El pasado 5 de enero la política venezolana parece haber salido de su letargo. La ocasión de la elección de una nueva junta directiva de la Asamblea Nacional para el periodo 2020-2021, ha brindado la oportunidad para sumar un nuevo poder a la lista de poderes duplicados (o incluso triplicados), agudizando la crisis institucional que vive el país.

En este artículo, no pretendemos llegar a la “verdad” de quién tiene la razón sobre las distintas versiones de lo ocurrido el domingo 5 en la Asamblea, eso se lo podemos dejar a los devotos de cada “iglesia”, en cambio, lo que buscamos es problematizar con las posiciones de algunas “izquierdas”, su papel durante la jornada y debatir algunas estrategias y perspectivas que se abren a partir de lo sucedido.

¿Qué se esperaba del 5E?

Estaba cantado. Desde el año pasado se sabía que el 5E sería una fecha que traería polémica. Por la misma razón, fue un ejercicio común para periodistas, politólogos y opinólogos de twitter el realizar estudios sobre las posibilidades que se abrían con el fin del periodo legislativo y la necesidad de elegir una nueva junta directiva. Los mejores análisis, hay que decirlo, fueron aquellos que brindaban una visión actualizada de la correlación de fuerzas existente en el parlamento, del surgimiento o modificación de nuevos agrupamientos y bancadas. El principal cuestionamiento, era si Guaidó seguiría siendo presidente o sería reemplazado por otro parlamentario opositor[1].

Por un lado, estaba Guaidó y la mayoría de sus acólitos, quienes al menos públicamente apoyaban su reelección. Para éstos, si el 2019 no se había alcanzado el “cese de la usurpación”, entonces debía seguirse intentando durante el 2020. No se podía cambiar al ungido del imperialismo a medio camino; bueno o malo, corrupto o no, Guaidó había sido figurativamente “tocado” por la mano de Trump y debía continuar con su misión. Para lograr esto, y viéndose acosado por las estrategias del gobierno (y sus aliados de ultraderecha, la fracción 16J), la desconfianza aconsejaba optar por lo seguro: permitir el voto a distancia de los diputados “exiliados”, quienes al estar cobrando su sueldo directamente del supuesto presidente encargado, le debían su sustento y, por tanto, su voto.

Por su parte, los partidos minoritarios de la oposición exigían que se cumpliese, al pie de la letra, con el acuerdo previo a las elecciones parlamentarias de 2015 (como si de un contrato privado se tratase). Dicho acuerdo, que durante los primeros años favorecía con la presidencia de la Asamblea Nacional a los partidos mayoritarios del G4, señalaba que en el último año la presidencia debía corresponder a uno de los partidos minoritarios, ¿pero a cuál?

Las dos principales minorías que exigían se cumpliese el acuerdo eran la fracción “progresista”, aquellos que están sentados con el gobierno en la mesa de negociación nacional; y la fracción 16J, la extrema derecha “mariacorinista”. La intención de los primeros era clara, desplazar al G4 en la conducción de la oposición, por lo menos al frente del parlamento, para poder solicitar desde allí el levantamiento de las sanciones norteamericanas y así proseguir las negociaciones con el gobierno de Maduro. Este hubiese sido el escenario idílico del gobierno, pero también era el menos probable. Por su parte, la fracción 16J, señalaba que la presidencia encargada de Guaidó no se debía a su persona, sino al puesto que como presidente de la Asamblea Nacional ocupaba. Exigían que se cumpliese el acuerdo, porque debido a su poder mediático y sus vínculos con el imperialismo, consideraban que podían forzar al G4 a apoyarlos, bajo amenaza de señalarlos como “colaboracionistas del régimen” si éstos apoyaban a otros que carecieran de la pureza que éstos reivindican para sí.

El gobierno, por su parte, se movía desde las sombras. Carente de una mayoría capaz de garantizarle el control de la asamblea, se dedicó a jugar al juego de la zanahoria y el garrote con los parlamentarios opositores, ofreciendo negocios a unos y abriendo procesos judiciales contra otros. La idea era ganar el mayor número de diputados principales o suplentes para así poder al menos elegir a un miembro de la fracción “progresista”. El objetivo máximo (que seguramente lo sigue siendo), era dividir el G4 desde los dirigentes hasta la base, logrado reunir a la socialdemocracia (Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo) con los partidos opositores que están en la mesa de negociación nacional.

Lo que pasó: Dos (y hasta tres) asambleas y un juego de softbol

Lo que ocurrió fue un espectáculo capaz de abochornar hasta al más desvergonzado político. Nada salió como se había planeado. El gobierno, que había estado trabajando a algunos diputados opositores, esperaba contar con éstos para dar una sorpresa a Guaidó. Esto por lo menos es lo que se presume de los tuits de Torrealba el día antes.

https://twitter.com/torrealbaf/status/1213663520002367490

Guaidó, por su parte, esperaba ingresar al hemiciclo rodeado de diputados con procesos judiciales abiertos por el gobierno, a los que sumaba los diputados de amazonas, y, si con eso no le daba la cuenta, seguramente acudiría a los votos emitidos desde el extranjero.

El resultado fue que Guaidó terminó con “el paltó” roto siendo juramentado en la sede del diario El Nacional; mientras Luis Parra, militante de primero justicia, era juramentado en la sede del parlamento horas antes con los votos del bloque de la patria (incluyendo los del Partido Comunista de Venezuela).

Según el gobierno, por Luis Parra habrían votado 81 diputados -51 del llamado bloque de la patria y 30 de partidos de la derecha-, mientras Guaidó reclama haber sido electo por 100 votos. Ambas elecciones plagadas de fallos que las hacen muy poco fiables. La primera debido a que no se sabe quiénes son los 81 diputados que votaron por Parra, y la segunda porque en la lista de los votos, se encuentran reseñados varios suplentes de diputados que habrían votado por Parra horas antes. Por estas razones advertíamos arriba que justificar una u otra elección era cosa de credo y no de argumentos.

Ahora, hay dos cosas que son ciertas: La primera, es que ahora hay tres instituciones con poderes legislativos. La Asamblea Nacional “de Guaidó”, La Asamblea Nacional “de Parra”, y la Asamblea Nacional Constituyente -ésta última inoperante por carecer del reconocimiento internacional necesario para firmar acuerdos, lo que sin embargo no le impidió promulgar la ley entreguista de inversión extrajera-. La segunda, es que el gobierno parece estar reeditando un nuevo pacto de “Puntofijo” con una oposición cada vez más a su medida.

Para que todo el espectáculo anterior estuviese completo, hacía falta sin embargo que otro de los protagonistas del drama nacional tuviese protagonismo, razón por la cual el Presidente Maduro nos sorprendió desde La Guaira jugando softbol, y según además informó el diario últimas noticias, sacando un jonrón.  Luego, en una cadena nacional, no sólo reconocería al recién electo Luis Parra, sino que además hablaría del levantamiento del desacato y de las elecciones parlamentarias en las que participarían “todos los partidos de la oposición”, lo que nos hace presumir la posibilidad de que se desarrollen procesos judiciales para asignar, vía TSJ, la dirección de los partidos opositores a tendencias menos opositoras –para esto seguramente recurrirá nuevamente a la zanahoria (para AD y UNT) y el garrote para (PJ y VP)-.

https://www.youtube.com/watch?v=77RVu7hbyeg

El voto del Partido Comunista por los partidos de la derecha

Como señalamos arriba, entre los votos con los que contó Parra para su elección y la de toda la junta directiva conformada por partidarios de Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y COPEI, están los de la bancada de la “patria” y la fracción del partido comunista.

No debe sorprendernos que el PSUV y sus franquicias hayan votado por un militante de Primero Justicia. Ante la incapacidad del gobierno para encarcelar a Guaidó durante todo el año pasado, el PSUV se ha encargado de debilitarlo dentro del parlamento recurriendo a cualquier artimaña. Sin embargo, que el PCV se haya prestado para este tipo de “jugadas maestras” del PSUV, hace ver que se han olvidado ya de los principios básicos de la independencia de clase.

El Partido Comunista, en declaraciones de su Secretario General Oscar Figuera, señalaba que estamos en un momento de “recomposición de la legitimidad de la Asamblea Nacional, de recuperación de la Asamblea Nacional que hasta ahora estaba en desacato”. Esta declaración choca con la prudencia con la que el PCV había acogido la reincorporación del PSUV en el parlamento. Si antes exigían garantías y explicaciones para volver a las sesiones parlamentarias[2], ahora parece que sus dudas se han disipado ante la oportunidad de “recomponer la legitimidad” del parlamento, aunque para ello hayan tenido que votar por un militante y dirigente de la derecha, que hasta hace poco más de un mes apoyaba abiertamente a Juan Guaidó.

Figuera (en representación del Buró del PCV), justifica la acción parlamentaria del partido con estas palabras:

“Hoy se acaba de producir una fractura importante en el seno de la oposición, entre los sectores que reivindican el rumbo democrático interno y  las corrientes a favor de la intervención y el injerencismo del imperialismo norteamericano; y los sectores del Bloque de la Patria y de la fracción del partido comunista hemos decidido apoyar a las corrientes que en el seno de la oposición se han desprendido para enfrentar a los sectores entreguistas y para reivindicar los procesos democráticos en Venezuela”

Oscar Figuera, Secretario General del PCV

Nuevamente, es el “antiimperialismo” el argumento. Esta vez no para apoyar al PSUV, sino ahora incluso a la derecha [!]. El atenuante según éstos, sería que estos sectores se habrían desprendido de las corrientes a favor del injerencismo y del imperialismo, pero este argumento no soporta el más mínimo análisis, pues basta con revisar el time line de Luis Parra, por quienes éstos votaron, para darse cuenta que este es un militante de Primero Justicia que hasta hace poco aplaudía las sanciones, el bloqueo norteamericano, la injerencia y al imperialismo. No fue sino la apertura de una investigación por parte de sus compañeros lo que lo empujó de la noche a la mañana al “rumbo democrático”.

Para finalizar, Figuera señala que “el Partido Comunista ha participado en este proceso que sirve para golpear al imperialismo, al intervencionismo, al injerencismo y a las corrientes fascistas que vienen reivindicando la intervención y agresión contra Venezuela”. Sin embargo, los imperialistas (ahora ocupados en sus asuntos en medio oriente) han hecho poco caso de este “golpe” y simplemente han desconocido a Parra, manteniendo su apoyo a Guaidó.

La declaración completa puede verse en el siguiente enlace https://m.facebook.com/262233147997325/videos/918626348534963

Ingenuidad, o etapismo y oportunismo

En un artículo pasado sobre la vuelta del PSUV al parlamento[3], comentábamos que la reincorporación de la izquierda, no debía darse para complacer al PSUV e ir a su cola, sino que debía servir para denunciar, tanto a los partidos abiertamente de derecha y pro imperialistas, como también el programa de ajuste económico aplicado por el gobierno. El parlamento, en el que sabemos no se va a decidir la lucha de clases, debía servir como tribuna para denunciar la situación que vive el pueblo, no para adaptarse al parlamentarismo burgués. Sin embargo, vemos que ha ocurrido lo contrario.

Esta vez, los comunistas han llevado su acuerdo con el PSUV un paso más allá. La alianza, que éstos justificaban bajo la política de “apoyo crítico con exigencias al gobierno” ha demostrado carecer de una crítica real a las políticas entreguistas del gobierno, y a su alianza con los sectores de la derecha a los que ha podido comprar. No se puede decir que sea por ingenuidad, ya que el gobierno ha incumplido todos los acuerdos que ha hecho con el Partido Comunista. Tampoco podemos aceptar que el Buró político del PCV crea en la conversión milagrosa de un “fascista” en “demócrata” de la noche a la mañana.

El antiimperialismo, que les ha servido como excusa para mantener su alianza con el gobierno, sacrificando la necesaria lucha por el socialismo en el altar de una supuesta “liberación nacional” en los márgenes del reformismo, ha demostrado también carecer de bases. Al final esta línea etapista, que desvincula la lucha antimperialista de la lucha de clases, los ha llevado contradictoriamente a apoyar a la derecha (que en realidad nunca ha dejado de ser pro imperialista).

Sin embargo, hay elementos para creer que estas acciones, si bien tienen de fondo profundas desviaciones conceptuales, también se deben a un cálculo político oportunista, que pone como prioridad la alianza electoral con el PSUV y los puestos dentro del Estado que de allí se derivan, por sobre los intereses de la clase obrera. El partido al parecer se concibe como un fin en sí mismo y preservarlo es más importante incluso que la línea que dicho partido defiende. Tomemos como ejemplo las elecciones a concejales, en las que, sin la participación de los partidos mayoritarios de la derecha, el PCV prefirió no enfrentar al PSUV para así obtener alrededor de 100 concejales[4], a diferencia de la política del PPT, que desde Lucha de Clases apoyamos en ése momento, de lanzar candidatos independientes en alianza con diversos movimientos populares, aún y a costa de perder una gran cantidad curules en los consejos municipales frente a la avallasadora maquinaria del gobierno.

Perspectivas: Violencia opositora y elecciones parlamentarias de 2020

Como es costumbre ya, la oposición pretende comenzar el año reviviendo sus luchas. Con la nueva juramentación de Guaidó, su renovado reconocimiento por parte del imperialismo y alguna ayuda financiera extra, la derecha se muestra desafiante y provocadora.

La imagen de Guaidó autoproclamándose, gritándole a los guardias nacionales y convocando a manifestaciones nos recuerdan estas mismas fechas, pero del año pasado, con la única diferencia de que entonces Guaidó era el mesías de toda la oposición y ahora, después de un año como presidente imaginario, solo representa a una fracción acosada por casos de corrupción de todo tipo. Sin embargo, el potencial destructivo de la oposición no debe subestimarse, pues incluso con las ocupaciones del imperialismo en medio oriente, estos ya han destinado recursos que, a través de ONGs, estarían financiando grupos violentos. La cuestión está en si esta vez el ciclo violencia-derrota-frustración-división se repite, dejando al gobierno en condiciones para enfrentar y vencer a la oposición en las elecciones parlamentarias, o no.

Lo anterior nos lleva a evaluar también un ciclo que se ha venido repitiendo dentro de las fuerzas del chavismo. Un ciclo que se da como respuesta al ciclo opositor y que también ha servido para favorecer al gobierno. Este consiste en que cuando la derecha está en su fase violenta y la agresión imperialista se acentúa, se genera una cohesión (muchas veces mediada por el chantaje) a lo interno del chavismo, cohesión que se va debilitando en la medida en que la ofensiva de la oposición también pierde fuelle, y que va dejando espacio para el surgimiento de la crítica y las voces disidentes de la base verdaderamente chavista y popular.

Este año la presión sobre aquellos que insistan en la construcción de una alternativa revolucionaria será doble, ya que a los llamados a la unidad que seguirán a la agresión imperialista durante la primera mitad del nuevo año, se le agregará la presión electoral, por lo que el gobierno intentará aislar, cooptar o neutralizar a todos aquellos que insistan en candidaturas independientes que rompan con la “unidad perfecta”, que no es sino la subordinación al PSUV. Queda por ver cuál será la posición del PCV y del PPT frente a dicha elección.

Hasta ahora, el PCV, el PPT y los partidos que están en la mesa de negociación nacional han exigido al gobierno volver al esquema de representación proporcional de las minorías. Esta concesión del gobierno, consideramos, estaría mediada por la correlación de fuerzas existentes: si el cálculo del gobierno es que va a ganar las elecciones, mantendrá la sobre representación de las mayorías, o cederá lo necesario para contentar a sus aliados de derecha. En todo caso, consideramos que sin importar la fórmula a implementarse, la izquierda genuina debe constituir un bloque sólido con independencia de clase. El PCV debe rectificar la nefasta política de alianza con el PSUV, que se vende como necesaria, y lanzar candidaturas independientes junto al PPT y demás fuerzas de izquierda y del movimiento popular. Esta vez no caben las excusas.

El deber de la izquierda por su parte no es “respetar” la autonomía de cada partido como si de un feudo se tratase, sino exigirles precisamente a los partidos que no se han trasformado en su totalidad en franquicias del PSUV, que se pongan al servicio de las causas del pueblo, que se sumen a la lucha contra las privatizaciones, contra el ajuste económico, contra el memorándum 2792, contra el avance de la contrarrevolución en el campo, el asesinato de campesinos y las ejecuciones en el barrio, y por la liberación de comuneros y trabajadores presos injustamente.

Como hemos señalado en múltiples artículos, todas estas luchas defensivas deben preparar la ofensiva del pueblo, tal como ha ocurrido en Ecuador, Chile, Colombia o Haití. En el caso de los partidos, no se trata de conquistar condiciones electorales favorables, o de alcanzar puestos en alianza con el PSUV para luego sí emprender una lucha, sino de crecer electoralmente como consecuencia de la lucha y de poner en la calle una alternativa revolucionaria.

Ciertamente no son las elecciones las que nos garantizarán la victoria, el peso está en la calle y en eso estamos claros, pero las elecciones son un frente, una posibilidad de decirle al pueblo que hay una alternativa. Si éstos partidos no son capaces siquiera de romper una alianza electoral con el PSUV, menos lo serán de enfrentarse a él con los métodos de lucha de la clase trabajadora.


Notas

[1] Recomendaría el análisis de Sarai Coscojuela La hora de los partidos minoritarios en la AN que aporta buenos datos sobre la composición del parlamento. Disponible en https://runrun.es/rr-es-plus/392585/la-hora-de-los-partidos-minoritarios-en-la-an/

[2] Entre otras cosas, el PCV exigía que se les diera participación a los diputados suplentes del PCV que habían asumido por aquellos que habían aceptado cargos en el ejecutivo o estaban ejerciendo funciones como constituyentes. Esto no pasó.

[3] ¿Qué sigue tras la incorporación del PSUV en el parlamento? Disponible en https://luchadeclases.org.ve/?p=7691

[4] A propósito de las elecciones a concejales, publicamos un artículo previo analizando las estrategias de los distintos partidos. Entre ellos la del PCV y PPT. Elecciones del 9D: crisis, estrategias partidistas y la necesidad de una alternativa revolucionaria disponible en https://luchadeclases.org.ve/?p=6881