El Capitalismo, por su esencia y naturaleza, actúa en función de aumentar el capital, en ese sentido, su principal objetivo es producir más a menor costo reduciendo su inversión y obteniendo más ganancia. Con esta lógica se manejan las empresas y todo lo que dentro y fuera de ella le sea útil para el aumento de dicha ganancia. 

En su afán de lucro y de depredación voraz, el sistema capitalista acaba con la vida de todo, pero de manera más directa acaba con la salud y la vida de la clase trabajadora que es la que se encuentra sumergida en el proceso productivo y en contacto directo con los factores y/o agentes de riesgo, que deterioran y dañan nuestra salud física, mental, social, ambiental y hasta nos quita la vida. 

Ahora bien, el estudio y análisis de la salud de la clase trabajadora bajo el sistema capitalista debe trascender lo técnico y científico, tratando de dar un salto cualitativo en el aspecto político e ideológico ya que el conocimiento técnico y científico debe estar al servicio de la clase trabajadora, es decir, debemos dar dirección política, revolucionaria y socialista a este conocimiento. 

Podemos tener todos los conocimientos técnicos y científicos y avanzar en mejoras dentro de los ambientes laborales, pero estas mejoras alcanzadas solo serán reformas que nos mantendrán en una constante lucha para mantenerlas y no permitir que el patrón nos las arrebate, como hasta ahora lo ha hecho. Si no resolvemos el problema de raíz jamás avanzaremos a una posible solución ¿En manos de quién están los grandes medios de producción? Para avanzar en este asunto, debemos poner rumbo hacia la construcción de una Sociedad Socialista, que se traduzca en la organización independiente, formación, organización y movilización en permanente lucha por condiciones dignas de trabajo, tanto en materia de seguridad y salud como en el aspecto económico, tratando de trascender el marco capitalista de estas luchas. 

Ya muchos lo han dicho, desde Carlos Marx en El Capital hasta Raúl Rojas Soriano en su libro “Capitalismo y Enfermedad”, pasando por Oscar Batancourt, entre otros. 

No se trata de reformar el modo de producción capitalista, se trata de destruirlo para que sea la clase trabajadora la que asuma conjuntamente con las grandes mayorías desposeídas el control de su destino en todos los aspectos. En este sentido, las reformas, que no son malas, deben ser profundizadas para avanzar hacia la SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN y no limitarnos en ellas, el avance en este aspecto garantizará el avance en los demás: económico, social, laboral. De esta manera, se eliminará la división del trabajo y las decisiones serán tomadas por los trabajadores y trabajadoras, el trabajo pasará a ser algo creador y humano ya que la propiedad no estará en manos de unos pocos, se garantizará la salud, seguridad y vida, se eliminará la programación de la organización para el interés del capitalismo, pasaremos a organizar el trabajo de manera de eliminar los accidentes y enfermedades o de que este impacte en lo más mínimo posible en la salud. 

Ahora bien, la lucha por la salud de la clase trabajadora bajo el modo de producción capitalista, como ya lo hemos dicho, debe tener un objetivo estratégico: LA SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN, lo que se traduce en el control no solo del proceso de trabajo sino del proceso productivo, del proceso peligroso, de la distribución y la venta, esto en franca alianza con los sectores populares organizados. Lo anterior, de anteojo, choca con los intereses del capital. Debemos ir avanzando en conquistas que nos permitan tener mejores condiciones de trabajo y para esto debemos prepararnos técnica y científicamente,  pero fundamentalmente política e ideológicamente, lo que nos permitirá tener argumentos sólidos y a través de la organización independiente y unidad, la fuerza para dar la pelea en mejores condiciones. 

El análisis de la salud de la clase trabajadora no puede ser lineal, ni mecánico, no debemos analizar de la misma forma el impacto a la salud de un trabajador o trabajadora en su momento productivo, que labora en horario nocturno, con aquel o aquella que labora en horario diurno. No podemos analizar de la misma forma el impacto en la salud de un hombre y el de una mujer. Incluso en un mismo puesto de trabajo, hay factores impuestos por el sistema dominante que impactan e inciden de manera distinta y que debemos tomar en cuenta para el análisis, así como factores fisiológicos y biológicos. De la misma manera, debemos analizar el momento reproductivo, ya que al encontrarnos en una sociedad patriarcal la mujer cumple con una doble y hasta triple jornada. 

El modo de producción capitalista lo controla todo, incluso nuestra subjetividad, haciéndonos ver que este es el orden natural de todo, siendo esto lo que más obstaculiza los avances. En ese sentido, la formación técnica, científica, política e ideológica juegan un papel preponderante, obviamente combinando esta formación con la acción concreta. La autoformación, formación, organización, movilización y lucha para superar el trabajo tedioso, cansón, monótono y aburrido.

La formación no puede ser solo entre cuatro paredes, esta debe llevarse a los centros de trabajo para ser aplicada de manera práctica y de esta forma enriquecerla con la realidad concreta, y la mejor manera de llevarla a los centros de trabajo es impulsando la organización de la clase. De manera individual no avanzaremos ni un ápice en esta materia ya que ni la transición al socialismo, ni la seguridad y salud de la clase trabajadora son un problema individual. 

El presente periodo de crisis sistémica del capitalismo y de levantamientos y lucha de los pueblos, no debe darse sin identificar al elemento humano, es decir al hombre y la mujer, como los mayores productores de riqueza. Así pues, la lucha por la seguridad y salud de la clase trabajadora y del pueblo pobre juega un papel determinante. 

El conocimiento de los distintos factores de riesgo dentro de los ambientes laborales es sumamente importante, de esta manera podremos actuar en función de eliminar y/o minimizar los efectos a la salud y de prevenir dichos efectos. El sistema capitalista ha potenciado esos efectos a través de los distintos mecanismos de explotación como la flexibilización y la tercerización laboral. También se aplica, aún en los albores del siglo XXI, mecanismos como el Taylorismo1 y el Fordismo2, que dicho sea de paso, jugaron un papel fundamental en su desarrollo, pero también en la acentuación y aparición de nuevas enfermedades.  

Hoy el análisis de la seguridad y salud de la clase trabajadora deja al descubierto el funcionamiento del nefasto sistema capitalista y cómo este nos hunde en paupérrimos ambientes laborales. 

Hay algo que es evidente, la enfermedad, los accidentes y la muerte están mal repartidas. La salud no se distribuye de forma equitativa, las grandes mayorías desposeídas padecemos una discriminación social múltiple, disponemos de menos recursos socioeconómicos, disponemos de una peor atención sanitaria, estamos más expuestos a los factores y/o agentes de riesgo que empeoran nuestra salud, ya sean de tipo personal, social, ambiental y laboral. En resumidas cuentas, no tenemos poder de decisión y padecemos en carne propia las peores epidemias de nuestro tiempo. 

Entender lo anterior es entender que todas nuestras calamidades son generadas por un sistema económico, social y cultural en decadencia, como lo es el sistema capitalista, que a su vez se rige por el control del poder político y económico. En este sentido, debemos buscar las verdaderas causas y dejar de echarle la culpa a las víctimas, generando respuestas que nos alejen del conformismo, propiciando soluciones que permitan plantearnos acciones efectivas. 

Lamentar la muerte sin actuar es como aceptar que la aplicación de la prevención deba realizarse a posteriori. La salud laboral, la prevención de riesgos en el trabajo es un tema fundamental de la salud pública, que ha sido demasiadas veces ocultada y en el que, paradójicamente, los más afectados, los trabajadores y trabajadoras, ven negada sistemáticamente su participación, su voz y su experiencia. 

Bajo el capitalismo actual, los objetivos de las empresas no se han modificado respecto a los de antaño: ser más competitivo que el vecino, obtener el máximo beneficio y sobrevivir como sea. Sin embargo, su alcance sí se ha transformado: sus acciones se sitúan de forma más rápida que nunca en cualquier punto del globo, comprar barato y vender caro; se produce allá donde la mano de obra es más barata y se vende allá donde el nivel de vida es más alto. Con el desarrollo del imperialismo, el gran capital afianza su carácter multinacional.

Nunca el capital había logrado como en nuestros días ejercer un poder tan completo y global. Nunca como hasta ahora el capital había logrado imponer de forma tan abrumadora sus políticas, sus intereses y sus dogmas sobre el planeta. Su poder, sometido a una ley: el totalitarismo del dinero. Los empresarios no están solos, trabajan en coordinación con los gobiernos y los organismos internacionales más poderosos. 

Estadísticas asombrosas y contradictorias 

Los números pueden ayudar a mirar mejor, a comprender, pero también nos embriagan, enturbian la vista. Tienen la capacidad de fascinarnos y hacernos creer en ellos sin pensar en su origen o en su validez. Está claro que los datos pueden ser muy relevantes y ayudarnos a dilucidar muchas cuestiones de interés, Sin embargo, los números no siempre cuentan la verdad. Los datos también tienen limitaciones, son manipulables para falsear la realidad, ni las fuentes de información son necesariamente objetivas, ni el uso de los datos es siempre el más apropiado, ni su interpretación es necesariamente clara. Muy en especial los científicos saben que es posible “fabricar” y hasta “torturar” los datos. 

Incluso cuando usamos números fiables o análisis adecuados, solo obtenemos una visión limitada de la realidad, no de su conjunto. Las cifras miden con frialdad rasgos de individuos sin rostro, que homogeneizan, que reducen dramas personales muy diferentes y aún más importante, porque los números con frecuencia distraen nuestra atención, tienden a alejarnos de la realidad concreta en que labora la clase trabajadora y en el deterioro de su salud. 

Sin negar la importancia de los datos, estos deben servirnos para actuar sobre la realidad concreta y estos deben ser elaborados con contenido, sin frialdad, no debemos hacer los cálculos sin sentir ya que serían estadísticas muertas. Aún as,í algunos datos que no se pueden ocultar nos manifiestan la realidad por la que atraviesa la clase trabajadora y el resto de la población. 

Con la concentración de capital a nivel mundial, lo que está en juego es la salud de la clase trabajadora, el bienestar de las personas, así como la de nuestro planeta. El poder desigual daña desigualmente la salud. Entre un 10% y un 20% de la población vive con niveles materiales muy elevados, explotando y protegiéndose de quienes no tienen o tienen muy poco. El bienestar y la salud de unos pocos se alimenta del sufrimiento y de la mala salud de muchos. 

Hoy en día, las tres cuartas partes de la humanidad no dispone de la opción de elegir “con libertad” factores relacionados con la salud tan importante como son seguir una alimentación adecuada o trabajar en un ambiente laboral digno y adecuado, así como en un ambiente sano. Bajo este sistema, la salud no la elige quien quiere sino quien puede. 

Los datos nos deben llamar a la reflexión: en el llamado Tercer Mundo, doscientos cincuenta millones de niños y niñas transportan ladrillos, acarrean basura, fabrican de sol a sol bombillas, alfombras o balones de futbol… El valor anual de los productos para animales vendidos en Estados Unidos es cuatro veces mayor que toda la producción de Etiopía. El jugador de baloncesto Michael Jordan percibía en un año más ingresos en publicidad por la marca de los zapatos deportivos que llevan su nombre que el conjunto de los 30.000 trabajadores y trabajadoras indonesios que los fabricaban3.

En Gran Bretaña, el país donde se ha realizado el mayor número de estudios, las clases sociales más privilegiadas (Los profesionales y directivos) tiene siete años más de esperanzas de vida al nacer que las clases más desventajadas (los trabajadores y trabajadoras manuales)4.

El conocimiento técnico y científico puede ayudar a revelar la situación precaria en salud y seguridad a la que ha sido arrastrada la clase trabajadora, pero solo la acción social organizada, unificada, autónoma e independiente puede reducirlas o eliminarlas avanzando en la construcción de una sociedad justa, equitativa, socialista.    

La seguridad y salud laboral es un tema profundamente político, dialéctico e histórico, y el avance hacia su mejora y solución descansa en la construcción del socialismo sobre las ruinas del capitalismo. 

NOTAS

________________________

1.- Organización científica del trabajo introducida por Frederick Taylor (1856-1915), como instrumento esencial de ese proceso de reducción del saber obrero de fabricación a la serie de sus gestos elementales en el proceso productivo con la utilización del “cronómetro”. El cronómetro (y los métodos de medición de tiempos y movimientos que instaura) aparece como la avanzada de un ataque dirigido, no contra el “trabajo” en general, sino contra la forma organizada y combativa de la clase obrera: el obrero profesional de “oficio” y su sindicato. Lo que el cronómetro pretende romper, atacando la confraternidad de los gremios, es la excelsa y avanzada figura de resistencia obrera, condición de la primera industrialización, pero también principal obstáculo para la acumulación de capital en gran escala. Al sustituir al obrero profesional por el obrero-masa recién inmigrado, no cualificado y sobre todo no organizado, el capital modifica, en favor suyo y por mucho tiempo, el estado de conjunto de la relación de clases.

2.- Al sentar el proceso de trabajo sobre una base nueva, “científica”, el capital se halla en condiciones de imponer sus propios ritmos y normas en la producción de mercancías, rompiendo así las trabas puestas a su expansión por el antiguo orden del taller. Con Henry Ford (1863-19479), que introduce la producción en seria, la cadena de montaje viene a relevar a las técnicas taylorianas de medición de los tiempos y movimientos y a someter el gesto del obrero a una cadena regulada, se hace posible un nuevo modo de consumo productivo de la fuerza de trabajo. Sin relación, ni siquiera lejana, con lo que permitían los antiguos métodos de organización del trabajo. Las condiciones generales de la extracción de plustrabajo y la escala de la producción de mercancías cambian por completo. En adelante con el apoyo de la cinta transportadora y de la cadena de montaje, la producción de mercancías en grandes series y de mercancías estandarizadas se convierte en la norma y la regla, suscitando la aparición de nuevas condiciones de producción en todas las ramas.   

3.- Unwin N., Alberti O., Aspray I., Economic globalisation, and its effect on health. BMJ. 1998; 316: 1402-2. Tomado de: Aprender a Mirar la Salud ¿Cómo la desigualdad social daña nuestra salud?, Joan Benach / Carles Muntaner. 4.- Benzeval M. Privilege and health – What is the solution? N Engl J Med 1 993;329(2): 126-127. Tomado de: Aprender a Mirar la Salud ¿Cómo la desigualdad social daña nuestra salud?, Joan Benach / Carles Munta