Pedro Sánchez ha convocado elecciones generales para el 28 de abril, tras el fracaso de su proyecto de presupuestos pactado con Unidos Podemos. El gobierno Sánchez ha caído víctima de sus propias contradicciones. El rechazo a los presupuestos en el Congreso es el colofón a ocho meses de indecisiones, vacilaciones y amagos y en general de una política que no se ha salido de los límites impuestos por el IBEX35 y el aparato del Estado.

Balance del gobierno Sánchez

Una vez más, la cuestión catalana ha sido clave en la situación política general. La negativa de Sánchez a romper su frente españolista con la derecha franquista y el régimen, por miedo a su crítica demagógica, y el haber mantenido a través del Fiscal del Estado la acusación fantasmal de rebelión (y de sedición por parte de la Abogacía del Estado) contra los presos políticos del “Procés”, haciendo así inviable cualquier decisión judicial de ponerlos en libertad provisional antes del juicio, ponía a los independentistas catalanes en una posición imposible ante sus bases, y ante todo demócrata consecuente.

El apoyo a unos presupuestos es un apoyo político. Se exigía todo a los independentistas a cambio de ninguna concesión democrática por parte del gobierno del Estado, ante unas demandas justas. Más aún cuando las medidas sociales “estrella” del gobierno de Sánchez se podían aprobar por Decreto Ley, independientemente de los Presupuestos. Y, sobre todo, cuando ya el Govern de Torra y los dirigentes de ERC habían dado suficientes muestras de sumisión, conciliación y aceptación en los hechos de la vía del “autonomismo”, más allá de declaraciones formales a favor de la independencia.

Ha sido, pues, la ausencia de una actitud valiente de Sánchez frente al patriotismo rancio de la derecha franquista, y los vínculos de la dirección del PSOE y de su ala de derecha más expresamente, con el régimen monárquico, quien tiene la responsabilidad por el naufragio de los presupuestos del gobierno para 2019 y del adelanto electoral del 28 de abril.

En materia social y democrática, estos ocho meses también los avances han sido bastante magros, y ninguno de carácter significativo para las amplias masas de la clase trabajadora. La luz y la vivienda siguen subiendo, el gobierno no sólo no ha derogado la reforma laboral del PP, sino ni siquiera sus partes más lesivas como le demandaban los sindicatos, por miedo a enfadar a la patronal y a los nacionalistas burgueses catalanes y vascos; la Ley Mordaza sigue vigente sin modificarse una coma, la precariedad laboral campa a sus anchas, no ha habido aumento de impuestos a los ricos, como se anunciaba; y la Iglesia mantiene sus privilegios insultantes. La subida del salario mínimo a 900€, que beneficia a un sector limitado de la clase trabajadora, no compensa las expectativas frustradas.

Como hemos explicado, el miedo a enfadar al IBEX35 condiciona toda la política timorata de Sánchez. Y aun así, la derecha susanista del PSOE considera a Sánchez demasiado izquierdista, con algunos “barones” defendiendo un frente con Ciudadanos, el partido que lo ha desalojado del gobierno andaluz con el apoyo de la extrema derecha de Vox. Esta situación era esperable: los dirigentes del PSOE están comprometidos con el régimen, algunos de ellos son agentes directos suyos, y su cometido es salvarlo de la ira popular cuando el capitalismo español ya no puede mantener las conquistas sociales y democráticas del pasado.

Pese a ello, Unidos Podemos han sido los defensores más entusiastas del proyecto de presupuestos y, con ello, han atado su suerte a la suerte de Sánchez. Ya lo avisamos hace meses: que las pocas glorias del manido Presupuesto irían al PSOE mientras que su insuficiencia o fracaso se cargarían en la cuenta de Unidos Podemos. En las últimas semanas, la actitud de la dirección de UP ha rozado el patetismo: arrodillados ante el gobierno e implorando a los independentistas el apoyo a unos Presupuestos que, lejos de representar “los más sociales desde la Transición”, apenas ofrecían algunas migajas tras años de recortes y muchas promesas y compromisos vagos. Frente a los auténticos problemas sangrantes de la clase trabajadora  en vivienda, salario, condiciones laborales, sanidad, etc. -para los que la dirección de UP no ofrece propuestas claras- los compañeros de la dirección consideraban casi una Revolución haber obtenido unas pocas migajas del gobierno de Sánchez, para así justificar la imagen de sumisión y falta de independencia respecto al gobierno de Sánchez que han mostrado en estos meses.

En cambio, podrían haber emergido como el principal ariete contra la derecha, dando apoyo crítico a Sánchez en los (pocos) aspectos progresistas de su política, pero manteniendo una crítica contundente a sus medias tintas y vacilaciones sin comprometerse con su gobierno, oponiendo audazmente su propio programa. Iglesias y Garzón hicieron lo opuesto. Por supuesto esto fue así no sólo en el discurso, sino también en su negativa sistemática a organizar mínimamente una respuesta en las calles en defensa de las demandas sociales. Muy atrás quedan las ideas vagas de “politizar el sufrimiento” que alguna vez se expusieron.

Perspectivas

Pedro Sánchez confía en la “estrategia del shock”, en la inmediatez de la cita electoral, y en explotar la natural aprehensión que existe en capas amplias de la clase trabajadora contra la amenaza de la derecha franquista, para concitar en torno a sí una mayoría suficiente que le permita revalidar el gobierno sin depender de los nacionalistas ni de UP y a la vez evitar una mayoría de una derecha radicalizada por la presión de Vox. Esta estrategia es enormemente arriesgada, y su principal punto débil es precisamente la mala situación de Unidos Podemos, que podría dar al traste con la mayoría progresista en el Congreso y abrir paso a la mayoría de derechas PP-C’s-Vox por mor de la abstención masiva, de la que ya hemos visto un adelanto en Andalucía.

En su comparecencia ante los medios, tras el anuncio de Sánchez, la compañera Irene Montero ha insistido en el argumentario de UP según el cual todos los problemas del gobierno Sánchez se reducen a que éste no ha sabido “dialogar” con el resto del “bloque de la moción de censura” y que no ha incorporado a UP al gobierno. En nuestra opinión, éste es un análisis enormemente simplista, no explica las enormes presiones de la burguesía y del aparato del Estado que hemos explicado más arriba, y reduce todo a una cuestión de voluntad política de Sánchez.

El problema principal, es que el oportunismo de los dirigentes de UP ha sido una cuerda al cuello que se han puestos ellos solos. Si de lo que se trata es de tener los “mayores presupuestos sociales”, ahí ya está el PSOE, en base a la experiencia de estos meses; en lugar de haber desacreditado esta idea y de haber mostrado la extrema racanería de los efectos de los mismos sobre las condiciones de vida de las familias obreras, cuando han sido éstas quienes han soportado todo el peso de la crisis y de los ajustes.

Y si de lo que se trata es de “frenar a la derecha”, ahí está también el PSOE. Ya que toda la retórica de la dirección de UP ha sido “queremos entrar, queremos entrar” en el gobierno de Sánchez y han sido los máximos valedores de su política “social”, ante dos partidos con un mensaje similar, con una política similar y un programa similar ¿qué sentido tiene votar al más pequeño? Si hay que frenar a la derecha hagámoslo votando al más grande, es la lógica natural con la que razonarán multitud de trabajadores, mujeres, jóvenes, etc.

Lo cierto es que, insistimos, el PSOE es viga maestra del régimen del 78 y nunca se va a salir de esos márgenes. Esta es la esencia última de la socialdemocracia, como sostén principal (amable) del capitalismo. UP no puede atar su destino al del PSOE, sino que debe presentarse como la alternativa radical al régimen del 78 en su conjunto. Un giro que debe pasar, en nuestra opinión, por una orientación decidida hacia la clase trabajadora y con política verdaderamente socialista que incluya: la nacionalización de las eléctricas y de los pisos vacíos a los fondos buitre, para bajar el precio de la luz y poner decenas de miles de viviendas baratas a disposición de quien las necesita, gratuidad integral de la educación pública, incluida la Universidad; derogación inmediata de la Reforma Laboral., Ley Mordaza, ley educativa LOMCE, etc. no al empleo precario, fijo en plantilla a los 15 días; todos los trabajadores deben estar cubiertos por el convenio más favorable del sector, independientemente de la empresa; incremento automático de pensiones y salarios con los precios, nacionalización de las palancas claves de la economía (bancos, IBEX35 y grandes latifundios) sin indemnización y bajo control obrero, plenos derechos democráticos para Catalunya por el derecho efectivo a decidir.

Sólo con un giro audaz en estas líneas podría UP amortiguar su descenso y obtener unos resultados en abril que impidan la mayoría de derechas y que fueran, a su vez, un punto de partida para la necesaria reconstrucción de este espacio (especialmente tras la escisión de la derecha errejonista en Podemos), que podría crecer rápidamente conforme quede en evidencia la insuficiencia de un eventual gobierno PSOE en solucionar los problemas fundamentales que aquejan a las familias trabajadoras..

Independientemente del resultado del 28 de abril, el nuevo gobierno que salga de estas elecciones va a tener que hacer frente a una desaceleración de la economía que amenaza con convertirse en recesión al menor contratiempo. Las grandes empresas ya se están preparando con un rosario de EREs y ERTEs en sectores clave como las telecomunicaciones, el automóvil o la energía (Abengoa). Esto va necesariamente a impulsar luchas defensivas contra la destrucción de empleo. Al mismo tiempo, la cuestión de la vivienda y la energía van a reimpulsar también la lucha en la calle.

Ante el bloqueo institucional del régimen del 78, se abre un nuevo periodo de luchas sociales a un nivel superior al de 2011-2014. De estas lucha puede surgir una nueva capa dirigente que sustituya a la ya amortizada del periodo anterior. Lo fundamental, lo prioritario, es fortalecer la tendencia marxista en las organizaciones y los centros de trabajo y de estudio, para construir la dirección revolucionaria que esté a la altura de los acontecimientos por venir.