La severa lucha que está teniendo lugar en Irak nos la presentan como un fenómeno inexplicable, provocado por “fuerzas oscuras” que se resisten al avance del “progreso y la democracia”. En realidad lo que tenemos es un movimiento de resistencia de ma La severa lucha que está teniendo lugar en Irak nos la presentan como un fenómeno inexplicable, provocado por “fuerzas oscuras” que se resisten al avance del “progreso y la democracia”. En realidad lo que tenemos es un movimiento de resistencia de masas que tiene como objetivo la expulsión de un ejército extranjero de ocupación. Este movimiento se nutre de las terribles condiciones de vida que padecen los trabajadores iraquíes, unas condiciones creadas por el dominio del imperialismo.

Cualquier persona informada sabe que Bush y Blair mintieron en los motivos de la guerra contra la población de Irak. No estaban motivados por la amenaza de Sadam Hussein, la ausencia de democracia o las supuestas conexiones con Al Qaeda, ni tampoco lo eran las armas de destrucción masiva. Todas eran mentiras destinadas a convencer a la opinión pública británica, estadounidense, etc., de que la guerra era una “guerra justa”. Las verdaderas razones de la guerra eran una mezcla de avaricia de petróleo, estrategia militar, la necesidad de barrer a un lado la competencia europea y un intento desesperado de preservar el dólar como la moneda de reserva mundial.

Ahora están lanzando nuevas mentiras con relación al gobierno interino de Allawi nombrado a dedo por EEUU y que “ocupó su puesto” el 28 de junio de 2004. Según Bush y Blair “es un gobierno cuyo papel es restaurar la estabilidad y poner fin a la ocupación”. A finales de junio dijeron que “estamos entregando la soberanía a los iraquíes”.

A pesar de las pretensiones de la ONU y Bush sobre las supuestas pretensiones de EEUU de abandonar Iraq, situando la soberanía en el horizonte, el número de soldados imperialistas en el país en realidad está aumentando y la guerra entre las masas, que llevan a cabo una lucha de liberación nacional, y los ocupantes imperialistas según pasan los días es más intensa.

Mientras la propaganda imperialista dice que su papel es instalar la democracia y que Irak prácticamente sea un estado soberano, la supresión de todas las formas de democracia es algo cotidiano. Según una información aparecida en Al Jazeera (15/8/04), un portavoz de la Asociación de Alumnos Musulmanes de Irak (AMS), Mohamed Ayash al-Kubaisi, citaba el arresto del editor del periódico de la asociación -al-Basaer (Percepción)- como un ejemplo de “ausencia” de soberanía:

“¿Cómo puede un grupo de soldados extranjeros detener a un ciudadano iraquí como Muthana al-Dhari si existe un gobierno soberano? ¿Qué hacen estos soldados en el corazón de Bagdad? ¿Por qué no le arrestó la policía iraquí?”

La situación de los detenidos iraquíes, arrestados sin cargos por el ejército estadounidense en Iraq, no ha cambiado desde la entrega del poder al nuevo gobierno. El ejército norteamericano continúa a cargo de las infames prisiones, el mismo ejército que controla la policía iraquí.

El recién nombrado presidente de Iraq, Ghazi al-Yawir, anunció el mes pasado que se perdonaría a aquellos iraquíes que llevaran armas antes de la formación del gobierno de Iyad Allawi, pero el embajador norteamericano, John Negroponte, rápidamente intervino para dejar claro que aquellos que habían asesinado a estadounidenses no serían indultados, esto demuestra quién es realmente el jefe. Eso explica por qué el 7 de agosto el gobierno interino hizo lo que le dijeron, aquellos iraquíes que habían cometido crímenes menores fueron indultados pero no los que habían luchado contra los soldados estadounidenses y la policía iraquí.

A pesar de la escasa información sobre el movimiento obrero iraquí y las mentiras sobre la soberanía, en la actualidad en este -supuestamente- “maravilloso y nuevo” Irak existe una explosión de las luchas obreras. Los bajos salarios, las terribles condiciones laborales, los elevados niveles de desempleo, la proliferación del robo, la ausencia de agua y electricidad, la supresión de los derechos elementales, todo esto ha provocado el ascenso de la lucha de clases en Irak.

Las horribles condiciones que sufren las masas no sólo se deben a la destrucción de la infraestructura iraquí provocada por el bombardeo imperialista. También se han visto exacerbadas por la privatización, la reducción de impuestos a los ricos y la política económica destinada a mantener salarios de hambre mientras que los ricos se llenan los bolsillos con grandes beneficios.

En septiembre del año pasado Bremer publicó una orden que permitía a los empresarios extranjeros tener el 100% de la propiedad, excepto en la industria petrolera que todavía está nacionalizada. La misma orden permite a las empresas repatriar el 100% de sus beneficios. Al mismo tiempo Bremer emitió otra orden reduciendo los impuestos para los beneficios más altos desde el 45% al 15%.

Mientras los trabajadores viven con salarios de esclavitud, las empresas extranjeras -la mayoría propiedad de Bush y sus amigos- están consiguiendo enormes beneficios no sólo a través de la superexplotación de los trabajadores en Iraq, también lo hacen a través de otro método simple conocido por la mayoría de las personas como “derecho de robo”.

Según Ariana Eunjung Cha (columnista del Washington Post (4(4(2004), página A01): “Halliburton y otros contratistas norteamericanos han recibido 1.900 millones de dólares de los fondos iraquíes gracias a un acuerdo firmado por la autoridad de la ocupación encabezada por EEUU, según el examen de los documentos y entrevistas con las agencias gubernamentales, empresas y auditores.

La mayoría del dinero es para dos acuerdos polémicos que originalmente estaban financiados con dinero aprobado por el congreso estadounidense, pero que más tarde salieron de los fondos iraquíes que estaban dirigidos por muy pocas restricciones y una inspección aún menos rigurosa.

Los análisis de las cifras demuestran que 19 de los 37 principales contratos financiados con dinero iraquí fueron dirigidos a empresas estadounidenses y al menos el 85% de los 2.260 millones de dólares fueron a parar a las manos de empresas norteamericanas…”.

El nombre de KBR (Kellogg Brown & Root Inc.), una subsidiaria de Halliburton, ha salido una y otra vez a la superficie en estos informes. Recibió 1.660 millones de dinero iraquí, principalmente para cubrir el coste de importar combustible de Kuwait. Según un análisis para The Washington Post realizado por Andre Verloy -un investigador del Center for Public Integrity-, KBR recibió 2.530 millones de dólares, de éstos 1.640 millones procedían de fondos iraquíes.

Halliburton: una larga historia de beneficios de la guerra

Es interesante conocer algo más sobre esta empresa. Halliburton se ha convertido en un símbolo por la estrecha relación entre la Casa Blanca y las grandes empresas tejanas. The Guardian (22/7/2004) se hacía eco de un nuevo libro: The Halliburton Agenda escrito por Dan Briody, publicado por John Wiley and Sons Ltd., y que cuenta la historia de esta empresa. Lo siguiente es un breve resumen.

El 12 de enero de 1991 el Congreso autorizó al presidente George Bush iniciar la guerra en Irak. Sólo cinco días después comenzó en Kuwait la Operación Tormenta del Desierto. La guerra acabó a finales de febrero, pero las operaciones durarían mucho más y fueron más costosas que la propia aventura militar. Las tropas iraquíes prendieron fuego a más de 700 pozos de petróleo kuwaitíes. Halliburton inició su camino en la limpieza y en la reconstrucción, esperaban que este trabajo costara aproximadamente 200.000 millones de dólares durante los siguientes diez años.

La empresa envió 60 hombres para ayudar en la tarea de apagar el fuego. Mientras tanto, su subsidiaria de ingeniería y construcción, KBR, conseguía un contrato adicional de 3 millones de dólares para valorar el daño que la invasión había provocado a la infraestructura de Kuwait, un contrato que había multiplicado por siete su valor cuando KBR terminó su trabajo. Lo más significativo es que KBR consiguió un contrato para sacar a las tropas de Arabia Saudí después de que ya no fueran sus servicios necesarios en el Golfo.

Pero esta relación empresarial en el ejército estadounidense no es nada nuevo. Las empresas privadas han conseguido ingentes beneficios en las guerras incluso antes de que KBR consiguiera su primer contrato de construcción naval. Pero la naturaleza de esta relación empresarial ha cambiado mucho durante la última década. La tendencia hacia la “privatización” militar comenzó debido a los “dividendos de paz” durante el final de la guerra fría y que continuó a lo largo de los años noventa. Esta combinación de un ejército reducido y continuación de los conflictos armados, provocó un auge sin precedentes de una nueva industria de empresas militares privadas. Estas empresas proporcionan al ejército desde armas, hasta el mantenimiento, entrenamiento de tropas y logística.

En la década que siguió a la primera Guerra del Golfo, el número de contratistas privados utilizados en el campo de batalla se multiplicó por diez. Se calcula que ahora en Irak hay un contratista privado por cada diez soldados. Empresas como Halliburton, que durante los años noventa se convirtió en el quinto contratista de defensa más grande del país, ha jugado un papel crucial en esta tendencia.

La historia de los “supercontratistas” norteamericanos comienza en 1992 cuando el departamento de defensa, entonces dirigido por Dick Cheney, quedó impresionado con el trabajo realizado por Halliburton en Kuwait. En preparación de nuevas agresiones imperialistas el Pentágono ofertó un contrato valorado en 3.9 millones de dólares para que los contratistas realizaran un informe de cómo la empresa privada podría dar apoyo logístico al ejército en caso de nuevas acciones militares. A este contrato optaron treinta y siete empresas, pero la ganadora fue KBR. La empresa recibió otros 5 millones de dólares para extender el plan a otras localizaciones y detallarlo más.

En diciembre de 1992, cuando se firmó el acuerdo, el ejército norteamericano se encontraba desplegado en Somalia participando en la Operación Restaurar la Esperanza. Los empleados de KBR estaban allí antes de que llegara el ejército y fueron los últimos en salir. La empresa consiguió en Somalia 109,7 millones de dólares. En agosto de 1994 ganaron 6,3 millones de dólares con la Operación de Apoyo a la Esperanza en Ruanda. En septiembre de ese mismo año la Operación para Mantener la Democracia en Haití reportó a la empresa otros 150 millones de dólares. Y en octubre de 1994 la Operación Guerrero Vigilante le aportó otros 5 millones.

Cheney ha formado parte del ascenso al poder de Donald Rumsfeld. En los años setenta Rumsfeld se convirtió en el jefe de estado mayor de la Casa Blanca con Gerald Ford, Cheney era su segundo. En aquellos días el servicio secreto le asignó a Cheney un nombre en clave que resume perfectamente su trabajo: “backseat” (asiento trasero).

Halliburton comprendía el valor de Cheney. Con él como ejecutivo la empresa consiguió una influencia importante en Washington. Hasta el nombramiento de Cheney en otoño de 1995, los resultados empresariales de Halliburton habían sido decentes. Después de perder 91 millones de dólares en 1993, la empresa regresó a los beneficios en 1994 con un beneficio de 236 millones de dólares. Con los nuevos ingresos de Halliburton y su principal subsidiaria, KBR, estaban haciendo una gran empresa.

En diciembre de 1995, justo dos meses después de que Cheney ocupara un puesto en el consejo de dirección, EEUU envió miles de soldados a los Balcanes para participar en una misión de paz. Como parte de la Operación Esfuerzo Conjunto, KBR fue a Bosnia y a Kosovo para apoyar al ejército en sus operaciones en la región.

Los beneficios de KBR con Cheney pasaron de 144 millones de dólares en 1994 a más de 423 millones en 1996, en los Balcanes se convirtió en la principal fuerza impulsora. En 1999 el ejército gastaba menos de mil millones de dólares al año en el trabajo de KBR en los Balcanes. Un informe de septiembre de 2000 indicaba problemas serios para controlar los costes en Bosnia, pero KBR todavía mantenía su contrato.

Cheney desarrolló los negocios de Halliburton en otras partes del mundo. En particular, Cheney puso objeciones a las sanciones contra Libia e Irán, dos países donde Halliburton ya estaba haciendo negocios. La empresa también hizo negocios en Irak. Cheney estaba a cargo de Halliburton cuando burló las estrictas sanciones de la ONU, ayudando a reconstruir Irak y a enriquecerse a Sadam Hussein.

Después del 11-S KBR se dedicó a trabajar en la “guerra contra el terrorismo”, construyendo más de 1.000 celdas en la Bahía de Guantánamo para “sospechosos de terrorismo”, el coste fue de 52 millones de dólares. Cuando las tropas fueron desplegadas en Afganistán también estaba allí KBR. Construyó las bases estadounidenses de Bagram y Kandahar, el coste fue de 157 millones de dólares.

Halliburton consiguió el contrato para reconstruir la infraestructura petrolera iraquí, contrato concedido a dedo. En septiembre de 2003 Cheney intentó distanciarse de todo esto e insistía en que: “Desde que he dejado Halliburton para convertirme en el vicepresidente de George W. Bush, he roto todos mis lazos con la empresa y todos mis intereses financieros. No tengo intereses financieros de ningún tipo en Halliburton ni los he tenido durante estos tres años”.

Sin embargo, el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), una agencia no gubernamental que investiga cuestiones políticas a petición de funcionarios, dice otra cosa bien diferente. Cheney ha estado recibiendo el salario correspondiente a los tres años que ha estado fuera de la empresa. En 2001 recibió 205.298 dólares. En 2002 fueron 162.392 dólares. Prevé recibir unos ingresos similares en 2005 y tiene una póliza de seguros que protege los pagos en el caso de que Halliburton sea vendida. Además Cheney todavía tiene 433.333 opciones en acciones de Halliburton que no ha ejercido.

Por supuesto que está de acuerdo en donar cualquier beneficio “a la caridad”. Sin dunda ha conseguido durante todos estos años el suficiente dinero para pagar una pequeña cantidad destinada a ocultar lo que realmente está haciendo.

Es la tremenda explotación de la mano de obra iraquí lo que está reavivando el movimiento obrero iraquí.

La lucha por los derechos sindicales en Iraq

David Bacon (Foreign Policy in Focus/AlterNet.org, 29/7/2004) visitó recientemente a activistas del movimiento obrero iraquí y escribió un informe que resumiremos en las siguientes líneas.

Cuando la ocupación estadounidense de Irak empezó hace más de un año, los trabajadores iraquíes inmediatamente comenzaron a reorganizarse. La actividad del movimiento obrero, que comenzó en Bagdad, también se extendió al norte kurdo, pero su punto focal ha sido el sur, en las instalaciones petroleras y eléctricas que rodean Basora y el puerto de Um Qasr.

Los trabajadores rápidamente descubrieron que las autoridades de la ocupación tenían una idea diferente de lo que suponían los derechos democráticos, especialmente de los derechos laborales. Cuando la Autoridad Provisional de la Coalición encabezada por EEUU (CPA) ocupó Bagdad en marzo de 2003, lo primero que hizo fue hacer cumplir una vieja ley de 1987 (¡del régimen de Aadam Hussein!) que prohibía los sindicatos en las empresas públicas -donde trabajan la mayoría de los iraquíes-. Pero además la CPA dirigida por Paul Bremer añadió su propia Ley Pública nº 1, que prohibía las declaraciones que “incitan el desorden civil, los disturbios o el daño a la propiedad”. Las palabras “desorden civil” se pueden aplicar fácilmente a una actividad como es la organización de huelgas. Aplicando estas leyes se ha detenido varias veces a los dirigentes de la Federación de Sindicatos Iraquíes (IFTU) y el Sindicato de Parados de Irak.

Los bajos salarios han impulsado la recuperación de la actividad sindical iraquí, incluidas tres huelgas generales en sólo en Basora. Después de la ocupación estadounidense, los trabajadores del sector público iraquí recibían salarios de emergencia decretados por la Autoridad Provisional de la Coalición -entre 60 y 120 dólares al mes-. La Orden nº 30 de la CPA sobre la “Reforma de los salarios y las condiciones laborales de los empleados estatales” decretada el pasado mes de septiembre bajaba el salario mínimo a 40 dólares y eliminaba las ayudas para la vivienda y la alimentación.

Los salarios de los estibadores iraquíes, trabajando para la autoridad portuaria de Um Qasr, fueron reducidos cuando comenzó la ocupación. Esto fue debido a la suspensión del acuerdo sobre “reparto de beneficios”, a través del cual recibían un dos por ciento de los “derechos de descarga”. En octubre las autoridades decidieron pagar a los trabajadores en dínares iraquíes en lugar de dólares. Esto suponía una pérdida considerable y consiguió que los trabajadores decidieran organizar un sindicato.

El día que los estibadores fueron a elegir a sus nuevos representantes sindicales el director del puerto, Abdel Razzaq, les dijo que se habían cancelado las elecciones, para ello recurrió a una prohibición de 1987. Después, en noviembre, despidió a tres trabajadores portuarios que intentaban organizar un sindicato a pesar de la prohibición.

En enero los estibadores organizaron una breve huelga contra los bajos salarios, organizaron un piquete en la puerta principal y no dejaron que nadie entrara. Se enfurecieron aún más cuando sus empresarios decidieron pagarles con viejos cheques bancarios que tenían un valor que equivalía al 75% de los nuevos. En el conflicto que siguió, ocuparon la oficina de Razzaq y la manifestación terminó cuando los soldados de la ocupación le rescataron. Los trabajadores han dicho que desde entonces una milicia privada protege a Razzaq.

Sin embargo, a pesar de los intentos de bloquear las noticias sobre el desarrollo del movimiento obrero dentro de Iraq, las noticias de lo que estaba ocurriendo en Um Qasr llegaron a los estibadores norteamericanos. Al conocer el despido de los estibadores de Um Qasr, el sindicato de estibadores de San Francisco (International Longshore and Warehouse Local 10) inmediatamente condenaron esta acción. “No estáis solos”, les dijo el presidente Henry Graham. “Si los estibadores del resto del mundo tienen noticias de vuestra situación podéis contar con su apoyo”. Los sindicatos de estibadores de la costa occidental organizaron el 20 de marzo un día de huelga en solidaridad con los trabajadores iraquíes, coincidiendo con las manifestaciones en todo el mundo con motivo del aniversario de la invasión de Irak.

Los trabajadores y sindicatos iraquíes han explicado que EEUU está manteniendo bajos los salarios para atraer la inversión extranjera, Washington prepara de este modo la privatización de la economía iraquí. La administración Bush ve Irak como una forma de imponer el llamado criterio de “libre mercado” en todo Oriente Medio y el sur de Asia. Hace un año Bush puso a Tom Foley, uno de sus propios recaudadores de fondos, a cargo del desarrollo del sector privado en la CPA. Su tarea estaba clara: el 19 de septiembre de 2003 la CPA publicó la Orden nº 39 que permitía que las empresas pudieran ser cien por cien propiedad extranjera, excepto la industria petrolera y también permitía la repatriación de beneficios. Foley elaboró una lista de empresas públicas que debían ser vendidas. Ésta incluía el cemento y las fábricas de fertilizantes, fosfatos y minas de sulfuros, fábricas farmacéuticas y las aerolíneas del país. Por razones cosméticas, las ventas reales se retrasaron hasta después de la “entrega de soberanía” de junio. ¡Daría una mala impresión que fueran los norteamericanos los que las vendieran directamente! Pero la esencia de la maniobra no cambiaba. Para añadir más leña al fuego, la nueva constitución prohíbe cambiar estas medidas que fueron decididas por los estadounidenses. Esta es la “soberanía”.

La privatizaciones y la entrega de bienes iraquíes a contratistas norteamericanos han provocado más protestas laborales. Los trabajadores temen, correctamente, que los nuevos propietarios intenten reducir costes despidiendo a trabajadores. Las empresas que han conseguido contratos de reconstrucción rentables ya están intentando hacer esto. Como Irak no tiene subsidio de desempleo ni seguridad social, la pérdida de un empleo estable en una empresa estatal condena a una familia al hambre y la miseria. Esto explica por qué los trabajadores están entrando cada vez más en los sindicatos y construyendo sus propias organizaciones para defenderse de estos ataques.

Desafío a los contratistas

El conflicto sobre el trabajo de reconstrucción llevó el pasado mes de octubre a dos días de huelga en la refinería petrolera de Bergeseeya, cerca de Basora. KBR, una vez más, tenían un contrato de reconstrucción “a dedo” para reparar las instalaciones petroleras. ¡Cuando se trata de empresas estadounidenses no existe el “libre mercado”! KBR llevó a un subcontratista kuwaití, una empresa de construcción llamada Al Khoorafi, que utilizaba trabajadores indios y pakistaníes más baratos. Para proteger sus empleos los trabajadores iraquíes fueron a la huelga y protestaron ante las oficinas de la empresa.

En la Empresa de Petróleo del Sur (SOC), los trabajadores organizaron un sindicato dirigido por Asan Ju’ma y consiguieron que no se contratara mano de obra extranjera. KBR intentó que aceptaran su personal extranjero, pero los trabajadores locales se negaron. Como dijo Ju’ma “Irak será reconstruido por los iraquíes, no necesitamos intromisión externa”.

Después, en diciembre, los trabajadores de SOC exigieron salarios más altos. Propusieron un salario mínimo mensual de 85 dólares. Los trabajadores amenazaron con la huelga y parar la producción de petróleo. Además dijeron que se unirían a la resistencia armada si las tropas de ocupación reprimían su protesta. La situación llegó a ser tan tensa que el ministro del petróleo fue a Basora y aceptó regresar a los salarios que había antes de septiembre.

En enero estallaron protestas similares en las centrales eléctricas de Najibeeya, Haartha y Az Zubeir, los trabajadores organizaron huelgas ilegales. Ocuparon las oficinas de la administración, declararon el salario fijado en septiembre era nulo y amenazaron que interrumpir el suministro eléctrico si los salarios no subían. Una vez más el ministro tuvo que ceder y regresar a la antigua escala salarial.

Los sindicalistas de la Empresa de Petróleo del Sur finalmente consiguieron que la CPA aumentara los salarios. También consiguieron una paga extra por realizar trabajos peligrosos o en zonas aisladas. Esto era especialmente importante porque la infraestructura de la industria petrolera es objetivo frecuente de la oposición armada. Después llegó otra huelga en la Oil Pipeline Compnay de Basora, el salario establecido en SOC finalmente se adoptó en la mayoría de los centros de trabajo del sector petrolero. Los trabajadores después extendieron la lucha a la industria energética, donde amenazaron con parar el suministro energético. Los trabajadores de esta industria son potencialmente más poderosos porque sus acciones pueden paralizar toda la economía iraquí.

Nuevos sindicatos

Bajo el brutal régimen de Sadam Hussein los trabajadores se organizaban en los sindicatos controlados por el estado, la Federación General de Sindicatos de Irak (GFTU). Esta federación fue establecida por Aadam Hussein en 1987 como una forma de impedir la actividad sindical independiente de la clase obrera. Ahora la misma federación está controlada por las fuerzas de ocupación estadounidenses. Una vez más vemos como los imperialistas norteamericanos pueden hacer buen uso de las herramientas del antiguo régimen de Sadam Hussein.

Sin embargo, los trabajadores iraquíes no son estúpidos. Desde el colapso del régimen se han creado muchos sindicatos. Los trabajadores instintivamente sienten la necesidad de tener organizaciones que ellos controlen directamente. Todo esto ha ocurrido a pesar de los intentos de las fuerzas de ocupación británicas y estadounidenses de impedir cualquier forma de organización sindical independiente.

Como resultado de este proceso ahora existen en Irak varios sindicatos. El más grande es la Federación Iraquí de Sindicatos de Trabajadores -la IFTU- que fue creado el 16 de mayo por activistas del Movimiento Sindical Democrático de Trabajadores, una organización obrera clandestina bajo el régimen de Sadam Hussein y dirigida por el Partido Comunista. 400 trabajadores de 12 industrias diferentes formaron la IFTU. Sin embargo, su dirección tiene vínculos con el actual gobierno interino y sin duda refleja la influencia de la dirección del Partido Comunista Iraquí.
El otro sindicato es la Federación de Consejos y Sindicatos de Trabajadores de Irak (FWCUI). Fue formado el 8 de diciembre de 2003 por representantes de los trabajadores de todo el país y está bajo la dirección del Partido Comunista de los Trabajadores.

El tercer sindicato es el Sindicato de Parados de Irak (UUI), se creó en mayo y está afiliado al FWCUI. El UUI está haciendo campaña por “puestos de trabajo para todos los trabajadores o subsidio social de 100 dólares mensuales para los parados”, la vieja reivindicación del movimiento obrero internacional, “trabajo o salario completo”.

Estos dos sindicatos -el FWCUI y el UUI- aglutinan a los trabajadores más militantes. Eso explica por qué han sido el objetivo de las fuerzas ocupantes. El objetivo es romper la moral de los trabajadores más avanzados de Irak. Unos cuantos ejemplos serán suficientes. ¡El 29 de julio los saldados estadounidenses detuvieron a 21 dirigentes del UUI por el terrible crimen de acampar frente al ejército estadounidenses y exigir empleos! En noviembre del año pasado el secretario general del UUI, Qasim Hadi, y uno de sus dirigentes, Adil Salih, fueron arrestados por encabezar manifestaciones de trabajadores desempleados. En diciembre vehículos militares armados destruyeron a su forma los locales de la IFTU y arrestaron a ocho de los miembros de su ejecutiva. El 10 de enero las tropas británicas asesinaron a seis e hirieron a otros ocho manifestantes desempleados en Imara. El 12 de enero dispersaron a tiros una manifestación de parados en Kut. Físicamente atacaron al menos a un manifestante. El 13 de enero las fuerzas ucranianas abrieron fuego e hicieron también a manifestantes parados.

Estas organizaciones están destinadas a jugar un papel clave en los futuros acontecimientos de Irak. Su existencia demuestra que incluso en las condiciones más difíciles y bárbaras, el movimiento obrero puede levantarse y ofrecer una salida a toda una nación. Desgraciadamente, aunque estos dos sindicatos aglutinan a algunos de los mejores militantes, también sufren el sectarismo de la dirección que se niega a participar en la resistencia armada del movimiento de masas contra las fuerzas de ocupación. Esto significa que la dirección de la resistencia recae sobre elementos reaccionarios, como son algunos sectores del clero islámico.

Todos los trabajadores y jóvenes de Irak deberían mirar a su vecino Irán para ver de lo que son capaces estos clérigos cuando llegan al poder. Ahí también el movimiento de las masas fue secuestrado por el clero islámico y esto supuso la llegada al poder de un régimen monstruoso. Los trabajadores iraníes ahora están comenzando a organizarse contra ese régimen, pero han sufrido mucho durante veinticinco años debido a los errores cometidos por los comunistas iraníes a finales de los años setenta.

En el próximo período en Irak habrá muchas más luchas de la clase obrera. Sin embargo, para ganar la lucha contra la ocupación imperialista y las terribles condiciones que sufren los trabajadores, es necesario organizar esa lucha con una perspectiva, estrategia y tácticas que lleven al poder a los trabajadores y campesinos.

La lucha para construir sindicatos independientes es una lucha muy importante y todos los trabajadores deberían participar en ella. Sin embargo, luchar sólo por pan y mantequillas permitirá que los imperialistas en Irak y su gobierno títere puedan mantener el control absoluto. Esto significa que aunque tenga que hacer concesiones a corto plazo, a largo plazo intentarán acabar con todas las conquistas de los trabajadores. Si los trabajadores no toman el poder en sus manos esta será la perspectiva. Lo que hace falta es una dirección revolucionaria basada en las luchas de la clase obrera.

La clase obrera debe ponerse a la cabeza de la nación

Para que la clase obrera gane debe luchar no sólo en la batalla por los derechos sindicales, también lo debe hacer en la guerra contra el ocupante imperialista. En la actualidad la dirección del movimiento de resistencia está en manos del clero islámico reaccionario. Esto significa que aunque existan similitudes con la situación de la guerra del Vietnam, también existen diferencias. El clero islámico reaccionario no puede tener el mismo efecto sobre las tropas estadounidenses que los campesinos pobres de Vietnam. Sin embargo, todo esto significa que el proceso puede ser mucho más largo. No podemos predecir cuanto puede durar el movimiento revolucionario luchando con las armas en la mano, pero sí que una dirección revolucionaria puede provocar mucho daño al ejército de ocupación que puede provocar -como en la guerra de Vietnam- una oposición masiva de la clase obrera y juventud norteamericanas que obligaría a una retirada de los imperialistas.

La maquinaria de guerra imperialista es muy poderosa y la clase dominante estadounidense tiene muchas reservas. No se puede derrotar simplemente con métodos militares, en Vietnam tampoco se derrotó de esa forma. Lo que derrotó al ejército norteamericano en Vietnam fue una población luchando por el control de su propio destino, y lo más importante, por el control de sus propios recursos económicos. Esto tuvo un gran impacto en millones de jóvenes y trabajadores de EEUU. Al final, el ejército más poderoso del mundo comenzó a resquebrajarse cuando se enfrentó a una oposición decidida. Este debería ser el objetivo actual en Irak.

Antes del inicio de la guerra en Irak hubo manifestaciones de protesta significativas en EEUU, pero mucho mayores fueron las protestas contra la fuera de Vietnam. Esto ocurrirá en el futuro. Pero no se producido un movimiento significativo contra la guerra en EEUU desde el comienzo de la guerra. Pero el proceso de desmoralización de las tropas estadounidenses ya ha comenzado. El ambiente en EEUU está cambiando. El apoyo a la guerra ya no es tan fuerte como al principio. Además la economía está comenzando a desacelerarse. Estamos en un año electoral y muchas de las medidas que la burguesía norteamericana necesita llevar a cabo contra los trabajadores estadounidenses tendrá que esperar hasta después de las elecciones. Por lo tanto, las cosas serán diferentes el año que viene. Los ataques a los trabajadores norteamericanos de los últimos años se intensificarán. Todo esto combinado con el caos en Irak se convertirá en una mezcla explosiva.

Por eso el movimiento de resistencia en Irak necesita la dirección de la clase obrera. Con una dirección revolucionaria, internacionalista y de la clase obrera, el proceso sería mucho más rápido y claro. El movimiento de resistencia, mientras lucha contra las tropas estadounidenses, también debe estar en posición de demostrarles que se una guerra injusta. Esto marcaría el principio del final de la ocupación imperialista. Por esa razón, para derrotar a los imperialistas la clase obrera en Irak debe dirigir la lucha para derrocar al imperialismo y el capitalismo iraquí, y tomar el poder.

Los marxistas en Irak deben participar en todas las formas de lucha para construir un partido revolucionario de la clase obrera que se ponga al frente de las masas. Los dos partidos de la clase obrera no han querido participar en ninguna forma de resistencia armada, en el caso del Partido Comunista Iraquí es porque ocupa cargos en el gobierno títere. Y por su parte, el Partido Comunista de los Trabajadores no consigue ver la contradicción que existe entre el movimiento revolucionario de resistencia y su dirección reaccionaria.

Los marxistas nos oponemos al terrorismo individual, pero sí consideramos la guerra de guerrillas en Irak como una táctica subordinada a la lucha revolucionaria de la clase obrera. La población iraquí tiene el derecho -en realidad el deber- de luchar para expulsar a los ejércitos imperialistas de su país. Es un deber elemental de los marxistas apoyar a la población iraquí en su lucha contra el imperialismo. Aunque apoyamos la resistencia, no apoyamos a los dirigentes reaccionarios que intentan apartar el movimiento de una política de clase.

Hay que estudiar y aprender las lecciones de la historia de los comunistas iraquíes. La experiencia del guerrillerismo urbano y campesino como una estrategia para conseguir el socialismo, ha demostrado ser un método equivocado. En muchos casos ha llevado a derrotar. Y allí donde han conseguido la victoria, hemos visto la llegada al poder de regímenes, como el chino y el vietnamita, donde el poder no estaba en manos de la clase obrera sino en las de la burocracia. En Iraq, si el movimiento de resistencia sigue bajo la dirección del clero islámico el resultado será aún peor. Si los ayatolas ganan pueden llevar a la creación de un estado capitalista con un régimen religioso reaccionario, como es el caso de Irán.

Lenin sobre la guerra de guerrillas

Lenin explica esta cuestión tan importante de la actitud de los marxistas hacia la guerra de guerrillas en 1905 en su artículo titulado: La guerra de guerrillas. En él escribe lo siguiente:

¿Cuáles son los requisitos fundamentales que todo marxista debe exigir, cuando se examina el problema de las formas de lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo en que no vincula el movimiento a ninguna forma de lucha específica y determinada. Reconoce las más diversas formas de lucha, pero sin ‘inventarlas’, sino simplemente generalizando, organizando e infundiendo conciencia a aquellas formas de lucha de las clases revolucionarias que por sí mismas surgen en el curso del movimiento. El marxismo, que rechaza incondicionalmente todo lo que sean fórmulas abstractas o recetas doctrinarias, reclama que se preste la mayor atención a la lucha de masas en marcha, que, con el desarrollo del movimiento, con el crecimiento de la conciencia de las masas, con la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. De ahí que el marxismo no rechace incondicionalmente ninguna forma de lucha…

El fenómeno que aquí nos interesa es el de la lucha armada (…) El ejemplo de los letones permite comprender claramente la falta de justicia y la ausencia de carácter científico y de sentido histórico del análisis, tan frecuente entre nosotros, de la guerra de guerrillas al margen de los nexos con la situación insurreccional (…) El marxismo pisa sobre el terreno de la lucha de clases y no sobre el terreno de la paz social. En ciertos períodos de agudas crisis económicas y políticas, la lucha de clases se desarrolla hasta llegar a la guerra civil abierta, es decir, a la lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está obligado a colocarse en el punto de vista de la guerra civil. Y desde el punto de vista de marxismo, está totalmente fuera de luchar todo lo que sea condenarla en el terreno moral (…)

Cuando oigo a socialdemócratas declarar, arrogante y presuntuosamente: nosotros no somos anarquistas, no somos ladrones, no somos expoliadores, nosotros estamos por encima de eso y rechazamos la lucha guerrillera, me pregunto: ¿saben esas gentes lo que dicen? Por todo el país se libran encuentros y escaramuzas entre el gobierno centurionegrista y la población. Es este un fenómeno absolutamente inevitable en la fase actual de la revolución. La población reacciona de un modo espontáneo y desorganizado -y por ello mismo, a veces, en formas fallidas y perjudiciales- ante este fenómeno, también por medio de encuentros y ataques armados (…) La socialdemocracia emplea diferentes medios en las diferentes épocas, supeditando siempre su empleo a condiciones ideológicas y de organización rigurosamente determinadas”. (Lenin. La guerra de guerrillas. 1975. Barcelona. Editorial Grijalbo).

Por una dirección y un programa revolucionarios

Mientras que la táctica de la guerra de guerrillas es necesaria en Irak en este período, ésta no puede sustituir la lucha de la clase obrera en las fábricas, en los sindicatos, las huelgas, las manifestaciones y la lucha por el poder político. Lo que hace falta es combinar las luchas por las reformas y las acciones militares con un programa transicional dirigido hacia el poder de la clase obrera.

Los trabajadores de exigir a la dirección del PCI que rompa con su política de colaboración de clase y encabece la lucha o debe ser sustituida por otra dirección dispuesta a luchar contra el enemigo de clase y no colaborar con él. El Partido Comunista de los Trabajadores debe exigir a su dirección que participe en la lucha militar y gane la dirección apartando a las masas de los ayatolás reaccionarios. Desde dentro de estas dos organizaciones obreras de clase y de los sindicatos es donde debe surgir una nueva dirección revolucionaria.

Mientras se lucha por salarios y condiciones de vida decentes, es importante y necesario conectar con otras demandas como: “Control democrático de los trabajadores de las industrias nacionalizadas”, “Que las empresas extranjeras pasen a estar bajo el control de los trabajadores”, “por una milicia obrera basada en comités de acción de trabajadores para construir una organización nacional, con una dirección nacional elegida democráticamente y que pueda ser revocada si no lucha adecuadamente.

Un partido revolucionario de la clase obrera iraquí debe hablar con los soldados, ya que la mayoría procede de familias obreras pobres que detestan las mentiras por las que les han enviado a Irak. Hay que decirles que no son enemigos, que los enemigos reales son los imperialistas que les han enviado a Irak para asesinar o morir por sus intereses. Hay que convencer a estos soldados para que aparten las armas del pueblo iraquí y las vuelvan contra sus “líderes”.

Una dirección revolucionaria debería hacer un llamamiento a todos los trabajadores y campesinos de la región para que se unan en la lucha contra los imperialistas y los regímenes despóticos locales que simplemente son manejados por los hilos de los amos imperialistas. Debería hacer un llamamiento para que se movilicen para derrocar a sus propios capitalistas y para que trabajen para la construcción de una federación socialista de toda la región.

Este partido deberían hacer un llamamiento a los trabajadores de todo el mundo, en particular a la clase obrera estadounidense y británica: “Hermanos y hermanas, nuestra lucha es su lucha. Únanse a nosotros para echar del poder a todos los imperialistas, ya sean republicanos o demócratas. Para sustituirlos con el poder de nuestra clase”.

Traducción de What role for the Iraqi working class in the resistance movement?.

Vea la web de nuestros camaradas israelíeas:

* Iskra (Ruso)

* In Defence of Marxism (Hebreo)