Tras años de lucha, el Congreso de los Diputados aprobó el 30 de junio la reforma del código civil para que éste ampare por igual a matrimonios del mismo y de distinto sexo. Con la nueva legislación, la más avanzada del mundo, dos mujeres o dos hombr Tras años de lucha, el Congreso de los Diputados aprobó el 30 de junio la reforma del código civil para que éste ampare por igual a matrimonios del mismo y de distinto sexo. Con la nueva legislación, la más avanzada del mundo, dos mujeres o dos hombres podrán, al igual que los matrimonios heterosexuales, casarse y adoptar niños conjuntamente sin ninguna restricción (al contrario que Bélgica o Holanda que tienen algunas), accediendo a los consiguientes derechos económicos, sociales y fiscales que les estaban vedados.

El PP y la jerarquía eclesiástica reaccionaron con histeria movilizando a su base social. Convocaron una marcha contra la nueva ley el 18 de junio en Madrid después de dos manifestaciones más convocadas por la derecha los dos sábados anteriores. La negativa del gobierno del PSOE a consensuar con el PP la regulación de los derechos de las parejas del mismo sexo suponía una peligrosa ruptura de la tendencia de pactos y consensos que ha seguido la dirección del PSOE. Y eso, aunque fuese en una cuestión que les resulta secundaria en relación con otras cuestiones en las que el gobierno sí pacta, no podía quedar sin respuesta.

Un periódico italiano tildó esta nueva ley, quizá exageradamente, de “desafío de Zapatero a la Iglesia”. Pero los obispos así lo entendieron: “Si permitimos que cuestionen nuestro privilegio de decretar qué es una familia y qué no lo es ¿Qué podrán hacer mañana?” Ya se sabe que los privilegiados no pueden consentir ceder la más mínima parte de sus prerrogativas sin pelear todo lo que puedan. Y, así, utilizaron esta cuestión como excusa para hacer una demostración de fuerza al gobierno para presionarle y que no siga ese camino en relación a los conciertos educativos y el concordato con la Santa Sede que incluye la financiación pública de la Iglesia, por ejemplo.

El PP, por supuesto, apoyó esta estrategia con entusiasmo. Nuevamente se demostró que las jerarquías religiosas y la derecha y la burguesía van de la mano, actuando las primeras como brazo ideológico del capital para sojuzgar al máximo a los jóvenes y trabajadores gracias a su moral asfixiante que destruye la libertad y la autoestima de cada uno y anula el pensamiento crítico mediante la imposición de un modelo de vida único e irreemplazable (que a su vez genera odio y división artificial en el pueblo contra quienes “osan” quebrantarlo) al mismo tiempo que sacralizan el sistema capitalista, no teniendo más remedio que recurrir a lo teológico para justificar lo injustificable de otra forma: la explotación del hombre por el hombre.

Pero volvamos a lo que nos ocupa. Ante el acoso de la derecha y la reacción, apareciendo diariamente en los medios de comunicación echando espuma por la boca, comenzaron las primeras movilizaciones en algunas capitales de provincia: el sábado 25 de junio 2.000 personas en Granada o 30.000 en Valencia se movilizaron a favor de la reforma del gobierno coincidiendo con las celebraciones del “Orgullo GLTB (gay, lésbico, transexual y bisexual)”.

Esto fue el preludio de la gran manifestación del 2 de julio, cuyo manifiesto obtuvo el apoyo de UGT, CCOO y los partidos de izquierda, donde cientos de miles de personas de todo el Estado golpeamos contundentemente a la derecha, dejando sus movilizaciones a la altura del betún.

Allí se podía ver de todo: mujeres de edad avanzada portando pancartas contra la jerarquía eclesiástica, familias trabajadoras solidarizándose, partidos políticos de izquierda, jóvenes… El movimiento obrero y la juventud hicieron suya una medida que supone un pequeño aumento del gasto social y una mejora de las condiciones para miles de trabajadores y jóvenes hasta ahora discriminados.

Aquí se demostró cuan equivocados estaban quienes querían desligar las reivindicaciones de este colectivo del movimiento obrero, la juventud y de la izquierda en general; pues han sido estos factores los determinantes en la contundencia de la respuesta del 2 de julio. En este sentido, hay que destacar que los dirigentes de los partidos de izquierda respondieron, aunque tarde y mal, enviando algunos autobuses a la manifestación. Y seguro que más de un desencantado que pensaba que la gente ya sólo se movía por reivindicaciones económicas y laborales cambió de opinión aquella tarde.

Cientos de miles de personas, aún no siendo beneficiadas directamente por la reforma, vieron en esta movilización una brecha abierta para expresar su hartazgo de la derecha y la jerarquía eclesiástica- dos caras de una misma moneda -y sus presiones al gobierno. Era la expresión del deseo de que la política de Zapatero tome definitivamente esta dirección de enfrentarse a los poderosos para mejorar las condiciones de vida de las masas, al contrario que su actual política económica y social en el resto de materias. Así lo demostraba la presencia de numerosas banderas republicanas, de Cuba, del Che, pancartas por un Estado laico y la derogación del concordato, banderas de IU y del PSOE…Y esto es precisamente lo que causa auténtico terror en las filas de la reacción.

En consecuencia, la lección de todo esto es que si Zapatero, con una pequeña medida progresista, ha levantado tal movilización popular en su defensa ante los ataques de la derecha ¿No sucedería lo mismo, elevado a la enésima potencia, si el gobierno comenzara a aplicar un programa realmente socialista enfrentándose con la gran banca y la gran empresa, movilizando a su base social sin complejos en vez de tan tímidamente como el 2 de julio? A estas alturas del artículo, estoy convencido de que el lector -o lectora- responderá un SÍ rotundo a esta pregunta.

Los hechos demuestran que el movimiento obrero y la juventud no somos débiles, sino tremendamente fuertes. El potencial es inmenso y yo sólo he visto la punta del iceberg de descontento acumulado en la sociedad. El haber estado en aquella manifestación, al igual que en las de la guerra de Iraq, me hace pensar que unidos bajo una dirección marxista revolucionaria audaz podemos conseguir acabar con todas las injusticias. Y, bajo mi punto de vista, organizaciones que pretenden dar una alternativa por la izquierda a la política socialdemócrata del gobierno del PSOE, como son IU y el PCE, deberían actuar con esta perspectiva.