Desde hace mucho tiempo, los problemas asociados a la seguridad y salud laboral de los trabajadores ha sido un asunto que ha cobrado millones de vidas. Discapacidades y enfermedades producidas por condiciones de trabajo insalubres o riesgosas, lamentablemente han sido ignoradas por el sistema capitalista en general y por los empresarios en particular, ya que, para ambos, el fin justifica los medios, es decir, su fin es acumular capital y los medios que utilizan son aquellos que destruyen sus fuentes de riqueza: la naturaleza y la clase trabajadora, como lo explicaba Marx hace siglo y medio.

A pesar de la hegemonía del sistema capitalista y de la dura realidad a la que nos somete, desde hace mucho tiempo los trabajadores y algunas individualidades se han venido organizando, luchando y proponiendo mejoras en la salud y seguridad laboral. Sin embargo, la mayoría de estas luchas no plantean una ruptura definitiva con el sistema dominante, que es la fuente de todos los males para los trabajadores, la sociedad y la naturaleza, lo que limita las posibles conquistas que puedan alcanzarse en este sentido a un carácter insostenible y a veces efímero. Aunque los marxistas somos entusiastas en la lucha por reformas dentro del capitalismo, en tanto plantean mejoras en ciertas condiciones de vida para el pueblo trabajador mediante la lucha, educan a este sobre las contradicciones del orden social burgués y le brindan conciencia sobre su fuerza; sabemos que la única manera de hacer sostenible en el tiempo cualquier conquista es mediante una revolución. No se trata de “maquillar” el capitalismo, sino de erradicarlo y acabarlo, erigiendo sobre sus ruinas una sociedad socialista. Aún así, estas luchas las debemos apoyar llenándolas de contenido revolucionario y tratando de avanzar más allá de las reformas como única garantía de triunfo.

Todo proceso de trabajo genera riesgos y peligros para la salud y para la vida de aquellos que lo ejecutan. Para evitar el mayor impacto en los trabajadores, hay que tomar en cuenta algunos aspectos, como son: las condiciones de trabajo, los equipos de protección personal y colectivo, el tiempo de exposición y muy especialmente la formación. Asimismo, también es necesario observar otros factores que tienen que ver con las herramientas que se utilizan para el trabajo, el objeto y/o sujeto a ser transformado y las relaciones que en este desarrollo se producen. Pero hay aspectos que suelen ser obviados como parte de todo esto: las condiciones de vida de la clase trabajadora y la propiedad de los medios de producción. De toda la interacción que se da en los factores mencionados, se generan agentes de riesgo al que se exponen los trabajadores: físicos, químicos, biológicos, mecánicos, disergonómicos, psicosociales y meteorológicos.

Ya en el siglo XVIII, Bernardino Ramazzini (considerado el padre de la salud ocupacional) había realizado algunos estudios sobre enfermedades producidas por distintas ocupaciones y oficios. Mientras estuvo en Canino, Marta y sobre todo en Módena, pudo comprobar las condiciones de extrema pobreza de la población y sus condiciones de trabajo. Karl Marx, en su obra El Capital, también da cuenta de ello, cuando habla del ahorro por parte de los burgueses en las condiciones de trabajo a expensas de los obreros, específicamente en las minas de carbón (1). También, Friedrich Engels hace lo propio en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra, reflejando en la misma las terribles precariedades de los obreros en las fábricas inglesas, la extrema explotación de su trabajo y la profunda miseria extendidas en los barrios de las familias trabajadoras. Aunque los capitalistas, a través de sus medios de difusión e información, nos dicen que el capitalismo ha superado todas las calamidades y penurias que conocieron Marx y Engels, es un hecho cada vez más claro que las condiciones de trabajo en el mundo retroceden, en un ritmo sorprendente, a las de la época de la revolución industrial, incluso en los países desarrollados.

La historia de la lucha por la seguridad, salud y vida en los ambientes laborales forma parte de la lucha de clases que lleva adelante el pueblo trabajador a nivel global.
Como podemos observar, esta situación no es un asunto nuevo. Seguramente en la sociedad primitiva los hombres se enfrentaban a riesgos “necesarios”, como por ejemplo la caza y en la búsqueda de refugio contra la inclemencia del clima. Una vez que fue evolucionando el sistema social, conforme se desarrollaron las fuerzas productivas, aparecieron nuevos riesgos, y en ese devenir, una vez llegada la revolución industrial, estos riesgos se acentuaron de manera exponencial con la aparición de nuevas enfermedades. Ahora bien, los avances subsiguientes han permitido delimitar la conceptualización tradicional, aunque todavía hegemónica, en la definición del trabajo como un factor de riesgo ambiental, debido a que pone en contacto al trabajador con varios agentes que le ocasionan accidentes, discapacidades y enfermedades. Pero a su vez, se ha probado que los riesgos ocupacionales no son ajenos al funcionamiento de la sociedad, y por consiguiente, la propuesta de soluciones depende más de la correlación de las fuerzas políticas y sociales al interior de una sociedad concreta y de la capacidad reivindicativa, sindical y partidaria de los trabajadores, que de meras cuestiones técnicas.

Es así que, analizar el problema de la salud desde la perspectiva del proceso de trabajo, tomado este como proceso social y técnico, permite comprender que es la explotación del mismo, y como esta desgasta, daña y aniquila al trabajador; abre la posibilidad de entender que este no se limita a afectar a los que están directamente expuestos a él en el ámbito restringido de una fábrica o taller, sino que explica la distribución y la magnitud de los daños a la salud para la sociedad entera y las repercusiones negativas hacia la naturaleza. En este sentido, lo que ocurre en el lugar de trabajo no puede separarse de lo que ocurre en el resto de la sociedad y en el medio ambiente.

Existen ciertas tendencias burguesas en este ámbito a culpar a la víctima –al trabajador– y a ocultar la causalidad final en los problemas de salud y seguridad laboral, al desligar el trabajo de la patología. Esto nos muestra como el campo de la información es una arena de lucha. Se practica una disección sobre el aparato y los mecanismos de compensación laboral, que son controlados por la empresa privada y se prueba como se transfieren hacia la clase obrera los costos de la atención por causas laborales. Las enfermedades ocupacionales son una fuente de discapacidad mayor que los accidentes de trabajo y como es casi imposible obtener compensación por enfermedad, es razonable suponer que más del 90% del gasto en salud por las malas condiciones de trabajo, recaen sobre los trabajadores, sus familias y en la población.

Las luchas por la salud laboral son un campo de reivindicaciones que sirven para movilizar, organizar, luchar y educar a los trabajadores para alcanzar objetivos superiores, ya que dentro del sistema capitalista nunca se logrará la verdadera emancipación que permita que sea el pueblo pobre en general y la clase trabajadora en específico quien asuma su propio destino.  

Venezuela y la salud laboral

A partir del ascenso de Hugo Chávez al gobierno, la situación del movimiento por la salud laboral tuvo un auge interesante, tanto que en el año 2002 se creó el Instituto Nacional de Prevención, Salud y Seguridad Laboral (Inpsasel). A pesar de lo convulsivo que fue ese año debido al golpe de estado y el paro-sabotaje patronal a PDVSA, el Inpsasel entró en movimiento: se impulsaron marchas hacia la Asamblea Nacional exigiendo la reforma de la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio de Trabajo (Lopcymat), objetivo que se logró en el año 2005.

Uno de los logros alcanzado con la reforma del 2005, fue la eliminación de “acto inseguro”, término tomado de los estudios realizados por la British Industrial Fatigue Research Board, –durante la Primera Guerra Mundial–, proveniente del concepto de “síndrome de accidente”. Este concepto fue acuñado en 1926, y al igual que el “acto inseguro”, buscaba las causas de los accidentes en las características individuales de los trabajadores, a pesar de que algunos estudios analizaban factores tales como la iluminación y el ritmo de la producción. En estos casos y su tratamiento se culpaba a la víctima del accidente en lugar de buscar la modificación de las condiciones que los producían.

Si los accidentes eran por el “descuido” del trabajador, por su “buen corazón”, “exitabilidad”, “retardo psicomotor” u otra deficiencia ¿para qué preocuparse del diseño del lugar de trabajo? Otro logro alcanzado fue la activación de los Delegados de Prevención, desde el mismo momento en que quedan electos. En la antigua legislación, estos no podían activarse hasta que el patrón creara el Comité de Higiene y Seguridad, el cual ahora se denomina Comité de Seguridad y Salud Laboral. Todos estas conquistas se alcanzaron mediante la movilización y la lucha obrera, pues como históricamente ha ocurrido, en el capitalismo no hay manera de que los trabajadores alcancen mejoras sin luchar.

Posteriormente, se logró el reglamento parcial de la Lopcymat, aprobado en 2017,. Asimismo, se impulsó el reglamento parcial (2), pero enfocado en los Delegados de Prevención, el cual se volvió a discutir, pero jamás se aprobó, quedando engavetado nuevamente hasta la fecha. Vale mencionar que en la gestión del Sr. Néstor Valentín Ovalles, se retomó la discusión de este último, pero debido a la manipulación burocrática de este y su administración, el mismo fue discutido no como reglamento sino como norma técnica. Pero tampoco se aprobó.

En todo este proceso, se impulsó la creación de organizaciones de salud laboral con los Delegado de Prevención y hoy se cuenta con muchas, aunque muy dispersas y en proceso de reflujo –como producto de la situación general de la clase trabajadora–. Esto era de esperarse, debido al rumbo que tomó el proceso bolivariano tras el fallecimiento de Hugo Chávez, el carácter inconcluso de la revolución y la orientación gubernamental hacia políticas de conciliación de clases, antiobreras y antipopulares, así como la cooptación de muchas organizaciones de Delegados de Prevención a través del Inpsasel y el Ministerio del Trabajo, las cuales convocan a encuentros y congresos con el fin de mostrar un falso músculo de apoyo al mismo gobierno que impulsa las desregulaciones y la flexibilización laboral. Algo similar ocurre con los Consejos Productivos de Trabajadores, los cuales fueron creados por decreto y cristalizados por una ley. Obviamente, el Inpsasel, a pesar de la forma en que actuaba al inicio, no escapó de esta realidad y hoy es una institución más, repleta de burócratas incapaces e ineficientes que la transformaron en una especie de oficina administrativa que se limita a hacer cálculos periciales, una que otra charla motivacional y trata de llevar adelante un plan de formación con el sumo cuidado de que este no se le escape de las manos. Además, las inspecciones, que en caso de ser bien hechas por la honestidad de algunos trabajadores de la institución, son tumbadas por los que dirigen la misma.

Ahora bien, si en tiempos “normales” la situación de seguridad y salud de la clase trabajadora era precaria, mientras sus demandas eran ignoradas en la mayoría de casos, hoy esa situación se triplicó debido a las políticas antiobreras que lleva adelante el gobierno, profundizadas por el bloqueo del imperialismo y por el Covid-19. Antes de la aplicación de las sanciones imperialistas y la llegada de la pandemia, la clase trabajadora ya estaba siendo testigo de especies de tripartitas entre las empresas, las inspectorías (el Estado) y los trabajadores –ya que con el nacimiento de los CPT la línea del gobierno era que no había que parar la producción–, atando de manos a los trabajadores y dando rienda suelta al empleador para profundizar el ataque a la clase obrera. Desde el Ministerio del Trabajo, se venía frenando la discusión de las convenciones colectivas, la negativa a registrar sindicatos y la no afiliación a los existentes. Y como la guinda a la torta, vino en 2018 la emisión del memorando 2792 que da al traste con todas nuestras conquistas laborales de décadas de lucha.

A todo esto, hay que sumarle la gigantesca fuga de jóvenes al extranjero en búsqueda de mejores condiciones de vida, o al menos, de mayores ingresos para si y el envío a sus familiares, aunque para ello asumieran condiciones de sobrexplotación. Hay que mencionar también la entrega de dólares a los empresarios, la enorme cantidad de empresas cerradas, la desinversión en la industria petrolera, en Corpoelec, en las empresas básicas y en todos los servicios públicos en general, todo esto aderezado con la enorme corrupción.

Con la llegada del Covid-19, quedó develada la situación de precariedad del servicio de salud pública en el país desde hace varios años. En este caso, la situación del personal de salud que se enfrenta de manera directa a las personas contagiadas ha sido heroica, pues ante la carencia de insumos y equipos de protección, la atención a los pacientes de Coronavirus ha producido numerosos contagios y fallecimientos de enfermeras y médicos. De manera puntual, a estos trabajadores se les ha rendido un homenaje, pero aún se sigue tratando sus casos no como enfermedades ocupacionales, violentando de esta manera lo establecido en la Lopcymat. Igualmente ocurre con los trabajadores de otras ramas que resultan contagiados.

En este sentido, el Inpsasel solo se ha pronunciado con la publicación de una “Providencia Administrativa”, algunas charlas y talleres virtuales. Saber a ciencia cierta lo que está haciendo el Inpsasel es tarea imposible, su página web, que nunca se dedicó a informar a la clase trabajadora y a los Delegados de Prevención sobre su gestión, hoy tiene más de un año cerrada. Para saber el accionar de esta institución, basta con tener un mínimo contacto con los trabajadores para darse cuenta de la situación.

Es así que, dentro de estas nuevas condiciones de crisis global del sistema capitalista, ahora más que nunca la capacidad de venta de la fuerza de trabajo está en relación directa con la salud física y psicológica de los trabajadores, como también sus condiciones de vida, llevadas al extremo producto de la grave crisis que atravesamos, sumando a esto el ritmo de trabajo el cual ahora es superior, incluso el horario, ya que el objetivo fundamental del gobierno es producir (aunque sin éxito alguno) sin importar las condiciones en que esta producción se desarrolla.

Se supone que el Estado debería intervenir con el propósito de implementar reformas sanitarias y laborales que permitan armonizar las demandas que en materia de salud, efectúen los trabajadores. Esto sería lo razonable si pasamos por alto que la dirigencia gubernamental, tal y como ha ocurrido históricamente con todos los reformistas en periodos de crisis, no es capaz promover reformas progresistas para los trabajadores, sino todo lo contrario. Su único papel hoy consiste en administrar la crisis capitalista aplicando un programa de ajuste burgués que descarga todo el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores.

Un aspecto más que agrava la situación de la clase trabajadora, entre muchos otros, es el control empresarial del registro de los accidentes y enfermedades ocupacionales, hecho que a falta de organización y de temor por parte de algunos Delegados por la arremetida que pueda aplicar la empresa, imposibilita la vigilancia y seguimiento de los mismos. Igualmente ocurre con el Inpsasel, el cual desde hace muchos años no lleva un registro serio de estas estadísticas, lo que no permite tener una aproximación de la situación de manera más objetiva. Una forma de negar un problema es no tener ningún registro de él, otra es diseñar un sistema para mantener registros que muestren que el problema está siendo resuelto, sea o no cierto. Las estadísticas son importantes porque sirven para determinar la atención que deberá prestarse a una problemática para su resolución. Un “problema” que es responsable de 15000 muertes anuales es mucho menos importante que uno que causa 115000. Es “natural” para las empresas y para las instituciones controladas por el gobierno dirigir su atención a las cifras más pequeñas. Mientras los datos sean reunidos por el Estado, sus instituciones y los patronos, se seguirá encubriendo la incidencia verdadera.

Los sindicatos y la salud laboral.

Aunque los trabajadores frecuentemente expresan un profundo interés por la seguridad y salud laboral, hemos visto que pocas veces actúan abiertamente para cambiar sus condiciones. Muchos creen que una situación determinada no puede variar, y otros temen que si se obliga a utilizar métodos más seguros en el trabajo, se reducirá la producción y la paga, especialmente cuando trabajan a destajo.

Para muchos, la resistencia a métodos de trabajo inseguros se realiza por medio de un sabotaje disimulado, dejando que se echen a perder las máquinas sin llamar al equipo de mantenimiento a tiempo. Hay dificultades inherentes si se toca el punto de salud laboral con los obreros, especialmente cuando los riesgos son de larga exposición a un nivel bajo de sustancias peligrosas o cualquier otro agente.

Generalmente, las personas que están laborando se han mantenido ignorantes con respecto a los graves peligros tóxicos en su trabajo y el tiempo de exposición, así que cuando los sindicatos, los delegados y la empresa no cumplen en formar a la población trabajadora con respecto a esos peligros, los trabajadores jamás lo averiguan, a menos que sean extraordinariamente persistentes y tengan la posibilidad de investigar sobre ese asunto por iniciativa propia.

Otro de los problemas, es que los trabajadores en una labor o fábrica determinada pueden verse expuestos a cientos de distintos riesgos, y cada uno de ellos puede afectar sólo a unos cuantos obreros, más aún, puesto que las mayorías de las sustancias químicas industriales no se prueban de una manera comprensible o se almacenan sin el cuidado que el producto requiere. Es imposible que los trabajadores puedan calcular, de manera real, cuál es la magnitud del problema con que se enfrentan. Aún así los problemas formativos son fenomenales. Entender por qué un trabajador de la construcción puede padecer de los mismos daños que una secretaria es muy importante y más allá de eso, es conocer cuáles son los medios para solucionar estos posibles daños. En ese sentido, no solo se trata de atacar el asunto una vez que se cause el daño, la lesión, la enfermedad o la discapacidad, el objetivo fundamental es prevenirlo y para eso la formación, la organización y la lucha son imprescindibles. Mucha de la renuencia para agitar en pos de mejores condiciones laborales, está el temor al desempleo.

Para agravar el problema, queda el conflicto inherente entre los miembros de la clase trabajadora y los personajes del sindicato. Los problemas de seguridad y salud son parte del diario afanar para la mayoría de los trabajadores. Pero a menos que ocurra una huelga loca o una catástrofe, los líderes del sindicato dan poca o nula importancia a las condiciones laborales. Los líderes sindicales se han convertido en los administradores y los que imponen las convenciones colectivas. Estos, en muchos casos son parte de un complejo ambiente burocrático. Uno de los resultados, es la tendencia de parte de los líderes más altos del sindicato a favorecer aumentos de salarios más que otras prestaciones que no se tratan de dinero. Los aumentos de salario habilitan a la organización para que aumente sus cuotas. Contrariamente, el asunto de seguridad y salud laboral no les brinda beneficios directos a los dirigentes sindicales.
Con esto no queremos meter en un mismo saco a todos los dirigentes sindicales, pero ciertamente la gran mayoría se limita a luchar por cuestiones monetarias, lucha que no negamos, pero por muy difícil y complicado que sea, debemos empujar para que estas luchas no se queden en meras reivindicaciones monetarias.

Por la construcción de una verdadera Alternativa Revolucionaria

Está claro que el movimiento por la seguridad y salud laboral, de por sí, no podrá atacar directamente las raíces de la tensión, enquistada como están en la norma de producción capitalista. Pero ciertamente que el movimiento podrá ayudar exponiendo y clarificando las conexiones entre las inseguridades integradas en la vida, bajo el avanzado y senil capitalismo y la tensión donde la medicina convencional, social y ocupacional acostumbra a achacar a los trabajadores, sus “actos inseguros” y a los estilos de vida “insalubres” de las personas, lo que es responsabilidad directa o indirecta del sistema de relaciones sociales capitalistas establecidas.

Es así, que las posiciones relativas de capital y trabajo siguen sin variar. Una pequeña minoría es dueña de la mayor parte de la riqueza, controla el país y generalmente determina las condiciones de seguridad, salud laboral y de la salud pública en general.
En este sentido, para avanzar en esta larga y cruenta lucha, se debe construir una alternativa que impulse las luchas de la clase trabajadora por el rescate de nuestras conquistas, por salarios que cubran la canasta básica con escala móvil de salarios, por servicios públicos de calidad, y en líneas generales, por condiciones dignas de trabajo y vida.

Es así que para estas elecciones, desde Lucha de Clases venimos impulsando un programa de lucha para la Alternativa Popular y Revolucionaria, programa que puede y debe ser mejorado, enriquecido y aplicado por los sectores populares y la clase trabajadora. Por esta razón, invitamos a los delegados de prevención, la dirigencia sindical revolucionaria, los campesinos y la clase trabajadora en general, así como el poder popular, a apoyar al frente Alternativa Popular Revolucionaria, dándole el voto al Partido Comunista de Venezuela (PCV) para elegir, exigir y presionar a los candidatos de esta coalición, para tener una tribuna en el parlamento que visibilice nuestras luchas, que exija al gobierno el sece a los atropellos y denunciar al Estado burgués y a la dirigencia gubernamental que lleva adelante la conciliación de clases con la burguesía nacional. Todo esto no es posible si no se cuenta con el apoyo de la clase trabajadora y todos los sectores desposeído y oprimidos. Esto permitirá que aquellos que lleguen al parlamento no se queden enquistados en su curul. Solo con nuestra participación activa y protagónica podremos avanzar más allá del proceso electoral para completar la revolución y avanzar hacia una sociedad en donde nuestros destinos estén en nuestras propias manos.

¡Por una Alternativa Popular y Revolucionaria!

¡Por salario igual a la canasta básica!

¡No más muertes en el trabajo!

¡Por la construcción del socialismo!

¡Que gobiernen los trabajadores!  
 
NOTAS 
 
1 Karl Marx (Friedrich Engels) El Capital, Tomo III/Vol. VI, Pág. 106. Siglo Veintiuno Editores 2https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.fastmed.com.ve/wp-content/uploads/2014/07/reglamento_parcial_delegados_y_delegadas_de_prevencion.pdf&ved=2ahUKEwjfpbeco8HsAhXRmVkKHWDJDx0QFjABegQIARAB&usg=AOvVaw00q8mqujo4W_0ruwA87rUg