El pasado 2 de septiembre, el presidente de la República Nicolás Maduro, y su ministro de Producción Agrícola y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, anunciaban con bombos y platillos la exportación de carne bovina.

Escribía el presidente en su cuenta twitter @NicolasMaduro, “¡Buenas Noticias Venezuela! Desde Puerto Cabello, en el estado Carabobo, comenzamos la exportación de ganado bovino en pie, con destino inmediato a nuestra hermana República de Irak. Esa es la economía real del campo que exporta y genera riquezas para el desarrollo del país”.

Por su parte, y como si lo anterior fuera poco, el ministro Castro Soteldo en una trasmisión por Venezolana de Televisión, expresaba su emoción, diciendo que se encontraba “bastante contento, orgulloso de este hito histórico que se está marcando en la historia de la agricultura de nuestro país, cuando Venezuela retoma desde finales del siglo XIX la posibilidad y capacidad de exportación de ganado vacuno”.

Se trató de un despacho de 3700 animales provenientes de los estados Apure, Guárico, Portuguesa, Barinas, Cojedes y Táchira, que en palabras del doctor Wilmer Alcasa, encargado del proceso sanitario de la exportación, habían cumplido los requisitos zoosanitarios internacionales para llevar a cabo dicha carga, es decir, animales que cumplieron un periodo de cuarentena, libres de Brucelosis, Tuberculosis y con una condición corporal tipo 4, en una escala del 1 al 5, lo que indica que se trata de animales gordos, de unos 400 kg aproximadamente óptimos para matadero.

Respecto a la realidad sanitaria del rebaño en Venezuela no se mencionará nada, pues no es el fin de este escrito, no obstante, hay que decir que existen discrepancias importantes en el medio técnico agropecuario, con las declaraciones de Alcasa. Por ejemplo, nuestro país no ha recibido la certificación internacional por parte del Centro Panamericano de Fiebre Aftosa, lo que significa que actualmente Venezuela no es un país libre de fiebre aftosa. Sin embargo, en sus declaraciones Alcasa señaló a nuestro país como libre de esta enfermedad.

Por otro lado, en el marco de la brutal crisis económica y social que vive el país, marcada entre otros factores, por la debacle productiva que sufre PDVSA, principal proveedor de divisas al Estado, así como debido al bloqueo criminal ejercido por el imperialismo estadounidense, puede entenderse que es necesaria la apertura de nuevas fuentes de divisas al Estado, a fin de poder satisfacer las diversas demandas de la población en materia de atención sanitaria, alimentación, educación, entre otras.

Ahora bien, las exportaciones se justifican sólo cuando el consumo nacional es satisfecho y queda un excedente, esto nos lleva a preguntarnos ¿Actualmente se encuentra cubierto el consumo nacional de carne de origen bovino? Esperamos descifrar esa interrogante.

Tiempo de las vacas gordas

Debemos reconocer que en el marco de la Revolución Bolivariana, y de las políticas de impulso a la producción agrícola que se llevaron a cabo durante ése período, particularmente bajo el gobierno del presidente Chávez, como la nacionalización de algunos latifundios, el apoyo financiero a los pequeños y medianos productores, etc, hubo avances importantes en materia de producción de carne y de su consumo por parte de los trabajadores del país.

En un artículo publicado en 2011 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) http://www.fao.org/in-action/agronoticias/detail/es/c/508642/, se incluyó una declaración de Yvan Gil, viceministro de Circuitos Agroproductivos y Agroalimentarios para ese momento, en el cual afirmaba que “en el año 1998 el consumo rondaba los 12 kilos per cápita/año y el año 2010 logró posicionarse por encima de los 25 kg per cápita. Lo que significa que en los primeros 12 años de Revolución se duplicó el consumo de carne”.

Al mismo tiempo, Gil comentaba que, “la producción nacional también ha sufrido un incremento significativo, alrededor del 70% de la carne que consume el venezolano es aportada por los productores nacionales”, lo que nos dice que en el año 2011, el 30% de la carne que se consumía en Venezuela era importada.

Sin embargo, dos años después comenzarían a notarse cambios importantes. En 2013, la FAO, publicaba un reporte titulado “Aumentan en Venezuela las importaciones de carne y leche” http://www.fao.org/in-action/agronoticias/detail/en/c/495075/. Según reportes de la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (FEDENAGA) -gremio que representa los intereses de la vieja oligarquía terrateniente y la burguesía agraria-, se estimaba que en ese año las importaciones de carne estaban alrededor del 50%, y el rebaño en el país para ese momento era de 12 millones  de cabezas de ganado bovino, en sus diferentes clases etarias. Respecto al consumo per cápita de carne para ese año, FEDENAGA estimaba que se encontraba entre 22 y 23 kilos de carne.

Los tiempos de las vacas flacas han llegado para quedarse

En la actualidad, no hay casi fuentes informativas oficiales disponibles sobre la situación actual concreta de la producción agropecuaria en el país.

Hemos intentado ingresar a la página oficial del Ministerio del Poder Popular para la Producción Agrícola y Tierras, en busca de información http://mat.gob.ve/, pero, sólo se muestra en pantalla un mensaje que señala la imposibilidad de acceder al sitio web.

Sin embargo, el viceministro para el Desarrollo Portuario Integral, Vicealmirante José Aguilera, anunció que a la fecha Venezuela registra más de 16 millones de semovientes bovinos. Respecto al consumo per cápita de carne de origen bovino, los voceros del gobierno dicen que se consumen 13Kg/hab/año, es decir, estaríamos hablando de 12 kilos de carne menos consumidos por cada venezolano al cabo de estos últimos 8 años.

Otras organizaciones como FEDENAGA y el Instituto Venezolano de la Leche y la Carne (INVELECAR), afirman que en Venezuela el consumo per cápita de carne bovina se encuentra entre 3 y 4 kilogramos al año, lo que nos ubica por debajo del consumo de otros países semicoloniales y oprimidos como Etiopía 7Kg/hab/año, la República de Ruanda 8Kg/hab/año y Nigeria 9Kg/hab/año. En cuanto a la cantidad bovinos en Venezuela, FEDENAGA registra actualmente entre 9 y 10 millones de cabezas de ganado.

No se requiere ser un experto en la materia, para entender que ante la crisis estructural del capitalismo que se vive hoy en Venezuela, agudizada por el bloqueo imperialista, y expresada en escasez de combustible, fallas en los servicios públicos (electricidad, gas, agua), migración de especialistas, alto costo de los insumos agropecuarios, entre otros, los productores no pueden haber aumentado su rebaño en los últimos años, lo que obviamente nos hace dudar de las declaraciones de los voceros del gobierno.

“Satisfacción del consumo nacional”

Se debe decir que Venezuela no tiene un excedente de carne de ganado bovino, ni de ningún otro tipo de proteína de origen animal. El excedente del que se habla es un excedente ficticio.

La realidad es que el detrimento de las condiciones materiales de la clase trabajadora ha sido tan grande, que el poder adquisitivo no permite a la aplastante mayoría de los venezolanos consumir alimentos de origen animal, lo que desde luego obliga a que una parte importante de esta producción sea exportada.

En otras palabras, la pulverización del salario de la clase trabajadora ha significado una extrema reducción del mercado nacional, por lo que en realidad, de lo que se trata, es que actualmente el mercado nacional es demasiado estrecho como para intentar colocar toda la producción nacional de carne, ya de por sí limitada.

Los precios de la carne en Venezuela actualmente van desde 1.300.000 a 1.700.000 el kilo de carne de primera, y la carne de tercera ronda desde los 900.000 a 1.200.000, dependiendo de la región donde se compre. Es decir, se necesitan entre tres y cinco salarios mínimos para adquirir lo que actualmente se ha convertido en una exquisitez culinaria, totalmente ajena a la dieta del venezolano.

Bajo cualquier concepto es cuestionable que, ante la realidad de hambre que padecen los venezolanos, se exporte un rubro alimenticio tan esencial como la carne, lo que muestra la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan,  aseverando además que el consumo interno se encuentra satisfecho. Por lo tanto, los recientes anuncios no son algo que se pueda celebrar.

El gobierno intenta justificar tal despropósito dando a entender que las divisas obtenidas de la exportación de este producto, servirán para invertir e importar en otros bienes que requiere la nación en salud, educación, etc. Pero debemos preguntarnos ¿acaso puede haber hoy un bien que supere en el orden de prioridades la necesidad de saciar los cientos de miles de estómagos hambrientos y subalimentados en el país?

Por otra parte, un punto que no se debe pasar por alto es, ¿a quién le genera plusvalía esta y todas las otras exportaciones de rubros agrícolas que se llevan a cabo en este momento a expensas del consumo nacional? ¿Quiénes son los productores que se benefician? ¿Los pequeños y medianos o los grandes productores? ¿La burguesía agraria tradicional o la burguesía “revolucionaria”?

Es un secreto a voces que la propiedad agraria y la agroindustria en Venezuela en los últimos años ha sufrido una recomposición, en favor de la “burguesía revolucionaria”, debido a la reprivatización de predios y tierras expropiadas durante los años 2004-2010 y los constantes desalojos a familias campesinas, que han favorecido a militares, funcionarios corruptos y a viejos terratenientes.

Se debe señalar que las unidades de producción expropiadas durante los gobiernos de Chávez nunca estuvieron bajo control campesino, sino que fueron administradas de manera corrupta por burócratas y militares, los cuales dirigieron empresas como Marisela, Florentino, Santos Luzardo, Cultivos Varios, CVA Carnes y pescados, entre otras, para llevar la productividad de estas a pique y así justificar su reprivatización, pero esta vez a favor de amigos terratenientes o de ellos mismos.

Los socialistas siempre debemos analizar todos los hechos políticos y económicos desde el punto de vista de la clase trabajadora, y teniendo en cuenta la lucha de clases, porque, mientras esto sucede, los salarios siguen siendo miserables para los trabajadores.  

Dicho de otra forma, exportar carne a otro país, mientras la desnutrición infantil y general de la población se agudiza mes a mes y año a año de forma espeluznante, y, anunciarlo además como un motivo de júbilo nacional, es un acto que refleja simple y llanamente, lo peor de la barbarie capitalista, de la anarquía en la producción de este sistema, donde el afán del beneficio está por encima de las necesidades de la población y que nos llama a luchar para superar este orden social decadente que sólo ofrece miseria para las mayorías.

Las actuales contrareformas que aplica el gobierno del presidente Nicolás Maduro, que golpean cada día más a la clase obrera venezolana, descargando sobre sus hombros todo el peso de la crisis económica, y, que al mismo tiempo, fortalecen a la vieja y a la nueva burguesía, demandan una respuesta política urgente por parte del pueblo trabajador.

La clase obrera, los campesinos, comuneros y todo el pueblo oprimido en general, deben organizarse en una alternativa revolucionaria, para encontrar una salida favorable a la profunda crisis del capitalismo venezolano, y así abrir horizontes de verdadera prosperidad para todo el pueblo trabajador.

Como socialistas defendemos la nacionalización sin compensación de todos los latifundios, acompañada de la creación de unidades colectivas de producción, bajo control de los trabajadores del campo organizados en consejos campesinos, que apunten hacia una verdadera reforma agraria. Esta reforma, de la mano de un proceso de industrialización nacional, y del impulso de una economía planificada socialista, puede encarrilar a nuestro país hacia verdaderas vías de desarrollo.

¡Contra el hambre, luchar por el Socialismo!