Nadie cree ya las mentiras que se inventaron para justificar la guerra criminal en Iraq. Nadie cree en las armas de destrucción masiva. Ya ni siquiera las mencionan. En Iraq no hay armas nucleares, ni químicas ni bacteriológicas. Las únicas que han t Nadie cree ya las mentiras que se inventaron para justificar la guerra criminal en Iraq. Nadie cree en las armas de destrucción masiva. Ya ni siquiera las mencionan. En Iraq no hay armas nucleares, ni químicas ni bacteriológicas. Las únicas que han tenido alguna vez los iraquíes son las que les vendieron en el pasado las empresas estadounidenses con el pleno conocimiento de Rumsfeld, Reagan o George Bush padre. El supuesto vínculo entre al Qaeda y Sadam Hussein también ha quedado en entredicho. Al Qaeda no tenía bases antes de la invasión y ahora sí gracias a George W. Bush y Tony Blair.

Después de verse privados de todas las viejas excusas, Bush y Blair han regresado al argumento de que ésta era una guerra para liberar al pueblo iraquí, para derrocar un régimen impopular y tiránico, una dispensa al pueblo de Iraq de todas las bendiciones de civilización democracia. Ahora esta última excusa también ha quedado totalmente destrozada. La invasión de Iraq ha demostrado ser lo que siempre fue: un acto de desnuda agresión contra lo que se suponía era un estado soberano, encabezando y enviando al país una fuerza de ocupación en contra de la voluntad de la población.

Naturalmente, esta situación sólo se puede sostener por el uso de una fuerza masiva, incontrolada e ilimitada. Podemos ver los resultados de esto en las primeras páginas de los periódicos estadounidenses de hoy. El ejército norteamericano se ha visto obligado a abrir una investigación criminal por actos de abuso, humillación y tortura contra los prisioneros iraquíes, cometidos por soldados y oficiales estadounidenses, como lo demuestran las horribles fotografías que han aparecido por primera vez en una cadena de televisión.

La CBS enseñó las fotografías tomadas aparentemente los pasados meses de noviembre y diciembre dentro de la prisión de Abu Ghraib, cerca de Bagdad y donde las fuerzas aliadas mantienen encarcelados a cientos de prisioneros capturados después de la invasión de Iraq. En una se puede ver a los iraquíes desnudos excepto la cabeza oculta con una capucha formando una pirámide humana, al lado los soldados norteamericanos disfrutan claramente del espectáculo.

En marzo los mandos estadounidenses revelaron que seis soldados se enfrentarían a la ley por “posibles violaciones” de los derechos de los prisioneros iraquíes. Pero en aquel momento mostraron una considerable “discreción” y no revelaron detalles precisos. Después de la publicación de las fotografías admiten que la situación tenía un alcance mayor.

Como es habitual, el ejército sólo admite lo que no puede negar. Esto es sólo la pequeña punta de un iceberg más grande y feo. Pero la maquinaria propagandística oficial ahora intenta desesperadamente una acción de retaguardia para encubrir los hechos tanto como sea posible. Hablan de “presuntas” ofensas y “tortura fingida” de prisioneros. Esto no tiene sentido. La verdad evidente es que decenas de miles de jóvenes iraquíes son encerrados por las fuerzas de ocupación sin juicio y sin ningún tipo de pruebas. Quedan a merced de sus captores que les golpean, torturan y humillan.

Han admitido que la CIA interroga a los prisioneros y que ésta última ha llegado a un acuerdo con las autoridades de la prisión (el ejército estadounidense) mediante el cual los agentes de la CIA deben realizar interrogatorios “suaves”. Los que están a cargo de estos agujeros infernales son capaces de derrumbar a un prisionero en cuestión de días. Exactamente es romper la voluntad de un ser humano, destrozar su sistema nervioso, su confianza y moral, todo es muy conocido. Se le llama tortura.

Hemos visto este tipo de cosas muchas veces antes: en tiempos de guerra en Europa con los nazis, en los territorios ocupados por la bota israelí, en Irlanda del Norte subyugada por fuerzas especiales británicas, en Argelia con el dominio colonial francés. Es el comportamiento normal de una brutal fuerza ocupante que busca perpetuar su control con la política del asesinato y el terror. Eso es terrorismo de estado.

Las imágenes dentro de la prisión demuestran gráficamente cómo tratan a los prisioneros iraquíes sus “civilizados” guardianes. Una fotografía muestra a un prisionero iraquí subido a una caja con cables eléctricos en las manos. Se le obligaba a estar mucho tiempo sobre la caja porque si cae se electrocutará. Otra muestra a prisioneros arrodillados, apilados formando una pirámide humana. Muchas de las fotografías muestran a los guardias estadounidenses riendo y haciendo el signo de la victoria con los dedos. En la piel de uno de los prisioneros se podía leer un insulto en inglés.

El comportamiento de estos representantes de la civilización cristiana occidental es absolutamente típico del imperialismo en cualquier período. Con el pretexto hipócrita de “liberar a la población iraquí de la tiranía”, impone una tiranía peor y un sufrimiento mucho mayor para el país. En su fervor “libertador” reducen a escombros las ciudades y los pueblos, asesinan a miles de mujeres y niños inocentes, y casi extinguen una civilización antigua y orgullosa.

Estos son los bárbaros modernos. No tienen ningún respeto por otra civilización, religión o cultura que no sea la suya. Resoplan la arrogancia del poder imperial y someten a los demás países de aquí no excluimos a sus aliados más próximos con un absoluto desprecio. Consideran que su Dios les ha dado derecho (“destino manifiesto” como le llaman) a interferir en los asuntos de cualquier país que deseen. Incluso tienen un nombre para esta arrogancia imperialista: la “doctrina Bush”.

Lo que es particularmente aborrecible es cuando dicen que bombardearon, invadieron y ocuparon Iraq para llevar la dulzura y la luz (“democracia”) a la población de ese país. Ahora vemos la realidad de esta promesa.

La ideología de todo imperialismo es la noción de una superioridad nacional (y racial). Las fuerzas ocupantes consideran a los iraquíes seres inferiores. Este sentido de superioridad se puede expresar de muchas formas. Una forma extrema se puede ver en el abuso de prisioneros indefensos. Sus captores ni siquiera les consideran seres humanos, así que para que respetar su dignidad humana. El racismo, después de todo, es sólo un subproducto del imperialismo, y el fascismo es la esencia destilada del imperialismo.

Los bravucones son siempre cobardes y una persona con uniforme que tortura y humilla a un prisionero indefenso deshonra el uniforme que lleva y a la nación a la que pertenece. Después de desplegar toda su bravuconería atormentando a personas indefensas, estos héroes ahora intentan evitar las consecuencias de sus actos. Algunos de los argumentos utilizados para evitar el castigo resultarían cómicos si las circunstancias no fueran tan tristes.

Uno de los seis, el sargento Chip Frederick, que se declara inocente, declaró a la CBS que él y sus colegas no tenían “una guía adecuada de los comandantes” sobre cómo tratar a los prisioneros. Que nadie le había proporcionado los acuerdos de la Convención de Ginebra sobre el trato adecuado a los prisioneros. Esto es francamente ridículo. ¿Qué soldado normal, ya sea mujer o hombre, trataría aun perro de la forma en que han tratado a los prisioneros? ¿Hace falta estudiar la Convención de Ginebra para saber que este tipo de tratamiento es bárbaro?

Además de los cargos criminales contra los seis todos policías militares pertenecientes a la 800ª Brigada los investigadores han recomendado una acción disciplinaria contra siete oficiales que ayudaban a la dirección de la prisión, incluida la general Janis Karpinski, que está al mando de la 800ª Brigada. Esta dama y otros siete oficiales implicados en el caso… fueron relevados de sus funciones.

Sí querido lector, habéis leído correctamente estas líneas. Estos sinvergüenzas después de haber cometido el crimen más atroz sólo se enfrentan al relevo de sus funciones. No serán llevados a juicio, encarcelados o sometidos a la ley militar, ni siquiera se les ha recomendado el abandono del ejército o la pérdida de todos sus derechos. Este tratamiento debe ser demasiado cruel para estos caballeros estadounidenses civilizados, y damas, no debemos olvidar a las damas que evidentemente jugaron un papel destacado en este juego.

¿Qué ocurrirá? Un puñado de oficiales sádicos recibirán un pequeño azote en el trasero. El presidente y sus hombres mostrarán su horror. Y después… nada. Las revelaciones actuales son bastante embarazosas para Washington que ha insistido repetidamente su cantinela de liberación del pueblo iraquí de la represión inhumana de Sadam Hussein. Sí, el pueblo iraquí sufrió terriblemente con Sadam Hussein, pero no sufrieron ni una fracción de los horrores que ahora infringen diariamente sus invitados “civilizados” de ultramar.

Por supuesto, es un error demonizar a todas las personas. Sería un error tratar a toda la población estadounidense como si fuera “una masa reaccionaria”. Sería una equivocación pensar que todos los norteamericanos son como George Bush. Tampoco todos los soldados estadounidenses piensan o se comportan como estos gamberros uniformados. Debemos recordar que la actual investigación comenzó cuando un soldado norteamericano de la prisión informó de los abusos y entregó las fotografías, que también encontraron su camino hacia la CBS. Este soldado tenía conciencia y demostró un gran valor personal. No está solo.

El ejército es un reflejo de la sociedad. En las filas de cualquier ejército hay gamberros empedernidos, asesinos y psicópatas. Ellos son los instrumentos de la reacción y el fascismo. Pero son una pequeña minoría. En el otro extremo hay otra pequeña minoría abierta a las ideas revolucionarias. En medio hay una gran mayoría que no pertenece a ninguna de las dos partes, su ambiente y opinión se puede moldear según las circunstancias y pueden ir en un sentido u otro.

Es probable que las fuerzas de la coalición puedan conseguir dominar la actual situación con una mezcla de fuerza y engaño. Contrariamente a lo que yo esperaba, los estadounidenses han anunciado que se retirarán de Faluja. Esto en sí mismo es una derrota de EEUU. La intención original era dar un ejemplo con Faluja, reducirla a polvo, como los antiguos reyes de Asiria hacían con las ciudades rebeldes de esa parte del mundo. Pero se han encontrado con la ferocidad de la resistencia y sobre todo con las consecuencias políticas de sus acciones.

En lugar de la fuerza bruta han tenido que recurrir a las maniobras, los trucos y los engaños. Probablemente abandonarán la idea de un asalto directo sobre Faluja, que produciría muchas bajas en ambos bandos, a favor de una táctica diferente. Intentarán aislar Faluja y Nayaf, los dos centros de la rebelión, matarán poco a poco a los insurgentes resistiéndose a la tentación de lanzar un ataque total. Al mismo tiempo redoblarán sus intrigas diplomáticas para conseguir ayuda externa.

Los estadounidenses han pedido al enviado del secretario general de la ONU, Lakhdar Brahimi, que seleccione un gobierno interino formado por tecnócratas para que gobierne Iraq durante los próximos siete meses, hasta las elecciones generales de enero, cuando se haga cargo del gobierno un “verdadero representante”. En la práctica esto es un gigantesco fraude. Entre bastidores el poder quedará en manos de los asesores estadounidenses y sobre todo, en las manos de los generales norteamericanos. Los estadounidenses diplomáticamente permitirán a los iraquíes algún poder externo para evitar la acusación de ser sus títeres. Pero nadie creerá esta farsa.

Washington está buscando una nueva resolución de Consejo de Seguridad de la ONU que les ayude a garantizar la participación de otros países, un principio conocido de la miseria como compañía. A los indios y los pakistaníes se les invitará a participar en el trabajo sucio y quizás finalmente los franceses puedan unirse a la coalición y compartir la carga militar. Independientemente de lo que ocurra todo seguirá en manos de los estadounidenses. La única alternativa que le quedará a Bush será el envío de más tropas.

Ayer en Dinamarca el secretario de estado Colin Powell dijo que el ejército estadounidense se había enfrentado a unas semanas “duras” en Iraq. Cuando las bajas están aumentando dijo que “esto hace que las personas se paren, piensen y reflexionen. ¿Qué estamos haciendo?” Powell pronunció estas palabras después de que murieran diez soldados más en Iraq, ocho de ellos en un conche bomba cerca de Bagdad. En abril han muerto en Iraq al menos 126 soldados estadounidenses, es el mes más sangriento desde que empezó el conflicto.

La prolongación de la guerra (y Washington ahora no tiene otra alternativa que continuar) en determinado momento tendrá un efecto en la moral de las tropas de la coalición y en la población en casa que observa ansiosamente el progreso de la guerra. Parece que muchos estadounidenses apoyan el envío de mas tropas. Piensan que con esto se conseguirá que la guerra acabe más rápidamente. Eso es un error. Esta guerra de ninguna forma terminará pronto. Con flujos y reflujos, puede durar años, con un coste continuo y cada vez mayor en sangre y dinero. Es un pozo sin fondo incluso para un país tan rico y poderoso como EEUU, y no puede tolerarlo indefinidamente.

El ambiente en EEUU ya está cambiando. Según la encuesta de New York Times/CBS, por primera vez menos de la mitad de los norteamericanos 47 por ciento cree que fue una decisión equivocada invadir Iraq. El apoyo ha pasado del 70 por ciento al inicio de la guerra, el 63 por ciento en diciembre pasado, hasta el 58 por ciento del mes pasado.

Estos datos coinciden con otros no menos alarmantes sobre el ambiente dentro de Iraq. El mensaje básico de la encuesta de CNN/USA Today es que los iraquíes no estaban contentos con Sadam, pero se sienten menos seguros ahora que cuando él estaba en el poder. No consideran que las fuerzas estadounidenses sean libertadoras, sino que son consideradas como ocupantes. Más de dos tercios creen que durante las operaciones militares, las fuerzas estadounidenses “no intentan en absoluto” proteger a los civiles de la muerte o las heridas.

Las encuestas no determinan la política del gobierno, sobre todo en aspectos fundamentales. Ni siquiera dejan claro si un cambio de presidente sería suficiente para conseguir la salida de las tropas. La guerra está mostrando toda su crueldad. Habrá más “excesos”. La gente se embrutecerá perdiendo la noción de lo que está bien o mal. El sufrimiento y la muerte les resultarán indiferentes.

Los planes originales del imperialismo estadounidense ahora están en ruinas. Como ya dijimos ayer los estadounidenses se enfrentan a una feroz insurgencia en dos frentes y que amenaza con extenderse por todo el país. La única respuesta de Bush es enviar más tropas: más pobres y trabajadores negros que serán enviados como carne de cañón, morirán más estadounidenses e iraquíes. ¿Y para qué?

Los medios de comunicación continuarán ocultando la verdad de la guerra, su salvajismo y su inutilidad. Continuará produciendo artículos censurados y “sensatos” para calmar los nervios de la gente en casa. Pero como se suele decir, “la verdad surgirá”. Tarde o temprano el público estadounidense conocerá la verdad de la guerra en Iraq, como aprendieron la verdad de la guerra en Vietnam. Cuando eso ocurra habrá un terremoto político en EEUU. Y cuanto más se retrase ese terremoto, más violento será.