El marxismo (y especialmente el leninismo) nos enseña que el enemigo principal está en casa. En ninguna circunstancia es permisible que los marxistas subordinen la lucha de clases a la dirección de “nuestra” burguesía. Traducción de Lenin y la defensa de la Patria

El marxismo (y especialmente el leninismo) nos enseña que el enemigo principal está en casa. En ninguna circunstancia es permisible que los marxistas subordinen la lucha de clases a la dirección de “nuestra” burguesía. Esto lo explicó Lenin en cientos de ocasiones:

“¡Ah!” objetará Luis Oviedo. “¡Pero ustedes han olvidado la cuestión nacional! Han olvidado que Argentina es un país pobre y semicolonial que está oprimido y explotado por el imperialismo”.

Incluso si esta caracterización de Argentina fuera correcta, todavía no estaría justificado adoptar una posición patriótica y estar de acuerdo (entusiastamente) con la patriotería y las aventuras exteriores de la burguesía argentina. Lenin explicó muchas veces que el proletariado siempre debe mantener su total independencia de la burguesía y eso también se aplica a la burguesía de los pequeños países colonialmente oprimidos.

Argentina en el pasado era un país colonial, pero eso fue hace mucho tiempo. Doscientos años son suficientes para que la burguesía desarrolle un estado a la imagen y semejanza de las naciones imperialistas desarrollas, a enriquecerse, a desarrollar una política exterior agresiva y sí, una psicología y agenda imperialistas. El período de la revolución democrático burguesa quedó atrás. La oligarquía tiene todas las características del capitalismo monopolista. Es verdad que sigue dependiendo del imperialismo y el capital extranjero, como ocurría con el zarismo ruso, pero su verdadero papel es el de socio de los imperialistas, un asociado subalterno, es verdad, pero aún así un socio.

No hay duda de que las masas argentinas sienten profundamente que las Malvinas pertenecen a Argentina. Esta es una expresión de su odio al imperialismo, algo que es progresista. Los marxistas de Argentina obviamente tienen que tener en consideración este ambiente. Pero una cosa son los sentimientos anti-imperialistas sanos de las masas y otra bastante diferente es la utilización cínica de este sentimiento por parte de la burguesía reaccionaria.

En realidad, la burguesía argentina es sólo la agencia local del imperialismo. Intenta engañar a las masas con retórica patriótica como una forma de mantener su dominación de clase. La tarea de los marxistas argentinos es desenmascarar a la burguesía y poner al descubierto que detrás de su demagogia “patriótica” sólo hay palabras vacías. ¿Por la nación? Sí, pero durante doscientos años la burguesía estuvo saqueando a la nación, vendiéndola al mejor postor y llevándola a la ruina. La única forma de defender la nación es expropiando a la oligarquía, es necesario tener esto firmemente en la mente.

Veamos cómo Lenin planteó la cuestión. Vamos a dar una cita larga para que así no haya peligro de malos entendidos y para poder ver la posición de Lenin en conjunto, y no este o aquel extracto fuera de contexto:

“El imperialismo significa una opresión creciente de las naciones del mundo por parte de un puñado de Grandes Potencias; significa un período de guerras entre estas últimas para extender y consolidar la opresión de las naciones; significa un período en el que las masas son engañadas por social-patriotas hipócritas, es decir, individuos que, con el pretexto de la ‘libertad de las naciones’, ‘el derecho de las naciones a la autodeterminación’ y ‘la defensa de la patria’, justifican y defienden la opresión de la mayoría de las naciones del mundo por parte de las Grandes Potencias.
Por eso, el punto central del programa socialdemócrata debe ser la división de las naciones en opresoras y oprimidas, que forma la esencia del imperialismo, y que es engañosamente eludida por los socialchovinistas y Kautsky. Esta división no es significativa desde el ángulo del pacifismo burgués o la utopía filistea de la competencia pacífica entre naciones independientes bajo el capitalismo, pero sí es más significativa desde el ángulo de la lucha revolucionaria contra el imperialismo. A partir de esta división debe surgir nuestra definición del ‘derecho de las naciones a la autodeterminación’, una definición que es consistentemente democrática y revolucionaria y se corresponde con la tarea general de la lucha inmediata por el socialismo. Es por ese derecho, y en una lucha para conseguir el sincero reconocimiento de él, que los socialdemócratas de las naciones opresoras deben exigir que las naciones oprimidas tengan el derecho de secesión, porque de otra forma el reconocimiento de la igualdad de derechos para las naciones y la solidaridad internacional de la clase obrera sería de hecho simple demagogia vacía llena de hipocresía. Por otro lado, los socialdemócratas de las naciones oprimidas deben insistir antes que nada en la unidad y la unión de los trabajadores de las naciones oprimidas con los de las naciones opresoras; si no, estos socialdemócratas involuntariamente se convertirán en aliados de su propia burguesía nacional, que siempre traiciona los intereses del pueblo y de la democracia, y está siempre dispuesta, a su vez, a anexionarse territorio y oprimir a otras naciones”. (Lenin. Collected Works, vol. 21, p. 409)

¡Con qué claridad explica Lenin los fenómenos más complicados! Aquí la cuestión del imperialismo y la opresión de los pequeños estados queda expresada perfectamente. En la fase imperialista, el mundo entero está dominado por los grandes monopolios y por un puñado de grandes potencias imperialistas. Esos son los principales enemigos de la clase obrera y el derrocamiento del imperialismo es la tarea central de la revolución mundial.

La revolución mundial es una guerra que está dividida en toda una serie de batallas parciales, entre las que está la batalla por las reivindicaciones democráticas, incluida la reivindicación de la autodeterminación y otras reivindicaciones democrático-revolucionarias. Una política anti-imperialista firme es una condición necesaria para el éxito de un trabajo revolucionario.

Sin embargo, esto es sólo la mitad del programa de Lenin. La otra mitad, igualmente importante, era le necesidad de mantener la absoluta independencia del proletariado y de sus organizaciones. Lenin siempre fue consciente de que la burguesía en los países coloniales oprimidos era incapaz de luchar contra el imperialismo. Sólo la clase obrera, aliada con los campesinos pobres, podría llevar a cabo una lucha seria contra el imperialismo. Por eso él advertía de lo siguiente:

“Por otro lado, los socialdemócratas de las naciones oprimidas deben insistir antes que nada en la unidad y la unión de los trabajadores de las naciones oprimidas con los de las naciones opresoras”. ¿Qué significaba esto? Sólo esto: que mientras la vanguardia proletaria de las grandes potencias imperialistas deben luchar contra su propia burguesía imperialista y defender los derechos de las pequeñas naciones, la vanguardia proletaria de los países coloniales y semicoloniales oprimidos también deben luchar contra los chauvinistas y la burguesía nacional, además de insistir en la unidad con los trabajadores de los países imperialistas. Si no es así, advierte Lenin: “se convertirán involuntariamente en aliados de su propia burguesía nacional, que siempre traiciona los intereses del pueblo y de la democracia, y está siempre dispuesta, a su vez, a anexionarse territorio y oprimir a otras naciones”.

¿No está perfectamente claro? Lenin explica que los trabajadores de los países coloniales oprimidos nunca deben convertirse en aliados de “su propia” burguesía nacional, que inevitablemente (la frase de Lenin) se convertirá en una clase ladrona (un imperialista débil) agresiva, con ganas de “anexionarse territorio y oprimir a otras naciones”.

Cómo planteó Trotsky la cuestión

Incluso después de leer estas líneas, todavía puede haber alguien que se resista a la idea de que es posible que un país sea una nación colonial (o semicolonial) e imperialista al mismo tiempo. Escuchemos lo que dice Trotsky a este respecto:

“En un sentido la Rusia zarista también era un país colonial y esto encontró su expresión en el papel predominante del capital extranjero. Pero la burguesía rusa disfrutaba de los beneficios de una independencia inmensamente mayor del imperialismo extranjero que la burguesía china. La propia Rusia era un país imperialista”. (León Trotsky. Revolution and war in China, 1938. p. 558. El subrayado es mío)

¿En qué sentido era la Rusia zarista un país colonial (o más bien semicolonial)? En el hecho de que el desarrollo tardío de Rusia la hizo económicamente dependiente del imperialismo mundial. Era profundamente dependiente de los préstamos procedentes de Francia y otros países, de la inversión de los bancos extranjeros y los grandes monopolios que poseían y controlaban la mayoría de la industria rusa. En La historia de la Revolución Rusa Trotsky señala esta dependencia de la industria rusa del capital extranjero, una característica típica de un país colonial o semicolonial.

“También la fusión del capital industrial con el bancario se efectuó en Rusia en proporciones que tal vez no haya conocido ningún otro país. Pero la subyugación de la industria por los Bancos equivalía asimismo a su subyugación por el mercado financiero de la Europa occidental. La industria pesada (metal, carbón, petróleo) se hallaba sometida casi por entero al control del capital financiero internacional, que había creado una red auxiliar y mediadora de Bancos en Rusia. La industria ligera siguió las mismas huellas. En términos generales, cerca del 40 por ciento de todas las acciones invertidas en Rusia pertenecía a extranjeros, y la proporción era considerablemente mayor en las ramas principales de la industria. Sin exageración, puede decirse que los paquetes accionarios que controlaban los principales bancos, empresas y fábricas de Rusia estaban en manos de extranjeros, debiendo advertirse que la participación de los capitales de Inglaterra, Francia y Bélgica representaba casi el doble de la de Alemania”. (León Trotsky. Historia de la Revolución Rusa, p. 32).

Lo mismo se podría decir de Argentina que, sin embargo, estaba, y aún está, más desarrollada que la Rusia zarista en su momento. ¿Pero esta debilidad y dependencia semicolonial impidió que la Rusia zarista jugara un papel imperialista importante, invadiendo el territorio de sus vecinos, robando y saqueando? En absoluto, estas eran las características esenciales del estado zarista, que tenía un carácter muy depredador e imperialista, aunque su imperialismo era de una clase muy primitiva, basada en la anexión del territorio y la opresión de las pequeñas naciones y no la exportación de capital.

No puede haber mayor error por parte de los marxistas de las naciones coloniales y semicoloniales que aceptar como buena moneda las quejas lastimeras de su propia burguesía de que ellos son “pobres” y “oprimidos”. Debajo de esta capa demagógica, los terratenientes y los capitalistas continúan oprimiendo, esclavizando y robando a sus propios trabajadores y campesinos, mientras colaboran con los imperialistas extranjeros y actúan como sus sirvientes y agentes locales.

Sin duda China era un país colonial, que sufría una terrible opresión a manos del imperialismo extranjero. Pero Trotsky ridiculizó la idea de que la burguesía nacional china pudiera jugar un papel progresista:

“Lenin insistió en la distinción entre una nación burguesa oprimida y una nación burguesa opresora. Pero Lenin en ninguna parte nunca planteó la cuestión de si la burguesía de un país colonial o semicolonial, en la época de lucha por la liberación nacional, podría ser más progresista y más revolucionaria que la burguesía de un país no colonial en la época de la revolución democrática. Esto no tiene nada que ver con la teoría ni hay confirmación de ello en la historia. Por ejemplo, tan lamentable como el liberalismo ruso eran -y tan híbrido como era su otra mitad izquierda: los demócratas pequeño burgueses- los social revolucionarios y los mencheviques, y difícilmente sería posible decir que el liberalismo chino y la democracia burguesa china alcanzasen un nivel superior o que fuesen más revolucionarios que sus prototipos rusos.

Presentar las cosas como si la opresión colonial dotara inevitablemente de carácter revolucionario a la burguesía nacional, es reproducir, dado de vuelta, el error básico del menchevismo cuando éste defendía que la naturaleza revolucionaria de la burguesía rusa debía surgir de la opresión del feudalismo y la autocracia”. (León Trotsky. Summary and Perspectives of the Chinese Revolution, 1928. pp. 294-95).

Eso es lo que Trotsky dice. El argumento, que frecuentemente han defendido los ultraizquierdistas que repiten a Lenin en la cuestión nacional sin haber comprendido su método, es sólo menchevismo dado de vuelta. Eso implica que la clase obrera debe ponerse a la cola de la burguesía de las naciones oprimidas y subordinar sus intereses de clase a los de “la nación” (oprimida), es decir, a la burguesía. En ninguna parte Lenin dice tal cosa: dice precisamente lo contrario. La naturaleza reaccionaria de la burguesía de las naciones oprimidas la comprendieron Lenin y Trotsky sobradamente. Este último escribió lo siguiente en la misma obra:

“Lenin no sólo exigía prestar la máxima atención al problema nacional de los pueblos en la Rusia zarista, también defendía (frente a Bujárin y otros) que era el deber elemental del proletariado de la nación dominante apoyar la lucha de las naciones oprimidas por la autodeterminación, incluso aunque ésta incluyera la separación. ¿Pero de esta idea el partido debe llegar a la conclusión de que la burguesía de las nacionalidades oprimidas por el zarismo (polacos, ucranianos, tártaros, judíos, armenios…) era más progresista, más radical y más revolucionaria que la burguesía rusa?

La experiencia histórica confirma que la burguesía polaca -a pesar del hecho de que sufrió el yugo de la autocracia y de la opresión nacional- era más reaccionaria que la burguesía rusa y, en las dumas nacionales, siempre gravitó hacia los octubristas no hacia los cadetes. Lo mismo se puede decir de la burguesía tártara. El hecho de que los judíos carezcan absolutamente de derechos no impidió que la burguesía judía fuera aún más cobarde, reaccionaria y vil que la burguesía rusa. ¿O quizá las burguesías estonia, letona, georgiana o armenia eran más revolucionarias que la gran burguesía rusa? ¡Cómo puede alguien olvidar estas lecciones históricas!” (Ibíd., pp. 299-300).

Lenin y Trotsky sobre la cuestión nacional

Lenin y Trotsky siempre defendieron los derechos de las pequeñas naciones oprimidas frente al imperialismo, pero nunca propusieron un bloque entre la clase obrera, la burguesía y la pequeña burguesía nacionalista. Defendían que el proletariado y sus organizaciones en todo momento debían permanecer absolutamente independientes de la burguesía nacional. La razón es evidente: la burguesía nacional es incapaz de luchar contra el imperialismo o de realizar ni una sola de las tareas de la revolución democrático burguesa, o como Lenin prefería llamarla, la revolución democrático nacional. Sólo la clase obrera puede resolver estos problemas con la toma del poder en sus propias manos. Esa es la tarea central en la que se debe insistir siempre.

Lenin insistió en que el proletariado de las naciones oprimidas debe luchar contra la burguesía y la pequeña burguesía nacionalista para ganar a las masas de trabajadores y campesinos pobres. También insistía en que, mientras que el deber de los trabajadores de las naciones imperialistas desarrolladas era luchar contra el imperialismo y defender la libertad de las colonias, el deber de la clase obrera de las naciones oprimidas y coloniales debe ser defender el internacionalismo y la unidad con los trabajadores de los estados opresores contra el enemigo común. La memoria de Luis Oviedo es muy selectiva en esta cuestión, como en otras. Recuerda muy bien la primera parte de la posición de Lenin, pero olvida completamente la segunda. Desgraciadamente, precisamente la segunda parte es la que más relevancia tiene para él y para el partido al que pertenece.

Lenin insistió en que los trabajadores rusos (los trabajadores de la nación opresora) defendieran el derecho de autodeterminación, incluso si era necesario el derecho de secesión. También insistió que los trabajadores de las naciones oprimidas bajo el dominio zarista luchasen contra su propia burguesía, incluidos los liberales. ¿Qué hubiera dicho acerca de aquellos marxistas argentinos que en 1982 estaban dispuestos a unirse, no ya con la burguesía liberal, sino con una dictadura brutal y sanguinaria, supuestamente para “luchar contra el imperialismo”?

Daremos un ejemplo interesante de la historia rusa. Como hemos visto, la Rusia zarista era al mismo tiempo un país atrasado, semifeudal y semicolonial, y un estado imperialista. Económicamente estaba subordinado al imperialismo más rico de Gran Bretaña, EEUU, Francia, Alemania y Bélgica. En 1904 la Rusia zarista estaba en guerra con Japón, una potencia imperialista joven y agresiva. La causa inmediata del enfrentamiento fue el conflicto entre Rusia y Japón por China (Manchuria), pero en realidad, Japón tenía el objetivo de invadir y conquistar Siberia.

¿Cuál fue la posición de los marxistas rusos en la guerra de 1904? Todas las tendencias, desde los bolcheviques a los mencheviques, adoptaron una posición derrotista, es decir, defendían la derrota de Rusia. Era la postura incluso de los liberales rusos (los “cadetes”) y todas las otras tendencias democráticas. La derrota de Rusia habría conducido al derrocamiento del zar, esa fue la razón por la cual todos los revolucionarios y los demócratas consecuentes defendían una política derrotista. Su posición demostró ser correcta en la primera revolución rusa de 1905, que fue la consecuencia directa de la derrota de Rusia en la guerra.

Es verdad que la guerra de 1904 entre Rusia y Japón era una guerra entre dos gángsteres rivales. El zarismo ruso oprimía a los trabajadores y campesinos, pero ¿iba a ser su situación mejor bajo el dominio japonés? Para responder a esta pregunta es suficiente recordar los horrores del dominio colonial japonés en China. No obstante, los marxistas rusos se mantuvieron implacablemente hostiles hacia los llamamientos patrióticos. Defendían el derrotismo revolucionario e insistían en que el principal enemigo estaba en casa. A propósito, aunque hubiera adoptado la posición de defender a Rusia frente al imperialismo japonés, ¿alguien se imagina a Lenin dirigiéndose al zar prometiendo su apoyo para la “causa nacional”? La idea en sí misma es una aberración y un escándalo.

Lenin ridiculizó a los mencheviques por no apoyar el derrotismo revolucionario con suficiente energía. Era algo típico de Lenin. Toda su vida luchó contra las desviaciones patrióticas en el movimiento obrero. Defendía la unidad revolucionaria de los trabajadores de los estados en guerra y también entre los trabajadores de los estados imperialistas y coloniales. Por supuesto, los trabajadores de los países imperialistas deben luchar contra su burguesía imperialista, pero los trabajadores de la nación o nacionalidad oprimida también deben luchar contra su propia burguesía y oponerse a los intentos de esta última de ganarlos para su demagogia nacionalista.

En esta cuestión, Lenin siempre fue implacable. Desdibujar la línea divisoria entre marxismo y nacionalismo es una violación de todo lo que defendió Lenin. Dejemos que hable el propio Lenin. Al combatir las ilusiones perniciosas divulgadas por los nacionalistas, Lenin advirtió que: “El proletariado no puede apoyar ningún afianzamiento del nacionalismo; por el contrario, apoya todo lo que contribuye a borrar las diferencias nacionales y a derribar las barreras nacionales, todo lo que sirve para unir más y más los vínculos entre las nacionalidades, todo lo que conduce a la fusión de las naciones. Obrar de otro modo equivaldría a pasarse al lado del reaccionario filisteísmo nacionalista”. (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Octubre-diciembre 1913).

Y continúa: “Quien quiera servir al proletariado debe unir a los trabajadores de todas las naciones y luchar, inquebrantablemente, contra el nacionalismo burgués, en ‘casa’ y en el extranjero”. (Ibíd.,) Se pueden encontrar citas similares en docenas de artículos y discursos.

¿Cuál debería haber sido la conducta de los marxistas argentinos en la guerra? Ciertamente no la de apoyar a la Junta en su aventura militar. Era necesario mantener una posición de independencia de clase, mientras se tenía en consideración las aspiraciones naturales y profundamente anti-imperialistas de las masas. Habría que haber dicho lo siguiente a los jóvenes y trabajadores:

“Ustedes creen que la Junta luchará contra el imperialismo británico. Nosotros no aceptamos esto. Si ella luchara seriamente contra el imperialismo británico, el primer paso habría tenido que ser la expropiación de la propiedad de los imperialistas británicos, seguida de la propiedad de los imperialistas estadounidenses, seguida de la propiedad de la oligarquía argentina que es el chico de los recados del imperialismo. Pero no ha hecho esto porque está atada al imperialismo. No podemos ganar una guerra con una mano atada a la espalda. La única forma de derrotar al imperialismo es derrocando a la propia Junta”.

Por supuesto los marxistas argentinos habrían tenido que unirse al ejército y luchar junto al resto de su clase. No somos pacifistas y debemos estar con las masas. Probablemente nuestra propaganda al principio no habría encontrado mucho eco. Los humos del patriotismo eran demasiado fuertes. Pero sólo era una intoxicación pasajera. Más tarde, cuando la dura realidad hubiese sido evidente para el pueblo, la autoridad de los revolucionarios habría aumentado a pasos agigantados.

¿Es Argentina un país colonial?

El error fundamental es describir a Argentina como si fuera un país semicolonial oprimido. Esta definición contiene un peligro muy grave. Si se acepta la definición de que Argentina es una nación semicolonial oprimida, entonces siempre está presente la tentación de aceptar la idea de que Argentina “no está preparada” para el socialismo, que la democracia burguesa todavía no está lo suficientemente desarrollada, que todavía no se han completado las tareas democrático burguesas y otras cosas por el estilo. El PO, en lugar de poner en el centro la perspectiva del poder obrero, defiende la asamblea constituyente como la reivindicación central de la revolución argentina. Aunque niegan que esa sea la teoría de las “dos etapas”, en la práctica significa eso.

Argentina es formalmente independiente desde hace aproximadamente doscientos años. Ha desarrollado una economía y una población principalmente urbana. Argentina tiene todas las condiciones para convertirse en un país rico: petróleo, gas, una agricultura rica y una población alfabetizada. Por lo tanto, la mayoría de los argentinos no se ven como habitantes del “Tercer Mundo” sino como europeos. Existe una industria desarrollada y no existe campesinado. La agricultura funciona en líneas capitalistas. Estas no son las características típicas de una nación semicolonial. En realidad, no hace mucho Argentina era la décima nación industrial del planeta. Otra cuestión distinta es que la monstruosa oligarquía haya arruinado el país y empujado a sectores importantes de la población a la pobreza y el hambre. Eso simplemente es una expresión del carácter totalmente reaccionario de la burguesía argentina.

La burguesía argentina en realidad era tradicionalmente pro-británica. Algo común en la burguesía argentina era lamentar el hecho de haber sido una colonia española, en lugar de haber formado parte del Imperio Británico, como ocurrió con Australia. Este es el tipo de mentalidad servil y cobarde que tenía la burguesía argentina, y todavía tiene, hacia el imperialismo. Pedirle que lleve adelante una lucha genuina contra el imperialismo es como pedir peras al olmo.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, al menos algunos trotskistas argentinos sabían perfectamente bien que Argentina no era una semicolonia atrasada, sino un país capitalista de tamaño medio relativamente desarrollado. Desde entonces, la tendencia “Tercer Mundista” ha ido ganando terreno. Los primeros análisis (correctos) se han olvidado y la mayoría de los trotskistas argentinos han aceptado un análisis equivocado que tiene implicaciones muy negativas y peligrosas.

Su análisis equivocado sobre la naturaleza de Argentina fue la principal razón por la cual muchos en la izquierda argentina terminaron desorientados y abandonaron una posición de clase durante la guerra de las Malvinas. Partiendo del análisis incorrecto de considerar Argentina como una nación semicolonial, se dejaron llevar por la oleada de patriotismo que la Junta desató para desorientar a las masas y desviar la revolución. De este modo vemos cómo una teoría incorrecta provoca en la práctica un desastre.

En realidad, incluso si aceptamos el argumento de que Argentina es una nación semicolonial, el comportamiento de la mayoría de los trotskistas argentinos también habría supuesto un abandono de sus deberes. Incluso en la lucha de liberación nacional Lenin y Trotsky siempre insistieron en que la vanguardia proletaria debe mantener en todo momento una absoluta independencia de la burguesía nacionalista. El proletariado debe luchar contra el imperialismo, pero debe hacerlo con sus propios métodos, bajo su propia bandera y para fortalecer su propia posición.

La primera condición es: no a la mezcla de banderas, marchar separados y golpear juntos. Pero aquí no ocurrió eso. La mayoría de la izquierda argentina se posicionó al lado de la aventura militar que había preparado la Junta con propósitos contrarrevolucionarios, y lo hicieron entusiastamente. Un caso extremo fue el comportamiento del PST, que incluso envió una delegación para discutir con Galtieri los términos de su colaboración en la guerra. Uno podría pensar que veintidós años después aquellos que pretenden defender la herencia de Moreno bajarían avergonzados la cabeza, pero no ha sido ese el caso. Todavía defienden esta aberración. Incluso lo alaban como un ejemplo de “Realpolitik” proletaria. Ellos dicen: Galtieri torturó y asesinó a 30.000 personas, incluidos nuestros propios compañeros. Aún así fuimos a verlo para discutir la reconquista de nuestras Malvinas.

Esto es realmente increíble. Incluso si alguien aceptara que se trataba de un país colonial oprimido por el imperialismo y de una verdadera guerra de liberación nacional (que no lo era), este comportamiento sería completamente intolerable. Lenin y Trotsky lucharon contra la colaboración de clase durante toda su vida. Es impensable que cualquiera de sus seguidores actúe de tal forma. El argumento de un “país semicolonial oprimido” no justifica esto en lo más mínimo.

Los revolucionarios en los países atrasados deben mantener en todo momento su independencia de clase de la burguesía. Sólo basta con pensar en las críticas mordaces que hizo Trotsky de Ghandi y otros dirigentes nacionalistas burgueses del Congreso Nacional Indio, cuando se suponía que estaban luchando contra el imperialismo británico. Insistió en que la clase obrera debía mantenerse alejada de los nacionalistas burgueses que eran incapaces de llevar una verdadera lucha contra el imperialismo británico. No fueron los trotskistas sino los estalinistas los que se subordinaron a la burguesía nacional india, con la excusa de que la India era una colonia del imperialismo británico.
La historia de los últimos cien años demuestra que la burguesía nacional de los países capitalistas subdesarrollados no es capaz de jugar un papel progresista en ninguna parte. La teoría de la revolución permanente explica que en la época moderna las tareas de la revolución democrático burguesa sólo pueden ser realizadas por el proletariado. Esto es mil veces más cierto en Argentina, donde la burguesía ha tenido doscientos años para demostrar lo que puede hacer, y ha reducido a una nación potencialmente rica y próspera a una situación sin paralelos de miseria y postración. La burguesía argentina contrarrevolucionaria y podrida no es capaz de hacer avanzar la nación. Por eso la clase obrera debe tomar el poder y comenzar la tarea de transformar completamente Argentina.

No hay una política para la paz y otra completamente diferente para la guerra. La política de los trotskistas argentinos durante el conflicto de las Malvinas debería haber sido la continuación de la política anterior a la guerra: una política intransigente de independencia de clase y la oposición total a la oligarquía y la Junta.

Dialéctica y formalismo

¿Cuál es la naturaleza de Argentina? Algunos individuos “listos” dirán lo siguiente: “Socialist Appeal dice que Argentina no es un país semicolonial, entonces ¿qué es? ¿un estado imperialista? ¡Eso es absurdo!” Este método de razonamiento es completamente antidialéctico. Supone que un estado no puede ser semicolonial e imperialista al mismo tiempo. En realidad, esto es plenamente factible y tenemos muchos ejemplos en la historia, empezando por el zarismo ruso.

Los formalistas que carecen de un conocimiento elemental de la dialéctica no comprenden que es posible que un estado tenga al mismo tiempo un carácter semicolonial e imperialista. Piensan en abstracciones formales, fijas e inmutables, como son “imperialismo” y “colonia”. No ven que pueden existir formas transicionales que combinan características de los dos, o que las cosas pueden convertirse en su contrario. No ven las cosas de forma concreta y que existen todo tipo de formas y etapas intermedias. Gente de este tipo es orgánicamente incapaz de pensar de forma dialéctica. Como dijo Engels de los metafísicos: «Que todo tu entendimiento sea: Sí, sí;o no, no, porque cualquier cosa que sea más que esto viene del diablo».

En realidad la naturaleza conoce muchas formas transicionales, que combinan características contradictorias. El propio Engels no se creía los informes de la existencia de un mamífero que ponía huevos, hasta que vio un ornitorrinco con sus propios ojos. Engels era honesto y admitió que estaba equivocado. ¿Acaso esos marxistas “listos” que no comprenden cómo un país puede combinar las características de un estado imperialista y colonial serán tan modestos y admitirán su error?

En la jungla capitalista hay animales depredadores de todo tipo y tamaño: leones y tigres, pero también chacales y hienas. Pero todos son animales depredadores. La única diferencia es que algunos son más fuertes que los otros y capaces de cazar presas más grandes y apetitosas, dejando a los débiles para que luchen por los huesos. Una colonia que ayer era un estado oprimido, como dijo Lenin, lucha por hacerse fuerte y oprimir a otros estados. Es necesario distinguir cuidadosamente entre estos fenómenos, si no lo hacemos cometeremos serios errores.

La Rusia zarista sin duda era un país atrasado, pobre y semifeudal, la gran mayoría de la población estaba formada por campesinos que hacía poco se habían liberado de la servidumbre. Existían muchos remanentes feudales en la agricultura. Existían zonas donde había una industria avanzada debido a la ley del desarrollo desigual y combinado. Pero sobre todo, el país era una imagen del atraso más espantoso. En comparación, Argentina, incluso hoy, sería una nación altamente desarrollada. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, Rusia dependía mucho de los préstamos e inversiones de los países capitalistas más desarrollados como Alemania, Gran Bretaña, Francia, Bélgica y EEUU. Por lo tanto, tenía el carácter de una semicolonia atrasada. Al mismo tiempo, Lenin consideraba que la Rusia zarista era una de las principales potencias imperialistas. Esto es una contradicción, pero no es el único ejemplo.

El hecho de que un país sea económicamente atrasado y que antiguamente fuera colonia de alguna potencia imperialista, no significa que no pueda desarrollar aspiraciones imperialistas y convertirse en un estado imperialista opresor. La dialéctica explica que las cosas pueden, convertirse en su contrario, y esto ocurre a menudo. El mejor ejemplo es EEUU que comenzó como una colonia oprimida de Gran Bretaña y que se ha convertido en el estado imperialista más grande sobre el planeta. Polonia fue una colonia oprimida durante siglos, dividida entre los ladrones imperialistas rusos, prusianos y austriacos. Pero tan pronto como consiguió la independencia después de la Primera Guerra Mundial, la burguesía polaca se marcó una agenda imperialista propia, con el objetivo de arrebatar Ucrania a los rusos, y también actuando como una agencia del imperialismo francés y británico atacando al débil y joven estado soviético.

Los pequeños estados balcánicos sufrieron durante siglos la esclavitud a manos de los turcos. Finalmente consiguieron la independencia a finales del siglo XIX y principios del XX. Tan pronto como las burguesías serbia y búlgara se convirtieron en la clase dominante, comenzaron una serie de guerras sangrientas de rapiña, donde participaron entusiastamente los gángsteres burgueses de Grecia y Rumania. Al final, los ladrones griegos, rumanos y serbios se apoderaron un gran trozo de territorio búlgaro, aunque Bulgaria había jugado el papel principal en la lucha contra los turcos. ¿Cuál era la naturaleza de estas guerras y qué posición adoptaron los marxistas con relación a ellas? Eran guerras reaccionarias, de rapiña, en las que luchaban las burguesías ex-coloniales para satisfacer sus ambiciones imperialistas. Lo mismo ocurre con Turquía que tiene su propia agenda imperialista, no sólo en el Kurdistán turco o el norte de Chipre, sino en el norte de Irak, el Cáucaso y Asia Central. Sólo un ciego no podría ver esto y sólo un tonto podría decir que Turquía no puede ser un estado imperialista (débil) porque es un país pobre y dependiente del capital, los préstamos y las inversiones de occidente. Los sectarios se burlan de la idea de que puede haber regímenes imperialistas débiles. Que pregunten a los Kurdos si piensan que Turquía es un régimen imperialista. Descubrirán rápidamente que no tiene nada de divertido.

India y Paquistán son países atrasados ex-coloniales. En ambos países el campesinado es la aplastante mayoría de la población. Más de medio siglo después de la “independencia formal” son más dependientes del imperialismo que cuando se liberaron de los grilletes del dominio imperialista. Por lo tanto, pueden ser descritos justamente como estados semicoloniales. No obstante, la burguesía india actúa de una forma imperialista en Cachemira, Nagaland, Nepal y Bután. Oprime a sus minorías nacionales (assameses, punjabíes, tamiles). Así vemos como la India es al mismo tiempo un estado semicolonial y una potencia imperialista débil, al menos en su región.

Lo mismo se puede decir de Pakistán. Es incluso más atrasado que India y su dependencia del imperialismo mundial es mayor todavía. En la agricultura existen muchos remanentes feudales. Sin embargo, Paquistán oprime a nacionalidades como los sindis, baluches y pashtunes. ¿Cuál es la naturaleza de las guerras entre India y Pakistán? ¿Qué actitud deben tener los marxistas ante ellas? La respuesta es clara: estas son guerras imperialistas reaccionarias, que no tienen un átomo de contenido progresista y debemos oponernos a ellas de una forma decidida.

Un ejemplo aún más claro es Indonesia. Aunque es más atrasada que Argentina, y tan sólo ha sido formalmente independiente unos cincuenta años (frente a los casi doscientos años de Argentina), el capitalismo indonesio tiene un carácter particularmente violento y agresivo. Como la Rusia zarista, tiene colonias a las que oprime brutalmente. ¿Qué decimos de la ocupación indonesia de Timor Oriental? Era una colonia portuguesa que Indonesia reclamaba como parte de su territorio nacional, como un derecho “inalienable”. Se anexionó Timor contra la voluntad de sus habitantes y durante décadas los oprimió brutalmente.

¿Cuál era la relación entre Indonesia y Timor? Era una relación imperialista. Timor era una colonia esclavizada de Indonesia. El hecho de que Indonesia fuera, y sigue siéndolo, una nación semicolonial, dependiente del imperialismo mundial, no cambia esto en lo más mínimo. ¿Qué se podría pensar si un marxista indonesio apoyara la anexión de Timor Oriental con el pretexto de que “Indonesia es una nación pobre oprimida”? La pregunta se contesta a sí misma. Cuando Indonesia era una colonia oprimida de Holanda, nuestro deber era apoyar su lucha de liberación nacional para conseguir la libertad y la autodeterminación. Ese era un verdadero movimiento de liberación nacional. Pero que Indonesia fuera una colonia en el pasado, ¿le daba el derecho a aplicar una política agresiva y expansionista contra sus vecinos, anexionándolos y esclavizándolos? No, no tiene y no puede tener semejante «derecho».

América Latina

La historia de América Latina nos proporciona muchos ejemplos similares. La mayoría de las naciones de América Latina son formalmente independientes desde la primera mitad del siglo XIX. El sueño de Simón Bolívar era que las colonias liberadas formaran una Federación Latinoamericana, y esa era una idea correcta. Pero las débiles y corruptas burguesías de América Latina no eran capaces de cumplir con esta tarea histórica necesaria. En su lugar, se convirtieron en los chicos de los recados del imperialismo, primero del británico y después del estadounidense. América Latina fue deliberadamente balcanizada, desangrada y empobrecida.

¿Es verdad que América Latina está explotada por el imperialismo? Sí, cien veces sí. ¿Es necesario luchar contra el imperialismo? Por supuesto. Pero imaginar que las burguesías débiles, corruptas y reaccionarias de Argentina, Bolivia o Brasil pueden hacer esto es una estupidez. La única manera de avanzar para América Latina es por el camino de la revolución socialista. La clase obrera debe tomar el poder en sus manos. Esa es la única forma de progresar. Todo lo que ayude a los trabajadores de América Latina a comprender esto es progresista, y todo lo que reduzca la conciencia del proletariado y desvíe su atención de la tarea central de la conquista del poder es reaccionario.

De todas las armas que dispone la burguesía la más poderosa y dañina es el nacionalismo. Esto es particularmente cierto en América Latina. Eso no tiene nada que ver con el orgullo nacional que pueden tener los trabajadores de Argentina, Chile o Bolivia. Este es un sentimiento natural y sano, una expresión de todo lo que está vivo y es progresista en un país. Pero otra cuestión distinta es el nacionalismo de la oligarquía, de los banqueros, capitalistas y militares de América Latina. Esa es la clase de nacionalismo que siempre codicia territorios y materias primas, que enseña a la población de un país a odiar y despreciar a la de otro país, eso es reaccionario.

Desde la conquista de la independencia formal ha habido muchas guerras en América del Sur y Central. Estas fueron guerras sangrientas donde los trabajadores y campesinos de un país mataban a los de otro país en interés de sus “propios” terratenientes y capitalistas. La Guerra de la Triple Alianza (1865-70), en la que Argentina, Brasil y Uruguay lucharon contra Paraguay, fue un ejemplo típico. Esta guerra prácticamente acabó con toda la población masculina de Paraguay, el país fue dividido entre los victoriosos. De igual forma, en la Guerra del Pacífico de 1879-83 Chile privó a Bolivia del acceso al mar en un acto de pura agresión. Hay muchos otros ejemplos.

¿Cómo caracterizamos estas guerras? Son como la segunda Guerra Balcánica, guerras violentas y de rapiña donde la burguesía de un país determinado, después de haber ganado la independencia formal, busca engrandecerse a expensas de sus vecinos, ocupando territorio y riquezas minerales. ¿Qué es esto sino imperialismo? Un imperialismo débil, un imperialismo que no puede ir más allá de ciertos límites regionales, pero al fin y al cabo imperialismo.

Llegados a este punto podemos ya oír los murmullos desde Buenos Aires. Luis Oviedo no puede esperar a defender a su país (es decir, a su burguesía) frente a la acusación de ambiciones imperialistas. “¡Qué es esto! gritará. ¡Lenin dijo que el imperialismo era la fase superior del capitalismo monopolista y eso sólo significaba describir las actividades de los países ricos y desarrollados que exportan capital!” Sí, Lenin dijo eso. Pero de ninguna forma circunscribió su definición de imperialismo a la exportación de capital. En su sentido más general el imperialismo es la conquista de mercados exteriores, territorios y materias primas. Para subrayar este punto baste con señalar que entre las cinco o seis principales potencias imperialistas descritas por Lenin se encontraba la Rusia zarista, un país pobre que no exportaba ni un sólo kópeck de capital.

Luis Oviedo intenta poner toda la responsabilidad de la lucha contra el imperialismo sobre los hombros de los marxistas británicos. Aceptamos sin reservas nuestro deber a este respecto, y siempre hemos intentado cumplirlo. ¿Pero acaso este deber SÓLO se aplica a los marxistas de los países metropolitanos? ¿Los marxistas argentinos están exentos de sus responsabilidades por el hecho de que Argentina fuera una colonia hace doscientos años? Lenin habría respondido de la siguiente forma: los marxistas británicos deben luchar contra la burguesía británica y los marxistas argentinos deben luchar contra su propia clase dominante.

Nosotros mantuvimos -y aún lo hacemos- que la guerra de las Malvinas era una guerra reaccionaria por ambas partes. Por la parte británica no es difícil explicar. Los crímenes del imperialismo británico son bien conocidos. Esto siempre estuvo claro para los marxistas británicos. Para los marxistas argentinos luchar contra el chauvinismo argentino puede ser más difícil, pero es igual de importante e incluso más. La burguesía argentina reaccionaria está acostumbrada a ocultarse detrás de la pantalla de “nación pobre oprimida” y apela a los instintos (naturales y progresistas) anti-imperialistas de los trabajadores argentinos para socavar su conciencia revolucionaria y arrastrarlos detrás de ella en un supuesto bloque “anti-imperialista”.

Esta era la base ideológica del peronismo, que durante décadas confundió y engañó a los trabajadores con su falsa demagogia “anti-imperialista”. Nada puede ser más perjudicial para la causa de la revolución argentina que esto. La más mínima concesión a esta demagogia “patriótica” supondría la ruina de la revolución. La cuestión de las Malvinas es utilizada periódicamente por la burguesía para perpetuar esta tendencia perjudicial. En el momento en que escribo estas líneas, Kirchner, un astuto representante de la burguesía, está planteando esta cuestión una vez más.

Si la izquierda argentina hace concesiones en esta cuestión, está abriendo la puerta del social-patriotismo y la colaboración de clase bajo la bandera de la “unidad nacional”, es decir, la unidad del caballo y el jinete, la unidad de los trabajadores y la burguesía. Desgraciadamente, el hecho de que los marxistas argentinos estén continuamente tocando la melodía de que son un país pobre y oprimido, sólo supone hacer concesiones al nacionalismo burgués y ponerse en manos de la burguesía.

En respuesta a la demagogia patriotera de Kirchner, los marxistas argentinos deberían decir: «Sr. Presidente, la clase trabajadora de Argentina necesita trabajo, pan y viviendas. Usted no es capaz de proporcionar estas cosas. En su lugar, nos ofrece las Malvinas. Ustedes nos engañaron de esta forma una vez y no tenemos la intención de ser engañados nuevamente. Lucharemos contra el imperialismo con nuestros propios métodos y en beneficio de nuestra propia clase. Eso quiere decir que lucharemos por la expropiación de la propiedad de los imperialistas británicos y estadounidenses y la propiedad de la oligarquía argentina, que usted y su gobierno representan».

¿Es verdad que la oligarquía argentina corrupta, avariciosa y reaccionaria tiene ambiciones imperialistas en América Latina? ¡Por supuesto! Sus ambiciones territoriales no se limitan a un puñado de islas rocosas en el Atlántico. En el pasado también tuvo objetivos imperialistas sobre Uruguay y Paraguay. En el momento actual, reclaman una gran parte de la Antártida y una parte de Tierra de Fuego que pertenece a Chile. Los dos países casi fueron a la guerra por el Canal de Beagle antes de que la Junta sacase la conclusión de que era más fácil ocupar las Malvinas. Debemos hacer una pregunta a la izquierda argentina: ¿qué habrían defendido en el caso de una guerra con Chile? Según ustedes, Chile no puede ser una nación imperialista, presumiblemente es otra semicolonia pobre, como lo es Argentina. ¿Defenderían por lo tanto el derrotismo revolucionario o volverían a caer en la trampa del social-patriotismo?

Siempre existe la posibilidad de que la burguesía -ya sea argentina o de cualquier otro país- pueda comenzar a tocar los tambores de guerra cuando se enfrenta al peligro de un derrocamiento revolucionario. En tal circunstancia, ¿qué hará la izquierda? ¿se precipitará de nuevo sobre la bandera del patriotismo y de la “unidad nacional”? Si es así entonces la revolución está condenada por anticipado.

Traducción de Reply to Luis Oviedo – Part Four – War and the National Question.

Vea también:

* UN LLAMAMIENTO A LA DISCUSIÓN RACIONAL: RESPUESTA A LUIS OVIEDO (Parte I) de Alan Woods.

* UN LLAMAMIENTO A LA DISCUSIÓN RACIONAL: RESPUESTA A LUIS OVIEDO (Parte II) de Alan Woods.

* LAS MALVINAS: EL MARXISMO Y LA GUERRA: RESPUESTA A LUIS OVIEDO (Parte III) de Alan Woods.

* MARXISMO FRENTE A SECTARISMO: Respuesta a Luis Oviedo (PO) de Alan Woods.