En el sordo silencio de mis recuerdos tristes,

en las horas amargas de mi solitaria soledad

callada y asfixiante, como el mediodía llanero

trato de hallar tu voz,

pero no la encuentro

porque te han llevado.

¡Y te busco!

Con desespero hurgo en mis memorias,

que ahora se han tornado lánguidas y vacías.

Hurgo y hurgo hasta que no me quedan uñas

y me sangran los dedos.

Tengo miedo de olvidarte,

de olvidar tu abrazo firme,

tu palabra combativa,

tu firmeza revolucionaria.

Confieso que tengo miedo,

de dejarte caer

en el oscuro abismo de la desmemoria.

Te busco en los días

y te busco en las noches,

hasta que la angustia me oprime el pecho con vileza,

y el llanto me ahoga,

pero no te encuentro.

¿Dónde estás compañero?

Debajo de qué árbol está descansando el guerrero,

a la orilla de qué río está tomando una siesta,

¿Para volver pronto a tomar el fusil

y lanzarse con ánimo a la faena revolucionaria?

¿Quién te ha secuestrado querido amigo?

¿Y por qué te han llevado camarada?

A fuerza de olvido,

algunos tratan

de que mueras en nuestra memoria.

Pero,

Los revolucionarios genuinos

no caen nunca en el olvido,

son eternos,

porque son inmortales.

Las armas del burgués no pueden destruirlos.

No los matan las balas del sicario,

ni la motorsierra del paraco

con su carnívoro estruendo,

porque están hechos no sólo de carne,

sino de de ideas y de espíritu.

De ideas sólidas como el acero templado,

y de espíritu resuelto,

como el pueblo cuando se levanta contra sus opresores.

De espíritu solidario,

como la madre que se entrega en cuerpo y alma,

para ver crecer asus retoños,

sin esperar nada a cambio.

Tú, no serás nunca preterido,

compañero.

Porque los revolucionarios genuinos están hechos de eternidad,

como las estrellas.

En cambio,

los burócratas malditos,

los reformistas patéticos,

los sofistas de la socialdemocracia,

que quieren que te olvidemos,

están hechos de mentiras,

de corrupción y de olvido.

Son como el sucio polvo de la calzada,

que después de la larga noche sombría

será barrido por la mañana,

cuando amanezca de nuevo en la historia.

Aunque no te vuelva a ver,

querido camarada,

querido amigo, querido compañero,

quédate tranquilo.

La lucha de clases,

tarde o temprano

hace justicia con su brazo de gigante,

y barre toda esa podredumbre decadente del camino.

Al final, sólo recordaremos

a los que de verdad vale la pena recordar,

y olvidaremos a los traidores y a los falsos profetas.

Y aunque pase el tiempo hermano,

y tal vez no aparezcas,

y tal vez no nos encontremos por lo pronto,

quédate tranquilo,

ya tú eres inmortal

y vives en nosotros.

Porque tus subversivas ideas son las nuestras,

y tu insurrecto espíritu es también el nuestro

y tu aguerrido puño, mil veces levantado

también es el nuestro.

Estoy seguro,

de que tarde o temprano

nos volveremos a ver,

en la victoria de los oprimidos,

en el triunfo de los descamisados,

de los hambrientos.

Allí nos veremos.

Aunque nos hayan privado de la oportunidad,

de mirarte una vez más a los ojos,

de estrechar una vez más tu mano solidaria,

de ver una vez más tu sonrisa afable,

nos volveremos a ver,

compañero.

Porque el día en que nos levantemos

y echemos toda esta sociedad de mierda abajo,

el día en que los trabajadores levantemos el puño

y nos pongamos de pie,

estarás allí con nosotros.

Ese día, cuando tomemos el poder,

y destronemos a los que oprimen,

a los burgueses de antes y a los burgueses de ahora,

los blancos, los verdes y los rojos,

ése preciso día,

en ése preciso instante,

estarás allí con nosotros,

empujando, hombro a hombro,

el muro que divide a esta sociedad,

en amos y esclavos,

hasta que lo veamos caer

y romperse en mil pedazos.

Allí, levantaremos juntos el puño con furia

y juntos,

todos juntos,

ayudaremos a parir un mundo nuevo.

Estoy seguro,

que ése hermoso día nos volveremos a ver.

Por ahora,

tan sólo me despido

hasta que llegue ése día,

Querido amigo, querido camarada

querido compañero,

porque estoy seguro

que nos veremos de nuevo.