El dirigente del Partido Comunista de Venezuela, Luís Fajardo, fue asesinado en la noche del miércoles 31 de octubre, cuando regresaba a casa con su cuñado, Javier Aldana, quien también murió en el ataque. Ambos iban en una motocicleta a las 9 pm cuando recibieron una ráfaga de disparos de un vehículo en marcha. Los dos hombres eran activistas campesinos y militantes comunistas involucrados en la lucha por la reforma agraria en la región del Sur del Lago de Maracaibo y ya habían solicitado protección porque habían recibido amenazas de muerte.
Pocas horas después de la reunión entre el presidente Maduro y los manifestantes campesinos el 2 de agosto, tres activistas campesinos fueron asesinados en Barinas. Los tres muertos habían participado en el primer tramo de la marcha campesina. Los campesinos fueron secuestrados por hombres armados, llevados a otra finca y asesinados a tiros. Los portavoces de la Marcha señalaron a Ricardo Mora, un terrateniente regional, como autor intelectual del sicariato. Dos semanas después, tres personas fueron arrestadas en relación con el asesinato, entre ellas Ricardo Mora, quien fue detenido en Bogotá.
La región del Sur del Lago, que se extiende a lo largo de la carretera Panamericana a través de los estados de Mérida y Zulia, ha visto algunos de los conflictos más violentos sobre la reforma agraria. Esta es también una ruta para la infiltración paramilitar colombiana en Venezuela.
La dirigencia del PCV ha exigido de las autoridades «una investigación exhaustiva y un castigo ejemplar para los culpables». Sin embargo, la lucha por la reforma agraria en Venezuela está plagada de ejemplos de activistas campesinos asesinados con impunidad.
A principios de este mes, otro activista de PCV sufrió un atentado contra su vida. El 9 de octubre, Robinson García, dirigente comunista y campesino en Barinas, se dirigía hacia la capital regional desde el predio que trabaja a denunciar amenazas contra su vida. Fue alcanzado por un automóvil y tres motos desde las que recibió varios disparos. García es parte de un grupo de familias que cultivan tierras en la finca Los Cerros, en Obispos, Barinas. Esta es una propiedad del estado de 400 hectáreas que fue recuperada hace años pero que se ha dejado inactiva. Los campesinos están exigiendo el reconocimiento legal de su derecho a cultivar la tierra. Días antes del ataque, Robinson García había intentado presentar una denuncia ante la Secretaría de Seguridad de la Gobernación, ya que había identificado varios autos sospechosos que lo seguían y temía por su vida. La policía regional se negó a aceptar la denuncia. El auto que lideró el ataque contra él era el mismo que había visto anteriormente y contra el quería presentar la denuncia.
Desde hace muchos meses la situación en el campo en Venezuela ha empeorado. Como explicamos en julio,[1] “en el campo, hay una ofensiva coordinada para desmantelar los “logros” de la reforma agraria que se llevó a cabo bajo Chávez con la expropiación de grandes extensiones de tierra, que fueron entregadas a las comunas campesinas. Los terratenientes capitalistas compran a los jueces locales, a los funcionarios del Instituto de Reforma Agraria (INTI) y a los oficiales de la Guardia Nacional para desalojar violentamente a los colectivos campesinos de las tierras que les habían sido otorgadas legalmente por el INTI. En algunos casos, los campesinos han sido arrestados por la Guardia Nacional, en otros amenazados o asesinados por matones contratados por los terratenientes (sicarios), que en algunos casos están conectados a la burocracia estatal y en otros a la oposición reaccionaria».
Una alianza de terratenientes, jueces, funcionarios regionales del INTI, oficiales del ejército y de la Guardia Nacional, está llevando a cabo una contra-ofensiva contra las medidas de reforma agraria ya tomadas e impidiendo que se expropien más tierras, en un momento en que la escasez de alimentos es un problema importante que afecta a Venezuela. Los trabajadores y los pobres.
La lucha de clases en el campo en Venezuela es parte de una lucha más general que enfrenta la revolución bolivariana a los intereses del capitalismo, los terratenientes y el imperialismo, y que demuestra la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria que esté firmemente comprometida con los intereses de la clase obrera y los campesinos.
[1] Véase «¿Venezuela al borde de un estallido social?»