esto representaba un importante avance. Sin embargo, al tiempo de ser promulgada la ley de tierras, la clase terrateniente inició una ofensiva a muerte contra los trabajadores de la tierra. Fieles a su carácter parasitario, armaron cuerpos de paramilitares para enfrentar el más mínimo rescate de tierras, rescates considerados como atentados a sus sacramentales e intocables privilegios. Al igual que Fedecamaras y la antigua meritocracia de PDVSA iniciaba un movimiento patronal para aplastar a la revolución bolivariana por medio de un golpe de estado y un posterior paro petrolero, la viaja clase dominante del campo, organizada en entidades como Fedenaga, iniciaron su virulenta reacción, dejando claro que no entregarían su poder sin una lucha a muerte. En este momento podemos conocer más de 400 campesinos vilmente asesinados por organizaciones criminales, la gran mayoría de estos casos continúan impunes. No obstante, esta ofensiva reaccionaria no ha estado exento del apoyo de funcionarios corruptos, fuerzas de seguridad pública e instituciones del Estado. El nexo entre la burocracia estatal y los terratenientes ha sido algo más que evidente durante los últimos 20 años. Los casos de desalojos forzosos del predio “Buena Esperanza” o el hato “Palo Quemao” en barinas, bajo una actuación desproporcionada y violenta de efectivos de la GNB en beneficio de los terratenientes o las dilaciones presentes en el caso del predio “la Escondida” son fieles expresiones de estas aseveraciones.

Por otro lado, los integrantes de La Plataforma de Lucha Campesina han dejado claro en varias de sus intervenciones que su lucha va más allá de exigencias reivindicativas inmediatas como la dotación de insumos o la tierra. Para ellos la necesidad fue lo que empujó la realización de la marcha, pero no solo la necesidad de gozar de la titularidad de la tierra para convertirse en otros grandes “terratenientes”. Por el contario, su finalidad más importante es ponerse a producir en conformidad con un nuevo modelo de desarrollo productivo, socialista y comunal.

Sin embargo, la falta de insumos para la producción agrícola, de financiamiento y de dotación de capital productivo al pequeño y mediano campesinado coloca cuesta arriba la realización de esta tarea. Denuncian la corrupción de empresas estatales como Agropatria, cuyas agencias regionales nunca tienen en su stock insumos a precios regulados, pero paralelamente sus productos si son fáciles de conseguir en el mercado negro a precios exorbitantes.  Por otro lado, se ha hecho cada vez más habitual la entrega de grandes extensiones de tierra, financiamiento y apoyo con capital productivo a grandes corporaciones privadas, como es el caso de la empresa “El tunal”. Mientras tanto, el campesinado pobre trabaja su pequeño pedazo de tierra con las uñas y en condiciones de atraso, embrutecido y acosado constantemente por la violencia paramilitar y terrófaga. Para dirigentes campesinos como Arbonio Ortega, estas son acciones deliberadas de la burocracia interna para demostrar que la revolución bolivariana es un fracaso y que las tierras en manos del campesinado son improductivas, lo que justificaría un eventual viraje hacia la derecha en la política agraria del Estado venezolano.

Nuestros camaradas campesinos han comprobado por medio de la propia experiencia la brutalidad y el carácter represivo del Estado burgués. Han podido patentizar los nexos visibles y ocultos de la burocracia estatal con sus enemigos de clase. Allí el freno que significan ambos sujetos para lograr una revolución agraria que aumente la productividad en el campo y alimente el desarrollo industrial en las ciudades. Las lecciones de estos episodios son formidablemente valiosas y contribuyen al fortalecimiento de su conciencia revolucionaria, así lo demuestra una de sus principales consignas: “Solo el pueblo Salva al pueblo”. Es decir, solo la organización popular, independiente y articulada con otros sectores oprimidos puede enfrentar eficazmente al burócrata usurpador y al explotador del campo y la ciudad.

Los Campesinos Revolucionarios deben apelar por Unidades agrícolas colectivas que aumenten la productividad y liquiden de la mente del campesino individual la perniciosa idea de la “pequeña propiedad agraria” que separa las tierras en pequeñas parcelas, manteniéndose el germen de las viejas relaciones sociales de producción, en lugar de su definitiva superación. Este sería un primer paso para unir la explotación de la tierra con el desarrollo productivo y humano del país.

La hostilidad de la burocracia estatal contra la marcha campesina

La marcha campesina admirable fue antecedida por diversas acciones, cuya finalidad era solventar por vías institucionales el problema de la inseguridad, la falta de insumos y desalojos forzosos que se estaban presenciando en diversos predios. Son el caso de los camaradas Jesús león y Guillermo Toledo quienes acudieron a Caracas a exponer la situación del hato Palo Quemao ante varias instituciones del estado. Sin embargo, días después de volver a su comunidad fueron secuestrados y postreramente asesinados por grupos paramilitares, que actuaron con total impunidad y sin ningún tipo de temor, pues los perpetuadores tenían sus caras totalmente descubiertas en el momento del secuestro. Después fue tomado el INTI de Barinas por el movimiento campesino, pero tampoco tuvo mayor efecto en sus reclamos y exigencias. Una vez rechazada la propuesta de cerrar las calles formulada por un sector del movimiento, decidieron arriesgarlo todo y venirse a Caracas a pie, como una medida de presión que les permitiera obtener respuestas claras y definitivas, de las cuales destacan una restructuración de las instituciones como Agropatria, el INTI y el Ministerio de Agricultura y Tierras Productivas.

Como es muy habitual en una estructura de Estado burguesa, esta acción independiente de los campesinos provocó el recelo y la desconfianza de los altos funcionarios gubernamentales. Desde un principio fue censurada en los medios de comunicación públicos, solo sabíamos de ella por medios de comunicación comunitarios, mensajería de texto o redes sociales. Por mucho tiempo reinaba la confusión, la incertidumbre y desinformación.

El SEBIN acompañó durante todo el trayecto a la marcha, dejando un claro mensaje de intimidación y criminalización. En dos ocasiones, altos funcionarios trataron de persuadir a los marchistas para que desistieran y regresaran a sus casas. Así la marcha comenzó a gozar de un cariz “milagroso” pues comenzaron aparecer los insumos, la titularidad de algunas tierras, entre otras cosas, pero los marchantes no cedieron y mantuvieron su determinación de llegar a Caracas.

La solidaridad de clases se hizo sentir en todos aquellos rincones donde llegaba la marcha campesina. Obreros, estudiantes y gente común y corriente le abrirían las puertas de sus casas para que repararan fuerzas y luego volvieran a su formidable peregrinaje.

Una vez en Caracas, la marcha fue recibida por diversos movimientos y organizaciones sociales, entre las que se encontraba nuestra Corriente Marxista Lucha de Clases. Más de 600 personas nos dirigimos a Miraflores entre cantos y consignas revolucionarias, pero el recibimiento de la burocracia no fue tan caluroso. La gendarmería nos esperaba bien firme en la esquina de Veroes, organizada en 3 piquetes sucesivos de la Policía Nacional Bolivariana y la GNB, provocando la indignación de los marchantes y de los movimientos sociales que acompañaban.

Ante el costo político que tendría la represión o la desatención de la marcha, una comisión de campesinos fue recibida por Diosdado Cabello, presidente de la plenipotenciaria ANC. De esta manera iniciarían las negociaciones que permitirían el recibimiento público por parte del presidente de la República. No obstante, la situación de hostilidad continuó ese mismo día en la UNES (Lugar donde pernoctaron la noche de su llegada) con varios hechos irregulares.

No deseamos expresar estos sucesos por pura pedantería izquierdista o simple habladuría, por el contario buscamos encontrar una causa objetiva en la reacción y hostilidad de la burocracia contra los campesinos. Esto refleja el carácter irreconciliable entre la burocracia estatal y los sectores oprimidos. No es un simple accidente lo que contemplamos. Las revoluciones no solo pueden ser derrotadas por golpes externos, sino también pueden ser devoradas por una contrarrevolución interna. Justo ese es el mayor peligro para el proceso bolivariano en la actualidad. Esto es lo que debemos denunciar en el trato que nuestros camaradas campesinos han recibido desde entonces, no como algo aislado y casual, sino como parte de un proceso progresivo de degeneración de la burocracia.

Luego del encuentro con el presidente Maduro, se establecieron 4 temas: seguridad, justicia, tierras y producción, que deben ser resueltos por las instituciones competentes antes de que los marchantes vuelvan a sus respectivos estados, pero hasta la fecha se han encontrado con dilaciones y retrasos durante todo el proceso.

Así lo afirmaba hace pocos días, en una rueda de prensa efectuada en la plaza Bolívar de Caracas, el camarada Arbonio Ortega, quien ofreció un reporte de los avances logrados durante los últimos días:

“…Pedimos la revisión y reordenamiento de todos los organismos que tienen que ver con el campesinado venezolano. La corrupción, la ineficiencia, la indolencia está en la base, en esas capas intermedias donde se juega el poder político, el poder económico y el poder militar”.

El meollo del problema consiste en que no solo se están enfrentando a los viejos terratenientes por la democratización de la tierra o el financiamiento de las pequeñas o medianas unidades productivas, sino que también se están tocando intereses de testaferros vinculados a altos funcionarios. De allí se desprende toda la rabia, calumnias y odio de clase que algunos burócratas profesaron contra estos dignos campesinos.

La clase campesina debe unir sus fuerzas con el movimiento obrero en un frente de lucha común

En el presente contexto, el cual tiene por principal escena el colapso del modelo rentista-clientelar y la ausencia de medidas que completen la revolución socialista, la clase obrera y el movimiento popular venezolano se encuentran profundamente atomizados. La burocracia quinta columna ha fortalecido su papel como árbitro de la sociedad de clases y sus vínculos con la burguesía, los terratenientes y la banca privada la convierten en una seria amenaza de contrarrevolución interna.

Es por ello que cada movimiento genuino de las clases trabajadoras nos motiva y la apoyamos firmemente, porque nos demuestra que aún, después de todos los embates y adversidades, la revolución continúa viva en la mente de los jóvenes, los trabajadores y los sectores populares. Esto debemos entenderlo como un proceso de maduración progresivo de la conciencia revolucionaria, la cual avanza a través de la propia experiencia de los elementos más combativos y consecuentes del movimiento bolivariano. Por tanto, las conclusiones no siempre serán acabadas o ajustadas exactamente a nuestra visión del problema, se acercarán, mejorarán y buscarán las herramientas para poner en práctica sus pensamientos. Es por ello que debemos acompañar todos estos procesos de forma fraterna, pero sin desprendernos de la crítica, ganando progresivamente autoridad y notoriedad en el movimiento.

Para que la clase campesina pueda vencer las asechanzas de sus enemigos, debe unir sus fuerzas con la clase obrera venezolana. Esto es verdad tanto para lograr sus objetivos inmediatos, como aquellos vinculados a la productividad. Así como los obreros necesitan de la materia prima para hacer echar andar la industria, la clase campesina requiere de las herramientas y el capital productivo (tractores, máquinas cosechadoras, trituradoras, etc.) que solo el obrero y las innovaciones técnicas de la ciudad puede proveerles, para aumentar la rentabilidad y producción de la tierra, produciendo más, en el menor tiempo de trabajo posible. Solo por esta vía el aparato productivo nacional se repondrá y el desarrollo humano de nuestra sociedad será una posibilidad al alcance de la gran mayoría de las personas.

A su vez la clase obrera debe servirse del ejemplo que los hermanos campesinos. Deben organizarse en consejos de fábricas para combatir de forma independiente a los causantes de la crisis. Su labor no es permanecer callados soportando el peso de la crisis o dejarse influenciar por la ideología del éxodo, su papel es armarse con un programa que resuelva sus necesidades materiales y conduzca directamente al socialismo. Sí se trata de salir de esta crisis terrible y oscura que parece liquidarlo todo, la clase obrera y campesina no tienen otra opción que vencer.

En el congreso campesino, próximo a realizarse, la clase obrera debe ser invitada al debate y a la participación. Uno de los acuerdos a generarse es la conformación de un gran frente de lucha que una a la clase obrera y campesina contra sus enemigos comunes que mantenga la movilización de forma permanente.

A su vez, deben empezar a generase los primeros gérmenes del poder obrero y campesino. Que, en cada sección de fábrica, Consejo de fábrica, municipio y estado, en cada unidad agrícola colectiva, florezcan los representantes electos democráticamente y revocables en todo momento. La revolución debe organizarse desde abajo. Solo así estaremos en condiciones de enfrentar al robusto estado burgués e imponer, llegada la hora, los órganos de poder de las clases trabajadoras.

Contra el sicariato: ¡Organización de las autodefensas campesinas y populares!

El pasado 2 de agosto, a tan solo horas de culminar el encuentro de campesinos con el presidente de la República, dos campesinos del predio “La Escondida” fueron brutalmente asesinados. Estos casos se suman a los más de 400 muertes cobradas por el sicariato en los últimos 20 años. Debido a la presión de los campesinos en Caracas, la fiscalía ya tiene bajo custodia tanto a los autores materiales como intelectuales de este abominable hecho. Sin embargo, aún existe mucha dilación en torno a los otros hechos, donde la impunidad y la violencia prevalecen, en muchos casos con la complicidad de funcionarios de seguridad. Esto se agrava en aquellos predios que han servido de corredores para el narcotráfico, los cuales arrastran al paramilitarismo y las bandas criminales.

La historia universal de la lucha de clases nos enseña que la clase dominante nunca cederá su poder sin una lucha a muerte. Eso debemos tenerlo siempre presente. Aunque la responsabilidad de cada hecho de violencia debe pesar sobre los hombros de nuestros enemigos, en la medida que avancemos en nuestra lucha es necesario que sepamos armarnos con todo lo necesario para resistir las ofensivas reaccionarias que nuestros enemigos efectuarán para garantizar su supervivencia y hegemonía.

La clase campesina debe organizarse en autodefensas armadas que protejan sus unidades agrícolas campesinas y echen de sus tierras al sicariato y a los paramilitares. La clase campesina no puede dejarse asesinar por una banda de criminales, ni mucho menos debe confiar en los organismos de seguridad del putrefacto Estado burgués. Su experiencia debe llevarla a la conclusión que solo ellos pueden dotarse de seguridad, que solo estarán a salvo y procurar su preservación confiando en sus propias fuerzas. Los pequeños burgueses acomodados y algo prejuiciosos hacia la izquierda dirán que esta idea es sumamente descabellada, típica de un ultraizquierdista, pero la verdad es todo lo contario. Mientras los campesinos permanezcan desorganizados y desarmados, sin una estrategia defensiva autónoma, seguirán siendo víctimas del sicariato. La clase campesina sin organización, ni armas, ni unión con la clase obrera, solo sera materia prima para la represión y el asesinato.

Cada unidad colectiva agrícola debe contar con sus propios órganos de autodefensa. A su vez, cada uno de estos cuerpos armados de las diferentes unidades agrícolas deben estar articulados entre sí y en todos los niveles para conformar una gran milicia campesina nacional. Esta milicia defenderá no solo la democratización de la tierra, el derecho legítimo del pueblo a su alimentación, sino que defenderá la soberanía de nuestra revolución socialista ante las amenazas intervencionistas del imperialismo mundial.

Ahora la lucha debe continuar

Nuestros hermanos campesinos han marcado un importante precedente. Sabemos que el retorno a sus respectivos estados no será fácil, no solo se encontrarán con la tarea de poner a producir sus tierras, sino que se encontrarán con las represalias de los terratenientes parásitos. Muchas cosas pueden pasar en el tiempo que media entre su llegada a Caracas y el Congreso Campesino. La burocracia estatal cada vez da mayores muestras de su ruin viraje a la derecha. Las medidas económicas promulgadas por el ejecutivo no hacen sino reconocer el poder decisivo del dólar paralelo como indicador del mercado interno, mientras que la subida de la gasolina, del IVA y los servicios sociales, impactarán negativamente en las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Vendrán tiempos cada vez más difíciles para los sectores populares. A nuestros hermanos campesinos no les queda otra opción que confiar en sí mismos y en la clase obrera. El destino de ambos está ligado por el papel que juegan en la producción material de la vida social. En sus manos está la tarea de trasformar la sociedad de raíz y abrir un nuevo escenario para América Latina.

Conquistar la tierra, democratizarla, ponerla a producir con la mayor rentabilidad posible, organizar la distribución y crear sus propios órganos de poder son tareas ineludibles. Esto jamás será posible sin que los privilegios de las clases dominantes y de la burocracia estatal sean liquidados y se instaure un modelo de organización social que vele realmente por el trabajo y la satisfacción de las necesidades materiales de nuestro pueblo.

¡Honor y gloria a la marcha campesina admirable!

¡Solo las clases trabajadoras podrán salvar el legado del presidente Chávez!